Yoko Ono
Ese día comenzó de manera perfecta.
Despertó de un dulce sueño con el ánimo hasta las nubes, le mandó un mensaje a Sam y su respuesta fue inmediata, como si ambas estuvieran conectadas por un lazo cósmico irrompible. Tomó su desayuno, fue a clases y se sentó junto a ella, su Diosa, su musa, la inspiración detrás de todas sus canciones y sus suspiros. Ya en la escuela, ambas hablaron toda la clase, su profesor les llamó la atención un par de veces como siempre, pero qué importaba, estaba a su lado viéndola reír, bostezar, concentrarse, responder preguntas o simplemente escribiendo en su cuaderno. Podía quedarse observándola por una eternidad y continuaría amándola como la primera vez que la vio en aquel concierto hace ya un año, se veía tan linda ese día que el solo recordarlo hacía latir su corazón a mil.
Esa mañana también hizo las paces con su hermano menor, pero eso no era tan importante como el amor que emanaba cada vez que pensaba en aquella persona que había tomado su corazón prisionero.
Cuando llegó a casa se sintió algo decaída por no poder volver a verla hasta el día siguiente, pero pronto su ánimo mejoró cuando se dio cuenta de que aquel día, ella y su banda tenían que practicar. Y eso significaba que volvería a presenciar a Sam en su mejor forma, con una guitarra sobre su regazo y cantando con una voz angelical.
¿Qué podía hacer?, estaba locamente enamorada de su mejor amiga, tan enamorada que nada, absolutamente nada más importaba en su vida. Es por eso que, cuando se quitó los audífonos y escuchó la puerta de la calle siendo golpeada fuerte se sintió muy molesta, porque esos sonidos la devolvieron a la realidad, una donde vivía hacinada con un montón de hermanas, un hermano que apenas conocía y unos padres que eran unos santurrones de primera.
Chasqueó la lengua enojada, se levantó del sofá y corrió a abrir la puerta.
– ¡Ya voy, ya voy! – grito en el camino.
Giró el picaporte y se encontró con una escena que le paró los pelos de la nuca, su hermana mayor y enemiga natural, la facista de turno de la casa, la miraba muy molesta. En los brazos de esta estaba su hermano menor, al que cargaba como si fuera una princesa dormida e indefensa. No supo el porque pero por un momento pensó lo peor.
– Llevo cinco minutos tocando la puerta. – le dijo Lori, con una voz bastante petulante.
Por su tono de voz pudo darse cuenta de que no era nada grave y rápidamente volvió a su fastidio inicial.
– ¡Pues lo siento! – le respondió Luna igual de molesta – Debiste usar la llave, estaba ocupada arriba con Lucy.
– Usar la llave pero que buena idea, ¿por qué no se me ocurrió antes? – dijo Lori, sacando a relucir su típica ironía – Es que no ves que literalmente tengo a Lincoln en brazos, ¿como rayos iba a usar la llave?
Se cruzó de brazos y le dio una mirada ofuscada a ese chico, aquel "hermanito" perdido que solo llego a casa para darle dolores de cabeza. Por su culpa ahora estaba siendo sermoneada por la mandona número uno de la casa.
– Y qué le pasó a ese. – dijo Luna.
– "Ese" está muy cansado después de su primer día de escuela en años. Así que nada de música fuerte mientras yo no esté en casa.
– ¿¡Qué?!
– Ya me oíste.
Se quedó hecha piedra mientras su hermana le daba un pequeño empujón para que se apartara de la puerta y subía las escaleras con la bella durmiente en brazos. No, no ese día, se suponía que ese día debía seguir siendo perfecto.
Empuñó sus manos hasta que sus nudillos quedaron blancos y soltó un taco que nadie estaba allí para oír. Subió las escaleras hecha una furia y casi se tropezó con la alfombra, solo aumentando la rabia que en ese momento alcanzaba niveles estratosféricos. Caminó con paso firme y marcial hacia la diminuta habitación de su hermano, donde Lori lo recostaba en su cama con una dulzura que le daba arcadas de lo empalagoso.
– Dulces sueños, Linky. – dijo su hermana, dejando un beso en la frente del peliblanco.
– ¡No puedes hacerme esto! – grito Luna, sin importarle (o tal vez esperando) despertar a aquel chico – Mi banda vendrá a practicar en unas horas, ya te dije que tengo un concierto importante en dos semanas.
– Tu hermano menor está enfermo y necesita descansar, ¿podrías dejar de pensar solo en ti por un mísero día?
– ¡Mi concierto también es importante!
– Al pasillo, ahora.
Apretó los dientes y le hizo caso a la mandona de su hermana, esperó con impaciencia los segundos que ella se demoró en arropar a su hermano, apretando sus uñas contra su brazo, cada segundo más molesta que el anterior. Cuando ella por fin salió y cerró la puerta tras de sí, su hermana mayor le dio una mirada que la dejó congelada, de nuevo se veía muy, muy enojada con ella.
– Escúchame bien Luna, porque esto no lo volveré a repetir. – dijo Lori, cruzándose de brazos y mirándola como un halcón a su presa – Las reglas las acordamos semanas antes de que Lincoln llegará: Nada de juegos bruscos, nada de bromas tontas y nada, absolutamente nada de música fuerte mientras él descansa.
