En esa casi perpetua soledad y desde su extremo, con una sonrisa en los envejecidos labios y una fría mirada, aquella negra figura envuelta en girones observaba lo que acontecía más allá. Y aunque en su mano sostenía su hoz para en silencio acabar con todo, bastaba un solo movimiento de sus dedos para decidir si aquella vida terminaba o no.

"¿Qué planeas, Saturno?", desde el lugar que hacía milenios se le había encomendado cuidar, cuestiono la hija del todo poderoso Cronos, quien una vez más había tenido que atestiguar la maldad de esa mujer sin poder hacer nada para detenerla...

CAPÍTULO I

LA VIOLINISTA DEL NORTE

(Tremlín. 1931)

Y luego de un verano que parecía eterno por fin el otoño llego, dejando a lo largo de las aceras ese amarillento tapiz de hojas secas y arrastrando en el viento el inconfundible aroma de la temporada. El despejado cielo de a poco se coronaba con los primeros rayos del sol, que imponente se iba posando sobre aquellos fértiles campos y sobre los grisáceos tejados.

De los balcones las rojinegras banderas con sus retorcidas cruces pendían y hondeaban dando un efecto agradable a la vista de los transeúntes que sin preocupación alguna recorrían las limpias avenidas.

Un poco mas allá y como si se tratara de una especie de coro, a través de los ventanales se podían escuchar las radios, de cuyos parlantes escapaba la histérica voz de aquel innombrable sujeto que enardecido hablaba embargado por la más pura de las iras.

"Venceremos, esta guerra esta ganada", repetía una y otra vez al mismo tiempo que las agravantes palabras no se hacían esperar, luego a gritos lleno de pasión enaltecía a aquellos hombres mortales a quienes comparaba con los mitológicos guerreros de las antiguas operas.

Fue de esa forma que el amanecer le dio los buenos días a aquella hermosa aguamarina, quien se había estremecido ante los primeros rayos del sol que juguetones se habían colado a través del ventanal para golpear con su candidez su dulce rostro.

Aún yaciendo sobre su cama y con los ojos cerrados, la mujer de pronto fue embargada por una extraña sensación. Fue como haber despertado de un largo y confuso sueño solo para ser presa de la más hórrida y cruel realidad.

Y es que en vano la noche anterior había rogado para que el mundo se terminara, sin embargo el momento que tanto se había negado a aceptar por fin había llegado.

"Y en cuanto la capital sea nuestra...", sin descanso volvió a repetir el hombre, llenado con su discurso el corazón de aquellos hombre y mujeres que ciegos habían puesto toda su fe en él.

"Esa voz... odio esa voz", murmuro la aguamarina.

Así pues y sin deseos de ponerse en pie, finalmente lo hizo ante el insistente retumbar de aquellas pesadas botas sobre el suelo del salón.

"¡No, Díos mío!. Gunther no puede irse", cubriéndose el rostro para ahogar en sus manos su llanto, gimió.

Mientras tanto en el bien iluminado recibidor, un joven hombre de cabellos negros y uniforme militar impaciente se desplazaba de un lugar a otro.

"¿Dónde estas, Michiru?", nervioso cuestiono mientras que una vez más volvía a observar su reloj.

Un regordete hombre de cabellos canos y rostro cansado, quien hasta hacía poco había sido profesor de universidad, se dirigió a él; "Gunther, ¿Tienes todo preparado?"

El joven cuyos negros cabellos estaban acomodados de forma impecable, se inclinó un poco sobre el diván para tomar su saco. "Lo estoy, padre", replico mientras que con cuidado y para no arrugarlo lo vestía. "Pero, ¿Por qué ella no se ha levantado?, ¿Se habrá olvidado de que es hoy?", preocupado pregunto al mismo tiempo que doblaba su carta de reclutamiento y la colocaba dentro de uno de sus bolsillos.

"Cosas de mujeres que solo ellas entienden... ¡Anda!, ve a desayunar", su padre, el viejo Heinre contesto señalando hacia el comedor.

El oficial ignoro la petición del anciano y encaminándose hacia la escalera que dividía los dos pisos de su hogar, echo un rápido vistazo hacia la habitación de la hermosa aguamarina; "No sé si pueda hacerlo"

"Pues más vale que hagas el intento. Pasaras hambre y desearas un plato de sopa caliente", contesto.

