Disclaimer. Los personajes de Naruto NO me pertenecen, sino al mangaka Masashi Kishimoto.

Advertencia. Esta historia es clasificada como M porque contiene y/o contendrá temas que pueden herir la susceptibilidad de ciertos lectores (lenguaje obsceno, lemon, temas delicados y/o adultos, entre otros asuntos). Leer bajo su propio criterio. Gracias.

Comentarios generales. A todos los que leyeron alguna de mis otras historias entre los años 2011-2012, probablemente se habrían topado con esta que vuelvo a publicar este año. Por aquel tiempo borré muchas de mis historias por sufrir un caso de plagio de varias de ellas, pero ya con todo en orden (además porque he enriquecido bastante mi escritura) vuelvo a publicarla. Espero que esta trama sea del agrado de aquellas personas que disfrutan de los universos alternos tanto como yo. Para aquellos que leen "Royal" y quizás quieran algo más sobrio sin tanta guerra ni política de por medio, este es su lugar.

Las parejas de esta historia son variadas, pero el foco principal serán las relaciones interpersonales y amorosas de Sakura, además de explorar también las de Madara. Cabe aclarar que hay una diferencia de edad de doce años entre estos dos, por si a alguien le incomoda ese detalle (y se abstenga de leer). Se explorarán otro tipo de temas también, algunos podrían ser algo sensibles para el lector, así que es necesario leer la advertencia al inicio de ciertos capítulos.

Este capítulo es de mucho contexto y el inicio de la historia, puede que los siguientes capítulos sean así de extensos (si no decido dividirlos en partes) ya entrados en el furor de la trama, pero ya me dirán ustedes sus impresiones.

Ahora, sin más dilación...

Palabras: 11.191

¡A leer!


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Capítulo 1

El cadáver de la novia

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El repiqueteo de su tacón coincidía con el sonido intrusivo de las manecillas del reloj de cuerda antiguo que se encontraba en la sala.

Sus ojos verdes escanearon el lugar por vigésima quinta vez. El entorno abovedado, la escasa luz entrando a través de los vitrales, las lámparas de candelabro en las paredes, el órgano y un estante de madera al fondo, justo detrás de un pulcro altar cubierto por una espesa tela de un rojo brillante. La caja de los anillos sobre esa tela. Todo el panorama le recordaba a su impoluto vestido blanco, ese que se había comprado en aquella boutique exclusiva, desechando casi la mitad de todos sus ahorros hechos con el esfuerzo del día a día, confiada en que valdría la pena para lucirlo en el momento más feliz de su vida.

Otro sonido de las manecillas.

Se llevó las manos hasta el cabello rosa, ornamentado con finos accesorios de plata que simulaban enredaderas de flores de cerezo, pero se detuvo en cuanto un mechón cayó desordenado en el lateral de su rostro. Una cosa era estar desesperada por la humillación y otra muy distinta era dar vergüenza ajena. Seguro era solo un contratiempo, además, Sasuke era puntual. Siempre era muy puntual, sin embargo, en esta ocasión, ella había llegado primero que él a la iglesia.

Tenía muy vívida la sensación de cuando su sonrisa de gato cheshire se fue transformado en una mueca de consternación al notar las expresiones de sus amigos más cercanos en la entrada. Viendo con desconcierto el barullo de los invitados, por poco se cayó cuando Ino la atrajo con fuerza hacia un costado de la iglesia para llevarla al interior de un pasillo que conectaba con la capilla principal a través de un pequeño cuarto de descanso. Sus ojos brillaban como dos faroles en medio de la oscuridad.

Sakura había intentado mantener la calma con la creciente incomodidad que se había instalado en su pecho. Había hecho sacrificios por la boda de sus sueños, un poco de retraso por parte de Sasuke no iba a arruinar el gran día de ambos, ¿verdad?

¿Verdad?

—¿Y si tuvo un accidente? ¡Sabes cómo de aparatosos pueden ser los accidentes de tránsito en Konoha! —soltó con preocupación.

—¡Ay, frentona! —gritó Ino al punto álgido de la exasperación—. Las malas noticias siempre llegan primero, ¿crees que estuviésemos aquí ahora sí hubiese ocurrido un accidente con él?

La mujer de cabello rosa la observó por unos instantes, lánguidos e inquietantes. Las aletas de la nariz de Ino se agitaban con rabia. Parecía bastante más molesta que la propia novia, pero eso podría deberse a que Ino sabía exactamente lo que estaba pasando y Sakura no había caído aún en ello, esperanzada por creer en ese maldito Uchiha.

—Oye, pero el teme nunca llega tan tarde... ¿Será que le dio diarrea? Sería lo más lógico —prorrumpió Naruto entre risas estridentes, tan escandaloso como él solo.

Su risa murió rápidamente cuando observó los ojos fulminantes de Sakura sobre él, como una promesa imborrable de que se ganaría un gran golpe más tarde, específicamente cuando no tuviese un pesado y lujoso vestido que lucir en su fiesta posterior...

No contuvo la fuerte exhalación que escapó como un grito de entre sus labios, una descripción completa de su estado mental ahora mismo. Su voz interior solo clamaba por repartir puñetazos a diestra y siniestra, levantar cada rincón de la iglesia y revolcar todo, pero sabía que el pobre párroco no tenía la culpa y mucho menos podía culpar a cada taburete que adornaba la sala.

Se sintió estúpida de repente al repasar sus propias excusas y las palabras de Ino. Sakura podía disculpar a Sasuke por su comportamiento un millón de veces, ya lo había hecho otras miles de veces antes, intentar una vez más no era un inconveniente cuando se trataba de amar. Ino siempre la zarandeaba diciendo que tenía una idea muy errónea del amor, pero ella solo sabía amar de esa manera abnegada y entregada que perdonaba cada puñalada, cada promesa quebrantada. Ella había ido hasta el final con Sasuke cuando todas las demás, incluida Ino, habían huido despavoridas.

Le gustaba pensar que su perseverancia había terminado por convertir sus monosílabos en gestos cariñosos de amor solo para ella. Se divertía adivinando sus pensamientos detrás de la máscara imperturbable en sus facciones perfectas, imaginándose que contenía su sonrojo natural o sus ganas por hacerle el amor antes de que llegaran al lugar que él deseaba. Interpretaba sus largas ausencias de las conversaciones por celular como un espacio en el que trabajaba duro y se desocupaba lo más rápido posible para volver a escribirle.

Siempre iban a los lugares que él escogía, sin excepciones. Para ella era como conocer su mundo exclusivo, el lado que él escondía del que nadie más sabía. Todo un privilegio formar parte de su espacio cerrado.

Había sido así desde el instituto, desde siempre, aunque su relación solo había escalado hasta estos niveles durante los años de universidad, cuando él la presentó formalmente a sus padres, a los cuales siempre había visto de lejos en su adolescencia. Unas personas de caché, con más dinero del que ella podía imaginarse tener jamás, no por nada eran el llamado Clan Uchiha, familia dueña de un conglomerado empresarial que iba desde el ramo de seguridad hasta el farmacéutico. A Sakura nunca le había extrañado que fueran así de ricos, pues los Uchiha eran una familia bastante numerosa que protegía su legado a capa y espada.

Los padres de Sasuke eran muy amables, sin embargo. Probablemente ellos habían hablado más que él en toda la cena que compartieron la noche en la que los conoció, pero no recordaba mucho de esos momentos entre las copas de licor, pues más tarde y ya muy entrada la noche, se emborrachó muy severamente y terminó teniendo sexo con Sasuke en el baño público de ese hotel carísimo en el cual habían cenado... Bueno, más bien Sasuke se había saciado hasta el infinito y a ella la había dejado a medias y frustrada de no poder tener un orgasmo como lo requería su cuerpo.

Excusaba todo de su persona y, además, si Sasuke fuese un patán no podría tener un familiar tan cariñoso y abnegado como Itachi, ¿verdad? El siempre servicial y poco hablador hermano mayor que no dudaba en ayudar cuando se le necesitaba. Un sereno rayo de luna en la oscuridad.

Volvió a mirar el reloj.

Mierda. Podía seguir disculpando su tardanza y su comportamiento irresponsable sobre el compromiso. Incluso si llegaba dos horas después de lo acordado, ella seguiría esperando...

—Los padres de Sasuke no están entre los asistentes.

La voz perezosa de Shikamaru invadió la pequeña sala de la capilla. Sakura sintió cómo su corazón daba un vuelco doloroso, negada a la idea que se empezaba a formar como una nube oscura sobre su cabeza. El propio Sasuke se había llevado la invitación a la boda para sus padres.

Por favor, no.

