AFTER DEATH
El complejo de edificios de Alcatraz comenzaba a pintarse de los tonos rosados y anaranjados del sol naciente, haciendo que las paredes se pinten de un tinte cálido que invita a disfrutar, a capturar la belleza con una foto familiar, como si no hubieran sobrevivido una noche de horrores indescriptibles. Como si sus paredes y pisos antiguos no se hubieran pintado en sangre, pedazos de cerebro y alguna otra sustancia de apariencia dudosa y asquerosa, un recuerdo perfecto del Racoon City de sus pesadillas.
De nuevo.
Uno a uno, el grupo de amigos se levanta de su incómodo lugar a los pies de la escalera de piedra, para caminar hacia el rescate que acaba de arribar a la pequeña isla, en forma de tres helicópteros de la B.S.A.A., los cuales, además, transportan un equipo de investigación y limpieza altamente adiestrado. Con la destreza que caracteriza a los pilotos de su organización, los enormes aparatos aterrizan suavemente sobre la amplia plataforma del helipuerto, trayendo consigo un potente viento que arrastra tierra, pequeñas piedras y brisa marina, que a pesar de que les lastima la piel, invita al grupo de sobrevivientes a regresar a casa.
Los cinco amigos sonríen el uno al otro mientras caminan lenta pero decididamente a los aparatos, felicitándose entre ellos por ser, de nuevo, exitosos supervivientes de estos horrores, y preguntándose, por enésima vez, cuánto tiempo seguirán haciendo esto. Nadie lo sabe con certeza, pero todos están seguros de una cosa:
Lo seguirán haciendo tantas veces como el mundo los necesite.
Cubriéndose los ojos con una palma para evitar que la tierra que levanta el fuerte viento de las hélices lo deje ciego, Leon Kennedy camina hacia los helicópteros, adelantándose a los demás, que caminan lentamente para seguir conversando entre ellos, mientras el rubio no quiere prolongar más su estancia, sintiéndose más que dispuesto a dejar esta loca isla. Al levantar la mirada, Leon ve a varios agentes de la B.S.A.A. bajando de cada uno de los helicópteros. Uno de esos agentes, el que va a la vanguardia, camina directo hacia él.
-¿Agente Kennedy? – El hombre le tiende la mano cuando finalmente lo alcanza, y Leon la toma con firmeza.
-Sí, ese es mi nombre.
Sin presentarse, el oficial de la B.S.A.A. le entrega una carta sellada.
-Mucho gusto. Venimos a recoger al equipo del capitán Redfield, pero la D.S.O. solicitó apoyo a mi agencia para integrarlo a usted en el transporte. Si no tiene inconveniente, claro está.
Leon sonríe de lado, mientras abre el sobre, en el cual, con claras e impersonales letras de computadora, aparece escrita una simple frase, sin remitente:
"Transporte y escolta a la llegada. Puedes hacer pijamada."
Leon esta vez resopla, divertido, a la vez que se guarda la carta en su pantalón.
-Será un honor viajar con la B.S.A.A.
El hombre asiente estoicamente.
-En ese caso, el helicóptero 0035, del cual acabo de descender, es el suyo, es el designado con la misión de rescate, por lo que puede esperar dentro de él a que lleguen mis superiores y las señoritas Redfield y Chambers.
Sin esperar una respuesta, el oficial hace un ademán a los cuatro otros integrantes de su equipo, ya formados detrás de él, guiándolos diligentemente hacia la entrada de Alcatraz, mientras cargan varias maletas de equipo seguramente costoso, alcanzando al resto de las células con el objeto de obtener la información que puedan de Chris y Jill, para después proceder a realizar la exploración integral de toda la isla.
Un protocolo que el agente de la D.S.O. ya se sabe de memoria.
Leon se gira para buscar la figura de su amigo Chris Redfield, el único otro varón de este curioso grupo de sobrevivientes, y ve que, en efecto, este se encuentra hablando con los dos grupos de expertos que han descendido de los helicópteros y les da breves indicaciones. Leon está a punto de voltearse para retomar su camino a los helicópteros pero, antes de que pueda hacerlo, sus ojos encuentran primero al trío de bellas mujeres caminando hacia él, Claire y Rebecca a la vanguardia, y la vista de ellas le crea un sentimiento cálido en el corazón, al ver a estas hábiles y valientes compañeras caminando ya casi a su altura, sintiéndose orgulloso de ellas por la destreza y determinación que le han mostrado durante años. Que le reforzaron en estas últimas horas.