"Tienes razón… pero… Michiru...". En ese punto el joven poso su mano en el barandal, luego coloco su pesado pie sobre el escalón. Y es que en ese punto fue presa de la indecisión.

Heinre ante su insistencia negó con la cabeza y adelantándose, rápidamente le bloqueo el paso; "Ve a desayunar… yo iré a despertarla", dijo alzando la voz y empujándolo un poco hacia el comedor.

"Esta bien, padre", contra su voluntad replico.

Resignado a que así sería para siempre, el soldado se sentó a la mesa y lamiéndose los labios, seducido por el discurso en la radio observo a través de la ventana para contemplar como las banderas pendían y se movían como asegurandole que la victoria sería suya.

"¿Qué opinas del uniforme?", luego de un largo silencio por fin hablo.

"A un hombre joven y guapo el uniforme siempre le sienta bien. A las mujeres siempre les atrae un hombre bien plantado y bien vestido", replico su padre sentándose frente a él, luego colocó el diario a su alcance para que pudiera darle un rápido vistazo.

Ante el alago Gunther inflamo su pecho en orgullo y entonces de modo juguetón se atrevió a lanzar aquel cuestionamiento; "¿Crees que a Michiru le guste?"

Molesto Heinre negó con la cabeza y torció los labios; "Michiru no es una mujer, es tu hermana"

"Lo sé, pero aún así...", no alcanzó a decir porque en ese punto el ligero taconeo de unos menudos pies atrajeron la atención de ambos hombres, haciendo que dieran por concluida la discusión que apenas iniciaba.

"Buenos días", la hermosa joven de cabellos aguamarina saludo.

Gunther se puso de pie y de forma educada arrastro la silla para que ella se sentara. El anciano observo el actuar de su hijo mayor y de mala gana solo se limitó a apagar su cigarrillo.

"¿Por qué?", con lágrimas corriendo por sus mejillas la mujer finalmente pregunto.

Gunther tomo sus frágiles manos entre las suyas y entonces contesto; "Porque soy hombre, joven y valiente. Tú eres mujer y no tienes nada que ir a hacer. Papá es viejo y tiene que quedarse a cuidarte a ti"

La joven ante sus lastimosas palabras bajo la mirada; "Lamento mucho que tengas que ir. No deberían pedirles que vayan a pelear una guerra que ustedes no iniciaron"

"No, Michiru. Nosotros la iniciamos y vamos a pelearla. ¿No te emociona que tu hermano vaya a ese lugar a pelear por su tierra y por su raza?", convencido por las injustificadas palabras del innombrable, cuestiono.

"Esta es tu tierra, no esa. ¿Por qué ese afán de ir y hacerles problema?", la aguamarina alzo la voz.

Ante sus preguntas, su hermano frunció el entrecejo; "Michiru, ¿Qué no has escuchado la radio?... ¡ah!, eres mujer y no entiendes estas cosas"

"Si, soy mujer y lo entiendo perfectamente bien. He escuchado la radio y no me importa lo que ese sujeto diga y grite. Sus motivos son ridículos"

"Hermana, será mejor que no hables de esa forma. Si alguien te escucha renegar de nuestros preciosos ideales, terminaras muy mal. Te llevarían a...", no tuvo valor para decirlo.

"¿Serías capaz de entregar a tu hermana sólo porque no pienso como los demás?", afligida cuestiono.

"Sabes que no, pero..."

El anciano torció los labios y al instante separo las manos de su hijo de las de su hija; "Tiene que ir. Ambos sabemos que es lo mejor, ¿Verdad?", dirigiéndole una mirada de oprobio, dijo para con el oficial.

"Si, papá", mordiéndose los labios expreso. "Me emociona el viaje, pero también me duele mucho dejarlos a ustedes y a mi tierra. Pero no quiero que digan que soy un cobarde por haberme negado a ir"

"Prométenos que regresaras", llorando, la joven pidió a su hermano.

Tentado a volver a estrechar sus pálidas manos entre las suyas, solo se limitó a responder; "Lo haré, Michiru… te prometo a ti y a papá que volveré". Sus ojos por un momento se volvieron cristalinos a causa de las lágrimas que en ellos contra su voluntad trataba de contener.

