Esta historia no me pertenece es una adaptación de la trilogía de New York de Lainey Reese los personajes son de Tite Kubo
Capítulo 1
-¿A dónde, señorita? - Orihime miró al espejo retrovisor, encontrando la mirada del taxista y sonrió con el entusiasmo de un crío en Disneylandia.
-No lo sé –dijo-. Esta es mi primera noche en Tokio.
-De acuerdo entonces -le devolvió la sonrisa el conductor-. Bienvenida a la mejor ciudad del mundo, pequeña damisela. ¿Qué necesita, eh? ¿Comer? Puedo decirle donde conseguir la mejor comida italiana en este lado del pacifico. ¿O ir de turismo? No ha visto nada hasta que no visite Roppongi por la noche.
-Oh, wow -dijo Riley, aturdida con las posibilidades, pensando que el hombre calvo y sin afeitar encajaba perfectamente con su idea de taxista de Tokio-. ¿Podría llevarme a algún club nocturno? Siempre he querido ir a uno como los que se ven en las películas. Ya sabe, uno de esos donde hay que esperar en fila para entrar, y que tiene estrellas de cine y personas famosas mezcladas con gente común.
Ikkaku se rió entre dientes. -Escuche, conozco un buen lugar, el mejor. Pero tiene que prometerme que no hará nada estúpido si la llevo -metió el taxi en el tráfico mientras hablaba y le lanzó una mirada severa por el espejo retrovisor-. Es el club más de moda de toda la ciudad, lleno de tipos famosos. Pero como le digo, tiene que ser cuidadosa. Tiene una reputación algo extraña, algo así como Studio 541, y un montón de mierda pervertida ocurre ahí… oops -tartamudeó y le dirigió una mueca-. Quiero decir que ocurren un montón de cosas, cosas pervertidas. Así que manténgase alerta. No se vaya con nadie. No deje que nadie más que el camarero le traiga una bebida, y haga lo que haga, no beba nada que hayan dejado en la mesa ni cualquier cosa estúpida como eso.¿Entendido? -Levantó una oscura y espesa ceja a Orihime y esperó por una respuesta.
-Entendido -le sonrió y se preguntó de dónde salían los tontos rumores de que los taxistas eran groseros si eran en algo parecidos a éste-. Estaré bien.
-No, -la interrumpió Ikkaku-. No bien, alerta. No estoy bromeando sobre ese lugar. Si quiere conocer la vida nocturna de Tokio, esto lo es con creces. Obtendrá todo el brillo que podría desear, pero tiene que mantenerse lejos de la cara oculta de ese lugar, ¿de acuerdo? No se deje atrapar en esquinas oscuras ni beba mucho alcohol ni se emborrache. Encuentre una mesa donde pueda sentarse y observar, no se mezcle mucho en su primera noche -a medida que se abrían paso por el laberinto de calles y los ruidos del tráfico, Orihime miraba por la ventana con admiración-. ¿Por cuanto tiempo estará por aquí?
-Oh, me quedaré –contestó-. En mi trabajo me han trasladado aquí.
-¿De verdad? Enhorabuena. ¿En qué trabaja?-
-Soy gerente de operaciones en un banco.-
-¿Eh?-
Orihime le sonrió por el espejo retrovisor. -Mi trabajo consiste en hacer horarios, realizar auditorías, pedidos de suministros y cosas como esa. Siempre he querido vivir en Nueva York así que cuando salió una vacante aquí, fui a por ella - Orihime abrió los brazos y pensó que el trabajo y la espera habían valido la pena-. Y aquí estoy. Parece un sueño. Apenas puedo creer que esté aquí.
-Bueno, me alegro por usted - dijo Ikkaku-. Lo hará bien aquí, seguro -le sonrió y estacionó frente al club-. Ahora, recuerde lo que le he dicho. Manténgase alerta.
Grimmjow Jaegerjaquez iba a matar a su portero. Siendo el dueño de uno de los mejores clubs de Tokio, pensó que probablemente podría salirse con la suya. Su portero, Hisagi, era demasiado blando con las mujeres.
