Harry Potter pertenece a J.K. Rowling.
Solo nos pertenecen los OC.
La Pirata de los Cielos
20: Norberto el Ridgeback Noruego.
Ron Weasley, no era un joven alumno feliz dentro de Gryffindor.
Oh no, por supuesto que no lo era. Su madre le había dicho, que se hiciera amigo de Alex Potter y que se asegurara de que el niño pelirrojo, acabara en Gryffindor y se asegurara de darle semanalmente a Dumbledore, los mensajes tan importantes, sobre con quién se juntaba el hijo de James y Lily Potter, que se asegurara de que el niño hacía las amistades correctas.
Por desgracia: A pesar de que Alex sí era un Gryffindor, prefería primero hacer la tarea y luego divertirse.
Hablaba con Seamus Finnigan o con Neville Longbottom, sobre las clases de Encantamientos o Herbología, en lugar del Quidditch.
Alex también se estaba juntando con la mandona de Hermione Granger. El cómo esa chica era una Gryffindor, era algo que Ron todavía no entendía.
Además: No podía ver a Céline Volkova, Daphne Greengrass, ni a Tracy Davies, caminando por los pasillos; porque le hervía la sangre.
¿Cómo era posible que Alex Potter, El-Niño-Que-Vivió, fuera hermano de una serpiente viscosa?
¿Cómo era posible que dos de esas patéticas Mortífagas Jr. fueran las mejores estudiantes de toda Hogwarts, en la generación del 91?
Esto solo lo hacía enfurecerse aún más.
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Y para un odio que le causaría tarde o temprano, que le explotara una vena: Draco Malfoy (de quién después se burlaría, al entrarse de que él no era el Príncipe de Slytherin, ni el líder de los Mortífagos Jr. sino que era Céline Volkova) estaba de acuerdo con él, en cuanto a su enfado con Céline Volkova.
Su padre le había dicho a Draco, que él gobernaría la Slytherin de la generación del 91, solo para descubrir que al ser repetidamente humillado por Céline Volkova, ella se volvió la líder/representante de Slytherin del 91; además de los constantes coqueteos entre Céline y Daphne, dejaron correr los rumores de que ambas eran novias, así que esto alejó a Daphne Greengrass de él, permanentemente, dejando su base de poder político dentro de Slytherin, tambaleándose.
El simple hecho de ser quien derrotó al Trol en Halloween, solo lo hizo peor para Draco, mientras que catapultó la fama de Slytherin a las nubes.
Y si los rumores de un club de fans, entremezclado con una rara secta, llamada Volkerin (mezclando Volkova y Slytherin) eran reales, entonces estos serían unos 7 años de pesadilla y constante humillación para el heredero Malfoy, quién simplemente no entendía lo que era mantener la boca cerrada, cerca de Céline Volkova. Y no le entraba en la cabeza, como eso le salvaría de bastante dolor.
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Dejando eso de lado; ya que el invierno se acercaba, cada vez más, Céline y Daphne se relajaron; decidieron usar sus libros de Animales Fantásticos y Dónde Encontrarlos, dando un paseo por la frontera de los terrenos de la escuela y el Bosque Prohibido, para así, poderse informar de las criaturas que vivían en él. Vieron una luz encendida en la cabaña de Hagrid, el Guardabosques y pensaron que no tendría nada de malo el acercarse y saludarlo.
Vieron a Draco pasarles por el lado. Estando segura de que el vástago Malfoy, sabía de algo peliagudo, Céline puso los ojos en blanco, dejó que él les pasara por el lado y apuntó a su espalda. — "Petrificus Totalus" —susurró y el rubio dejó de correr. La rubia de ojos verde y draconiano, resistió el impulso de golpear al Malfoy, pues sería muy revelador para él, así que solo volvió a apuntar— "Pilvinen Muisti" (Memoria Nublada) —eliminó sus recuerdos, aunque se demostró incrédula. Salió de su memoria y comenzó a caminar, hacía la cabaña de Hagrid.
Recuerdo en la mente de Malfoy.
Estaban Alex, Hermione y Ron, junto a Hagrid, en el interior de la cabaña.
