pues creí que terminaría en dos capítulos pero creo que ahora voy a necesitar tres o cuatro jajaja salu2
AFTER HOURS
II.
El lunes siguiente, puntual como un reloj cucú, Katsuki pasó por Uraraka a su casa a las 6 de la mañana. Ella tuvo qué despertar desde las 5AM para estar lista a la hora indicada. En realidad su horario era el de un oficinista normal, de 8 a 5, pero Bakugou siempre llegaba antes de las 7AM para aprovechar el día. O al menos eso era lo que le había comentado.
Todo el viaje al trabajo fue silencioso, con Uraraka reprimiendo bostezos y limpiándose los restos de las lagañas. Pasaron al Starbucks por un par de cafés y Katsuki le pidió un panecillo de blueberry a Ochako para complementar su desayuno.
—¿Usted no desayuna? —le preguntó a su jefe, consternada.
Era su asistente y muchas veces se ocupaba de sus comidas y de sus cenas, pero los desayunos estaban fuera de ella, a menos de que se tratara solo de café.
—No con frecuencia.
—Eso está muy mal. El desayuno es la comida más importante del día.
—¿De acuerdo a qué? —respondió Katsuki sin animosidad—. ¿De acuerdo al marketing?
La discusión paró allí porque llegaron al trabajo y era día de cierre de mes. Eso significaba quedarse hasta tarde y no dormir hasta pasada la medianoche. Con suerte regresaría a su casa, pues siempre salía algo mal con algún departamento en los cierres de mes.
—Uraraka-san, sé que ayer no dormiste y todo eso, pero podrías haberte peinado. ¿No te ha regañado Katsuki?
Ochako tocó su cabello y sintió algunos nudos por debajo de su palma. Por el cierre de mes había salido a las 4:30AM de la oficina todo para regresar puntualmente a las 8AM prácticamente sin descansar; había dormido un par de horas, se había bañado y había conducido a toda velocidad con las ventanas del Toyota abiertas. No se había puesto maquillaje de ningún tipo y su traje estaba planchado solo porque lo había hecho de antemano el fin de semana.
—No me ha dicho nada —confirmó, pero de igual manera corrió al baño después de la comida a cepillarse el cabello.
Su jefe se la encontró cuando él también volvía de comer.
—Hoy puedes salir temprano —le dijo—. No hay pendientes por hoy. Toma tus cosas y retírate.
Ochako se talló los ojos, creyendo que todo era una alucinación visual y auditiva. También tenía el cerebro embotado por dormir tan poco y mal. Nunca le habían dejado salir temprano de buenas a primeras. Eso solo sucedía cuando Katsuki estaba de viaje de negocios y ella no había sido requerida.
—¿De verdad?
—Sí. De verdad. Gracias por tu esfuerzo anoche.
Su cita con Ojiro se concertó para el jueves de esa semana, un par de horas después de su horario de salida. Ochako se previno por si hubiera alguna necesidad de quedarse un rato de más en la oficina y la confirmó para la noche. Tomarían un trago en uno de esos bares de estilo occidental pintorescos con terracita y después se iría a su casa a dormir. Una o dos botellas de cerveza no le provocarían resaca y podría relajarse con su cita.
—Buenas noches, Ojiro-san —saludó Uraraka cuando lo reconoció en la mesa al fondo de la terraza. Estaba igual que en sus fotos: alto, rubio, fornido, de ojos pequeños y oscuros. Se dedicaba al Aikido y tenía una academia completa sobre la disciplina.
—Buenas noches, Uraraka-san. Espero que no hayas tenido problemas en llegar aquí.
Era un hombre educado, nada fanfarrón, pero tampoco tímido. Hacía bromas que hicieron reír a Ochako y la conversación derivó sobre sus gustos y lugares que habían visitado durante las vacaciones a lo largo de su vida. Se entretuvo bastante y se zampó un sashimi junto a tres cervezas.
—¿Crees que podría apuntarme en tu academia? —dijo alrededor de las 10PM, ya casi era hora de marcharse, al otro día debía trabajar—. Mis amigos me dicen que tengo la mano pesada cuando les doy palmaditas. Quizá mi camino sea el aikido.
Mashirao soltó una carcajada y tomó su mano, como para corroborar la información—. Puede ser, puede ser. Si te acercas a la academia, te daré una clase especial a ti y a tus manos pesadas.
Ochako se sonrojó por la galantería del muchacho y apuró el último trago de cerveza de su vaso en cuanto su mano estuvo libre. La cita había ido por buen camino, pero el camino no era pasar la noche juntos en algún motel, así que se despidieron y cada quien partió por su lado. En su camino a la salida, Ochako vio por el rabillo del ojo un cabello rubio alborotado junto con un par de ojos rojizos que la observaron al marcharse, pero creyó que era cosa de las cervezas que había bebido.