-¿Qué mierda estás haciendo? -Demandó Grimmjow, de pie a menos de dos centímetros de Hisagi. Le hizo un gesto al otro hombre que trabajaba en la puerta esa noche-. Encárgate por un minuto, Kira. Hisagi va a tomarse un pequeño descanso -con una mano en mitad de la espalda de Hisagi, Grimmjow lo guió dentro del atestado club hablando directamente en su oído mientras avanzaban-. Ya hemos hablado de esto. Sabes el perfil que buscamos. Así que te lo preguntaré de nuevo. ¿Qué mierda estás haciendo?
Grimmjow sabía que Hisagi lo entendía, habían pasado por esto antes: la pequeña pelinaranja no cumplía los requisitos.
-Grimm, amigo, lo sé. Lo sé. Pero es tan caliente. Sé que parece un poco dulce, pero, mantendré un ojo en ella, y me aseguraré de que no se meta en ningún problema - Grimmjow oyó la nota de anhelo en la voz de Hisagi-. Tenía la esperanza de que se quedara hasta que mi turno se terminara.
-Mira, este es un club exclusivo donde nuestros clientes pueden venir sin la amenaza de exponerse. Las personas vienen aquí sabiendo que sin importar lo que hagan o con quién lo hagan, nunca se filtrará. Que nunca habrá libros, ni una exclusiva en Oprah, ni una revista del corazón llena de fotografías robadas. Este club es de bajo perfil, y las únicas personas autorizadas aquí son aquellas cuyas vidas dependen de permanecer así —La cara de Grimmjow mostraba una expresión que forzó a Hisagi a dar un paso involuntario hacia atrás-. Tuviste que trabajar dos años aquí antes de que te dejara estar en la puerta. No hagas que me arrepienta de ese ascenso.
Lo siento, jefe -dijo Gary, rindiéndose - Si vigilas un momento la puerta, iré a sacarla.
Grimmjow se le quedó mirando y luego se inclinó hacia adelante mirando directamente a los ojos a su amigo para que no hubiera confusiones. -Esta es la última vez que ocurre -luego se alejó.
Amigos o no, el éxito de este club dependía de un delicado equilibrio, y uno de los elementos más importantes que equilibraban la balanza consistía en determinar a quién le era permitida la entrada. La mujer en cuestión no suponía una amenaza de publicidad, en cambio, su amenaza era de un tipo mucho más serio. Era la amenaza de la inocencia.
Lucía fresca y limpia y tan en peligro como un cervatillo en medio de un foso de leones. En solo una hora, ya tenía a la manada rodeando su mesa. Había un senador y su chico de los recados apoyados contra la pared de la izquierda planeando su ataque, mientras en la mesa a su derecha una cantante muy famosa y su último juguete sexual conspiraban otro poco.
Por otra parte, la pequeña inocente no tenía ni idea de que cuantas más personas tímidamente rechazara para bailar, más en peligro se ponía. Estando ahí sentada, moviendo la cabeza como un muñeco, sólo rogaba por alguien que le diera algo que tragar. Bebía coca cola de dieta -lo había descubierto del camarero- y miraba a todo el mundo como si estuviera disfrutando como nunca al observar a los famosos. Mientras tanto, las redes se cerraban a su alrededor.
El club era estrictamente para personas que habían perdido hace mucho la inocencia. Esas personas no se lamentarían al día siguiente, pensó Grimmjow dirigiéndose a ella; todos habían estado ahí y disfrutado de todo y a la mañana siguiente no correrían a la policía llorando.
Podía asegurar que ella nunca había tenido otra cosa que una follada normal en su vida. Posición del misionero. Apostaría cada dólar que tenía que ni siquiera lo llamaba follar. Probablemente hacía el amor y solo después de un largo cortejo. Grimmjow no tenía idea de cómo había encontrado este club o qué pensaba que se iba a encontrar aquí. Incluso si estaba buscando una noche en el lado salvaje, éste no era su lugar.
