Chisme semidivino, el método perfecto de formar lazos.
Creí que estaba a punto de quedarme desmayada, completamente derrotada por el puñetazo que me había dado, pero sentir que algo me golpea levemente en el costado me mantuvo confundida y despierta.
–Ten, arréglate eso –solo es cuando la escucho que me doy cuenta de que Reyna Arellano sigue allí a pesar de que su compañera se ha pirado con la bandera de mi grupo, pero no dura mucho tiempo porque comienza a alejarse–. Tienes que admitir que te lo has ganado un poco, hija de Quíone.
Más lágrimas rabiosas se resbalan por mi rostro mientras intento levantarme para tomar la botella que me han dado, supongo que contiene néctar.
–Mi... mi nombre es Elsa –mascullo viéndole la espalda, haciendo que se volteara levemente, mirándome por encima del hombro de manera literal–, no soy solo la hija de esa loca.
He de admitir que fue una grata sorpresa verla sonreír para luego volver a caminar hacia mí.
–La verdad es que no os parecéis mucho –dice mientras me ayuda a tomar unos pocos tragos de néctar al darse cuenta de que yo sola no puedo. La bebida sabe cómo el chocolate caliente que me hace mi madre cada vez que llego del campamento, me hace sentir bien, lo malo es que se combina con el sabor metálico de la sangre que me sale de la nariz–. No os parecéis en lo absoluto, para ser completamente honestos.
–Gracias –le murmuro mientras la veo cerrando la botella–, por lo que has dicho de mi madre, quiero decir... ah, y, claro, por la ayuda... Solo... solo bromeaba con el temita de viejas y todo eso, ha sido una niñería.
–Sí que lo ha sido –bromea mientras me ayuda a levantarme–, me recuerdas un poco a Apolo antes de que completara su misión, sigue paseándose por aquí de vez en cuando, ¿verdad? –me lo pregunta como si fuera una madre que le pregunta a una profesora si su hijo se está portando bien en la guardería.
Yo me limito a soltar una risilla. –Sí, sigue viniendo, tengo incluso su recomendación para cuando quiera ir a la universidad de Nueva Roma –ella me cuestiona con la mirada, yo decido seguir hablando–, hace un par de años una señora mortal secuestró a una de sus hijas, como Zeus no le dejó entrometerse directamente pidió ayuda aquí en el campamento. Me apunté con otras dos chicas para rescatar a la niña, la habrás visto ya, Rapunzel destaca por lo encantadora que es, tiene un cabello larguísimo dorado, ojos verdes y una cara llena de pecas... a veces la puedes ver con una sartén.
Ella frunce el ceño para luego decir. –¿La cría a la que le brilla el pelo?
–La cría a la que le brilla el pelo –asiento limpiándome con la manga la sangre que me ha quedado en la cara, siento la nariz aun hinchada, pero no está destrozada como hace unos minutos. Reyna me aparta la mano de la cara de un manotazo.
–No te limpies con la manga, por el amor a los dioses –me regaña mientras saca de su chaqueta un pañuelo blanco algo percudido–, ¿por qué siquiera llevas algo tan cálido en verano?
Me hundo en hombros mientras tomo el pañuelo. –No me afecta el calor ni el frío, pero todo el mundo se pone de los nervios al verme, es divertido.
–Tienes una definición muy extraña de diversión, niña.
–Si sigues llamándome niña tendré derecho a llamarte vieja.
–¿Quieres que te vuelvan a romper la nariz? –niego rápidamente–. Eso creía –a pesar de sus amenazas, ella me sonríe con algo de compasión–. Venga, quita esa cara larga de una vez, has peleado bastante bien teniendo en cuenta que te han dejado completamente sola contra nosotras dos.
Yo me permito soltar una risilla. –Y aun así me van a dar una paliza en cuanto se den cuenta que hemos perdido por mi culpa –me atrevo a confesarle, casi sin pensar realmente en cómo podía reaccionar ella, dando por hecho que comprendería a la perfección eso de darle una paliza a la hija de la diosa traidora si ella fallaba en algo tan "sencillo" como enfrentarse sola a dos veteranas de las últimas dos guerras.
–Como si ellos fueran a acabar mejor luego de que se enfrenten al resto de cazadoras –bromeó ella con algo de malicia–, te han dejado completamente sola sabiendo que nosotras dos iríamos a por la bandera. Eso es un movimiento bajo de narices... aunque bueno, tirar al río nuestros arcos también lo es –añade algo bromista, señalando con la cabeza hacia el río, donde se asomaban mosqueadas desde la orilla, sacándome la lengua como si no pudieran mostrar su desprecio de alguna forma más vulgar.
