Esta historia ya está terminada, así que habrá actualizaciones constantes para poder tener todos los capítulos de este fic por aquí.
Gracias por leer y nos veremos después.
Aquí pasarán cositas uwu.
»Si muero hoy...
Quiero que tu rostro sea lo último que vean mis ojos. Porqué sé que tú, fuiste lo único verdadero que hubo en mi existencia entera«
Anónimo.
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Busque del Monte Fuji, 1800 D.C.
Sus orejas negras se movían buscando oír algún sonido. Su cola estaba erguida y estaba preparado para atacar. Sus ojos vendados, su katana desenfundada y lista para responder al ataque de su maestro.
-Solo respira- movió con rapidez su espada buscando lastimar a la persona que hablo en su oído pero esta se movió rápido. Gruño, estaba empezando a hartarse -esta lento el gatito ¿acaso ya se rindió?-
-¡No me jodas!- gruño Aomine atacando sin hacer caso a sus otros sentidos, su adversario respondía con rapidez y precisión -¡deja de moverte con un demonio!-
El castaño río divertido -vamos Daiki, empieza a hacer caso a tus otros sentidos. Un ciego como yo se mueve mejor que tu- se burló del moreno que intentaba responder a sus constantes ataques pero estaba muy lento -vamos gatito, te lo he dicho todos estos años. Aprende a escuchar y después a atacar. No confíes en tu visión-
Aomine gruño de nuevo -¡ya lo sé maldición, ya lo sé! ¡No me lo repitas anciano!- el castaño soltó una buena carcajada para coraje del moreno.
-Si aprendieras a escuchar a tu maestro no tendría porque recordártelo siempre, Daiki- el castaño de un rápido movimiento había derribado a Aomine quien cayó al suelo vencido, se quitó la venda que tapaba su visón en el momento que la katana de Ryou apuntaba su garganta -pero no sería divertido enseñarte a luchar si me escucharas de vez en cuando- retiró su espada y después estiro su mano al moreno quien chisto molesto por el comentario y de mala manera aceptaba la mano del castaño.
-Maldito anciano- se quejó mientras tiraba de la mano de Sakurai y hacia que este fuera derribado y cayera de imprevisto sobre su cuerpo -ya te lo dije, yo soy instinto, tu intuición. No me pidas milagros Ryou- explico mientras sus orejas negras bajaban y se ocultaban en su cabello, acarició los cabellos castaños mientras en compañía de Ryou admiraba el firmamento del cielo -el instinto resulta beneficioso en ciertos aspectos-
-Y en otras resulta ser lo peor en lo que puedes confiar- explico el castaño cambiando su semblante. El moreno le vio y no dijo nada -vamos, hay que ir a cenar-
-¿Pasa algo?- preguntó Aomine por el cambio de actitud del castaño.
-Olvídalo Daiki, ya es hora de irnos- se levantó el castaño y se separó de su alumno quien gruño y lo retenía de la mano -sueltamente muchacho-
-No hasta que el anciano escupa que demonios le pasa- respondió Aomine suavizando su agarre -¿qué pasa Ryou? ¿Tiene que ver con tus dolores de cabeza?-
-Eso no tiene que ver- respondió tajante -ahora suéltame- gruño el castaño. Aomine no iba a dar su brazo a torcer.
-Ryou...- advirtió el moreno.
-No me hagas patearte el trasero, niño-
-Valdrá la pena si con eso logro saber qué demonios le pasa a mi maestro- acoto. Sakurai suspiro rendido.
-¿Recuerdas la batalla que mencione que se aproximaba?- el moreno asintió -parece ser que no está muy lejano a ocurrir. Está más cerca de lo que esperaba-
-¿Y eso porque debería de preocuparte?-
-Hay cosas que no sabes de mí, Daiki-
-¿Qué tipo de cosas?-
El castaño no respondió -lo único que quiero y debes de saber es que me prometas que no importa lo que pase en el futuro conmigo, deberás incinerar mi cuerpo, si yo muero has hasta lo imposible porque mi cuerpo desaparezca-
-¿Por qué debería hacer eso? ¿Por qué morirías? ¡¿Ryou?!- Sakurai se guardó sus comentarios.