—¿Viste a Itachi? —Un último resquicio de esperanza. Sabía que él tendría la amabilidad de avisar si pasaba algo.

Agarró su celular sin esperar la respuesta, pero solo tenía mensajes felicitándola por su ceremonia y un trío de comentarios con doble sentido sobre su luna de miel.

—Negativo —respondió de vuelta mientras metía las manos en los bolsillos de su pantalón de traje, ignorando deliberadamente la mirada de reprimenda que le regaló Ino.

Ella misma le había dado un choque de realidad a Sakura momentos atrás, ¿y ahora no quería que le dijera la verdad sobre quién estaba o no en su boda? Su compañera de trabajo era una loca problemática, pero escogió no intentar comprenderla porque le daba pereza hacer el esfuerzo.

—Nada en mi celular —dijo Sakura con un tono neutro. Incluso se vio a Naruto sacar su propio móvil para inspeccionar, ya empezando a preocuparse.

Era una mala señal el hecho de que el rubio permaneciera serio por más de cinco minutos. Sus ojos de jade lo persiguieron y su corazón saltó cuando lo vio fruncir el ceño.

—Qué raro. Al menos me hubiese respondido el mensaje con el usuratonkachi de siempre —balbuceó por lo bajo incapaz de guardarse las palabras.

Sakura evitó lanzar un jadeo lastimero.

—Sakura, llevamos hora y media de retraso... —mencionó una comprensiva Tenten.

Otro ramalazo de realidad. Sus ojos se humedecieron, pero se obligó a no llorar. No podía llorar. La resolución llegó a ella como un balde de agua helada, como el golpe de un mazo directo a la boca del estómago. Apretó los puños, arrugó sus labios y se levantó de dónde estaba sentada. Las miradas de sus cuatro amigos presentes la siguieron con cautela.

Sakura se acercó al pequeño altar de la sala y tomó la cajita que en él residía. Acarició la caja con una suavidad controlada, intentando mantener la calma, buscando la última esperanza en su adolorido corazón. Deslizó el gancho a presión que poseía el boche y el leve sonido de apertura llenó sus sentidos. Respiró profundo y abrió la tapa con lentitud. Las dos alianzas de plata le dieron la bienvenida, cuidadosamente colocadas sobre su propia almohadilla de terciopelo vinotinto.

Miró la hora una vez más y lanzó una risa breve que pareció más un quejido. Cerró la caja de golpe y se giró, Empezando a respirar irregularmente. Era obvio ya, no podía negarlo.

Sasuke la había dejado plantada.

Trató de hacerse la idea, pero era difícil. No había planeado su boda durante meses para recibir esto a cambio. Debió haberle pasado algo. Sí, eso tenía que ser. Agarró las faldas de su vestido y casi salió corriendo a trompicones hasta su pequeña cartera que estaba en posesión de Ino.

—¿Qué vas a hacer? —preguntó esta, alarmada. Los movimientos frenéticos de Sakura la hicieron trastabillar.

Parecía ida mientras rebuscaba furiosamente algo entre sus cosas del bolso. Ino intercambió una mirada angustiada con Shikamaru, quien frunció el ceño y se acercó un poco más solo para tomar a Sakura por los hombros y hacerla reaccionar; sin embargo, antes de que pudiese tocar su hombro, otra voz irrumpió en el recinto.

—Sakura —pronunció con seriedad y cinco cabezas se alzaron en su dirección.

Tenten fue la primera en interpelar, confundida por su aparición.

—Creí que no ibas a venir, Neji —dijo con una tonada de sorpresa, pero el aludido solo se acercó y compartió una mirada de circunstancia con ella.

—Oye, ¿no y que no te gustaban las bodas? —lanzó Naruto de repente e Ino tuvo el deseo de lanzarle una silla directo a la cabeza.

Neji Hyūga, sin embargo, no perdió los nervios ni hizo malas caras, ni siquiera respondió, en cambio, se acercó lentamente hasta Sakura y colocó una mano sobre su hombro, desnudo en pro del escote y el corte del vestido. En la otra se alzó una bolsa negra con la firma de una marca de diseñador en ella. La mujer de hebras rosadas se quedó lívida, confundida por su actuar.

—No entiendo, dijiste que no vendrías… —reafirmó las palabras de Tenten a la par que detenía sus manos temblorosas de la infructuosa búsqueda en su bolso.

Ino sintió una punzada de dolor al ver temblar las manos de Sakura, así que tomó una de ellas entre sus dedos y la presionó con gentileza, tal y como lo había hecho después de regalarle la cinta para atar su cabello cuando eran niñas y la había defendido de un grupo de bravucones buenos para nada. Si volvía a encontrarse a Sasuke, no sabía cómo reaccionaría, pero mínimo le iba a cruzar la cara de una bofetada, o bien se podría quitar uno de sus tacones y golpearlo con él, lo que se le viniera a la mente primero. No entendía cómo ella había corrido detrás de ese ser sin corazón alguna vez.

—Sasuke no me cae bien, no iba a venir aun si me gustaran —aceptó sin mucho preámbulo mientras empujaba la bolsa hacia Sakura—. Pero vine por ti. Tengo que mostrarte algo y debes colocarte esa ropa. —Neji sonaba autoritario, amable en todo caso, pero autoritario.

Todos intercambiaron miradas de confusión a la espera de que él se siguiese explicando, pero el joven los ignoró astutamente sin demostrar algún rasgo de incomodidad o de apremio por hablar. Shikamaru no dijo nada, Naruto le hizo una cara extraña, Tenten suspiró por lo bajo, ya acostumbrada a su actitud, e Ino solo miró la expresión de Sakura, esperando lo que ella iba a decir.

—E-Está bien —respondió al cabo de unos segundos, completamente estupefacta por la repentina petición.

—¿A dónde vas a llevarte a Sakura? —cuestionó Naruto más serio de lo que se le había visto nunca antes.

—Neji, está muy nerviosa —susurró Ino antes de ayudar a Sakura con sus cosas, empezando por sus zapatos de tacón, así que pronto le acercó unas zapatillas estilo bailarina.

—¿Tiene que ver con Sasuke? —inquirió Tenten, casi tapando la boca de Naruto para que no interrumpiera alguna información inesperada que Hyūga tuviese que decir.

El hombre de ojos opalinos esperó pacientemente a que Ino acompañase a Sakura hacia el baño más cercano de aquel lugar. Frunció el ceño y observó a ambos mientras Shikamaru se unía al grupo.

—Esto tiene que ver con Sasuke, no estarías aquí si no fuese importante. Es tu día libre —argumentó el muchacho de los Nara mientras analizaba la postura de su amigo.

Neji enfocó sus ojos en él, asintiendo con lentitud.

—Simplemente no podía dejar pasar que alguien más aparte de Sakura se casaba hoy. Ni siquiera abrí la invitación cuando llegó —habló—, ninguna de las dos —aclaró al momento, pero eso solo dejó más confundidos a Naruto y a Tenten.

Para suerte de todos, Shikamaru era más perceptivo cuando quería de verdad entender la situación. Neji había resuelto el misterio de la ausencia de Sasuke en su propia boda.

Bueno, al menos en una de sus bodas.

—Sasuke se está casando —esclareció Nara finalmente.

Hubo unos segundos de aturdimiento antes de que Naruto moviese violentamente sus manos en un aluvión de interrogantes.

—¡Pero si Sasuke no está aquí! ¿Cómo se puede estar casando? —exigió explicaciones mientras zarandeaba a Neji. Shikamaru le colocó una mano sobre el brazo y Tenten ahogó un jadeo sorprendido situando sus manos sobre su boca durante algunos segundos de asimilación.

—Ese es el detalle, Naruto. No se está casando con Sakura, obviamente —zanjó Tenten, cortando el zarandeo furioso del rubio sobre el muy serio Neji, quien tenía una expresión severa—. Ahora guarden silencio.

El rubio apartó las manos de Hyūga como si se estuviese quemando y todos voltearon a ver al par de mujeres que entraban de nuevo en escena. Ino estaba ayudando a Sakura a quitarse todos los accesorios del cabello, así que rápidamente los mechones rosados cayeron sobre sus hombros de forma ondulada. La aludida ahora portaba un sencillo vestido negro y recto de cuello alto que se adaptaba a su figura.

—Tienes buen ojo —mencionó la rubia escuetamente mientras le devolvía el bolso a Sakura y observaba de soslayo a Neji.

Ahora parecía que ella era una invitada más de la boda.

—Ino… ¿Podrías hacerme el favor de avisar a los invitados? Yo no…—titubeó, pero su amiga agitó las manos frente a su rostro.

