Secrets

Mientras Natsuki compartía tiempo con Houkago Tea Time, Miyuki y Hibuki caminaban camino a la casa de la bajista, que distaba unos veinte minutos a pie de la universidad. El silencio reinaba entre ellos, algo que parecía agradarle a ella, pero él tenía algunas dudas que sintió que debía de resolver antes de llegar a su destino.

—¿Realmente estás bien con esto, Miyuki?

La mencionada miró a su compañero sorprendida, tanto por la pregunta como por el hecho de que él la llamara por su primer nombre por primera vez en mucho tiempo.

—¿A qué te refieres?

—A esto de mantener la banda oculta de tus padres. ¿No es demasiada carga para ti?

Miyuki suspiró.

—Estoy bien, no te preocupes. No será por mucho tiempo que mantengamos la banda en secreto. Cuando ellos la descubran, será muy tarde.

Pese a sus palabras, la bajista evadió la preocupada mirada de su compañero. Él suspiró también, con una mezcla de resignación e indignación.

—Una promesa infantil no puede estar por encima de tu bienestar, Miyuki.

—No es solo una promesa infantil, Yamazaki —reclamó Miyuki—. Es nuestro sueño de toda la vida, y no voy a renunciar a él así como así.

—Quiero creerte, en serio, pero tu mirada dice lo contrario. —Estas palabras hicieron que Miyuki abriera sus ojos a su máximo—. No te guardaré rencor si decides renunciar. Ninguna promesa ni sueño está por encima de tu bienestar.

Miyuki sintió que algo en su interior ardía al escuchar aquello. La auténtica preocupación de Hibuki la sobrecogía casi hasta las lágrimas. Ella no tenía intención de renunciar a la banda, al sueño compartido por ambos desde su infancia, pero ocultarlo de sus padres se hacía cada día más difícil. ¡Cómo quería que ellos entendieran que trabajar en la música era igual de digno que cualquier trabajo de oficina! Esa discrepancia era la causante de la tristeza en su mirada, en especial sabiendo que tenía todo por perder en caso de enfrentarse a sus padres.

—Las cosas serían más fáciles si ellos fueran tan comprensivos como tus padres, ¿no crees?

Hibuki asintió con tristeza, consciente de que nada de lo que pudiera decir podría remediar la situación. Ya todo había sido dicho en conversaciones previas que ellos tuvieron muchas veces. Él era testigo de muchas lágrimas derramadas por ella cuando sus padres la reprendían sin razón aparente. Sugerirle que se independizara sonaba tentador, pero era un paso que ella aún no estaba lista para dar. Sin una fuente de ingresos, aquello era imposible de lograr. Aunque…

—Quizás deberías usar su comprensión a tu favor. Créeme, mamá y papá no tendrían ningún problema en facilitar tu proceso de independencia.

—No quiero aprovecharme de ellos, Yamazaki. Ya han hecho demasiado por mí y me siento en deuda con ustedes por todo. No quiero que esa deuda siga aumentando.

Hibuki suspiró resignado ante la negativa de su amiga. Sin importar qué, aquella mano de apoyo que le ofreció seguiría extendida hasta que ella decidiera tomarla.


Natsuki permaneció junto a las integrantes de Houkago Tea Time hasta que el ensayo de Onna Gumi finalizó. Estar con el quinteto era tan divertido que perdió la noción del tiempo. Las diferentes personalidades se complementaban bastante bien, formando sólidos lazos entre ellas que, en algunos casos y tal como la guitarrista de Ao no Danjon sospechaba, iban más allá de una amistad.

Musitando alguna melodía de lo que Onna Gumi ensayaba, aún con el sabor de los postres y el té en su boca, Natsuki caminaba relajada por los pasillos de la universidad, cuando se topó con alguien que ella suponía que no estaba ya ahí.

—Creí que ya estabas en tu trabajo, Yuuko.

La mencionada negó con la cabeza, caminando al lado de la guitarrista.

—Recién terminó mi última clase de hoy. Aún tengo tiempo antes de que empiece mi turno, así que no tengo prisa.

—Eso explica por qué estás inusualmente relajada hoy. —Natsuki acompañó esas palabras con una risilla, lo que hizo que Yuuko rodara los ojos.

—No quieras arruinarlo con alguna tontería, Natsuki.

La guitarrista aumentó su risa ante la advertencia de la rubia, quien negó con la cabeza mientras miraba al techo. Aun así, se permitió sonreír.

—¿Qué tal el ensayo de tu banda? —preguntó.

—Bastante provechoso. Hoy avanzamos bastante en nuestro repertorio. Tsujimoto estuvo bastante motivada hoy, aunque…

—Sientes que en cualquier momento esa motivación se irá y ella dejará la banda, ¿verdad? —Yuuko notó que Natsuki asentía con tristeza—. Hablé con ella esta mañana y también noté que, cuando habla de la banda, su mirada se torna triste, como si fuera el recuerdo de una buena época y no su presente.