Al día siguiente, descubrió que no era su imaginación.
—¿Necesitas salir temprano hoy? —el ceño de Katsuki estaba fruncido cuando se lo preguntó después de la hora de la salida.
A Ochako le extrañó la pregunta. ¿Por qué necesitaría salir temprano? Era viernes y en su agenda estaba pasar a la casa de Tsuyu para ir al cine a para ver la película de Barbie juntas. Tenía su outfit rosa preparado y toda la cosa. Pero la función no comenzaría hasta las 9 de la noche.
—No, muchas gracias. ¿Necesita algo después de las 5 de la tarde? —siempre y cuando saliera al menos a las 8 de la oficina, sus planes no tendrían por qué cambiar ese día.
—Supuse que tendrías otra cita con tu novio ya que anoche terminaron temprano.
Uraraka se le quedó mirando fijo a su jefe porque esa no era solo una pregunta personal, sino que confirmaba que su corazonada de la noche anterior era cierta y su jefe había estado en el mismo bar que ella. Entonces Katsuki alzó una ceja y ella supo que él estaba esperando una respuesta. A Ochako la lengua se le trabó y se explayó dando explicaciones que Bakugou no ameritaba y no necesitaba, ya que al hombre le enfurecían las excusas y su monólogo estaba sonando como una.
—Ah, no, es solo un chico que conocí por… por ahí, era la primera vez que salíamos, jaja, no es mi novio ni nada. Y no tengo planes de salir con él en este momento, hoy solo voy al cine con una amiga a ver Barbie, ¿la ha visto?
Bakugou pareció más o menos satisfecho con lo que le dijo y, con un gesto de mano, se retiró de regreso a su oficina.
—¿Por qué me preguntó eso?
En esta ocasión, Tsuyu estaba tan extrañada como Ochako por los acontecimientos de la tarde—. Quizá fue simple curiosidad.
—Él nunca antes ha tenido curiosidad por mi vida —acotó.
—Quien sabe —dijo Tsuyu a media voz, luego un pensamiento tardío surcó su mente—. Debe ser porque la última vez que tuviste novio y te terminó, llegaste con los ojos hinchados a la oficina.
—Sí, pero no falté.
—Pero te pidió que regresaras a tu casa hasta que estuvieras más presentable.
—Ah.
Ese día, Ochako se había preparado el almuerzo por primera vez en mucho tiempo con la tarde libre del día anterior. Tenía dos semanas saliendo tarde revisando la renovación de contratos con los proveedores y pasando sus correcciones a su jefe para que éste a su vez se las hiciera llegar al Gerente, por lo que se dedicaba a almorzar dos veces al día los engrudos que entregaban en el comedor de la empresa. No había podido pasarse a la academia de aikido para una clase muestra ni concertar otra cita con el susodicho debido a lo apretado de su horario y a que los fines de semana solo quería descansar como un muerto en su cama.
Entonces Katsuki salió de su oficina cuando Ochako se levantaba rumbo al comedor para poder saborear el bento que con tantos esfuerzos había preparado.
—Saldremos a comer —anunció. Ochako volteó la cara como la protagonista de la película de El Exorcista.
—¿Qué?
—Vamos.
No le dejó lugar a réplica. Ochako le siguió como niña regañada detrás de él, lamentándose por su bento que ni siquiera alcanzó a colocar nuevamente en el refrigerador. Con el calor que estaba haciendo los últimos días del mes, se echaría a perder.
—¿Qué quieres comer? —le preguntó su jefe mientras abrochaba su cinturón de seguridad y Ochako hacía lo mismo. Era la segunda vez que era conducida por su jefe en el coche de su jefe a una comida salida de la nada con él.
De manera que no había reservación. Y ella realmente quería comer su bento, pero eso ya era un caso perdido.
—No tengo un antojo especial —que no fuera su bento, claro.
Katsuki hizo una especie de gesto de disgusto (o al menos así lo interpretó ella), mandó un mensaje rápido antes de arrancar el Mercedes y dio una vuelta brusca hasta llegar a un pequeño restaurante de ramen en a medio camino del centro de la ciudad.
—Es de un amigo —dijo.
Un tipo rubio con los brazos cruzados y una sonrisa altanera los recibió en la entrada. El lugar, aunque pequeño, se veía bastante concurrido. Ochako no creyó que hubiera mesas disponibles.