El rubio le sonríe a Claire mientras ella lo alcanza, aunque la pelirroja le dedica una mirada dura, evidente muestra de que no lo ha perdonado del todo por su último y desagradable encuentro, cuando le pidió el chip que ambos habían peleado por recuperar. Pero siempre la más humana, y la que tiene mayor inteligencia emocional, de todas formas le toma el brazo, como si siguieran siendo los mejores amigos, aún cuando su mirada le siga diciendo lo contrario.
-No podemos seguir postponiendo esto, Kennedy, necesitamos hablar.
Él le sonríe tristemente.
-Estoy de acuerdo contigo, Redfield. Pero debes de entender que es una decisión que no pienso cambiar. Ni siquiera por ti, aunque signifiques tanto para mí.
Ignorando intencionadamente sus últimas palabras, Claire le aprieta el brazo como muestra de su creciente enojo.
-¡Eres…! – Antes de que pueda terminar la frase, la mujer inspira profundamente, tratando de controlar su temperamento. No quiere continuar por esa línea, especialmente porque comparte el mismo sentimiento que él. – Yo también te quiero, Leon, eres uno de los pocos verdaderos amigos que tengo. Pero no puedo dejar pasar por alto lo que estás haciendo, el error tan grave que estás cometiendo, sólo por la amistad que nos une. Es por eso que, antes de cualquier cosa, antes de que siquiera piense en perdonar tu testarudez, necesitamos aclarar ciertos puntos. Hay muchas cosas que necesitamos arreglar entre tú y yo.
Él no ha perdido su sonrisa ante el arrebato de su amiga, a pesar de que le duela, y después asiente ante su petición.
-Estaré feliz de hacerlo, Claire. Soy honesto cuando te digo que eres importante para mí, y me duele estar así contigo. Créeme, es lo último que quiero, pero debes entender…
Ella lo silencia con un dedo en sus labios, y, después vuelve a suspirar profundamente.
-Considero que este sería el peor momento para hablar de eso, pues, a pesar de que quiero perdonarte, todavía siento tu negativa como una flagrante traición.
La mirada del rubio se llena de dolor.
-Claire…
Pero la pelirroja niega con la cabeza, robándole al hombre la posibilidad de convencerla de dejar la situación atrás. Es una Redfield, después de todo. No piensa dar su brazo a torcer, por lo que, siempre mujer inteligente, decide cambiar de táctica y le regala al alto hombre un guiño coqueto.
-Te propongo algo, Kennedy: llévame a cenar y discutiremos lo que quieras. Realmente quiero una oportunidad de mostrarte por qué tus decisiones están equivocadas. Pero no ahora. – La pelirroja le sonríe misteriosamente. - Esta conversación tiene que llevarse a cabo como tú me lo pediste aquella vez: bajo las luces de un buen restaurante y sobre un delicioso pedazo de bistec, de manera tal que, si te vuelves molesto y hasta insoportable, como la última vez, al menos habré disfrutado la comida.
Él ríe por lo bajo ante su propuesta aparentemente indecorosa, aunque absolutamente inocente, haciendo a un lado las críticas que le manda, y asiente de nuevo, aceptando los términos.
-Será un placer para mí llevar a uno de los Redfield, por mucho el de mayor belleza, a una deliciosa cena justo como la has descrito. Pero para eso, necesitaré permiso del otro Redfield.
Claire le golpea en el estómago, aunque realmente sin mucha fuerza.
-Si vuelves a siquiera sugerir que necesito el permiso de Chris para salir con un hombre, aunque sea un buen amigo, te prometo que te castigaré tremendamente. Recuerda que las chicas también sabemos patear traseros.
A pesar de la amenaza, el rubio vuelve a reír, pero las palabras provocan que de inmediato su mirada se redirija a otra chica que sabe patear traseros, la que está vestida de azul, y que ahora interactúa de una forma relajada con su mejor amigo de la B.S.A.A.
-Sí… hoy me han reafirmado lo expertas que pueden llegar a ser pateando traseros…
Existe una pausa en sus palabras que hace que Claire note su tono de voz de inmediato, y, siempre atenta, sigue el trayecto de su mirada, adivinando sin problemas la fuente de ese comentario. La menor de los Redfield da un paso hacia el hombre, una media sonrisa dibujada en los labios.
