Capítulo 9

Misión humanitaria

ESTUDIOS DE LA RED DEL SECTOR DARPA, CIUDAD DE CAMALAR, ESSELES

—Pharl McQuarrie es un veterano de las Guerras Clon —lo presentó Deena Mipps, esbozando su sonrisa practicada de presentadora de holonoticias—. Actualmente, es asesor militar de Jorj Klivian, miembro del Alto Consejo de Ralltiir. Pero lo que nos trae hoy son noticias inquietantes. Pharl, por favor, cuéntanos, ¿qué está sucediendo en Ralltiir?

—¡Es un verdadero caos! —respondió McQuarrie con una voz tensa y cargada de angustia—. Nuestro hogar está siendo asolado por una ocupación imperial brutal. ¡Las calles de Cambriele y Grallia se han convertido en un sangriento campo de batalla! Nosotros, ciudadanos leales, estamos atónitos, sin poder creer que el Imperio que alguna vez amamos se haya vuelto tan cruel e indiferente hacia nosotros.

—¿Cómo ha llegado Ralltiir a este punto? —preguntó Deena, mostrando horror y fascinación en su rostro—. ¿Tiene algo que ver con las protestas lideradas por políticos como Jorj Klivian en el Alto Consejo?

—Los políticos del Alto Consejo solo reflejan el descontento de la gente, Deena. Pero sí, las semillas de esta tragedia se encuentran en los motivos de esas protestas —respondió McQuarrie, su voz resonando con profunda gravedad.

—¿Qué denunciaban exactamente esas protestas y cuándo comenzaron? —preguntó Deena, con determinación en su mirada mientras buscaba la verdad oculta detrás de los acontecimientos.

—Ralltiir ha sido durante siglos un faro de esperanza financiera en la galaxia. Nuestra reputación como refugio seguro para fondos ha atraído a innumerables clientes de todos los rincones del universo —explicó McQuarrie, su voz llenándose de orgullo por su planeta—. Pero en los últimos años, ese delicado equilibrio de neutralidad se ha inclinado peligrosamente hacia el lado del Imperio y sus seguidores.

—¿A qué te refieres? —inquirió Deena.

—Algunos alienígenas y personas que habían mostrado oposición al Imperio denunciaron que sus inversiones desaparecieron repentinamente, sin dejar rastro de que alguna vez existieron —dijo McQuarrie con indignación.

—Eso suena terrible —comentó Deena.

—Pero lo peor de todo —continuó McQuarrie— es que el Imperio está utilizando los registros bancarios de aquellos sospechosos de tener simpatía por la Rebelión para rastrear a otros miembros de la resistencia a través de sus transacciones financieras. Estos rumores también están llevando a que perdamos clientes, millones de seres están retirando su dinero de los bancos ralltiirianos.

—¿Y cómo reaccionó la gente? —inquirió Deena, buscando captar la intensidad de la situación.

—Esta violación a la confidencialidad y neutralidad va en contra de nuestra cultura ralltiiriana —aseguró McQuarrie con vehemencia—, y ha sembrado una gran conmoción en nuestra población.

—Y ¿cómo ha afectado todo esto al Alto Consejo? —preguntó Deena, expectante.

—Hasta hace poco, la mayoría del Alto Consejo parecía respaldar las acciones imperiales —explicó McQuarrie con indignación—. Pero hace un mes se renovaron sus miembros. La gente votó por aquellos que prometieron restaurar la reputación de nuestros bancos y revertir los daños causados por los colaboradores del Imperio.

—Pero sus opositores los acusan de ser simpatizantes rebeldes —dedujo Deena, tratando de comprender la complejidad de la situación.

—¡Exactamente! —rugió McQuarrie con amargura—. Y no solo lanzan acusaciones infundadas, sino que han desatado una intervención militar despiadada y desproporcionada en nuestro amado Ralltiir.

—¿Cuál es la situación actual en Ralltiir? —preguntó Deena, volviendo al principio, e incitándolo a dar más detalles.

