Oscuridad, y un leve dolor en la cabeza, al menos comparado con otros que ha sufrido en su vida, una sensación que había sido enterrada en su memoria, similar a como el desierto de Hueco Mundo entierra cada rastro de aquellos que caen inertes. Pero ese dolor estaba ahí de nuevo, regresando como si las arenas se hubieran disipado únicamente para hacer notar su presencia, todo lo demás seguía cubierto. Esa inesperada visita la tentaba a seguir sumida en la oscuridad, era mucho más generoso estar en su compañía.
—¡No voy a morir mierda!
Esa voz... era mucho más familiar que el dolor, y de alguna manera increíble le evocaba mucha más crueldad. Debería haberla motivado aún más a adentrarse en su profundo sueño, pero contra toda lógica ese grito desgarrador fue lo que la hizo rechazar ese llamado. Necesitaba saber lo que sucedía, la sombra comenzó a difuminarse lentamente mientras sus ojos poco a poco vislumbraban una figura. Solo con eso una parte de su memoria se aclaró, no por completo pero sí lo suficiente para decir un nombre.
—¿Nnoi... tra?
El mundo se detuvo mientras pronunciaba con dificultad ese par de sílabas, quizás fue una alucinación pero sintió que de alguna manera imposible dejaron su boca antes de que el Quinto Espada tocara el suelo. No supo de donde sacó las fuerzas pero logró levantarse, acercándose torpemente mientras atraía la mirada de todos a su alrededor.
—Nel ¿Qué intentas hacer? —le preguntó preocupada Orihime, sujetando a la pequeña Arrancar antes de que cayera nuevamente.
—Por favor acércame a él —pidió la niña casi rogando ya con la mente más lúcida.
—No creo que eso te haga bien...
—¡Por favor! —Al ver los ojos de Nel la joven supo que cualquier intento de razonar sería inútil, ya había visto esa mirada muchas veces antes, y seguramente muchos otros la habían visto en ella. Sin decir más palabras, solo ofreciendo una sonrisa triste, Orihime tomó a la pequeña y la acercó al perdedor de la batalla que hace apenas unos minutos había sacudido los cielos.
—¿Kenny? —se escuchó la voz de la Teniente del Escuadrón 11 dirigiéndose a su capitán, aquel Segador de Almas que se había alzado con la victoria.
—Ya esto se teminó, no tenemos nada más que hacer aquí. Además, estoy sintiendo una energía interesante en aquella dirección —Declaró apuntando al desierto su Zanpakuto de identidad desconocida, eran libres de hacer lo que quisieran con su recién derrotado oponente, eso no era asunto suyo. Dicho en sus propias palabras la pelea contra el Espada había sido divertida, pero su filosofía de vida era muy simple, cuando una batalla termina tienes que buscar la siguiente.
—¡Genial! Y como el desierto no tiene caminos y solo tienes que seguir una línea recta no nos perderás como siempre —contestó Yachiru siempre entusiasta y como de costumbre con mucho menos protocolo que la mayoría de subordinados, brincando a su lugar predilecto en el hombro de Kenpachi.
—La mayoría de esas veces fue por culpa tuya... —murmuró irritado su superior mientras se alejaban del lugar.
Ahora estando a solas, las dos chicas miraban a Nnoitra de manera solemne. Nel se puso de rodillas y colocó ambas manos sobre su espalda, su mente infantil ya se había resignado a los hechos, hasta que detectó que algo dentro de él aún se movía de manera casi imperceptible.
—¡Está vivo! Nel lo sintió, aún respira. Orihime por favor, ayúdame a voltearlo —dijo con lágrimas acechando en sus ojos.
La petición repentina hizo a la adolescente dar un paso hacia atrás, pero no pudo decirle que no, Nel era muy pequeña para hacerlo por si misma e Ichigo seguía recuperándose. Fue difícil pero con esfuerzo logró colocarlo boca arriba, intentando en lo más posible de no mirar. Ella era un alma compasiva pero no podía evitarlo, todavía sentía nauseas al recordar los dedos de ese hombre dentro de su garganta, obligándola a ver a Ichigo gritar a todo pulmón de dolor mientras le quebraban los huesos uno por uno.
Estuvo sumergida en esos horribles recuerdos por solo pocos segundos ya que pronto la imagen bizarra de Nel regurgitando un fluido viscoso sobre el pecho de Nnoitra tomó toda su atención.
—¡Listo! Ya está, ahora estarás bien —dijo aliviada y por sobre todo, feliz; sin pensar ni un momento en la posibilidad de que lo que hacía no fuera suficiente, o en las consecuencias en caso de que sí lo fuera.