—Miren quién nos visita —dijo el tipo rubio al verlos—, el mismísimo Katsuki Bakugou y… ¿quién es esta dama que tiene la miseria de acompañarte? —a Ochako casi le da hipo al escuchar eso último y se encogió detrás de su jefe, como una niña pequeña. Al menos esa vez estaba vestida para la ocasión (pantalón de vestir, zapatos bajos y una blusa rosa).
Bakugou le dio un golpecito en el hombro al otro hombre para pasar al lado de él—. Mesa para dos —fue toda su respuesta.
—Claro. ¡Lo que diga su majestad!
No parecían muy amigos, razonó ella. Más bien parecían adversarios.
Los dos tazones de ramen llegaron rápido a la mesa, lo cual Ochako agradeció y también agradeció que estuvieran al lado de la ventana, así podría distraerse para evitar estar tan nerviosa con Katsuki. Era raro. Siempre estaba a su lado y a solas con él, a veces comían comida del delivery en la oficina mientras organizaban informes o revisaban contratos, pero esta vez se sentía cohibida como aquella noche en el restaurante italiano.
—Mañana saldrá mi vuelo a Inglaterra. Estaré fuera hasta el próximo jueves. Llegaré el jueves a la madrugada, pero me presentaré normal a la oficina.
Ochako ya sabía esta información, ella misma había comprado los pasajes de avión y reservado el hotel en el que su jefecito se hospedaría.
—¿Necesita que lo recoja en el aeropuerto?
—No —la miró y luego dirigió su vista a la calle a través de la ventana—. ¿Quieres que te traiga algún recuerdo?
A Ochako casi se le sale el ramen de la boca. La arritmia regresó. Esa visita con el Servicio Médico se estaba convirtiendo en una necesidad. En cualquier momento la nueva y desconocida amabilidad de su jefe le provocaría un fallo cardiaco.
—¿Un llavero? ¿Como del Big Ben? —no se le ocurría nada. La pregunta la había tomado desprevenida.
—Ahora es Elizabeth Tower —la corrigió y zanjó el tema.
Entonces se sobrevino un silencio incómodo que Ochako se vio desesperada por llenar.
—¿Y cómo conoce este lugar? —"y al dueño", añadió en su mente. No parecía el tipo de lugares donde Katsuki consumía sus alimentos. Las reservas y los deliveries siempre los pedían de restaurantes más reconocidos. Aunque estaba aquella vez del bar. No era de alta alcurnia, eso acercaba a Bakugou a los mortales.
—Monoma fue un compañero de curso.
Katsuki, al igual que ella, había estudiado una licenciatura sólo que él tenía su título en Comercio Internacional por la Universidad de Tokio, pero, a diferencia de ella, poseía dos masters en la materia y en algún momento había expresado vagamente el interés de alcanzar un doctorado. Era políglota, con 5 idiomas en la cartera, y ambidiestro. El subdirector más joven que había tenido My Hero Corp y su ascenso a Gerente estaba casi garantizado para el próximo año. Poseía un físico envidiable y se decía que había practicado artes marciales mixtas durante muchos años en su infancia hasta bien entrada su adolescencia.
—¿En la universidad?
—No —entonces volvió a mirarla directamente—. Tomé unos cursos de gastronomía en las vacaciones de verano después del bachillerato. Traté de compaginarlo con la universidad pero la carrera era muy demandante y lo dejé. Monoma no lo tomó muy bien porque siempre competíamos por ver quién era el mejor de la clase.
Esa era la mayor pieza de información personal que Katsuki le había dado nunca en un contexto netamente social y no laboral. Ochako guardó la información en su cerebro, por si algún día le servía para algo, y entendió el gusto de su jefe por la comida buena y cara.
Con el Gerente Adjunto fuera de la oficina por su viaje de negocios, Ochako tenía más tiempo libre e incluso se tomaba la libertad de salir temprano varios muchos minutos para evitar el tráfico del estacionamiento. Aunado a eso, ya había tenido una segunda y hasta una tercera cita con Ojiro en la que todo había ido muy bien, aunque todavía le faltaba pasarse por su clase muestra. No creía que fuera a inscribirse debido a sus horarios, pero podría revisar sus posibilidades y quizá, animarse a practicar alguna disciplina marcial por puro pasatiempo.
—Hey —Uraraka contestó su teléfono. Era Ojiro. Estaba en su hora de la comida, por lo que no habría ninguna razón por la que estuviera en falta por contestar llamadas personales—, ¿nos vamos a ver hoy, verdad? ¿A qué hora sales?
—A las 5PM debería estar en camino.
—¿Puedo pasar por ti?