—No me atrevía a decirlo en voz alta, pero tienes razón —admitió Natsuki—. Quiero creer que es algo temporal, que ya se le pasará, pero cada día que pasa esa sensación de que algún día se irá se hace más fuerte. Ni siquiera cuando Asuka-senpai parecía que fuese a renunciar me sentí así de impotente como ahora.

—¿En serio? —Yuuko miraba a su compañera con asombro ante aquella confesión. Natsuki se limitó a asentir—. Me cuesta creer que te afecte tanto la situación de alguien a quien conociste hace un par de semanas comparado con alguien con quien conviviste por dos años.

—Bueno… —Natsuki rascó su nuca con algo de vergüenza—. Conocía lo suficiente a Asuka-senpai como para saber de antemano que se saldría con la suya y continuaría en la banda, además de que Kaori-senpai también estaba relativamente tranquila al respecto. En cambio ahora, incluso Yamazaki se nota muy preocupado por Tsujimoto, y eso no ayuda a sentirme bien.

—Aun así, les tomaste cariño bastante pronto como para estar tan preocupada. Ya quisiera yo que te preocuparas así por mí.

Yuuko dijo esto último fingiendo indignación, a sabiendas de todo lo que Natsuki había hecho por ella y su bienestar desde que se conocieron. La guitarrista sonrió con malicia.

—Lo mismo podría decir de ti. También te noto bastante preocupada por Tsujimoto aun siendo solo compañeras de facultad. Me siento algo celosa, ya que me tomó años hacer que tú te preocuparas por mí.

La idea de que hubiera despertado celos en Natsuki, pese a que lo más probable era que lo hubiera dicho de broma, hizo que el corazón de Yuuko se acelerara levemente. Sin embargo, su mecanismo de defensa se activó, traduciéndose en un tacleo juguetón contra su compañera, quien trastabilló ante el sorpresivo movimiento de la rubia.

—¿Qué te pasa? —reclamó la guitarrista, aún sonriendo.

—Es lo que te mereces por andar diciendo esas cosas, sabiendo que siempre fuiste alguien que proyecta una imagen segura de sí misma.

—Mira quién habla, la chica que, cuando la ayudé por primera vez, me gritó: "no seas entrometida, yo podía encargarme sola".

—¡Déjame en paz!

La discusión terminó aquí, no porque Natsuki no supiera qué responder, sino porque ambas estallaron en risas ante sus acciones pasadas, además de la hilarante forma en que la guitarrista imitó la voz de su amiga. Para cuando sus risas se detuvieron, ya habían llegado al lugar en que sus caminos se separaban.


Se podría decir que la primera impresión que Natsuki tuvo de aquella tienda no fue la mejor. No iba a negar que tenían un catálogo bastante variado en cuanto a instrumentos, marcas y modelos, pero saber que pertenecía a uno de los conglomerados empresariales más importantes del país le había generado unas expectativas quizás demasiado altas para un local relativamente modesto. Sus ojos se paseaban de un lugar a otro en busca de aquello que había ido a comprar.

—Disculpa, ¿estás buscando algo? —preguntó uno de los dependientes de la tienda.

—Sí, estoy interesada en comprar un bajo, pero soy principiante, así que no sé por dónde empezar.

El vendedor sonrió con amabilidad, esperando en concretar una nueva venta.

—Siendo así, por aquí tenemos algunos kits que son perfectos para quien está iniciando. Además del instrumento, también incluye un pequeño amplificador que, para su tamaño, tiene un sonido muy bueno y más que suficiente para practicar en casa. También viene con un cable, una correa y un afinador.

Natsuki sonrió con nostalgia, recordando que, cuando compró su guitarra, la vendedora le dijo palabras similares a la hora de convencerla. Era una pena que aquella tienda cerrase sus puertas, siendo esa la razón por la que ella tuvo que pedir asesoría a la hora de adquirir su nuevo instrumento.

Siguiendo al vendedor, la guitarrista notó varias cajas con imágenes que coincidían con la descripción dada previamente. Los precios eran similares y había varias marcas, desde las más reconocidas hasta otras más desconocidas que, debía admitir, le causaban desconfianza. A final de cuentas, y gracias a la recomendación del vendedor, optó por un Squier Affinity P-Bass.

Nada más llegar a casa, Natsuki desempacó su nuevo instrumento y, siguiendo algunos tutoriales de YouTube, comenzó a sacarle las primeras notas. Muchos de los ejercicios básicos eran similares a los de la guitarra, pero la distancia entre los trastes y el grosor de las cuerdas complicaban un poco su práctica. "Ahora entiendo por qué Kawashima se vendaba los dedos de vez en cuando. Tardaré un tiempo en acostumbrarme a estas cuerdas" pensó.