Ahora que soy consciente que no destacare por una victoria arrolladora, mejor voy pavimentando un poco el camino.
–Tengo una pregunta sobre... Lady Artemisa –murmuro con algo de dificultad, aguantándome las ganas de pasarme nuevamente la manga por la nariz.
Reyna Arellano me dedica una ceja alzada. –No me digas que piensas en unirte a la caza.
–Oh no, que va, no me llama mucho la atención eso de vivir eternamente sin pareja alguna, no. Es solo que –suspiro pesadamente–… es solo que realmente necesito más recomendaciones para poder ir a Nueva Roma, tengo la de Apolo, y tal vez pueda pillar algo con Afrodita... pero luego no tengo ni un solo dios que me apoye... necesito saber que piensa Lady Artemisa de mí, necesito saber si hay alguna forma de ganarme su recomendación.
La veo fruncir un poco el ceño. –¿Afrodita? ¿Por qué te apoyaría ella?
–Mi madre es legado de Afrodita –me hundo en hombros, ignorando la sorpresa y el pasmo en su rostro–, es mi no-sé-cuántas-tátara-abuela.
Ella ladea un poco la cabeza. –Hija de Quíone y legado de Afrodita –repite asombrada, soltando un leve silbido–. Sé de uno que otro que le ardería eso.
–A mí lo que me gustaría conocer es a uno que otro que no le ardiera eso –le respondo con una sonrisa forzada–, pero, en serio, ¿sabes si sería posible conseguir una recomendación de ella? ¿me odia, no le importo? ¿qué debo de esperar de ella?
La veo hacer una leve mueca. –Ni siquiera creo que sepa que existes. Déjame a mí hablar con ella primero, te contaré lo poco que me deje saber.
Me había ocultado en mi cabaña después de darme una rápida ducha nada más acabar con Captura la Bandera, escapando así de la furia de las cabañas más competitivas, es cierto que todos recibimos nuestras debidas palizas dignas de un enfrentamiento entre cazadoras de Artemisa y simples semidioses de una generación aún muy joven, pero sabía a la perfección que soltarían toda su impotencia contra mí si les daba la más mínima oportunidad. No te niego, querido lector, que me muero de hambre, pero me niego a salir de esta cabaña hasta que la furia de todos esos adolescentes semidivinos no se apacigüe. Tiene pinta de que terminaré quedándome aquí hasta que el verano terminé, para lo cual realmente no queda mucho, pero mejor muerta de hambre que muerta apalizada.
Unos toques en mi puerta me hacen temblar luego de un nuevo rugido de mi estómago. Me levanto de golpe, confundida. Si fueran mis temibles compañeros seguramente no hubieran tocado a la puerta antes de entrar, seguramente solo hubieran tumbado la entrada de una patada acompañado de un grito de guerra que espantase al mismísimo Tártaro. Avanzo con cautela hacia la puerta, lamentándome la falta de mirilla en la madera de la puerta, abro levemente apenas asomándome tras ella. Veo a Reyna Arellano con un plato de comida en cada mano, la escucho saludarme y asegurarme que no tengo nada que temer, que viene sola. La dejo entrar, ocultando mi rostro por la vergüenza que genera en mí los sonidos de mi hambriento estómago. El plato está lleno, me pregunto que tanto daño me hará comer sin darle nada a los dioses.
–¡Moiras sangrientas! ¡Qué frío que hace aquí! –la escucho quejarse, temblando un poco y buscando desesperadamente un lugar dónde dejar los platos. Creo cerca de mi cama una pequeña mesa donde yo misma coloco los dos platos, luego me acerco al pequeño cajón de tela debajo de mi cama. Le tiendo la sudadera más ancha que tengo, ella lo toma dándome las gracias entre temblores y castañeteos de sus dientes–. ¿Por qué hace tanto frío? –ante su pregunta señalo el candelabro, la veo abriendo la boca asombrada, es por cosas como estas que decoro yo misma mi solitaria habitación y no la dejo tal y como estaba antes de que yo llegara–. ¿Lo has hecho tú misma? Está genial.
–Gracias, me he esforzado en decorar lo mejor posible esta pequeña cueva de frío y soledad –le respondo divertida, manteniendo otra sudadera fuera, por si llega a tener más frío. Ella se sienta a mi lado para luego tomar el plato y comenzar a dar pequeños bocados.
Luego de que me atreviera a dar la primera cucharada, Reyna empieza a contarme.
–Me ha dicho que claramente sabía de ti –empieza a comentarme–, que su hermano no deja de hablarle maravillas de ti para que ella también se ponga de tu lado cuando llegue el momento.
–¿El momento? ¿Qué momento? –pregunto confundida y con algo de miedo.