-¡Oh! ¿Eso significa que tuviste la suerte de ser testigo de las habilidades de combate de Jill? – Ella ríe femeninamente a su falta de respuesta, dándose cuenta de la forma en que la mirada no-tan-inocente de su amigo se mantiene sobre el cuerpo de su mejor amiga. – Jill es fantástica, ¿verdad que sí?
-Sí… vaya que lo es…
Su respuesta automática arranca una enorme carcajada a Claire, el sonido de su cristalina risa arrancándolo de sus pensamientos.
-¿Qué pasó? ¿Dije algo chistoso?
Ella ríe un poco más antes de responderle.
-No, no precisamente decirlo. Pero tus ojos… - Claire se cruza de brazos mientras observa a Jill y Chris acercándose en silencio, aunque con sendas sonrisas iluminando ambos rostros. – Deberías de intentarlo, ¿sabes? Jill es una mujer fantástica. Definitivamente podrías ser feliz con ella.
Leon mueve la cabeza de forma negativa, sus cabellos dorados siguiendo el movimiento.
-Había escuchado algunos rumores de lo genial que es, pero nunca la había tratado más allá de conversaciones educadas, pues mi trato con Jill siempre era a través de ti y de tu hermano. Nunca más de dos frases y menos estando ella y yo solos, y por supuesto, mucho menos durante un combate o una misión. – El hombre no puede evitar que un suspiro se le escape, y Claire tiene que taparse la boca para no delatar la risa que apenas puede contener. - No tenía la certeza de qué tan maravillosa realmente es hasta ahora. – Leon sacude la cabeza, al darse cuenta él mismo de sus comentarios tan cursis. - Pero no me malinterpretes: nunca le haría eso a Chris.
Claire carraspea, recuperando la compostura, y minimiza sus palabras con un movimiento de las manos.
-Chris es un tonto por no darse cuenta de la persona tan fantástica que tiene frente a él. Pero la realidad es que ellos dos son tan cercanos, que verdaderamente se ven como nada más que hermanos. Te aseguro que ahí no hay química: por mucho que se quieran, no hay fuego entre ellos. Puedo apostar a que no sabrían que hacer aunque se encontraran los dos juntos completamente desnudos en la misma cama.
Una incrédula ceja poblada se levanta, pero aún así el hombre ríe ante sus palabras.
-¿Lo dices en serio?
Por su parte, ella levanta una delicada ceja, retándolo a contradecirla.
-Lo digo en serio. Deberías de dejar de preocuparte acerca de mi tonto hermano y dar lo mejor de ti. ¿Y quién sabe? Tal vez Jill sea la persona que necesitas para ayudarte a olvidar esa sombra en tu corazón que va bajo el nombre de Ada Wong.
Sin embargo, Leon se había perdido un momento en sus pensamientos, en las posibilidades que Claire le estaba sugiriendo, su mirada fija en la estilizada silueta de Jill, hasta que logró procesar las últimas palabras de su amiga, y se gira hacia ella para contestarle.
-¡Espera! ¡Ada no es…!
Pero Claire ya se ha alejado, sin ninguna intención de escuchar de nuevo la cantaleta de su amigo, que siempre canta negando la obsesión tan obvia que tiene sobre la espía, por lo que le grita a viva voz sus últimas advertencias, sin importarle si alguien más escucha.
-Estaré esperando la fecha y hora para esa cena. Mientras tanto, apúrate y toma acción. Jill no estará esperando eternamente a que algún cobarde de este equipo la invite a salir. Es demasiado bella para eso. – Claire lo observa por encima del hombro, y le lanza un nuevo guiño. - Como puedes imaginarte, ahora que está de regreso con nosotros, pretendientes no le faltan. ¡Ah! Y por favor, - la joven se vuelve a detener para girarse completamente y posar sus penetrantes ojos azules sobre los zafiros de él, mientras lo amenaza con un dedo, - hagas lo que hagas, cuídala bien. De otra manera, tendrás dos terribles Redfield fervientemente buscando tu cuello.
Leon ríe por lo bajo mientras niega con la cabeza ante las ocurrencias de su amiga, aunque al mismo tiempo, no puede evitar un súbito estremecimiento que corre a lo largo de su espalda. Dos terribles Redfield buscando su cuello…
Sí, ese debe de ser un espectáculo terrible.
