«Cuando conocemos a alguien y nos enamoramos, tenemos la impresión de que todo el Universo está de acuerdo.»
—Paulo Coelho.
¿Por cuánto tiempo más seguiría haciéndose esto?
Desde el momento en la mañana en el que Soi Fong la llamó para, con las mejillas coloradas preguntarle cómo se veía su atuendo Yoruichi comprendió lo que iba a pasar después, y no pudo evitar irritarse hasta cierto punto por ello. Le irritaba que Soi Fong siempre buscase su opinión a pesar de que supiese de antemano que se veía bien, le fastidiaba de sobremanera que Soi Fong tuviese el descaro de pedirle su consejo a estas alturas ignorante de lo que le hacía con ello. Y sobretodo le enojaba ver con sus propios ojos cuanto había empezado a iluminarse su abeja y saber que ella no era el motor detrás de esa evidente mejoría.
Porque habían empezado siendo cambios pequeños: Un día Yoruichi se dio cuenta de que Soi Fong tenía mejor apetito, el otro notó que entrenaba de manera mucho más cuidadosa aunque seguía exigiéndose al máximo con tal de mejorar. Pasó un año entero y cuando menos se dio cuenta un día tocó a Soi Fong y se dio cuenta de lo suave y limpia que estaba su piel, sin las raspaduras y heridas que tendía a inflingirse a sí misma al entrenar, sin los nudillos rotos por dañárselos empuñando a Suzumebachi, se dio cuenta de que había ganado peso y eso se reflejaba en su cuerpo, en sus músculos, en sus caderas un poco más redondeadas. Cuando le dijo lo bien que ahora se veía Soi Fong contestó:
—Unohana-taicho me ha estado ayudando a cuidarme más porque dijo que estaba muy mal nutrida —y su mirada se llenó de cariño después—. Jonny también se ha estado asegurando de que lo haga. Es algo molesto sentir que es mi niñera de alguna forma... Pero también se siente lindo, Yoruichi-sama.
Aunque el pecho le dio un extraño vuelco en ese entonces, como si le advirtiese de algo. Yoruichi se alegró de que Soi Fong estuviese siendo más amable consigo misma, que ahora se estuviese valorando lo suficiente como para ya no querer hacerse de hierro a punta de golpes. Le alegró aquella chispa aclarando sus ojos grises que tuvo que haberle dado alguna señal. Le alegró que la ternura que alguna vez su rostro emanó hace cien años hubiese regresado aunque fuese sólo por un momento.
Cuando menos se dio cuenta. Soi Fong se veía más hermosa que nunca, pero supo que sólo podría ser una expectadora y sólo soñar con acariciar la pálida piel de la capitana. Porque mientras Yoruichi se enamoraba más de la que había sido su discípula, Soi Fong se había enamorado de alguien más. Y una noche en la que la capitana ya no pudo continuar reteniéndolo en su pecho decidió confesárselo a la persona a la que más confianza le tenía. Su antigua mentora.
Fue pura suerte que Soi Fong no hubiese oído esa noche como el corazón de la morena se desquebrajaba por completo.
—No sabía cómo funcionaba una espada. Y también sus reflejos eran horribles, si no fuese porque su cuerpo es prácticamente indestructible no habría sobrevivido ni un día al entrenamiento —decía la capitana tendida boca abajo en su futón, abrazada a su almohada. Incapaz de confiar en su propia voz Yoruichi sólo la escuchaba—. Es un bobo... Pero es el bobo más lindo que he conocido nunca, Yoruichi-sama.
Yoruichi no necesitaba saber más. Pero siguió preguntando para no parecer tan dolida como realmente lo estaba.
—¿Desde cuándo sabes esto? —preguntó. No se atrevió a nombrar lo que le había confesado su discípula. Amor. Amor que no era para ella sino para el muchacho de penetrantes ojos hielo que siempre estaba con la capitana.
—Pues... Pues... —Soi Fong balbuceó y su rostro se enrojeció hasta las puntas de sus orejas— Hace unos días fuimos juntos a una estación de tren porque Jon quería despedirse de una amiga suya que fue a visitarlo. Ya he olvidado como se llama. La cuestión es que después de que ella se fue en su tren nos quedamos un rato ahí esperando. No sé qué esperábamos, pero él no mostraba señales de querer moverse y yo tampoco me quería ir.
Yoruichi tuvo que morderse la lengua antes de soltar cualquier estupidez, pero ni así pudo evitar decir: —¿Qué pasó después?
Al parecer últimamente tenía esa tendencia masoquista de querer saber cosas que sabía que le iban a provocar dolor. Pero Soi Fong lo interpretó como una muestra de interés y continuó hablando.
—Pusieron una canción que sonaba por toda la estación. Supongo que era por el eco. Jon dijo que la conocía desde antes y cuando me fui a dar cuenta... Tomó mi mano y me sacó a bailar —el pequeño rostro de Soi Fong se enrojeció más violentamente, y al mismo tiempo sus ojos como plata se iluminaron, como si de sólo recordarlo sintiese exactamente lo mismo que cuando lo vivió—. No sabría describirle cómo me sentí pero... Se sintió como si apenas hubiese aprendido a bailar otra vez. Estaba tan nerviosa, creí que los pasos se me iban a olvidar, que lo iba a pisar y que otro montón de cosas iban a salir mal. Pero luego del primer coro me había olvidado de todo, me sentí tan feliz como cuando bailaba sin las restricciones de mi mente. Bailar con él se siente tan natural como si estuviese bailando sola, más bien como si fuésemos muñecos de una cajita musical que nunca se separan uno del otro. Y cuando me dejó en casa después fue cuando me di cuenta.
Yoruichi no se atrevió a decir nada. Solamente ver el rostro ilusionado de Soi Fong mientras le contaba su experiencia mágica con Jon la dejaba sin palabras. La capitana se estaba mostrando como ella siempre lo había querido. Sin máscaras de formalidad, sin honoríficos pomposos. Como si simplemente fuesen dos amigas en mitad de una pijamada. Pero la cuestión era que el corazón de la morena no estaba de acuerdo, que este sufría como si le estuviesen metiendo dos puñaladas por cada palabra bonita que su pequeña abeja le dedicaba a ese muchacho. Un dolor que se hacía más insoportable cada vez que Soi Fong intentaba expresarle cuánto había llegado a amar a Jon Kent.
