Dos treintañeras me parten la nariz... no he tenido suerte.
Mira, el tema de ser la única hija conocida de la diosa traidora Quíone no me gusta, es un hecho que le desagradaría a cualquiera en verdad, pero tiene sus ventajas y conveniencias de vez en cuando. Los poderes de una mestiza de Quíone, la diosa de las nieves, pues básicamente son el manejo y completo control del hielo y la nieve. Como te he comentado antes, las temperaturas no me afectan a menos que sean completamente extremas, con más resistencia al frío que al calor evidentemente. Esa es solo una de mis habilidades. Si congelo agua puedo manejarla –no lo hago mucho, la verdad, no quiero tocarle las divinas narices al rey de los mares–, en verdad puedo manejar cualquier cosa congelada, también puedo redirigir nevadas o volverlas más intensas, cosas así, tú me entiendes. Mamá insiste con que debería intentar crear helado de chocolate, yo no me atrevo a quitarle la ilusión al confesarle que realmente no puedo por mucho que lo intento.
Pero creo que lo que no estás entendiendo, querido lector, es el nivel de control sobre el hielo y la nieve que tengo, un control que mi madre llegó a desaprovechar a un nivel insultante. No es que eso hubiera sido la mejor opción para el mundo, pero si mi madre hubiera sido un poquito más lista hubiera barrido el suelo con Piper McLean... nunca le digáis que he dicho eso si es que llegáis a conocerla...
Seguramente no tienes muchas razones para creerte lo que te digo, así que mejor te lo muestro.
Me encontraba bastante cerca del lago del campamento, ignorando la enojada mirada de las ninfas marinas de aquel cuerpo de agua, te diría que, aparte de ser la apestada del Campamento Mestizo, no estoy del todo segura de por qué las ninfas marinas en particular me tienen manía, pero supongo que es porque les ofende que tenga control sobre el agua congelada. Como por ejemplo ese enorme cúmulo de hielo y nieve que había hecho para colocar allí la bandera azul de mi equipo, imitaba un poco al Puño de Zeus, pero no lo suficiente como para que a alguien le diera un patatús –los más antiguos insisten que las antiguas generaciones juraban que el Puño de Zeus estaba maldito o algo así, la verdad es que no estoy muy enterada de todo ese tema–. Era una zona alta, firme, difícil de escalar y a la vista de todo el mundo, perfecto para Captura la Bandera.
El suelo a mi alrededor está congelado. No solo para que el enemigo se resbale, eso sería muy infantil, sino para sentir cuando se acerque. No te confundas, querido lector, no tengo sentidos extraordinarios como otros semidioses, pero lo que sí tengo es una conexión muy fuerte con mi hielo, es como si se convirtiera en parte de mi piel y todo lo que lo toca me da leves alertas. Es como cuando se te sube un bicho diminuto, seguramente no tengas ni idea de qué movimientos exactos está haciendo esa hormiga que se te sube por el brazo o el tobillo, pero sabes que está ahí, caminando en una zona exacta.
Querido lector, si por casualidades de la vida, llegas a tocar mi hielo, lo sabré.
Lo cual, quieras que no, es una gran ventaja por si alguien quiere acercarse a ti sigilosamente, te cargas sus planes incluso si logran no armar escandalo alguno por resbalarse con el hielo.
Aunque no sé cuánto logre funcionar con esas dos bestias. Por el momento mi única defensa es estar sentada en pasto puro, porque el hielo es agua y el agua conduce la electricidad y llámame llorica pero no pienso dejar que esa hija de Zeus me electrocute, ya tengo suficiente con los intentos de su molesto padre.
Así que ese era el plan, esperar mientras me como la manzana que no pude acabar antes, congelar a todo el que vea con algo de color rojo o plateado, y rezar para que esas dos no me maten. Y, si hace falta, tengo el arco que me regaló Apolo para tirar flechas con la punta limada para no matar a nadie por accidente o para atizar con el propio arco a quien se acerque demasiado. Recuerda, querido lector, no importa que tengas a mano, si se te acerca alguien a hacerte daño, atiza con todas tus fuerzas.
Empiezo a escuchar pisadas, algo dentro de mí tintinea de manera que me hace saber que alguien está pisando mi hielo, vienen de frente hacia a mí, por lo que no hace falta cambiar de posición. Muerdo mi manzana mientras estiro el cuello para comprobar que no me estén amenazando con ninguna flecha, puedo crearme un muro de hielo para defenderme de proyectiles de madera, pero necesitare tener algo de tiempo, la verdad. Necesito esperármelo.