– Y yo me opuse a todo eso en la reunión. – le respondió en un tono desafiante – Pero a ti no te importó, ¿cierto?
– Es la regla de la mayoría, siempre ha sido así entre nosotras.
– Pero mi concierto. – dijo Luna, esta vez, casi suplicante.
– Luna lo entiendo perfectamente, pero Lincoln está enfermo, seriamente enfermo. – dijo Lori, por un segundo cambiando su tono autoritario por uno que evocaba cierta tristeza – ¿Puedes entender eso?
Claro, siempre excusaban a Lincoln por su tonta enfermedad. Desde que él llegó a casa perdió de un plumazo toda su libertad de hacer lo que se le diera la gana, ahora todo y todos giraban en torno a Lincoln, era un verdadero fastidio.
– Lo entiendo… – respondió Luna, ya resignada a su destino – Le diré a mi banda que cancelamos.
– Lo siento.
Lori hizo un amago de querer abrazarla, como siempre lo hacían cuando ambas trataban de reconciliarse, pero ella la esquivó dando un paso atrás. No estaba de ánimos para jugar a la hermana comprensiva con nadie, mucho menos con las personas que pisoteaban sus sueños. Lori se quedó por un momento extrañada por ese desaire, luego triste, y finalmente recuperó su compostura después soltar un pesado suspiro.
– Debo ir a aclarar unas cosas con Bobby, vuelvo en un rato.
– Que bien por ti que puedes ir a besuquearte con tu novio.
– Debo ir y explicarle a mi novio que tuve que cancelar nuestra única cita mensual porque recogí a mi hermano casi moribundo de la escuela y tendré que cuidarlo hasta la noche. – le dijo Lori en un tono cansado – No habrá nada de besos, eso te lo aseguro.
Esas palabras fueron como echarle un balde de agua fría, toda su rabia, de pronto se sintió tan trivial, tan banal, como si no importara en lo absoluto ante los inmensos problemas que su familia estaba pasando por culpa de su hermanito. Vio a su hermana caminar por el pasillo hasta las escaleras, con los hombros caídos y un andar cansado, no entendía por qué alguien en su sano juicio elegiría a un hermano aparecido a su propio novio.
Miro de vuelta esa puerta, molesta con aquel chico que dormía plácidamente mientras sus hermanas perdían todo por su culpa.
– Ja, apenas te conozco y ahora debo volverme una santurrona por tu culpa. In your dreams bro. – dijo Luna.
Dejó atrás la puerta de su problemático hermano para ir directo a su habitación. Allí se encontró con Luan recostada sobre su cama, repasando uno de sus tantos libretos.
– Adivina que, Lori no me dejara practicar con mi banda, ¿puedes creerlo?
Pero su hermana no respondió y eso enseguida le llamó la atención. Observó a la bromista de la familia por unos segundos en silencio y se dio cuenta de que sus ojos no se movían, Luan no estaba leyendo sino pensando profundamente en algo, lo que prendió las alarmas en su cerebro. Se acercó tímidamente a su hermana más cercana y aunque estaba cerca, ella parecía no notar su presencia.
– Es raro verte así de seria, ¿te pasa algo sis? – le dijo Luna en una voz suave.
– ¡Ah! – dijo Luan, de pronto dando un salto en su cama – No, no es nada, solo pensaba en Lincoln.
Creía que ella tenía un problema real, uno en el que pudiera ayudar, pero solo pensaba en el tonto de su hermano. Eso la hizo sentir bastante molesta.
– ¡¿Tú también?! Lincoln, Lincoln, siempre Lincoln, todas ustedes le ponen demasiada atención a ese enano.
– ¿No te preocupa? ¿Ni siquiera un poquito?
– No, tengo otras cosas más importantes en las que pensar. – dijo Luan, soltando un suspiro de ensueño – Como en Sam…
– O aquí vamos otra vez. – dijo Luan, volviendo a ponerle atención a su libreto.
– ¿Crees que yo le guste? Ella siempre viene cuando la invito a practicar, eso quiere decir que ya me tiene confianza, hablamos en clases, pasamos bastante tiempo en el teléfono mandándonos mensajes…
– ¿Pero?
– No sé, siento que no he hecho lo suficiente para ganarme su corazón, tal vez debería ser más asertiva con mis sentimientos, algo así como darle alguna indirecta para tantear su interés.
– Luna esas cosas se dan con el tiempo. – le dijo Luan, rodando los ojos – Ella se dará cuenta por sí misma, si es que ya no se dio cuenta.
– That's the problem! Ella es algo… Densa en ese aspecto, cuando trato de tocar el tema de las relaciones de algunos de nuestros compañeros o el amor en general, ella como que se cierra por completo y solo me da respuestas cortas.
– Aún más razón para actuar con naturalidad.
