Hogwarts. Año 1935
El castillo se alzaba imponente frente a sus ojos, con una majestuosidad y elegancia que Alastor no recordaba haber visto nunca en ningún otro lugar. Las gigantescas torres y torretas desde la distancia parecían rozar el cielo mientras decenas de antorchas ardían en su interior, brindándole un aspecto que resultaba incluso cálido y acogedor. Estaba deseando llegar al interior, aunque todavía debía cumplir con la tradición de los alumnos de primer año y atravesar el Lago Negro en una de las barcas.
— ¡No más de cuatro personas por bote! — escuchó gritar a alguien desde la distancia y entonces él se apresuró a subirse al primero que encontró, seguido por dos chicas y un chico a los que había podido conocer en uno de los compartimentos del tren durante el trayecto a Hogsmeade. No había sido fácil para él socializar con ellos al principio puesto que a diferencia de Kyle, él siempre había sido un chico reservado, solitario e introvertido que nunca había tenido ningún amigo cercano, pero antes de partir su madre le había hecho prometer que no sólo se dedicaría en cuerpo y alma a estudiar sino que también trataría de sacar tiempo para relacionarse con los demás y Alastor Moody nunca había sido la clase de persona que hacía promesas vacías o se echaba atrás ante un desafío.
Justo después de despedirse de su familia y entrar en el tren, el joven mago había tenido la increíble suerte de encontrar un compartimento vacío donde podría relajarse y estar a solas hasta que llegaran a su destino. Durante los primeros minutos se había dedicado a observar el hermoso paisaje escocés a través de la ventanilla, disfrutando de la quietud y de su soledad... hasta que el sonido de unos nudillos golpeando la puerta de cristal, le sacó de sus ensoñaciones.
—¡Hola! ¿Te importa si me siento aquí contigo?— la puerta se abrió de golpe, dejando ver a una niña de su edad, de vivos ojos color avellana y largo cabello castaño que llevaba recogido en una trenza. Su sonrisa amable iluminaba su rostro redondeado e infantil. — Cuando he llegado ya estaban todos los compartimentos ocupados...
—Claro. ¿Por qué no? — respondió él de forma brusca antes de desviar su mirada en otra dirección, avergonzado. Sabía que tarde o temprano tenía que dar el horrible primer paso de iniciar una conversación con otras personas ajenas a su familia, pero jamás se había parado a pensar que tendría que hacerlo tan pronto, sin tan ni siquiera haber llegado a Hogwarts. Y eso, aunque jamás lo admitiría abiertamente, le incomodaba y aterraba a partes iguales.
—Muchas gracias — comentó ella tomando asiento justo enfrente de él — Por cierto, me llamo Elizabeth Allen, pero puedes llamarme Beth. Todo el mundo lo hace —
—Alastor Moody — se presentó él, y acto seguido volvió a enfocarse en las verdes colinas escocesas, sin atreverse a añadir nada más Sin embargo no le pasó desapercibido el gesto que tuvo la chica sus ojos curiosos clavados encima de él, como si estuviera analizando su reacción.
— Tranquilo, yo también me siento nerviosa — respondió ella, que parecía haberse dado cuenta de su estado de ánimo real — las experiencias nuevas pueden resultar un poco intimidantes ¿no crees?.
—¡Yo no estoy nervioso y mucho menos intimidado! — protestó Alastor, herido en su orgullo, a pesar de que en el fondo sabía que ella tenía algo de razón.
—Si tú lo dices...— Beth no parecía muy convencida de su respuesta a juzgar por su reacción, pero decidió no volver a insistir más en el tema, cosa que el mago agradeció. A cambio, un silencio incómodo se instaló entre ambos, sin que ninguno de ellos supiera muy bien cómo romperlo sin molestar al otro.
Por suerte, el sonido de la puerta abriéndose de nuevo rompió la tensión de inmediato. En esta ocasión aparecieron un chico y una chica, que también aparentaban ser de su mismo curso. Ambos tenían un parecido asombroso, con el mismo tono dorado de pelo y unos intensos ojos azules que examinaban con curiosidad el interior del compartimento.