Pero no hay flecha alguna apuntando, no por el momento.
–Eso ha sido fácil –escucho decir a una voz femenina que cada vez se acerca más.
Una risa le contesta. –Sé que damos miedo, pero ¿en serio nadie ha saltado a intentar atacar...?
Se han dado cuenta finalmente del hielo y la nieve, por eso la otra voz se ha detenido por completo. Las escucho cuestionarse por el hielo, tiene pinta de que nadie les ha contado a estas veteranas de guerra de mi existencia, ahora no sé cómo reaccionarán cuando se den cuenta de lo que soy. Ellas no se enfrentaron a mi madre, pero sus amigos lo hicieron, ellas perdieron a tanta gente por culpa de Gea y su ejército, espero que, a diferencia de todo el mundo mestizo, no decidan desquitar toda su rabia en mí.
Escucho a la segunda voz gritar que sus botas están preparadas para cualquier tipo de terreno, que por algo son cazadoras y no niñas scouts. Yo me quedo en silencio, prefiero no molestarlas hasta que me vean. Todavía tengo la duda de sí ya han llegado a la conclusión correcta con respecto a de quién soy hija.
Cuando finalmente las tengo delante trago con dificultad. Son tan intimidantes como relatan las leyendas –sí, son una hija de Zeus y una importante participante de la Profecía de los Siete, claro que ya tienen leyendas tras ellas–.
Sus cuerpos están llenos de profundas cicatrices, sus miradas, aunque ahora son tranquilas, son como tener al vacío delante y que te regrese la mirada. Sus expresiones serias y sus arcos ahora apuntando en mi dirección me dicen que sí tienen que matarme para ganar este tonto juego lo harán sin tan siquiera dudarlo o sentirlo. Reconozco a la morena como Reyna Avellano, su flecha me apunta directamente a la cabeza; aquella con nariz aguileña y mirada eléctrica es la hija del mismísimo Zeus, Thalia Grace, su hermano, hijo de Júpiter, batalló directamente contra mi propia madre y ganó. Se dice fácil eso de ser mestizo de Zeus o Júpiter, pero cuando tienes a uno de sus críos apuntándote al corazón con una flecha que sabes que no va a fallar... pues te das cuenta de que eso de ser el rey de los dioses no es tan poca cosa como te piensas.
Estas tías no son simples semidiosas, no son simples heroínas de guerra, no son simples cazadoras de Artemisa, estas tías podrían ser diosas de la guerra y la muerte sin problema alguno, podrían ser aquellas divinidades a la que los griegos antiguos les rogaban y rezaban por un poco de clemencia, por no morir de una manera tan horrible. Llámame lo que quieras, pero estoy temblando como un maldito chihuahua del miedo que tengo.
–¿Este hielo es tuyo? –me pregunta Thalia alzando una ceja, mi cuerpo entero se tensa como si de momento a otro el hielo me afectara.
Para disimular el miedo le doy otra mordida a mi manzana. –Es mío, sí –murmuró patéticamente, fingiendo desinterés ante todas mis probabilidades de morir.
–¿Qué eres? –me cuestiona ahora Reyna, como si la respuesta no fuera obvia, como si ella misma no lo supiera ya.
Me limito a apretar con algo de incomodidad mis labios, tragando nuevamente con dificultad el trozo de manzana que pillé. –Mi nombre es Elsa Snow –me presento apretujándome en mi sitio–, soy hija de Quíone.
A pesar de la seriedad que debió haber tenido ese momento, Thalia Grace soltó una carcajada que confundió a su compañera. Como ya me imaginaba a que venía tanta risa, me limité a fruncir el ceño y hacer una mueca.
–¿Snow? Tu madre es la diosa de las nieves, ¿y te apellidas Snow? ¿Me estás tomando el pelo?
Me hundo en hombros, antes de responder de alguna manera a su burla, interrumpo a Reyna cuando quiere dar un paso.
–No haría eso si fuera tú –ella baja la mirada al hielo, luego me mira a mí con algo de sorna.
Ella parece considerarse mi advertencia, yo me preparo para que dispare su flecha, pero ella baja el arco y, como si el juego hubiera terminado, empieza a caminar hacia mí como si nada, siendo seguida por Thalia quien también baja el arco y empieza a hablar.
–Así que Quíone tiene una hija –comenta de momento a otro, mirándome fijamente. Siento que piensa que me conoce y sabe cómo derrotarme por saber de mi madre, me gustaría que no fuera así–. ¿Quién es tu padre? ¿Un vendedor de helados o de refrigeradores?