Ella a penas se hunde de hombros. –Dan por hecho que pasará algo que les obligara a decidirse en el Olimpo si te siguen juzgando como a tu madre o no, ya sea una misión, una nueva profecía o algún otro ser todopoderoso que quiera cargarse el Olimpo, básicamente, cualquier amenaza. La cosa es que le empezaste a caer bien a Apolo desde que rescataste a su hija, quiere buscarte el máximo apoyo posible, pero por el momento la única que parece estar dispuesta a escucharle, además de la propia Lady Artemisa, es Afrodita –su mirada oscura y seria se asienta en mí de tal manera que ya no quiero comer–. ¿Lo entiendes, verdad? No está buscando a más dioses que te den sus recomendaciones, están buscando a más dioses que estén de parte de "no matarla"... no tengo ni idea de cómo podrías ganarte al resto de los olímpicos, tal vez podrías intentar unirte a la caza para obtener algo de la protección de Artemisa, pero no sé si te aceptaría.
No puedo evitar tirarme para atrás, recostándome sobre el colchón, con la cabeza llena de demasiado terror y nerviosismo repentino. No quería creerme en verdad lo que me estaba contando la hija de Belona, pero seguramente estaba completamente en lo cierto y creo que eso es lo que más me afecta.
–Algún día se debatirán si dejarme vivir o no... da igual cuánto me haya esforzado hasta ahora para contentarlos en todo lo posible, sencillamente llegarán a ese punto –suspiro pesadamente y pestañeo rápidamente para no empezar a llorar, no quiero mostrarse tan ridícula frente la antigua pretora de Nueva Roma que colaboró de gran manera en la guerra contra los antiguos emperadores romanos resucitados y la terrible guerra que hubo en contra de Gea–. Tengo mucho miedo, si te soy sincera.
La veo removerse un poco antes de responderme titubeante.
–No es normal ver a una semidiosa admitir que tiene miedo –la escucho forzar una risa algo amarga–, tendemos a negarnos por completo a Fobos y a Deimos, creo que son solo los hijos de Afrodita quienes más los aceptan por el temita ese de que son sus medios hermanos divinos.
–Creo que tengo todo el derecho del mundo a tener miedo... tengo mucho miedo de morir solo porque mi madre, la diosa a la que no le importo una mierda, hubiera decidido unirse a Gea hace dieciséis años atrás... No quiero morir, realmente no quiero morir.
Siento como una de sus manos me da una corta caricia por la cabeza.
–Ya... nadie quiere morir, es sencillamente una experiencia bastante fea... tampoco es como que Caronte lo haga mucho mejor, suele quejarse demasiado porque no le dan el presupuesto para comprarse sus dichosos trajes de lujo.
Parpadeo confundida en cuanto deja de hablar. –¿Qué?
–¿No sabías de la pasión de Caronte por sus trajes? –niego rápidamente con la cabeza–, bueno, la verdad me lo contó hace tiempo Annabeth. Cuando ella y Percy tenían solo doce años, imagino que ya te lo sabes, viajaron junto con Grover para rescatar a la madre de Percy del Inframundo, donde la tenían retenida.
Me atrevo a soltar una risilla. –Sí, esa historia ya me lo han contado, pero no se molestaron en mencionar la parte de Caronte.
Ella niega entre risas. –Esa es la mejor parte, os perdéis de lo mejor, vosotros la nueva generación.
El resto de la noche, hasta que ya fue hora de que volviera a la cabaña de Artemisa, Reyna se la pasó contándome las partes menos épicas y admirables de las aventuras que ella y sus amigos tuvieron en grupo o en separado. Suelen hablarme de la parte divina de los semidioses, pero ¿la parte humana? Era la primera vez que alguien me hablaba de como Nico Di Angelo había sido convertido en una planta, de la ocasión en la que el propio Apolo, convertido en humano, intento conseguir una cita con la propia Reyna, la vez que Rachel Dare, el actual oráculo de Delfos le había tirado un peine azul de plástico a la cara a Cronos en el cuerpo de Luke Castellan, o cuando Annabeth Chase pudo pasar al Inframundo por jugar con una pelota de goma con Cerbero.
Creo que esa noche y todas esas maravillosas historias fueron el inicio de una extraña amistad/adopción (porque Reyna tiene esta mala manía de adoptar gente como si fueran sus nuevos hermanos menores), o al menos así lo sentí porque, cuando se despidió, lo hizo revolviéndome juguetonamente el cabello, haciéndome el favor de llevarse los platos y prometiéndome que al día siguiente ella misma se encargaría de que los campistas fueran amables conmigo.