Se acercó al otro Arrancar corriendo por sí misma, llena de energía, como si nunca hubiera estado inconsciente. Aún con los pequeños destellos de memoria su forma infantil distorsionaba su percepción entre amigos y enemigos, haciendo esa línea difusa.
—Él estaría muy enojado si no te ayudo a ti también —comentó con una sonrisa llena de inocencia, repitiendo sin dudar la misma acción de hace pocos minutos en el hombre más pequeño.
—Mi saliva tiene poderes, puede curar cualquier cosa —Explicó con entusiasmo a Orihime, quien internamente agradecía el gesto. La pequeña niña estaba tan esperanzada que aún en su confusión no se habría atrevido a cuestionarla.
Ahora que comprendía todo perfectamente, viendo los ojos de Nel brillar por las lágrimas que no lograron salir, no pudo evitar sentirse culpable. La humana nunca se hubiera atrevido a llamarse a sí misma médico, pero en su tiempo sanando heridas gracias a su Shun Shun Rikka había aprendido muchas cosas.
La saliva había detenido el sangrado y acelerado la cicatrización del tejido con el que tuvo contacto, la ayuda de Nel le había otorgado al Espada caído un poco más de tiempo, pero por sí sola no era suficiente. Las hemorragias internas y los órganos colapsados pronto harían que inevitablemente esa herida cediera, y Orihime solo pudo quedarse inmóvil.
No sabía qué hacer, era desgarrador y hasta retorcido, una niña esperando con alegría el despertar del ser que más la había hecho sufrir. Alguien que había maldecido su nombre refiriéndose a ella de las maneras más bajas, regocijado en la dicha de ser el autor de su miseria, de la grieta en su máscara, de la cicatriz en su cráneo. El culpable de que esté encadenada a esa forma que confina su cuerpo y su mente.
Pero ahí estaba ella, probablemente contando cada exhalación de ese hombre. La humana tenía el poder para ayudarla, quería evitarle el dolor de ver ese ineludible desenlace, pero no podía hacer absolutamente nada. Sabía que lo mejor era romper esa ilusión, mientras más tardara el golpe sería peor, no había otra alternativa, o quizás sí.
No sabía que era lo correcto, Nel en su condición vulnerable no tenía claridad para decidir que hacer, pero ella tampoco era nadie para decidir en su lugar... ¿A quién quería engañar? No sabía nada. Se sentía ahogada por culpas a pesar de ser una víctima, pero lo único de lo que estaba segura era de que simplemente no podía quedarse observando desde lejos.
Se puso de rodillas para tomar con delicadeza la mano de su acompañante, pero lo que iba a decir fue interrumpido por una voz que la hizo levantar de golpe por la sorpresa.
—¡Nel! ¿Qué haces? —gritó Ichigo mientras se les acercaba, el Segador de Almas Sustituto finalmente estaba recuperado —No puedes...
En ese mismo instante un Arrancar que no le era familiar apareció detrás de Orihime, ya con una mano en su hombro. Fue en menos de un parpadeo pero el hombre mostró una expresión de pena por sus congéneres caídos, sin embargo las instrucciones que tenía eran claras.
—Lo lamento, no me gustan esta clase de misiones pero tengo mis órdenes. Necesito tomarla prestada —Desapareció con la chica tan rápido como llegó. El intento de Ichigo por detenerlo fue inútil, su Zanpakuto solo atravesó a la nada.
—¡Maldición! —Ichigo no podía creer lo estúpidamente descuidado que había sido, rescatar a Orihime era la razón por la que sus amigos y él habían arriesgado tanto, y ahora gracias a él tendrían que comenzar todo de nuevo.
—Perdóname Nel pero tengo que irme, gracias por todo, y ten cuidado —dijo el joven apresurado pero con sinceridad. Sin perder un segundo más siguió su camino, decidido a rescatar a su amiga y llevarla a su hogar sana y salva.
La pequeña Arrancar se quedó sola en medio del desierto, rodeada de cuerpos inertes. No estaba enojada con Ichigo, sabía que recuperar a Orihime era su porqué de estar ahí, y ahora la pobre había sido capturada de nuevo.
—Itsugo la salvará ¡Él siempre lo hace! —afirmó sin un rastro de duda en el muchacho, pero de inmediato comenzó a sentirse abrumada por el silencio depresivo a su alrededor, nadie despertaba, la realidad comenzaba a asomarse.