Este club era para los ya pervertidos, no para aquellos que buscaban ser pervertidos.
Estaba sentada en una de las cabinas que daban cierta privacidad, y si fuera una cliente regular sabría que eso significaba que estaba abierta para una follada ahí mismo, en la mesa.
Al acercarse, su cara comenzó a detallarse. Tenía grandes ojos grises, y sus pómulos altos la hacían parecer europea posiblemente francesa cuando añadió la visión de sus finos labios. Tenía un largo pelo naranja oscuro como hojas de otoño. Lindos y grandes pechos, pensó, una rápida mirada le dijo que eran naturales.
La mesa escondía el resto de su cuerpo, pero podía decir que era curvilínea. Lucía suave en su pequeño vestido rojo, no tonificada y fuerte como eran muchas de las mujeres actuales, sino más como los bombones del Hollywood antiguo.
No lo notó hasta que estuvo parado frente a su mesa, pero tan pronto como sus ojos se encontraron, un rayo de pura lujuria se disparó directo a su entrepierna.
Sostenía el vaso con manos delicadas de uñas pintadas rosadas y sus finos labios rosa pastel se envolvían alrededor de la pajita. La sorpresa abrió esos labios en una pequeña O, y pudo ver un atisbo de su lengua rosada cuando lo miró. A pesar de sus reglas y recelos, en ese instante supo que sería suya.
Y no solo por una noche.
Orihime giró la mirada hacia su bebida y sorbió, intentando no embobarse. Quería encajar, no parecer la foránea desadaptada que era. De hecho, había sentido su mirada antes de verlo. Lentamente, como la escena de una película, miró el cuerpo masculino frente a ella.
Vestía de negro y, por la forma en que la camisa se aferraba a su impresionante pecho y a sus hombros, debía ser de seda. Tenía un cuello grueso, una buena mandíbula y entonces notó su boca y casi no quiso seguir mirando. Definitivamente podía imaginarse en el lado receptor de esos labios.
Levantó la vista para ver una fuerte nariz romana salvada de ser perfecta por una protuberancia que le hizo saber que se la había roto y que no era lo suficientemente egocéntrico como para arreglársela.
Encontró sus ojos. No solo eran azules. Sino que parecían eléctricos. No creyó que fuera la iluminación lo que los hacía brillar… tenía que ser la intensidad con que la miraba.
Todo en ella pareció derretirse. A pesar de las advertencias del taxista, supo hasta el centro de su ser que haría cualquier cosa que este hombre quisiera.
Cualquier cosa.
Sus pezones se endurecieron. Realmente sintió su cuerpo estremecerse y humedecerse, y él no había hecho más que mirarla. En un momento, su humor fue de juguetón y aventurero a algo que nunca había sentido antes pero que solo podía nombrar como voraz.
-Identificación -dijo él y sostuvo su mano frente a ella.
No se preguntó quién era o por qué la quería. Sacó su licencia del bolso y se la entregó. Tampoco se detuvo a pensar por qué haría lo que le dijera. Solo sabía que lo que fuera que le pidiera, ella lo haría.
Grimmjow la miró por varios segundos después de que le entregara su identificación, antes de poder apartar la mirada. No era de extrañar que Hisagi arriesgara su trabajo para dejarla entrar.
Observó que sus pezones se endurecían y empujaban contra la suave tela de su vestido y cuando se retorció en su asiento, supo que era porque se estaba mojando.
Todo en él se tensó al reconocer las señales de que estaba tan afectada por él como él lo estaba por ella, y lo hizo sentir como un animal.
Ahora entendía por qué los lobos marcaban su territorio. La urgencia que sentía por reclamarla era igual de básica y fundamental. Apartó su mirada hacia la licencia en sus manos y vio que su nombre era Orihime Inoue. Tenía veintitrés años, medía un metro sesenta y cinco y pesaba cincuenta y ocho kilos. También había una dirección de otro estado.
Levantó la mirada y arqueó una ceja. -¿Karakura?