—¿Podemos quedarnos aquí?— preguntó el niño, dirigiendo su mirada a Alastor y Beth— unos estudiantes de tercer año nos han echado a empujones del compartimento en el que íbamos y llevamos ya un rato deambulando por todo el tren en busca de otro lugar en el que sentarnos.
—¿De verdad han hecho eso?— Beth les miró con una mezcla de sorpresa e indignación.—¡Qué descarados!
— ¡Uno de ellos incluso nos ha dicho que ese compartimento les pertenecía desde que su primer año y que unos renacuajos como nosotros no teníamos derecho a ocuparlo! — aportó la chica recién llegada, frunciendo el ceño para acentuar su enfado.
—No os preocupéis, aquí hay espacio de sobra para vosotros— les tranquilizó Beth, invitándolos a tomar asiento, para consternación de Alastor, que vio cómo la escasa tranquilidad que le quedaba después de la aparición de Elizabeth Allen se esfumaba de un plumazo. Si ya había tenido problemas para relacionarse con una sola persona ¿cómo lograría hacerlo con tres al mismo tiempo? Era una pesadilla. Uno de los peores momentos de su vida.
Y procurando que ninguno de sus acompañantes se diera cuenta, exhaló un suspiro de resignación mientras trataba de prestar atención a la conversación que éstos estaban manteniendo entre sí.
—Me llamo Elara Hunter— se presentó la niña después de agradecerle el gesto de bondad que habían tenido con ellos, y acto seguido señaló al chico que iba a su lado— y él es mi hermano mellizo, Blaine.
—Nosotros somos Elizabeth Allen y Alastor Moody. Acabamos de conocernos.—respondió Beth, señalándole a él cuando pronunció su nombre.
— ¡Espera un momento! ¿Has dicho Moody?—Blaine miró a Alastor con un repentino interés—Por casualidad no serás familiar de los aurores Elayne y Emory Moody ¿verdad?
—Pues sí. Son mis padres— respondió Alastor, orgulloso de la buena reputación que ellos tenían dentro de la sociedad mágica. Y por alguna extraña razón, el comentario de Blaine también le ayudó a sentirse algo más cómodo y relajado, lo que hizo que empezara a mostrarse más receptivo a interactuar.
—¡Genial!— exclamó el mago rubio, inclinándose hacia delante para situarse más cerca de Alastor— ¿Podrías contarnos algo sobre sus hazañas? ¿Es cierto que consiguieron reducir a un grupo de siete magos tenebrosos ellos dos solos?
—¡Blaine! ¡No le atosigues a preguntas!– le regañó su hermana antes de dirigir su mirada a Alastor — por favor, disculpa su exceso de entusiasmo. Resulta que nuestros padres trabajan en el Ministerio y han coincidido varias veces con los tuyos, así que nos han hablado mucho y muy bien de ellos. En casa todos les admiramos.
—Me alegra saberlo— Alastor exhibió una tímida sonrisa y se preguntó a sí mismo si en un futuro aún lejano, él también sería un auror igual de reconocido y apreciado entre los magos como lo eran sus padres. Sin embargo, no tardó en darse cuenta de que algo no iba bien con Beth, pues ya llevaba un rato sin participar en la conversación y se encontraba algo cabizbaja, lo cual le resultaba muy extraño, pues la primera imagen que había tenido sobre ella era que se trataba de una persona alegre y extrovertida. Ella pareció percibir los ojos del chico clavados en ella, y como si hubiera adivinado sus pensamientos, trató de volver a integrarse dentro del grupo.
—¿Adónde creéis que os van a mandar?— preguntó, en un intento desesperado por desviar la charla hacia un tema diferente.— Yo sería feliz si me seleccionaran en Ravenclaw o en Gryffindor.
—Yo pienso lo mismo que tú— respondió Alastor— Mi madre es una Gryffindor y mi padre es un Ravenclaw, así que me sentiría igual de cómodo en cualquiera de esas dos casas.
—Nosotros en cambio estamos casi seguros de que quedaremos en Slytherin– añadió Elara con un gesto nervioso, que denotaba su conocimiento sobre la mala reputación que pesaba sobre la casa de Salazar— la mayoría de nuestros familiares fueron seleccionados allí, así que las probabilidades son muy altas.