—Yo me hago cargo, frentona —completó a modo cómico sin querer agregar algo más y escondiendo sutilmente el vestido de novia tras su espalda. Sabía que Sakura estaba al borde de un quiebre emocional—, pero me debes el desayuno de mañana.

¿Qué sería lo que el siempre estoico Hyūga quería enseñarle? Ino solo podía imaginarse las peores cosas.

—Gracias, cerda —agradeció con el fantasma de una sonrisa en sus labios previo a movilizarse junto a Neji.

Consternada como estaba, no pudo ver las expresiones compungidas de sus amigos, incluso Naruto se mantuvo callado, tal vez intentando procesar lo que le había dicho Tenten momentos atrás, quizá ideando la mejor manera de moler a golpes a Sasuke en cuanto lo viera. A veces era impredecible.

Salir hacia el exterior le recordó que el sol aún brillaba inclemente incluso cuando su interior era liderado por una horrible tormenta. Ladeó un poco la cabeza solo para ver el interior de la iglesia, pulcramente decorada con cerezos en flor arropados con cintas blancas y rojas. Le había preguntado a Sasuke si le había gustado la decoración escogida, a lo que él le había respondido con un monosílabo que ella interpretó como una afirmación directa.

Se golpeó mentalmente.

Neji le abrió la puerta del copiloto para que subiera, aunque era la primera vez que Sakura se subía a un auto con él, y más en un auto tan lujoso como ese. Suponía que su trabajo en seguridad privada, después de ser un prodigio militar en las fuerzas especiales, le concedía semejante beneficio. Ella le agradeció con un murmullo y pronto él se subió también para emprender camino rumbo hacia aquello que él quería enseñarle y que ella aún no sabía, pero no quería preguntar, y no era precisamente porque se sintiese intimidada debido a su expresión de concentración total mientras manejaba por varias calles y giraba en los cruces necesarios.

Hace tiempo que Sakura había dejado de sentirse intimidada por la imponente presencia de Neji, un muy buen amigo de Shikamaru que se terminó agregando al grupo a principios de su último año de prácticas en el hospital. Al ser estudiante de enfermería por aquel entonces (y un genio en su quehacer, a mucha honra), Shikamaru había recurrido a ella con urgencia por la cercanía debido a que Neji había sido herido durante la resolución de un caso delicado en el que habían trabajado ambos, siendo Shikamaru el detective de crímenes cibernéticos y un hacker experto, sumando a Ino, la detective de campo que había logrado infiltrarse para corroborar la información.

Eran un grupo extraño, sobre todo cuando salían a despejarse del trabajo, pero todo ese grupo se volvía un mar de tensiones cuando Sasuke y Neji estaban en el mismo cuadrante espacial, mar que Naruto sabía medianamente apaciguar, pero que en el que se dificultaba mucho navegar cuando el rubio no estaba debido a otros compromisos con el padrino Jiraiya. Nunca había entendido la aversión mutua que se tenían, pero no había más momento que ese en el que pudiese importarle menos la tirria que se lanzaban. Ahora, Neji parecía resuelto a que descubriera algo.

¿El qué?

—¿Adónde vamos? —interrogó cuando pudo encontrar su voz.

Neji cruzó y se dio paso a través de otra avenida, mirándola a ella solo por un segundo.

—¿Conoces las residencias exclusivas de Raíz Anbu? —cuestionó y vio en su periferia que ella asintió—. Hacia allá vamos. Hay algo que debes ver.

Sakura nunca se había enfrentado a ese nivel de entusiasmo de Neji, si es que se le podía llamar entusiasmo. La mayoría de las veces sus comentarios solo decían lo necesario, siendo exclusivamente parco en palabras que resultaban ser certeras, como si no quisiera perder el tiempo en algo trivial que no le aportara nada a la conversación o al momento. Se dedicó a observarlo por unos segundos más, sintiendo una extraña inquietud formándose en su pecho. Su amigo no hacía nada al azar y era brutalmente honesto, así que esto tenía que ser muy importante como para que él mismo la llevase allí luego de decirle de manera muy sincera que prefería quedarse en casa que asistir a su ceremonia con ese Uchiha.

Cuando menos se lo esperó, el auto se acercó lentamente a una entrada residencial que se veía sencilla, pero despedía un aire total de lujo con su fachada empedrada de un suave tono arenoso. El pulcro camino era surcado de lado a lado por un conjunto de árboles que escalaban sus tonalidades entre verdes y naranjas en un sendero empinado hacia una cima escondida. Sakura había pasado por allí algunas veces cuando aún estaba en la escuela de enfermería y su docente clínico, Tsunade, le había tomado el suficiente cariño y confianza como para llevarla de manera exclusiva a presenciar un tratamiento llevado a cabo a una celebridad local.

Neji aparcó unos instantes junto a la caseta de entrada y extrajo del bolsillo interior de su saco grisáceo una sencilla carta. Pudo ver la pulcra tipografía sobre el fondo blanco texturizado del papel, también un sello lacrado azul con la figura de una flama dentro de un triángulo invertido. Parecía algo bastante aristocrático, si tenía que ser sincera.

Tras una comprobación rápida del vigilante, el pase de entrada llegó con una confirmación hecha a voces.

—Puede pasar, señor Hyūga.

Este asintió y esperó unos segundos a que el módulo mecánico de la caseta le cediera el paso para continuar. Pronto, el panorama boscoso se fue convirtiendo en una hilera de grandes casas y de mansiones, pero Neji no se detuvo en ninguna de ellas, sino en una acera cercana a una capilla de estilo renacentista que coronaba una plaza empedrada con fuentes circulares y macetas de granito repletas de adornos florales. No había nadie en la entrada, pero podía ver movimiento cerca de ella en el interior.

—Sakura... —llamó unos segundos después de detenerse. Ella apenas alcanzó a mirarlo. Se sentía mal, y algo en su interior gritaba con alarma—, en la guantera hay unas gafas de sol.

No dijo nada más, pero la mujer comprendió de inmediato lo que quería decirle. Sin indagar demasiado, dejó a un lado su bolso de mano y luego estiró sus dedos hasta el compartimiento, lo abrió y extrajo las gafas. Observó su reflejo suavemente maquillado en los lentes oscuros y se las colocó con rapidez.

—Sea lo que sea que quieras mostrarme... —Su voz murió al contemplar los ojos opacos de Neji. Parecía una mirada dura, pero ella pudo comprobar la leve inflexión comprensiva al fondo, detrás de sus barreras emocionales. Tragó saliva mientras él salía del auto, luego lo imitó.

Ambos caminaron por el camino liso de la plaza hasta la entrada de la capilla. Estaba llena, pero no sé veía ni un auto cerca para la cantidad de gente que estaba presenciando la escena.

—¿Una... Boda? —murmuró de forma entrecortada, caminando por inercia hacia el centro.

Sin embargo, Neji fue más rápido que sus pasos y la atrajo hacia él por un brazo para que se movilizara hacia el lateral de la capilla, tan silenciosos como podían mientras el sacerdote detrás del altar hablaba. Le hizo sentar en el último banco hacia la esquina. Ella hizo de sus manos un puño enraizado alrededor del saco de Neji, y aunque él la miró, no le dijo nada, como si comprendiera lo que estaba viviendo y no quisiera perturbarla.

Sakura era un genio en su trabajo y especialmente meticulosa al aprender de memoria. Era muy despierta y fácilmente seguía instrucciones, acertijos y planes estructurados por pura deducción, pero solía ser impulsiva y tendía a estar inestable emocionalmente desde que había comenzado su turbulenta relación con Sasuke Uchiha. Ahora, parecía dar largas para identificar a las personas presentes en el lugar.

Primero. Sus ojos verdes se detuvieron en el gran candelabro que colgaba del techo abovedado. La pintura blanca de las paredes altas se iluminaba con las ventanas diminutas que dejaban entrar los rayos del sol desde el exterior. Los ventanales ovalados a media altura daban la sensación de pertenecer a un patrón al azar de un caleidoscopio. La cúspide de las columnas altas se recubría en una fina madera clara al igual que la base.

Segundo. La decoración estaba repleta de lirios azules y lavandas, arreglos florales que se finiquitaban en un complicado y llamativo ramo con listones blancos, mismos que adornaban las hileras conformadas por los bancos de madera. El suelo era tan lustroso que relucía en su mezcla clara y homogénea. Reconoció la coleta de Itachi que caía libre tras su espalda cubierto por el saco negro. Desvió la mirada. Fingió que era un espejismo.

Tercero. Reconoció a Mikoto con su inconfundible cabello negro azulado junto a su esposo Fugaku. El labio inferior le tembló.