Probablemente su hermana menor tenía razón, Luan tenía mucha más experiencia que ella con respecto a las relaciones románticas, ya que fue la primera de ellas en conseguir novio y todo eso. Pero Sam no era como Benny, ni por asomo, su musa de cabellos dorados era una de las chicas más populares de la preparatoria, de seguro estaba en los radares de la mayoría de los chicos y si no se movía rápido alguien podría quitársela de las manos.
El solo pensar en Sam besando a otro, tomándose de las manos con otro o simplemente hablando con otro, era como sentir una fría cuchillada directo al corazón. No, no dejaría que su alma gemela se perdiera en los brazos de algún tarado cualquiera, por eso debía actuar rápido. Dos semanas, en solo dos semanas llegaría a la conclusión de su pequeña historia de amor, pero antes de eso necesitaba debilitar las defensas de su amada Sam.
– Necesito la habitación por la tarde, cancelaré los planes con mi banda pero le diré a Sam que pasemos un tiempo juntas.
– ¿Y cuál es tu excusa esta vez?
– Le diré que estudiaremos para los preliminares. – dijo Luna, levantando el pulgar en alto.
– Jajaja la clásica.
– ¿Entonces puedes salir de aquí?
– Oh no, lo siento pero tengo que practicar para mi nuevo acto. – dijo Luan, la que de pronto sacó un muñeco de abajo de su cama – ¡Maravillate con Freddy el Oso ! Mi nuevo amigo.
– Luan, ese es el muñeco más feo y horripilante que he visto, ¿de dónde lo sacaste?
– Estaban cerrando un viejo restaurante de animatrónicos en el centro. – dijo Luan, levantando el feo muñeco en el aire – Tuve que escarbar un poco en la basura para encontrar a este pequeño jajaja
Ese viejo muñeco amarillento le dejaba los pelos de punta de tan solo verlo, tenía una mirada bastante sospechosa, como si él la estuviera viendo de vuelta, observando cada uno de sus movimientos y su sonrisa, se veía bastante perversa… Nah, seguro era su imaginación.
– Como sea, igual necesito la habitación.
– Nope.
– ¿Recuerdas cuando te dejé la habitación para besuquearte con Benny?
– Uyy golpe bajo. – dijo Luan fingiendo un golpe en el estómago – Pero está bien, te debo ese favor por esa vez… ¡Bueno! Yo y esta preciosura iremos a practicar a otra parte.
– Great!
Camino hacia su escritorio y puso encima todos esos aburridos tomos de estudio, cuando a sus espaldas escuchó la voz de su hermana, mirándola desde el marco de la puerta.
– Luna. – dijo Luan.
– ¿Y ahora qué?
– Buena suerte con Sam, espero que todo salga genial. – le dijo Luan con una tierna sonrisa – Ustedes hacen una bonita pareja.
– Muchas gracias Luan. – respondió Luna, un poco conmovida por sus palabras – Tratare de hacer lo mejor que pueda.
– See ya later alligator hahaha.
Se sentó en la silla frente a su escritorio y se quedó pensando en lo afortunada que era de tener a Luan como su soporte. Su hermana podía ser traviesa y a veces una verdadera molestia con sus bromas, pero siempre podía contar con ella en las situaciones importantes.
De nuevo con buen ánimo, saco su celular de uno de los bolsillos de su falda y busco a Sam entre sus contactos.
– Tú puedes Luna. – se dijo a sí misma, dándose valor.
Royal Woods era un pueblito bastante tranquilo y hogareño.
En un principio, cuando sus padres decidieron emprender el vuelo desde la gran California hacia ese lugar, bueno, no se tomó la noticia con mucho entusiasmo. Dejar una vida en la gran ciudad por un pueblito en medio de la nada le parecía una idea de locos, pero con el pasar del tiempo aprendió a amar su nuevo hogar.
En ese momento, mientras disfrutaba de un libro en su cafetería favorita del centro, pensó que no cambiaría vivir allí por nada del mundo, incluso por la fama mundial con la que sus amigos de banda soñaban cada vez que se reunían a practicar. Al igual que ellos, amaba la música más que nada en el mundo, pero la fama no conectaba del todo bien con su carácter un tanto reservado. Tal vez solo era una persona simple después de todo, una verdadera habitante de Royal Woods.
Cuando hablaba con Luna acerca de sus sueños, estos eran a menudo grandiosos; "¡Ser la mejor rockera que el mundo haya conocido!", "¡Vender un millón de discos!", o "¡Tener un concierto con cien mil personas!", le gustaba escuchar de los sueños de otros, tal vez porque ella no tenía ninguno propio.
Y eso era algo que le molestaba de ella misma, no tenía una visión de que es lo que quería hacer con su vida, solo tenía la música y eso la hacía sentirse cómoda, pero eso también la llevaba a evitar todo lo demás por no querer perturbar su propia tranquilidad. Se sentía estancada consigo misma.
– ¿Desea otra taza de café señorita?
– Si, por favor.
El mesero llenó su taza de café y se fue a atender otro cliente, en el interntanto, ella quedo observando atenta aquel brebaje oscuro, tan negro como un avismo y recordo de pronto aquel sueño que tuvo esa mañana.
