Promesas de una vida pasada.

Era el décimo mensaje seguido que Shinobu le mandaba a su despistada amiga Mitsuri que ni siquiera dejaba en visto y tampoco respondía las llamadas. Esperaba sinceramente que fuera porque estaba tan embelesada viendo los animales del parque que no escuchaba su celular y no porque se hubiese perdido, aunque de ser así ya le abría mandado una llamada de auxilio. Aquella mujer vivía en las nubes, no tenía remedio.

En fin, el último mensaje que le enviaba era para indicarle que estaba en la zona de los pingüinos del acuario, que ahí la esperaría para aprovechar en descansar un poco de la caminata y del calor del exterior.

Le era refrescante ver a aquellas hermosas aves acuáticas zambullirse en el agua y nadar por el amplio hábitat que tenían, además, justo en ese momento también uno de los cuidadores entraba con su traje azul térmico para darles de comer. Eso seguramente debía ser muy divertido, es decir, su pasión era la entomología, pero parte de su carrera como bióloga también le hacía tener interés por otros animales y desear poder alimentar a los pingüinos tal como lo hacía aquel hombre que ahora le daba la espalda, por lo que podía notar que tenía el cabello negro y largo, llegándole por debajo de los hombros quizá, no podía estar muy segura ya que lo tenía amarrado en una coleta baja.

En cuento este dio su perfil, Shinobu dio un inevitable brinco poniéndose de pie al reconocer a Tomioka Giyu, quien solía ser el compañero de biología marina de su hermana mayor cuando cursaban la universidad y, posteriormente a graduarse, estuvo un tiempo en la misma universidad como docente.

Solía venir algunas veces a su casa para hacer algún proyecto junto a otro chico, Sakonji Sabito. Ambos eran amigos muy cercanos de su hermana Kanae y constantemente los invitaba a su casa, y bueno, tenía que admitirlo, llego a tener un crush con Tomioka.

De hecho, fue él quien le regalo aquel prendedor de mariposa que siempre usaba en el cabello cuando Kanae lo invito a su fiesta de cumpleaños 16. Si, aun a dos años lo seguía cuidando como un tesoro invaluable. Sus hermanas constantemente le insinuaban que lo que sentía por el pelinegro era más que un simple crush adolescente, aunque ella siempre evadía tales afirmaciones con una sonrisa amable y algún pretexto a pesar de que por dentro les daba algo de razón, no por completo, pero si admitía que el hecho de seguir guardando ese sencillo regalo significaba algo.

Por la expresión en el rostro del cuidador cuando sus miradas se cruzaron, Shinobu supo que la había reconocido de inmediato pese a que habían pasado un poco más de un año de no verse desde que Tomioka, por alguna razón, dejo de enseñar en la universidad en la que ahora ella cursa, es decir, ni a Kanae le dio razones de su renuncia. Ahora veía donde ha estado trabajando desde entonces.

Shinobu lo saluda dándole una gentil sonrisa mientras agitaba su mano. Tomioka, tras ladear unos momentos los ojos, le devuelve el gesto apenas dejando ver tras el cristal que los separaba, una sombra de sonrisa al tiempo que levantaba la mano. Segundos después, pega un brinco exclamando un pequeño grito cuando sintió a uno de los pingüinos picotearle la otra mano en exigencia de más comida. Esto claro, provoco una inevitable risa en Shinobu que Tomioka alcanzo a escuchar, haciéndolo sonrojarse por la vergüenza que no pudo aminorar ya que la hermana de su antigua compañera de clases no quitaba sus ojos de encima suyo mientras seguía alimentando a los pingüinos.

Tras que les dio el ultimo pescado del balde, Tomioka se dio la vuelta entrando por la compuerta del habitat sin si quiera dirigirle una última mirada, lo que en parte decepciono y molestó a Shinobu, aunque, en sí, con ella no tenía lo que se diga una amistad, tan solo eran conocidos en común de Kanae así que, no debía tomarle importancia su actitud tras encontrarse después de tanto tiempo por lo que mejor decidió prestarle atención al mensaje de Mitsuri que al fin se dignaba a redactar.

"lo siento, Shinobu, paso algo, te veo en el acuario y te cuento"

Suspiró preguntándose con que se habría topado su amiga, seguro sería interesante. Al menos ya podía estar tranquila de que estaba bien así que solo quedaba esperarla y relajarse mientras seguía viendo a los pingüinos.

-cuanto tiempo, Kocho – una voz que nunca olvido la hace sobresaltarse, encontrando a Tomioka parado a un lado de ella.

-Tomioka-san – se pone de pie, Tomioka seguía siendo tan alto como lo recordaba, aunque en sí, ella era de baja estatura – nunca pensé encontrarte trabajando aquí, fue una gran sorpresa verte alimentando a los pingüinos.

-también fue una sorpresa verte aquí - apenas esboza una tenue sonrisa – significa que sigues en Kimetsu Gakuen

-sí, me quiero especializar en entomología medica -

-muy adecuado para ti estudiar criaturas más pequeñas que tu para variar - sonríe de forma ladina cruzándose de brazos – no corres el peligro que algo más grande que un labrador de coma.

