AFTER HOURS

I.

En los pasados más de 4 años trabajando para My Hero Corp., Uraraka había llorado alrededor de 30 veces en la ducha, 12 manejando de camino a casa y al menos otras 40 en el baño de la oficina. Ser la asistente personal de Katsuki Bakugou era así de demandante, aunque, para ser francos, la mayoría de esas ocasiones se habían dado cuando recién la habían contratado, más precisamente durante su primer año, el cual había sido con honestidad un infierno.

Uraraka se había graduado en Finanzas de una pequeña universidad de campo al norte de Japón, de esas que las grandes compañías no toman en serio y tus conocidos te preguntan dónde queda. Su sueño de toda la vida era recibir un salario regular, tener un trabajo estable, rentar un departamentito en Tokyo y salir a comer a algún restaurante de cuando en cuando. Habiendo crecido con toda clase de carencias, nadie creería que sus aspiraciones fueran pequeñas.

Destinaba una parte de su salario para apoyar a sus padres, quienes seguían en el campo, y la otra la depositaba fervientemente en su cuenta de ahorros. Raras veces se daba lujos y procuraba cocinar su propia comida o comer de los almuerzos subsidiados para los trabajadores de la corporación; no compraba joyas ni ropas lujosas y procuraba mantener las salidas sociales en un nivel saludable que no la dejaran como una tacaña, pero que tampoco hicieran mella en su economía. Aunque, a decir verdad, con el ritmo que debía seguirle a Bakugo Katsuki, tampoco es que tuviera mucha vida social.

Al día en curso, la razón por la que Bakugou Katsuki la había seleccionado como asistente aquel día de otoño era todo un misterio. Su ridículum, como le gustaba llamarle, abarcaba en su mayoría trabajos como cajera, barista y mesera, y un empleo de mala reputación por 1 mes que era en realidad una estafa piramidal. El mayor logro de su CV eran sus prácticas de 6 meses en Nippon Steel, de donde la habían chispado al terminar su contrato por no tener conexiones, y su dudosamente fluido inglés.

No era como que Uraraka no quisiera superarse, era que, con la cantidad de trabajos de medio tiempo que necesitaba tomar para poder pagar la matrícula, apenas y le quedaba tiempo para hacer las tareas, mucho menos era capaz de pagarse un curso de algo y asistir a él.

También, la razón por la que había enviado su CV a My Hero Corp. en su división de fabricante de bolsas de aire para la industria automotriz, era porque absolutamente no creía que le llamarían. Era solo que una noche, unos cuantos meses después de ser rechazada en al menos 3 entrevistas para compañías pequeñísimas y locales, y mientras trabajaba en una cadena de cafeterías de Tokyo para subsistir, en medio de un ataque de desesperación envió su CV a toda vacante que encontraba en las bolsas de empleo que fuera mínimamente compatible con su formación. Por lo que My Hero Corp. no era la única compañía trasnacional a la que había enviado su CV, sino que lo había intentado con Sony, Toyota, Panasonic, Hitachi e incluso Nintendo. Empresas de electrónica, animación, videojuegos, financieras y automotrices, todo estuvo en su radar en esa fatídica noche en la que creyó que quizá alguien, alguna persona de Recursos Humanos, se compadecería de ella y le daría al menos la oportunidad de intentarlo.

El resto era historia.

Hizo una entrevista con la persona de Capital Humano, tuvo otra con el que era en ese entonces asistente de gerencia, luego pasó con el mismísimo Katsuki Bakugou, recién ascendido subgerente. Y algo había visto u oído en ella porque, aunque todos los demás parecieron negar con la cabeza nada más al verla entrar a sus 23 como una chiquilla asustada, el poderoso Katsuki de entonces 29 años de edad había evaluado netamente lo que había dicho y no su forma de vestir, de ser o caminar. Una semana después le enviaron las pruebas psicométricas, otra semana más tarde la citaron para unos exámenes médicos de rutina y medio mes después se había presentado a inducción, donde le dieron su gafete de acceso a las oficinas.

Luego comenzó el infierno.