Para bien o para mal; una extraña intimidad por parte de su discípula hacia ella nació. Se acostumbró a visitarla en la tienda o a llamarla en las noches para pedirle consejo cuando no sabía qué hacer, para tratar de entender sus propios sentimientos. Yoruichi se hubiese sentido en la gloria con esto si tan sólo no apareciese constantemente el muchacho superhumano en las conversaciones, si no supiera que lo único que las había acercado así era ese secreto de los sentimientos de Soi Fong. Porque Soi Fong muchas veces se dedicaba sólo a hablar de él, de lo feliz que la hacía estar con él y cómo si bien trataba de no tener expectativas, sus esperanzas de ser correspondida a veces crecían. Hablaba de él con una ternura y alegría que nunca antes le había oído, como si la niña a la que alguna vez tuvo a su mando hubiese regresado y le estuviese contando de su inocente primer amor.
Por años buscó que Soi Fong la tratase como a una amiga, tanto que se esforzaba para que su sucesora sonriese más y cuidase más de sí misma. Sabía que debería estar feliz e incluso bromeando con la cara de tonta enamorada que ponía la menor cada vez que Kent venía a buscarla en la tienda o se aparecía volando en la ventana de su oficina, debería disfrutar de la evidente influencia positiva de Jon en la capitana, cuya piel se sentía tan tersa y su cabello tan sedoso que era innegable la forma en la que ella ahora estaba aprendiendo a consentirse. Pero simplemente no podía hacerlo por más que se forzase a sí misma a sonreír y contestarle como podía las dudas a Soi Fong, siempre diciendo que ella no sabía nada sobre amor.
Oh, y mentía. Claro que sabía de amor. Pero sabía del amor doloroso que sabes que brotó cuando ya no podías alcanzarlo. El tipo de amor que Soi Fong estaba lejos de experimentar.
Que odiosa y a la vez graciosa ironía el hecho de que Yoruichi fue la primera en enterarse cuando la muchacha y el joven héroe confirmaron su relación.
—No era mi primer beso. Pero se sintió como sí lo hubiese sido, Yoruichi-sama. Casi me pellizco a ver si estaba dormida y soñando cuando me pidió que fuese su novia, pero él me detuvo la mano —Soi Fong tenía la sonrisa pegada al rostro y sus ojos grises brillaban incluso más que la primera vez que le confesó su amor por Jon. Tumbada de espaldas en el futón junto a ella, la capitana se tapó la boca con ambas manos y soltó un grito ahogado mientras pataleaba felizmente. Al más puro estilo de una adolescente enamorada— ¡Sé que es ridículo pero le juro que si muriera ahora mismo me moriría feliz!
—Tranquilízate Soi Fong. Apenas llevan un día siendo novios y parece que ya estás fantaseando con matrimonio —fue puro milagro que se le escapase ese chiste. O quizá era la forma más sutil que tenía de expresar su creciente hastío—. Espera ¡¿Sí lo has pensado?! —preguntó con la voz dos octavas más alta de lo normal al ver la cara de Soi Fong.
De cierta forma a Yoruichi le alegraba que Soi Fong estuviese tan inmersa en su cuento de hadas que no se daba cuenta de los estragos que provocaba en ella. Fueron tres largos y complicados meses en los que Yoruichi, después de las llamadas con su discípula terminaba llorando en brazos de su amigo Kisuke, que siempre contenía sus colapsos sin preguntas y casi sin palabras. Sabiendo que ella simplemente lo necesitaba. Tres largos meses en los que sentía que algo le faltaba aunque objetivamente lo tenía todo. Tres meses en los que se sentía vacía, inconexa del resto del mundo, inestable como bote abandonado a la deriva.
Meses en los que más o menos pudo sufrir la peor parte de su corazón roto sin tener que ver cara a cara a Soi Fong, puesto que estaba demasiado ocupada con sus deberes de la división (y con su relación) como para ir con frecuencia al mundo de los vivos. Aunque siempre sentía ese mismo puñetazo en lo más hondo cuando Soi Fong le decía que Jon había ido a verla, muchas veces con un detalle bonito, a veces incluso ayudándola con tareas simples o simplemente cuidándola en silencio, otras veces entrenando juntos aunque con la galantería bastante frecuente entre ellos. Y en contrapartida Soi Fong daba su máximo esfuerzo para demostrarle amor al joven hombre de ojos celestes, le preparaba dulces que sabía que a él le encantaban, a veces se tomaba momentos de su apretada agenda para escaparse a pasar el día con él, con torpeza hacía mitones o incluso hacía con sus propias manos inexpertas, regalos para él.
Soi Fong era una novia tan abnegada y con una vena romántica tan inesperada que Yoruichi sentía la envidia corroerla, amenazando con volverse nociva. Casi corrió ella misma a matar a Jon —incluso importándole poco el hecho de que sus golpes ni siquiera le arderían a ese muchacho— cuando Soi Fong llegó a ella sollozando porque habían tenido su primera pelea pesada. Creyó que era el colmo que Jon tuviese en sus manos lo que ella codiciaba y no fuese capaz de seguir cuidándolo. Pero al día siguiente ambos volvían a estar campantes dedicándose los gestos más dulces que se les ocurrían, porque lo habían solucionado. Y si bien le pareció muy improbable que de verdad pudiesen actuar como si nada hubiese pasado, esa vez en la que Soi Fong enfermó fuertemente y Jon casi se estrella con ella en su apresurado camino al aposento de la capitana le confirmó su reconciliación. A su vez, sintió que la terrible envidia era mezclada con otra cosa. Una fuerte culpa que no podía quitarse de encima.
¿Por qué sentía que se moriría cuando Soi Fong le contaba lo feliz que era con Jon? ¿Por qué no podía sonreír y suspirar enternecida como lo hacían las otras mujeres Shinigami cuando esos dos se daban cariño en público? ¿Por qué tenía que ser tan egoísta?