—Así es, y por esa razón espero que al final ninguno de vosotros termine siendo un Gryffindor. Los dos me habéis agradado y preferiría no tener que evitaros cada vez que coincidamos en una clase— bromeó Blaine, dejando entrever una blanca sonrisa y unos adorables hoyuelos que le daban un aspecto de lo más angelical.
—Pues a mí esa enemistad me parece absurda y lo sabes de sobra— protestó Elara—que los fundadores acabaran siendo enemigos entre sí, no significa que nosotros también debamos serlo ¿no es así?
Definitivamente los mellizos eran del todo opuestos a su hermano. A pesar de que ambos pudieran llegar a pertenecer también a Slytherin, Alastor albergaba cierta simpatía hacia ellos e incluso estaba dispuesto a hacer el esfuerzo de mantener el contacto una vez empezaran las clases.
—Bah, ¿De verdad te imaginas a una serpiente siendo amiga del alma con un león? ¡Sería todo un escándalo!— Blaine se echó a reír al cabo de unos instantes, aunque no tardó en recobrar la seriedad cuando descubrió a través de la ventanilla que el sol se estaba poniendo y por lo tanto, que ya estaban aproximándose a la estación de Hogsmeade—Vaya, el tiempo vuela ¿eh? Ya falta menos para que lleguemos a nuestro destino.
—Deberíamos ir a cambiarnos entonces— Alastor se levantó de su asiento, seguido por sus tres compañeros de compartimento y fue directo a ponerse su uniforme y a prepararse ante la inminente parada del tren.
Mientras atravesaban las aguas oscuras, Alastor comprobó de nuevo que Elizabeth parecía volver a sentirse igual de intranquila que en el tren. Una sospecha que se vio acertada cuando ella
—Alastor ¿Podemos hablar un momento cuando bajemos de la barca? Hay algo que llevo un rato queriendo preguntarte— murmuró ella, sin atreverse a mirarle a los ojos
—¿Y por qué no me lo preguntas ahora?— preguntó él, confuso y con una nueva impresión de que ella era una niña un tanto extraña y desconcertante — Todavía tenemos un largo camino hasta que lleguemos. Podemos hablar mientras tanto.
—Yo no... es decir... preferiría que estuviéramos los dos solos— balbuceó Beth mientras todo su cuerpo temblaba, aunque Alastor no estaba del todo seguro de sí se debía a los nervios o al frío y humedad de la noche entrando en su piel.
—Muy bien– replicó el mago con cautela, sin saber qué esperar de aquella conversación. Pero cuando ella se situó a su lado nada más poner un pie en tierra firme, supo que estaba a punto de averiguarlo, aprovechando que Elara y Blaine se habían adelantado y hablaban entre sí, sin prestarle atención a ellos.
—¿Te encuentras bien?— preguntó él de forma seca—
—Sí, yo estoy bien, es solo que... bueno...
—¿Qué? ¿Qué pasa?–
—La verdad es que me da un poco de vergüenza preguntar. No quiero que pienses de mí que soy una completa ignorante.
—Venga, suéltalo— resopló Alastor, comenzando a impacientarse.
—¿Qué es exactamente un auror? — susurró ella, tratando de que nadie más la escuchara mientras avanzaban en dirección a los gigantescos portones del castillo.
Alastor abrió los ojos de par en par, asombrado por esa cuestión. La última que habría esperado escuchar, en realidad.
¿Cómo era posible que ella no lo supiera? Hasta donde él sabía, todos, o al menos la mayor parte de los niños magos británicos, crecían aprendiendo todo lo que necesitaban saber sobre las distintas profesiones mágicas y en sus casas eran instruidos en nociones básicas de historia y otro tipo de materias mientras aguardaban la carta de Hogwarts, de modo que cuando llegara el momento de ir a la escuela no tuvieran que empezar de cero.
—¿Lo estás diciendo en serio? — fue lo único que se le ocurrió preguntar, y lo hizo con un tono cuanto menos escéptico, que hirió a la chica a juzgar por la expresión entristecida de su rostro —¿Cómo es que tus padres nunca te han hablado de este tipo de cosas?