Se vio a ella misma danzando ante una multitud que la miraba sonriente, ella, la que odiaba todo lo relacionado con el baile, danzaba como un ser majestuoso. No bailaba sola, claro, sino con un chico más bajito que ella, cuyo rostro no podía del todo descifrar, y fue cuando su sueño se centró en aquel rostro, que él mismo se convirtió en oscuridad infinita, una que terminó por devorarla por completo.
Está de más decir que se despertó bastante exaltada en mitad de la noche, tan exaltada que no pudo seguir durmiendo. Se quedó despierta pensando en aquel chico que vio en su sueño, el mismo que bailó con ella en el aniversario de sus padres hace ya una semana, solo qué cubierto por una oscuridad que parecía no querer alejarse de él, ¿qué significaba todo eso?
Tal vez era porque no volvió a ver a ese chico después de aquel baile, por mucho que le preguntó a sus familiares y amigos, nadie sabía nada de su existencia, era como si se lo hubiera tragado la tierra o como si nunca hubiera existido. El pensar que bailó al compás de "Forever Young" con un fantasma le dejaba la piel de gallina.
– "Forever Young"… "I want to be forever young. Do you really want to live forever?"
El estribillo de aquella canción no fallaba en sacarle una sonrisa cada vez que lo recitaba. Aquel había sido un bonito recuerdo, pero a la vez un poco amargo por la partida de aquel chico que le pareció tan valeroso y a la vez tan frágil, tan interesante que le costaba olvidar del todo. Pues, aquel momento era lo único realmente memorable que le había ocurrido en mucho tiempo.
Soltó un largo suspiro y tomó un sorbo de café, se estiró en su silla y se quedó mirando fija el cielorraso del restaurante, sin pensar en nada. En ese momento, como evitando que cayera en una espiral de aburrimiento, sintió a su teléfono vibrar en su chaqueta. Sonrió al ver que era un mensaje de su amiga.
– ¿Lista para echar mi casa abajo?
Si, ese día tendrán una sesión de práctica con su banda donde ella tocaba la segunda guitarra. Siendo sincera, no tenía tantas ganas de practicar ese día, se sentía algo cansada y un poco perturbada por ese sueño extraño. Quería un día tranquilo y sin ningún sobresalto, pero eso era precisamente lo que la llevaba a sentirse tan estancada en su vida, así que era mejor no hacerle caso a esos sentimientos.
– Todo con moderación, no queremos que tus vecinos llamen a la policía como la otra vez. – le respondió Sam.
– Lo tendré en mente.
Luna a veces se tomaba las cosas demasiado en serio y esa era una de sus mejores cualidades, tenía pasión, un fuego interior que nunca se apagaba. Algo que Sam deseaba un poco para ella misma, tal vez por eso era que gravitaba tanto en torno a Luna y su banda.
Con un poco más de energía en su interior se decidió por guardar su libro en su mochila y en vez de leer, repasar un poco de su tarea antes de volver a su casa en busca de su guitarra e implementos. Se pasó un largo rato atorada en un problema de esas matemáticas que tanto odiaba, cuando de pronto sintió de nuevo su teléfono.
– Tengo malas noticias.
Aquel mensaje la dejó un poco nerviosa, Luna nunca escribía cosas tan negativas.
– ¿Qué pasó? Espero que nada grave. – le respondió a Luna.
– Mi tonta hermana mayor me prohibió practicar hoy con la banda, tengo problemas con mi hermano menor, está enfermo… De nuevo.
Ese mensaje fue como un regalo caído del cielo, realmente no tenía ganas de practicar ese día.
– Pues no hay nada que hacerle, la familia es importante. – le respondió Sam.
Sentía un poco de lástima por el hermanito de Luna, pero su amiga era fuerte, continuaba con su vida y seguía sonriendo aun cuando debía estar muy preocupada por su debilitada salud. Eso le recordó cuando su propio hermano pequeño pescó la peste cristal y una noche, la fiebre le subió bastante, esa semana no pudo dejar su cama y se quedó todos los días cuidándolo hasta que se recuperó.
– Igual, tampoco tenía muchas ganas de practicar y se acercan los preliminares, ¿vienes a mi casa a estudiar?
– Oh pensé que te quedarías a cuidar a tu hermanito.
– ¡Claro que lo cuido! Pero hoy es mi día libre, Lori lo cuidara por un rato.
Eso era lo bueno de tener hermanas mayores, siempre podrás recurrir a ellas cuando las cosas se ponen difíciles.
– ¿Puedes? – le pregunto Luna.
– Claro, no he estudiado casi nada de matemáticas y tengo una tarea atrasada.
– ¡Genial! Te espero en casa, puedes venir ahora si gustas.
– Oferta aceptada.
Pagó su cuenta y salió de la cafetería para caminar hasta el pequeño parque que estaba a mitad de camino de la casa de Luna. Se sentó en una banca para disfrutar de los rayos del sol y respirar un poco de aire limpio, amaba la naturaleza, se imaginaba a veces a cargo de un establo de caballos en el campo, no era un prospecto tan malo. Libre y tranquila como nadie en medio de la naturaleza.