—¿Hasta mi trabajo? —preguntó Ochako, dudando. No es como que a Ojiro le quedara cerca de su casa o de su academia y ella no tenía problema en manejar para que se encontraran a medio camino.
—¿Es un no?
—No, está bien —aceptó, pero tendría que volver de cualquier manera por el coche, sino sería un martirio llegar al trabajo a tiempo al día siguiente y Katsuki volvería temprano al día siguiente.
—Vale, nos vemos por la tarde.
Colgaron.
Yaoyorozu se sentó a su lado con su bandeja repleta de engrudo semi-comestible.
—¿Con quién hablabas tan coqueta? —preguntó.
—Con mi match —confesó algo tímida. No le gustaba mucho que la gente supiera que usaba Tinder, pero Kaminari ya lo había hecho saber a toda la empresa cuando, hacía unos días y en el mismo comedor en el que se encontraban ahora, había gritado que gracias a Tinder había encontrado a la novia más cool del mundo, una tal Jiro, y que esperaba que Uraraka corriera con su misma suerte durante su búsqueda.
—Uy, suena a que ya está avanzado.
—Hemos salido en tres ocasiones —hizo un "3" con los dedos— y hablamos todos los días.
—Pues enhorabuena. ¿Cómo se llama el bandido?
—Ojiro.
Yaoyorozu frunció el ceño.
A pesar de que le había dicho que él estaría libre a partir de las 3PM y que ella le había confirmado que podría tomarse la libertad de salir 20 minutos antes, Mashirao llegó a las 5:10PM a su trabajo, cuando todos sus compañeros corrían rumbo al estacionamiento como gallinas descabezadas. Ochako lo perdonó fácil porque fue galante y se bajó de su bonito Honda Accord y le abrió la puerta del copiloto, como todo un caballero. A lo lejos divisó la cara sorprendida de algunas de sus compañeras de trabajo cuando la vieron subirse al brillante auto. Rió para sus adentros cuando recordó que una vez habían hecho apuestas de que no se conseguiría un novio mientras trabajara con Katsuki, a pesar de que habían pasado años desde eso.
—¿Adónde vamos?
—Esta vez no te escaparás: iremos a mi academia —respondió mientras le ponía el cinturón de seguridad.
Estaban cerca. ¡Muy cerca! Quizá esta sería la cita en la que se dieran su primer beso, pensó Ochako. El estómago le dio una voltereta, quiso creer que era indigestión por la comida del comedor.
Arritmia 2 - 1 Indigestión.
¡Toma eso, Katsuki Bakugou!
Mashirao la llevó hasta la academia en medio de una conversación amena sobre cómo había ido su día. La condujo hasta una sala vacía donde no habría clases por esa tarde y le entregó un uniforme de chica recién lavado que reservaban para sesiones como esa.
—No, no —le dijo con una sonrisa—, tienes qué colocarte así.
—¿Cómo? ¿Así?
Ambos se rieron, Mashirao se colocó por detrás de Uraraka para ayudarla a tomar posición. Sus cuerpos estaban muy cerca nuevamente, su espalda en el amplio pecho de él. Los dedos recorriéndole desde los hombros a las muñecas. Ochako sintió la voltereta del estómago por el momento y giró levemente la cara para encontrarse con su mirada, pero él ya la estaba viendo.
Entonces sucedió.
Y mientras sucedía, otra cara rubia parpadeó en la mente de Ochako. ¿Es que su jefe no la podía dejar en paz? Se estaba convirtiendo en una adicta al trabajo como él. Era la única explicación.
Al otro día llegó temprano y triunfal al trabajo, silbando una canción sobre Cupido que salió de imprevisto en su playlist. Era un poco temprano, apenas pasaban de las 7:30AM. Pero alguien se había despertado más temprano que ella y no fue precisamente su jefe, sino que reconoció a Hagakure Toru de Logística esperando frente a su escritorio. ¿Algún asunto peliagudo que necesitaba ser escalado hasta Katsuki? Quizá Momo estaba de vacaciones y por eso no se había acercado en persona, enviando a una simple supervisora en su lugar.
—Buenos días, Hagakure-san —saludó Ochako colocando su café en el escritorio junto a su maletín con su laptop; entonces notó el entrecejo fruncido de la chica—. ¿Con qué te puedo ayu…?
—Zorra —fue todo lo que escuchó de Toru antes de sentir su café en la cara. Por suerte para Ochako, a ella le gustaba el café tibio y no caliente, así que no tenía qué preocuparse por quemaduras de ningún grado.
Lo siguiente que escuchó fue la voz de su jefe acercándose—. ¿Qué demonios pasa aquí?