–No tengo padre –respondo con simpleza, rezando mentalmente para que no se acercaran más–, tengo dos madres, bueno, en verdad una porque no cuento demasiado a Quíone –respondo nuevamente hundiéndome en hombros, las veo alzando las cejas por la confusión–. ¿Qué? No soy la única en el campamento con padres del mismo género.
Ninguna parece alterada por mi información.
–¿A Quíone le van también las tías? –cuestiona incrédula Thalia, yo me llevo una mano al pecho con fingida indignación.
–Sé que mi madre es terrible y todo lo que tú quieras –digo con el ceño fruncido–, pero ¿pensar que es hetero? Eso es ir demasiado lejos, Thalia Grace, sé mejor la próxima vez.
Ella, aguantándose las risas, alza una ceja. –¿Perdona? –suelta mientras sigue avanzando hacia a mí y se agacha un poco–, ¿la hijita de Quíone, una diosa traidora, me dice que sea mejor? ¿Tú sabes quién soy?
–Sé a la perfección quién eres tú, todo el mundo lo sabe... estaría bien que no pensarás inmediatamente que sabes quién soy yo solo por saber de mi estúpida madre –le gruño apretando los puños, dejándome irritar por la sonrisa burlona que no ha dejado de dedicarme en ningún momento. Ella niega con la cabeza manteniendo la sonrisa. Levanta el arco de golpe, amenazándome con lanzarme una flecha, congelo de inmediato sus manos, evitando que pueda hacerme daño alguno, dejando caer mi manzana que estaba a medio comer.
Thalia Grace observa con furia el hielo que, desde el suelo, se alza para apresarle parte de los brazos. Batalla para romperlo, pero le cuesta tanto que da algo de gracia, la suficiente para que me olvide momentáneamente de la presencia de Reyna Arellano, quien también ha alzado su arco, ha logrado disparar su flecha hacia mi rostro y me ha obligado a crear una rápida barrera entre ellas y yo. La flecha se queda clavada en el muro de tal manera que está lo bastante cerca como para que me pusiera a pensar que hubiera sido de mí si no hubiera reaccionado lo suficientemente rápido.
La hija de Zeus electrocuta tanto el hielo que lo hace estallar en miles de pedazos para liberarse, la hija de Belona se muestra ofendida conmigo por haber evitado sin casi moverme su ataque. Genial, ahora las dos están cabreadas.
Tal vez no sea buena idea, pero la única opción que se me viene a la cabeza es congelarle a ambas los pies para evitar que terminaran de dar el paso que estaban empezando, por el repentino parón tiran al suelo sus arcos por accidente, yo los desvío hacia el río alzando un poco el hielo en el que habían caído para que se deslizaran rápidamente hacia el cuerpo de agua, molestando de paso a las ninfas.
Los ojos azules eléctricos de Thalia Grace brillan con emoción sádica a la par que la expresión de Reyna Arellano se ensombrece mientras desenvaina una espada de oro imperial. Genial, ahora están más cabreadas.
Antes de siquiera poder dar unos pasos atrás, la hija de Zeus produce tantos relámpagos alrededor del hielo que termina haciendo estallar toda la zona congelada, liberándolas de inmediato, dejándome en claro que por mucho que siga intentando huir no conseguiré librarme de ellas.
–Dioses santos, dos ancianas me van a dar una paliza –murmuré sin pensarlo demasiado, estaba bastante ocupada manteniendo la vista en esas dos asesinas e intentando retroceder sin tropezarme.
Mandar la cabeza de Medusa por correo al Olimpo suena como el acto impertinente más grande de la historia, pero creo que no me quedo muy atrás luego de haber llamado a dos veteranas de guerras ancianas en toda su cara.
Mi comentario las detiene y, aunque parece una buena oportunidad de huir o volver a intentar mantenerlas retenidas, tal vez cubriéndolas por completo en hielo, en verdad me detengo yo también al ser consciente de a qué nivel la había fastidiado. Thalia Grace me mira con las cejas alzadas y una expresión de querer mandarme de un puñetazo al mismo Tártaro, mientras su compañera preparaba su espada para cortar todo mi cuerpo en pedacitos tan pequeños que parecería polvo.
Querido lector, si muero hoy día, quiero que le digas a mi madre mortal que la quiero mucho y que le saques el dedo medio a mi madre divina mientras le dices de todo menos guapa, antes que nada dile que vienes de mi parte, tal vez eso te libre de morir congelado.
Porque yo no me voy a librar del filo de sus espadas.
–¿Ancianas? –repite indignada Reyna–. Tenemos tu edad, niñata.