Las voces de una pareja que se acercaba por la acera la despertaron de ese ensueño. Se quedó mirándolos curiosa, esa pareja que iba de la mano, como hipnotizada de pronto por sus sonrisas llenas de esperanza y sus manos entrelazadas. Era extraño, el amor era algo a lo cual nunca le tomó demasiada atención, claro, le gustan los chismes románticos y las series de romance como a cualquier chica de su edad, pero ya a experimentar esas ansias de estar con otra persona le parecían raras.
"Tal vez nací con un corazón solitario, descompuesto", pensó Sam con una súbita tristeza.
Movió su cabeza de lado a lado como para alejar esos pensamientos depresivos y se concentró en su camino, se levantó de la banca y comenzó a caminar, siguió admirando los regalos de la naturaleza hasta que por fin llegó a la gran casa de Luna.
Apenas tocó la puerta de enfrente, esta se abrió de inmediato, siendo recibida por una Luna que no paraba de sonreír.
– ¡Qué onda Sam! – le dijo Luna.
– Hola Luns, ¿lista para terminar la tarea?
– ¿Tarea? ¡Oh si! jajaja La tarea, te invite para hacer la tarea, claro… – dijo Luna, algo nerviosa.
– ¿Pasa algo?
– ¡Nada! ¡Nada!... Bueno no te quedes ahí esperando, pasa.
– Con permiso.
Entró en la casa de su amiga y notó de inmediato la falta de ruido en el ambiente, la última vez que la había visitado recordaba que estaba llena de vida, algo que a Luna le molestaba bastante, pero a ella la hacía sentir bastante cómoda. Odiaba el silencio más que cualquier cosa, la hacía sentir extremadamente solitaria y un poco indefensa.
– Que raro que la casa esté tan vacía, la última vez que vine estaba más…
– ¿Ruidosa? ¿Caótica ¿Desordenada?
– Un poco de todo eso, si.
– Papá salió con las gemelas al centro comercial, Lynn se quedó practicando con sus compañeras de equipo para un partido, Lori salió con su novio y Luan está practicando su nuevo repertorio en la habitación de Lucy. – dijo Luna, soltando una carcajada – Ya debe estar volviendo loca a la pobre con sus malos chistes.
– Luan puede ser bastante graciosa. – dijo Sam, soltando una risita.
– Sus chistes son bien meh, pero debo apoyarla como la buena hermana que soy.
Acompañó a Luna por las escaleras de la casa hasta el pasillo de arriba, donde por fin pudo sentir sonidos de Luan practicando una de sus rutinas cómicas. Continuo siguiéndole el paso a su amiga hasta su habitación y se puso cómoda en aquella cama con un cobertor púrpura con una calavera blanca pintada.
– Ponte cómoda, te traeré unos refrescos.
– Gracias.
Luna salió y cerró la puerta tras de sí, se quedó sola allí en la habitación, comenzó a recorrer ese lugar con la vista, admirando los posters de las bandas favoritas de Luna, muchas de ellas eran también sus favoritas. De pronto sintió un golpe sordo en el pasillo, uno que la hizo saltar del susto.
– ¿Luna?
De nuevo otro golpe, esta vez más cercano la hizo temblar un poco del susto.
– ¿¡Qué fue eso!?
La puerta de la habitación comenzó a abrirse lentamente y ella se puso de pie de un salto, se escondió detrás de la silla en el escritorio y la usó como una barrera improvisada, ahora estaba entrando en pánico del miedo.
– ¿E-E-Eres tu Luna? – dijo Sam con una voz temblorosa – No-no-no es gracioso, ya te dije que soy mala con las cosas que asustan.
Pero aquella silueta no era la de Luna, sino la de alguien más pequeño. Levantó un poco su cabeza para observar esa cosa, y su corazón dio un vuelco cuando reconoció ese característico cabello blanco. Era él.
– ¡Ahhhhh! Espera, tú eres… ¡Tú eres ese chico!
– ¿Ehhhh? ¿Quién eeeeres? – le respondió el peliblanco, estirando las sílabas hasta más no poder.
Su molestia y decepción al no ser recordada por él pasó a segundo plano cuando se dio cuenta de que aquel chico, no solo había entrado a la casa de su amiga por las malas, sino que solo llevaba la parte de arriba de su pijama puesta ¿Acaso estaba siendo testigo de una invasión de morada con connotaciones pervertidas?
– ¿¡Qué haces tú aquí y por qué no llevas pantalones!?
– Queee…. – dijo aquel chico, que la miraba con un ojo abierto y otro cerrado – Vivo aquí.
Parecía estar tambaleándose en ambos pies, incapaz de quedarse quieto o si quiera hablar de manera correcta, solo había una respuesta lógica a esa falta de coordinación y decoro.
– ¿¡Estás ebrio!? – le dijo Sam, apuntando con su índice.
– Eh… No, solo tengo once… ¿Cómo podría… ?
– Oh cielos, desde aquí puedo oler el alcohol. – dijo Sam, pellizcando su nariz con la punta de sus dedos.
– Ohhhh… – dijo aquel chico de pronto – Es que estuve un rato en la enfermería… Nada graaave.
