Harry Potter pertenece a J.K. Rowling.

Solo nos pertenecen los OC.

La Pirata de los Cielos

12: El Expreso de Hogwarts.

Llegaron al lado mágico de King Cross a las diez y media, mediante la Red Flú. James cargó los baúles de Alex y Céline en un par de carritos y los llevó hasta estar ante el gran tren rojo, que decía Expreso Hogwarts.

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Del otro lado del andén, estaba un grupo de gente y los Aurores (Policías del mundo Mágico), quienes no comprendieron exactamente por qué se les colocó allí, captaron unas pocas palabras interesantes. —... lleno de Muggles, por supuesto... Y ahora, ¿Cuál es el número del andén? —dijo la madre, quien se dirigía a cuatro muchachos, todos con pelo de llameante color rojo.

— ¡Nueve y tres cuartos! —dijo la voz aguda de una niña, también pelirroja, que iba de la mano de la madre.

Una mano pesada, se posó en el hombro de la mujer regordeta. Era un hombre alto y negro de hombros anchos. Era calvo y llevaba un único aro de oro en su oreja. Y vestía como un Muggle. —Molly... Weasley... —dijo el hombre lentamente, al reconocerla.

—King... Kingsley... —dijo la mujer, al reconocer a su compañero de guerra, de la anterior Guerra Mágica Inglesa. — ¿Algo va mal? —preguntó ella, sin ver lo que estaba mal, con su actitud a ojos de otros magos, de los Ministerios de Magia a nivel Global.

El hombre suspiró y en un segundo, estaba vestido con ropas de policía. —Estás rompiendo el Estatuto Internacional del Secreto. Necesitaré que vengas conmigo, Molly.

—Kingsley, espera yo... —pero el Auror no esperó y se Desapareció con ella, sin ser notada por nadie, dejando a los miembros del extenso Clan Weasley, preocupados.

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Céline y Alex se acercaron al Expreso y escucharon un quejido detrás de ellos. La familia Potter, junto a Katia hacía dos personas a quienes los Potter reconocieron. —Julius, Eleonor y la pequeña Daphne —los tres miraron de frente, mientras que Julius Greengrass extendía su varita, hacía su hija.

¡Braquium Emendo! —James Potter, en un segundo reparó el tobillo de la niña.

—Hola, soy Daphne Greengrass —dijo la niña de cabello rubio y ojos azules, todavía algo adolorida; presentándose ante los dos niños y los tres adultos, entonces, miró al hombre, quien estaba guardando su varita mágica. —Gracias, Lord Potter.

—De nada. —dijo James. —Es un placer el ayudarte, Daphne.

—Soy Céline Volkova, es un placer conocerte, Daphne. —la rubia de mayor estatura, quien fue princesa por cuatro años, tomó delicadamente la mano de Daphne y le besó en el dorso.

—No, no lo eres. —gruñó Alex, mirando con enfado a la rubia, que estaba parada junto a él y se cruzó de brazos —Eres Céline Potter.

Céline lo miró fijamente, mientras que Alex sufría un escalofrío, ante el ojo verde de su hermana. —Vol-ko-va. —Alex dio un paso atrás, ante el miedo que le provocaba su hermana.

Las dos rubias fueron juntas hacía el Expreso de Hogwarts, siendo seguidas por Katia.

Una sonrisa adornó el rostro de Alex, al ver a su amigo Ron Weasley a quien se acercó, ignorando el rostro de pérdida de su amigo y la palidez, mientras que ambos ascendían al tren y hablaban de Quidditch.

Ronald se reunió con su amigo Alex Potter y no se molestó en buscar a Céline. Después de todo: ¿Por qué buscaría pasar el día con una chica? Tienen piojos y no les interesa el Quidditch. Así que no tenía motivos para hacerse amigo de una.

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—Entonces, es a ti a quien Dumbledore ha estado buscando tanto, ¿eh? —dijo Daphne, ya en el vagón junto a Céline. —La hija perdida de los Potter. La-Autentica-Niña-Que-Vivió.

—No quiero sonar grosera, Daphne —advirtió Céline —pero me perdí por culpa del propio Dumbledore —ella levantó una ceja —él... decidió que Alex era El-Niño-Que-Vivió y que yo sería un estorbo para Alex, así que me abandonó en un hogar abusivo, hasta que, a mis ocho años, liberé mi Obscurus.

Daphne jadeó. — ¡Espera un segundo! —Chilló. — ¿Eres una Obscurial? Pero... pero entonces... ¿Por qué vienes a Hogwarts, si no puedes realizar magia?