Jornadas de más de 12 horas, gritos de su jefe, juntas interminables y balances que no sabía cuadrar. Horas extras los fines de semana y pernoctar por si al jefe se le ofrecía algo. Bakugou era un adicto al trabajo. En una de las primeras veces que lloró, pensó realmente en renunciar, en lanzarle el iPad con su agenda digital en el rostro a su malhumorado jefe y salir corriendo de ahí, ¿unos pocos yenes valían todo el estrés al que se estaba sometiendo? Pero la realidad es que no eran solo unos pocos yenes, por lo que se sacrificó una vez más a sí misma en pro del futuro.

En adelante, después de superar los primeros terribles dos años, Ochako solo ponía excusas a por qué soportaba seguir trabajando para My Hero Corp.

—¿Por qué no renuncias ya? —preguntó su mejor amiga de la infancia, Tsuyu, por medio de una videollamada para felicitarla por su cumpleaños 25.

Uraraka solo contestó—: Necesito más experiencia, nadie me contrataría ahora.

La siguiente vez, su compañera de trabajo, la Coordinadora de Logística, Yaomomo, fue la que la animó a dejar su puesto—. Es un cabrón —dijo, limpiándole las lágrimas en el baño. Katsuki había estado particularmente furibundo aquel día. Había perdido una negociación frente a uno de sus principales competidores y era bien sabido por todos que se desquitaba con quien tuviera en frente. Casi siempre la pobre de Ochako—. No debería decir esto dada mi posición, pero deberías dejarle botado el trabajo, a ver qué puede hacer solo. Lo destruirías.

Ella solo agradeció las palabras de la coordinadora, pero las echó en un saco roto. No iba a renunciar.

—Ya tienes años siendo la asistente del Gerente Adjunto —esta vez le tocó a Mina preguntar. Ella había sido su compañera en el café hacía cinco años, ahora se dedicaba a hacer streams de videojuegos y otros contenidos en Tik Tok—. Si te gusta mucho esa empresa está bien, no renuncies, pero pide un cambio de puesto. ¿No se puede?

—No es eso —respondió Uraraka, dubitativa.

—¿Entonces qué es? No te quieres cambiar ni te quieres salir.

"No lo entenderías", quiso decir, pero tampoco quiso referenciar un meme—. Creo que ya me acostumbré.

—¿Te acostumbraste a no tener vida propia?

—¡Sí tengo! Como ahora…

—Es lunes por la tarde y literalmente solo nos topamos porque ambas venimos al supermercado. Esto —Mina hizo un gesto de mano, señalando el lugar— no puede considerarse vida social.

—Eres muy dramática.

—Tú no tienes remedio.

Entonces el celular del trabajo sonó y Ochako supo por el ringtone que se trataba de Katsuki. Hizo un gesto de disculpa a Mina y se fue al pasillo de mueblería para tomar la llamada.

—El balance del primer cuarto del 2020, cuando arrancamos el proyecto con All Might Enterprises, ¿dónde está?

Ni un "Hola, buenas tardes. Perdón por molestarte fuera de tu horario laboral, Ochako" ni nada. Así era Katsuki.

—En la Intranet, Carpeta de Finanzas, subcarpeta de Resultados, busque por el año, debería estar en el mes de abril, ya que es cuando presentamos el resultado.

—Ya lo hice —espetó, casi interrumpiéndola—. No está. Algún imbécil lo movió.

—Probablemente IT tiene un respaldo, creo que Kaminari está en turno, le marcaré y le pediré que le envíe el archivo en los próximos 10 minutos.

Se escuchó un gruñido al otro lado de la línea y después un—: Gracias.

Entonces la llamada terminó y el corazón de Uraraka se brincó un latido.

No era la primera vez que Bakugou le daba las gracias, de hecho, se estaba haciendo frecuente en los últimos meses, pero no eran solo las gracias, había otros detalles pequeños que solo alguien que pasara tanto tiempo con él como Uraraka habría notado.

Como aquella vez en la que le invitó un café (de la máquina del primer piso) cuando se encontraron de casualidad a su hora de llegada después de pedirle cambio de un billete grande. O aquella otra en la que le dio el día libre después de haber llorado toda la noche porque su último novio la abandonó ("Tenemos visita del Presidente en 30 minutos y tú tienes los ojos hinchados. Ve a tu casa a descansar y vuelve hasta que estés presentable", bramó). También estaba aquel día en el que le pidió un Uber para que no manejara a su casa a las 3AM (porque la había obligado a quedarse a trabajar con él hasta esa hora).