-Oh, yo, eh, me acabo de mudar -balbuceó Orihime-. He llegado hoy, pero es real, lo juro. Tengo otras identificaciones si quieres verlas, una tarjeta de crédito y una bancaria también, pero esas no tienen foto.
Grimmjow habría sonreído ante sus divagaciones si no hubiera estado en tal estado de excitación. No dudaba que su licencia fuera real. Solo quería asegurarse de que no planeara tomar un avión a corto plazo. No significaba que ella hubiera tomado ese avión, pero era una complicación para la que quería prepararse.
Le devolvió la tarjeta. -No es necesario -le hizo señas a un camarero cercano y ordenó dos bebidas. Ella tomaría algo más fuerte que una cola de dieta lo quisiera o no-. ¿Puedo? -Se sentó en la silla junto a ella a la vez que se lo pedía, dejando claro que asumía su consentimiento. Una forma no tan sutil de establecer quién tenía el control.
Era un hombre consciente de sí mismo. Sabía lo que le gustaba y cómo le gustaba en cada aspecto de su vida. No pedía disculpas por su estilo de vida y no entendía ni tenía paciencia con los que lo hacían. Era un dominante. Le gustaba el sexo duro y fuerte y demandaba el absoluto control de sus mujeres.
No tomaba una amante que no estuviera abierta a compartir. Él y su mejor amigo Ichigo habían compartido cada novia que habían tenido desde su primer año de universidad. No era que no disfrutaran del sexo separados. Lo hacían. Pero las amantes tenían que aceptarlos a los dos.
No le habló mientras esperaban las bebidas. Otra muestra de dominación. Una simple prueba para ver si lo dejaría tomar el mando. También hizo muy poco contacto visual, pero la observó por el rabillo del ojo para ver cómo manejaría ser ignorada. Al principio, lo miró con una sonrisa brillante que mostraba unos dientes blancos y derechos y ojos ansiosos. Después de un momento, su sonrisa se atenuó y miró alrededor para ver qué era lo que él estaba observando.
La mayoría de las mujeres comenzarían a inquietarse y tratar de romper el hielo, asumiendo que él quería que fuera ella quién hiciera los movimientos. Las que prestaban atención y estaban en la frecuencia correcta, esas mujeres mantenían sus ojos sobre él y esperaban que tomara la iniciativa.
Orihime estaba en la frecuencia correcta.
No era una sumisa con práctica porque no bajaba los ojos ni tomaba una postura de esclava, pero sí tenía una veta sumisa porque estaba esperando por él. Había espíritu en su espera. Tenía una esquina de la boca curvada en una sonrisa y un brillo en sus ojos que lo retaban a hablar primero. Pensaba que esto era un juego.
Su único error era no darse cuenta de que era un juego que cambiaría su vida para siempre.
Las bebidas llegaron, y despachó al camarero con un mensaje susurrado para que avisara al administrador que no estaría disponible por el resto de la noche.
Luego tomó la tarjeta electrónica que hacía de llave y la deslizó en el mecanismo del centro de la mesa que activaba un escudo hueco de plexiglás que otorgaba privacidad.
La mesa estaba bajo el balcón del segundo piso, lejos del área de baile y con una pared detrás de ellos. El escudo apareció desde el suelo en un semicírculo sellándolos contra la pared. Tan pronto como alcanzó el techo, el vidrio hueco se llenó de una humeante y arremolinada niebla. Pero nunca se llenaba completamente. El humo permitía vislumbrar los movimientos de afuera y de dentro. Era el favorito tanto de voyeristas como de exhibicionistas.
Orihime susurró. -¡Wow!-Lo hizo sonreír, y desvió la mirada hacia ella. Lucía como si acabara de ver un truco de magia, y su felicidad era inconfundible.
-Orihime –dijo- Mi nombre es Grimmjow. No creo que te des cuenta del tipo de club en el que estás. Voy a dejártelo muy claro -en ningún momento rompió contacto visual mientras hablaba, tomó su Martini, y se lo llevó a los labios para beber. Lo estaba mirando con los ojos abiertos de par en par. Tuvo dificultad para no sonreír cuando ella arrugó la nariz ante el primer sorbo de la bebida que le había pedido.