—¿Por qué no despiertan? ¿Están... —Esa oración se atoró en su garganta, las lágrimas finalmente alcanzaron su anhelada revancha. Pero su pregunta inconclusa aún así recibió una respuesta.
—No, todavía no es tarde ¿Me permites ofrecerte nuestra ayuda? —Se escuchó la propuesta de una dama misteriosa, quien ya se había acercado al cuerpo de Nnoitra antes de que la pequeña moviera su cabeza lentamente en señal de afirmación, limpiándose tímidamente la cara con su mano. Esa mujer ya parecía conocer con anticipación su respuesta.
Nel solo se quedó en silencio, arrodillada al lado de esa Segadora de Almas. Siempre tuvo muy clara la regla, los Arrancar no deben confiar en Segadores, ellos destruyen Huecos, pero Ichigo le había mostrado un lado diferente de ellos, y tampoco tenía muchas opciones. Su apariencia actual podría hacer a varios subestimarla, pero eso no cambiaba en nada el hecho de que vivía en Hueco Mundo, sabía muy bien como se veía la muerte.
—Es una tragedia que la humana haya sido raptada de nuevo —comentó con pesar otra Segadora que Nel no había notado. Ella también se comenzó a trabajar sin demora, enfocándose en las heridas de Tesla.
—Todo está en manos de Ichigo Kurosaki, nosotros solo vinimos a aligerar un poco su carga. Debemos tener fe en sus habilidades.
La Teniente asintió, respetuosa como siempre, y se limitó a continuar con su tarea en silencio, pero dentro de ella habían dudas. Jamás se atrevería a cuestionar una orden de su Capitana, no por temor a su mirada capaz de helar un volcán, ella confiaba con su vida en Retsu Unohana, pero...
—No te preocupes, está bien —De nuevo la Segadora parecía ser capaz de leer mentes, aunque para Isane eso era algo cotidiano. Se alarmó momentáneamente pero sabía por el tono de voz de su superiora que no estaba molesta, no le fue necesario contestar, solo despejó sus pensamientos y continuó con su deber.
—Está bien porque tú estas completamente segura de tu decisión —Retsu se dirigió a la pequeña con su siempre presente cortesía, la Capitana en ningún momento había detenido su actual tarea, y Nel en ningún momento había apartado sus ojos del frente. Inconscientemente había colocado su mano sobre la de su enemigo desde que comenzó su sanación, la única que le quedaba, la otra había sido cercenada por la espada de Zaraki.
—Sus heridas son muy profundas, un poco más y hubiera sido demasiado tarde para él, y también para su compañero —Era difícil discernir si la Arrancar a su lado estaba escuchando o no, pero la explicación prosiguió —Nunca había visto nada similar a este fluido, es un poderoso cicatrizante, si no fuera por esto no los habríamos podido atender a tiempo. Sin duda fue la diferencia entre la vida y la muerte.
Nel no respondió.
—Es admirable que haya podido cruzar espadas con Kenpachi Zaraki, e incluso hacerlo utilizar su último recurso. La batalla entre los dos guerreros fue algo imposible de ignorar.
—No es un guerrero, es un tonto —dijo Nel finalmente reaccionando. Su voz y apariencia seguían siendo las de una niña, pero la seriedad con la que pronunció esas palabras parecía pertenecer a otra persona. Repentinamente la figura infantil se rodeo de humo, dejando en su lugar a una mujer adulta, su verdadero ser.
Isane se paralizó unos segundos por la sorpresa, pero Retsu no cambió su expresión, eso explicaba el drástico cambio en la intensidad de su presión espiritual. Sabía desde el principio que ella había sido el primer oponente del Espada, fue algo inusual, pero en su larga vida presenció cosas mucho más insólitas.
—Es un hombre infantil y testarudo —Su mano comenzó a apretar la otra debajo de ella, al igual que su versión infantil estaba muy inmersa en sus pensamientos para notar sus acciones, en su caso guiadas por el enfado. La presión hizo que una cortada entre los dedos de Nnoitra sangrara, manchando las manos de ambos —Alguien que pelea sin un motivo real, solo para sus saciar ansias de violencia... no es nada más que una bestia.
—Tienes razón —la Segadora respondió con voz tranquila, pero con una mirada que callaba muchas cosas.
El ardor hizo que la respiración del Quinto se profundizara, ese cambio sutil no pasó desapercibido por Nelliel, quien al darse cuenta del posible motivo quitó su mano, hesitando un poco al notar que aunque débil, la mano de Nnoitra hizo un intento por no dejarla ir. Aún inconsciente tenía el instinto de no soltar a ninguna presa, viniendo de él no le sorprendía.
