La reserva natural de los Rengoku
A duras penas estaba consciente de lo que se murmuraba a su alrededor, la anestesia que le pusieron estaba surtiendo efecto y el bip del monitor estaba ya escuchándose lejano, como un eco que de a poco se iba apagando. Aun así, podía escuchar los comentarios de los doctores que decían de la atrocidad cometida con un niño de once años a manos de su propio padre, que era un milagro que siguiera vivo y las condolencias de que quedaría huérfano al despertar.
Especialmente, escuchó sobre la cicatriz que le quedaría en la boca para siempre, deformando el rostro de un lindo niño como él.
No comprendía a que se referían, quizá porque su joven cerebro no terminaba de procesar lo sucedido, además de que, empezaba a quedar completamente inconsciente mientras escuchaba el ultimo bip de la maquina y comenzaba a cerrar sus ojos heterocromáticos (uno azul y el otro color miel) sumiéndose en la total penumbra.
Nueve años después...
Era un día perfecto, un clima fresco con ráfagas de viendo agradables, cielos despejados y sol cálido que no llegaba a molestar. Quizá por eso es por lo que cierta hermosa chica de pelo rosado con puntas verdes estaba de tan buen humor, aunque bueno, casi siempre tenía un humor cómo si todo lo que reflejaban sus ojos verdes fuera sumamente hermoso. Mitsuri Kanji era una chica que casi todo el tiempo irradiaba dulzura, y aquel día no era la excepción siendo que iba dando saltitos de camino a su escuela mientras canturreaba una alegre melodía sobre lo delicioso que estuvo el abundante desayuno que su madre preparó en la mañana.
-tan buen humor como siempre, Mitsuri – le alcanza en sus pasos Shinobu Kocho, una buena amiga desde hace un tiempo y con quien iba en la misma universidad, aunque no tomaban la misma materia.
Mitsuri tomaba la carrera de veterinaria al tener un profundo amor por prácticamente toda clase de animales, especialmente los gatos. Su sueño era tener su propio refugio algún día ya que si algo le rompía el corazón al pilar del amor (que era un apodo que desde hace mucho le pusieron sus amigos y familia debido a su enorme corazón con que trataba a todo ser vivo) era ver a animales abandonados. De ser por ella, los adoptaría a todos, pero ya sus amorosos y condescendientes padres tenían suficiente con los cinco gatos que ha llevado a casa, todos de la calle.
Su amiga, Shinobu, estaba más interesada en la biología, especialmente tenía un genuino interés por los insectos. Deseaba especializarse en ello y tener una granja de insectos para su estudio y uso en diferentes ámbitos.
-diría que estas muy emocionada por la excursión a la reserva – continua Shinobu – aunque la mayoría de las cosas, hasta las más simples, te ponen de buen humor - y esa era una característica adorable de su amiga
-es una reserva muy amplia – exclama con una radiante sonrisa, llena de emoción, procediendo luego a enumerar con los dedos cada sección que había - tienen exposición de fauna, flora, un insectario, serpentario y dicen que la comida que hay en la cafetería es deliciosa – si algo tenía Mitsuri, era un gran apetito, raro en una mujer. Daba gusto ver como disfrutaba cada bocado
Y es que, siendo hija de los propietarios de un restaurante, podía gozar de primera mano cada platillo que se servía en aquel lugar. Ella misma en ocasiones ayudaba a preparar los postres, una actividad que le encantaba hacer.
-por algo la universidad nos mandó a esa excursión - dice Shinobu tras soltar una risa sutil ante la emoción de la peli rosa – incluso los que estudian fotografía podrán sacar excelentes tomas
Kimetsu Gakuen era un campus enorme, una escuela prestigiosa y costosa que te ofrecía carreras variadas que iban desde doctorados en medicina y sus ramas hasta artes. Era difícil entrar ahí, sea que conseguías beca por estudios posteriores o que tuvieras el suficiente dinero para pagar la colegiatura. Mitsuri era de este segundo grupo, ya que se ha esforzado lo suficiente para entrar a tal universidad haciendo variados créditos extra para aumentar su promedio. Desde la secundaria estuvo en varios equipos deportivos, eventos de caridad, etc. Y todo ello lo hacía con tal energía y corazón que fácilmente se ganó una beca en aquel prestigioso instituto.
-siento que será un paseo inolvidable – exclama con ilusión la peligrosa – tengo el presentimiento que conoceré a alguien muy especial, no sé porque – sonríe emocionada, mostrando su encanto por aquella corazonada.
-tú siempre traes la idea fantasiosa de que en cualquier lugar encontraras a tu príncipe azul – reclama en leve burla Shinobu, quien ya conocía perfectamente lo soñadora que era su amiga con tener un amor de ensueño. Mitsuri solo suelta una risa cantarina – aunque sinceramente, no sé qué clase de príncipe azul estes buscando, porque pretendientes no te faltan, todos han quedado enamorados con tu personalidad y risa de campanilla – insinúa empezando a dar saltitos y poniendo sus manos a sus espaldas mientras observaba a Mitsuki ponerse un tanto pensativa. Y es que, ya van varias veces que la reprende de buscar al hombre perfecto y que le diera una oportunidad a alguien - será mejor que nos demos prisa o nos dejará el autobús – ella apresura sus pasos, dejando a su amiga rezagada y pensante.