Sus manos se agitaron cuando intentó tomar la bebida que él le ofrecía y se dio cuenta de que su intención era sostenerla para ella mientras sorbía. Este se suponía era un momento serio, y lo estaba haciendo sonreír.
-Dime algo. ¿Qué es lo que más odias? Algo tan malo que no puedas soportarlo.-
-Las espinacas -contestó Orihime rápidamente-. ¿Y tú? -preguntó.
-No. Sin preguntas ahora. Solo escucha.- ¿Espinacas? Grimmjow se rió y sacudió la cabeza. Le había preguntado a docenas de mujeres esa pregunta y había escuchado desde arañas y serpientes hasta el Papanicolaou. Esta era la primera vez que alguna escogía comida. Maldita sea, parecía que se quedaría sin algunos de sus platos favoritos en el futuro previsible. A él le gustaban las espinacas.- Muy bien, espinacas –continuó-. Esa es tu palabra. Esa es tu red de seguridad. De ahora en adelante, esa palabra es tu salida. Si algo duele, si algo es demasiado, si de alguna manera esto es más de lo que quieres o piensas que puedes manejar, esa única palabra es tu forma de detenerlo todo. Piensa en eso. Nunca la uses a la ligera. Nunca la digas a menos que quieras alejarte y no mirar atrás. No importa lo que esté sucediendo o lo que estemos haciendo, esa palabra es tu seguro de que tienes el control.-
Poco a poco dejó de beber mientras él continuaba hablando, y pudo ver por la mirada en sus ojos, que comenzaba a tener una idea de la dirección que tomaría esta noche. No vio miedo, solo una seria contemplación de lo que estaba escuchando.
-Orihime, quiero que entiendas que será el único control que tendrás cuando estés conmigo -tragó lo suficientemente fuerte para oírlo y se removió en su asiento de nuevo. No, no tenía miedo, tenía curiosidad y estaba excitada.
Toma otro sorbo -no había apartado el vaso pero había dejado de beber. Se contuvo de decir algo más hasta que la bebida estuvo a la mitad. Entonces la escuchó murmurar con otro gesto de su nariz que probablemente debería haber escogido alcohol como palabra de seguridad. Dejó el vaso y la cogió de su delicada barbilla como si necesitara asegurarse de que no se perdería nada de lo que tenía que decir a continuación-. Empieza ahora. Justo aquí, justo ahora. Si no quieres ser inclinada contra la mesa y follada en esta cabina, sugiero que digas espinacas. Te dejaré ir con la advertencia de que nunca vuelvas aquí a menos que estés lista.
Orihime tragó. Esto no podía estarle pasando a ella. Era Orihime Inoue. Una gerente de banco con unos senos demasiado grandes. No tenía hombres atractivos y magníficos queriendo hacérselo en un lugar público. Esto tenía que ser un sueño. Un sueño muy bueno y despertaría mañana deseando que cosas como esta sí ocurrieran.
Ni en sus fantasías más salvajes habría pensado que algo así le pudiera ocurrir. Según ella, tenía dos opciones. Podía decir espinacas, irse, y en dos semanas comenzar su nuevo trabajo. Y por el resto de su vida preguntarse cómo habría sido. Por otro lado, podía quedarse callada y ver hacia donde iba esto. Dar el salto y hacer algo alocado, algo atrevido y completamente prohibido. ¿Tenía las agallas? ¿Se atrevería a hacer lo que toda mujer haría si no tuviera que responder por ello en la mañana, si simplemente tuviera el descaro? ¿Lo haría?
Orihime respiró hondo. -Ya te lo he dicho –susurró-. Las odio, así que ¿por qué las nombraría ahora?
Esperaba que la besara, pero no lo hizo. En vez de eso, se puso de pie y se colocó detrás de ella. Sintió sus manos sobre sus hombros y se estremeció cuando se los apretó y movió esos dedos fuertes por su cuello y entre su pelo. Peinó su pelo hacia un lado, y sintió su aliento tibio un segundo antes de que su boca caliente mordiera ligeramente en la sensible piel donde su hombro se encontraba con su cuello.