—El Imperio ha erigido campos de interrogatorio en todas las principales ciudades. Están deteniendo a personas inocentes ante la más mínima sospecha —expresó McQuarrie, su voz llena de angustia y desesperación—. Además, la Flota Estelar ha impuesto un bloqueo total en nuestro sistema, dejándonos aislados y atrapados en un estado de opresión sin igual. Nos hemos convertido en prisioneros en nuestra propia tierra, sin poder comunicarnos ni viajar. Parece que no hay escape, que estamos condenados a vivir en esta pesadilla interminable.

—Pharl McQuarrie, te agradezco tu valentía al venir aquí y compartir esta historia. ¿Qué esperas lograr con esto? —preguntó Deena, admirando su determinación a pesar de las circunstancias adversas.

—He arriesgado mi vida para eludir el bloqueo imperial y llegar hasta aquí. Vine a pedir ayuda, así de simple. Ralltiir no puede ser abandonado a su suerte. Estamos desesperados, imploramos la ayuda de cualquiera que pueda ofrecerla, cualquiera que tenga el coraje de enfrentarse al Imperio y luchar por nuestra salvación.

—¿Enfrentarse al Imperio? —repitió ella con incredulidad—. ¿Estás hablando de pedir ayuda a la Alianza Rebelde?

McQuarrie vaciló por un momento, consciente del peligro que implicaba hablar de enfrentar al Imperio y mencionar a la Alianza Rebelde en público, ante las autoridades imperiales.

—Si la Alianza Rebelde escucha nuestro llamado y responde, aceptaremos con gratitud su ayuda —finalmente pronunció haciendo acopio de valor—. De todos modos, ya nos han tildado de rebeldes. Estamos dispuestos a unirnos a cualquier fuerza valiente que comparta nuestros ideales de justicia y libertad.

Ante una respuesta tan directa, ahora fue Deena la que vaciló antes de proseguir por ese camino.

—En mi opinión, la Alianza es su única posibilidad; nadie más se atrevería a desafiar al Imperio al ayudarlos... Creo que puedo hacerte una proposición —dijo Deena finalmente, su voz resonando con un tono grave y enigmático—: En lugar de emitir esta entrevista, que se está volviendo demasiado arriesgada para las políticas editoriales de la Red, podría enviarla en secreto a algunos de mis contactos entre los líderes de la Alianza. Ellos sabrán cómo manejar esta situación y brindar la ayuda necesaria.

El rostro de Pharl reflejó una mezcla de sorpresa, gratitud y esperanza.

—Deena, no tengo palabras suficientes para agradecerte. Nos has brindado un rayo de esperanza en estos tiempos oscuros. Puedo regresar a Ralltiir confiando en que la Alianza Rebelde responderá a nuestro llamado y nos brindará la ayuda que tanto necesitamos.

BANCO DE SALIBURY, CAMBRIELE, RALLTIIR

Pharl McQuarrie se encontró con su viejo amigo Jeroen Webb, en las mismas bóvedas abandonadas donde pocos días antes habían planeado su fuga. A medida que Jeroen y sus compañeros escuchaban las noticias de Pharl, sus rostros reflejaban una mezcla de alivio y desesperación.

—Pharl, tu regreso no podría haber llegado en un momento más crucial —dijo Jeroen, con una mirada sombría—. Me alegro de verte, pero temo que hayas vuelto a un infierno. El Imperio ha arrestado a Jorj Klivian y a los demás miembros del Alto Consejo de Ralltiir. Los han acusado de traición y sus vidas corren peligro. Estamos bajo un control implacable y el miedo se ha apoderado de nuestro pueblo.

Pharl asintió, sintiendo el peso de la opresión sobre sus hombros.

—Comprendo la gravedad de la situación, Jeroen. He visto con mis propios ojos los campos de interrogatorio y el bloqueo impuesto por el Imperio. Ralltiir está sumido en una pesadilla sin fin.

Jeroen lo guió hasta los otros miembros del equipo que se encontraban en la bóveda, sus ojos reflejaban una mezcla de esperanza y preocupación.

—Permíteme presentarte a los compañeros con los que he estado trabajando —dijo Jeroen, señalando a cada rebelde a medida que los iba nombrando—. Él es Jerell, el intrépido líder de nuestro grupo, y la joven a su lado es su hija, Ronga. Y ellos son los valientes hermanos Jirr y Basso. Han estado investigando en los bancos y han obtenido información crucial que debemos entregar a la Alianza.