Sus dedos ejercían cada vez más presión en el saco de su silencioso acompañante, pero su gesto vaciló cuando su rostro palideció. Tras las gafas, sus ojos verdes se tornaron húmedos. Allí, frente al altar, recibiendo bendiciones, halló ese cabello salvaje y corto de Sasuke. Reconoció su postura orgullosa, rígida y ceremonial ante el acontecimiento. Tomó una bocanada de aire irregular. Junto a él había una mujer oculta tras un velo, pero su vestido blanco de mangas holgadas y una caída en corte imperial desde su baja espalda hasta cubrir los escalones con la tersa tela, le indicaban que era una novia. Se llevó una mano a la boca mientras arrugaba el rostro.

Ni siquiera sintió el leve apretón de Neji sobre su hombro en señal de apoyo.

Lo único que pudo escuchar antes de que su audición la traicionara, fue el sello que puso el religioso sobre su unión de marido y mujer.

Se levantó de golpe, no necesitaba ver ni escuchar más. Sus pasos llamaron la atención de unos pocos asistentes entre los aplausos que se alzaron, pero no prestaron más atención de la necesaria, enfocados en el corto y casto beso de los recién casados.

Sakura corrió en dirección al auto de Neji, sin saber si él venía detrás de ella o no. No importaba demasiado. Sentía una presión horrible en sus oídos y los sonidos ambientales sonaban apagados. Jadeó, una, dos o tres veces. Perdió la cuenta. Colocó las manos contra el techo del vehículo y tembló. Su respiración salía torpemente de entre sus labios agitados.

—Sakura.

El tono de Neji lo interpretó como condescendiente, como si estuviese a punto de cruzar el límite entre la comprensión y la lástima, pero ella se adelantó a cualquier cosa que él pudiese decirle. Abrió la puerta con fuerza y se sentó en el lugar del copiloto antes de cerrar de un portazo. El hombre con hebras de ébano expiró por la nariz, frunció el ceño y rodeó hasta que se subió al lugar del piloto una vez más. Encontró a Sakura cabizbaja y con los dedos de ambas manos enredados entre las ondas de su cabello rosa, masajeando con rapidez entre los costados y la nuca. Las gafas de sol estaban caídas sobre sus zapatillas.

—Esto no era necesario, Neji. No lo era —acusó con un todo ahogado que contenía su llanto sin mostrarle el rostro.

—Sí, sí era necesario —contradijo él—. Nunca hubieses creído esto si no lo hubieses visto por ti misma, pero esta es la realidad, Sakura.

La realidad. Sasuke la había dejado plantada para casarse con otra el mismo día de su boda. Lo había visto, no podía especular, no podía engañar a sus ojos, no podía fingir que nada estaba pasando.

Sasuke. Sasuke. Sasuke.

—¿Por qué me hizo esto? —interrogó con retórica. Su voz sonaba estrangulada.

Neji no respondió al notar su intención, no obstante, agregó con algo más de suavidad sus siguientes palabras:

—Créeme. Hubiese deseado que fuese un hombre íntegro para ti, para quien alguna vez salvó mi vida siendo apenas una estudiante, pero Sasuke Uchiha solo miente.

Sakura negó con la cabeza. Arrastró sus manos hasta su rostro y se dañó un poco el maquillaje en el proceso, pero algo tan simple no le causaría una vergüenza tan grande como para eclipsar el dolor que estaba sintiendo. Lastimosamente.

—¿Quién es? —aludió de manera tácita a la novia, con la voz perdida entre las bóvedas de sus palmas contra su cara.

El hombre pareció tomarse un momento para responder.

—Hinata Hyūga. Mi prima —expuso en voz baja y con un tono inescrutable.

Ella levantó la cabeza como si la hubiesen jalado de un hilo. Sus ojos le miraron con una mezcla de aturdimiento y sospecha.

—¿Qué? ¿Cómo?

—No sabía nada de ellos. No hablo mucho con la parte millonaria de mi familia —pronunció.

Pudo estar casi segura de escuchar un dejo de resquemor en su voz, pero con él nada se podía dar por hecho. Sabía que el exoficial era tan hermético con su trabajo como lo era con su vida privada, pero ella nunca se hubiese imaginado este giro de los acontecimientos y que Sasuke (su Sasuke), hubiese terminado en el altar con la prima millonaria del hombre que le había abierto los ojos y no con ella. Joder.

—Y te diste cuenta esta mañana —concedió, clavándose las uñas en las palmas.

—Afirmativo —respondió con rapidez.

Notó a lo lejos que los invitados estaban saliendo de la capilla. Su prima no se veía ni de lejos tan feliz como hubiese esperado y del Uchiha mucho no podía decir. Tampoco le interesaba más allá de lo que le había hecho a Sakura, comportándose como un reverendo canalla. Miró hacia delante y luego hacia Sakura, que parecía ida en sus pensamientos. Él pareció recordar algo y estiró la mano hacia la guantera, sacando a Sakura de su estupor en el proceso. Sus dedos extrajeron un pequeño sobre negro rectangular que tenía bordes dorados y estaba sellado con un botón de seda. Se lo tendió a la mujer a su lado, quien le miró con duda.

—Ábrelo cuando estés con tu amiga Ino. Tengo la certeza de que le gustará —dijo sin dar muchas pistas de lo que era, pero Sakura estaba agotada y no podía pensar demasiado.

—Me has dado demasiadas cosas hoy... —agregó con leve tono irónico a la par que tomaba el sobre—. ¿Estás seguro de darme esto?

—En efecto. Mi clienta de esta semana no me conoce muy bien —contestó escuetamente.

Sakura sintió que se desesperaba un poco. Neji parecía dejarle todo a la imaginación, pero se sentía incapaz de sacar a relucir esa parte de ella que solo quería destruirlo todo y zarandearlo para que fuese más claro con sus mensajes. Solo quería irse a dormir a alguna parte que no fuese su apartamento.

—¿Y el vestido cuánto te costó? Debo pagártelo —prosiguió para aferrarse desesperadamente a una conversación que evitara que salieran a relucir sus peores pensamientos.

Para su sorpresa, Neji sonrió de medio lado. Parecía atrayentemente felino con sus rasgos afilados.

—Ah, eso es lo mejor. Se lo pedí a una buena amiga y ella no lo echará en falta. ¿No lo has mirado bien? —interrogó al referirse al vestido.

Ella negó lentamente, asimilando sus preguntas para luego inspeccionarse, momento que él aprovechó para volver a colocar las gafas en la guantera. Sakura se miró de nuevo el vestido ceñido y lo hurgó con las manos. A simple vista no se veía nada, pero pudo sentir un par de bolsillos a la altura de las caderas, así que metió las manos. En uno de ellos no había nada, pero en el otro pudo palpar un brazalete que no dudó en sacar a relucir. En un inicio, y debido a su estado de desconsolada silenciosa, le costó percatarse de la procedencia del objeto hasta que lo colocó sobre su regazo cubierto por la tela oscura. Observó bien el diseño y los grabados antes de taparse la boca para ahogar un chillido.

—¿Este es el vestido que Temari de Hermanos de la Arena llevó a la última alfombra azul? ¡Con su brazalete incluso! —El hecho de estar utilizando la ropa de una de sus cantantes favoritas la hizo olvidar por un instante su desdicha.

Neji había cumplido su objetivo al desviarla del curso fatalista de sus pensamientos. Esperaba que Shikamaru y el resto se encargaran de no dejarla caer en el transcurso del día.

—Lo agregó al final. Dijo que le encantaría que una fan acérrima como tú lo llevara. —Por supuesto, Neji omitió que le había pedido a Temari algo con lo que distraerla lo suficiente después de lanzar la bomba de Sasuke, después de todo, Temari era buena persona y él siempre hacía de su escolta cuando estaba en Konoha.

—¡Tienes que contarme todo! ¡Todo! —exigió, sacando a relucir ese carácter suyo.

—De camino te cuento. ¿A dónde te llevo? —inquirió. El fantasma de una sonrisa se mantuvo en sus labios.

Sakura pareció dudarlo un poco, pero se decidió.

—Llévame a la casa de Ino, por favor —pidió, pero su tono entusiasmado estaba menguando nuevamente tras la sombra del engaño de Sasuke.

—Bueno, empezaré diciendo cómo la salvé en un concierto —dijo mientras comenzaba de nuevo a manejar.

Los ojos de Sakura brillaron nuevamente y Neji supo que tenía toda su atención. Eso bastaría. Por ahora.