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El viaje en helicóptero ocurrió sin muchos eventos, y una vez en tierra, para sorpresa de los cuatro amigos, la D.S.O. se ofreció a llevar al resto del grupo en unos elegantes autos blindados, bajo autorización de su jefe, de acuerdo a lo que les aseverara Leon.
-Es lo menos que mi agencia puede hacer por ustedes, - el rubio argumenta, mientras se pone al volante del primer auto, - después de que pusieran en riesgo sus vidas para ayudarnos a completar esta importante misión.
Chris le palmea la espalda a su amigo.
-Ni siquiera lo menciones, compañero. No sólo no dudaría en ayudarte cuando pueda, sino que, además, fue toda una suerte que nuestros casos se cruzaran, así pudimos apoyarnos entre nosotros. Siempre estaré en deuda contigo por proteger a Jill.
-Sí, toda una suerte, aunque no sé realmente quién protegió a quién. – Leon le asevera al alto hombre, pero su mirada se dirige a la morena de blusa azul, quien le regresa una sonrisa suave al escuchar sus palabras, igualmente agradecida ante la atención.
-No era necesario que hicieras esto por nosotros, Leon, hubiera podido tomar un taxi a casa, pues Chris tiene razón: ya tengo bastante deuda contigo por tu apoyo en esas cloacas, pero se agradece el gesto. Es mucho más agradable viajar con ustedes que ir sola, a pesar de que tengan que acompañarnos los cabezadura de los dos Redfield.
-¡Jill!
A pesar de que es Claire quien le reclama, Jill le guiña el ojo a Chris, y este ríe ante la burla, fascinado de ver la primera broma que su querida compañera hace desde su arribo a la agencia, sin importarle que sea a costa suya.
-Te entiendo. Y será un placer que vengan conmigo, pues insisto, soy yo el que está en deuda. - Leon le responde sinceramente, y Jill asiente, regalándole una sonrisa más amplia, una que entibia el pecho del rubio.
Sin darle mayor pensamiento, Jill permite que Rebecca pase antes que ella para entrar al auto, sin notar que la mirada de Leon se niega a arrancarse de su rostro hasta que ella sigue a su compañera, desapareciendo en el interior del vehículo. Leon se queda un par de segundos más mirando a la nada, esperando a que su corazón deje de brincar. Aunque su sonrisa de placer sólo se amplía.
Dentro del automóvil, el grupo de amigos automáticamente se dividió en dos… o más bien, las chicas escogieron sentarse en los asientos posteriores, relegando a Chris como copiloto. No que le molestara a Leon, pues así podía conversar mejor con Chris… y tener una vista perfecta de la ex - S.T.A.R.S. a través del retrovisor, mientras se maravilla de que esta hermosa mujer empiece a ocupar tanto espacio en su mente.
Casi de inmediato, y aprovechando que Leon y Chris ya platicaban sobre situaciones de los dos casos, las tres damas se encuentran charlando animadamente, casi olvidándose de los dos varones que las acompañan. Chris, afortunada o desafortunadamente acostumbrado a las conversaciones de su hermana, se limita a sonreír, mientras que Leon hace lo propio, de igual forma sin darle mucho pensamiento sobre los tópicos de la plática, y en su lugar, intercambia una mirada con Chris, consciente de que su amigo debe de sentir el pecho henchido de felicidad al ver a las tres a salvo, y tan relajadas, aún después de lo que acaban de pasar, especialmente cuando una de ellas, o varias, o las tres, sueltan alegres carcajadas por lo que ha dicho la otra.
-Y entonces le dije a ese Jason… - dice Claire, mientras les cuenta a sus amigas su último intento de cita que tuvo.
-Pero, espera, estoy confundida, - le dice Rebecca a la pelirroja, ambas palmas levantadas para desacelerar el relato, - ¿a qué Jason te refieres? ¿Al de Recursos Humanos en Terra-Safe? ¿O al de la cafetería?
Jill abre los ojos como platos.
-¿Cómo? ¿Hay dos Jason?
-Y los dos han invitado a nuestra bellísima Claire a salir, ¿puedes creerlo, Jill? – Rebecca se abanica la cara en un gesto exagerado. – Y uno de ellos es muuuuyy guapo! ¡Me encantaría poder ser igual de guapa que tú, Claire!
La más joven de los Redfield minimiza el comentario con un movimiento de la mano.