Siempre había sido egoísta. Siempre se había acostumbrado a tenerlo todo a sus pies con tan sólo pedirlo, o tomarlo en caso de que alguien se lo negase ¿Su amor amando a otra persona, algo que jamás podría arrebatar, era una dolorosa prueba de los dioses para enseñarle humildad como las visiones narradas en Un cuento de Navidad? Era una idea que a la ex-princesa, con cada beso, regalo o tierna conversación en inglés que esos dos tenían delante de ella se le hacía menos descabellada.
Aquella noche en el club nocturno, en la que forzó a su cuerpo a beber mucho más de la cuenta y encontró a Soi Fong y a Jon en posturas increíblemente comprometedoras, impropias de la pareja melosa que eran, y luego pasó todo el resto de la noche en brazos de Kisuke y como una muerta en vida. Se dijo a sí misma que era más que suficiente, que si esto era una prueba era más dura de lo que ella podía soportar. Se encontró jurando que ya había aprendido la lección, cualquiera que fuese, y rogándole a cualquier deidad que se le ocurrió que se detuviese, que no hiciese más pesado ese sufrimiento que cualquier otra persona que no lo haya vivido podría considerar tan mundano.
La profunda voz de Soi Fong interrumpió sus recuerdos.
—Yoruichi-sama. Está muy callada.
—Espera, Soi Fong ¿Qué decías?
La capitana estaba parada frente a su espejo de cuerpo entero. En lugar del común uniforme de capitana estaba usando un sencillo vestido blanco de manga corta hasta el muslo, completamente ceñido y escote cuadrado dejando sus clavículas a la vista y botas negras largas. Y además ese dichoso collar de corazón en el cuello. Soi Fong estaba lejos de ser vanidosa, pero últimamente cuando se trataba de Jon ella siempre procuraba verse lo mejor posible. Parecía algo ridículo pero Yoruichi sabía que no podía juzgarla al respecto. Ella misma hacía lo mismo cuando sabía que Soi Fong iba a verla.
—¿Me veo decente, Yoruichi-sama? Es el atuendo más normal de los que Suzumebachi eligió para mí. El otro prácticamente parecía lencería —la capitana terminó su frase con un gruñido, eso consiguió sacarle una sonrisa a la de cabellos violetas.
—Te ves genial, Soi Fong. Además creo que para Jon te seguirás viendo genial aunque sólo te pongas un calcetín gigante —contestó la morena. Soi Fong se sonrojó con violencia.
No mentía, la mirada deslumbrada del híbrido parecía no cambiar por más que Soi Fong se pusiese cualquier cosa. Y ciertamente tampoco lo culpaba. Sería una grandísima hipócrita si juzgase a Jon por mirar a Soi Fong de esa forma. Con sus modestas curvas marcadas por la ropa y sus esbeltas piernas apenas visibles entre las botas y la falda. La impresión que a la ex-comandante le quedó era muy similar a la de aquella vez en el club nocturno. Más consciente que nunca de que Soi Fong había crecido, y se había desligado de ella en más de un sentido.
¿Por qué sonaba tan triste si lo pensaba así?
—Soi Fong-taicho —la dulce voz de Ururu desde la puerta sacó a Yoruichi de sus pensamientos. La jovencita de enormes ojos violetas se asomaba tímidamente por el marco—. Kent-san ha venido a buscarla.
Y ahí estaba de nuevo, el rostro y los ojos de la otra mujer se iluminaron y casi al instante desapareció de la habitación para recibir a Jon. Con un suspiro la mujer de ojos dorados se levantó también y siguió a Soi Fong no sin antes agradecerle a Ururu.
Cuando llegó al recibidor de la tienda y no vio a la muchacha y a su chico por ahí creyó que ya se habían ido, y no pudo evitar aliviarse puesto que no tendría que ver ese saludo dolorosamente tierno que compartían y el como Soi Fong se marchaba con su brazo rodeando la espalda de ese misterioso joven. Por desgracia cuando salió por el marco de la puerta se dio cuenta de que no se habían ido. Ambos estaban sobre un banco que se encontraba bajo un árbol cercano al patio de la tienda, Soi Fong estaba sentada recta y grácil como siempre, mientras que Jon se hallaba relajado, recostado a lo largo del banco y con la cabeza reclinada sobre los muslos de Soi Fong. Soi Fong parecía muy entretenida jugando con el cabello sedoso del muchacho e incluso colocándole algunas hojas pequeñas a modo de juego. Jon hacía ademán de quejarse y ella se reía, y él también aprovechaba por momentos la ocasión para acariciar con sus dedos el mentón y las mejillas de Shao.
El oído de Yoruichi no era lo suficientemente poderoso como para entender exactamente lo que estaban hablando. Pero sí que retenía bastante bien las risas de ambos y cómo, al igual que muchas otras ocasiones, estaban hablando en inglés.
—Sometimes you're a dumb. You know? —«A veces eres un tonto ¿Sabes?» en contraste con la frase insultante a primera vista. La risa que dejó escapar y el cariño con el que Soi Fong le hablaba a Jon era otra puñalada al pecho de Yoruichi.
—But you love this dumb. Don't you? —«Pero amas a este tonto ¿O no?» habló él con galantería. Soi Fong sonrió sonrojada.
—That's right. The most charming dumb ever —«Así es. El tonto más encantador» contestó ella.
Yoruichi tragó saliva y se giró sabiendo que se iban a besar. Incluso ella sabía cuando podía dejar de torturarse.
Yoruichi no alcanzó a ver el momento en que la pareja se puso de pie y se marchó. Pero había oído a los niños cuchichear al respecto cuando los vieron alejarse tomados de la mano. Jinta despotricaba acerca de lo asqueroso que era el amor mientras que Ururu los miraba con ternura, el romanticismo típico de una muchachita de su edad. Kisuke y Tessai se negaron a decir una palabra al respecto al menos frente a ella, probablemente por consideración hacia ella y su decepción amorosa todavía demasiado fresca. Hizo una mueca.
Decepción amorosa. No estaba segura de si esa era la forma indicada de llamarlo. Porque en lo que a ella le concernía, contaba como decepción amorosa cuando hubo algo real entre ellas, algo recíproco que salió terriblemente mal. Y lo suyo había sido únicamente suyo, un sentimiento que nació sin su permiso y que con cinismo creció mientras veía a Soi Fong suspirar por otro. Era un amor que no iría a ningún lado y ella lo sabía muy bien. Pero en estos momentos, decepción amorosa era la única forma en la que podía describir lo que estaba viviendo en esos momentos.