Céline le dio una sonrisa a Daphne y extendió su mano, Daphne sintió el viento desordenarle el cabello y los ojos de la heredera Greengrass se abrieron, al ver una esfera de viento, en la mano de la chica. —Te pido que... me llames Céline Volkova o si crees que es demasiado pronto, para llamarnos por nuestros nombres, entonces solo Volkova. Pero no uses el Potter en mí. Vivo bajo su techo, pero no son mi familia —y cerró su mano derecha, disipando el viento. —El Obscurus provocó un daño enorme a lo largo y ancho del país. Acabé inconsciente y entre los brazos de una amorosa familia mágica, quienes atrajeron la magia que el Obscurus robaba y me otorgaron toda la magia consumida por este, al tiempo que lo disipaban. No viví con los Potter, sino por un año, hasta que la casa fue atacada y luego, ahora hasta mis once años, cuando ellos me encontraron y mis madres aceptaron que yo viniera a Hogwarts. Desde entonces, he estado aprendiendo tanto como puedo de la Cultura Mágica Inglesa.

Daphne se sonrojó, ante su próxima pregunta, la cual la estaba carcomiendo. — ¿Puedo preguntar qué te pasó en el ojo?

Céline le dio una sonrisa pequeña. —Estaba cazando junto a mis madres y el Lamasu que capturamos, me costó el ojo. —Daphne se puso verde del asco y Céline creyó que iba a vomitar, así que asombró a la rubia, cuando pronunció un hechizo en ruso y viento helado sopló sobre su rostro. Le enseñó una sonrisa y sacó su varita mágica y se la quedó mirando con ternura. — ¿sabes? Todavía no me acostumbro a la idea de usar una varita. Tengo una magia que emplea mis espadas y una relacionada con balas, pero... —hasta que la puerta se abrió.

Por ella, ingresó una niña de pelo color castaño y ya llevaba su túnica de Hogwarts. Estaba mirando la varita que Céline tenía en la mano. —Oh, ¿estás haciendo magia? Entonces vamos a verlo. —Sesentó. Daphne pareció desconcertada y algo molesta por la chica, sin clase, ni modales.

Céline frunció el ceño. —No estoy haciendo magia, se la estoy enseñando a Daphne. Como te decía: es la primera vez que uso una varita y estoy ansiosa por comenzar a aprender.

— ¿Pero, ¿cómo está eso de usar espadas o balas? —Preguntó Daphne frunciendo el ceño.

Céline le enseñó una sonrisa y abrió su mano derecha, un portal dimensional apareció y una espada surgió de ella, atrapando la espada, que salió volando, mientras el filo era rodeado por viento huracanado, asombrando a ambas chicas. —Apuntas al objeto y luego lanzas el hechizo... Imperatorskiy Dvor (Corte del Imperio). —El viento dejó una equis y una cruz marcadas en el suelo. —El viento es una parte de mí. Aprendí a controlar el viento en muchas facetas, tanto defensivas, como ofensivas. El secreto está: en que no necesitamos varitas mágicas, porque estas NO son mágicas. Eres tú, quien tiene la magia en tu interior, así que no importa lo que uses: Una varita mágica, un anillo mágico, un brazalete, un collar, no importa con qué enfocas la magia, sino la magia que habita tu cuerpo. Es por esto, que incluso puedo usar una espada. Y el problema con las varitas mágicas, es que son fácilmente rastreables, por el Ministerio de Magia.

Daphne asintió, ante las palabras de Céline. —El Decreto para la Prudente Limitación de la Magia en Menores de Edad —Céline le enseñó una sonrisa, demostrándole que estaba en lo correcto y ante la desconcertada mirada de aquella chica grosera, Daphne suspiró y lo explicó todo —es una ordenanza del Ministerio de Magia, escrita en 1875, que prohíbe el uso de la magia menor de edad fuera de la escuela. El decreto se aplica por la Oficina del Uso Incorrecto de la Magia en el Ministerio de Magia. La restricción es para los magos y brujas que están bajo la edad de diecisiete años, y que aún tienen una traza que opera en ellos. Aunque a nosotros no se nos permite usar magia fuera de la escuela, el Ministerio reconoce que puede que tengan que usar la magia en ciertas situaciones, tales como la defensa propia. Además, los niños de la edad escolar, o niños que no están en posesión de una varita mágica, son técnicamente exentos de la regla, ya que por lo general tienen poco o ningún control sobre la magia que realizan.