Pharl observó a los rostros resueltos y comprometidos del equipo, sintiendo un nudo en su garganta. Eran verdaderos héroes en medio de la oscuridad.

—Encantado de conocerlo —dijo Jerell—. Es una lástima que no nos hubiéramos conocido antes de que usted saliera del planeta, eso habría facilitado entregar esta información.

—Estábamos buscando la forma de repetir su hazaña para salir del planeta —agregó Jirr—, pero el Imperio ha reforzado los controles y escapar será mucho más difícil ahora.

—Mi hermana y su socio son transportistas independientes que hacen trabajos de contrabando. Está fuera del planeta. Intentamos llamarla, pero hasta ahora tampoco hemos conseguido burlar el bloqueo de comunicaciones —terció Ronga.

—Están convencidos de que la información que han descubierto es de crucial importancia no solo para Ralltiir, sino para toda la galaxia —explicó Jeroen.

—Debemos entregarla a la Alianza Rebelde, es vital —enfatizó Jerell, sus ojos reflejando determinación—. Esta misión es más importante que cualquiera de nosotros, incluso más importante que nuestro propio mundo. Si es necesario, debemos estar dispuestos a sacrificarnos para asegurar que esta información llegue a la Alianza.

—La princesa Leia prometió que vendría con suministros para ayudarnos —dijo Pharl.

—Entonces esa es nuestra oportunidad, tendremos que entregarle la información a ella —dijo Jeroen.

—No será fácil, la situación aquí es peor de lo que ella espera encontrar, y el Imperio intentará mantenerla aislada —dijo Pharl—. Pero creo que tengo un plan. Aquel equipo de impresión hipnótica debería servir para esconder la información…

PERÍMETRO SUR, PUERTO ESPACIAL DE GRALLIA, RALLTIIR

En la oscuridad y el silencio, observaron ocultos desde la distancia cómo la corbeta CR90 se acercaba lentamente.

—¿Crees que esa sea la princesa? —susurró Jirr con voz tensa.

—Tiene que serlo. Es la primera nave no-imperial que vemos en todo el día —respondió su hermano, Basso, con confianza.

La nave avanzaba, rodeada por una escolta amenazante de naves militares imperiales. Soldados de asalto, con armas pesadas en manos, vigilaban cada rincón de la plataforma de aterrizaje. La posibilidad de acercarse parecía imposible, pero ya lo habían previsto.

En cuestión de minutos, un deslizador descendió de la corbeta. Varias figuras abordaron el vehículo, mientras los soldados imperiales les franqueaban el paso hacia otra zona del puerto espacial, donde los opresores habían establecido su centro de mando.

—Ahí va ella, Basso —indicó Jirr, confirmando la presencia de Leia—. ¿Estás seguro de que quieres seguir con esto?

—¿Tenemos alternativa? —respondió Basso con voz ronca—. Nuestra gente está siendo reunida en campos de exterminio. ¿Está listo el equipo de distracción, Jiir?

—Estamos listos. Buena suerte, hermanito.

—Y a ti, Jirr. Pero no necesitaré suerte si tu equipo hace su trabajo.

—Entonces, que la suerte esté con nosotros —concluyó Jiir, deseándole éxito en su peligrosa misión.

Basso se separó del grupo y comenzó a alejarse rápidamente y en silencio. Todo habría sido mucho más sencillo si pudieran coordinarse mediante comunicadores, pero los soldados imperiales monitoreaban todas las frecuencias. Pronto también activarían un sistema de vigilancia capaz de interceptar cualquier conversación en voz alta en todo el puerto espacial.

Apenas había avanzado unos veinte metros cuando los disparos estallaron. Había dejado atrás al grupo de soldados de asalto, confiando en que el equipo de Jirr los mantuviera ocupados. Sin embargo, jamás esperó que uno de ellos lo oyera, girándose y disparándole. Basso cayó al suelo retorciéndose de dolor, pero antes de que el soldado pudiera acercarse para rematarlo, la saeta de bláster de Jirr o alguno de sus hombres atravesó su cabeza enfundada en un casco blanco, matándolo al instante.

Con todas sus fuerzas, Basso se puso nuevamente en pie, ignorando el dolor, y prosiguió su marcha, sin mirar atrás.