Sabes que no será fácil, tendrás que cuidarte y mucho", lastimosamente su padre expreso.

"Lo sé, pero les prometo que regresare, escribiré cartas y enviare fotos. En cada batalla mi pensamiento estará con ustedes. Sé que a cada momento sus plegarias estarán conmigo"

"Sigo sin entender porque te emociona tanto ir", con su pañuelo, la mujer se secó las lágrimas de las mejillas.

"Lo sabes, hermanita. Porqué quiero demostrarte a ti y a todos cuan tan valiente puedo ser, por eso. Además quiero vivir esa aventura"

"Toda la noche espere a que no amaneciera porque hoy es el día en que partirás y aunque prometes regresar, los tres somos conscientes de que quizás no lo harás"

"Deja las preocupaciones de lado, Michiru. Esos no tienen oportunidad contra nosotros, ganaremos, venceremos. Eso te lo puedo asegurar"

"¿A costa de qué ganaran?"

"De lo que sea"

Al anciano aunque le dolía separarse de su hijo, pensaba que era lo mejor para todos, incluso si jamás volvía a verlo.

"Tienes razón, disculpa mi arrebato, pero antes de que me vaya quisiera que tocaras para mí. Ahí solo escuchare el terrible sonido la batalla, pero al menos en mi cabeza quiero evocar el recuerdo de tu música"

"Lo haré", la joven asintió y dirigiéndose hacia el otro lado del salón, tomo su violín y apoyándolo en su hombro y su fina barbilla, comenzó una triste melodía.

Gunther, extasiado no solamente por la música que su hermana le dedicaba por vez ultima, sino también por su belleza, su negra y fría mirada se perdía entre sus sedosos cabellos aguamarina y en la pálida piel de su cuello. Deseaba tanto poder tomar un beso de sus labios, que sentía que si no se iba, tarde que temprano cedería a ese terrible y corrupto impulso.

Sin embargo no hay que confundir las cosas, si bien él estaba enamorado de su hermana, no del todo se trataba de un sentimiento impuro, y es que él conocía su verdad, o al menos parte de ella.

Sabía que Heinre había tomado a su madre como esposa poco antes de su nacimiento, siendo consciente de que no era su hijo. Luego a la muerte de la mujer, el hombre lo envió lejos de casa hasta que un buen día regreso para llevarlo a vivir con su nueva familia. Y es que había tomado una nueva esposa y de ambos había nacido la pequeña Michiru. Y si bien no eran hermanos de sangre, se habían criado como tal y con el mismo apellido.

Sin embargo Heinre desconocía que él lo sabía, y es que había un secreto aun más grande el cual tenía que ver con su verdadero origen y, que descubrirse, a él y a su hija los condenaría por no haberlo denunciado.

Así pues el anciano contemplaba las expresiones de su hijo y no pudiendo tolerarlo, interrumpió abruptamente; "Es tarde, el tren pronto partirá"

Si, él con todo su corazón deseaba que se fuera, no porque no fuera su hijo, sino porque quería evitar que con sus sentimientos destruyera la tranquilidad de la aguamarina, quien lejos estaba de imaginar los sentimientos que su hermano guardaba hacia ella.

"Ahora déjame darte un beso, por favor", el oficial dijo y entonces avanzo hacia su hermana con la firme intención de abrazarla, cosa que el hombre no le permitió.

"Ahí en el andén podrás hacerlo, no aquí", con tono severo le reprendió.

"Está bien, padre. Se hará como tú ordenes"


(Veinte minutos después. En el andén)

Abarrotada, la estación estaba por aquellos que embargados por el dolor iban a despedirse de los hombres que partirían hacia la batalla.

Deseosos de aventura, los nuevos reclutas no veían la hora de que el tren partiera hacia ese desconocido lugar. Sus madres lastimosamente sollozaban al tener que despedirse de sus hijos, muchos de ellos en plena juventud. Los mayores, preocupados, pero tratando de mostrar su valentía, veían a sus mujeres y a sus hijos, luego con fuerza los estrechaban contra su pecho y los colmaban de besos.