Y si, ahí estaba el mismo Tomioka que de forma tan déspota se burlaba de su estatura. Pero claro, su orgullo podía lo suficiente para esconder su disgusto tras su calmada sonrisa. Nunca le dejaría ver que sus comentarios respecto a su estatura le molestaban.

-no subestimes a las criaturas pequeñas, Tomioka. Los insectos más pequeños e imperceptibles suelen tener el veneno más letal – amenaza inclinándose un poco a él y manteniendo su calmada expresión - tu elegiste un trabajo muy adecuado a ti al trabajar con animales de climas fríos – remata, viendo con satisfacción como Tomioka fruncia el gesto.

Sin embargo, a los pocos segundos cambió su fría expresión por una pequeña mueca que podría catalogarse como una sonrisa, poniendo luego su mano sobre la cabeza de Shinobu quien tuvo un micro sobresalto ante esa leve muestra de afecto que también solía tener con ella cuando iba a su casa.

-no has cambiado nada, Kocho – que mostrara esa profunda nostalgia con alegría la desconcertó - pese a tanto tiempo...

-lo dices como si no nos hubiéramos visto desde otra vida – ella lo decía en broma, sin saber que esas palabras si tenían veracidad en Tomioka

-hey, Giyu – una voz escandalosa y jocosa los hace voltear, encontrando a un alegre joven de cabellos anaranjados agitando su mano mientras se encaminaba a ellos.

-Sakonji Sabito – lo reconoce inmediatamente Shinobu – tú también estas aquí

-ooh pero si es la hermana de Kocho. Cuanto tiempo sin verte – saluda con su usual dinamismo, era aún increíble que ese par tan diferente fueran tan buenos amigos – diría cuanto has crecido, pero no es el caso – se burla con una extensa sonrisa. Shinobu nuevamente sonríe casi de manera sádica, tampoco a él le daría el gusto de verla molesta por esa burla.

-ustedes siguen siendo uña y carne, por lo que veo – observa Shinobu - Pensándolo bien, no es sorpresa verlos trabajando en el mismo lugar -

-yo fui quien le dijo a Giyu de la vacante de biólogo marino en la reserva – dice Sabito recargándose en el hombro del pelinegro – así estaríamos como en los viejos tiempos, lástima que Kanae no quiso unírsenos también.

-Kanae disfruta su puesto de docente en la universidad – afirma totalmente segura, era amable con los alumnos, pero sin perder su firmeza - además... así me quito la culpa de sentir celos de mi propia hermana – habla en tono bajo como si lo hubiera dicho para sí misma, pero siendo claramente escuchada por los dos hombres que se quedaron en un incómodo silencio viéndola - bueno, me tengo que reunir con una amiga, fue un gusto volverlos a ver – se va como si nada, como si nunca hubiese dicho lo anterior.

-bueno... - canturrea Sabito una vez que Shinobu salió del lugar – eso no fue para mí, eso es seguro – mira de forma nada disimulada a su amigo, quien solo parece ponerse más pensativo de lo usual - oye, ella te gusta desde hace tiempo, y estoy seguro de que tú también le gustas.

-soy mayor que ella – se da la media vuelta, dirigiéndose a la entrada permitida a solo los empleados donde tenían la comida y demás cosas para el cuidado de los animales.

-por favor, tres años no te hacen un asaltacunas y ella ya es mayor de edad – debate Sabito, entrando con él - y el pretexto moral de "no debo estar enamorado de una alumna" ya no es válido, por eso buscaste otro empleo. No hay más excusas, Giyu – lo mira incriminatorio y persuasivo, pero su amigo no le da la cara, solo se queda, como siempre, sumido en quien sabe que parte de sus misteriosos y profundos pensamientos.

No, no había excusas, pero su principal conflicto era el cómo confesar sentimientos que ha tenido desde una vida pasada pero que, debido a las situaciones precarias y peligrosas de esa vida, los escondió, pues una guerra contra demonios no era una situación para pensar en el amor. Además, que su principal convicción era esa, acabar con aquella plaga que no hizo más que quitarles a sus seres queridos.

Shinobu tenía 15 años cuando la conoció, y el 18. Llevaba unos meses de haber ingresado a la universidad y como compañeros de primer proyecto le asignaron a Kanae y a Sabito, con los que casi desde el primer momento hizo una buena amistad. Tiempo después supo porque se sintió tan unido a ellos en tan poco tiempo.

No reconoció de inmediato a Shinobu cuando la vio, pero si recuerda haber tenido un fuerte sentimiento de familiaridad, tal como le paso con Kanae y Sabito. Era extraño, pero convivir con ellos, incluso con Kanao era de lo más natural, como si llevaran años de conocerse, como si hubiera complicidad, apoyo y compañerismo a tal grado que confiaban en poner sus vidas en manos de otro.

No podría decir que inmediatamente sintió algo por Shinobu en el tiempo que no recordaba su vida pasada, o más bien, eso ahora estaba confuso, pues sus sentimientos encapsulados de aquel entonces estaban interviniendo desde el momento en que tuvo esa regresión abrupta cuando evito que Shinobu fuera atropellada por un coche.