-Vámonos- ordenó el castaño sin responder algún cuestionamiento del muchacho -después de cenar seguiremos con tu entrenamiento de magia, esperó y hayas practicado tus conjuros-
Aomine se quedó intranquilo después de eso. Ignoro las últimas palabras de su maestro.
¿Su maestro corría peligro?
¿Que había detrás de todo esto?
¿Era mucho lo que no sabía de Sakurai Ryou?
¿Acaso toda esa conversación tenía que ver con la pequeña cicatriz en la frente de Ryou?
Esperaba que no.
Solo había pasado un mes desde aquella conversión con su maestro y las cosas empeoraron.
Terminaron se su habitual cena luego de un exhaustivo entrenamiento cuando fueron atacados de sorpresa por grandes llamaradas de fuego producto de dos enormes y agresivos dragones negros.
Pero estos no tenían nada a ningún otro que haya visto antes. Ryou y el nunca habían visto a dragones así de agresivos, pero Sakurai estaba tranquilo.
-Me encontraron- exclamo el castaño quien había cubierto con su cuerpo al joven adulto quien estaba alerta a todo lo que estaba pasando -Daiki, no importa lo que veas, lo que escuches y sientas. Te quiero oculto y lo más lejos de aquí ¿entendiste?-
-¡¿QUE?! ¡NO! ¡NO VOY A ABANDONARTE RYOU!- grito el moreno viendo enojado al castaño.
-¡Obedéceme una maldita vez en tu vida, mocoso!- grito el castaño -además, no estoy pidiendo tu opinión- abrió un portal bajo el cuerpo de Aomine para impresión de este quien había caído oculto entre las ramas del bosque cerca de su cabaña.
El castaño por su parte se puso de pie sin intimidarse por los gruñidos y jadeos de los dragones fuera de su casa. Era momento de poner orden.
Para cuando el moreno despertó veía como su maestro en un rápido movimiento de manos terminaba por destruir su cabaña sin importar los gritos de los dos dragones negros.
-Benditos sean los ojos que ven con vida al rey Sakurai Ryou- una voz salió de la oscuridad de la noche. El castaño frunció las cejas, hace tiempo que no oía aquella voz -te has ocultado bien, Ryou. Más de dos siglos sin saber de ti y hoy por fin te he encontrado-
-Vaya, no esperaba vistas del príncipe de los demonios en mi casa- respondió el castaño desvainando su katana -¿para qué me quiere, príncipe?-
-Vamos rey, no sea modesto conmigo. Su majestad y yo sabemos por qué estoy aquí. Viene a convencerlo de unirse a mi causa, con el rey de los dragones a mi lado nadie pasara sobre mi sin morir primero- explicó el demonio haciéndole una señal a los dragones de dejar de molestar al castaño.
Aomine frunció las cejas ¿de qué diablos hablaba ese tipo?
-¿Por qué debería unirme al clan que me quito mi gema?- preguntó el castaño -además, soy alguien pacífico. Si existe una guerra entre especies los dragones no participaran-
Una risa burlona se escuchó -sabe rey, existen formas de convencer a majestades como usted de participar en esta guerra- vio a los dragones negros y después ordeno -mátenlo, y traigan su cadáver a mí- lazo el primer rayo hacia el castaño quien con maestría lo esquivo y respondía a los ataques de los tres seres que le atacaban.
Estaba en desventaja.
Aomine quiso intervenir pero su maestro no lo dejaba acercarse. Iban a matarlo si no hacía algo al respecto.