Confiados los unos y otros no imaginaban lo que el futuro les tenía deparado también a ellos…

Confundida ante esa trágica emoción, la aguamarina observaba a su alrededor, hasta que fijo la mirada en aquella hermosa pelinegra, quien hacía poco se había convertido en esposa y madre. Más de los días felices no quedaba sombra porque en ese momento ella se aferraba a él en un inútil intento por detenerlo.

"No puedes irte, no pueden llevarte", sollozando gemía, luego hundía el rostro en su uniforme.

"Tengo que ir, Rei", expreso él abrazándose a ella con todas sus fuerzas. "Te prometo que volveré porque esta es mi tierra"

Ante esa imagen el corazón de la aguamarina se sobresalto, imaginando como debería sentirse aquella mujer al tener que despedirse de su amado. En silencio entonces agradeció que ese no fuera su caso, y es que si ella tuviera que dejar ir al hombre que amaba, ¿Sería aún más doloroso que despedirse de un hermano?, ¿Podría seguir viviendo sabiendo que quizás él esta muerto en una tumba sin nombre?. No, no quería seguir pensando en ello, porque muchas eran sus amigas y conocidas las que habían perdido a sus amados en esas extranjeras tierras.

Mientras tanto y del otro lado del anden un tren arribaba con lo heridos de la ultima batalla. Ante su presencia un oficial ordeno que una alegre marcha de despedida fuera entonada, logrando así distraer a toda esa gente para que su valentía no decayera y luego se arrepintieran.

En se punto otro oficial a fuertes voces expreso; "Quince minutos"

El joven Gunther sonrió contento. "Ya están llamando", dijo totalmente emocionado. "En la frontera nos estarán esperando y entonces a pie entraremos en su capital. Cuando la tomemos la guerra terminara"

"Cuídate", su hermana expreso ignorando tan lastimosas palabras. Consiente era de que su hermano contribuiría y mucho en aquella barbarie, y eso la enfermaba.

"Tú también cuídate, hermana. Y cuidada de nuestro padre.. no, por favor no lloren que volveré. Guarden sus lágrimas para ese día, que serán solo de felicidad ante nuestra inminente victoria"

"Sube al tren, no querrás que te dejen", su padre ordeno.

"No, aún hay tiempo de un abrazo y un beso", dijo observando a su amada. "Deja que te abrace", pidió a la joven mujer.

"Por supuesto", expreso ella y entonces lo estrecho con fuerza, siendo consciente de que quizás esa sería la ultima vez que lo haría.

Teniendo que conformarse con ese simple gesto que para él era un todo, el hombre beso su pálida mejilla.

"Cinco minutos", el oficial volvió a gritar.

"Debes subir", su padre volvió a pedir.

"Lo sé, ya me llego mi hora. Padre, cuida de tu hija, yo desde ahí cuidare de ustedes", dijo estrechando al viejo entre sus fuertes brazos.

"Lo haré. Y si ahí te encuentras con Helmut, no olvides saludarlo de nuestra parte, sobre todo de parte de tu hermana", el viejo expreso con alegría. "Ojala y cuando regrese por fin se decida", añadió observando a su hija.

Ante sus palabras la aguamarina desvió la mirada y en su rostro se dibujo una mueca de indiferencia.

Por su parte Gunther torció los labios; "Papá, será casi imposible encontrarme con él... además, ¿De verdad te gustaría que él y mi hermana...", no alcanzo a decir.

"¿Por qué no?. Soy viejo, quizás pronto no estaré con ella y ella merece su propia familia, merece su propia felicidad"

"Tienes razón. Soy muy tonto. Para mí Michiru es tan pequeña que a veces olvido que ya es una mujer", dijo observándola por vez ultima.

"Hablan como si estuviera interesada en él", dijo ella negando con la cabeza y como deseando deshacerse de aquello que había recordado.

"Es verdad, no importa que piense yo, sino lo que tú sientas", el anciano dijo tomándola por los hombros.

"Será mejor que aborde, de lo contrario nuestra despedida será aun más dolorosa. Adiós"

"Adiós", la aguamarina contesto.

Gunther ya no tan emocionado subió al tren sin apartarles la vista de encima. Alzando su mano les dedico un último adiós mientras que poco a poco la pesada maquina se alejaba del anden. El resto de sus compañeros aún ilusionados a través de las ventanillas se despedían de todo aquello que dejaban atrás.