—No quiero ofenderte, Ochako —era Itsuka de Cuentas por Pagar. Había organizado una tanda con otros compañeros de la oficina y era viernes de darle los 5000 yenes de tributo semanales—, pero no has enlistado ni una sola verdadera y desinteresada acción que él haya hecho por ti en los últimos 5 años.

—Es que no lo conoces.

—Claro que lo conozco, yo era pasante cuando él estaba aquí en el departamento de Administración y Finanzas como supervisor.

—Sí, pero ya han pasado aaaños de eso.

Itsuka hizo el mismo gesto de lástima que le daban los demás cuando trataba de justificar su empleo como asistente del Subgerente.

—Aquí están mis 5000 yenes —le dijo Ochako y terminó la conversación.

La persona más loca en la vida de Uraraka era sin duda su amiga Toga. No era su amiga per se, sino que Toga lo había decidido por sí misma. Ella era a la persona que Ochako llamaría cuando hiciera algo moralmente cuestionable solo para que le dijera que estaba en lo correcto y que, de hecho, ella hubiera hecho algo peor si estuviera en su lugar.

—Entiendo —dijo Toga luego de terminar de escuchar su historia, mordisqueando una papa frita de su cajita feliz del McDonald's—. Supongo que si tú dices que ahora es mejor, es porque así es.

Pero Toga no sonaba muy convencida, así que Ochako se lo hizo saber.

—No suenas muy convencida —le dijo a quemarropa.

—Es que yo no lo conozco como tú, no puedo opinar. Además…

—¿Además..? —urgió Ochako cuando Toga paró en seco su frase.

—Ya sé que dices que siempre digo lo mismo, Ochako-chan. Y que no te he presentado a los mejores tipos de tu vida, (como Nomu, jajaja, qué tipo, quién diría que sería un acosador en serie, jaja), pero para mí suenas como si estuvieras enamorada de tu jefecito-sama.

Bueno, eso era lo que se ganaba por hablar con Toga. Se lo merecía. Ella veía amor en las personas, comportamientos y relaciones más retorcidas de las personas, por lo que Ochako solo estalló en carcajadas y cambió el tema.

—¡Es que apreciar a mi jefe y estar enamorada son cosas muy diferentes! —exclamó en el elevador.

En esta ocasión le tocó a Izuku Midoriya, Gerente General de All Might Enterprises, escuchar su cantaleta.

Se habían conocido en Tinder hacía 4 años en una muy fallida cita en la que Katsuki le llamó 3 veces en el lapso de una hora y el hombre se confesó gay de clóset. En ese entonces ella no sabía que él tenía un puesto tan importante porque se había puesto de mote "Deku" en la app de citas hasta que My Hero Corp y All Might Enterprises celebraron un contrato en el que todas las exportaciones a nivel mundial se harían por medio de su división de Logística.

—Entiendo, Uraraka-san —dijo Midoriya, conciliador—, quizá le diste esa impresión a tu amiga porque hablaste demasiado de Katsuki en su reunión.

En sí la reunión la había organizado Uraraka para hablar de Katsuki, pero lo que no supiera Deku no le haría daño.

Nada más acompañarlo a la sala de juntas de la empresa y despedirse (era una junta para la que ella no había sido requerida), marcó a Tsuyu—. Oye, Tsuyu.

—¿Qué pasa, Ocha?

—¿Crees que hablo demasiado de Katsuki Bakugou?

Hubo un silencio embarazoso.

—¿Si te digo que sí, todavía me vas a prestar tu palazzo para la cena del aniversario de mi compañía?

—Si no dices nada te lo seguiré prestando.

—Entiendo —dijo Tsuyu tras un suspiro—, pero que no lo diga no lo cancela.

Y colgó.

Uraraka torció el gesto.