Más de una vez se había hecho para sí misma y para Kisuke aquella noche en el Club la pregunta tan cliché típica de los doramas. ¿Qué tenía él que ella no tuviera? Pero la cantidad de respuestas que le llegaban casi al instante era tan grande que daba risa. Aunque Soi Fong hubiese alguna vez sentido lo mismo que ella, entre ellas había una barrera enorme que era demasiado díficil destruir por completo, y aunque lo hiciesen los cimientos siempre quedarían, lastimándoles los pies e incomodando con las cenizas.
La diferencia era clara como agua y filosa como cuchilla. Soi Fong con Jon podría ser ella misma, cosa que no podría pasar con Yoruichi por más que se esforzaran. Por más que Yoruichi sí se sintiese cómoda actuando sin máscaras cuando estaba en compañía de su sucesora.
Por alguna razón, pensando en todo esto recordó una extraña conversación que tuvo con Mei Ling, la mejor amiga de Soi Fong. Nunca habían sido amigas y de hecho apenas estaban aprendiendo a hablarse en términos decentes. Pero la velocidad con la que aquella actriz había descubierto la verdad en el corazón de Yoruichi era desconcertante. La rapidez de una persona que ya lo ha vivido y por eso lo reconoce mejor que nadie.
—Deberías hablar con ella de eso —le había dicho Mei de la nada. Parada con elegancia en la entrada de la tienda y jugando con sus rizos mientras esperaba que viniesen a recogerla. Yoruichi en la puerta la miró.
—¿De qué hablas? No tengo nada que decir.
—¿Estás segura? —replicó Mei casi como si no le prestase atención—¿Existe algún otro motivo por el que últimamente pareces siempre querer retenerla cuando sabes que se irá con Jon? ¿Hay otra razón por la que siempre la miras con súplica escondida? ¿Hay otro motivo por el que pareces querer matar a Jon con la mirada cuando está con ella?
—Dices estupideces —espetó la ex-comandante. Eso sí que pareció llamar la atención a la otra joven como para hacer que la mirara, pero no había enojo como era lo normal. En los ojos rasgados azul oscuro había pura impasibilidad y un grado pequeño de lástima. Cosa que no puso de mejor humor a Yoruichi.
—No puedes engañarme a mí —insistió ella—. Puedo ver que alguien tiene el corazón roto cuando lo veo. Y nunca has mirado a Urahara-san de la misma forma en la que miras a Soi-chan.
El primer instinto de Yoruichi, naturalmente, fue negarlo todo. Repetirle a esa mujer que no sabía lo que decía. Pero ninguna palabra salió de su boca. Tal vez era porque ella no tenía una capacidad tan grande para mentir. Tal vez porque no tenía algo a lo qué agarrarse esta vez y sabía de alguna manera que aunque pudiese no tenía ningún sentido.
Mei suspiró.
—No pienso entrometerme en cómo lidias con tu decepción —volvió a hablar ella, como si supiera que Yoruichi no iba a responder—. Pero si lo conservas toda la vida ahí en tu pecho sólo te estarás estancando en algo que sabes que no tiene futuro. Mi consejo es que hables con ella de tus sentimientos.
—Tiene novio ¿Recuerdas? —contestó Yoruichi, ya resignada.
—Claro que sí —respondió sin inmutarse la de largos rizos negros azulados—. Pero dudo que tu corazón lo recuerde. Te lo digo sólo para darte a ti misma algo de paz. Que puedo ver que la necesitas.
Yoruichi abrió la boca para preguntarle a la amiga de su pequeña abeja por qué estaba tratando de ayudarla, al parecer al menos. Cuando en un principio ambas se habían declarado la guerra casi que desde el primer momento en que se vieron. Hasta que una idea golpeó la cabeza de la morena.
—¿Tú también pasaste por esto?
Antes de que Mei pudiese responder sonó el cláxon de un auto y al mismo tiempo Soi Fong salió para despedirse con un abrazo de su mejor amiga. Yoruichi se quedó viendo a aquella mujer mientras esta besaba a su esposo y luego se subían juntos al auto. Las palabras de Mei retumbaban de alguna forma en su cabeza.
Y de este modo no pudo evitar admitir para sí misma que algo de verdad habrían de tener.
Pero lo que probablemente fue más raro para Yoruichi fue una ocasión en la que Soi Fong había traído a Jon a la tienda. Desde el momento en el que oyó la voz masculina de ese muchacho en la entrada de la tienda ella se encerró en su habitación en su forma de gato, fingiendo que estaba dormida, o mejor dicho que no estaba en casa. Kisuke no intentó buscarla tampoco. Y si bien Tessai en más de una ocasión había mostrado cierto grado de impaciencia hacia el comportamiento evasivo que la, por lo general temeraria mujer de cabello violeta había desarrollado. Tuvo al menos la consideración de respetar su espacio y la forma en la que lidiaba con el dolor de su amor no correspondido.
Yoruichi se encontró maldiciendo las paredes de papel de la casa de su amigo que le permitía oír las voces y risitas de Jon y su sucesora, y de la misma forma se encontró maldiciéndose a sí misma por lo cobarde que se había vuelto desde el incidente en el club nocturno. Soi Fong jamás se acercó para preguntarle si había visto algo inapropiado y tampoco Yoruichi se dirigió a cuestionarle a Soi Fong aquellos tocamientos que había tenido con el héroe delante de todos, delante de ella. Aunque mentiría si dijese que no lo había considerado.
La mañana siguiente del evento, la mañana en la que despertó queriendo morirse por la horrible resaca y luego de haber recordado como rayo todo lo que había visto, lo que había sentido y lo que había llorado. Lo que la invadió era rabia. El impulso de odiar a Soi Fong por ceder sin más a las provocaciones de Jon y ni siquiera tener la delicadeza de haber subido con él a una habitación, el impulso de odiar a Jon por enamorar a Soi Fong quitándole algo que pudo haber sido suyo si no fuera por las cicatrices del pasado. El impulso de resentirlos por amarse tanto insensibles a su dolor, a Soi Fong por haberla vuelto adicta a ella. Sí, se hallaba enferma. Padeciendo una patología cuya única cura era la capitana. Pero que sabía que jamás podría alcanzar y sólo le quedaba quedarse sola con su agonía.