Los ventanales iluminaban de manera equitativa cada espacio del salón, la luz del sol se reflejaba en los grandes espejos adheridos a lo largo de una extensa pared de color beige. Una plataforma alargada se erigía en el centro mientras dos contrincantes ataviados en una indumentaria blanca se preparaban, cada uno desde su extremo asignado de la estructura.

Lo único que dejaba en evidencia la identidad de uno de ellos tras la careta, era su cabello oscuro de hebras salvajes atado en una coleta baja. Su porte altivo lo hacía lucir superior a su contrincante en la otra punta de la pista, quien parecía algo tenso debajo de su aparente actitud relajada.

—Espero que estés en plenas condiciones para danzar. —El tono sonó engreído, orgulloso.

El hombre del otro lado lanzó una carcajada seca.

—Soy mejor con los pinceles, sin duda; sin embargo, ¿cuánta diferencia hay entre la destreza que se esgrime y la que se plasma? —acotó, tomando el florete entre sus dedos enguantados.

—Buena elección de palabras. Procuraré demostrarte la diferencia —pronunció. Sus labios se habían elevado en una sonrisa de media luna, con suficiencia, incluso cuando nadie podía verla.

Los asistentes al encuentro se encontraban expectantes, algunos murmuraban sus comentarios, apostando simbólicamente al ganador, viendo a cada uno bajo una perspectiva distinta. El juez seleccionado rodeó la plataforma y encabezó la imagen, mirando alternativamente a ambos esgrimistas y luego al público espectador.

El silencio se hizo uno con el ambiente cuando todo estuvo listo para comenzar. El hombre de coleta maniobró con el florete de forma elegante poco antes de acatar el comando.

En garde.

La marca para la posición inicial se presentó de forma rápida en uno y parsimoniosa en el otro, tomándose el tiempo para concentrarse. Aquel que había sonreído tomó posesión completa de la postura y dominó a la audiencia con su aura poderosa, aunque su contrincante no se quedó atrás.

Pret.

Entre las rejillas, sus ojos oscuros permanecían vibrantes, detallando el espacio y analizando los puntos débiles del contrario, ideando un primer plan para reducirlo y un segundo para contraatacar en caso de que su habilidad hubiese mejorado y amoldado al estilo rápido y eficaz que él manejaba. No se podía subestimar al contendiente sin primero ver los pasos que había preparado para su danza.

¡Allez!

Él no fue quien atacó primero. Vio la fuerza de su empuje y rápidamente hizo una parada para evitar que marcara su chaquetilla, y al notar el leve vacile de su muñeca, enarboló su riposte, manifestándose de inmediato contra su ataque y marcando el primer punto de una corta jornada. Flexionó la rodilla de su pierna en postura frontal y estiró la pierna de apoyo para alcanzar su objetivo.

¡Touché!

Los comentarios no se hicieron esperar, viendo la habilidad de uno y de otro. El más alto dominaba la contienda y engalanaba su figura iluminada por el blanco, notándose la habilidad y su destreza para desarmar la postura rígida de su oponente y hacerle dudar a cada paso. Su coleta apenas estaba despeinada para cuando los leves y bajos aplausos se presentaron al finalizar el encuentro. Había miradas de aprobación y admiración para ambos.

Sai fue el primero en deshacerse de la careta, dejando libre su corto cabello negro y su rostro pálido lleno de una serena formalidad. Observó al otro hombre, quien no tardó en repetir su acción, mostrando una faceta gloriosa y sus, aún más, salvajes hebras de cabello en la coronilla.

Madara giró su cuello en suaves circunferencias un par de veces antes de mirarlo y asentir una única vez en su dirección, mostrándole que aprobaba su proceder. Sai aprendía rápido y pronto tendría la templanza suficiente para manejar y entender su entorno de la manera más esclarecedora posible. Le había hecho practicar esgrima para entenderse con él y para enseñarle unos cuantos trucos que solo se podían llevar a cabo teniendo la percepción adecuada de la posición en el cuerpo antagónico, además, estos trucos no solo se quedarían en el deporte, porque todo el análisis se lo llevaría al plano diario y ejecutaría sus planes conforme a las enseñanzas.

Saludó a un par de personas entre el exclusivo público y luego se fijó en la vista que tenía del club a través de los ventanales. Todavía era temprano. Su sobrino (el único al que consideraba su sobrino), se acercó a él, desabrochándose la chaquetilla en el proceso.

—Bueno, no me puedo quejar. Recibí otra lección hoy —habló con ese tono parcialmente alegre que se anteponía a cualquier otra emoción en su voz.

—Vas tomándote las cosas con más calma. El deporte lleva un tiempo, más uno con tanto análisis de por medio, aunque no lo parezca —explicó, desprendiéndose de los seguros de su indumentaria antes de colocar las prendas de forma ordenada sobre el mesón junto a la pista.

Lo vio asentir, como si intentara internalizar sus palabras más allá de una manera mecánica. No cabía duda de que su familia no había tenido ni la más remota idea de cómo tratar con el (ahora atenuado) comportamiento levemente asocial y odiosamente sincero en parámetros convencionales. No era como si Madara hubiese esperado que ellos solucionaran ese problema, de todos modos.

—Agh. Se me ha pasado la hora —dijo el menor de repente después de inspeccionar su reloj, no obstante, no parecía demasiado apurado.

—¿La hora para qué? —interrogó distraídamente, soltando su cabello de la coleta y colocándose una camisa fresca. Debía ducharse antes de ir al trabajo.

—¿No te lo dije? Es la boda de Sasuke —soltó con una leve mueca de desagrado.

Madara solo alzó la mirada hacia él mientras que algunos trabajadores pasaban y recogían todos los instrumentos, piezas y armas utilizadas en el lugar.

—Supongo que, como se espera, se casa con la mujer perfecta para tu familia. —Lanzó un bufido que parecía divertido, pero que realmente iba cargado de rabia.

Nuestra familia, tío Madara —recordó Sai con una sonrisa falsa surcando sus labios.

El aludido cruzó los brazos sobre el pecho. Su mirada era desdeñosa, como si se estuviese acordando de un insecto especialmente asqueroso al que quisiera pisotear. Lo único que lo había unido alguna vez al Clan Uchiha fue la existencia de su padre, Tajima, quien había tenido la condescendencia de reconocerlos, tanto a él como a Izuna, dentro de su exclusiva familia. Madara había crecido con otro apellido, dado por su parte materna, así que no echaba en falta para nada utilizar su primer apellido ligado a esa estirpe que lo había despreciado por ser un bastardo.

Sin embargo, él hace tiempo que había dejado de necesitar cualquier ayuda de aquellos seres, incluso había estado dispuesto a llevar a cabo los procedimientos legales para quitarse el apellido de nuevo, pero Izuna lo había detenido con esa incandescente competitividad nadando en sus ojos oscuros. Vamos a demostrarles que los bastardos de la familia pueden lograr más que ellos; le había dicho, y Madara había aceptado con una sonrisa de desafío. Derrumbar aquella casa de cristal y quebrar la vajilla de porcelana había sido su ambición desde muy joven, cuando el rencor y el odio hacia ellos lo segaba cual hojillas filosas.

Ahora que había aprendido el arte de la autopreservación, sus pasos eran cuidadosos y su desprecio, comedido. Hace tiempo que había ocupado su mente en otras cosas más importantes que atormentar a la parte visible de la familia, como, por ejemplo, odiar y truncar el paso de la Corporación Senju, sus más acérrimos rivales desde que habían crecido en prestigio en un tiempo más o menos parecido. Él e Izuna se mantenían utilizando el apellido materno, Akatsuki, en todos los ambientes en los cuales se movilizaban. Aquel también era el nombre de la editorial literaria que manejaba con dedicación y esmero, extendiendo su nombre hasta su propia edición de un periódico y una revista, además de poseer algún que otro porcentaje bajo en las acciones de otras empresas a las que les había echado el ojo y previsto el éxito en ciernes.

Para Sai, aunque su situación había sido distinta, se notaba en gran medida el elitismo de su familia, pues la prima de Fugaku se había casado con un hombre que el Clan desaprobaba y la había orillado a huir con él, eso o casarse con el mentado Hiashi, quien en su momento había sido el heredero absoluto de todas las posesiones del Clan Hyūga debido a que acababan de desheredar a su hermano gemelo, Hizashi, por no querer seguir el destino ruin marcado por su linaje.

Rio por lo bajo y con ironía. Algunos patrones familiares siempre se repetían, sin importar lo que se hiciera al respecto.

—No creo que quieran ver al bastardo de la familia por allí, ¿o quizá debería dar una sorpresa en la cena? —cuestionó como si de verdad lo estuviese evaluando, pero no tenía tiempo para jugar con la paciencia de los miembros de su elitista Clan. Ese día tenía cosas que hacer.

