Capítulo I
Hay poco registrado sobre la juventud de Perseo. Ciertamente provenía de una familia de pescadores del Pireo de Atenas y fue hijo único hasta la muerte de sus padres alrededor del año 172 d.C. Dado su conocimiento disperso pero amplio de la filosofía, se creía que Perseo había sido instruido en la filosofía aristotélica por su padre, pero resultó ser que su madre, Sara, fue sirvienta en el Liceo de Atenas y le transmitió a su hijo todo lo que aprendió de oír a los filósofos en sus diatribas.
A la temprana edad de siete años Perseo quedó huérfano y paso todo un año en las calles de Atenas, aprendiendo sobre otras escuelas filosóficas, que muchas veces ofrecían comida a oyentes no inscritos. Viviendo como un niño de la calle, adquirió habilidades de supervivencia por su cuenta y de otros de su calaña.
Durante una gira del César Marco Aurelio a las provincias griegas le permitió conocer a un andrajoso Perseo que escuchaba en las gradas la filosofía estoica. Marco Aurelio señaló en sus Meditaciones que el agudo intelecto de Perseo era prominente en esta etapa de su vida: el niño era un extraño juez de carácter a los ojos del emperador. La habilidad para juzgar a las personas habría ayudado a un niño que vivía en las calles de Atenas, permitiéndole evitar perder su confianza. Esto vastó para que el César lo acogiera en la purpura y lo tomase como su hijo.
Una vez adoptado por Marco Aurelio en 173 d.C., Perseo acompañó a su nuevo padre a través del Danubio, lo que permitió que los dos se unieran por intereses compartidos en el estoicismo y soportar las dificultades de la vida. Tres años más tarde fue llevado a Roma por primera vez, con escolta, ya que Marco Aurelio no deseaba exponer al niño a posibles usurpadores. En la Ciudad Eterna, Perseo tuvo que competir con su hermano Cómodo, que no solo era cuatro años mayor que él, sino hijo natural del emperador. Sin embargo, rápidamente se hizo evidente que Perseo era el favorito del emperador. Mientras que un joven Cómodo a menudo permanecía en Roma bajo la tutela de lo que su padre llamó "una gran cantidad de buenos maestros", Perseo viajó con frecuencia con su padre después de 177 d.C. y aprendió las formas de la guerra junto con estudios de retórica y filosofía bajo el ala de su padre.
Sin duda inspirado por los celos, Cómodo comenzó a idear complots para eliminar a su único competidor por el trono del Imperio. Inicialmente, tales pensamientos de usurpación pueden haber sido solo una fantasía para el hombre, pero cuando Marco Aurelio nombró a su hijo adoptivo segundo princeps iuventutis (sucesor) junto a Cómodo en 178, Cómodo probablemente comenzó a organizarse y motivarse a sí mismo para tomar medidas contra su hermano.
Aquí la historia pierde de vista los acontecimientos. El registro simplemente dice que Cómodo apareció muerto en su casa por la peste. Sin embargo, las malas lenguas postularon recientemente que la afamada arquitecta Annabeth, solo una sirvienta en ese momento pero una compañera cercana de Perseo, debe haberse enterado del nefasto complot contra quien, según algunas fuentes, tenía una relación amorosa y usó veneno para eliminar la amenaza. De una niña de solo quince años, tal comportamiento astuto ha generado comparaciones históricas con Livia Drusila, otra mujer que se cree que trabajó entre bastidores para controlar la política de Roma.
Cuando los comandantes padre e hijo regresaron de Germania, se les informó de la repentina enfermedad y muerte de Cómodo. Si cualquiera sospechaba de un juego sucio, permanecían en silencio. Con la muerte de Cómodo, Perseo fue el único heredero vivo del emperador y dos años más tarde, Marco Aurelio murió a causa de la Peste Antonina y Perseo Aurelio Antonino fue nombrado Augusto, Pontifex Maximus, Imperator y Primer Ciudadano por el Senado y la Legión.