Sólo salió de su habitación hasta el anochecer. Incluso había desayunado y almorzado en su habitación en lugar de ir al comedor. La pobre Ururu había tenido que llevar ella solita siete tazones grandes y cuatro medianos de comida porque Jinta se negó a ayudarla y Tessai estaba ocupado —más aún considerando que Yoruichi tenía menos apetito de lo normal—, a lo que la mujer hizo una nota mental de conseguirle cualquier cosa que quisiera a la niña para recompensar un poco su esfuerzo. Aunque rápidamente lo mandó al fondo de su mente.
Salió de la habitación cuando ya estaba cerca el anochecer. Por algo tan sencillo como lo era ir a beber algo, agua, leche. Lo que fuera. Por mero instinto se preparó mentalmente cuando pasó por la habitación en la que dormía Soi Fong al ver que la puerta estaba abierta. Pero cuando pasó al lado no vio a Jon. Sólo a la capitana dormida en su futón, aunque en el mismo había una marca más grande que daba a entender que el héroe se había puesto de pie hace poco.
Yoruichi no pudo evitar fruncir el ceño. Preguntándose si Jon se habría marchado sin avisarle siquiera a Kisuke, sin despedirse de Soi Fong. Aunque eso no sonaba a algo que ese joven haría.
Sonaba a algo que ella haría.
Y se dio cuenta de que la suerte no estaba de su lado cuando llegó a la cocina y se encontró precisamente con el responsable indirecto de su complicada situación. Jon Kent, el que se encontraba sirviendo dos vasos de jugo, suponía que para él y para la capitana en cuánto despertara. Él tenía el cabello bastante desordenado y la camisa de botones desarreglada. Parecía que se había quedado dormido junto a Soi Fong en algún momento. Aunque pensarlo también le llegó a doler a Yoruichi, de alguna extraña forma, también le aliviaba que al menos no hubiesen llegado a más que eso.
Jon sintió su presencia y en seguida le sonrió. En cuánto lo hizo Yoruichi sintió la cocina más iluminada. La ex-princesa no supo cómo sentirse al respecto.
—Buenas noches, Yoruichi-san. Pensé que estaría dormida —la amabilidad en la voz de ese muchacho la descolocó también. Siempre lo hacía.
—Se puede decir que sí... Acabo de despertar —musitó la morena caminando hacia la nevera.
—¿Quiere jugo también?
—No gracias. Vine por algo de leche.
Yoruichi se sobresaltó cuando el brazo bien formado de Jon apareció frente a ella, con un "Permíteme" por parte de Jon, el chico abrió la nevera, sacó el cartón de leche y sirvió en un vaso, para luego con una sonrisa ofrecérselo a la morena.
—No era necesario. Gracias —Yoruichi aceptó el vaso de leche y miró el líquido como si revisase que no tuviese nada raro. Se sentía tonta y no estaba segura de por qué.
Creyó que el joven se iría con los vasos y la dejaría sola en la cocina, para que dejase de sentirse tan extraña con su compañía. Pero en su lugar Jon se sentó en la mesa y le dio un sorbo a su jugo.
—¿No ibas con Soi Fong? —se atrevió a preguntarle Yoruichi.
—Sí, pero es la primera vez que usted y yo nos encontramos en condiciones. Me gustaría que hablemos un poco ¿Quiere?
En circunstancias normales, es decir, si Soi Fong estuviese presente. Yoruichi habría renegado de inmediato, se daría la vuelta y regresaría a su pequeño rincón de autocompasión con retazos de rencor. Pero en esta ocasión se sintió incapaz de decirle que no al chico. Quizá porque esta vez no tenía nada a lo que agarrarse para no verse tan grosera. Pero por lo general a la morena no le importaba lo que otros opinasen de su comportamiento. Simplemente, por más que quisiera, Yoruichi no era capaz de girar sobre sus talones y dejarlo solo.
Ella se dio cuenta de que efectivamente nunca lo había mirado bien, en más de un sentido. Los ojos de Jon, azules hielo a primera vista similares a los ojos de Matsumoto, pero con un extraño destello liláceo y con una expresión totalmente distinta a la de la teniente. En ellos giraba algo raro, diciéndolo de una manera dura. Aunque la verdad era que Yoruichi no sabía cómo describirlo. Acordes a su color parecían penetrar como una filosa estalagmita, pero lejos de resultar invasivo o doloroso era incluso relajante. Como estar delante de un extraño que de alguna manera sabes que no te provocara daño, aunque tenga la capacidad o las herramientas para ello. Era intimidante y al mismo tiempo calmo. Casi como mirarse a un espejo que refleja más de lo que parece. El punto era que ese joven tenía algo, algo que hacía que a la morena se le dificultase dejar de mirarlo.
La morena asintió y lentamente se sentó también en la mesa. En el extremo opuesto. Ponía distancia. Aunque a él eso no pareció importarle y su sonrisa no vaciló.
De un momento a otro Yoruichi recordó lo que él antes le había dicho.
—¿Por qué...? ¿Por qué querrías hablar conmigo? —habló Yoruichi.
—Pues... —comenzó Jon. Pero la morena lo interrumpió.
—Si quieres preguntarme qué te aconsejo que le des para su aniversario o cualquier cosa. No encontrarás nada aquí. Por lo general soy horrible en esos temas —la ex-comandante negó con la cabeza.
—No Yoruichi-san. Yo...
—Tampoco me preguntes por su familia porque Soi Fong se niega a hablar de eso. Lo más cercano que me ha comentado es una que otra anécdota con sus hermanos pero no podrás sacar mucho más de mí.
—Yoruichi-san...
—¿Quieres saber cómo era ella de niña? Te diré en pocas palabras que era muy intensa. Intensa con las cosas que le apasionaban o con su trabajo, pero también con lo que no le agradaba. Una vez se tomó la molestia y el trabajo para espiar a Kisuke un día completo sólo para...