La había alcanzado a salvar, pero su cabeza dio contra el pavimento, dejándola inconsciente. En ese momento sintió una angustia insoportable y las lágrimas comenzaron a brotar al pensar que no había podido salvarla por segunda vez.

Por segunda vez...

Fue en ese preciso momento en que en que fragmentos de guerras, sangre, entrenamientos e infinidad de imágenes azotaron su mente. Se veía a él mismo portando una katana, con habilidades sobrenaturales como poder pelear usando el elemento del agua. Y, especialmente, podía escuchar la voz de un... ¿cuervo? Diciendo "Shinobu Kocho ha muerto". Tales palabras lo taladraron en lo más profundo de su ser, un dolor indescriptible que le hizo quebrarse en ese momento, pues en aquella vida, no pudo permitírselo, tenía que luchar.

Lo recordaba, ahora lo recordaba casi todo.

-¿Tomioka? - la escucho decir débilmente, fue entonces que reparo en que estaba consciente, aunque algo confundida - ¿Qué paso? - se intentó sentar, él la ayudó poniendo su mano en su espalda.

-casi te atropella un coche ¿estas bien? es mejor llevarte a que te revisen por si tienes alguna contusión - la checa apresuradamente notando que superficialmente solo tenía un golpe en la nuca, pero no había sangrado.

-estoy bien – se intenta poner de pie, aunque tambaleándose un poco, ante lo que él la toma de la mano, no quitándole su mirada angustiada de encima – gracias, Tomioka, me salvaste la vida – lo decía enserio, sin su usual sarcasmo o palabras duras disfrazadas de amabilidad como solía tratarlo.

Sin embargo, se dio cuenta que ella no recordaba nada de aquella peligrosa vida como cazadores de demonios, no había cambio en su expresión al verlo, por lo que tuvo que fingir.

-debes tener más cuidado – fue todo lo que dijo fingiendo su endurecida actitud de siempre.

Desde aquel momento poco a poco empezaba a recordar fragmentos de su vida pasada, a su amigo Sabito, que también solía a hacer uno de sus mejores amigos en aquel entonces. A Kanae y Kanao, y posteriormente a sus demás compañeros cazadores conforme los fue encontrando ya se en la universidad; como era el caso de Tanjiro, Inosuke, Zenitsu y Mitsuri cuando entraron a Kimetsu Gakuen, o en la reserva en la que ahora trabajaba donde encontró a Iguro, Kyojuro y a su hermano, a Tengen. Aunque todo indicaba que era el único en recordar su vida anterior. Quizá en algún momento lo harían también, así que lo mejor fue fingir y no decir nada, podrían creerlo loco.

A su mente empezaron a llegar momentos con Shinobu, así como sentimientos de aquella lejana vida por la entonces pilar del insecto.

Recordaba una noche estando sentados frente al jardín de aquella mansión, ella era muy insistente en acompañarlo a pesar de que él mantuviera un frio silencio entre los dos, una constante pared que ella tercamente saldaba sin permiso. La que más hablaba por supuesto era ella, él solo la escuchaba. no recordaba todo lo que le dijo esa vez, solamente una frase que en ese entonces no entendió su significado.

-La luna esta hermosa ¿verdad? - había dicho mirando en el cielo

-hoy esta nublado - respondió indiferente mirando también hacia arriba e ignorando la apenas perceptible desilusión en el rostro de la pilar.

-sí, tienes razón, hoy el cielo está muy nublado – da un pequeño brinco para ponerse de pie – buenas noches Tomioka – se fue como si nada, dejándolo solo.

Muy tarde lo entendió cuándo entre los escombros tras la dura batalla contra Muzan encontró el Haori de mariposa que antes de Shinobu, le pertenecía a Kanae. Al tomar aquella prenda maltratada y llena de sangre, recordó aquellas palabras de esa noche y entendió su significado. Todo ese tiempo, Shinobu correspondía sus sentimientos e intento confesarse pese al futuro incierto que les deparaba.

En ese insistente tampoco se permitió quebrarse, no se merecía esa liberación tras haber sido tan insensible ante su confesión. Tan solo se puso el haori de la mariposa a un costado, como si lo fusionara con el propio haciéndolo uno solo. Apretó la quijada para impedir que lagrima alguna saliera. No tenía derecho de llorar.

Sin embargo, una mariposa se posó sobre su mano y por unos instantes le pareció ver el rostro sonriente de Shinobu. Parecía no guardarle rencor, no había reclamo ni desilusión en su rostro, estaba tan apacible.

-ya lo entendiste ¿verdad? - su voz sonaba en un lejano eco, pero era hermosa

-Kocho... - su voz de inmediato suena quebrada – lo siento... nunca fue mi intención... - no puede seguir, las lágrimas inevitablemente empiezan a fluir de sus ojos cual rio.

La figura etérea de Shinobu se acerca a él, dándole un comprensivo beso en la frente que de alguna manera no pudo sentir físicamente, pero si en su corazón.

-está bien, estoy segura de que nos veremos en la próxima vida. Y esta vez, vamos a estar juntos – su figura empieza a desvanecerse en fragmentos de mariposas volando - ¿verdad?

