N/A: Hola tenía muchas ganas de comenzar a publicar esta historia. Hasta ahora sólo había escrito historias cortas pero por fin me he atrevido con un long-fic; tengo escrito unos tres capítulos pero ya tengo listo el guión y sé por donde quiero que vayan los tiros en general (sé cuál será el final y cómo van a llegar hasta allí), así que intentaré comenzar actualizando semanalmente.

Sobre el fic:

Se trata de una especie de retelling de la Bella y la Bestia y se sitúa unos 3 años después de la guerra. Más allá de su aspecto físico (ya veréis por qué se encuentra algo desfigurado) Draco va a comenzar mostrándose bastante desagradable, malhumorado, borde e incluso cruel y contará cómo evoluciona personalmente y en relación a Hermione según avance la historia (vamos, lo que viene siendo una reinterpretación version Dramionera de la Bella y la Bestia que es mi cuento favorito de siempre jamás).

En el prólogo aún no aparece Draco, simplemente es una especie de introducción para explicar el contexto en el que se desarrollará la historia y el por qué Hermione se ve obligada a tener que convivir con Malfoy.

Y nada más, me encantaría recibir vuestras opiniones y saber qué os parece el planteamiento y cómo veis a los personajes.


Lo que esconde tu interior


Prólogo

Kingsley Shacklebolt estaba terriblemente preocupado. Trataba de ocultarlo bajo una máscara de impasible serenidad, pero Hermione Granger, su asistente provisional, le conocía lo suficiente para saber que el Ministro de Magia llevaba días sin dormir, consumido por la ansiedad y los problemas.

Miró a su alrededor; en torno a la mesa redonda se congregaban los principales responsables del Ministerio de Magia: Jefes de Departamento, Secretarios y Directores Generales se hallaban reunidos para decidir cómo afrontar la situación.

–Mafalda Hopkins ha sido hallada muerta en su casa. –Al escuchar sus palabras, todas las cabezas se giraron hacia el Ministro Shacklebolt. Todas las muertes repentinas causaban una gran conmoción, pero ésta era aún mayor si, como en el caso que les ocupaba, concernía a una colega–. Se cortó las venas, al parecer no pudo resistir los efectos de la maldición.

Hermione tragó saliva. Aquella maldición desconocida llevaba meses asolando Gran Bretaña. Nadie sabía exactamente de dónde había surgido ni cómo se extendía; simplemente atacaba los sentidos del receptor: primero perdía la vista, luego el oído, olfato, tacto, gusto y finalmente se convertía en un autómata, incapaz de sentir ni expresar nada, como una cáscara vacía, desprovista de cualquier tipo de emoción o estímulo. Además, no existía ningún modo de prevenirla; la maldición sensorem parecía escoger a sus víctimas al azar: no distinguía entre sangrepuras, mestizos o hijos de muggles, hombres o mujeres, jóvenes o viejos, cualquiera podía sufrirla. El caso de Mafalda no era excepcional; muchos afectados acababan sumidos en la locura y se quitaban la vida, incapaces de soportar hallarse en aquel estado ni un minuto más.

–Tenemos que hacer algo. A este paso, la mayor parte de la población mágica de nuestro país terminará enloquecida o suicidándose.

El hombrecillo que acababa de hablar era Tadeo Tretogor, antiguo vicepresidente del Wizengamot, que había ascendido a presidente interino después de que el actual presidente fuera golpeado por los primeros síntomas de la maldición.

Philius Phebonus, Jefe del Departamento de Accidentes y Catástrofes Mágicas revolvió entre sus papeles y carraspeó antes de contestar, captando la atención de todos.

–No sabemos qué se puede hacer. San Mungo ha hecho análisis y no ha podido determinar el origen de la maldición; no supone una variación ni una nueva versión de ninguna otra previamente conocida. Se han hecho experimentos y ninguna poción resulta eficaz contra ella.

–Ninguna poción que haya sido inventada. –Los asistentes dirigieron sus miradas hacia el Ministro. Hermione, que tomaba notas en el asiento contiguo, también pareció sorprendida–. Sin embargo, tal vez una poción totalmente nueva sí podría ser capaz de combatirla.

–Imposible. –Philius acompañó su negativa con enérgicos movimientos de cabeza–. Nuestros expertos llevan semanas investigando al respecto sin acercarse a nada que resulte mínimamente efectivo. Tampoco los Inefables han dado con una solución factible.

Gilda Weekswick, la responsable del Departamento de Misterios, apoyó sus palabras con un leve asentimiento de cabeza. Era una mujer de aspecto severo y circunspecto que no solía hablar más que cuando era estrictamente necesario.

–No me estaba refiriendo a nuestros expertos.

La actitud críptica del Ministro comenzaba a exasperar a Hermione. Pese a que tan solo llevaba un par de meses ocupando el puesto como su asistente –concretamente desde que Dennis Crevey, el asistente titular, se había dado de baja al notar que comenzaba a perder visión–, Hermione apreciaba de veras a Kingsley Shacklebolt, admiraba su talante calmado y conciliador y sus incesantes esfuerzos para lograr la concordia en aquella sociedad de posguerra. No obstante, a menudo tenía reacciones como aquella: místicas y enigmáticas, profundamente contrarias a la naturaleza eficiente y pragmática de la joven bruja.