—He aquí un secreto: No necesitamos ningún artefacto mágico —dijo Céline sonriente, causando que los ojos de la heredera Greengrass y de la joven chica de cabello castaño, se abrieran —la magia está en nuestro cuerpo, como la sangre misma. No está en las varitas. Y solo las varitas de Ollivander, quien es el más famoso, son seguidas o bueno: rastreadas, por el Ministerio de Magia.

— ¿Solo las de Ollivander? —Preguntaron ambas.

La chica de cabello castaño, miró intensamente a Céline. — ¿Dónde conseguiste la tuya? —Su tono de voz era de mando por saber la respuesta.

—Donde Gregorovitch, quien tiene su negocio en el Mercado Carkitt. —dijo Céline.

— ¡Pero deberías de haber conseguido tu varita con Ollivander, si es que estuviste en el Callejón Diagon! —Protestó la chica, mientras saltaba de su sillón y apuntaba acusadoramente a Céline, como si fuera una criminal.

—No. —dijo una calmada Céline —En ninguna parte de la carta de Hogwarts, sobre los útiles escolares, dicen que tu varita necesariamente, debería de ser fabricada por Ollivander.

—Te pediré que dejes de gritarle a mi protegida, chica —gruñó Katia, frunciendo el ceño haciendo retroceder a la chica, quien solo la miró con miedo, logrando reconocer que Katia podría lastimarla de gravedad y se fue.

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Dumbledore estaba furioso, cuando recibió una carta de uno de sus espías dentro del Ministerio, notificándole que Molly Weasley, fue arrestada por romper el Estatuto del Secreto y pasaría las próximas 48 horas entre rejas, teniendo que pagarse una astronómica suma de dinero.

Fue por la Piedra Filosofal, que ya tenía dentro del Espejo de Oesed y creó el oro, enviándolo a Gringotts y que lo redirigieran al Ministerio de Magia y así liberaran a Molly Weasley.

Jamás se hubiera esperado encontrarse con semejante noticia de que Molly Weasley sería arrestada. Su único trabajo, sería guiar a Céline Potter a través de la plataforma 9¾ y ahora, ella tenía estos problemas. —Bueno. Con algo de suerte: el joven Ronald, podrá acercarse a ella —rezó. Se quedó en su oficina, hasta que sintió en la magia del colegio, como Minerva abría las puertas. —Finalmente, han llegado los estudiantes —caminó hasta las puertas de su oficina y comenzó a descenderlas, para ir al Gran Comedor. Cuando llegó al primer piso, escuchó el discurso de Minerva y maldijo, por no haber estado antes en el Gran Salón.

— (...) La Selección es una ceremonia muy importante porque, mientras estéis aquí, vuestras casas serán como vuestra familia en Hogwarts. Tendréis clases con el resto de la casa que os toque, dormiréis en los dormitorios de vuestras casas y pasaréis el tiempo libre en la sala común de la casa. Las cuatro casas se llaman Gryffindor, Hufflepuff, Ravenclaw y Slytherin. —les iba diciendo Minerva —Cada casa tiene su propia noble historia y cada una ha producido notables brujas y magos. Mientras estéis en Hogwarts, vuestros triunfos conseguirán que las casas ganen puntos, mientras que cualquier infracción de las reglas hará que los pierdan. Al finalizar el año, la casa que obtenga más puntos será premiada con la copa de la casa, un gran honor. Espero que todos vosotros seáis un orgullo para la casa que os toque (...) —Albus miró a Minerva, mientras que él mismo traía el taburete y el Sombrero Seleccionador. Minerva asintió y volvió a salir para ir por los niños. Pasaron dos minutos y regresó con una fila de niños de once años de edad. Parándose junto al sombrero, con un gran rollo de pergamino, dijo: —Cuando yo os llame, deberéis poneros el sombrero y sentaros en el taburete para que os seleccionen —dijo—. ¡Abbott, Hannah! —Una niña de rostro rosado y trenzas rubias salió de la fila, se puso el sombrero que la tapó hasta los ojos, y se sentó.

Un momento de pausa. —¡HUFFLEPUFF! —gritó el sombrero La mesa de la derecha aplaudió mientras Hannah iba a sentarse con los de Hufflepuff. Harry vio al fantasma del Fraile Gordo saludando con alegría a la niña.

— ¡Bones, Susan!

— ¡HUFFLEPUFF! —gritó otra vez el sombrero, y Susan se apresuró a sentarse al lado de Hannah.