Llevo sus manos al aire, como si quisiera retenerla, aunque bien sabía que no era posible.

-si... te lo prometo... - lo último que se desvaneció fue su angelical sonrisa – estaremos juntos...

Aunque ya era un mundo sin la amenaza de demonios y sin el arriesgado trabajo de cazarlos que constantemente amenazaban sus vidas, seguía habiendo algunos pequeños obstáculos que le impedían cumplir su promesa.

El primero era que no podía ir con Shinobu y decirle como si nada que recordó que desde su vida pasada la amaba, aunque no se lo confesó, pero ahora cumpliría su promesa de estar juntos. Ella no recordaba nada de esa vida, aunque intentó disimuladamente intentar que, al igual que él, empezara a recordar, por lo menos a él. Por ello le regaló aquel mismo prendedor de mariposa que siempre usaba en aquel entonces, sin embargo, no funcionó. Tal solo lo recibió con alegría y le regocijaba que aun a la fecha lo siguiera conservando.

La edad en si no era mayor problema, pues, tal como se lo reclamó su amigo, tres años no eran mucha diferencia y Shinobu actualmente ya era mayor de edad.

Tampoco era un problema en que fuera una alumna en la escuela en la que él era docente, pues justamente para no crear controversias con eso fue que renunció. Y es que Shinobu, tal como la hacía cuando eran cazadores de demonios, constantemente lo seguía ya sea para almorzar juntos, a la salida o querer hacerle conversación bajo el pretexto de tener alguna duda. Aquella chica no se lo ponía sencillo pues no estaba seguro cuanto más podría soportar antes de explotar y decirle que estaba loco por ella, que la ha amado desde hace una vida, literalmente.

Por ello, sin dar mayores explicaciones dio su renuncia al director Kagaya Ubuyashiki, a quien también recordó y le dio gusto volver a ver, aunque era injusto que en esta vida también tuviera que quedar ciego.

Tal como lo recordaba, Kagaya fue comprensivo y acepto su renuncia, sin embargo, las palabras que le dijo antes de irse lo desconcertaron.

Que la vida parezca ser pacifica no es garantía de tenerla asegurada, no desperdicies las segundas oportunidades.

Pensó que Kagaya también tenía conciencia de su vida pasada, pero prefirió no arriesgarse a preguntar, y se fue de la academia para trabajar en la reserva de los Rengoku, donde ha llevado poco más de un año sin volver a buscar a Shinobu.

Sabito tenía razón, ya no había excusas para no acercarse a Shinobu más que su propio miedo de no poder amarla como lo prometió, de esa inseguridad suya de aun no ser digno, pues en esa vida Shinobu era una digna pilar y él nunca se sintió merecedor de ese puesto, mucho menos el aspirar a tener su cariño. Sin embargo, no podía desperdigar esta nueva vida en la que, pese a no tener la amenaza de demonios eso no le daba la garantía de que el día de mañana siguieran vivos y sea quien fuese el que les cumplió el deseo de renacer en ese mundo más pacífico no les concedería otra oportunidad si desperdiciaba esta.

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Justo cuando ingenuamente creyó que su enamoramiento con el ahora ex compañero de escuela de su hermana mayor era cosa del pasado o de la adolescencia, tenía que encontrarlo en el lugar menos inesperado y precisamente en algo tan adorable como estar alimentando a los pingüinos. El universo debía estar diciéndole algo, pero sinceramente, no entendía bien que era.

Y no es como si fuera incorrecto que Giyu le gustara, es decir, ya no era profesor de la escuela donde estudiaba así que el que ella tenga interés en él no era algo prohibido ni mucho menos se meterían en problemas por ello. Ya era una adulta también y solo le llevaba tres años de diferencia. Él problema, quizá, era que temía el no ser correspondida, lo que sí, era un ridículo cliché, pero así era, sentía una inquietud extraña, como si llevara más de una vida con esa incertidumbre que ocultaba en lo posible.

Y es que Tomioka era alguien difícil de descifrar, pues en veces actuaba con demasiada seriedad y su relación desde que lo conoció por primera vez cuando su hermana Kanae lo llevo a su casa era prácticamente como si fuera un hermano mayor que la molestaba, y claro, ella no dudaba en regresarle sus "halagos" de una formo elocuente, logrando también molestarlo.

Gustaba estar cerca de él y hablarle, aunque Tomioka la mayoría de las veces se mantuviese callado sin agregar mucho a su conversación, aunque sabía que la escuchaba atentamente y de vez en cuando tenía algunos detalles con ella al prestarle su chaqueta cuando se encontraban a la salida de la escuela en las oportunidades que lo encontraba solo (ya que Sabito casi todo el tiempo estaba pegado a él) o como aquel prendedor de mariposa que le regaló en su cumpleaños. Por esas contadas ocasiones no sabía descifrar la clase de sentimientos que Tomioka tenía por ella, y todo fue aún más confuso cuando la salvo de ser atropellada por un coche.