–Podríamos recurrir a alguien, digamos que… ejem… a un consultor externo.

Hermione arqueó una ceja, estaba claro que las palabras del Ministro tenían gato encerrado. Los reunidos se removieron inquietos en sus asientos; no tenían ni idea del rumbo que iba a tomar la conversación, Kingsley no les dio lugar a hacer preguntas porque, acto seguido, añadió:

–Propongo que recurramos a los servicios de Draco Malfoy.

La sugerencia fue recibida por una algarabía de voces y exaltados aspavientos. Todo el mundo quería decir algo hasta que por fin Tadeo Tretogor impuso su autoridad y exclamó:

–Está usted loco, señor Ministro, si de veras cree que este Comité va a aceptar contratar los servicios de un criminal de guerra.

Los airados gestos afirmativos de los miembros del Comité atestiguaban su conformidad con Tadeo, pero aquello no desalentó al Ministro que, con una floritura de varita, materializó un pergamino, levitándolo sobre la mesa.

–¿Qué demonios es eso? –Philius se ajustó las gafas y con el ceño fruncido se acercó al documento que flotaba frente a sus narices– ¿No pretenderás enredarnos con otro de tus truquitos dialécticos, verdad Shacklebolt?

–Nada más lejos de mi intención, mis estimados amigos, únicamente pretendo presentarles hechos. Frente a ustedes tienen el expediente de Draco Malfoy. No tengo ni qué decirles que esta información es absolutamente confidencial.

Hermione se inclinó hacia delante, tratando de vislumbrar algo sobre el mar de cabezas que se arremolinaba en torno al pergamino. Lo cierto era que le despertaba una gran curiosidad.

Hacía tres años que no sabía prácticamente nada de Malfoy. Al terminar la guerra, Harry y ella habían intervenido como testigos de la defensa en su juicio alegando que todos los delitos de los que se le acusaba habían sido cometidos bajo coacción, tras haber sido amenazado con infligirles daño a sus padres. Gracias a ello, Draco Malfoy había recibido un castigo excesivamente benévolo a juicio de muchos: el destierro de Inglaterra de por vida y la incautación de todos sus bienes y propiedades. Tras escuchar su sentencia sin inmutarse, había abandonado la sala del tribunal muy pálido y delgado, irguiendo la cabeza de forma orgullosa, ajeno a lo que ocurría a su alrededor.

Aquella era la última vez que Hermione lo había visto. Después del juicio no habían mantenido ningún tipo de contacto, ni había recibido expresión alguna de agradecimiento por su parte –tampoco es que la hubiera esperado, no era tan ingenua como para pensar que la sentencia hubiera inspirado algún rasgo de bondad o gratitud en él–, pero aún tenía extrañamente vívido en su memoria el recuerdo de sus ojos, tristes y ausentes. El destino del resto de la familia Malfoy no había sido tan favorable; los crímenes cometidos por Lucius eran demasiado atroces como para ser pasados por alto, los había perpetrado siendo un adulto plenamente consciente de las consecuencias de sus actos y, además, había actuado de manera reincidente tras su participación en la Primera Guerra Mágica contra Voldemort. Por todo ello, Lucius Malfoy, mortífago confeso y miembro del círculo de confianza del Señor Tenebroso fue condenado al Beso del Dementor sin posibilidad de apelación. La sentencia fue ejecutada sin demora y apenas un mes después, el que fuera uno de los hombres más poderosos y temidos del mundo mágico quedó reducido a una masa orgánica, un simple vegetal que únicamente respiraba. Aunque Narcissa corrió mejor suerte que su marido – su intervención en la Batalla Final a favor de Harry Potter permitió que todos sus crímenes fueran expiados –, resultando absuelta de todos los cargos, no pudo soportar ver a Lucius en aquel estado, y tras varios meses languideciendo, una mañana no despertó; había muerto en su cama mientras dormía.

Hermione sabía que en aquellos tres años Malfoy no había vuelto a pisar suelo inglés; más allá de eso, su paradero y a qué se dedicaba eran un misterio para ella. Pero al parecer el Ministerio sí los conocía.

–Al parecer el señor Malfoy no ha perdido el tiempo –estaba explicando Kingsley–, vive recluido en Francia, en una Mansión rodeada de viñedos en Borgoña. Se dedica a la fabricación de pociones "de diseño", con bastante éxito, debo añadir. Sus compradores no son precisamente señoras en busca del elixir de la eterna juventud: gobiernos extranjeros, grandes multinacionales, reputados herbólogos… digamos que los consumidores de sus productos son clientes de alto standing.

–Querrás decir que se ha convertido en un mercenario, un traficante de pociones –Philius parecía lejos de estar convencido por la solución propuesta–. Y quieres que confiemos el destino de la nación a semejante elemento.

–Mercenario o no, el señor Malfoy ha demostrado un extraordinario talento para la creación de pociones, un talento que podría resultarnos útil, que podría salvarnos.