Muchos hombres le decían aquel alago, que tenía una risa hermosa y cálida, como campanas de viento. Y no es que fuera pretenciosa con ellos ni nada por el estilo, por el contrario, hasta en rechazarlos era sumamente dulce y amigable a pesar de que su mayor anhelo era algún día casarse.
¿Por qué no le daba alguna oportunidad a alguno de sus pretendientes?
Ni ella lo sabía, era como si su corazón estuviera esperando a alguien más, pero ¿a quién?
Solo sabía que cada vez que alguien le decía sobre su hermosa risa, un fuerte estremecimiento se albergaba en su pecho, y, hasta la fecha, no ha logrado descifrar por qué.
-Mitsuri – el grito a lo lejos de Shinobu la hace despertar de su debate interno – date prisa – la ve agitándole la mano a la distancia
-ya voy – rápidamente va a darle alcance
El viaje a la reserva no era obligatorio, pero, aun así, la mayoría de los alumnos estaba entusiasmado por ir a la famosa reserva de la vida silvestre de la familia Rengoku, una famosa familia de exploradores que había dedicado la mayor parte de sus vidas en explorar la vida salvaje y, posteriormente, abrir un enorme refugio para la protección de flora y fauna en peligro de extinción, lo que luego se convertiría un gran atractivo turístico.
Kagaya Ubuyashiki, el director de la universidad era un viejo amigo del patriarca de la familia Rengoku, así que no fue problema que les permitieran reservar un día de su refugio natural exclusivamente para la universidad, ya que eran demasiados alumnos y sin duda llenarían el lugar.
-todas las áreas están completas ya – le informa Amane Ubuyashiki a su esposo mientras revisaba la lista que le pasaron – en la zona de biología solo nos faltan dos alumnas
-¿Quiénes son? - pregunta con la mirada fija al frente debido a su ceguera
A punto de revelarle el nombre de las dos alumnas faltantes, Shinobu y Mitsuki llegan corriendo a la zona de autobuses totalmente agitadas por la carrera y pidiendo disculpas por el retraso debido a que la distraída de Mitsuri se le atoro el cabello con una rama de un árbol y perdieron tiempo tratando de zafarla.
El director y su esposa solo sonrieron apacibles y les pidieron que subieran a los autobuses.
-creo entonces que ya estamos listos – dice el director con voz apacible – no dejemos esperando mucho a Shinjuro
Su hermosa esposa da un asentimiento con la cabeza mientras lo tomaba de la mano y subían al autobús juntos a sus cinco hijas que estaban más que emocionadas por poder ir a tal refugio junto a sus padres. no habían parado hablar de ello desde hace una semana.
Desde que Kagaya quedo ciego debido a un accidente de auto en el que afortunadamente su esposa e hijas salieron solo con algunas heridas no muy graves, su esposa ha estado trabajando junto a él, siendo prácticamente sus ojos en todo lo que necesitara, llevándose en ocasiones a sus hijas al campus, quienes ya por la mayoría habían sido adoptadas como las hermanitas de Kimetsu Gakuen. Casi todos las conocían y solían consentirlas bastante, en especial Mitsuri que usualmente les regalaba algo dulce o viceversa.
-Mitsuri-san, Mitsuri-san – y justo les había tocado en el mismo autobús que ella, así que en cuento la divisaron fueron corriendo hacia la peli rosa – te hicimos unas galletas – y así como hablaron al unisonó, sacaron al mismo tiempo varios pequeños paquetes de galletas, tuvieron que dividirlas en cinco porque hubo una enorme discusión de quien se las entregarían a Mitsuri.
-ooh se ven deliciosas – y por supuesto, la peli rosa queda más que encantada por el regalo de las pequeñas - mañana les traeré a cada una Sakura Mochis como agradecimiento – promete dándoles una suave palmada a cada una en la cabeza, por lo que las cinco festejan con gran efusividad antes de ser llamadas por su madre para que tomaran asiento, ya que el autobús pronto se pondría en marcha.
-si sabes que solo te traen dulces porque saben que se los agradecerás luego con Sakuras mochis ¿verdad? - comenta Shinobu con una sonrisa resignada ante la obviedad de las hijas del director
Sin embargo, su amiga ya ni siquiera le prestó atención ya que estaba muy ocupada disfrutando con su usual alegría de las galletas que le habían regalado al tiempo que los autobuses comenzaron a ponerse en marcha, por fortuna la reserva Rengoku no quedaba muy lejos, así que solo sería como una hora de camino.