—¿Sigues estando segura? —Interrogó Retsu sacándola de su burbuja.
No tenía nada que pensar, sus dos personalidades podrían parecer diferentes en la superficie, pero ambas eran ella. Quizás ahora era un poco menos ingenua, pero su decisión era la misma.
—Sí, muchas gracias.
Mientras continuaba el tratamiento pasaron horas, o quizás minutos, el cielo fijo de Hueco Mundo dificulta saberlo con exactitud. Nelliel se acercó a Santa Teresa, levantando a la Zanpakuto y algunas otras cosas por el camino. Tomar el arma de otra persona sin su permiso no es algo que le agrade pero era algo que debía hacerse, y tratándose de esa en especifico era imposible ser indiferente, no podía evitar sentir incomodidad al tocar ese metal. La clavó en la arena, cerca de la mano que su dueño aún conservaba.
—¡Ama Nelliel! —Gritaron dos voces en una chillona armonía, y al instante se les unió una tercera sin vergüenza de ser escuchada, un completo cambio a su tesitura de hace algunos momentos.
—¡Pesche! ¡Dondochakka! —Nelliel se les arrojó encima para darles un gran abrazo, no diferente al que le había dado a Ichigo al recién despertar de su letargo. Los había visto cada día de su vida en los últimos veinte años, pero para ella se sentía como si hubiera vuelto de un largo viaje.
—Los extrañe tanto, ni siquiera sé como agradecerles, nunca podría compensarles todo lo que hicieron por mi —dijo entre lágrimas felices.
—No hay nada que agradecer Maestra, ese es el deber de una Fracción —aseguró Pesche con una voz más seria de lo habitual, pero igualmente feliz.
—¡Teníamos mucho miedo! Pero haríamos cualquier cosa por usted Maestra Nelliel —agregó Dondochakka sonando igual que siempre, llorando de manera algo cómica pero sincera, él nunca perdía su ingenuidad pasara lo que pasara.
—Saben que ustedes no son mis Fracciones, son mis hermanos —les recordó la Ex Espada mientras se daban un abrazo con más calma, sabía que era inútil hablar con ellos sobre deudas, su lealtad era así de genuina.
—¡No me toquen! ¡Prefiero morirme que recibir ayuda de un par de inmundas Segadoras!
—¡Oh Grimmjow! —exclamó Pesche ya con su típica voz hiperactiva.
—¡Da mucho miedo! —completó Dondochakka, sus reacciones solían venir en dupla.
Unohana estaba a una distancia considerable y le daba la espalda, pero Nelliel notó como el Sexto Espada súbitamente se quedaba callado e inmóvil mientras la Capitana le daba a su acompañante una afirmación con la cabeza para que iniciara el tratamiento. No estaba segura de que había pasado, no la vio hacer ningún movimiento, quizás era una habilidad especial; rió para sí misma ante esa idea, en otros tiempos algo así le hubiera sido bastante útil con...
—Nnoitra... —pronunció Pesche completamente carente de emoción, la atmósfera cálida se deshizo en un instante.
—Yo ayudé a salvarlo, perdónenme por favor, es que...
—No tiene porqué disculparse, o explicarse. Siempre apoyaremos cualquier decisión que tome hasta el final —Reafirmó su amigo, sabía que no mentía, pero su tono de voz no había cambiado. Dondochakka decidió solo asentir y quedarse callado, evidentemente ambos estaban afectados, no podía ser de otra forma.
—Estamos felices de que finalmente se haya recuperado —Pesche se apresuró a cambiar de tema enfocándose en algo más agradable, con Dondochakka dando unos cuantos aplausos por la buena noticia. La Ex Tercera apreció el gesto, pero tristemente también tendría que quitarles esa esperanza.
—Lo siento, no puedo mantener mi forma real a voluntad, estos cambios son solo temporales —Sus miradas abatidas la hicieron sentir horriblemente culpable, sus pobres amigos no podían tener ni siquiera un suspiro de alivio.
—¿Ese maldito sigue vivo? —La voz de Grimmjow volvió a resonar, al tener heridas relativamente menos graves ya se veía bastante recuperado, pero antes de que se le pasara por la mente formar un alboroto su mirada volteó instintivamente a la Capitana del Escuadrón 4, algo dentro de él le gritaba que se largara lo más rápido que pudiera de ese lugar —Cuando despiertes me pagarás lo que me hiciste ¡Desgraciado!
Soltó una última amenaza, no era un comportamiento normal en él simplemente irse, pero la mirada de esa mujer le parecía sacada del mismísimo infierno.