No puedo creer que me estén forzando a hacer una referencia a Crepúsculo. –Ya... ¿y hace cuánto que tenéis dieciséis?
Las manos de Thalia chispeaban con rayos mientras se tronaba los nudillos.
–Yo le doy una lección, tú pillas la bandera –dice Thalia, retomando su caminar hacia mí.
Reyna alza una ceja ante el comentario de su compañera. –Estoy segura de que podemos hacer juntas ese trabajo, Grace –comenta con sencillez, caminando a la par que la hija de Zeus, obligándome a retroceder hasta que mi espalda golpea el hielo que mantiene en lo alto la bandera de mi equipo.
Oh, eso me ha dado una idea.
Me subo rápidamente al nivel de la bandera, ellas me miran fijamente, dejándome tiempo para escapar momentáneamente de ellas, sumamente confiadas de que eso no me ayudaría en lo más mínimo para librarme de la paliza que según esas dos me merecía. Pero el hielo empieza a subir y subir, elevándome varios metros por encima de las copas de los árboles, con una base lo bastante ancha para que no sienta que me puedo matar a lo tonto con un simple resbalón de pie.
Detallito que no tuve en cuenta para mi plan. El hielo sigue conduciendo la electricidad, y como la hija de Zeus una los cables –la broma no es intencionada– seguramente pase tremenda corriente por todo el hielo y yo me chamuscaré terriblemente. Pero aquella no fue su estrategia, no, en lugar de intentar tumbar mi montículo gigantesco de hielo, decidieron que la mejor idea era que la hija de Belona escalara con dagas y una cuerda en el hielo... honestamente no sé cómo es que estas dos sobrevivieron dos guerras.
Tengo que reconocerlo, Reyna Arellano es rápida de narices, antes de que me dé cuenta su morena mano ya está a la vista y su cuerpo ya no parece un diminuto puntito negro en la distancia. La cuerda que ha utilizado para escalar rodea su cintura y el montículo de hielo, mala idea para ella.
Cuando se asoma su rostro y sus manos han soltado las dagas clavadas en el frío, yo me inclino hacia ella.
–No te rompas la cadera en la caída, anciana –le bromeo con mucha más seguridad de la que debería de tener antes de cortar con una púa de hielo su cuerda, haciendo que perdiera el equilibrio de inmediato, con la única opción de aferrarse a solo una de sus dagas mientras caía. Pensé al inicio que planeaba lanzarme la daga en la cara, a ver si me callaba de una buena vez, pero en realidad lo usa para atravesar el hielo y reducir enormemente la velocidad de la caída.
Ya no está tocando el hielo, no escucho su conversación, pero algo me dice que escalar ya está descartado. No me atrevo a asomarme para ver qué planean, podría conseguir que me lanzaran una daga y se me quedara clavada entre ceja y ceja. Bien merecida la tendría, si soy honesta, pero eso no quita el hecho de que no me hace nada de gracia morir de esa manera y en este momento. Aunque cuando empiezo a notar los golpes cargados de electricidad que le dan al montículo, algo me dice que seguramente moriré en ese preciso momento. Tal y como temía, Thalia Grace se está dejando de juegos y piensa tumbarme a lo bestia a base de rayos y puñetazos. El hielo se va destrozando poco a poco y sé que en algún momento terminaré en el suelo y sin gran distancia entre ellas y yo no sé cómo evitar la visita de Tánatos. Podría disparar flechas desde aquí arriba, pero no creo ser capaz de acertar o de no cargarme por accidente a dos de las semidiosas más importantes de las últimas décadas, mandarlas a una mejor vida significaría un billete de ida directo al Tártaro y sencillamente esa idea no me mola en lo absoluto.
Podría rendirme, ahorrarme una paliza de ellas, pero como lo haga me gano la paliza de la cabaña de Ares y, créeme lector, es complicado decidir cuál de las dos opciones es peor.
Lo único que se me ocurre es crear rápidamente otra columna gigantesca, un poco más ancha y alta que la otra, brincar hacia ella con la bandera en mano antes de que la anterior se destruya por completo.
–¡No vas a poder huir para siempre, hija de Quíone! –brama Thalia Grace avanzando rápidamente hacia la siguiente columna, enojándome por su insistencia de solo reconocerme como la hija de la diosa traidora, tal y como lo han hecho toda mi vida.
Llena de rabia, creo un bloque de hielo que se alza para golpearle directamente en la mejilla derecha...
Desde allí arriba puedo ver su mejilla con un moretón y su expresión de furia pura. Su rostro empieza a combinarse con azules relámpagos que obligan a su compañera a alejarse lo suficiente para no caer abatida por fuego amigo. Su cuerpo entero parece convertirse poco a poco en un monstruo de electricidad.