– No puedo dejar que te encuentre Luna, no quiero ser testigo de un homicidio. – dijo Sam, mirando hacia ambos lados y extendiendo su mano a aquel chico – Toma mi mano si quieres vivir.
Para su sorpresa aquel chico raro asintió y tomó su mano con toda confianza. Debía sacarlo de la casa, o al menos esconderlo en alguna de las habitaciones mientras pensaba en un plan de escape. Las hermanitas de Luna estaban fuera, así que debía elegir una que estuviera vacía, pero eran demasiadas en aquel pasillo.
– Demonios, tantas habitaciones, esto parece un hotel interminable.
– O un motel ja ja ja… Ouch. – dijo Lincoln, el que recibió un pequeño coscorrón de su salvadora.
– Ya basta de bromas verdes. – dijo Sam, echándole otra mirada a esas puertas – Sólo debo encontrar una que esté vacía, ¿qué tan difícil puede ser?
No tenía sentido ponerse a pensar cuando el tiempo apremiaba, eligió una puerta un poco alejada de la habitación de Luna y corrió hasta allí junto a su pequeño amigo.
– ¡Esta!
Giró el picaporte de la puerta elegida y se encontró con un espectáculo bizarro. Una habitación casi en penumbras, solo iluminada por pentagramas de color rojo que brillaban de manera amenazante en el techo, el suelo y las paredes, una silla en el medio, con un extraño muñeco amarrado por cuerdas de color rojo escarlata y una niña pequeña en medio de todo.
La habitante de ese lugar oscuro blandía un arco de madera, tenía un cabello rosa bastante chillón y un vestido del mismo color con dos lazos dispuestos a cada lado de su falda, calcetines blancos y unos zapatos de charol rojo. Parecía una loca bailarina de ballet, o una de esos personajes que salían en las caricaturas que le gustaba ver su hermano, un "anime".
– Hay una buena explicación para todo esto. – dijo aquella chica en un tono monótono.
– Perdón, habitación equivocada.
Cerró la puerta y borró de su mente todo lo que había presenciado, pero el chico a su lado no paraba de apretar su mano y reírse.
– Ja ja debiste ver la cara que pusiste, fue algo como esto. – dijo el chico, imitando la expresión seria de uno de un moai.
– Oh ya cállate. – dijo Sam, dándole otro pequeño coscorrón – Intentemos… ¡La del fondo!
Apretó la cálida mano de su compañero de aventuras y corrió hasta la última habitación de ese pasillo infernal, mirando hacia atrás de vez en cuando, como si esperara que esa guerrera mágica vestida de rosado la persiguiera. Pero llegó a tiempo, giró el picaporte y entró a esa pequeña habitación que más parecía armario de escobas por sus dimensiones.
– Aquí estarás a salvo. – dijo Sam, poniendo el pestillo a la puerta y desvaneciéndose en el piso cansada – ¿Qué le pasa a esta casa?
– Mi habitación… Ja ja acertaste a la primera… ¿Quieres un premio?
– Nada de premios. – dijo Sam, poniéndose de nuevo en pie – Ahora escucharás un buen sermón de hermana mayor.
– Que aburiiiiida. – dijo el chico, el que no paraba de sonreír – Oye… ¿Qué tal un jueeeego?
– No gracias, estás demasiado ebrio y yo estoy muy muy muy enojada contigo.
– Pues llama a la policía… Porque yo no he hecho naaada, su señoría.
– Me dejaste plantada.
– ¿Jeh?
No, eso no era lo que quería decirle a aquel chico extraño, pero eso fue lo que salió de sus labios. Más que molesta por encontrarlo en una casa ajena de esa forma, estaba molesta porque la abandonó justo cuando ambos se la estaban pasando bien, justo cuando parecía haber encontrado ese algo que le faltaba.
– Después de que bailamos te dije que no te fueras, pero me dejaste allí sola. – le dijo Sam mirándolo molesta – Trate de buscarte pero te habías ido ¡Eso fue de mala educación!
– Oh.
Y aquel chico dejó de sonreír y eso le hizo doler el corazón, quería seguir viendo su sonrisa traviesa, así que trato de arreglar las cosas. Sabía que estaba siendo irracional y un poco egoísta, precisamente en ese momento y lugar, pero eso era lo que sentía.
– Y bueno… Me alegra un poco encontrarte de nuevo, ¡solo un poquito! – dijo Sam, juntando sus dedos índices y bajando la vista – Eres un… Bueno, no sé qué, ¿interesante tal vez?
– Solo soy defectuoso… – dijo Lincoln, afirmándose en la pared junto a ella – Te lo dije la primera vez que nos conocimos…
La miro a los ojos, con un rostro que parecía haber visto tantas cosas, tanta desazón y soledad, sus ojos la hacían sentir como una niña chiquita que no sabía nada de nada. ¿Qué escondía su corazón, que de pronto parecía tan jovial y a la vez tan frágil?
– Recuerdo esas palabras. – dijo Sam con amargura – Y aún me rabia de solo escucharlas de nuevo.
– ¿Por qué?
– ¡No eres defectuoso! Tal vez has sufrido cosas que no puedo entender, pero aún sigues intentándolo, ¿cierto?... ¿Qué estoy diciendo?