AFUERA DEL CENTRO DE MANDO IMPERIAL, PUERTO ESPACIAL DE GRALLIA

El dolor remitió ligeramente mientras el cuerpo de Basso entraba en calor, permitiéndole avanzar hasta el centro de mando en cuestión de minutos. Se ocultó detrás de unos contenedores justo a tiempo, mientras múltiples deslizadores cargados de soldados pasaban rugiendo en dirección al perímetro sur. Jirr y su equipo se verían abrumados, y él no tenía forma de advertirles. Sin embargo, un atisbo de esperanza lo reconfortó al darse cuenta de que todos los imperiales se habían retirado, dejando a la princesa sola con sus propios guardias. Esta era su oportunidad.

—¿Qué fue eso? —exclamó la princesa, al darse cuenta de su presencia.

Basso estaba sin aliento, tuvo que tomarse un momento para reponerse.

—¡Su alteza, debo hablar con usted...! —logró decir al fin.

—¡Está herido! —exclamó Leia, acercándose rápidamente a él—. Quizás después de todo podamos ser de ayuda.

Con la ayuda de su capitán, Leia lo ayudó a recostarse en uno de los asientos del deslizador.

—Debemos llamar a un médico de la Tantive —sugirió Leia.

—No… no hay tiempo. Ese ataque… fue una distracción para que yo pudiera llegar hasta usted —gimió Basso.

—¿Por qué? —preguntó el capitán, con una mirada desconfiada.

—Información… la absorbí bajo impresión hipnótica —dijo Basso, esforzándose por articular las palabras.

—¿Qué información? —preguntó la princesa, desconcertada.

—No... no podemos, no podemos hablar aquí afuera… —empezó a explicarles.

—¿Por qué? —inquirió el capitán, manteniendo su desconfianza hacia Basso.

—Están preparando un sistema de vigilancia en el centro de administración, van a monitorear cualquier conversación que no esté bajo un escudo —continuó con la explicación.

El capitán sacó su comunicador, y Basso esperaba fervientemente que tuviera una encriptación lo suficientemente sofisticada como para evadir la vigilancia de radio del Imperio.

Tantive IV, habla el capitán Antilles. Dirijan los sensores hacia el centro de administración de la ciudad y díganme si el sistema de vigilancia está funcionando.

—Todavía no está funcionando, señor —alcanzó a oír la respuesta.

—Informen de cualquier cambio —ordenó Antilles—. Tenemos que llevar a este hombre a bordo de la nave —le dijo a Leia.

—Espera, alguien viene —advirtió Leia, viendo otro deslizador acercándose—. Quédate escondido —le dijo a Basso, mientras uno de sus hombres lo cubría con una manta.

—Su alteza, esto implica un riesgo demasiado grande para usted —protestó Basso, preocupado por la seguridad de la princesa.

—No más grande que el que corres tú —le aseguró Leia.

—Quédate quieto ahí y no hagas ningún ruido, todas nuestras vidas están en juego —le advirtió innecesariamente Antilles.

Basso intentó relajarse mientras escuchaba la conversación que se desarrollaba a pocos metros de distancia.

—Darth Vader —declaró Antilles, identificando a la imponente figura oscura al mando de los soldados, que ya descendía del primer deslizador y caminaba hacia ellos.

—Entonces, incluso lord Tion tiene un vigilante imperial sobre su hombro —dijo Leia con ironía.

—Bienvenida a Ralltiir, princesa Leia —resonó la voz de Vader con un tono amenazante y su característica respiración siniestra.

—¿Lord Vader? —exclamó Leia, sorprendida y cautelosa ante su presencia.

—Una vez más usted aparece donde la actividad rebelde es desenfrenada. Debería ser más prudente, algún día podría resultar herida —advirtió Vader con frialdad, insinuando que conocía su afiliación rebelde.

—Si está buscando a lord Tion, está en el campo espacial del perímetro sur. Creo que está esperando su llegada —respondió Leia, tratando de mantener la compostura.

—Se me ha ocurrido preguntarme, ¿porqué esos traidores desperdiciarían sus vidas en un gesto inútil? —reflexionó Vader.

—Quizás esperan robar una nave —sugirió Leia.