De modo que hablaba demasiado de su jefe. Eso había qué analizarlo: pasaba más tiempo en la oficina que en su casa que, a estas alturas, era solamente un cómodo hotel. Veía a Katsuki al menos 4 de las 12 horas que trabajaba sin parar ahí. Le ajustaba la agenda, atendía sus llamadas, realizaba sus presentaciones y le preparaba el café por las mañanas. Claro que iba a hablar mucho de él, era casi la única persona con la que convivía, razonó. Además, había poquísimos hombres en su vida: Kaminari de IT, el Coordinador de Cadena de Suministro Kirishima y Deku, pero Deku era gay, Kaminari era raro y Kirishima era novio de su amiga Mina.

De manera que necesitaba descargar Tinder.

Otra vez.

—Bakugou-san —llamó a la oficina de su jefe a las 5:00PM, su hora de salida. Era jueves, dos semanas después de su conversación con Izuku—. ¿Hay algún pendiente que necesitemos terminar?

—Ninguno. ¿Qué pasa? —alzó una de sus rubias cejas, extrañado.

—Tengo un compromiso a las 6PM, si no le molesta, me retiraré ahora.

—Adelante.

Así fue como Uraraka se fue a su cita, casi con la bendición de su jefe.

Llegó a un café a 6 cuadras de la compañía, era una cita sencilla y segura para empezar. El chico era muy atractivo y, por mensajes, le había parecido muy dulce.

—Mucho gusto, tú debes ser Ochako Uraraka-san. ¿verdad? Soy Todoroki Shoto —se presentó el tipo con un traje gris (Armani, pudo notar) muy pulcro y con muy buenos modales. Ochako lo recordaba de alguna parte, ¿de dónde era?

—Mucho gusto.

Pidieron dos bebidas, Ochako se aventuró con un pay de zarzamora y Todoroki con una baguette, según dijo no había comido nada en todo el día.

—¿A qué te dedicas, Todoroki-san?

—Trabajo en Endeavor Inc, está cerca de aquí, por eso pedí que nos viéramos en este café.

—Oh, yo igual trabajo por aquí, en My Hero Corp, también me quedó cerca este lugar.

—Qué coincidencia.

Tuvieron una charla amena charla sobre lo difícil que era balancear la vida privada con la laboral y de lo buenos que estaban los cafés ahí. De verdad, el capuchino estaba excelente.

—Solía venir aquí con un amigo —admitió Todoroki, casi al final de la velada. No parecía una persona muy habladora, de hecho todo lo contrario, se veía que se estaba esforzando, por lo que Ochako no forzó nada. Además, tampoco había sentido ningún clic y no le apetecía acostarse con un extraño un jueves, teniendo qué despertar a trabajar al otro día. Asimismo, intuyó que al hombre frente a ella tampoco le interesaba de esa forma.

Aun así, ambos aceptaron concertar una cita más la próxima semana. En viernes. Todoroki tenía la tarde libre y, teóricamente, Uraraka también debería tenerla.

Pero entre el que sucedía esa cita y la vida, sucedió el aniversario laboral número 5 de Uraraka.

Fue recibida con un enorme ramo de gerberas rosadas en su lugar sin ninguna tarjeta para identificar al remitente. Pero obviamente eran de Recursos Humanos, no podría ser de otra manera. ¿A quién más le importaba que llevara esclavizándose 5 años en ese lugar sin haber presentado nunca ni una sola queja? Solamente a ellos.

O eso pensó hasta que Mirio Togata, el recién ascendido Gerente de RH, se acercó a su lugar con una tarjeta de regalo para un restaurante caro y un ramo mucho menos imponente de peonias.

—Felicidades por llegar a la marca de los 5 años, Ochako-san —dijo muy sonriente, luego vio las gerberas—. ¡Oh! Veo que alguien se le adelantó al honorable departamento de Capital Humano.

—¿O sea que no son suyas?

—¿No sabes de quienes son? ¿Qué dice la tarjeta?

—No tiene tarjeta.

—Puede que alguno de mis chicos se haya equivocado y haya pedido un doble arreglo floral, déjame preguntar con una llamada.

Mirio hizo la llamada. Fue fácil deducir que la suposición fue negada. Nadie trabajaba tan duro como para hacer ese tipo de detalles por su cuenta.

—¿Entonces de quién son?