—Oh, vamos, Itachi no es tan malo —aseveró Sai.

—Ahí está, la evidencia recae en el tan —contradijo, liberando sus brazos y cuadrando sus hombros para caminar hacia el salón contiguo. Su sobrino lo siguió de cerca—. Además, Sasuke, Itachi… Itachi, Sasuke. ¿Cuál es el mayor? —Ni siquiera podía recordar eso.

—Itachi es el mayor, el amable de la familia, aunque también está el primo Shisui, siempre risueño. Sasuke es el menor y no se le parece ni una pizca, pero… —Frunció el ceño un momento, causando que Madara lo observara de soslayo por su silencio a la par que acomodaba sus cosas—, ¿sabes a quién sí se parece físicamente Sasuke? Al tío Izuna —lanzó sin mucha traba.

Madara emitió un gruñido bajo, en desacuerdo. Los malditos genes Uchiha haciendo estragos en la familia, lo sabía, todos se parecían. Él mismo se parecía lejanamente a su medio hermano Fugaku. Para su desgracia.

—De personas parecidas está lleno el mundo —cortó de tajo y le lanzó su bolso a Sai—. Ve, que llegas tarde a la unión nupcial.

El menor pronunció algo ininteligible mientras alzaba la mano para despedirse. Madara agitó la cabeza en su dirección, terminó por cambiarse de ropa y luego se concentró en la agenda de su celular antes de que la puerta volviese a sonar tras la partida de Sai. La imagen de una mujer de cabellos azules y un peinado alto acompañado de un accesorio, le recordó que era hora de volver al trabajo. Había pasado la mitad de la madrugada preparando unos documentos importantes para el cierre de un negocio y solo hacía falta que Izuna, su abogado y representante además de su hermano, le diese el visto bueno.

—Justo a tiempo, Konan —saludó en tono formal.

La mujer de camisa blanca y falda larga entallada, le dedicó una inclinación de cabeza.

—Señor Madara, buenos días —correspondió con seriedad mientras le extendía su agenda escrita y dos sobres. Su otro brazo estaba ocupado por una percha de madera y una funda oscura en la cual descansaba un traje rojo granate y una corbata negra—. Aquí está su agenda, como la solicitó.

—¿Y estos sobres? —inquirió.

—El sobre negro acaba de llegar hoy, una invitación directa para una reunión en la zona VIP del Club Izanami. Fue enviado por el Grupo Tsukuyomi y es esta noche. —Ella le ofreció una mirada significativa.

El hombre tomó el sobre y destapó el botón de seda, descubriendo un trío de tarjetas negras con letras y bordes dorados que hacían la función de un pase ilimitado. Usaría una por el momento.

—Ya lo veo —pronunció interceptando la mirada de su asistente. Hace tiempo que había dejado de divertirse en los clubes, pero negocio era negocio y cualquier campo de batalla era válido para discutirlo—. ¿Quieren cerrar el trato con tragos?, tendrán sus tragos.

La sonrisa ladina de extendió a través de su rostro. Realmente no sabían que tenía un buen aguante con el alcohol y sería difícil hacerlo desistir de sus directrices y cláusulas. Se divertiría viendo la frustración en los rostros de los altos ejecutivos de Tsukuyomi. Rápidamente, reparó en la otra carta blanca con un sello rojo que mostraba el símbolo del Clan Uchiha. Se guardó el sobre negro en el morral deportivo que contenía sus mudas de ropa y alzó la otra entre sus dedos, agitándola frente a los ojos de la mujer, a quien observó con una sutil elevación de una ceja.

—Esa llegó hace semanas, pero no la quiso leer cuando volvió de su viaje. La fecha indica que es hoy... —dejó caer.

Recibió una respuesta monosilábica. Él estaba sopesando si abrirla o no, casi compadeciéndose de la muchacha que entraría en la casa de los Uchiha; sin embargo, se decidió al final.

—Dame el traje y espérame afuera —ordenó con parca neutralidad.

Ella así lo hizo de inmediato y sin preguntar. Pocos momentos después, él se dirigió directamente a las duchas luego de dejar lo importante en el cubículo de los solitarios casilleros. Abrió la carta forzando el sello de lacre y leyó.

"Las honorables familias Uchiha y Hyūga, con la considerada y respetuosa manera que usted se merece, le invita a ser partícipe de la unión de nuestros íntegros hijos, Sasuke Uchiha y Hinata Hyūga..."

—"La fecha queda pautada para el día viernes"… y no me importa lo demás —culminó echando la carta al cesto de basura para así proseguir con lo verdaderamente importante. Tenía todo un día por delante y pretendía no atrasarse en su agenda ni por un segundo.


—¡Maldita cerda! —exclamó Sakura mientras le encestaba un puñetazo en el brazo, quizás demasiado fuerte—. ¡Me dijiste que era una cena benéfica!

—¡Ay, frentona! —respondió la rubia con el rostro arrugado, frotando la piel que había sido víctima del golpe de Sakura—. ¿Has estado haciendo pesas con tus pacientes o qué? —continuó con una expresión adolorida—. Este es un evento benéfico para ti, ¿o por qué crees que Neji te dio ese sobre? Neji no da ni una moneda a un vagabundo —refunfuñó por lo bajo antes de hacerle una seña a Shikamaru quien, sorprendentemente, había dicho que iba a ir también.

Había recibido una llamada de su amiga unas horas después de su partida de la iglesia junto a Neji, avisándole que iría a su departamento porque no quería volver al suyo, al menos no tan pronto. Ino Yamanaka se encargó entonces de todos los invitados, uno más estupefacto que el anterior al decirles que la ceremonia se había cancelado. Había acomodado el vestido en su funda oscura (gracias a dios) y se lo había llevado rumbo a su apartamento en compañía de un Naruto que estaba chispeante de los nervios.

Tenten y Shikamaru habían desistido de ir al lugar al saber que Sakura estaba allí, y no porque no quisieran compartir y aligerar su sufrimiento, sino porque sabían que los dos mejores amigos de ella eran su inseparable Ino-cerda y el tonto de Naruto. Probablemente querría hablar con ellos primero, así que Shikamaru le había dicho a su compañera de trabajo que le avisara si necesitaba algo.

La mujer de ojos azul verdoso todavía no podía creer que Sasuke hubiese sido capaz de semejante canallada el mismo día de su boda, pero ojalá hubiese podido meterlo a la celda bajo esa acusación. Deseaba con fervor pisotearlo hasta que solo quedara polvo de su persona. Sakura había pasado toda la tarde llorando en sus brazos, contándole a ella y a Naruto todo lo que había visto. Había sido particularmente extraño que el rubio estuviese tan serio y demacrado, pero era entendible con esa situación.

Su mejor amigo le había hecho daño a su mejor amiga y debía estar con los sentimientos tan revueltos como ella, o incluso más. Casi al atardecer, había murmurado que tenía que irse, su tono sonó triste en ese momento y solo depositó un beso en la coronilla de Sakura antes de partir. Ino suspiró, su amiga se había quedado dormida y ella se había aliviado porque así podía dejar de pensar en el desastre de su boda un rato.

Conocía a Sakura desde que era niña y la había defendido de comentarios horribles sobre su persona. Algo recurrente en ciertos colegios de buena sustentabilidad económica. Los padres de su amiga habían hecho un esfuerzo para que estudiara allí y Sakura hizo lo propio con sus méritos por sus calificaciones e inteligencia. Sasuke y Naruto habían estado allí también, una pareja dispareja que era extraña de ver sin evitar preguntarse cómo el niño serio y guapo del salón estaba siempre acompañado de otro que solo hacía escándalos y no sabía moderar su voz cuando hablaba. Ino y Sakura estuvieron muy enamoradas de Sasuke en ese tiempo, demasiado, tanto que la amistad que compartían se vio afectada por eso y se habían distanciado un tiempo cuando pasaron de la primaria a la secundaria.

Entonces Ino se dio cuenta de que Sakura, Naruto y Sasuke habían formado una burbuja de complicidad en la que nadie más podía entrar... y ella lo había aceptado. Esperó en el pasillo que Sakura saliese y le había interceptado con un abrazo sorpresivo y un "te deseo mucho éxito" refiriéndose a su relación con Sasuke. Ambas lloraron por la distancia que se había hecho demasiado grande entre ellas, pero no tardaron en recuperar las vivencias perdidas y su inseparable amistad.