— ¡Boot, Terry!

— ¡RAVENCLAW! —La segunda mesa a la izquierda aplaudió esta vez. Varios Ravenclaws se levantaron para estrechar la mano de Terry, mientras se reunía con ellos. Brocklehurst, Mandy también fue a Ravenclaw; pero Brown, Lavender resultó la primera nueva Gryffindor en la mesa más alejada de la izquierda, que estalló en vivas. Bulstrode, Millicent fue a Slytherin.

Alex comenzaba a sentirse decididamente mal.

— ¡Finch-Fletchley, Justin!

— ¡HUFFLEPUFF!

— ¡Finnigan, Seamus! —El muchacho de cabello arenoso, que estaba al lado de Harry en la fila, estuvo sentado un minuto entero, antes de que el sombrero lo declarara un Gryffindor. — ¡Granger, Hermione! —Hermione casi corrió hasta el taburete y se puso el sombrero, muy nerviosa.

El sombrero tardó en decidirse. — ¡GRYFFINDOR! —gritó el sombrero. Ron gruñó.

Un horrible pensamiento atacó a Alex, uno de aquellos horribles pensamientos que aparecen cuando uno está muy intranquilo. ¿Y si a él no lo elegían para Gryffindor? ¿Y si se quedaba sentado con el sombrero sobre los ojos, durante horas, hasta que la profesora McGonagall se lo quitara de la cabeza para decirle que era evidente que se habían equivocado y que era mejor que volviera en el tren?

Neville Longbottom fue llamado, se tropezó con el taburete. El sombrero tardó un largo rato en decidirse. Cuando finalmente gritó: ¡GRYFFINDOR!, Neville salió corriendo, todavía con el sombrero puesto y tuvo que devolverlo, entre las risas de todos, a MacDougal, Morag, quien fue a Slytherin, igual que Draco Malfoy, quien fue a reunirse con sus amigos Crabbe y Goyle, con aire de satisfacción.

Moon fue a Slytherin... igual que Nott y Parkinson... Después una de las gemelas, Patil (Padma) fue a Ravenclaw y Patil (Parvati) fue a Gryffindor... Más tarde Perks, Sally-Anne, fue a Hufflepuff...

— ¡Potter; Alex! —la profesora McGonagall, no prestó atención al hijo de sus dos alumnos más queridos, sino al pergamino ante ella y comenzó a rebuscar entre todos los alumnos, sin prestar atención al niño de cabello rojo y ojos avellana sentado junto a ella.

— ¡GRYFFINDOR! —Percy el prefecto se puso de pie y le estrechó la mano vigorosamente, mientras los gemelos Weasley gritaban: «¡Tenemos a Potter! ¡Tenemos a Potter!». Alex se sentó en el lado opuesto al fantasma que había visto antes. Éste le dio una palmada en el brazo, dándole la horrible sensación de haberlo metido en un cubo de agua helada.

Y ya quedaban solamente cuatro alumnos para seleccionar. A Turpin, Lisa le tocó Ravenclaw, y después le llegó el turno a Ron. Tenía una palidez verdosa y Alex cruzó los dedos debajo de la mesa. Un segundo más tarde, el sombrero gritó: ¡GRYFFINDOR! Alex aplaudió con fuerza, junto con los demás, mientras que Ron se desplomaba en la silla más próxima.

—Bien hecho, Ron, excelente —dijo pomposamente Percy Weasley, por encima de Alex, mientras que sus sentidos se pusieron alerta, cuando escuchó: «Volkova, Céline»

Vio a su hermana sentada en la silla, con el sombrero tapándole los ojos, al igual que a él. Y esperó. A Alex, se le cayó el corazón, a los pies, al escuchar al Sombrero Seleccionador: ¡SLYTHERIN! La mujer de cabello negro, salió de la fila, dirigiéndose hacia la mesa de Slytherin.

—Señorita —dijo la profesora McGonagall, llamando la atención de Céline y Katia. —usted aún no ha sido ordenada.

—Y no lo será, Profesora McGonagall —dijo Céline, presentando con una mano a su guardaespaldas. —Katia es mi guardaespaldas. Mis madres están de acuerdo, con que estoy demasiado lejos de casa. Y teniendo sus responsabilidades, no pueden acompañarme o mantenerme a salvo, tanto como desearían. Así que enviaron a lo mejor de lo mejor.

—No había mención de un guardaespaldas, en su respuesta, Señorita Potter.

—Volkova. Volkova, por favor: señor Director —pidió la rubia.