La duda flotó en el aire toda la mañana en la mente de Ochako: cuando le preparaba el café a Katsuki, cuando revisaba su agenda, cuando asistió a una reunión online con Mei de Ingeniería para ver los avances en el arranque de los nuevos proyectos…

Hasta que un vago recuerdo asaltó su mente mientras escribía la minuta de la junta.

Siete meses atrás, casi por las navidades, Ochako había estado revisando los informes de cierre de año junto con su jefe en la sala de juntas hasta muy tarde, como era usual, cuando notó que el ramito de gardenias que adornaba la gran mesa estaba casi marchito. Entonces había lanzado un comentario de que las tiraría. Y Ochako, que a veces era boca floja, soltó a decir que sus flores favoritas eran las gerberas, porque su madre le había dicho que se parecían a ella. Y así había quedado, como un comentario escueto al aire que Bakugou podría o no podría haber siquiera escuchado, de hecho, en aquel momento, Uraraka habría apostado que no. Pero ahora…

Su corazón se saltó un latido.

¿Arritmia? Quizá debería acercarse a Servicio Médico.

Pero una cosa era suponer que su jefe era quien le había enviado flores y otra muy distinta a que de verdad lo hubiera hecho. Pero Ochako no se podía quedar con la duda, así que, con el corazón en un puño (¿y si la llamaba impertinente y le gritaba? Hacía meses que no le gritaba, pero siempre existía la posibilidad…) llamó a la oficina de su jefe casi a la hora de la salida y le preguntó. Bueno, más o menos.

—Disculpe, Bakugou-san. Por la mañana llegaron unas flores a mi escritorio, ¿sabe quién las puso ahí? No tienen ninguna tarjeta.

Su jefe llegaba endemoniadamente temprano a la oficina, así que él debería tener una pista.

—Fui yo, felicidades por su quinto aniversario en My Hero Corp, Uraraka. ¿Eso es todo? —dijo sin levantar la vista de los papeles que estaba leyendo.

Ella se quedó de piedra. Lo había pensado, pero ni en sus fantasías más salvajes había creído que de verdad él le hubiera traído sus flores favoritas por algo como su aniversario laboral. Pero sí, era él, aparte de RH, al único que le importaba que llevara 5 años trabajando allí como un amaestrado ratón de laboratorio, así que sí que tenía sentido de alguna forma.

—Uhhh… Emmm… No, digo, sí, es todo. Gracias, Bakugou-san.

Salió con un portazo.

Al día siguiente, cuando fue a su cita con Todoroki Shoto, seguía pensando sobre el asunto. Las flores frescas descansaban en una mesita en su departamentito físicamente y, mentalmente, adornaban el fondo de la mente de Ochako.

—Te noto ausente, Uraraka-san. ¿Pasa algo malo?

—Ugh, no, Todoroki-san, una disculpa, recordé un pendiente del trabajo —mintió.

—¿Necesitas regresar?

—No, no es nada importante. Puedo resolverlo mañana.

—Mañana es sábado.

—Quise decir el lunes. A todo esto, Todoroki-san, ¿cuál es tu trabajo allí? Quizá podamos darnos algunos consejos laborales si lo llegamos a necesitar, jeje.

Shoto se revolvió incómodo en su asiento.

—Oh, no quise ser grosera y entrometerme de más en tu vida. No necesitas decirme nada a detalle o darme consejos. Yo, por ejemplo, soy una humilde asistente de subgerencia

—¿En My Hero Corp? —dijo con repentino asombro.

—Eh, ¿sí? La división automotriz.

—Vaya, nosotros tenemos negocios con ellos en nuestra división de construcción y queríamos extender esos lazos al área automotriz. De hecho, tengo una cita el lunes con el Gerente Hakamada y Bakugou Katsuki.

¿Una reunión agendada para el lunes con altos cargos de la empresa? Este hombre entonces era…

—¿Eres el Director de Endeavor Enterprises?

—Sí.

Muchas preguntas saltaron en la mente de Uraraka: ¿Estaba teniendo citas con un DIRECTOR de una compañía Top 10 de Japón? No solo el director, era EL HEREDERO. ¿Y qué diablos hacía un director usando Tinder para conseguir citas? ¿Que su vida de viejo rico no era como en los dramas matutinos donde el matrimonio es un negocio y los casan con la hija de algún viejo rico dueño de conglomerados?