—¡Quería agradecerle, Yoruichi-san! —esta vez fue Jon el que interrumpió a la morena alzando la voz. Y Yoruichi se sobresaltó, cosa extraña porque este chico sólo podía ser unos años mayor que Ichigo y estaba habituada a las rabietas de este y de Byakuya en su tiempo.
Su voz. Su voz también era peculiar. Era grave para un joven de su edad, pero no era lo bastante gruesa para asustar o algo así. Yoruichi tenía que aceptarlo. La voz de ese chico emanaba calidez, simpatía, deseo de hacerla sentirse cómoda. Pero implícito estaba el mensaje de que esa voz no vacilaría en declarar guerra si era necesario cuando inocentes estaban comprometidos.
—¿Agradecerme por qué?—musitó la de ojos dorados.
—Por... Básicamente por cuidar a Shao todo este tiempo.
—¿Cuidarla? No sé muy bien a qué te refieres.
¿Ella cuidar a Soi Fong? La verdad es que se atrevería a decir que había hecho todo lo contrario. Eso fue lo que Soi Fong se aseguró de dejarle muy claro aquél día en el bosque. Que la dejó sola cuando ella más la necesitaba, que le arrebató lo que consideraba su propósito de vida en ese entonces, que por su culpa la soledad la carcomió al grado de transformarla en una criatura cargada de amargura. Si esa era la definición de cuidar que Jon tenía Yoruichi se preocuparía.
—Me refiero a que de alguna manera siempre ha estado presente en la vida de Shao, Yoruichi-san...
Ese apodo que el muchacho le ponía a su abeja. Era tan lindo que le provocaba dolor a la morena.
—¿Cómo así?
Jon apoyó los dorsos de sus manos en la mesa, delante de su vaso y las juntó como si sujetara con delicadeza algo pequeño.
—Puede que usted ya lo sepa y suene tonto viniendo de mí. Pero de un modo u otro siempre ha conseguido motivarla de alguna manera ¿Sabe lo que ella me dijo una vez?
Yoruichi sólo se atrevió a negar lentamente con la cabeza.
—Me dijo: Yoruichi-sama ha sido quien me ha impulsado siempre a continuar. Aunque sea odiándola —continuó Jon—. Usted significaba y sigue significando el mundo para ella. Fue la primera persona que la trató como un ser humano desde que perdió a su familia, que le hizo pensar que tal vez podría ser algo más que una simple sirvienta. E incluso cuando se fue siguió siendo su motivación, aunque de forma distinta, gracias a usted ella aprendió a nunca rendirse.
La morena tenía un nudo en la garganta: —¿Ella te dijo todo eso?
—Y más —él esbozó una sonrisita—. Es una chica maravillosa.
—Lo sé —la emoción que le salió a Yoruichi en la voz al responder eso fue más intensa de lo que había querido expresar.
—Yo... No creo ser tan valiente como ella —de un momento a otro el rostro de Jon se ensombreció, bajó la cabeza ocultando sus ojos bajo su cabello negro y su voz perdió buena parte de su calidez—. Cuando yo estaba... Atrapado en ese lugar jamás pude darme valor a mí mismo, siempre me quedaba en un rincón esperando a que me rescataran, a que alguien me abrazara, incluso llegué a desear que él o yo mismo cayéramos muertos de una vez. Por tantos años sólo pude esconderme, suplicar. Diciéndolo ahora me da tanta vergüenza —el muchacho dejó escapar una risita, aunque no concordaba con sus manos entrelazadas que se apretaban una a la otra como si les fuese la vida en ello, los músculos de sus brazos se hallaban tensos—. Mientras ella se ponía de pie cada vez que la golpeaban yo me quedaba llorando entre las cenizas. Literalmente. Rogando que parara todo.
A medida que Jon hablaba el ambiente en la cocina se colocaba cada vez más pesado. Yoruichi no sabía qué hacer o qué decir. Nunca pensó que ese muchacho se abriría tanto con ella, aunque ella no supiese el lugar al que se refería. De la misma manera la impresión que sin darse cuenta había tenido de él se desmoronó por completo desde el momento en que vio sus ojos de cerca.
Aquella noche en el evento sólo había visto el destello intenso y pálido de los ojos de ese chico realzado por las luces de neón, y sin querer los había imaginado astutos, depredadores, casi maliciosos, deleitándose con su dolor sabiéndose amado por la chica que Yoruichi quería. Se había imaginado sin querer una sonrisa jactanciosa, casi sádica que se burlaba de sus lágrimas en su ebriedad mientras se toqueteaba con su discípula. Su resentimiento hacia él por el simple hecho de enamorar a Soi Fong le había hecho crear una imagen de él completamente distinta. Una que le había hecho dudar cuando Soi Fong le hablaba de lo dulce que era y que sólo fue alimentada por las escenas que protagonizaron esa dichosa noche.
Pero ahora; viendo la pura transparencia en los irises celestes, el amor y admiración en su expresión cuando le hablaba de su sucesora y finalmente sus palabras incluso agradeciéndole y abriéndose a ella. Lo que sintió la ex-princesa fue vergüenza, vergüenza por haber pensado así de él.
Al cabo de un momento; Jon volvió a alzar la cabeza. Su expresión ya no era tan grave, pero su sonrisa se había vuelto triste.
—Ella siempre me dice que no es cierto. Que soporté incluso más basura que ella. Aunque lo dijo con otras palabras —el muchacho exhaló una risa—. Que no lo merecía y que soy incluso más fuerte que ella porque yo puedo sonreír. Y no le gusta cuando la contradigo —Jon volvió a reír y apoyó su mentón en su mano. La pura ternura en su rostro le revolvía el estómago a la morena. Era el mismo sentimiento cálido que expresaba Soi Fong cuando hablaba de él—. A menudo también se molesta cuando le digo lo encantadora que puede llegar a ser.
—Eso también lo sé.
Esta vez Yoruichi fue la que esbozó una sonrisita melancólica recordando el incidente de los chocolates ¿Quién habría pensado que los chocolates que ella rechazó ahora habría de recibirlos alguien más? No podía pensar en eso sin sentirse ridícula.