Hizo girar su lengua mientras chupaba lo suficientemente fuerte como para dejarle una marca, y Orihime no pudo contener un gemido ni los temblores que se estaban apoderando de su cuerpo. Sus manos deslizaron los delgados tirantes del vestido y los soltó. Suavemente, bajó la tela del vestido y el sostén hasta que sus pechos estuvieron expuestos y la tela amontonada bajo ellos, empujando los montes hacia arriba. Orihime tragó saliva y pensó en lo que él estaba viendo. Las puntas de sus pechos eran de un rosado oscuro, y notaría que ya estaban bien despiertos.
Las manos de Grimmjow se movían arriba y abajo por sus brazos. No sabía qué hacer. Quería tocarlo, y quería que tocara sus pechos tanto que ya estaba lista para rogar, pero no sabía cómo pedirlo. Esto estaba más allá de lo que sabía de sexo y juego previo.
Comenzaba a pensar que los dos tipos con los que había estado ni siquiera contaban. Porque Grimmjow no había hecho realmente nada aún, y ya era el mejor sexo que había tenido nunca.
-Ponte de pie -dijo Grimmjow.
Orihime se levantó. grimmjow sonrió oscuramente ante su incuestionable consentimiento mientras apartaba la silla. Con una mano envuelta alrededor de su delicada garganta la atrajo de vuelta frente a él y deslizó la otra mano a lo largo de su cuerpo, pecho, cintura, cadera, muslos- Jodidamente perfecta. ¿Sabías que eres perfecta? -Su cabeza caía bajo su barbilla y se inclinó para susurrarle en el oído.
-No. Soy muy rechoncha -dijo con voz ronca y con el temor suficiente como para dar sabor a su excitación sin echarlo a perder- Mi… m… mi trasero es demasiado grande y también mis senos.
-Shhh -Grimmjow apretó su cuello un poco y comenzó a levantarle la falda-. No vuelvas a decir nada así. Eres perfecta. Las mujeres sin curvas no son mujeres, son hombres con pelo largo. Tú… -gruñó cuando su falda reveló sus muslos y caderas con un pedacito de encaje rojo en su entrepierna-… Eres definitivamente una mujer -deslizó los dedos bajo el encaje de su cadera y dio un fuerte tirón, rompiéndolas pulcramente.
Llevó el encaje frente a su cara y habló con los labios en su mejilla.-Bonitas. Creo que me las quedaré de recuerdo -se acercó el encaje y Orihime pensó que podría correrse justo en ese momento cuando él inspiró hondo. Sintió su erección hacerse todavía más grande contra su espalda.
-Muy bonito -dijo y se enderezó. Su mano alrededor de su cuello se movió para agarrar un mechón de pelo. Lentamente empujó hasta que ella estuvo inclinada sobre la mesa y su culo desnudo en el aire. Las sensaciones combinadas de la mesa fría en sus pezones y del hombre caliente a sus espaldas le sacaron otro gemido. Creyó que si no le tocaba algo vital, pronto comenzaría a rogar.
Grimmjow estaba a punto de perder el control. Él no era así. Hasta ahora esto era bastante normal para la mayoría de los estándares, especialmente los suyos, pero su esencia, su obediencia, la forma como se estremecía de necesidad, estaba despertando algo oscuro y primitivo en él. Quería arrastrarla como un hombre cavernícola.
Le dio un buen y largo vistazo al culo y a los muslos que ella afirmaba eran demasiado grandes y casi babeó. Su culo era enorme y lucía como un festín para él. Sus muslos eran curvilíneos y llenos, casi se tocaban bajo su pequeño coño delicioso.
No necesitó tocar esa dulce carne para ver si estaba lista; estaba mojado y brilloso, rogando por una buena y dura montada. Rápidamente se desabrochó los pantalones y se sacó la polla. Brevemente se soltó de ella para sacar un condón del bolsillo, lo abrió y lo acomodó para luego reclamar su puñado de pelo.
