Hermione se encontraba nadando en el gimnasio tal y como estaba acostumbrada a hacer desde pequeña. Llevaba ya 500 metros nadados, y estaba empezando a notar cómo sus brazos y sus piernas empezaban a fatigarse dado a que era el primer día de verano que entrenaba. Terminó de hacer la piscina número veinte y se detuvo en el borde de la piscina a coger aire mientras meditaba si debía continuar nadando o dejarlo para el próximo día. Al mirar a su alrededor, vio que únicamente había otra persona en el agua. Concretamente, era un hombre que llevaba un gorro y un bañador negro. Por su aspecto, y viendo que no había parado a descansar ni un segundo desde que ella llegó a la piscina, Hermione pensó que se trataba de un hombre muy entrenado. Le observó mientras él hacía una piscina entera y admiró la perfección de sus brazadas: síncronas, siempre iguales, perfectas. El hombre parecía un reloj. Cuando llegó a la pared, Hermione se motivó a hacer dos piscinas más y, de vuelta, tomó aire cansada y se decidió a salir. El hombre ni se inmutó, parecía que en todo ese rato no se había ni dado cuenta de que ya no estaba solo en la piscina.

Al salir, Hermione se quitó su gorro de piscina y sus gafas, y anduvo unos 10 metros hasta llegar a la sección de spadel gimnasio. Dejó el gorro, las gafas y sus chanclas en el suelo y se metió en el agua caliente de una piscina mucho más pequeña que la de natación, pero llena de diferentes aparatos que sacaban burbujas a presión para relajar los músculos tras un entrenamiento. Apretó un botón, se sentó en un desnivel que había dentro de la piscina y empezó a relajarse al notar que miles de burbujas le impactaban en la espalda y las piernas. Cerró los ojos e inspiró y exhaló profundamente: definitivamente, había sido una buena opción apuntarse a ese gimnasio dónde parecía que los únicos socios eran Hermione y el hombre nadador.

Habían pasado unos cinco minutos cuando Hermione se percató de que ya no salían burbujas, por lo que se giró para volver a apretar el botón y se sorprendió al ver que el hombre nadador había salido de la piscina. Estaba de espaldas, por lo que Hermione pudo admirar en silencio la perfecta silueta que exhibía: brazos fuertes, espalda ancha… Hermione se mordió el labio. "Ojalá se de la vuelta y me deleite con su frontal", pensó, y luego se recriminó "Hermione por favor, es un desconocido, no seas tan calenturienta" y se dio la vuelta rápidamente al ver que el hombre empezaba a girarse lentamente: definitivamente, no quería que la viera mirándole como una pervertida.

Tras unos segundos, Hermione notó que el hombre estaba entrando en la piscina de spa por las escaleras que se encontraban a su izquierda, y se sentó un poco alejado de la chica. Para no ser maleducada, Hermione le miró a la cara para desearle buenos días cuando se dio cuenta de que conocía a la perfección quién era ese hombre. A pesar de encontrarse en el agua caliente, notó cómo un escalofrío le recorría todo el cuerpo y se le ponía toda la piel de gallina. Por su parte, el hombre también reconoció a la perfección a la chica que tenía delante y abrió los ojos con sorpresa.

- ¿Profesor Snape? – se atrevió a preguntar la chica cuando recuperó el habla.

- ¿Qué hace aquí, Granger? – preguntó con desagrado el profesor. - No estarán por aquí sus indeseables compañeros, ¿verdad?

- Estoy sola. – Confirmó Hermione, notando cómo al pronunciar esas palabras los brazos del profesor se destensaban un poco. – Vivo muy cerca de aquí, solía venir a nadar de pequeña con mis padres y ahora que estamos de vacaciones de verano he decidido apuntarme a este gimnasio para recuperar el hábito. - No sabía muy bien por qué se estaba excusando ante el profesor, pero no pudo evitar hacerlo.

- Ajam…- dijo él, dando por finalizada la conversación. Tras un minuto de silencio, cuando el profesor tenía los ojos cerrados, Hermione se atrevió a volver a hablar:

- ¿Y usted? – preguntó nerviosa.

- ¿Disculpe? – preguntó Snape abriendo los ojos y con cara de fastidio.

- Bueno, me preguntaba qué hace usted en un sitio tan… muggle. – se excusó ella.

- No es que sea de su incumbencia, pero me gusta nadar y me gusta estar solo, y en verano normalmente en esta piscina no viene nadie a la misma hora que yo.

- Claro.- Dijo ella, arrepintiéndose de haber hablado.

Snape se levantó y se puso debajo de una cascada que se accionó cuando pulsó un botón. Cerró los ojos y dejó que el agua cayera sobre su espalda, dejando a la vista de Hermione todo el torso del profesor. "Pues madre mía con el profesor Snape", pensó mirando sus marcados abdominales y sus pectorales "Quién hubiera dicho que escondiera este cuerpazo bajo el saco de túnicas negras que lleva cada día en Hogwarts…". Cuando el profesor abrió los ojos, Hermione desvió la mirada disimulando.

- Granger.- la llamó el profesor Snape.

- ¿Sí? – preguntó ella, poniéndose firme de nuevo.

- Si tiene pensado venir aquí sola, ¿podría usted evitar explicar a sus amigos de Hogwarts que me ha visto aquí? Preferiría que mi vida privada siguiera siendo todo lo privada posible. - preguntó el profesor, cogiendo por sorpresa a Hermione.

- Claro. – Dijo ella. – Bueno profesor, yo ya me iba, que pase un buen día.

Hermione estaba muy nerviosa y un tanto incómoda de estar en la piscina a solas con su profesor, por lo que decidió que ya era el momento de irse a casa. Con vergüenza, salió de la piscina tan rápido como pudo y procuró taparse cuanto antes con la toalla, Snape la miró de reojo y procedió a relajarse. No sabía si el profesor, ahora que sabía que Hermione iba al gimnasio a esa hora, trataría de evitarla y cambiaría su horario o, por el contrario, volvería a verle el día siguiente. Se duchó en el vestuario, se vistió, y se fue a su casa a leer un libro muy interesante que tenía a medias.

-.-.-.-.-.-.-.-.

Por favor, si te ha gustado déjame un comentario! Las sugerencias siempre son bienvenidas :) Gracias por leer!