Vio claramente la terrible angustia reflejada en su cara cuando despertó, las lágrimas en sus ojos y la preocupación de su voz al preguntarle si se encontraba bien. Aquello la conmovió, tan solo perdió momentáneamente el conocimiento al golpearse la cabeza, pero Tomioka había temido por su vida.

Sin embargo, su comportamiento a con ella fue aún más confuso tras ese incidente. Parecía que deliberadamente se distanciaba de ella, pero a la vez, cuando cruzaban miradas la miraba con tal profundidad, con tal añoranza que parecía que no la había visto en más de una vida. Era imposible adivinar que pensaba.

-Shinobu – la cantarina voz de su amiga la hace volver de sus conflictos y alzar la mirada, notando que la alegre chica venia corriendo a ella agitando su mano

-¿Dónde estabas? - no era reclamo como tal, más bien, curiosidad – el parque debe estar gustándote mucho como para que no respondieras mis mensajes – se cruza de brazos mientras la miraba inquisitiva, especialmente cuando su amiga se sonrojo tenuemente mientras jugueteaba con su trenza. Eso solo significaba que algo interesante le ocurrió, y conociéndola, debe tratarse de un nuevo interés amoroso – muy bien ¿Cómo se llama y como lo conociste?

-¿Qué? No espera, no es lo que piensas – se pone nerviosamente a la defensiva agitando sus manos en negativa

-sí, claro... - a ella no la engañaba - mira, prefiero interrogarte mientras seguimos caminando, aun nos falta mucho por recorrer

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El aviario también era bastante popular, especialmente porque los hermanos Rengoku llamaban bastante la atención con esa extrovertida forma de mostrar a la avez que de forma encantadora hacían algunas gracias que tenía a los estudiantes muy divertidos. Especialmente por que una de ellas pareció tomarle cariño a Zenitsu y no paraba de pararse en su cabeza y agarrar mechones de su cabello con el pico.

-creo que le llama la atención tu color de cabello – dice divertido Senjuro quitándole al rubio el ave al ofrecerle comida en su mano.

-no hay problema, mi golondrina también hace lo mismo – muy calmado, se acomoda los pechones que el periquito le desordenó.

-si ya se les termino el alimento, pueden salir por la otra puerta – le indica al grupo, que poco a poco dejan el aviario.

-por ahora esos fueron los últimos – anuncia Kyojuro caminando a su hermano menor – ya puse que la próxima interacción es dentro de una hora, dejemos que se calmen un poco – mira revolotear a las variadas especies de aves volando por todo el aviario

-se han portado bastante bien – afirma el menor de los hermanos al tiempo que le daba de comer a una guacamaya – pero tampoco es bueno que estén comiendo todo el día, pueden enfermarse -

-tomémonos un descanso, aún queda bastante día - como era usual, lo decía con un envidiable dinamismo y entusiasmo.

Ambos hermanos se dirigen a la tienda de recuerdos, que era por donde estaba la salida más cercana. Fue ahí donde vieron a su hermano adoptivo Obanai junto a su inseparable serpiente enredada de su cuello, recorriendo lentamente los estantes de la tienda como si estuviera buscando algo en específico. Eso era extraño, es decir, los hermanos Regoku se cuestionaban que podría estar buscando en las tiendas de recuerdos, no había nada ahí que pudiera ser de los intereses de alguien como Obanai.

-tampoco hay aquí - murmura en un decepcionado suspiro

-¿Qué no hay aquí, hermano? - escucha la inconfundible voz de Kyojuro detrás de él, lo que le pone los nervios de puntas por haber sido descubierto

-Kyojuro, Senjuro... - mira a ambos - ¿Qué no se suponen que están en la exhibición de aves?

-tenemos que darles un descanso o estarán demasiado alborotadas por tanta comida que les ofrecen – sonríe extensamente

-¿Qué estas buscando, hermano Obanai? Quizá te podamos ayudar - cuestiona Senjuro, poniendo al pelinegro en un auténtico predicamento.

-yo... bueno... - el menor de sus hermanos lo miraba con infantil curiosidad. No, a él no podía mentirle - unas... calcetas verdes... - confianza sin mirar a ninguno a los ojos mientras rogaba interiormente que no le preguntaran por qué.

-¿para que estas buscando unas calcetas? - pregunta Kyojuro. Rayos

-es para... - no, no podía decirles que era para una chica, no estaba listo para dar tanta explicación que ni el mismo terminaba de entender – incubar un huevo de serpiente – es lo primero que se le ocurre, incluso Kaburamaru parece mirarlo de forme recriminatoria por no poder ocurrírsele una mejor excusa – se está tardando en nacer.

Los dos rubios se miran, seguramente pensando en que su hermano de en medio estaba escondiendo algo, era demasiado notorio pues en ningún momento los miraba a los ojos. Sin embargo, no fue necesario decir nada para acordar que era mejor no molestarlo en indagar más sobre aquel interés en conseguir unas calcetas verdes. Así era Obanai, guardando muchos misterios incluso ante su familia, pero sabían que, a la larga, al darle su espacio, les contaría. Ha sido de esa forma desde que formó parte de ellos.