-Separa los pies -dijo. Lo hizo con un gemido- Más -Lo hizo. Se movió hacia adelante y posicionó la hinchada cabeza de su eje contra ella, luego agarró su adorable cadera y empujó dentro de su caliente y mojado canal.
Orihime gritó. Era un grito de pasión, de lujuria y necesidad. Era increíble.
El sonido apretó sus pelotas y puso a prueba su control aún más. Salió y entró una y otra vez. Cada vez que empujaba, ella gritaba. Su voz era gutural y ronca, no los sonidos practicados de una mujer que intenta inflamar a su amante, sino los sonidos reales de una mujer a punto de perder la jodida cabeza en un orgasmo.
Su mano se apretó en su pelo, y le tiró la cabeza hacia atrás mientras se inclinaba sobre ella y se movía de forma que su polla entrara aún más en su coño y chocara contra su cérvix con cada embestida.
-Te gusta esto ¿Verdad, princesa? -Susurró, y su lengua salió para ahondar en su oído. Cuando no hizo nada más que temblar y gemir, la mano que sostenía su cadera la palmeó fuerte en el culo, y le dio un buen tirón en el pelo- Contéstame. Siempre.-
-S-sí –tartamudeó-. Sí, me gusta la embistió de nuevo y gimió largo y fuerte-. Me gusta mucho.
-Orihime, quiero que te corras para mi -dijo Grimmjow acometiendo dentro de ella más fuerte y más rápido, usando todo su control para evitar correrse él mismo mientras su pequeño coño se apretaba alrededor de su eje zambullido.
Las manos de Orihime comenzaron a rasgar la mesa, y la oyó decir: -Oh Dios -cuando su cuerpo comenzó a apretarse y a corcovearse contra él.
-Mierda -murmuró tratando de aguantar y de mantenerla en su lugar.
Era como observar un volcán justo antes de que hiciera erupción al acercarse al clímax-. Eso es, nena, córrete, córrete para mí… ugh, no te muevas… mierda -su cuerpo dio un tirón, y su coño se asió contra su polla tan fuerte como un puño.
No había ninguna posibilidad de que no se corriera con ella. Su orgasmo lo inundó como lava y le trajo un grito a su propia garganta que lo atravesó. Su cuerpo comenzó a sumergirse y empujarse dentro de ella mientras que chorros de semen se disparaban de él.
Ella continuó gimiendo y retorciéndose dentro del pequeño espacio que le dejaba hasta que lo peor de la tormenta pasó
Con la visión un poco borrosa en los bordes y su polla ya preparándose para otra ronda, Grimmjow salió de ella y se enderezó la ropa. Esperaría hasta más tarde para tirar el condón ya que no había donde echarlo ahí.
Sonrió ante la forma en que quedó extendida sobre la mesa, tal y como la había dejado, con los ojos cerrados y una sonrisa temblorosa en sus labios.
Le alisó la falda por encima de su culo y le dio un afectuoso apretón antes de recuperar la silla y sentarse a su lado con las piernas fuera de las de ella. Seguía con los ojos cerrados y tenía una delicada mano acurrucada bajo la barbilla, mostrando la hermosa curvatura de su espalda y hombro. Su pelo una cascada de caramelo sobre la mesa.
Grimmjow se contentó con dejarla yacer por el momento. Tomó su bebida y sorbió un par de veces. Su mano volvió a su culo; no creía ser capaz de mantener sus manos alejadas por mucho tiempo.
Con un suspiro, la atrajo hacia él, dentro de la V que formaban sus piernas. Usó el helado fondo de su vaso para deslizar lejos el pelo en su mejilla y quedó encantado cuando se estremeció y la piel de gallina se propagó por su hombro.
-Abre los ojos, princesa.
-De acuerdo -dijo mientras lo hacía-. Pero no creo que pueda ver aún.
Se rió entre dientes. Tenía las pupilas dilatadas y fuera de foco, el iris gris oscuro lucía plomo fundido. Parpadeó hacia él con lentitud y dulcemente, y su corazón se alteró con una agradable dosis de afecto junto con la lujuria que sentía por ella.