Hagrid les preparó el té y les ofreció bocadillos de comadreja, que ellos no aceptaron. —Entonces ¿queríais preguntarme algo?
—Sí —dijo Alex. No tenía sentido dar más vueltas—. Nos preguntábamos si podías decirnos si hay algo más que custodie a la Piedra Filosofal, además de Fluffy.
Hagrid lo miró con aire adusto. —Por supuesto que no puedo —dijo—. En primer lugar; no lo sé. En segundo lugar, vosotros ya sabéis demasiado, así que tampoco os lo diría si lo supiera. Esa Piedra está aquí por un buen motivo. Casi la roban de Gringotts... Aunque eso ya lo sabían, ¿no? Me gustaría saber cómo lograron ustedes, averiguaron lo de Fluffy.
—Oh, vamos, Hagrid, puedes no querer contarnos, pero debes saberlo, tú sabes todo lo que sucede por aquí —dijo Hermione, con voz afectuosa y lisonjera. La barba de Hagrid se agitó y vieron que sonreía. Hermione continuó—: Nos preguntábamos en quién más podía confiar Dumbledore lo suficiente para pedirle ayuda, además de ti.
Con esas últimas palabras, el pecho de Hagrid se ensanchó. Alex y Ron miraron a Hermione con orgullo. —Bueno, supongo que no tiene nada de malo deciros esto... Dejadme ver... Yo le presté a Fluffy... luego algunos de los profesores hicieron encantamientos... el profesor Sprout, el profesor Flitwick, la profesora McGonagall —contó con los dedos—, el profesor Quirrell y el mismo Dumbledore, por supuesto. Esperad, me he olvidado de alguien. Oh, claro, el profesor Snape.
—¿Snape?
—Ajá... No seguirán con eso todavía, ¿no? Miren, Snape ayudó a proteger la Piedra, no quiere robarla. —Alex sabía que Ron y Hermione estaban pensando lo mismo que él. Si Snape había formado parte de la protección de la Piedra, le resultaría fácil descubrir cómo la protegían los otros profesores. Es probable que supiera todos los encantamientos, salvo el de Quirrell, y cómo pasar ante Fluffy.
—Tu eres el único que sabe cómo pasar ante Fluffy, ¿no, Hagrid? —preguntó Alex con ansiedad—. Y no se lo dirás a nadie, ¿no es cierto? ¿Ni siquiera a un profesor?
—Ni un alma lo sabe, salvo Dumbledore y yo —dijo Hagrid con orgullo.
—Bueno, eso es algo —murmuró Alex a los demás—. Hagrid, ¿podríamos abrir una ventana? Me estoy asando.
—No puedo, Alex, lo siento —respondió Hagrid. Alex notó que miraba de reojo hacia el fuego y también miró.
—Hagrid... ¿Qué es eso? —Pero ya sabía lo que era. En el centro de la chimenea, debajo de la cazuela, había un enorme huevo negro.
—Ah —dijo Hagrid, tirándose con nerviosismo de la barba—. Eso... eh...
— ¿Dónde lo has conseguido, Hagrid? —preguntó Ron, agachándose ante la chimenea para ver de cerca el huevo— Debe de haberte costado una fortuna.
—Lo gané —explicó Hagrid—. La otra noche. Estaba en la aldea, tomando unas copas y me puse a jugar a las cartas con un desconocido. Creo que se alegró mucho de librarse de él, si he de ser sincero.
—Pero ¿Qué vas a hacer cuando salga del cascarón? —preguntó Hermione.
—Bueno, estuve leyendo un poco —dijo Hagrid, sacando un gran libro de debajo de su almohada—. Lo conseguí en la biblioteca: Crianza de dragones para placer y provecho. Está un poco anticuado, por supuesto, pero sale todo. Mantener el huevo en el fuego, porque las madres respiran fuego sobre ellos y, cuando salen del cascarón, alimentarlos con brandy mezclado con sangre de pollo, cada media hora. Y miren: dice cómo reconocer los diferentes huevos. El que tengo es un Ridgeback Noruego. Y son muy raros.