—Pero eso no importa ahora —dijo el joven héroe— A lo que voy es que, por eso sentía desde hace tiempo que tenía que agradecerle. Si no fuese por usted Shao no habría juntado coraje para lograr todo lo que logró y quizá ni siquiera habría notado nunca su verdadero potencial. Pensar en lo que le pudo haber pasado si se hubiese dado por vencida... —su expresión se entristeció— Puede que no me crea pero imaginarme ahora sin ella, sin su mano sujetando la mía para apoyarme, sin sus quejas cuando la abrazo en público o simplemente su silencio que se siente tan cálido... Es muy triste para mí. Me aterra pensar que algo le pase y yo no pueda estar ahí para ayudarla y por eso le agradezco, por hacer por ella lo que yo no puedo y creo que no podré jamás.
Jon enmudeció y palideció de repente cuando la ex-comandante comenzó a sollozar. Con una mano Yoruichi se tapó los ojos que ya habían empezado a derramar lágrimas, pero luego apoyó su frente en ambas manos antes de que su llanto terminara de estallar. Curiosamente, esta vez no lloraba exactamente por dolor. Era otra emoción que todavía no comprendía.
Recordó una vez en la que estaba con Soi Fong junto a Kisuke en el comedor, Kisuke como siempre se divertía con la animosidad que la capitana le expresaba mientras Yoruichi se reía y Soi Fong daba a entender con su mirada que estaba al borde de tirarlos a ambos por un barranco. Pero de pronto la expresión de la chica se hizo indescifrable, cosa que preocupó a Yoruichi, y de un momento a otro Soi Fong se echó a reír, a reír a carcajadas como si nada la molestara y a primera vista sin razón alguna. Su risa, profunda como su voz, inesperadamente escandalosa aunque intentó taparla con la mano y sonando como si viniese desde el fondo de su corazón. Yoruichi había olvidado ese sonido, y Kisuke ni siquiera lo conocía por lo que quedó paralizado cuando sucedió.
De la misma forma Yoruichi empezó a recordar otro montón de cosas: Los ojos brillantes de Soi Fong cuando empezó a bailar otra vez después de una eternidad sin hacer un sólo paso, la alegría en su sonrisa cuando tomó valor para enseñarle algunos movimientos, las lágrimas que tuvo que secar cuando Jon fue malherido en una batalla, la calidez oculta en su voz que antes no existía siendo puramente plana y severa, su expresión de deleite cuando escuchaba una canción que le gustaba, el fuego en los ojos de su discípula dispuesta a dirigir a sus hombres de la mejor manera y protegerlos lo que le fuese posible.
Y todo eso desde que Soi Fong conoció primero a Mei, y más aún cuando conoció a Jon.
Logró reconocer que lloraba de alivio. Alivio porque a diferencia de ella, Soi Fong había elegido bien al confiar en él. Ahora se daba cuenta.
—¡¿Yoruichi-san está bien?! ¡¿Fue algo que dije?! ¡Si le duele algo dígamelo! —Jon saltó de su lugar y corrió junto a Yoruichi que seguía llorando, sus manos se movían a todas partes, inseguras de si debían intentar reconfortar a la morena o traerle algo.
«Yo también debo agradecerte a ti, Jon. Gracias por devolverle a mi Soi Fong lo que yo le arrebaté»
Apenas era mediodía cuando Soi Fong regresó a la tienda de Urahara. La morena la estaba esperando sentada de piernas cruzadas en la sala y con las manos entrelazadas sobre la mesa. Aún con su cabello violeta suelto y desordenado y sus ojos cerrados. Aunque cualquiera podría asumir que simplemente estaba pensativa o distraída lo cierto era que Yoruichi se moría de los nervios, todos sus sentidos estaban completamente alerta como si presintiese una especie de emboscada o una batalla. Pero lo único que la de cabellos violetas esperaba era el sonido de la puerta al abrirse y el reatsu de Soi Fong.
No había dormido bien preguntándose y divagando si lo que estaba por hacer era o no lo correcto. Estaba la posibilidad de que Soi Fong se enfureciera y no quisiese saber nada más de ella, la posibilidad de que Soi Fong la rechazara con todo el cuidado del mundo pero luego desapareciera por la puerta para jamás volver o quizá la posibilidad de que Soi Fong la rechazase con cariño y sin rencores, quitándole a Yoruichi ese peso emocional y mental que llevaba tiempo carcomiéndola. No quiso ponerse a pensar en probabilidades porque sabía que si lo hacía se arrepentiría y volvería a meterse en ese hoyo de amargura en el que estaba inmersa desde que la capitana empezó su relación con Jon.
Pero cuando oyó la puerta abrirse y la voz grave y entrecortada de Soi Fong supo que no había ya marcha atrás.
—Buenas tardes, Yoruichi-sama.
—Hola Soi Fong ¿Se puede saber qué fue lo que te hizo salir tan temprano?
Era evidente la razón de la capitana, viendo su rostro y cuello algo sudados, el top blanco, los pantalones celestes y las zapatillas deportivas que usaba estaba claro que había salido a ensayar alguna coreografía que se le hubiese ocurrido, o simplemente ensayar sus movimientos. Yoruichi hizo esa pregunta simplemente para romper el hielo.
—Fui a bailar, Yoruichi-sama.
—¿Puedes sentarte? Necesito hablar de algo contigo.
Yoruichi normalmente no hablaba así. No le pedía nada a las personas y menos lo hacía con esa nota suplicante en su voz. Si se tratase de algo relacionado con un arrancar o cosas que comprometían la Sociedad de Almas o el mundo de los vivos Yoruichi iría al grano, ejercería su veredicto que nadie era capaz de romper y le daría una orden inviolable a su discípula. Pero esta vez no. No quería que Soi Fong sólo hiciese lo que ella quería sin rechistar.
Como era natural, su actitud preocupó a la menor. Quien se sentó con velocidad en el cojín delante de su ex-maestra.
—¿Qué ocurre, Yoruichi-sama? La noto extraña hoy.
—Te amo.
La morena lo dijo así, sin tacto alguno. Sin discursos pidiéndole a la capitana que no la odiase por lo que diría o algo parecido. Sin siquiera prepararla. Como hacía normalmente cuando trataba otros asuntos delicados. Porque según su lógica, no tenía ningún sentido ponerle rodeos a algo que sería pesado de decir o de oír sin importar como lo dijese. Además, sólo quería sacarse ese sentimiento de encima lo antes posible.