-Nunca he hecho nada como esto antes -susurró como si tuviera miedo de que alguien la escuchara, pero no los gritos ensordecedores que había hecho.
-Lo sé -sonrió mientras tomaba otro trago-. Me alegro de que te haya gustado. Es solo el comienzo.-
-Esperaba que dijeras eso.-
Bien. Arréglate el vestido. Voy a abrir el escudo y llevarte a mi ático donde podremos hacer esto bien.
Se estiró como un gato después de una siesta con las manos arrastrándose por su pelo y luego al frente tan lejos como pudo mientras arqueaba la espalda. Arqueó su cuerpo contra la mesa, y sus pechos llenos se balancearon con el movimiento. Lentamente se enderezó y usó las manos para incorporarse.
Si hubiera estado tratando de tentarlo se habría estirado después de ponerse de pie para poder sacudir sus increíbles pechos hacia él, pero la forma como lo había hecho era tanto más seductora por su falta de artificio.
Se movía como una mujer que había sido deliciosamente follada y que no podía estar más feliz por eso. Con unos cuantos tirones, un meneo y unos delicados rebotes tuvo el vestido de vuelta en orden.
La mantuvo apretada contra su entrepierna todo el tiempo para que no pudiera dejar de notar que estaba duro de nuevo y esperando más de ella. Extendió la mano y le dio un tirón al vestido para bajarlo lo suficiente como para mostrar un atisbo del sujetador de encaje rojo que llevaba, antes de presionar el botón que abría el escudo.
Se puso de pie, la tomó de la mano y caminó hacia la barra en el otro lado del club. Orihime miró alrededor en busca de alguien señalándola o riéndose o algo, pero nadie parecía preocuparse por lo que habían estado haciendo; soltó el aliento que no sabía que estaba sosteniendo.
Notó que se alejaban de la puerta principal. -Eh, Grimmjow -tuvo que gritar para hacerse oír por sobre la música y la multitud. Sabía que lo había escuchado, pero no se detuvo. Gritó más fuerte. Finalmente se paró y se volvió para enfrentarla con una ceja elevada en signo de pregunta.
-Creía que íbamos a tu casa -dijo y apuntó hacia la puerta. Grimmjow la miró, tiró de nuevo de su mano y continuó su camino. Oh, bueno, pensó Orihime, quizás tomarían una bebida antes. Entonces su boca cayó cuando la guió alrededor de la barra hacia un brillante ascensor negro que abrió con la misma tarjeta que había usado para activar el escudo de privacidad.
Grimmjow la arrastró detrás de el, y tan pronto como las puertas se cerraron, comenzó su ascenso. Se apoyó contra la pared y tiró de su mano para atraerla contra su pecho. Le tomó suavemente la cara con la palma de su mano y se inclinó hasta que su frente descansó contra la de ella y sus alientos se mezclaron.
Orihime suspiró y dejó que su cuerpo se aflojara hasta que estuvo apoyada contra él desde los tobillos hacia arriba. Envolvió un brazo alrededor de su cuello con una sonrisa y un suspiro.
-Esto es agradable -susurró contra sus labios-. Ahora ¿puedo hacerte una pregunta? –
Le sonrió de vuelta. -Sí, puedes.-
-¿Alguna vez vas a besarme?-
-Voy a besar cada pulgada de ti, incluida esa deliciosa boca tuya, pero aún no. Tienes que esperar.-
-¿Esperar qué?-
-Esto -dijo, y el elevador abrió sus puertas.
Esta historia no me pertenece es una adaptación de la trilogía de New York de Lainey Reese los personajes son de Tite Kubo
Yo solo las uní y espero que la desfruten
Porfa dejen sus comentarios y díganme que les pareció, se que es algo nuevo para nuestra pareja favorita ICHIHIME, per la trama me parece interesante y creo que la combinacion con nuestros pelinaranjas y el gatito azul sera electrisante.