Cuando las nubes de alrededor se oscurecen y los relámpagos llenan el cielo, comprendo que he cometido el mayor error de mi vida y que definitivamente ahorrarme una paliza de una hija de Zeus es mucho mejor que ahorrarme una paliza de varios hijos de Ares.
Reduzco de inmediato la altura de la columna, con una mano en alto para mostrar que me rindo y entregándoles la bandera azul.
–Lo siento, me rindo –digo rápidamente, aún tumbada sobre el poco hielo que he dejado. Al mismo tiempo que Reyna Arellano parece estar dispuesta a perdonarme la vida, Thalia no luce satisfecha, y confirmo sus ganas de vengarse cuando su puño golpea mi nariz con tal fuerza que definitivamente ha terminado completamente destrozada.
Suelto un quejido lastimero y estridente, mis ojos lagrimean de forma ardiente y la sangre empieza a salir a borbotones mareantes de mi destrozada nariz. Mi cuerpo entero tiembla por la electricidad que me ha llegado gracias a aquel tremendo puñetazo, por lo que no encuentro ninguna otra opción que quedarme hecha un ovillo sobre mi hielo derretido, sosteniendo la cara con fuerza, permitiéndome llorar patéticamente por todo ese dolor, respirando por la boca porque no había otra forma de hacerlo.
Que ganas de sujetar a alguna Moira de los hombros y jalonearla hasta que aceptara darme un descanso.
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Ayuda estoy sobre-escribiendo con este fanfic no puedo centrarme en los otros que tengo *ugly cry*
Literalmente ya tengo preparado hasta el capítulo 9 y me está costando mucho no publicarlo todo de golpe. SEND HELP!
Bueno, ya, hablemos de este capítulo. Siento que me está costando mantenerme en la personalidad de Elsa por el bien de la comedia... pero realmente no sé si quiero rebajarle a la comedia o sencillamente aceptar que esto es muy ooc. Comentadme qué pensáis vosotros con ese tema.
Me imagino que esperabais algo un tanto más épico con la aparición de Thalia y Reyna, pero honestamente creo que en verdad ninguno de los siete le daría tanta importancia a quién es la madre de Elsa porque ellos mismos entienden qué significa que tu padre divino haya cometido uno que otro error y por tanto se permitirían un interacción más tranquila.
Cosillas que debí comentar en el capítulo anterior: Va a haber mucha crítica a Poseidón porque sencillamente su versión "canónica" (ósea, de la mitología) me parece un asco y voy a estar sobreponiendo eso con la versión de Rick Riordan, y no, esto no tiene que ver con el mito de Medusa porque ese mito es una reinterpretación romana y en todo caso haría referencia a Neptuno. Todo el temita de Medusa en algún momento tendrá su explicación de cómo lo cambio en este fanfic, no os preocupéis que sabréis a qué me refiero.
Hay muchos aspectos de la mitología que el tío Rick pone que no me gustan del todo cómo se desarrollan y que he decido cambiar manteniendo lo mejor posible el canon de Percy Jackson. Quíone, Artemisa, Hera, Zetes y Calais son los primeros ejemplos que se me vienen a la cabeza de ello.
Este fanfic es de categoría M más que nada porque van a haber muchas alusiones a abusos sexuales porque esto es mitología griega y los abusos sexuales eran el pan de cada día. No voy a mostrar absolutamente nada, no va a ser parte de la trama, no le va a pasar a ninguna protagonista y no tendremos flashbacks de otros personajes que sí lo hayan sufrido, solo se harán muchas menciones al tema y confiad en que será tratado con toda la delicadeza posible. A mí en sí no me gusta usar las SA como parte de una historia porque sé que no sería capaz de llevarlas a cabo correctamente y prefiero no meterme en ese terreno, me he preguntado muchísimo si realmente este fanfic lo acredita y la verdad es que creo que sí. Estas menciones comenzarán, creo yo, a partir del capítulo 11 por ahí, la cosa es que tendréis un aviso en cada capítulo.
Hablando del elefante en la habitación, estoy narrando en primera persona, cosa que no acostumbro y nunca me ha gustado del todo, si veis algún error garrafal avisadme sin tapujo alguno y lo arreglaré de inmediato, me está costando bastante llevarlo a cabo y es por eso que hago muchas revisiones de los capítulos, aún así, como no tengo beta reader, puede que meta la pata una que otra vez.
Creo que no hay más que comentar, nos vemos dentro de trece días si es que soy capaz de contenerme.