En cuestión de semanas, el niño estaba pasando por las costumbres adecuadas para recibir su toga virilis, convirtiéndolo en un hombre a los ojos del público, y se casó con Regina (Reyna), hija del influyente general Pompeyano, quien se convirtió en su augusta, aunque algunos señalan que su corazón está con Annabeth. Rumores como estos no presagiaban nada bueno para el joven emperador... ¿O si?
Como emperador, Perseo puso fin formalmente a las guerras de su padre contra las tribus germánicas y sármatas, extendiendo el triunfo a los cuatro generales principales que lideraron las legiones de Roma bajo el mando de Marco Aurelio y encargando una columna de victoria para su padre; Clodio Albino, Pescenio Niger, Septimio Severo y Helvio Pertinax. La aprobación de los títulos fue seguida inmediatamente por anuncios de que se construirían nuevas defensas a lo largo de los Cárpatos y que compartiría la "sabiduría de su padre" con el mundo, leyendo varias líneas de los escritos personales de Marco Aurelio. Unos meses más tarde, estos escritos circularon como Ta eis Heauton (Meditaciones). Más adelante en el reinado de Perseo, los patricios leían y discutían abiertamente este texto como una forma de ganarse el favor del emperador o demostrar su apoyo a él.
Lemon
Regina se retorcía y gemía de excitación apenas disimulada. Entre las piernas de su marido estaba el hermoso rostro de Annabeth, que tomó la punta de la polla de Perseo y la lamió. La rubia rolliza adoraba la polla de Perseo mientras Regina miraba.
El hecho de que Annabeth tomara la polla de su esposo profundamente dentro de su boca, bueno, hizo que Regina sintiera frustración y también emoción. Junto con una nueva cantidad de determinación para llevar a Perseo profundamente dentro de ella. Además, que una plebeya griega sea más cercana a su marido que ella, su esposa, la hacía tan envidiosa como mojada.
Regina vio la verga de Perseo retorciéndose de emoción. Sabía que Annabeth le hacía esto cada vez que el César la honraba visitando su taller. Gracias a Perseo, Annabeth abrió su propio negocio y cumplió su sueño de ser la primera mujer arquitecto de Roma. Este mismo día Perseo había inaugurado el nuevo puerto de Ostia. Cinco veces más grande que el anterior, muntiplicara cinco veces el envío de grano desde Egipto. El puerto circular estaba colmado de eficiencia y belleza por igual, y en el medio tenía una isla con más de dos docenas de astilleros, para armar docenas de trirremes en cuestión de semanas. Coronando el "Puerto Neptuniana" estaba el Templo de Neptuno Fortis, con una colosal estatua de oro, perlas, corales, mármol y hueso de ballena pulverizados del dios Neptuno en toda su gloria. Toda la obra surgió de la cabeza de la arquitecto oriunda de Grecia.
Hablando de cabeza, la cabeza de Annabeth rebotaba en el regazo de su patrón como una cortesana de clase mundial. Miró fijamente a Regina, casi burlándose de la imperatrix con su destreza. Lentamente, ella saco la vara de su boca con un ruido obsceno y varios hilos de saliva unían la verga de casi veinte pulgadas con sus labios turgentes.
–Alguien tiene que encargarse de las necesidades viriles del Princeps, ¿no es así, domina?–
Regina se mordió el labio. El hecho de que Annabeth chupara la verga de Perseo con tanta fuerza la hizo estallar de emoción. Observó cómo Annabeth descendía hasta el pene de Perseo. Miró a Regina a los ojos, como diciendo que sabía lo que le gustaba a su esposo. ¿Y qué iba a hacer Regina al respecto? No había mucho que Regina pudiera hacer, excepto mirar, anhelar y complacerse. Esos labios se envolvieron alrededor de la verga de Perseo cuando Annabeth los inmovilizó en el prominente poste de Perseo. Él tocó a tientas la parte de atrás de su cabeza y empujó su longitud más profundamente dentro de ella.