Gilda Weekswick aunque también mantenía ciertas reservas, parecía albergar menos escrúpulos y salió de su habitual mutismo para expresar su opinión.

–¿Por qué querría colaborar con nosotros? –Sus ojos se paseaban por la "hoja de servicios" de Malfoy– Rusia, Alemania, Canadá, Italia, Japón… el señor Malfoy parece abierto a trabajar para cualquier gobierno menos el nuestro. En esta lista aparecen reiteradas negativas por su parte a nuestros, ejem… requerimientos de asistencia. No veo por qué ahora iba a cambiar de opinión y, por otra parte, no es de extrañar, teniendo en cuenta que requisamos su dinero, su mansión y sus cámaras de Gringotts.

–¡Y no olvidemos que se le prohibió volver a poner un pie en Gran Bretaña bajo la amenaza de entregarlo a los dementores! –Philius por fin había encontrado un argumento convincente en contra de la propuesta del Ministro y se agarró a él como a un clavo ardiendo.

–Bueno, nada impide que continúe trabajando desde Francia y, en todo caso, Gilda, estoy seguro de que podemos encontrar algo que capte el interés del señor Malfoy. –Los ojos de Kingsley se demoraron brevemente en ella, a Hermione no se le pasó el extraño brillo de su mirada lo que le inspiró un presentimiento desagradable–. Sin duda, con la motivación adecuada podemos lograr que el señor Malfoy se sienta más… inclinado a trabajar para nosotros. Al fin y al cabo es un servicio por el bien común del país que le vio nacer y crecer. Devolverle parte de los bienes requisados, permitirle volver a visitar su patria… debe existir algún incentivo ante el que no pueda resistirse. ¿No es así Tadeo?

El aludido se encogió de hombros.

–Si lograra alcanzar algún resultado positivo, el Wizengamot estaría dispuesto a revisar los términos de su sentencia en… reconocimiento por los servicios prestados.

A regañadientes, Philius parecía encontrar que el plan tenía sus beneficios, pero no podía evitar poner una última objeción.

–¿Y bien, Shacklebolt? ¿Quién pretendes que vaya a ponerle el cascabel al gato?

«Oh, no». La atención del Ministro se volvió por completo a Hermione. Pronto, varios pares de ojos estaban fijos en ella.

–¡No, no, no, no, no! ¡Yo no puedo ir! –haciendo caso omiso al hecho de que su voz había subido una octava más de lo normal, Hermione añadió desesperada– ¡Él me odia!

–Hermione, soy consciente de que tu relación con Draco Malfoy siempre ha sido cuanto menos… tortuosa pero, mira a tu alrededor, el resto de los que estamos aquí somos una panda de vejestorios, nos dará con la puerta en las narices nada más pongamos un pie en su casa. Sin embargo, tú… os conocéis desde niños –Kingsley estaba empleando con ella su mejor tono paternal, tratando de persuadirla–, piensa que lo que estás haciendo es por el bien común, toda Inglaterra te estará eternamente agradecida si colaboras para encontrar el remedio a la maldición que nos está destruyendo.

Hermione comenzaba a estar realmente cansada del "bien común" y de que todo su peso recayera sobre ella, se masajeó las sienes y cerró los ojos en un inútil intento de evadirse de aquel lugar; cuando por fin los abrió, Philius la miraba atentamente, con expresión suplicante. Kingsley le dio un apretón reconfortante en el hombro.

–Confiamos en ti, Hermione. Puedes hacerlo.

En aquellos momentos sentía el estúpido deseo de tirarse al suelo y revolcarse, montando una pataleta de niña pequeña; no obstante, lo único que salió de sus labios fue:

–De acuerdo, si eso es lo que decide el Comité, lo haré.

Después de dirigirle una sonrisa que pretendía ser alentadora, Kingsley Shacklebolt se puso en pie, majestuoso en su puesto como Presidente del Comité de Crisis Mágicas de Gran Bretaña, y no necesitó hechizo amplificador alguno para que su voz resonara en las paredes de la amplia sala.

–Bien, pues procedamos entonces a votar la propuesta. En nombre del Ministerio de Magia y con plenos poderes para firmar acuerdos en su nombre, enviamos a Hermione Granger para negociar con Draco Malfoy con el objetivo de encontrar un remedio definitivo para la erradicación de la maldición sensorem. Damas y caballeros, alcen sus manos para votar a favor.

Un mar de manos se alzó al mismo tiempo como si perteneciera a una sola persona. El Ministro esbozó una sonrisa complacida, carraspeó y con su voz de barítono procedió a anunciar:

–Miembros del Comité, la propuesta ha sido aprobada por unanimidad.

Hermione únicamente emitió un gemido quedo, inaudible. «Merlín me ayude» suplicó para sus adentros.


N/A: Y esto es todo de momento. Los reviews son más que bienvenidos!

Este fin de semana creo que haré una excepción y publicaré el primer capítulo el domingo. Veremos el encuentro de Draco y Hermione!

Pasad buen finde y cuidaos mucho!