McGonagall recobró el control y llamó a Zabini, Blaise quien fue seleccionado para Slytherin. Con esto concluido, la profesora McGonagall enrolló el pergamino y se llevó el Sombrero Seleccionador.

—Deberías de haber informado al personal... puedo asegurarte, que no corres ningún peligro en Hogwarts —dijo el director, quien reprimió un escalofrío, cuando la chica le devolvió la mirada.

—Yo... no estaría tan segura —dijo la rubia hija de los Potter, haciendo que Albus se removiera incómodo.

¿Podría acaso ella, saber sobre Fluffy o la Piedra? —La pregunta surgió desde lo más profundo de su inconsciente, pero rápidamente, su consciente negó. Albus se dio media vuelta y chasqueó los dedos, permitiendo que la comida llegara a las mesas —No. Es imposible, que sepa algo así. Pero aun así... tengo que advertir sobre no ir al tercer piso y eso... solo dará más motivos para que Céline tenga razón, sobre su guardaespaldas.

Céline miró su plato de oro vacío. Acababa de darse cuenta de lo hambrienta que estaba y comenzó a llenarse con ensaladas, algo de pollo y arroz.

Cuando la cena acabó, el director se puso de pie. —Sólo unas pocas palabras más, ahora que todos hemos comido y bebido. Tengo unos pocos anuncios que haceros para el comienzo del año. Los de primer año debéis tener en cuenta que los bosques del área del castillo están prohibidos para todos los alumnos. Y unos pocos de nuestros antiguos alumnos también deberán recordarlo. —Los ojos relucientes de Dumbledore apuntaron en dirección a los gemelos Weasley. —El señor Filch, el celador, me ha pedido que os recuerde que no debéis hacer magia en los recreos ni en los pasillos. Las pruebas de Quidditch tendrán lugar en la segunda semana del curso. Los que estén interesados en jugar para los equipos de sus casas, deben ponerse en contacto con la señora Hooch. Y, por último, quiero deciros que este año el pasillo del tercer piso, del lado derecho, está fuera de los límites permitidos para todos los que no deseen una muerte muy dolorosa —cuando volvió a sentarse, se volvió hacía el profesor de cabello largo y grasiento — "Severus, pide a la señorita Volkova, que venga a mi oficina, cuando acabe la cena." —el profesor asintió. —Y ahora, es hora de ir a la cama. ¡Salid al trote! —Los de primer año de Slytherin siguieron a Gemma Farley, una joven de cabello castaño largo, quien era Prefecta; a través de grupos bulliciosos, salieron del Gran Comedor y descendieron por la escalera de piedra gris, hacía las mazmorras, en donde estaban (entre otras cosas) el salón de Pociones y la Sala Común de Slytherin.

—Para entrar en la Sala Común, —iba diciéndoles Gemma a los alumnos de primer año de Slytherin, quienes estaban de pie no muy lejos del salón de pociones, frente a un muro mohoso y la zona de las mazmorras era fría, por lo cual había algunas antorchas, aquí y allá —basta con decir: "Plata Pulida" y.… hola Profesor Snape —el muro se hizo a un lado.

—Señorita... Volkova —habló el Profesor Snape. Era un hombre delgado con piel pálida, nariz grande y en forma de gancho y dientes amarillos y desiguales. Tenía el cabello negro, largo y grasiento que enmarcaba su rostro como cortinas, labios rizados y ojos oscuros y penetrantes que parecían túneles. Vestía con una túnica negra —necesito que me acompañe. El director parece querer hablar con usted.

Ella asintió. —Por supuesto profesor Snape, por favor: guíenos.

El hombre levantó una ceja, hasta que se percató de que Katia les seguiría. No hizo ningún comentario y solo guío a su alumna y su guardaespaldas, por las escaleras móviles de Hogwarts. Subieron varias escaleras, recorrieron varios corredores, hasta la torre del director, que se mostró como un muro y una aldaba, pero Snape no llamó. —Varitas de Regaliz. —el muro se hizo a un lado, luego de unos segundos y unas escaleras que ascendían en forma de espiral, aparecieron. Bastó con poner los pies en un escalón, para ascender, como si fueran escaleras eléctricas en un centro comercial Muggle.

