Gracias, Yani, por ayudarme a betear el capítulo.


Disclaimer: la mayoría de los personajes mencionados son propiedad de Stephenie Meyer.

Capítulo 6

Cinco años antes…

Llegué a Seattle la mañana del último viernes del mes de octubre. Lo primero que hice fue ir directo a la casa de mis suegros, que agradecía estuviera al lado de nuestro hogar.

―¡Papiii!

Sam abrió el único brazo que no estaba lastimado, ya que el izquierdo estaba cubierto por una escayola.

―Hola, campeón. ―Envolví su pequeño cuerpo y lo cargué en brazos.

Lo primero que percibí es que había subido un poco de peso y ganado más estatura. Sus facciones tenían un ligero cambio de la última vez que lo vi.

―¡Papi, llegaste! ―Amy corrió a mi encuentro, dándome sus brazos, la cargué también.

Besé sus rostros con demasiada euforia. Estaba siendo consciente de cuánto los extrañaba. Me regocijé al tenerlos en mis brazos y volver a impregnarme de sus deliciosos aromas.

Mi pecho se apretó tan fuerte que un gimoteo salió de mis labios.

―¿Dónde está mami? ―indagó Amy―. ¿Sigue en ese trabajo que ama?

Suspiré muy hondo, sintiendo que mi corazón se hinchaba y no cabía en mi pecho. Caminé con ellos hacia la cama de Sam y nos sentamos juntos, los tres.

Ellos no dejaban de ver mi rostro y mis lágrimas no paraban de fluir.

Era tan cobarde.

―Yo… ―tragué el nudo en la garganta, sujeté sus pequeñas manos entre las mías y miré sus ojos. Sabía que les rompería el alma, pero no podía seguir mintiendo―. Mamá no vendrá ahora.

Amy meneó la cabeza y empezó a estrujar sus dedos. Los dos expectantes a mis palabras.

―¿Por qué? ―preguntó Sam.

Tomé una honda bocanada de aire.

―Les contaré algo… ―les dije con mi poca voz―. Hace tiempo, cuando veníamos hacia la ciudad, había una fuerte tormenta… ―Mis pensamientos empezaron a caer como si se tratase de un espiral, perdí la noción de cuánto tiempo me quedé en silencio hasta que sentí las suaves manos de mis hijos―. No sabemos bien lo que ocurrió, tuvimos un accidente y cuando desperté estaba en el hospital.

Ambos se cubrieron las bocas. Me miraron de todos lados y yo les hice sentarse nuevamente frente a mí.

»Estoy bien ―aclaré su duda―. En cambio mamá, no pudimos encontrarla ―terminé por decir. Mis hijos tenían cinco años para poder entender el tecnicismo de las palabras que me habían dicho―. La he buscado y la seguiremos buscando hasta traerla de vuelta con nosotros, ¿está bien?

―¿Qué quieres decir? ―Sam se arrastró hacia mí buscando mis brazos―. ¿Dónde está mamá?

―¿Se perdió? ―inquirió Amy. Ella, siempre siendo más astuta, comprendió, en sus ojos había lágrimas y su labio inferior sobresalía―. ¿Dónde?

Los atraje a mis brazos fuertemente. Empecé a arrullarlos lentamente sin tener idea de cómo seguir explicándoles sin llorar amargamente por ellos.

―En Brasil ―susurré―, ella está ahí, pero no sabemos con exactitud en qué localidad.

―Pero… ―dudó Sam― las mamás no pueden perderse.

―¿Podemos ir a buscarla? ―sugirió Amy―. Llévanos, papi.

―Sí, llévanos ―coincidió Sam―. Queremos ir a donde está mamá.

Mis hombros se hundieron al escucharlos. Quería hacer todo lo que ellos me pedían, salir corriendo y llevarlos conmigo para buscarla. No obstante, no era sano para mis hijos.

No debía ser tan miserable y exponerlos a una angustia semejante a la que yo vivía.

Nos quedamos en silencio cuando todas sus ideas fueron formuladas.

―Vamos a casa ―pedí, cargándolos de nuevo en mis brazos.

Renée nos encontró a medio pasillo y caminó junto a mí y mis hijos. Estaba sumamente delgada, era otra mujer muy diferente a la que conocía.

―Edward, sabes que puedes dejarlos cuando gustes. Esta es la casa de los tres ―me aclaró.

―Gracias, Renée. No tengo idea de cómo hacerle por las mañanas con la escuela de ellos, yo… necesitaré que me digas cómo hacerlo bien.

En la punta de la lengua guardé para mí que era Bella el alma de nosotros. Que yo salía más temprano de casa y ella se hacía cargo de los niños mientras yo los recogía por la tarde.

Estábamos tan coordinados en todo, que hoy simplemente no podía seguir sin la otra parte de mi vida.

―Hijo ―la mano de Renée se apoyó en mi antebrazo―, no estás solo, te vamos a ayudar en todo lo que nosotros podamos.

―Tengo que ir a casa.

Salí lo más rápido posible, crucé la cochera hasta dar vuelta en nuestro jardín y bajé a los niños. Entrar en la casa fue un golpe fuerte de realidad.

Mis emociones se desequilibraron al percibir el olor de Bella.

Limpié mis lágrimas y miré embelesado cada rincón donde se apreciaba cada decoración o portarretratos que Bella había colocado estratégicamente, ella era amante del buen gusto en decoración de interiores, tal vez por eso se llevaba tan bien con mi madre y hermana.

Suspiré.

Estaba de vuelta en mi país, en mi ciudad y en nuestra casa. Aunque no se sintiera como tal, se había formado un hueco en mi pecho y era consciente que terminaría por cerrarse cuando Bella estuviera de vuelta.

.

Hicimos un cambio de muebles.

Los mellizos decidieron dormir juntos y tuve que cambiar las camas a una misma habitación, compramos una pizza para cenar y los envié a cepillarse los dientes.

Los estaba arropando en sus camas cuando Amy mencionó:

―Papi, quiero que la foto de mami esté cerca de la ventana.

Asentí viendo la hermosa sonrisa de Bella en la imagen. Era una foto cuando estaba embarazada y ella tenía las manos en su hinchado vientre.

―¿Por qué en la ventana y no en el buró? ―quise saber.

―Porque cada noche antes de dormir rezaré en la ventana y miraré el cielo para que mami regrese pronto ―confesó Amy.

―Yo también rezaré ―dijo Sam―. Por eso queríamos dormir juntos, así lo haremos, papi.

Me asomé a la ventana, mis ojos perdiéndose en la negrura de la noche, sollocé un:

Regresa.


Hola. Les contaba en el grupo que las siento muy desanimadas, ojalá sigan estando por aquí, la historia es de angustia hasta donde aparece Bella de ahí en adelante empieza lo emocionante para ustedes. No se desanimen chicas porque el presente de la historia trae sorpresas muy bonitas.

En cuanto me sea posible dejare sus nombres por aquí.

Gracias totales por leer 💚