—O distraernos —dijo Vader con perspicacia.

—Le ruego que nos disculpe, lord Vader —intervino Antilles, tratando de mantener el control de la situación—, pero es mi deber llevar a la princesa de vuelta a la Tantive IV.

—Quédese donde está, capitán —amenazó Vader—. Han entrado en una zona de seguridad, su nave y cargamento, su vehículo y sus propias personas, incluso usted alteza, están sujetas a inspección aquí y ahora.

—La nuestra es una misión diplomática de caridad —argumentó Leia.

—Un decreto imperial de emergencia especial tiene prioridad a eso. Están bajo nuestra jurisdicción —le aseguró Vader.

—Lord Vader, el Senado Imperial no se tomará esto a la ligera. Y cualquier decisión de inspeccionar nuestra nave recae en lord Tion, él tiene la autoridad aquí —advirtió Leia, mostrando su conocimiento político y su astucia.

—Así es. Sí, haremos que esto sea completamente legal. Y entonces veremos qué es lo que usted nos está ocultando. Yo no intentaría despegar sin autorización, la Flota Estelar tiene órdenes de disparar sin previo aviso —advirtió Vader antes de retirarse en su deslizador, dejando en claro las graves consecuencias de desafiar su autoridad.

El rugido de los deslizadores de Vader y sus soldados se desvaneció rápidamente mientras se dirigían hacia el perímetro sur, dejando un ambiente tenso en el aire.

—Será mejor que regrese inmediatamente a la Tantive IV. Debemos llevar a este hombre a un médico y alterar los registros de embarque —dijo Antilles, evaluando la situación con premura.

—¿Por qué? —preguntó Leia.

—Para que parezca que usted no tiene conocimiento de la carga de la nave, ni de nuestro amigo de aquí, dicho sea de paso —dijo Antilles.

Después de que el visitante partió, Basso se quitó la manta que lo cubría y se incorporó lentamente en el asiento, con cuidado de no agravar su herida.

—No dejaré que tú seas culpado por esto, Antilles. Debemos buscar la forma de impedir que Tion inspeccione la nave —se opuso Leia. No estaba dispuesta a permitir que nadie se sacrificara por ella.

—Por favor, no podemos discutirlo aquí. Ese sistema de vigilancia entrará en funcionamiento en cualquier momento… —advirtió Antilles con urgencia.

—¡Eso es! —exclamó Leia, mientras una idea comenzaba a formarse en su mente.

—¿Qué? —preguntó Antilles intrigado.

—El sistema de vigilancia. ¿No lo ves? Seguro que Tion lo usa para escucharnos. Averigua cuánto falta para que funcione —le pidió Leia.

Tantive, habla el capitán ¿cuánto falta para que funcione el sistema de vigilancia en el centro de administración? —dijo por el comunicador.

—Ya están por preparar la activación, señor. Sólo unos momentos —vino la respuesta del primer oficial.

—Notifíqueme cuando se preparen para activar —dijo Antilles.

—Sí señor.

—¿Estás seguro de que podrán monitorear nuestra conversación? —preguntó Leia.

—Cualquier cosa que digamos aquí en el campo estará sujeta al monitoreo cuando se active el sistema, sí —dijo Antilles.

—Entonces prepararé una pequeña trampa para lord Tion. Me aprovecharé de su ego hinchado —dijo Leia, con un brillo de astucia en sus ojos.

Basso, sin conocer los detalles de la historia entre lord Tion y la princesa, deseó fervientemente que su plan funcionara y les brindara la oportunidad que necesitaban.

—Capitán, el sistema se encenderá en 5 segundos… —anunció la voz del comunicador—… 4… 3… 2… 1… ¡Ahora!

—Creo que dejaré que lord Tion inspeccione la Tantive, Antilles. Tendrá lo que se merece —dijo Leia con una voz llena de insinuación, esperando que cada palabra resonara en los oídos de su enemigo.

—¿Qué quiere decir, alteza? —dijo Antilles, siguiéndole el juego.

—Lord Tion es atractivo, pero es demasiado descarado, demasiado confiado. Necesita aprender una lección. Si inspecciona la Tantive hará enojar a mi padre y yo podré mantenerlo alejado por un poco más —dijo Leia.