-bueno, no estoy muy seguro de que en alguna de las tiendas de recuerdos vendan calcetas verdes – dice Kyojuro

-te ayudare a buscarlas, hermano Obanai – Senjuro se ofrece tomando a su hermano de las manos

-no es necesario, Senjuro. Seguramente Kyojuro y tu están ocupados con el aviario -

-yo puedo encargarme solo, deja que Senjuro te acompañe - afirma el mayor

-de acuerdo, gracias, hermanito – por los vendajes cubriendo la mitad de su rostro no se notaba la cariñosa sonrisa que le mostraba al menor de los Rengoku, pero lo expresaban sus ojos – regresaremos lo antes posible – le dice a su hermano mayor

-descuiden, ustedes consigan esas importantes calcetas verdes – expresa con una enorme sonrisa, típica de los Rengoku, pero que lo dijera de esa forma pone momentáneamente incomodo a Obanai, que esconde ese leve sonrojo dándose la media vuelta, siendo seguido por un feliz Senjuro

Si, definitivamente Obanai ocultaba algo, nunca lo había visto mostrar tal interés en algo que no fueran las serpientes.

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Durante su recorrido por el parque natural, Mitsuri iba contándole a su amiga la pequeña aventura que tuvo por rescatar a una serpiente que encontró en una de las zonas de clima tropical. Shinobu podía notar fácilmente su leve cambio en su semblante cuando hablaba del encargado del serpentario y de lo amable que fue en el corto tiempo que se quedó ahí viendo como le daba un sencillo tratamiento a la serpiente.

-eso explica porque tus calcetas están llenas de lodo – lo notó al estar haciendo fila para subirse al recorrido de zafarí - me sorprende, cuidabas esas calcetas como un tesoro por alguna razón que sigo sin comprender –

Mitsuri ve sus dañadas calcetas nuevamente con tristeza. Las adoraba, y ella tampoco entendía por qué. Lo peor es que también se habían rasgado un poco, así que el solo lavarlas no sería suficiente.

-bueno, era más importante ayudar a la serpiente – sonríe, era una lástima que sus calcetas se arruinaran, pero valió la pena, o al menos eso se decía a sí misma.

-en fin, ya me dijiste que era amable y gentil – dice Shinobu para desviar el tema y que su amiga no estuviera triste por sus calcetas – pero ¿Qué tal físicamente? ¿era apuesto?

-Shinobu – reclama la peli rosa al tiempo que un fuerte sonrojo se apoderaba de sus mejillas

-me llama la atención que lo primero que dijiste de aquel encargado fue su encantadora amabilidad y su trato con las serpientes – analiza perspicazmente – cuando conoces a un chico lo primero que describes es su atractivo físico y que era "lindo" - hace comillas porque Mitsuri usaba aquella palabra con cada chico que la invitaba, pero sin decir más que eso. Era la primera vez que Mitsuri daba tal descripción de alguien – pero, conoces a este encargado por menos de media hora y no lo bajas de ser sumamente amable, pero no me has dicho como es físicamente – eso la intrigaba, era nuevo en Mitsuri.

-bueno... es algo difícil de decir ¿sabes? - baja la mirada, viéndose inusualmente apenada – es un poco más alto que yo, tiene cabello negro y lacio. Sus ojos son de distinto color, uno es azul y el otro color miel, son interesantes – suben a otro grupo al camión, por lo que avanzan otro poco

-tiene heterocronía, eso no es muy común - agrega Shinobu

-no, pero lo hace muy especial – afirma dulcemente - sin embargo, no pude ver completamente su rostro, todo el tiempo traía unas vendas alrededor de su boca.

-podría ser por higiene al estar trabajando con las serpientes -

-puede ser, aunque cuando me encontró buscando a alguien para ayudarme también las traía puestas – eso la intrigó un poco, pero no comento nada frente a él

-no es raro ver a personas portando mascarilla todo el tiempo – Shinobu le resta importancia

-sí, tienes razón - aunque ella sentía que había otra razón que simple higiene y prevención para usar aquellas vendas.

Tras unos minutos más, fueron el siguiente grupo en subir al recorrido del zafarí. Era genial la extroversión del guapo guía al explicar los diferentes animales salvajes. Se notaba sin duda que tenía una cercanía con ellos, especialmente con los felinos ya que al pasar por la zona de los leones estos se acercaron como un gatito juguetón cuando Tengen dio un fuerte silbido y se dejaron acariciar por él, dándoles al grupo una vista en primera fila de aquel enorme felino.

-kyaaa son como gatitos enormes – expresa encantada la peli rosa al ver como el león pedía mimos de su cuidador

-unos gatitos bastante costosos de alimentar – secunda Tengen con diversión el comentario de Mitsuri, quien se ríe con vergüenza por haber hablado demasiado alto - las hembras consumen cinco kilos al día, mientras que los machos pueden llegar a comer hasta siete kilos, son unos mininos bastante glotones – tras acariciar un poco la hermosa melena del león parado en dos patas para recibir los mimos de su cuidador, le lanza un buen trozo de carne para que lo siguiera y dejara que el vehículo avanzara.

El recorrido era bastante extenso, a pesar de que pasaron por diversos animales que estaban al aire libre estos no se acercaban, se ponían nerviosos o parecían hostiles. Se notaba que estaban bien entrenados y acostumbrados a ver gente.