El repicar de su teléfono la sacó de su concentración, y lo agradeció al momento en que sintió algo de dolor en la punta de sus dedos, sensación que no tenía desde sus primeros días con la guitarra.

—¿Sucede algo, Nozomi? —preguntó al atender la llamada.

—Eso debería preguntarlo yo. Has estado algo distante desde el sábado —respondió la flautista con un tono entre molesto y preocupado—. Y no te escudes en mi relación con Mizore, que ella y yo no nos vemos entre semana.

Natsuki suspiró, resignada a abrirse (de nuevo) ante su mejor amiga. Si bien habría preferido no involucrar a nadie externo en un asunto interno de la banda, ya Yuuko había comenzado a inmiscuirse por su cuenta, así que supuso que la opinión de alguien más no vendría mal.

—Estoy preocupada por Tsujimoto —admitió—. Siento que, en cualquier momento, abandonará la banda y no habrá nada ni nadie que la haga regresar. Si he actuado distante es porque estoy pensando en cómo solucionarlo, bien sea convenciéndola de quedarse o buscando cómo sustituirla.

Nozomi sonrió, suspirando aliviada al escuchar esto.

—Eres una buena persona, ¿sabes? No cualquiera se preocupa tanto por personas a las que conoció hace menos de un mes.

—Yuuko me dijo lo mismo hace poco. Aunque solo soy buena persona con quien lo merece. También puedo ser la peor pesadilla para quien se atreva a hacerle daño a mis seres queridos.

Nozomi rio con sutileza.

—Hace tiempo que no mostrabas ese lado agresivo tuyo. Es curioso que te hayas tranquilizado tanto desde que nos conocimos. En contraste, Yuuko ha ganado bastante confidencia y asertividad en el mismo tiempo. No cabe duda de que se han influido mutuamente.

Mientras que Natsuki agradecía en su mente estar sola en su cuarto, ya que así nadie vería su rostro enrojecido, en otro lado del área metropolitana de Kioto, Yuuko daba un fuerte estornudo en presencia de Hibuki y su padre.

—¿Estás bien, Yoshikawa? —preguntó el señor Yamazaki.

—Sí, no se preocupe —respondió la rubia tras limpiarse la nariz con delicadeza con un pañuelo—. Alguien ha de estar hablando de mí.

—Me pregunto si será Kasaki-san, tal como pasó el sábado —intervino Hibuki con tono burlón.

—No sabía que ya nos lleváramos así, Yamazaki —murmuró Yuuko con una sonrisa.

—Quizás parezca alguien serio en un inicio, pero Hibuki trata así a quienes le caen bien. Y, por lo que veo, le caes muy bien, aunque no tanto como Miyuki.

Yuuko sonrió mientras notaba cierto rubor en las mejillas del hijo de su jefe, quien se encontraba ayudando a su padre a descargar y guardar en la bodega un pedido que había recibido.

—Siendo así, me siento honrada de que me tengas en buena estima. A decir verdad, me sentía algo nerviosa con tu expresión sería, Yamazaki. Siempre creí que me estabas juzgando por mi forma de actuar, en especial con Natsuki…

—No soy quién para juzgarlas, ni tampoco tengo ninguna razón para hacerlo —interrumpió Hibuki enseriándose—. Si ustedes dos están saliendo, bien por ustedes, les deseo lo mejor y las apoyo.

—En serio, nuestra relación no es de esa naturaleza.

—Pero ella te gusta, ¿verdad?

Yuuko guardó silencio, sintiendo sus mejillas arder. En otras circunstancias, ante otras personas, ella lo habría negado rotundamente, pero ahora la negativa se rehusaba a salir de su boca. Por instinto miró a su jefe, quien, ajeno a la situación, organizaba algunos productos en sus anaqueles correspondientes.

—Es complicado —respondió en un suspiro, sin devolver la mirada a Hibuki.

—¿Por qué? —preguntó el joven Yamazaki. Y de nuevo el silencio fue la respuesta más inmediata que recibió.

La llegada de un par de clientes postergó la conversación, algo que Yuuko agradeció a las deidades desde el fondo de su corazón. Sin embargo, cuando la clientela salió del local, Hibuki retomó la palabra.

—Si los lazos que unen a dos personas son bastante fuertes, estos resisten casi cualquier cosa, incluida una atracción romántica, sea o no correspondida. Y he notado en este poco tiempo que llevo de conocerlas que sus lazos son bastante más fuertes de lo que ustedes mismas piensan.

—Gracias por esas palabras —habló la rubia con sinceridad. Aunque ese no es el problema que complica todo entre nosotras, pensó.