Sin embargo, entre todas las preguntas que le surgieron en la mente, una certeza flotó más allá de todas las demás.

—¿Eres gay, no? —se le escapó simple y llano. Luego tapó su boca con ambas manos, pero el daño ya estaba hecho.

Todoroki pareció alarmado, pero no enojado, solo volteó desesperadamente a ver en las mesas de al lado por si alguien la había escuchado. Gracias a todos los Dioses, nadie parecía estar interesado en su conversación.

—¿Qu-qué? ¿Có-cómo? —tartamudeó.

—Es que conozco a Midoriya.

—Ah… —se desinfló.

De manera que era su segunda vez usando Tinder y había vuelto a pescar un gay. Y no cualquier gay, sino el exnovio de uno de sus amigos y socios comerciales de la empresa para la que trabajaba.

Genial.

Era un imán de gays.

(¿Su jefe entonces también….?)

—Quiere hablar contigo.

Era sábado en la noche, Uraraka estaba usando una mascarilla facial y comía pepinos como un cliché, mientras buscaba algo qué ver en Netflix. De forma no muy irónica, sintonizó La Propuesta con Sandra Bullock.

—Yo no quiero hablar con él —respondió Midoriya al otro lado de la línea telefónica. Ochako le había contado toda su aventura en Tinder con su exnovio que permanecía en el closet.

—No sé, creo que deberías darle una oportunidad. Cuando me dijo que solo estaba usando Tinder para que su padre no le obligara a estar en un matrimonio arreglado (¡ajá!) con la hija de algún inversionista se veía realmente afligido.

—Pero sigue saliendo con mujeres.

—Sí, bueno, yo también lo acusé por eso, pero su razón fue que si saliera con hombres sentiría que te engaña o algo así.

No tenía mucha lógica, pero ¿quién era Uraraka para juzgarlo?

—No tiene sentido.

—Eso yo le dije y le tiré el frappé encima.

Izuku jadeó al otro lado de la línea.

—Y luego le prometí que hablaría contigo en su favor y aquí estamos.

Luego de unos breves 30 minutos de convencimiento (Uraraka pensó que le tomaría semanas), Deku aceptó hablar con su exnovio. El tipo parecía genuinamente arrepentido, deprimido incluso; también le había comentado que ya había aceptado su homosexualidad frente a su padre, aunque no frente al público en general porque las revistas de chismes no eran lo importante para él. Y Uraraka le creyó porque le había caído simpático y le ofreció un puesto de trabajo en su empresa cuando quisiera abandonar My Hero Corp.

Ella no quería abandonar My Hero Corp, pero tenía muy claro que ser la asistente personal de un subgerente o incluso un gerente no era lo que quería para toda su vida. El tema era que renunciar le parecía tan difícil.

—Hey, Ocha —era Kaminari de IT. Ambos se encontraban en la oficina de Bakugou porque algo había fallado en la conexión a internet de la laptop del jefazo. Ella supervisaba que el trabajo quedara bien hecho (el jefazo era quisquilloso respecto a los cables sueltos) y él trabajaba—. Te vi en Tinder.

—¿Ah, sí? —dijo sin mucho interés, revisando la hora en su reloj de muñeca. Necesitaba revisar en el archivo muerto unos documentos de hacía 10 años y el pequeño desperfecto del internet le estaba quitando tiempo. Tenía otra cita esa tarde.

—Sí, no hice match contigo, por eso no me vas a encontrar. Lo siento, no es que no seas bonita, solo que no eres mi tipo.

Ochako rodó los ojos porque, francamente, nadie le había preguntado y aún más francamente, a ella le importaba un pepino si era o no el tipo de Kaminari porque él no era su tipo.

—Espero que encuentres un buen match —siguió él—. Yo tengo una cita mañana con una chica que toca en una banda de rock, ¿de lujo, no? Voy a verla tocar y luego a ver qué pasa.

—Sí, yo tengo una hoy —se sinceró. No le gustaba demasiado usar Tinder, menos después del fiasco de Todoroki (el cual ahora estaba felizmente en una relación con Midoriya gracias a ella)—. Espero tener suerte.