—No creo que mis padres sean como los tuyos o como los de Elara y Blaine. Ellos... bueno, ellos no poseen magia. Yo soy la única bruja de mi familia — reconoció Beth de mala gana, poniéndose igual de colorada que un tomate.
Alastor no tardó en seguir su ejemplo y de repente notó cómo sus mejillas empezaban a arder, avergonzado como estaba por el grotesco error que acababa de cometer y por no haber sido capaz de ver las señales que ahora resultaban tan obvias.
«Es una hija de muggles» se dijo a sí mismo. «Con razón no sabe lo que son los aurores y se siente tan preocupada»
Alastor nunca había tenido ningún tipo de prejuicio hacia los muggles y menos aún hacia los nacidos en familias no mágicas. A pesar de su pureza de sangre, él sabía que tenía antepasados mestizos (motivo por el cual los Moody no se encontraban incluidos dentro de las familias de sangre pura más reconocidas) y sus padres se habían preocupado constantemente de educarle tanto a él como a su hermano en el respeto hacia todos, sin importar su origen o estatus de sangre, de modo que enseguida se apresuró a tratar de enmendar su error.
—Lo siento Elizabeth. No pretendía ofenderte — se disculpó él– no sabía que...
—No importa. No podías saberlo— interrumpió Beth, aunque se notaba a leguas que todavía seguía ofendida por la contestación que había recibido hacía apenas unos minutos. Sin embargo inspiró hondo para calmarse y continuó hablando.
— El caso es que he estado leyendo algunos de los libros que teníamos que comprar para saber a lo que voy a tener que enfrentarme y venir lo más preparada posible, pero a raíz de la conversación en el tren me he dado cuenta de que todavía hay demasiadas cosas que desconozco y ahora mismo me siento una completa intrusa en este lugar.
Alastor sintió cómo su corazón se ablandaba ante el temor de ella sobre no encajar en un mundo del todo desconocido en el que nunca había crecido y tomó la decisión de que, aunque no habían terminado de conectar del todo, no la dejaría a su suerte.
—No eres ninguna intrusa— objetó él, buscando reconfortarla, aunque sus palabras sonaron mas bruscas de lo necesario— eres una bruja de pleno derecho y si quieres, yo puedo ayudarte en todo lo que necesites saber, empezando por un consejo muy importante.
—¿Qué consejo?—
— Ten mucho cuidado de a quién le das esa información sobre tus orígenes — le advirtió Alastor, que a diferencia de ella, sí era consciente de los prejuicios y la aversión que muchas brujas y magos albergaban hacia las personas de su condición. Y también sabía que posiblemente en Hogwarts hubiera chicos que hubieran heredado esa clase de pensamientos de sus padres lo que podría llevar a que quisieran acosarla o maltratarla si llegaban a enterarse. Y no estaba dispuesto a que eso ocurriera— Si quieres mi opinión, cuantas menos personas lo sepan, mejor.
Beth abrió la boca para preguntarle el motivo que habia detrás de su advertencia, pero para su desgracia en aquel momento ya se encontraban frente a la entrada de Hogwarts y acababan de ordenarles que pasaran al interior para que pudieran guiarles hacia el Gran Comedor, de modo que no le quedó más remedio que aguardar a otra ocasión para retomar la conversación.
Mientras avanzaban por los corredores de la escuela, Alastor se dedicó a examinar con atención todo cuanto veía, desde los cuadros en movimiento de las paredes hasta las armaduras y las brillantes antorchas que prendían en sus apliques, atesorando en su memoria cada imagen, olor y sonido que llegaban hasta él, como si en cualquier instante fueran a desaparecer. Aunque sabía que por suerte, eso jamás llegaría a pasar.
—¡Ya hemos llegado!— avisó el mago que les había acompañado durante todo el trayecto, señalando la entrada hacia el Gran Comedor e invitándolos a entrar de forma civilizada y a mezclarse entre sí hasta que fueran nombrados uno a uno para poner sobre sus cabezas el Sombrero Seleccionador.