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-los autobuses de Kimetsu Gakuen ya se pusieron en marcha – exclama efusivo Shinjuro Rengoku a sus tres hijos – estén preparados, recibiremos muchas visitas hoy – dos de sus hijos sueltan una efusiva exclamación, todo lo contrario, al otro de pelo negro que solo suspira resignado detrás de las vendas que ocultaban su boca mientras seguía supervisando a las serpientes – bien, les encargo, yo iré a supervisar que todo esté en orden – el robusto hombre de cabellos de fuego se va a pasos firmes, dejando a sus hijos en lo suyo.
-tener a un grupo de estudiantes de universidad será muy problemático - sisea el pelinegro mientras dejaba que una serpiente blanca se le enrollara en su cuello.
Hace tiempo que justamente aquella serpiente tomo esa costumbre únicamente con él, y como a Obanai no le molestaba en lo absoluto, comenzó a llamarla Kaburamaru por alguna extraña razón. Simplemente aquel nombre vino a su mente.
-no creo que causen problemas – anima Kyojuro dándole unas fuertes palmadas a su hermano que incluso incomoda a Kaburamaru – la academia de Kimetsu es distinguida por su gran disciplina con sus alumnos
-hermano, tenemos que ir a ver que las jaulas de las aves estén bien aseguradas – exclama con la misma emoción Senjuro, el menor de los tres.
-claro, vamos – accede dándole unas palmadas en la cabeza, yendo a donde estaba el hábitat de las aves.
Aquellos dos eran la viva imagen de su padre, incluso tenían el mismo temperamento efusivo, todo lo contrario, a Obanai que era mucho más reservado y callado, era un claro contraste tanto en personalidad como en apariencia física pues él tenía el cabello lacio y completamente negro, ojos con una peculiar condición genética, pues uno de ellos era azul claro y el otro color miel. Siempre llevaba su boca vendada, aunque su familia ya era consciente de su cicatriz en su boca y no le importaba ni mucho menos lo humillaba por eso, pero a él le avergonzaba, especialmente por el pasado oscuro que esta representaba.
Iguro Obanai había sido adoptado por la familia Rengoku casi unos meses después de despertar de su cirugía. De inmediato fue recibido con una calidez que no creía merecer, incluso, por ese mismo sentimiento de ser merecedor de tanta calidez y amor, pidió conservar su apellido, decisión que los Rengoku respetaron a pesar de ser la petición de un pequeño.
Le costó un poco adaptarse a aquella extravagante familia que poseía tal enorme reserva natural y que solía ser bastante aventurera. Durante un buen tiempo no comía con ellos pues no quería exponer su cicatriz pese a que ellos ya conocían su trágica historia.
Un día, estaba explorando un poco el refugio y por alguna extraña razón sintió mucha fascinación por las serpientes.
Su madre adoptiva, Ruka Rengoku, con toda la gentileza que la caracterizaba le enseño todo acerca de las serpientes, dándole cientos de libros que describía cada espécimen, cuáles eran las más letales, las precauciones que se debía tener con ellas, extracción de venenos, etc.
Aun siendo un pequeño de apenas doce años aprendió rápidamente todo acerca de ellas ya que dedicaba cada minuto de sus días a leer y aprender viendo a los cuidadores, lo cual era fácil ya que por su cicatriz se negaba a ir a una escuela, dedicándose completamente al mundo de aquellos fascinantes reptiles. Por ello, bastaron solo un par de años para que pudiese encargarse del serpentario, parecía incluso tener cierto encanto hipnótico con tales animales, pues hasta las más peligrosas se volvían sumisas al estar con aquel joven.
Actualmente no le gustaba socializar más que con las serpientes y su familia, quienes eran ante los únicos que se quitaba los vendajes, aunque sea para comer con ellos. Fuera de eso, se mantenía tras las jaulas de los reptiles estando al pendiente. A veces daba el recorrido por el serpentario mientras daba la información sobre las diferentes especies, pero en un tono mucho menos efusivo que sus hermanos, solo conviviendo con los visitantes lo estrictamente necesario.
-disculpé Iguro-san – entra uno de los trabajadores – una de las serpientes parece algo extraña, no quiere comer las presas que le puse
-seguro es la cascabel de desierto – responde casi para sí mismo – es desconfiada con los nuevos – el empleado se queda un poco apenado – vamos, te mostrare lo que tienes que hacer para que no me estes molestando con lo mismo a la próxima - dice tajante y duro mientras se encaminaba a donde estaba dicha serpiente y el empleado le seguía con cierto miedo.
Iguro Obanai rara vez cometía un error, era demasiado cuidadoso y meticuloso refiriéndose al cuidado de las serpientes. Sin embargo, por aquella interrupción, no se dio cuenta que no dejó bien puesto uno de los seguros de las jaulas, lo que una inofensiva boa rosada aprovecho para escabullirse y crear sin saberlo, una serie de eventos que llevaría a su cuidador a reencontrarse con alguien que conoció en una vida pasada. Alguien que no estaba consciente de conocer.
Al menos no aún...