Suerte de no encontrar a otro gay. No es que fuera homofóbica, pero no le ayudaban a lograr su propósito de usar Tinder: olvidarse de su jefe y su forma de dar las gracias y las flores que le había regalado en su aniversario, conocer un tipo guapo y vivir una historia de amor digna de Hollywood.

Bakugou entró en ese momento a la habitación con el ceño muy fruncido. ¿Una reunión poco fructífera?

—¿Terminaron? —urgió con un gruñido el subgerente.

—Solo dame unos segundos —respondió Kaminari sin cambiar su buen humor, ajeno al ceño de Bakugou—. ¡Listo! Ya no debería haber problema. Cambié los cables porque eran muy viejos y optimizé… Bueno —se rascó la nuca, notando apenas que sus comentarios no estaban siendo tomados en aprecio—, ya es todo. Suerte en tu cita más tarde, Uraraka —se despidió a media voz.

A las 4:50PM, 10 minutos exactos antes de su hora de salida, Bakugou salió de su oficina todavía ceñudo a pedirle un informe ridículo a Uraraka que necesitaba de forma URGENTE.

—Pero esta reunión no la tiene agendada hasta el día miércoles a las 10AM.

Su jefe solo la miró con una cara de: "¿Me estás cuestionando?" y fue suficiente para que ella hipara y prometiera que estaría listo antes de las 9PM.

—Haz que esté listo a las 8PM —exigió Katsuki—. Tenemos otra cosa qué hacer a esa hora.

Uraraka mandó un breve mensaje por Tinder a Ojiro, su cita:

"Lo siento, surgió algo importantísimo en el trabajo y no voy a poder ir a nuestra cita. ¿Te parece si reagendamos? ¡Yo invito!".

"Ntp, nos ponemos de acuerdo entre la semana. Trata de descansar".

Uraraka suspiró antes de regresar al informe.

Diablos, Ojiro sonaba como un buen-hombre-no-gay que valdría la pena conocer. No le había mandado memes raros ni sugerencias sexuales como tantos otros, ni había hablado demasiado de sí mismo y sus logros en la vida.

Fiel a su palabra, Bakugou salió a las 8 exactas de su oficina. Ochako al verlo se atragantó con el agua qué estaba bebiendo. No se había dado cuenta de la hora y todavía no terminaba el reporte. No hacían falta más que 8 minutos para terminar unos gráficos y otros 10 para revisar la ortografía, pero aún así…

—Vámonos —dijo Bakugou sin siquiera preguntarle por el informe—. Recoge tus cosas.

—¿Necesita que imprima el informe, Bakugou-san?

—No hace falta. Mándalo a mi correo así como esté. Lo revisaré por la mañana.

—Pero…

Katsuki ya estaba de camino al elevador, sin darle oportunidad de rechistar.

Lo siguió casi a tropezones por el pasillo, metiendo sus cosas en su laptop con torpeza.

—¿A dónde iremos, Bakugou-san?

—Iremos en mi coche —con un gesto, señaló las llaves que ella tenía en sus manos.

El auto de Uraraka era un bonito Toyota Prius pagado por la empresa y considerado todavía activo de la empresa. Uraraka lo utilizaba casi como coche personal o para llevar a Katsuki (su verdadero propósito) a alguna reunión fuera de la oficina, ya que él usualmente estaba revisando un informe o contestando algún correo en su celular, por lo que se abstenía de manejar- De hecho, Ochako había aprendido a manejar exclusivamente porque su puesto se lo demandaba.

Subieron al Mercedes de Bakugou (su auto más humilde, como Uraraka sabía bien, pues también se encargaba de hacer sus declaraciones de impuestos anuales) y éste tomó el asiento del piloto, sin confirmarle su destino final a la chica.

Todo eso era mucho misterio y ella no podía con sus nervios, pero sabía que a Bakugou no le gustaba que fueran muy insistentes con ningún tema cuando él ya había decidido que no valía la pena darles la información de antemano. Por lo que su sorpresa fue mayúscula cuando llegaron a un restaurante italiano en la zona elegante de la ciudad, un restaurante caro con el que ella apenas soñaría entrar en un día común. Un platillo seguro costaba al menos una semana de su salario. Pero podría equivocarse. Podría ser más.