– No hables como si me conocieras… Chica linda.
Dos palabras fueron suficientes para que la pesadez se esfumara y diera paso a un sentimiento extraño, cálido en su interior. Bajo la vista de sus ojos azulados, nerviosa, confundida y más que nada, avergonzada. Estaba sintiendo cosas que no entendía, pero que de cierta forma, no le desagradan para nada.
– De veras crees que soy… – dijo Sam, dejando a relucir una hermosa sonrisa.
Pero no, no podía ser, no en aquel lugar, no con aquel chico. De seguro iba en primaria por Dios santo.
– ¡Ahhhh solo dices eso porque estás ebrio… ! – le respondió molesta.
Pero en vez de responder, aquel chico junto su cuerpo con el suyo en un abrazo, su frío cuerpo parecía buscar desesperadamente un calor que hace mucho tiempo había perdido.
– ¡A-a-a-alejate de mi! – dijo Sam, avergonzada.
– Necesito a alguien… Alguien a quien abrazar.
– Pero… ¿Qué? ¿Por qué?
– Fue un mal dia…
Hizo un amago de quitárselo de encima, pero sintió como unas cálidas gotas caían en su remera, lo miro de cerca y aquellas eran lágrimas que descendían de sus pálidas mejillas. Ya no pudo resistirse, se quedó congelada ante la triste escena que presenciaba.
– Hice llorar a una chica. – dijo aquel chico entre sollozos – Todos en la escuela creen que soy un fenómeno y estoy… Estoy…
– Shhh, tranquilo, todo estará bien. – le dijo Sam, acariciando sus blancos cabellos.
– ¿Cómo se los diré a mis hermanas? – dijo aquel chico mirándola a los ojos como buscando una respuesta – No se ni como empezar.
– No se que es lo que necesitas decirles, pero yo te ayudaré, solo… Deja de llorar, me haces llorar también… – dijo Sam, sintiendo como sus ojos se nublaban de pronto.
– ¿De veras?
– Una Sharp nunca miente.
Y el la abrazo tan fuerte que le costó un poco respirar, pero esta vez ni se le paso por la mente alejarlo. Solo quería seguir allí, abrazandolo y mimando a aquel chico que necesitaba un hombro en el cual apoyarse.
– Grachias… Muchas …. Grachias….
– De nada, chico raro.
Esta vez fue ella la que extendió sus brazos alrededor de su cuerpo, sintiendo su fría espalda con sus manos y su respiración entrecortada. Juntó su mejilla contra la suya y sintió una punzada de electricidad por todo su cuerpo, estaba amando esa sensación extraña, ese extraño momento de intimidad que la hacía echar por la borda toda razón, toda lógica.
– ¿Recuerdas cuando bailamos? Bueno, fue hace una semana así que no creo que lo hayas olvidado. – dijo Sam, sintiendo como sus mejillas ardían con cada palabra – En ese momento estaba asustada, soy… Algo mala experimentando cosas nuevas, especialmente si tienen que ver con mostrarme ante los demás, ser vulnerable. Pero… Tú me enseñaste que no tenía nada que temer y por eso estoy agradecida de tí, y como que yo… No he podido olvidarlo, ni a tí ni a ese momento mágico… Por eso si necesitas a alguien cuando te sientas triste, yo te estaré allí para tí, tal como tú me ayudaste a enfrentar mis miedos. Lo que quiero decir es que no estás solo, y si te sientes así, yo estaré a tu lado… ¿Me estás escuchando?
– ZZZzzzZZZ.
– ¡No te quedes dormido cuando digo algo profundo!
Pero nada podía hacer, su pequeño amigo se había quedado dormido en sus brazos. Lo levantó entre sus brazos y se dio cuenta de lo ligero que se sentía, con pequeño esfuerzo lo dejó tendido en esa cama y lo arropo con las sábanas. Se veía tan lindo, con sus ojos cerrados, sus cabellos de nieve y su boca entreabierta.
Sin pensarlo se acercó su rostro al suyo, y se paró en seco al darse cuenta de lo que estuvo a punto de hacer. Se dio la vuelta y salió disparada de aquella habitación, con el corazón latiendo rápido y su respiración agitada. Estuvo a punto de hacer algo que nunca se imaginó hacerle a otra persona, besarlo una y otra vez.
– ¡Con que aquí estás! – le dijo Luna de pronto – ¿Qué haces aquí? Se supone que debias esperarme en mi habitación.
– Tuve que… – dijo Sam, aun recuperándose de la sorpresa – No encontraba el lavado, estuve vagando por tu casa y me perdí, lo siento.
– Oh… ¡Oh, claro! No tienes que disculparte Sam. – dijo Luna entre risas– Cualquiera se perdería en esta casa.
– Si… Claro.
Acompañó a Luna de vuelta a su habitación sin pronunciar ni una palabra, se sentía bastante culpable de sus acciones como para responderle a su amiga.
– Cielos, tuve que ayudar a Luan con su tonto muñeco, ya me las pagara esa payasa.
– No me digas que cobró vida. – dijo Sam, en un tono monótono.