-Vaya, su majestad ha conseguido un nuevo lacayo- carajo -es imposible que el rey se defienda y cuide a aquel mocoso, veamos que será capaz de hacer si el chico muere- de inmediato empezó a atacar a Aomine para desventaja de Sakurai.
-No te conozco pero ya te odio- exclamó Aomine espaciando de esos ataques mientras corría a su maestro -tenemos que irnos- tomo la mano del castaño mientras hacia un portal para escapar de ahí mientras el castaño los protegía con un escudo de protección.
-¿A dónde crees que llevas al rey?- pregunto el demonio sacando una navaja envenenada capaz de romper cualquier hechizo y la arrojo al castaño quien no fue capaz de evadirla por más reflejos que tuviera.
La navaja había atravesado el estómago del mayor para horror del moreno.
-¡RYOU!-
-Vámonos de aquí- ordeno el ciego quitando la navaja de su cuerpo desangrándose en el proceso. Las fuerzas lentamente iban despareciendo de su cuerpo. Arrojo a Aomine por el portal y después de lanzar un hechizo de fuego contra sus adversarios desapareció del campo visual de estos.
-¡Encuéntrenlos! No pudieron ir lejos en el estado de Sakurai- los dragones de ojos amarillos y de gemas negras hicieron lo que ordeno.
La guerra recién iniciaba.
-¡Vamos Ryou, no te rindas!- grito Aomine a un agonizante castaño quien se convulsionaba por el veneno en su sistema.
-Arrgh- grito el castaño lleno de dolor -¡mátame Daiki! ¡MATAME!- la muerte era mejor que seguir con esa tortura.
-Cállate estúpido anciano- trato de curar las heridas del castaño pero estas no cerraban -maldita sea, no cierran-
-¿Dónde estamos?- preguntó el castaño en un momento de lucidez.
-Tranquilo, no nos encontrarán- hablo Aomine -no se te ocurra cerrar los ojos- advirtió al ver que Sakurai había dejado de retorcerse de dolor y sufrimiento.
-Daiki...- le llamó con voz pasiva, casi moribunda -recuerda la promesa que te hice jurar- el moreno negó mientras sus orejas se mantenían bajas -deberás incinerar mi cuerpo tan luego muera, no podemos correr riesgos. No ahora que empezó la guerra-
-¡No! ¡No! Me niego hacerlo-
-Escúchame- gruñó el castaño. Sus ojos pasaban de café a purpura sin que pudiera evitarlo -mi muerte es inevitable y tú lo sabes mejor que nadie. Mis hermanos y hermanos van a llorar ni muerte pero sé que se mantendrán firmes ante mi postura, quiero que busques a Murasakibara Atsushi. Infórmale lo que paso y lo que está por ocurrir. Quizá logre prevenir a la princesa de todo esto- las lágrimas brotaban de los ojos de Aomine.
-¿Para qué te querían? ¿Por qué muerto aún les eres de utilidad?- preguntó Aomine.
Una sonrisa triste se dibujó en las facciones de Ryou -lamento no poder darte todas las respuestas a tus interrogantes, muchacho. Quizá en mi próxima vida sea capaz de protegerte- acarició con sus manos frías las mejillas del moreno -y pensar que empezaba a enamorarme de ti-
Aomine le beso aun con lágrimas en los ojos. El destino era cruel con ellos dos.
-Yo estoy enamorado de ti desde el momento en que te vi, Ryou- hablo Daiki separándose del castaño.
-Entonces, sé que puedo irme en paz si nuestros sentimientos son mutuos- expresó el castaño -por favor... no dejes de buscarme. Algún día volveré a encontrarte-
Cerró los ojos y no volvió a abrirlos.
Gruñidos, jadeos de todos los ecos y tamaños se oían. Los dragones que había en la zona clamaban la muerte de su rey para impresión de Aomine quien lloraba sobre el cuerpo del castaño.
Iba a cumplir su promesa así fuera lo último que hiciera.