-más adelante veremos a los ñus - continua Tengen al tiempo que se detenían brevemente para ver a dichos animales – son los mismos que mataron a Mufaza en el rey león - aquel comentario lo dice con una extensa sonrisa, le encantaba gastar aquella broma cruel con los visitantes y escuchar sus lamentaciones.

-pero que comentario más innecesario – expresa Shinobu que, pese a tener una sonrisa en el rostro no le había agradado para nada tal referencia. Especialmente porque su amiga Mitsuri contenía las lágrimas, ella aun a la fecha lloraba ante esa escena de dicha película animada.

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Con la ayuda de su hermano menor era más rápido estar recorriendo cada una de las tiendas de recuerdos que había en la reserva ya que cada uno usaba uno de los carritos que contaban con comunicadores para estar manteniéndose informados.

Lógico que sería muy poco probable encontrar precisamente las mismas calcetas verdes que se le arruinaron a Kanroji por rescatar a la boa. De hecho, constantemente se cuestionaba a si mismo porque estaba buscándolas con tanta urgencia, es decir, no tenía que hacerlo ¿verdad?

Si se rasgan, te regalare unas nuevas.

Sentía que había dicho esas palabras hace mucho tiempo. No tenía lógica porque apenas hoy la conoció, pero, fuera de esas palabras que parecían ser la voz de su conciencia, también estaba esa culpa al recordar la tristeza de aquella hermosa mujer opacando su brillo ante sus calcetas arruinadas, haciéndolo sentir con aquella extraña sensación de que era su deber reponerlas, como si se lo hubiera prometido.

-se irá antes de que pueda entregárselas - suspira frustrado saliendo de otra de las tiendas – no me dará tiempo de ir a un supermercado – declara para sí mismo mirando su celular, que incluso kaburamaru parece asomarse a ver para darle la razón. Y es que la reserva cierra a las 7 y ya eran un poco más de las 5.

Aún faltaban un par de tiendas que revisar, así que se subió de nuevo al carrito cuando escuchó la voz de Senjuro llamándolo por el comunicador.

-lo siento, Senjuro – finalmente responde – me olvide del comunicador en el carrito ¿Qué pasa?

Hermano Obanai, encontré unas calcetas verdes por la tienda del recorrido del zafarí

-¿enserio? - sin ser consciente sonó aliviado, lo que le se le hizo divertido a Senjuro, pero no dijo más - muchas gracias, enseguida voy - pone rápidamente en marcha el carrito.

Por otro lado, Senjuro se quedó parado frente a la tienda de recuerdos que le correspondía al recorrido del zafarí. Como un grupo iba ya saliendo del jeap, la tienda estaba algo llena al momento en que salió satisfecho de poder haber ayudado a su hermano mayor Obanai, aunque aún no podía adivinar porque tanta prisa de encontrar esas calcetas, es decir, si era para lo que dijo de incubar un huevo podría usar cualquier prenda. En fin, parecía importante para él, por eso estaba feliz de haberlas encontrando.

-disculpa – una suave voz femenina lo llama, se trataba de una linda chica de ojos verdes y un peculiar cabello rosado teñido de verde en las puntas – hola... perdona por sorprenderte, pero... ¿Dónde encontraste esas calcetas? - señala la prenda que llevaba en las manos

-oh, en la tienda de aquí. Pero son las únicas que encontré de este color – ve a la chica desilusionarse – el encargado dijo que debió ser un error en el empaquetado ya que normalmente no venden de este color.

-entiendo – dice con una sonrisa triste – esperaba poder reponerlas de una vez, las mías se arruinaron – nota entonces que efectivamente sus calcetas estaban algo rasgadas y manchadas de lodo

-lo siento, te las podría dar, pero mi hermano ha estado buscándolas por todas partes – responde un poco apenado – parece que son importantes para él

-oh, no te preocupes, entiendo – era muy amable aquella señorita, de verdad lamentaba no poder darle las calcetas ¿Qué las hacia tan especiales que tanto ella como su hermano las buscaban? - de todos modos, muchas gracias, nos vemos – con una resplandeciente energía y sonrisa gentil, se despide de él, yendo a donde Shinobu la esperaba.

-¿las encontraste? -

-sí, pero un niño dijo que solo había visto esas. Las encontró por mera casualidad porque su hermano las estaba buscando -

-qué casualidad que alguien más tenga interés precisamente en las mismas calcetas – observa inquisitiva Shinobu

-mira, ese que va en el carrito es Iguru-san – cambia radicalmente el tema al percatarse que era él quien iba precisamente manejando hacia ellas – hey, Iguru-san – mueve efusivamente la mano para llamar su atención

Por su puesto que distinguió aquella llamativa cabellera desde varios metros atrás. Justamente Kanroji tenía que estar en el lugar donde Senjuro lo esperaba para darle las calcetas verdes que han estado buscando por literalmente todas las tientas del parque y las cuales, le daría precisamente a la chica que lo saludaba tan efusivamente. Y obviamente no podía ser grosero y pasar de largo, yo la había visto y lo estaba llamando.