– Pues con la ayuda de Lucy… Más o menos. – – Ah, pero ya no será problema, lo tire al patio del vecino de enfrente.
– Que bueno…
– Sam… ¿Sam estas bien? – le pregunto Luna, preocupada.
– Si, solo, tengo algo de sed.
– ¡Oh rayos! Claro, se me olvido traer un refresco, que anfitriona de porqueria soy.
– Si… Jajaja.
– Vuelvo en un parpadeo.
Se quedó de nuevo sola en el silencio, con un montón de sentimientos que se contradicen a sí mismos. Se puso a caminar en círculos alrededor de la habitación para calmar la tormenta que tenía en su interior, pero todos sus pensamientos iban a parar al mismo lugar, aquel chico y sus labios solitarios.
– ¿Me pregunto si estará bien? – se preguntó a sí misma.
"¿Tal vez lo arrope mucho? ¿O tal vez muy poco? ¿Tal vez necesita algo? ¿Tal vez debería estar con él? Si, definitivamente tenía que estar a su lado, se veía enfermo. ¡Si! Esa es una buena idea Sam, definitivamente."
Sin siquiera dudar salió de nuevo hacia la habitación de aquel chico, más que cualquier cosa quería verlo una vez más. Pero se paró en seco frente a la puerta cuando esta se abrió y de ella salió la hermana mayor de Luna.
– Hola, tú debes ser la amiga de Luna. – le dijo Lori Loud.
– So-Soy Sam su compañera de banda, mucho gusto.
Ella se quedó mirándola unos segundos y le mostró una cálida sonrisa.
– Veo que también eres amiga de Lincoln, ya que venias a su habitación si no me equivoco.
– Lincoln. – dijo Sam con sorpresa – Con que ese era tu nombre.
Ahora todo tenía sentido, o lo tuvo desde el principio pero estaba tan sorprendida de volver a verlo que su cerebro entró en pánico y asumió muchas cosas equivocadas.
– No sabía que Luna tuviera un hermano menor. – le dijo Sam.
– Conociendo a Luna no me sorprende que no te lo haya dicho. – dijo Lori, mostrándose un poco molesta de pronto – ¿Tú y Lincoln se conocen de algún lado?
– ¡Eh! Bueno, si… – dijo Sam, jugando con sus dedos nerviosa – Nos conocemos de la fiesta, esa para el aniversario de mis padres.
– ¿En serio? No tenía idea, pero me alegra de que Lincoln haya hecho una amiga, mi hermano es algo tosco con los demás pero no es un mal chico.
– Si, hoy se veía algo extraño, ¿será la gripe tal vez?
La sonrisa cálida que tenía la hermana de Lori se desvaneció de pronto, y solo quedo una mueca de preocupación que no pudo sacarse de la cabeza.
– Él está muy cansado. – dijo Lori – Quién diría que los medicamentos y su primer día de clases harían una mala combinación.
– Ya veo… Espera, ¿medicamentos?, ¿primer día de clases?, no entiendo.
– Tal vez esto sea algo que debas preguntarle en privado. – dijo Lori, la que de pronto le extendió la mano – ¿Podrías prestarme tu teléfono?
– Claro.
Tomó su teléfono de su chaqueta, desbloqueo la clave y se lo pasó a Lori, no estaba pensando en sus pertenencias en esos momentos, sino en la salud de Lincoln y como esta se conectaba con todo lo que ambos habían vivido hasta ese momento.
– Y listo, ahora tienes su número en tus contactos. – le dijo Lori, devolviéndole su celular.
– ¿Qué? Pero yo no…
– Que no te de pena, Lincoln se alegrará de tener alguien con quien hablar y seguro tu tienes muchas preguntas que necesitan una respuesta. – dijo Lori, la que vio de pronto la hora en su teléfono – Vaya mira la hora, debo ir a recoger a mi padre y a las gemelas, fue un gusto hablar contigo Sam.
– Igualmente, mucho gusto.
– Y si quieres puedes entrar mientras no estoy mirando, así pueden tener una charla más… – dijo Lori, dándole una sonrisa bastante extraña – privada.
– ¡¿Qué?! ¡No, no, no tenemos esa clase de amistad!
Pero su nerviosismo solo hizo a Lori reírse mientras caminaba por el pasillo hasta las escaleras. Se quedó sola de nuevo, ante la puerta de aquel Lincoln al que por fin comenzaba a conocer. Aquel día había sentido una infinidad de emociones, algunas placenteras y otras bastante conflictivas, debía darse el tiempo para desenredar esa gran maraña de pensamientos, pero si estaba segura de algo, no dejaría esos sentimientos ir, por nada del mundo escaparía de ellos para volver a tener una vida aburrida y tranquila.
Apretó su teléfono contra su pecho y sonrió, sin darse cuenta había creado un sueño en su corazón.
"Lincoln, ahora puedo volver a hablar con Lincoln"
– ¿Sam dónde estás? – dijo la voz de Luna desde su habitación.
– ¡Ya voy Luna! – dijo Sam, sonriendo de nuevo como una niña pequeña.
Hola, gracias por leer y que tengan un bonito dia. Hasta luego!