Joder. Ambas tenían la llave del apartamento de la otra, se contaban las cosas con lujo de detalle, e Ino la había estado acompañando una semana entera luego del accidente mortal de sus padres en el último año de instituto. Su familia, el prominente Clan Yamanaka que dedicaba su vida al cumplimiento de las leyes y cuyos miembros siempre estaban vinculados a la policía, había permitido que Sakura se quedara con ellos hasta que se graduaran.

Apretó los puños. Mierda, incluso sabía cuándo Sasuke le había quitado la virginidad a Sakura y había tenido que escuchar miles de veces cuán perfecto era y las burlas amistosas de que ella se le hubiese adelantado, pero Ino no había estado presurosa de acostarse con alguien. Pronto, agradeció no haberse empecinado con Sasuke, aunque la rabia estuvo muy a flor de piel cuando se enteró de que ese malnacido engañaba a Sakura con Karin. Le había hervido la sangre y no contuvo la fuerte bofetada que le dio. "Este no es tu asunto", le había dicho él con todo el maldito descaro del mundo.

Y ahora...

Todavía podía ver rastros de lágrimas en el semblante temperamental de Sakura, un rostro que podía variar de expresiones en segundos. Pasar de la alegría a la vergüenza para luego caer en la molestia. Ino adoraba a Sakura como adoraría a una hermana de haberla tenido. Sasuke había sido un hijo de puta y ni siquiera era capaz de dar la cara.

Ser ruin y vil... Y Sakura le había perdonado todo siempre con ese corazón de pollo que tenía, demasiado frágil cuando se trataba de Sasuke y su propia estabilidad mental. Ino le había dicho que idealizaba al susodicho, que el amor no podía hacer que se rebajara de esa manera, pero no le había entendido. Suponía que era porque Ino no había encontrado las palabras adecuadas de cómo debía ser el amor porque ella nunca se había enamorado, así que no podía hablarse con el corazón en la mano y desde su experiencia personal. Su enamoramiento de pequeña con Sasuke no podía ni contarse.

—Si Neji te dio ese sobre es porque de verdad se preocupó, aunque no lo diga —aseveró Shikamaru con una mirada evaluativa a la fachada. El letrero de neón resaltaba el nombre de "Izanami" en un suave color azul.

Ino asintió con rapidez, echando hacia atrás su melena suelta que combinaba perfectamente con su suave vestido entallado con una tonalidad malva. Su flequillo le daba un aspecto inadvertidamente seductor. Sakura se había quedado con el vestido negro y agregó el brazalete que había encontrado en él, aunque había pedido a Ino que le prestase unos zapatos de tacón a juego para no desentonar demasiado en la cena benéfica. Ino había contenido la risa por la bárbara ingenuidad de Sakura, pero así era mejor. Su corazón de pollo la haría arrastrarse hacia el supuesto evento benéfico en favor de las personas con enfermedades terminales a pesar de su estado de tristeza latente, pero no hubiese podido levantarla si simplemente le hubiese dicho que iban a un club. Neji realmente había calculado todo al decirle a Sakura que a ella le gustaría el contenido de ese sobre, porque sabía que si Sakura no veía no querría ir.

Ese ser sin emociones al parecer tenía un pedacito de alma sensible por allí. En definitiva no era un monstruo como Sasuke.

—Pero… ¿un club? ¿De verdad? —Se notó acongojada.

Para su sorpresa, fue Shikamaru quien colocó una mano sobre el hombro de Sakura y la contempló con aquella observación que Ino le había visto emplear cada que se encontraba con un patrón particularmente difícil en su trabajo como hacker del equipo. Rodó los ojos. Claramente, su compañero estaba tratando de descifrar las emociones de Sakura como si se enfrentase a una máquina de mensajes encriptados.

—Nunca sabremos por qué Neji quería que vinieras si no entramos, ¿no? —soltó con ese tono suyo de brutal sinceridad.

Sakura boqueó y estuvo a punto de replicar, pero Ino se apresuró a arrastrarla hasta la entrada para tambalear su necedad.

—No hay tiempo que perder —apoyó ella notando que su amiga de pelo rosa quería ejercer presión sobre su agarre, pero Ino estaba decidida a que entraran. No se había arreglado así por nada.

Mostró el trío de entradas al vigilante y este las inspeccionó con apoyo de su ayudante para poco después darles el visto bueno y hacerles entrar luego de proporcionarles unos broches dorados que indicaban que eran invitados de la zona VIP. Shikamaru iba a un costado de Sakura, con las manos metidas en los bolsillos de su pantalón casual y luciendo una camisa verde con los primeros botones desabrochados. Su coleta se veía todavía más despeinada que de costumbre, probablemente porque no estaba en contexto laboral esa noche.

El ambiente oscurecido del club les dio la bienvenida junto con la música bailable y una cantidad considerable de personas apostadas en varias mesas circundantes. El reflector rectangular de luz blanca ubicado en el punto más alto del techo y las luces móviles de color azul más bajas, hacían parecer como si estuviesen en el fondo del mar. El espacio era amplio, Ino notó de inmediato la plataforma en forma de escenario que se alzaba en el centro, en la cual vio una batería, un par de micrófonos incrustados en sus respectivos trípodes y una guitarra eléctrica entre otros más equipos. Suponía que alguien iba a tocar en vivo esa noche, aunque no sabía si eso ocurría con regularidad, pues era la primera vez que iba.

—Buenas noches. —Se escuchó pronunciar a alguien y los tres giraron hacia él. El lugar se empezaba a abarrotar de gente—. Tienen el broche de la zona de invitados. Por favor, síganme —indicó mientras señalaba unas escaleras antes de comenzar a subir.

Ino empujó a Sakura primero, quien subió los escalones casi a regañadientes, murmullando por lo bajo que le cortaría el pelo y le quemaría las pestañas mientras dormía, o algo así; no obstante, eso no impidió que siguiera haciéndole avanzar hasta una mesa ubicada en un balcón interior protegido por un sencillo barandal. Desde allí, tenía vista de todo el piso inferior.

—Wow, puedo ver la tarima desde aquí perfectamente —dijo poco antes de asentir en agradecimiento al muchacho que los había llevado por mover la silla para ella primero y luego para Sakura, cuya curiosidad ya se empezaba a asomar por debajo de esa cara de molestia.

Sakura tomó asiento con un leve gracias al aire e intentó apartar los pensamientos que le habían atenazado todo el día desde la mañana. Cuando sentía que quería llorar de nuevo, apretaba los puños y recordaba la rabia que había sentido al saber la verdad de la inasistencia de Sasuke. Las imágenes recorrían su mente una y otra vez, una y mil veces más. Toda la familia que ella conocía de Sasuke había estado allí presente en esa ceremonia, apoyando a la hermosa novia a su lado. Dios. La había visto apenas de soslayo cuando salieron de la capilla, con su vista empañada en lágrimas, pero era preciosa. Despedía la delicadeza de una bailarina de ballet clásico, con su elegancia y su suavidad, como un rasgo innato en sus movimientos.

No le había querido preguntar mucho más sobre ella a Neji. No quería amargarse escuchando cuán perfecta era esa tal Hinata que había terminado ganando… pero eso ineludiblemente la movía a pensar en lo malnacido que había sido Sasuke, cómo se había ensañado con ella y cómo la había hecho gastar los ahorros de toda una vida en algo que no se llevaría a cabo. Tonta, ilusa, enamoradiza. Toda su vida la había consagrado a Sasuke, cual sacerdotisa de templo adorando a su Dios. Ahora, en una temprana perspectiva, se sentía adolorida, asqueada de sus decisiones previas, atormentada.

«Demonios, todo ese dinero gastado… lo pude haber utilizado para mi ingreso a Cirugía General y mi especialización en Neurocirugía», se lamentó.

Por Sasuke, por querer tener su propio dinero para pagar la boda increíble con fiesta y todo el bombo que deseaba, por querer compartirlo con él cuando se casaran y vivieran juntos, se había conformado por completar su formación en la escuela de enfermería y quedarse allí, reuniendo lo necesario hasta que llegase el día. Podía vivir así, sin cumplir su sueño siempre que Sasuke estuviese a su lado. No importaba nada más.

Y una mierda.

Su puño se alzó y se estrelló contra la mesa. Sus acompañantes se sobresaltaron por la vibración, pero el sonido de la música ahogó el golpe. Sakura miró directamente al reflector blanco, pero luego giró la cabeza de inmediato al sentir las manos de Ino acunando su puño apretado. Tenía aquella sonrisa de fortaleza y supremacía que le hacía recordar a cuando corría al montón de niños que la molestaban. Ella se sintió enternecida y asintió hacia ella en agradecimiento, entendiéndose sin palabra alguna.