La morena, sin abandonar en ningún momento su postura buscó el rostro de Soi Fong. Esta ahora tenía los ojos bastante abiertos pero la mandíbula rígida al igual que la espalda. La reacción mínima que Yoruichi se esperaba y la que por algún motivo le sacó una triste sonrisa por más que hubiese querido mantener el rostro en blanco.
—Creo que... No la entendí ¿Qué dijo Yoruichi-sama? —musitó la otra muchacha.
—No entendiste mal nada, Soi Fong. Te dije que te amo. Desde hace tiempo.
Al cabo de un minuto entero en completo silencio. La boca de la otra muchacha se abría y cerraba como un pez fuera del agua, hasta que se cerró de nuevo sin emitir ningún sonido. Yoruichi notó la tensión en el cuerpo de la joven una vez pareció procesar por completo sus palabras, de un momento a otro el pálido cuello volvía a verse brillante de sudor.
Cuando se trataba de ella Soi Fong no era capaz de esconder lo que pasaba por su cabeza. La expresión estupefacta de Soi Fong se derrumbó para dar paso a una nerviosa, pero sin rastro del rubor que Yoruichi solía ver cuando le hacía un cumplido o le revolvía el cabello, de hecho parecía que la sangre bajaba gota a gota del rostro de la capitana. Las manos de esta empezaron a temblar y a moverse, inquietas. Parecía a punto de salir corriendo en cualquier momento. Cosa muy rara en su intrépida sucesora.
Y Yoruichi no estaba mejor que ella. Parecía clavada en el lugar donde estaba sentada con las manos postradas sobre la mesa y la espalda enderezada. Pero el corazón retumbando en su pecho y hasta en sus oídos, el frío por su espalda y su nuca y su cuerpo repentinamente pesado eran prueba de su propia ansiedad. Similar al impacto que uno siente cuando ha dicho algo que lamenta. De hecho el primer impulso de Yoruichi había sido retractarse, fingir una risa y decirle a Soi Fong que era una broma. Fingir que la cara de espanto de Soi Fong no hacía que el pecho le doliese como si le estrujaran el corazón como deseando reventarlo.
Pero eso sería volver a aceptar el desagradable peso del secreto en su consciencia.
El silencio era pesado, incómodo y casi de luto. Ambas a su manera estaban rogando por gritar, llorar o correr de ahí, no querían estar en ese sitio y deseaban que aquella conversación ni bien empezada nunca se hubiese concretado. Salir por esa puerta en silencio y arriesgarse a que esto se convirtiese en un secreto a voces, quizá incluso tomarlo como un recuerdo falso, de pronto se les hacía una idea tan tentadora.
Pero Soi Fong, mostrando de nuevo quién era la más valiente del dúo. Tragó saliva y habló:
—Yoruichi-sama... —musitó.
Era evidente que Soi Fong no sabía por dónde empezar. Y Yoruichi intentaba decirse a sí misma que estaba preparada para todo: Un «Es una locura», «No siento lo mismo», «Tengo novio y lo amo».
—¡Escúpelo ya! —espetó la morena con una agresividad que ni ella misma se esperaba. Pero sólo quería que todo terminara, que la rechazara y se marchara y que no volviese más si así lo quería.
Los ojos de Soi Fong se abrieron, intimidada por el tono tan duro que usó la de ojos dorados. De pronto se sentía en inferioridad de condiciones, que volvía a ser la niñita bajo el mando de Yoruichi que temblaba al sólo imaginar a su maestra mirarla con decepción alguna vez.
—Yo.. —la capitana soltó un suspiro tembloroso, rogando porque su voz no le fallara— Lo lamento si... Si hubiese sabido que algo que hice la iba a confundir de esta manera yo nunca lo habría hecho.
Una risa triste se le escapó a Yoruichi. Claro, Soi Fong siempre pensaba en ella. Siempre se disculpaba si la veía incómoda, se disculpaba aunque no fuese su culpa en lo absoluto, aunque hubiese sido Yoruichi quien lo hubiese estropeado todo.
—No es tu culpa, Soi Fong —la morena se atrevió a acercar su mano a la de la capitana. Pero sus dedos temblorosos no se atrevieron ni a rozarse—. Es la mía... ¡Me siento tan idiota! —Yoruichi bufó con frustración (y medio sollozó) al tiempo en que se llevaba la mano a la cabeza, agarrando sus mechones como si quisiese arrancarlos— Por años te tuve ahí a mi lado sin que tu presencia me afectara ¡Pensaba en ti como si fueras mi hermanita! Pero luego acabé queriéndote tanto que sólo verte junto a Kent hace que me quiera morir... Es mi culpa, es mi culpa por no poder evitar enamorarme de alguien que antes ni siquiera hubiese considerado.
Otro silencio. Uno interrumpido sólo por el sonido de sus respiraciones y más aún la acelerada de Yoruichi.
Lo había dicho, lo había dicho todo.
—Usted no podía evitarlo —murmuró Soi Fong con una decisión nada acorde al tono acobardado que tenía hace unos momentos, Yoruichi levantó la cabeza y la miró. Su expresión era firme, pero sus ojos amables... Su mirada en ese momento era muy parecida a la de Jon—. Nadie puede evitar esas cosas. No... No puede culparse por simplemente tener sentimientos, sentimientos que no son fáciles de manejar —la capitana se rascó la nuca—. Yo pasé por eso con... Con alguien y sé que probablemente debe pensar que no podrá superarlo pero —Soi Fong le mostró una sonrisita, tenue, vergonzosa, pero alentadora a su manera— si yo pude salir de eso usted también podrá.
Yoruichi volvió a sentir que los ojos se le aguaban. Pero no quiso formar una escena peor que la que ya había hecho hace unos minutos. La mano de Soi Fong se movió como si quisiera tocar su cabello, pero luego se arrepintió.
—Lo siento —volvió a decir Soi Fong.
Aún con los ojos llorosos Yoruichi esta vez logró sonreír: —Te dije que no es tu culpa. Y gracias, Soi Fong.
Pero era verdad. Ahora se sentía muchísimo más ligera. Ahora sentía que por una vez en días podía dormir tranquila.