-¡Deja de decir esas tonterías, Rebecca! ¡Tú eres muy hermosa, y como si no fuera suficiente, esos tremendos ojos verdes que tienes pueden enamorar a cualquiera! – Tanto Jill como Claire ríen en el momento en que las mejillas de la ojiverde se tornan de un intenso color carmesí.
-No te burles, Claire…
Pero la aludida, sin dejar de reír, abraza a su diminuta compañera, guiñándole un ojo.
-No me río. Lo único que necesitas es salir de ese húmedo, frío y gris laboratorio donde siempre estás recluida, y vestirte un poco más provocativamente. Créeme que mostrar el escote siempre funciona.
-¡Oye! ¡Yo no pienso mostrar mi escote! – Rebecca se cubre el pecho con una mano, a pesar de que realmente su ropa no muestra nada de piel, su rubor incrementándose mientras sus dos amigas ríen a sus expensas, sin notar que Leon y Chris intercambian miradas y sonrisas de complicidad.
-Pues yo digo que esa es la clave. ¡Mira a Jill! Su escote no es taaaaan pronunciado, y aún así, atrae la mirada de muchos chicos.
Antes de que la aludida pueda responder, Rebecca le sonríe de lado, moviendo las cejas de manera sugerente.
-Pues yo creo que su escote sí que es pronunciado.
Ahora es el turno de Jill de sonrojarse.
-¡Por supuesto que no lo es! ¡Y deja de verme así! ¡Yo no tengo la culpa de que estas playeras cómodas vengan todas así! Yo sólo quiero algo sin mangas para que no me limite el movimiento durante las misiones urgentes, ¡eso es todo!
-Sí claro… - Es Rebecca quien hace la aseveración, con una sonrisa de lado mientras intercambia miradas con Claire y ambas voltean los ojos para después reír. Jill la empuja suavemente contra la pelirroja, pero después acompaña de buena gana la risa de sus amigas ante el comentario. Ninguna se da cuenta de que un par de ojos azules las observa en el espejo retrovisor.
Después de eso, prácticamente son Rebecca y Claire quienes siguen la conversación, mientras Jill sólo se queda escuchando, observándolas, disfrutando del momento de estar con ellas, de estar juntas así, obligándose a sí misma a olvidar, aunque sea solo esos instantes, los horrores que han vivido durante tantos años, por un momento bloqueando su mente ante los cientos de muertes crueles e innecesarias que viven en cada misión, tratando de no volverse loca con la angustia de saber que aún les faltan varias muertes más…
Ya son seis años desde que regresó de la prisión infernal en la que Wesker la tenía, seis años en que debería haber superado todo ese terror.
En teoría.
Pero la realidad es que todavía se acuesta a dormir con miedo de despertar y darse cuenta de que su liberación sólo había sido un bello sueño.
Casi cada noche cierra los ojos con la angustia de abrirlos de nuevo para encontrarse todavía encerrada en la celda, el terrible escarabajo electrónico dolorosamente clavado a su pecho. Aún existen noches en que despierta gritando, consecuencia de alguna pesadilla, en las que siempre se incluyen los terroríficos ojos dorados de Wesker mirándola con lujuria. Pesadillas en las que siente las venas hirviendo por algún nuevo experimento sobre su sangre, o peor, reviviendo la horrorosa impotencia de no poder defenderse, ni siquiera protestar, mientras la maldad absoluta recorre su piel con manos callosas y caricias dolorosas…
Jill sacude la cabeza al darse cuenta que su corazón late desenfrenado ante tan terribles recuerdos, su respiración se ha agitado, y se obliga a sí misma a estar presente en ese auto, a escuchar las risas de sus amigas, a reemplazar los temibles recuerdos por la calidez de la seguridad que siente estando entre los dos Redfield, sumándose hasta hace poco Rebecca, y quizás, después de haber luchado a su lado y recibir su hábil soporte, como alguna vez Claire le contara recibió de él, incluir a Leon Kennedy como parte de esta nueva red de apoyo.
Quizás.
Es por eso que, a pesar de que se siente culpable por la tremenda deuda de vida que les debe a tantas gentes, a la lealtad que debe de pagar por lo que les hiciera a sus amigos, Jill Valentine aún así se permite de vez en cuando sostenerse de ese remanso de tranquilidad y fortaleza que son los Redfield.