Uraraka se limpió el líquido de los ojos y vio a la chica frente a ella poniéndose pálida con una expresión de terror en la cara que gritaba a los cuatro vientos que deseaba volverse invisible.
—Un accidente —cubrió Uraraka. No sabía qué tenía la chica contra ella, pero le dio lástima saber que estaba a punto de enfrentarse a un Bakugou Katsuki enojado y nadie en el mundo quería enfrentarse a un Bakugou Katsuki enojado.
—No seas estúpida —espetó su jefe, quien se colocó a unos pasos de las dos y le tendió un pañuelo que sacó de la bolsa de su traje gris para que se secara—. Lo vi todo. ¿Quién eres tú?
Hagakure abrió y cerró la boca como un pez.
—Te pregunté quién demonios eres y qué pretendías arrojándole café en la cara a Uraraka.
Sonaba muy protector y todo, muy alfa que la arritmia de Ochako no tuvo más remedio que regresar.
—Yo… —balbuceó.
—¿De qué departamento? —no esperó a que respondiera y comenzó una llamada desde su celular—. Togata, necesito que vengas aquí junto a seguridad. Hay una persona a la que deben escoltar fuera del edificio.
—¡No! —gritó la chica, aún más pálida que antes—. Yo no quise…
—Quisiste y lo hiciste —la cortó Katsuki, displicente—. Uraraka, ve a mi oficina a resguardo mientras espero a Togata junto con la… señorita.
Le pareció un gesto exagerado a Ochako que la mandara a refugiarse, Hagakure tenía más miedo de Katsuki que Uraraka de ella, pero hizo como se le indicó porque tenía la camisa blanca manchada de café y se transparentaba su sujetador. ¡Mal día para no llevar saco!
Pasaron 15 minutos hasta que Katsuki volvió a su oficina, todavía con la mirada colérica de antes. Entró solo y el barullo de afuera ya se había calmado. Ella todavía intentaba limpiarse el café de la blusa con el pañuelito que su jefe le había dado, sin éxito, solo lo estaba esparciendo más.
—¿Van a despedirla?
—Por supuesto. ¿Tienes idea de por qué hizo eso? No quiso dar explicaciones frente a mí.
No es que no quisiera, pensó Ochako, es que no podía con lo aterrorizada que se encontraba.
—No —dijo con honestidad—. No he hablado mucho con ella, pero me parecía una chica dulce.
—Pues no lo es.
Se hizo el silencio. Uno que Katsuki llenó.
—¿Estás bien, Uraraka?
Ella confirmó agitando la cabeza con vehemencia.
—Bien, pasa al Servicio Médico sólo para estar seguros y puedes retirarte hoy. Ve a casa a cambiarte. Regresa hasta mañana.
Se quedó sin palabras—. Gracias.
—Una cosa más —señaló el perchero a la entrada de la oficina—. Puedes usar mi saco.
Más tarde, cuando ya estaba en su casa con su pijama puesto y hurgando en la nevera en busca de helado, recibió una llamada de Yaoyorozu.
—¡Jesús! ¡Ya me contó Mirio! ¡Lo siento! ¡Debí prevenirlo pero Hagakure nunca me pareció ese tipo de chica!
Ochako alzó una ceja a pesar de que la otra mujer no podía verla—. ¿Cómo que prevenirlo?
—Sí, bueno —Momo sonó nerviosa al otro lado de la línea—. El tipo con el que te fuiste ayer es el novio de Hagakure. O era. Es… complicado.
—¿Novio? —Ochako sintió que una fuerza la estrangulaba. ¿Estuvo todo ese tiempo saliendo con un tipo con novia? ¿SE HABÍA BESADO CON UN BASTARDO CON NOVIA?—. ¡Me aseguró que era soltero!
—Técnicamente…
—Necesito explicaciones.
—Pues eso, técnicamente Hagakure terminó con él hace como un mes, según me había contado. Pero llevan juntos desde la secundaria, es de esas relaciones en las que terminan pero nunca terminan porque siempre vuelven y todo lo que pasa entre esos lapsos no cuenta pero realmente sí cuenta. Toru no se ve tóxica, pero creo que todos tenemos mugre debajo de la alfombra, ¿no?
Lo siguiente que Ochako hizo ese día fue mandarle un mensaje de "Bastardo Malnacido" y bloquear a Ojiro Mashirao de todas sus redes sociales. Por eso tanta insistencia en irla a recoger el maldito día anterior. ¡Era para que Hagakure los viera!
GRACIAS POR LOS COMENTARIOS! LOS TQMUCHO!