—¿Y si no ordena una inspección? —preguntó Antilles.

—No creo que sea probable. No es lo bastante caballeroso —dijo Leia, esperando que Tion no pudiera resistirse a demostrar que se equivocaba, y suspendiera la inspección.

—Probablemente tenga razón —dijo Antilles, continuando el engaño.

—Y debemos partir inmediatamente hacia Alderaan —dijo Leia.

Ahora verían si Tion se había tragado el anzuelo.

—Primer oficial —dijo Antilles por el comunicador, cruzando los dedos—. Solicite permiso para despegar inmediatamente.

—Sí, señor. Permiso concedido para despegar —respondió el primer oficial, desatando un suspiro de alivio de Basso.

La Tantive IV despegó sin contratiempos tan pronto como el deslizador y sus pasajeros subieron a bordo. Llevaron a Basso a la enfermería de la nave, donde después de que un droide médico atendiera sus heridas, lo sumergieron en el tanque de bacta para completar su recuperación.

Más tarde, se enteraron con pesar de que su hermano Jiir y su equipo habían caído en combate contra las fuerzas de lord Tion. Pero aún quedaban otros rebeldes resistiendo en Ralltiir, como Pharl McQuarrie, Jeroen Webb y Jerell. La princesa Leia sabía que los suministros que llevaban serían de gran ayuda para ellos. Sin haber tenido la oportunidad de entregarlos, decidió dirigirse a Kattada, un puerto clandestino en las Colonias. Allí, buscaría la colaboración de los contrabandistas locales para eludir el bloqueo de Ralltiir y entregar los suministros a los rebeldes.

Tras evadir otro encuentro con las tropas imperiales enviadas por Darth Vader, la Tantive IV dejó a Basso en la base Grenna para entregar la información al equipo de la Operación Gancho Celestial. Mientras que Leia regresaba a Alderaan, para reunirse con su padre.


Nota del autor:

Pharl McQuarrie es un personaje tuckerizado basado en Ralph McQuarrie. En un momento, Ralph posó disfrazado en un set de El Imperio contraataca, en una escena que finalmente no llegó a la película, pero sí se plasmó en tarjetas coleccionables relacionadas con la misma. La historia que lo sitúa en Ralltiir se mencionó en dichas tarjetas y se amplió ligeramente en el artículo Who's Who in Echo Base, publicado en la revista Insider #74. El general Rieekan lo designó como su segundo al mando en Hoth, pero previamente había estado involucrado en los eventos de Ralltiir, en una acción que, aunque se relaciona con la visita de Leia, no parece encajar perfectamente.

Deena Mipps es un personaje del viejo juego de rol. Es la autora en universo de algunos artículos de las Redes de noticias galácticas. Es una periodista destacada, y en algunas aventuras de rol, se menciona que en secreto es líder de una célula rebelde.

El mencionado Jorj Klivian es un personaje nuevo, supongo que podría ser el padre, o algún otro pariente del piloto Derek "Hobbie" Klivian. Investigando personajes que pudiera usar, encontré que Hobbie es nativo de Ralltiir, aunque el planeta parece haber sido elegido al azar para rellenar el lugar en la ficha. No encontré menciones de su vida allí, ni de parientes. Y por cierto, por estos momentos, Hobbie ya está con los rebeldes, acaba de desertar del servicio imperial en la Rand Ecliptic junto con Biggs Darklighter.

Jerell es otro personaje del juego de rol. Sabemos que es el líder de los rebeldes de Ralltiir después de la batalla de Endor. Su hija es una contrabandista llamada Bettle, que trabaja con Jaxa, en una nave llamada Mallixer. Más adelante, Jerell culpará al gobernador Graeber por la muerte de su otra hija. Graeber es el sucesor de Tion en el gobierno imperial de Ralltiir, así que a esta otra hija (la que yo he llamado Ronga), no le queda mucho tiempo. Es mi especulación que Jerell ya era el líder rebelde para esta época, y que es el contacto rebelde que había estado investigando sobre la Estrella de la Muerte.

Buena parte del final es adaptación de escenas del Radio Drama.

Jiir y Basso vienen del cómic Empire: Princess… Warrior, que también es adaptación del Radio Drama, agregando algunos detalles.