"Tu hermano se ha ido"

"Me apena mucho que haya tenido que hacerlo"

"Es lo mejor, Michiru. Si yo fuera joven me haría junto a él para protegerlo, pero soy viejo, estoy enfermo y tengo que cuidarte a ti. Tú ahora eres mi única prioridad"

"No digas eso"

"Hija mía, soy viejo, acéptalo. Ahora que tu hermano se ha ido, pienso que deberías hacer tu vida, conocer a un buen hombre, casarte y tener hijos. Sabes que me hace mucha ilusión tener un nieto"

"Con esta guerra encima no puedo pensar en el futuro. Pero por favor no digas eso, sabes que vivirás lo suficiente como para ver el regreso de tu hijo"

"No viviré mucho y lo sabes. Tu hermano quizás no regresara y si lo hace, de ser posible quiero que te encuentre con una familia ya hecha"

"Ambos vivirán", entristecida la joven replico sin imaginar todo lo que el destino para bien y para mal a ella también le tenía reservado.

"No sabes cuan afortunada eres. Tus alumnos son niños y no tienen que ir a la batalla, en cambio la mayoría de mis alumnos ya han muerto lejos de su tierra"

"¿En que momento todo esto se convirtió en un infierno?"

En ese instante Heinre tuvo un mal presentimiento y entonces de forma lastimosa dijo para ella; "Michiru, ojala y esta guerra termine pronto, porque si ellos vencen y logran hacerse de esta preciosa tierra, no importa que los que nos quedemos seamos inocentes. Ellos estarán furiosos y entonces no tendrán piedad para con nosotros y mil veces nos harán pagar lo que estos hombres, incluido tu hermano, les están haciendo pasar"

Ante esas terribles palabras la joven contuvo las lagrimas y observando las lejanías, contemplo las banderas con sus torcidas cruces y los negros uniformes de aquellos hombres que de forma grotesca alzaban la mano y victoriosos ya se declaraban. Deseando recordar para después aquella bella ciudad, se lleno la vista con sus magnificas construcciones y con sus verdes y frondosas arboledas.


Notas de autor:

Este capitulo lo tenía escrito desde 2018, pero es hasta hoy que se las presento.

Quise tomar este contexto para su reencarnación. Los lugares serán ficticios, así como las fechas y muchas de las situaciones que nuestros personajes vivirán, aunque son cosas que para nada están los de la realidad.

Como podrán ver, la guerra ha comenzado entre dos naciones. La batalla sacara a los más valientes de sus hogares para ir a pelearla. En este capítulo conocimos cual es la pena de Michiru y Rei, una tuvo que despedirse de su hermano y la otra de su esposo. Se supone que eran seis capítulos de introducción para que conocieran la pena de cada uno de nuestros personajes, pero serán 7 (estaba olvidando a uno de ellos). Así que luego de esos 7 capítulos y sabiendo que Haruka será hombre, es su decisión continuarla o no.

Algunos de ustedes ya conocen la forma que escribo y a los que no, les recomiendo ver en mi perfil el orden en el que hay que leer mis fics, porque cada uno de ellos es la reencarnación de nuestros personajes favoritos y de alguna manera las historias están conectadas.

No sé si esta historia será más dura que la anterior, pero de ser así la escribiré de una forma fácil de digerir. Ya sufrimos mucho con su vida pasada.

Aprovecho este espacio para responder a los comentarios pasados;

Michelle; Lamento mucho lo que describes :(. Hubo algunas veces que también llegue a llorar con mi historia, y hasta llegue a arrepentirme de comenzarla.

Kiohmaru; En esa historia vimos de todo. Solo nos falto abordar el tema que hoy nos reúne.

Isavellcota; Y parece que esas conductas tan deplorables jamás desaparecerán. Ser mujer jamás ha sido facial.

Panther White; Gracias. A decir verdad no se ni como es que obtengo tanta inspiración.

Kyoky; Ellos lograron ser felices y Saburo obtuvo lo que merecía, fue la misma vida la que permitió que esa noche no muriera, porque no solo la lastimo a ella, lastimo a mucha gente. Y si, Harumi quizás si llego a entender que fue lo que paso a su madre. Toda su vida le tuvo agradecimiento a su papá o mamá Haruka por lo que hizo por ellas.