Sus ojos verdes luego se enfocaron en recorrer el sitio mientras Shikamaru e Ino pedían unas bebidas al mesero que se había acercado. La vista desde allí era impresionante y podía notar la cantidad de gente abajo, pululando alrededor del escenario y frente a las barras laterales, ya repletas de personas. Se percató que, de ninguna manera estaban solos en ese piso. La cantidad de gente era mucho menor, pero el amplio espacio iluminado con pequeñas luces blancas de pared, tenía sus otras nueve mesas ocupadas. Ellos estaban en el lugar más alejado a la barra y más apegado al barandal, pero se ubicaban en una vista directa de la misma.

Más allá de las mesas y avanzando hacia otra sala por la cual se entraba a través de un marco iluminado y unas escaleras descendentes, Sakura podía ver a un grupo de personas sentadas en sillas bajas de una costosa tela negra que debía sentirse suave al tacto. Había al menos diez hombres allí, rodeando una mesa cafetera de cristal que ya tenía un cubo rodeado de unos cuantos vasos y algunas copas, pequeñas botellas de alcohol y otras dos botellas de un vino que debía ser carísimo, al menos a juzgar por la vestimenta de los presentes en ese lugar.

Pudo identificar un cabello rojo entre un montón de cabellos castaños, pero el que más llamó su atención fue el impresionante cabello negro y suelto que parecía peinado y salvaje al mismo tiempo. Hacía un contraste sobrio y elegante con el traje rojo granate de su dueño. Sakura pudo sentir hasta envidia, ese cabello parecía irreal de lo largo y brillante que parecía.

Y ella que había estado empecinada desde pequeña por tener el cabello largo para su Sasuke… Apenas le llegaba a la mitad de la espalda, pero con las ondas se veía más corto y con algo de más volumen. Se quedó un rato más viendo fijamente hasta que el leve movimiento de alguien pasando entre las mesas, la distrajo. Notó que tenía dos dedos presionados contra el auricular en su oreja derecha, casi camuflado entre sus cabellos plateados. Vestía completamente de negro y entró en aquella sala para decirle algo al hombre de cabello rojo, allí fue cuando reparó en que llevaba una máscara que le cubría la mitad del rostro. Vaya anonimato

Su mirada se desvió de nuevo hasta el hombre que había catalogado como melena divina mientras el enmascarado se quedaba de pie allí, pero ella pudo notar su mirada directamente sobre su silueta, como si la estuviese inspeccionando, así que optó por hacerse la desentendida y volver sus ojos hasta el escenario. Pronto, la música se apagó.

—¿Hum? ¿Va a comenzar el concierto en vivo? —interrogó Shikamaru por lo bajo.

—Eso parece —respondió ella mirándole antes de enfocarse en Sakura nuevamente—. ¿Te gusta el ambiente? —interrogó, aunque no recibió respuesta. La aludida se había quedado embelesada e Ino tuvo que mirar hacia abajo para saber por qué, causando que emitiera un chillido.

Detrás, directamente desde el foro del escenario tras bambalinas, surgieron tres figuras. La primera engalanaba la noche con su cabello rubio ceniza, su mirada astuta de un verde musgo y su vestuario con corte de sirena de un color lila. Ino se sintió eclipsada, y no dudaba que cualquier mujer en ese lugar se hubiese sentido así con su fuerte presencia.

—Vaya, pero si son los Hermanos de la Arena —mencionó casualmente Shikamaru al estirar su cuello, pero la rubia pudo ver el fantasma de una efímera sonrisa en sus labios.

Observó de nuevo a Sakura, que tenía sus manos contra los labios y parecía apunto de llorar por la emoción más que por la tristeza que había cargado en todo el día. De golpe, comprendió el gesto de Neji y entendió que Shikamaru también lo sabía y por eso estaba allí también. Se sintió un poco superada. Ella podía darle apoyo emocional, pero no hubiese podido conseguir tan fácilmente una entrada VIP para un club privado en el que tocaría una de las bandas favoritas de Sakura.

Contempló una vez más el escenario y vio la cara tintada de Kankuro, el compositor y baterista del grupo, el hermano mayor. A Gaara, el menor, con su cabello rojo y su mirada aguamarina mortalmente seria que atraía infinitamente a la mayor cantidad de fanáticas femeninas del grupo (sin menospreciar a Kankuro). Era el multiinstrumentista y prodigio musical, por lo que sabía Ino de las entrevistas que había leído en los recortes que Sakura sacaba de cada revista que salía con una edición de la banda.

Sus ojos volvieron a la exótica sensualidad de Temari, la hermana mediana y cantante versada con un amplio rango vocal. Hicieron sus breves saludos antes de que su música empezara a llenar el lugar y el público enloqueciera con palabras de amor. La propia Sakura se levantó del asiento y apoyó sus manos en la barandilla, cantando con sentimiento cuando entre el repertorio de canciones salió su favorita, esa que Temari cantaba junto a la profunda voz de Gaara y que relataba cómo se habían conocido dos personas destinadas a estar juntas. Ino notó que su amiga estaba llorando de nuevo para cuando Shikamaru le avisó que iría al aseo y volvería pronto.

De verdad, no tenía idea de cómo agradecerle a esos dos, a Neji y a él, que le regalasen una noche así a Sakura después de que el hijo de puta la dejara plantada en el altar. Un concierto de una de sus bandas predilectas no sería suficiente para quitarle el dolor, pero despejaría su pensamiento mientras estuviese allí, viéndolos y escuchándolos cantar.

Llegó un momento en el que Sakura perdió la cuenta de cuántas bebidas llevaba, pero pronto se vio sumida en un coro de gritos junto a Ino mientras se movían al son de la música más alegre de la banda. Estaba extasiada, emocionada con el alcohol recorriendo su cuerpo mientras escuchaba en vivo y en directo por primera vez a los Hermanos de la Arena. El pensamiento sobre Sasuke había quedado muy enterrado entre sus lagunas mentales, pero no tardaría en salir a relucir de nuevo cuando estuviese sobria otra vez. Lo sabía.

Ambas amigas se encontraban riendo cuando la banda hizo un breve receso antes de su última canción, pero Sakura necesitaba desesperadamente ir al baño, así que le dijeron a Shikamaru, quien les indicó dónde quedaba la zona que buscaban. Ellas se dirigieron rápidamente, Sakura un poco más consciente que Ino al tener buena resistencia al alcohol (bendita fuese su maestra Tsunade), pero esa misma consciencia le hizo detenerse en seco sin razón alguna. En el pasillo, de espalda a ella y hablando con otra persona, estaba ese hombre con ese cabello.

Melena divina… —susurró por lo bajo el estúpido apodo que se había inventado mientras lo veía, abarrotada de sonidos y sensaciones varias por el concierto.

Para su desafortunado proceder, Ino la había escuchado. Para cuando ella reaccionó, ya era demasiado tarde.

—¡Oye! ¡Melena divina! —gritó mientras se movilizaba rápido hacia la figura y le abrazaba.

«¡Serás imprudente, Ino!», gritó alarmada en su mente agarrotada, saliendo del trance y corriendo hacia ella para colocarle las manos sobre los hombros, apartándola así del hombre. Él había colocado los brazos al aire como para evitar tocarla, no sabía si por precaución o sorpresa. Ino solo se reía y Sakura quería que se la tragara la tierra. Solo le quedaba pedir disculpas, así que alzó la mirada hacia él.

Ojalá no lo hubiese hecho.

El alcohol le bajó de golpe al contemplar sus oscuros ojos, vigilantes, profundos, demasiado parecidos a otra persona que su mente buscaba desesperadamente echar hacia el lugar más recóndito de su memoria y cerrar su recuerdo con llave. Tomó una bocanada de aire irregular. Él la seguía observando con una leve expresión interrogante mientras ella solo podía detallar la definición de sus rasgos fuertes, las facciones de un hombre hecho y derecho que había vivido algunos años más que ella en el mundo.

Por supuesto, ella no lo hubiese podido adivinar en ese instante, no hubiese podido estar al tanto de que el karma actuaría sobre ella de la manera más benevolente posible al colocar a este ser frente a ella. A su verdadero hombre destinado.


¿Se merece continuación? Siéntete libre de dejar tu opinión en un review si lo deseas.

Cabe aclarar que no pretendo plasmar ningún tipo de relación tóxica de Sakura hacia Madara o viceversa. Suficiente tendremos con Sasuke cuando aparezca, ejem… Destaco que, aunque Sasuke se ha casado con Hinata, ambos tendrán su propio espacio y desarrollo de manera separada y con sus problemas particulares más allá de su matrimonio (¿será un matrimonio arreglado? Um... Madara tendrá un punto, quizá).

¡Saludos!