Parecía muy satisfecho de sí mismo, pero Hermione no. —Hagrid, tú vives en una casa de madera —dijo Hermione.
Pero Hagrid no la escuchaba. Canturreaba alegremente mientras alimentaba el fuego. Así que ya tenían algo más de qué preocuparse: lo que podía sucederle a Hagrid si alguien descubría que ocultaba un dragón ilegal en su cabaña.
—Me pregunto cómo será tener una vida tranquila —suspiró Ron.
Entonces, Hagrid miró hacía la ventana. — ¿Eh? ¿Quién es ese?
— ¡Malfoy! —gruñó Alex de inmediato, pero él ya se iba alejando.
Fin del Recuerdo
Céline se aproximó en ese momento a la cabaña, llamando a la puerta, insistentemente. Alex abrió la puerta, sus ojos se abrieron y saltó hacía atrás, cuando vio a... — ¿Céline?
De pronto se oyó un ruido y el huevo se abrió. La cría de dragón aleteó en la mesa no era exactamente bonito. Céline, quién se aproximó con Alex y Daphne, pensó que parecía un paraguas negro arrugado. Sus alas puntiagudas eran enormes, comparadas con su cuerpo flacucho. Tenía un hocico largo con anchas fosas nasales, las puntas de los cuernos ya le salían y tenía los ojos anaranjados y saltones. Estornudó. Volaron unas chispas. — ¿No es precioso? —murmuró Hagrid.
—Hagrid —dijo Céline, ahora pálida, enseñando su libro, sin quitar la mirada del dragón y tragando algo de saliva. —Nosotras veníamos, para ver a algunas criaturas desde una distancia segura, deambulando por el Bosque, Draco sabe de tu... Dragón, vi el recuerdo en su mente, luego lo encanté y lo hice olvidarlo. Aun así... Tener un dragón en tu cabaña es difícil y peligroso para todos los alumnos y maestros.
— ¿Tienes alguna idea? —preguntó Hermione.
Céline asintió. —Cuando desaparecí la primera vez, fue gracias a mi Obscurial y luego, gané el poder de viajar entre dimensiones —desenfundando una de sus espadas, cortó el aire, dejando una rasgadura en la tela de la realidad, asombrando a todos —Hagrid, Alex, Weasley, Granger, Daphne: Piensen en un lugar, lleno de la raza del dragón.
—Su nombre es Norberto, es un Rigdeback Noruego. —dijo Hagrid sonriendo con dulzura. La rasgadura ganó una luz dorada, se hizo más ancha y dejó ver un valle, lleno de dragones de esa raza. Norberto rugió feliz y una dragona se acercó, rugiendo a su vez. Norberto despegó con sus alas recién formadas y voló, miró a Hagrid. —Adiós Norberto, te hoy a extrañar —el dragón hizo un tierno sonido, le incendio la barba a Hagrid y cruzó el portal, que Céline cerró.
—Que no los atrapen al volver al castillo —advirtió Céline, mientras que ella y Daphne, desaparecían bajo la Capa de Invisibilidad.
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Céline y Daphne, llegaron sanas y salvas a las inmediaciones de la Sala Común, justo para escuchar un... — ¡Castigo! —gritaba la profesora McGonagall, con una bata de tejido escocés y una redecilla en el pelo, tenía sujeto a Malfoy por la oreja. Una lámpara brilló en sus manos. — ¡Y veinte puntos menos para Slytherin! Vagando en medio de la noche... ¿Cómo te atreves...?
—Usted no lo entiende, profesora, Alex Potter vendrá. ¡Y con un dragón!
Céline gruñó, su trabajo mental, no fue el mejor. Ella y Daphne, entraron en la Sala Común, bajo la Capa de Invisibilidad. Los Slytherin creyeron que la Sala Común estaba abierta, por obra de la subdirectora. — ¡Qué absurda tontería! ¿Cómo te atreves a decir esas mentiras? Vamos, hablaré de ti con el profesor Snape... ¡Vamos, Malfoy!
A la mañana siguiente, se enteraron de que perdieron 110 puntos, por culpa de Malfoy, quién salió en la noche a hacer Quién-sabe-qué.