La estancia era inmensa, mucho más de lo que Alastor se había podido imaginar (y eso que su familia le había hablado de ella en no pocas ocasiones) con cuatro enormes mesas atravesándola a lo largo, y el estrado de los profesores y el reloj de las cuatro casas justo al fondo, pero aún así, gracias a la chimenea, a los cientos de velas flotantes y al falso cielo nocturno cuajado de estrellas sobre sus cabezas, no daba la sensación de ser un lugar frío sino acogedor y agradable. Y para él, que llevaba tanto tiempo deseando formar parte de Hogwarts, ese era el mejor lugar del mundo.
La mirada del resto de alumnos se dirigió en su dirección cuando todos traspasaron el umbral de la puerta mientras un silencio sepulcral se adueñaba de la sala, tan solo interrumpido por el sonido de los zapatos de los estudiantes al caminar por el pasillo hasta situarse donde les habían indicado. Uno de los profesores, de mirada amable y enigmática, se colocó frente al atril y tras una breve introducción al funcionamiento de la Ceremonia de Selección, dio comienzo a la misma. Una de las primeras personas en ser nombradas fue Elizabeth Allen, que acudió a trompicones y con las piernas temblorosas como una gelatina hasta que tomó asiento. El Sombrero pareció meditar su decisión durante unos segundos que a ella se le hicieron eternos hasta que por fin exclamó:
—¡RAVENCLAW!— y toda la mesa se puso en pie para aplaudir y darle la bienvenida a la nueva integrante de la casa, que sonrió feliz al sentirse tan bien acogida.
La ceremonia siguió su curso con toda nornalidad durante los siguientes minutos. Tal y como Elara había pronosticado, tanto ella como su hermano habían terminado en Slytherin, una de las casas que más estudiantes estaba dando ese año junto a Gryffindor, y cuyas mesas estaban ya abarrotadas de estudiantes de todos los años.
— ¡Moody, Alastor! — la voz del profesor le sacó abruptamente de sus propios pensamientos, obligándole a ponerse en pie y a caminar hasta el lugar donde se encontraba el taburete. Mientras se dirigía al taburete, el chico pudo sentir sin necesidad de verlo más de una treintena de pares de ojos clavados sobre él, lo que no ayudaba a reducir la ansiedad que ya empezaba a sentir frente a un momento tan crucial en su vida como lo era aquel. Sin embargo no tardó en percatarse de que él no era el único que parecía tenso. Su hermano, desde la mesa de Slytherin mostraba una actitud inquieta, con el cuerpo rígido y la mandíbula apretada hasta tal punto que parecía a punto de explotar. Alastor pudo deducir cual era su problema.
«No quiere compartir casa conmigo» pensó, y por un instante fugaz ardió en deseos de echarse a reír a carcajadas delante de todo el mundo. Al fin y al cabo ¿cómo se le había podido pasar por la cabeza a Kyle la ridícula idea que él estaba destinado a ser una serpiente? Slytherin sería el último lugar donde la iba a mandar el Sombrero Seleccionador y de eso estaba más que seguro, así que no tenia nada que temer al respecto.
—Mmm... muy interesante— el sombrero se mantuvo pensativo durante unos instantes mientras se adentraba en el interior de su mente— puedo ver que posees un gran valor y un sentido de la justicia que podría hacer de ti un magnífico Gryffindor.
Alastor tragó saliva ante aquel comentario. Aunque Gryffindor era la casa de su madre y le guardaba un profundo respeto, en el fondo él había confiado en que le mandaran a Ravenclaw, donde al menos tendría una cara conocida con la que sentirse menos incómodo durante los primeros días. Pero al parecer, el Sombrero aún no habia terminado con él.
—Y sin embargo tu mente también es brillante, despierta e intelectual... sí, una bastante particular como hace tiempo que no veo, debo añadir.
Después de casi tres minutos desde que había tomado asiento, casi parecía que el Sombrero Seleccionador estaba retrasando lo inevitable a propósito para crear más misterio a su elección o al menos esa era la impresión que él había tenido, hasta que por fin éste pareció decidirse.
— Bien, ya lo veo todo mucho más claro, muchacho. Sin duda alguna tú perteneces a la casa... ¡RAVENCLAW!