–Anny, estoy cerca– dijo Perseo, haciendo que Annabeth y Regina aumentaran sus esfuerzos.
Mientras Annabeth alojaba la poderosa herramienta del emperador en su esófago con redoblado esfuerzo, Regina jadeaba mientras metía tres dedos en su coño. Se tocó a sí misma mientras disfrutaba del espectáculo de ver como otra chupaba la gran y gorda verga de su marido. Ella tarareó deliciosamente para él y sorbió su longitud divina. Annabeth mostraba una alegría ardiente en sus ojos, mientras hacía arcadas obscenas y ruidosas al mamar a su señor.
Frotando esas bolas, tan grandes y gordas como un par de toronjas, asegurándose de que los ojos de Regina estuvieran sobre ella. La expresión de Annabeth no podía ser más clara, iba a tragar una enorme carga de su semen y hacer que Regina la viera hacerlo.
Con un gruñido casi animal, Perseo le dio a Annabeth una gran ración de semillas calientes y viriles. Ella gimió cuando tomó su verga en su garganta y vertía todo su simiente directamente en su estómago. Perseo se inclinó y terminó de vaciar hasta la última gota de semilla en su garganta. Annabeth se echó hacia atrás y besó su pene, en un gesto de agradecimiento y sumisión.
Annabeth se levantó y con un ademan se quitó su estola. La boca de Regina se abrió y empezó a babear, las tetas de Annabeth eran algo exótico para la patricia romana. Montañas broncíneas firmes y casi redondas, tan grandes y suaves, coronadas con pezones rozados seductores. La greco-romano se acercó y se sentó en las piernas de Regina. Con atrevimiento y su mano sujeto su cara, y la obligó a verle a la cara. Annabeth abrió su boca y le mostró la perlada semilla de su esposo en su lengua rosada, acto seguido de que la rubia llevara un dedo a su boca, tomara algo de la esencia viril y la untara en uno de sus pezones, solo para pasar al otro.
Regina gimió de frustración, cuando Annabeth mantuvo su cara lejos de sus tetas, más apetecibles que nunca. Luego de una eternidad para la augusta, la arquitecta le dejo prenderse de sus pechos. Lamiendo y chupando por partes iguales, el sabor de la semilla de su esposo se mezclo con otro sabor más... leche, leche materna.
–¡Que escandaloso! ¡Una plebeya griega dando a luz al hijo del primer ciudadano del Imperio!– exclamaba mordazmente Annabeth, mientras forzaba la cabeza de la emperatriz en sus tetas –Mnnn pero era inevitable, después de todo, su muy noble esposa no ha cumplido con su deber–
Perseo fue detrás de Annabeth y palpó a la rubia curvilínea justo en frente de su esposa.
–El César es un hombre joven y fuerte, pero sumamente ocupado– decía ella mientras frotó su verga de Perseo entre sus muslos, cubriéndola con los jugos de su coño –Tiene el peso de Atlas en sus hombros, lo menos que debería tener es una verdadera mujer que le ayude con sus cargas y le complazca en la cama–
–Sin subligar (ropa interior)– gruñó Perseo en su oído.
–Mmm, siempre estoy preparada para atender sus necesidades– dijo Annabeth –Sabia que necesitarías alivio desde Ostia... y que esas sacerdotisas de Venus no serían suficientes... mmm, las mujeres romanas tienen poca imaginación, deberías solicitar a la líder de las heteras de Corinto... dicen que es una semidiosa de Afrodita–
Perseo tocó a tientas las grandes y gordas tetas de Annabeth y las hizo rebotar en la cara de su esposa. Regina simplemente cerró los ojos y se dejó hacer. Luego, volteo a la rubia, la sujeto por su culo gordo y la elevó, haciendo que Annabeth se sujetara a él, abrazándolo con brazos y piernas. Regina observó cómo Perseo bajaba a la griega sobre su longitud y tomó toda su verga dentro de su coño. La verga gruesa y casada del hombre más poderoso del imperio se alojo dentro del sexy arquitecto. Perseo penetró más profundamente en Annabeth y se aseguró de chuparle las tetas de la manera más lasciva posible justo en frente de su esposa.