—Uh, Bakugou-san, ¿qué hacemos aquí? ¿Tiene una reunión programada de la que yo no hubiera estado enterada?

—Solamente vamos a cenar. Entremos.

Uraraka se tensó al momento. ¿Solamente iban a cenar? ¿Solamente? ¿Y ellos dos nada más? ¿SOLAMENTE?

El hombrecillo de la entrada los guió hasta su mesa reservada (¿reservada? ¿él había hecho la reservación?) en la terraza del jardín. Uraraka de repente se sintió muy fuera de lugar con su trajecito sastre y su blusita blanca. Ni siquiera estaba usando tacones y su cabello no tenía ninguna forma en especial. Desentonaba con el restaurante y con el resto de las elegantes personas que ocupaban las mesas. Ella no era como su jefe, alto, rubio, musculoso y endemoniadamente guapo que con cualquier camisa mugrosa se veía bien.

(Esperen, ¿pensó que era endemoniadamente guapo…?).

—No sé qué pedir —admitió Uraraka con la cabeza metida en el menú. No había traducción del italiano a alguna otra lengua que conociera como el japonés, el inglés o el francés y no había fotos para guiarse.

—Pediré por ti. ¿Algo en especial?

—¿Pasta?

Bakugou pidió una botella de vino y unos platillos que Uraraka no alcanzó a comprender qué eran, pero quedó fascinada con el sabor de la comida. ¿Así que este era el sabor de la alta cocina italiana? Hizo un ruidito feliz desde el fondo de su garganta, olvidándose de que estaba frente a su jefe y aún no entendía por qué estaban allí.

—Deja espacio para el postre —advirtió Katsuki, divertido.

Vaya, ahora divertía a su jefe. ¿Y era eso una sonrisa? ¿Estaba viendo bien o la comida tenía alguna planta alucinógena entre todas esas pequeñas hojitas verdes con las que estaba escarchada? También podría ser cosa del vino…

Al final de la cena, el estómago de Ochako estaba lo más feliz que había estado en su vida. Sonrió con suficiencia a su plato vacío con el tiramisú acabado hacía ya tiempo y luego levantó los ojos para encontrarse con Katsuki, que la miraba fijo. Se cohibió de repente. ¿Había sido grosera? Diablos, ese tipo de lugares caros no eran para ella.

—¿Ya nos vamos? —preguntó con cautela.

Nadie se había reunido con ellos durante la cena y hacía un rato que habían terminado, no tenían mucho qué hacer allí ya. Además, ya era casi medianoche y ella estaba cansada. Era viernes de dormir hasta tarde y mañana sería sábado de lavar ropa…

Él se demoró unos segundos de más para responder—. Sí, es hora.

Bakugou pidió la cuenta y Ochako vio de reojo el total. Apretó los ojos para controlar la jaqueca.

Esa cena había costado su salario mensual. ¿Y esa botella de vino era tan cara? Ella raramente tomaba vinos, ni siquiera pudo comparar.

—Pon la ubicación de tu casa en el GPS —ordenó Bakugou al subir al auto

—Queda más cerca la compañía. Allí está el coche y el lunes…

—Pasaré por ti el lunes. Pon el GPS en el coche —interrumpió.

Ochako se quedó sin palabras y así lo hizo. En 5 años de trabajo, por primera vez no comprendía a su jefe, a quien ella había descifrado una vez como un adicto al trabajo con problemas de ira, perfeccionista y encantador cuando así lo requería el protocolo de una negociación. Un trabajo bien hecho, una apariencia limpia, no hablar de más y ya estabas a medio camino de ser un ser humano para él.

—¿La cena…? —preguntó, antes de bajarse del coche. Estaban en frente de su edificio de departamentos. En el humilde loft que ella ocupaba en el séptimo piso.

—Tenías una cita esta noche —dijo, torciendo el gesto y mirando hacia el frente—. Si te hice trabajar de más, tenía qué compensar tu comida.

—¿Muchas gracias?

No se recompuso de los eventos de ese viernes durante todo el fin de semana.


Pretendía ser un oneshot corto pero yo nunca escribo más de 5k palabras seguidas, así que lo corté y a ver si el próximo fin de semana lo tenemos terminado :)

Gracias por leer