Tanto Claire como Chris han sido sus amigos por muchísimos años, desde sus tiempos de Raccon City, y una vez que regresaron de África, se mantuvieron al lado de ella cada vez que sus misiones se los permitían, visitándola durante el largo tiempo que estuvo en recuperación dentro de las instalaciones de la B.S.A.A., cada visita de alguno de ellos representando para ella una luz al final del túnel.
Desde el punto de vista de su mente torturada, Chris y Claire Redfield también son su familia.
Y eso está bien, ¿verdad? Tal vez no se lo merezca, no aún. Especialmente no después de las terribles cosas que Wesker le obligara a hacer. Pero definitivamente está luchando por ser merecedora del cariño que ellos a diario le profesan.
Luchando por merecer el perdón de tantas almas que sus manos cegaran por su tonta debilidad.
Jill suspira por enésima vez, obligándose a disfrutar un muy necesitado tiempo de chicas, aún cuando tiene la certeza de que Chris y Leon pueden escuchar su vergonzosa conversación. Pero no le importa que Chris lo haga. Sabe que el hombre está más que acostumbrado, y nunca las juzgaría.
¿Pero y Leon?
Sus hermosos ojos azules se desvían de sus compañeras, al sentir una mirada sobre ella, y se sorprende al encontrar los ojos color zafiro viéndola a través del espejo retrovisor, para súbitamente removerlos al frente, como si sólo hubiera estado checando hacia atrás, al camino, y no realmente a ella.
El movimiento de los ojos del rubio fue tan rápido, que por un momento Jill piensa que simplemente lo imaginó, pero después de unos momentos, esos ojos se claven de nuevo sobre ella, y Jill, ahora tratando de verlo a él de forma más discreta, como si sólo estuviera admirando el paisaje, se da cuenta de que esos ojos zafiro se han quedad fijos en su persona por varios segundos, mucho más de lo que sería necesario en caso de revisar el camino que van dejando.
La agente de la B.S.A.A. resopla al darse cuenta de las intenciones del otro agente, pero en vez de sentirse incómoda, su cuerpo responde de una manera muy femenina, lo cual la desconcierta de sobremanera: su pecho se llena de un calor que se irradia hacia los dedos de sus pies, así como a sus mejillas, y está segura de que un tinte rosado acaba de iluminar su piel; sus labios involuntariamente forman una suave sonrisa, y, placenteramente incómoda ante tales sensaciones, baja un poco la cabeza, disimulando el movimiento al acomodar un desobediente fleco detrás de su oreja.
Pero Leon también es un agente entrenado en las sutilezas de la comunicación humana, por lo que percibe su reacción y la interpreta de forma adecuada, pasando saliva con dificultad, su mente quedando por un momento en blanco al encontrarse inesperadamente con la profunda mirada azul celeste que lo mira através de largas pestañas, y que se queda un par de segundos en él. Sintiendo el corazón latiendo rápido, el hombre se obliga a sí mismo a mirar al frente, so pena de provocar un accidente por distracción.
Sin embargo, la mente de ambos se llena de una sola pregunta:
Esa reacción, esa química que se acaba de manifestar entre ellos, ¿fue real o sólo producto de su imaginación?
La sonrisa de Jill, así como el rubor sobre sus mejillas, se amplían un poco más, sin saber que una sonrisa similar se dibuja en el rostro de Leon.
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A/N: ¿Cuántos de ustedes ya han visto la última película CGI de Residente Evil? ¡Fue increíble! ¿No creen? Me encantó tener a Jill de vuelta y verla aparecer por primera vez en estas películas que, en mi opinión, son muchísimo mejores que los Live Action. ¿Y alguien puede negar la química tan intensa que se generó entre los dos personajes favoritos de toda la franquicia? ¡Fue fantástico! ¡Verlos juntos literalmente me puso la piel de gallina!
Pues este es mi intento a este nuevo ship (bueno… nuevo porque no he visto mucho escrito sobre ellos dos juntos), mi propia contribución para que se genere el hype que se merecen, aunque he de aclarar que la Rebecca que aparecerá en este fic es la de Vendetta, pues me encantó su personalidad, (aunque la hayan puesto como una damisela en desgracia… ¡no podía ser perfecta!) personalidad que cambió completamente en Death Island, volviéndose más bien sosa y apagada, al menos en mi humilde opinión.
¡Espero contar con más autores que escriban sobre ellos! Y los que lean esta historia, ojalá les haya gustado. ¡Los leo en los comentarios!