–¡Ah! Eso es todo, deja que todo tu estrés y tus preocupaciones fluyan ¡Ah! ¡Dioses! No había sentido esto desde Mediolanum... Mnnn, si Regina ¡Ahí fue donde tú señor esposo puso a NUESTRO hijo en mi vientre! – gimió Annabeth con sus ojos entornados –¿Eso te calienta? ¿Que clase de noble romana se excita al ver cómo su marido le pone los cuernos? ¡Ah! No te lo mereces pero... mmm... puedes tener lo que sobra al final–
Perseo levantó y dejó caer a Annabeth sobre su miembro viril. Él gimió cuando Annabeth apretó su húmedo coño alrededor de su verga. Perseo se inclinó y le chupó las tetas con fuerza, bebiendo de su leche. Annabeth cerró los ojos y sintió como Perseo le hacía el amor, dejando escapar otro grito cuando su coño recibía embestida tras embestida, llevando la lanza de su amado más profundo dentro de ella. Annabeth ordenó amorosamente la verga de su amante, mientras esté correspondía sus esfuerzos golpeando con más fuerza su cérvix, queriendo abrirse paso a su útero.
Otro orgasmo hizo que Annabeth explotara con fuerza por él. Sus ojos se pusieron en blanco cuando su coño derramaba sus jugos sobre él. Perseo la clavó en su gran polla y la perforó. Su coño se estiró más allá de lo normal y permitió la intrusión del miembro invasor hasta su útero. En respuesta, Annabeth apretó sus paredes internas alrededor de Perseo y siguió ordeñándolo mientras eyaculaba otra vez.
–Mnnn, te siento tan adentro... ten cuidado, tengo a nuestro hijo dentro mio– gimió Annabeth.
–Tranquila, Galeno me dijo que no abría problema hasta los meses finales–
–Mmm, en ese caso continua– dijo ella, entonces se volvió a ver a la esposa cachonda– ¿Te gusta que tu hombre domine a otra mujer y las deje preñadas?– preguntó Annabeth a Regina, sin esperar realmente que contestará.
–Mnnn, la conquista de Germania trajo consigo más que solo su territorio ¿Sabe tu padre que las princesas bárbaras que trajo recibirían más atención de su emperador que su propia hija?– decía Annabeth – Quizá lo sabe, quizá sabe de la insatisfacción del emperador y busco arreglarlo con regalos... Mnnn, Una de esas germanas puede cambiar de forma ¡Ah! a ella le gusta convertirse en ti y ser mejor que tú también–
El hecho de que una bárbara pudiera hacerse pasar por una mejor versión de ella y que Perseo pudiera follársela, puso tan caliente a Regina como un volcán. Necesitaba una verga con urgencia.
–¿Necesitas a tu hombre? Mnnn... tendrás que esperar un poco, que aún no terminamos de ensayar la concepción de nuestro segundo hijo ¡Ah!–
Perseo cambio de postura, sentándose en su silla curul, mientras Annabeth saltaba y saltaba sobre su verga. Tanto con su coño como sus tetas complacían al emperador, y Regina se dio cuenta de que su esposo iba a correrse en el coño de otra mujer... una mujer ya impregnada con su hijo.
–¡Oh si! ¡Llena a tu amante con tu semen!– gimió Annabeth –MUESTRAME COMO ROMA CONQUISTO GRECIA, PERCY–
Percy, solo Annabeth lo llamaba así, vació su semen en el coño de la hermosa rubia. Annabeth soltó otro grito cuando él la llenó hasta sus ovarios y se vino también. Los dos se corrieron mientras Perseo vaciaba su semilla espesa y viril dentro de ella.