Era una sala circular, grande y hermosa, en la que se oía multitud de leves y curiosos sonidos. Sobre las mesas de patas largas y finísimas había chismes muy extraños que hacían ruiditos y echaban pequeñas bocanadas de humo. Las paredes aparecían cubiertas de retratos de antiguos directores, hombres y mujeres, que dormitaban encerrados en los marcos. Había también un gran escritorio con pies en forma de zarpas, y detrás de él, en un estante, un sombrero de mago ajado y roto: era el Sombrero Seleccionador. —Lamento molestarte en tu primer día en Hogwarts, Céline, pero...

—Srta. Volkova, director. —le interrumpió la rubia de ojos verdes —Pues llamarme a mí misma, "Lady Volkova", sería demasiado problemático. Con "Srta." Puede que me conforme por ahora.

—Vamos Céline, creo que como director...

—Se debe de mostrar imparcial, hacía todos los alumnos —dijo ella, cruzando sus manos, ante su rostro.

Dumbledore se mostró incómodo. Necesitaba recordarse a sí mismo, que Céline no solo tendría una educación similar a la de un Sangre Pura, sino que, además, él carecía de información sobre Céline para trabajar, mientras que ella tendría todo lo que El Profeta había revelado sobre él. —Se trata de la selección en Slytherin. Puede no ser... digamos: la mejor casa. Como ya sabrás: hace diez años, Voldemort atacó a tu familia y muchos de los hijos de su ejército: los Mortífagos, han venido a Hogwarts, directamente a la casa, en la cual estuvieron sus padres, en la cual estuvo Voldemort.

—Slytherin.

—Probablemente, algunas personas en esa casa, quizás no sean las mejores —dijo Dumbledore —muchos de ellos, son hijos del ejército de Voldemort, ahora en Slytherin.

—No estoy revelando que he vivido con los Potter, ni tengo intensiones de ser vista como algo más que Céline Volkova. —dijo la rubia —Si algo así se revela y comienzo a tener problemas con pequeñas escorias, que siguen una estupidez tan grande como la pureza de sangre; entonces sabré que alguien ha abierto el pico y está hablado de lo que no debe. Si eso ocurre, entonces para eso tengo a Katia.

Con eso, Snape y la chica, abandonaron la oficina de Dumbledore, volviendo a las mazmorras, luego de una larga caminata. —Plata pulida —dijo Céline, haciendo sonreír a Snape, el muro se hizo a un lado y ella pasó, junto al profesor Snape.

El docente se fue a su habitación, luego de indicarle donde estaba la zona de las niñas, solo para encontrarse con un chico de cabello rubio y mentón puntiagudo. —Entonces, ¿Qué se siente que la primogénita Potter, sea toda una decepción? —todos comenzaron a hablar entre ellos. Pero no de forma halagadora hacía Draco, como él podría haber esperado.

—No lo sé, pero creo que puedes saber lo que se siente, ¿verdad, Malfoy? —preguntó Céline con seriedad.

— ¡¿CÓMO TE ATREVES?! —Gritó Draco, con el rostro rojo — ¡SOY EL HEREDERO DE LA FAMILIA MALFOY!

—Y yo soy la heredera de la casa Volkova y no me ves chillando y abriéndome en cuatro patas como tú —dijo Céline con una mueca en su rostro, como si acabara de oler algo rancio. Malfoy aumentó el rojo en su rostro y enseñó los dientes, furioso por estar siendo humillando en palabras, por la rubia ante él —No ves a Greengrass, ni a Parkinson, mucho menos a Crabbe, Goyle, Flint, Nott, Zabini, chillando o diciendo ser herederos. Saben quiénes son, saben de dónde vienen, saben hacía donde se dirigen en sus vidas y el único a la deriva está frente a mí.

— ¡Pagarás por esto, Potter! —gruñó Malfoy, antes de sentir una mano y algo de metal en su mano. — ¿Para qué me das dos Knut? —Preguntó confundido.

—Y es Volkova para ti —dijo ella con indiferencia —siendo que estás tan en malas condiciones económicas, entonces te estoy auxiliando. Si te pones de rodillas, quizás te dé dos Sickles y probablemente un Galeón, para el final del año. —Todos comenzaron a reírse de Draco y a aplaudir a Céline por su lengua de plata.

Draco se quedó en silencio. No sabía que decir, ante los regateos de Céline y se retiró.

—Eso fue asombroso, Volkova. —dijo Daphne sonriente.

—Gracias, Greengrass. —dijo Céline, devolviéndole la sonrisa.

— ¡Niñas de primer año! —Llamó Gemma Farley —su habitación es por aquí.

—Buena forma de finalizar la noche —opinó la rubia de ojos verdes, sonriente, mientras se dirigía a su habitación a descansar.