-Iguro-san, que bueno que te vuelvo a ver – dice Kanroji una vez que detuvo el carrito, provocando que Iguro tuviera que voltear la mirada ante esas palabras, algo que no pasó desapercibido para los ojos sagaces de Shinobu - ¿Qué haces por aquí?

-viene a encontrarme con mi hermano, también trabaja aquí -

-¿enserio? Oh, entonces eso lo hace aún más divertido -

Tan radiante, su sonrisa era demasiado radiante, por eso no se atrevía a mirarla directamente, sentía que sería demasiado para él.

-supongo – responde simplemente – perdona, debo ir con él y...

- ¡hermano Obanai! - justamente Senjuro venia corriendo a él - aquí están las calcetas, hermano Obanai – y justamente alzándolas en alto, lo que casi hace que a Obanai casi se le salga el corazón y sacara vapor de las orejas por la presión de calor en su rostro - fue una suerte encontrarlas, estaban ahí por mero error – le explica el efusivo infante al llegar a donde el pelinegro, quien prácticamente miraba por todos lados buscando un agujero por en donde esconderse - ¿estas bien, hermano?

-oh, él es tu hermano - exclama Mitsuri. Ahora si a Obanai estaba a punto de darle un infarto

-si, por eso no podía darte las calcetas – responde Senjuro – mi hermano Obanai ha estado buscándolas por todos lados – señala al pelinegro quien tenía la mano cubriendo toda su cara.

Era oficial, estaba a punto de morir de un infarto.

-dejen ver si entendí - habla Shinobu, ella estaba bastante divertida con la situación - tú arruinaste tus calcetas por rescatar a una serpiente perdida – mira a Mitsuri – la llevaste con el encargado, Iguro Obanai y justamente él también ha estado buscando las únicas calcetas que este niño encontró y resulta que es el hermano de Iguro – todo esto lo dice con una sugerente sonrisa mientras tenía la mano en la barbilla – que interesante...

-¿entonces buscabas las calcetas para la señorita? - cuestiona Senjuro, viendo como su hermano mantenía la cabeza recargada en el volante. Solo alcanza a ver, apenas, que asiente una vez con la cabeza mientras Kaburamaru estaba extendido viendo a todos – entonces toma, debes entregárselas - le extiende dichas prendas

Obanai no se atrevía a mirar a nadie, sentía como el corazón le latía fuertemente y como el calor de su rostro no bajaba de temperatura. Fue hasta que Kaburamaru se puso delante suyo justamente con aquellas calcetas en la boca, mirándolo casi con reproche y obligándolo a tomarlas. Aquella serpiente de verdad que era extraña, ninguna de las demás se comportaba como él.

Tomó las calcetas y miro de reojo a donde estaban todos los demás fuera del carrito, específicamente a la peli rosa que se cubría la boca con las manos, parecía sorprendida pero no dejaba de verse endemoniadamente adorable, lo que le causaban aún más dificultades para acercarse y darle aquellas calcetas. Sin embargo, ya había sido vergonzosamente expuesto, no se podía echar para atrás.

-maldición - toma las calcetas de la boca de Kanuramaru y baja del vehículo.

No era para nada su plan el entregarle las calcetas con un par de ojos mirándolo, en lo absoluto, pero la circunstancias así se dieron. Tampoco ayudaba en nada para sus nervios internos que Kanroji lo mirara de esa forma, con aquellos grandes y hermosos ojos verdes totalmente abiertos, por lo que no es capaz de mirarla cuando le extiende las calcetas.

-toma – únicamente es Kaburamaru que se extiende a ella y la mira directamente

-de... ¿de verdad son para mí? - aún tenía la mano cubriendo su boca, pero se alcanza a escuchar su emoción y desconcierto. Iguro, aun sin mirarla, asiente una vez con la cabeza

-son para reponer las que arruinaste por rescatar a la serpiente –

-gracias, Iguro-san, gracias – expresa sin ocultar en lo absoluto su felicidad al tiempo que tomaba las calcetas – serán aún más especiales para mi - dice sonriendo y cerrando los ojos, viéndose radiante y encantadora – como agradecimiento, prepare Sakura mochi. Espero que a Iguro-san le gusten.

Es entonces que Iguro comete el error de voltear a verla.

Demasiado, era demasiado hermosa y encantadora como para que su corazón pudiera soportarlo más. Estaba latiendo tan rápido que lo único que pudo hacer en esos momentos fue echarse a correr a toda velocidad dejando anonadados tanto a Mitsuri como a Senjuro. Shinobu por su parte seguía bastante divertida con aquella escena.

-hermano Obanai – exclama perplejo el menor – espera, no puedes dejar el carrito aquí - va también a perseguirlo.

-¿Qué le habrá pasado a Iguro-san? - dice Mitsuri inocentemente preocupada

-creo que fue demasiado para él - responde Shinobu con el dedo índice en la mejilla y ladeando la cabeza mientras que su amiga la mira confundida.

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Ilsebb23 – por supuesto habrá muchos más, sinceramente no sé cuantos más, pero los suficientes para darle a todos la vida feliz que se merecen.