En el segundo en que Perseo salió de Annabeth, ella le hizo señas a Regina para que se acercara.
–Gracias, mi señor–
Regina se apresuró a arrodillarse frente a Annabeth. Ella estaba feliz por el privilegio de comer la semilla de su esposo del coño de otra mujer.
Era una vista excitante, Annabeth tenía el porte una reina, incluso una emperatriz, aún estando desnuda y exhausta. Mientras que Regina, una miembro del noble orden patricio, se veía como la más servil de las plebeyas... Incluso podría pasar por una esclava.
El emperador se acercó por detrás de Regina, subiendo su estola, revelando su enorme culo y coño mojado.
–Finalmente voy a cumplir con mis deberes conyugales–
Perseo le dio una palmada en el trasero a Regina y ella tembló de placer. Regina sumisamente siguió comiendo el simiente de su marido, servido en el coño de otra mujer.
–Tal vez te lleve en la conquista de Nubia, habrá que pasar por Egipto y tengo que resolver ciertos conflictos menores– decía Perseo– Jason me ofrecerá a su hermana, otra vez, para que lo mantenga en su puesto de Pretor de Egipto... quizá te haga ver cómo me cojo a Thalia, antes de solucionar los conflictos entre los locales–
Con esa última declaración, Perseo entro profundamente dentro de Regina. En ese momento ella agradeció a Venus por el entrenamiento de sus discípulas, porque no sería capaz de acomodar a una bestia así sin el. Perseo cogió con energía a su esposa e hizo que sus caderas simplemente empujaran contra sus palmas cuando él la penetró por detrás.
Perseo dominó el apretado coño de Regina, mientras ella seguía complaciendo a Annabeth. Ella incluso tomo a la augusta de la nuca y la forzó más entre sus piernas.
–Esperemos que su mujer sea capaz de cumplir con su deber– dijo Annabeth a Perseo, mientras se mordía el labio inferior.
Con la burla a su falta de hijos, Regina se corrió, manchando la ingle de su esposo con su simiente. Todo esto mientras que su verga la penetrara de formas que apenas podía imaginar. Ella pensó que las bolas de Perseo deberían doler, debido a que no dejaban de rebotar contra su clítoris en una tanda de aplausos obscenos. La inmensa circunferencia de su marido se estrelló profundamente contra Regina y la estiró hasta que su punta descansó en su matriz. Harry se alineó para ella y se estrelló contra ella.
–Aquí vamos Reinita, me voy a correr– gruño Perseo en su oído.
Cómo lo prometió, Perseo se vino en su útero, bañando sus ovarios con su semilla fértil. Regina oro a los dioses por última vez mientras colapsaba en el suelo frío de mármol.
–... Dioses... por favor... uf... bendigan... uf... nuestra unión... con un niño...– pronunció antes de desmayarse.
–Que así sea... Mnnn, parece que fue demasiado para la pobre– dijo Annabeth viendo como unas esclavas levantaban a la emperatriz.
–Con su permiso, dominus, llevaremos a la domina a sus aposentos... ¿requiere algún otro servicio?– dijo la esclava sin apartar la vista de su verga, con un hambre mal disimulada.
–Para eso estoy aquí– exclamo Annabeth, levantándose de la la silla curul.
Las esclavas asintieron decepcionadas antes de retirarse con el Regina en sus brazos. Perseo solo abrazo a su amante.
–Eres una envidiosa, manipuladora y golosa– susurro él en su oido –Realmente lo abrías hecho bien como emperatriz–
–Mnnn, los romanos no aceptarían a una natural griega como esposa del César– respondió Annabeth, correspondiendo el abrazo –Y con Regina te ganaste el apoyo de un general veterano, Percy–
–Puede, pero solo te amo a ti, mi listilla– decía besando su mejilla.
–Yo también, mi sesos de alga– respondió sonriendo y besándolo en los labios.