No es por poner verdes a Astrid y Heather, les agradezco muchas cosas, pero Reyna fue definitivamente la primera verdadera amiga que tuve en el campamento, las otras dos se podría decir que me soportaban de vez en cuando y no me querían muerta como el resto de mestizos, eso era bastante más de lo que había hecho cualquier otro campista, sobre todo teniendo en cuenta que a la pobre Rapunzel, en cuanto llegó al campamento, le prohibieron volver a hablarme, al menos Astrid y Heather se toman la molestia de avisarme cuando otros querían complicarme la vida... Reyna directamente lo impedía y eso es algo que se lo agradeceré eternamente.
Bueno, eternamente no, porque la que es inmortal es ella y yo no... pero tú me has entendido, ¿verdad que sí?
Y aunque aquella noche me acosté con una sonrisa, a diferencia de la mayoría de las noches en el Campamento Mestizo, terminé quedándome dormida con un nuevo temor en el cuerpo. Sí, era genial poder considerar a alguien tan asombrosa como Reyna siendo tu amiga, pero ella era una cazadora de Artemisa después de todo, estaba en el campamento solo de visita y en algún punto tendría que irse.
Artemisa y sus cazadoras ven el tiempo de una forma completamente diferente si no hay estragos ocurriendo en el mundo o si no hay alguien que las saque unos segundos de su burbuja. A veces pasaban años antes de que se detuvieran a preguntarse cuánto tiempo había pasado desde su última visita a los mortales. No solo da miedo conseguirte amigos mortales siendo cazadora, también daba miedo tener una amiga cazadora. La probabilidad de no volver a verla estaba ahí, la probabilidad de que un día estarían tan sumidas en su mundo que sencillamente se olvidarían de que el tiempo pasa muy rápido cuando eres inmortal estaba ahí. Tal vez volviese a ver a Reyna cuando ya estuviese por terminar la carrera en Nueva Roma, tal vez la volviese a ver en medio de una misión dentro de muchos años. Tal vez la vería en mis recuerdos, antes de ser zampada por un monstruo.
Tal vez había sido casualidades del destino, pero mientras pienso en todo lo que en realidad significaba unirse a la caza, me di cuenta de que algunas pegatinas en mi techo formaban la Osa Mayor. Me dormí pensando en Calisto y Artemisa, quienes tenían lo mismo de "amigas" que mi madre y Quíone, me dormí pensando en la trampa asquerosa de Zeus, en el corazón roto y furioso de la diosa, en la desesperación de Calisto por hacerle entender a su amada que jamás la habría engañado de esa manera. Me dormí viendo a Artemisa descubriendo la verdad muchísimos siglos después y prohibiendo entonces las uniones entre sus cazadoras para que ningún otro ser pudiese volver a usarlas de esa manera, me dormí viéndola bramar a los cielos, viéndola rugir contra su padre, llorar por años y años al ser consciente de lo que en verdad había hecho.
Me dormí viendo a la luna llorar sobre la inerte Osa Mayor. Me dormí pensando en los verdaderos sentimientos que Quíone pudo haber tenido, me dormí pensando en todas las veces que escuché las lágrimas del corazón roto de mi madre. Me dormí pensando en corazones rotos y el pasar de los tiempos para mortales e inmortales.
Y soñé con cada corazón roto del panteón griego.
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¡No tengo control sobre mí misma! :D
Nada de autocontrol, lo que en verdad tengo son diez capítulos preparados de esta cosa y pequeñas anotaciones para hasta una tercera parte. Os lo repito SEND HELP. [Por el momento tengo claro que la secuela trataría de Rapunzel y de Jack mientras que la tercera parte trataría de Mérida y Tadashi. Por el momento la segunda parte creo que podría llamarse Percy Jackson y la Venganza por Cleóbula. Y buena suerte adivinando qué diantres significa eso]
Cambiemos un poco los horarios, cada domingo tenéis un nuevo capítulo porque mi corazón es así de enorme.
Ahora, hablemos del capítulo. Reyna Arellano es la "adopta-hermanos-menores" oficial del Campamento Mestizo y Júpiter, no lo digo yo, lo dice el canon, mirad a Nico y a Leo, son niños adoptados por nuestra maravillosa reina *ba dum tss* Otro temita es que creo que la historia de la segundas titanomaquia y gigantomaquia definitivamente se volverían mucho más serias y épicas al ser contadas oralmente en el campamento de lo que nosotros hemos leído en los libros, por lo que seguramente los campistas actuales no tienen ni idea de las partes más divertidas.
Honestamente creo que sería muy difícil para los Siete de la Profecía llegar a odiar a Elsa solo por ser hija de quién es, creo que como mucho Piper le haría bromas muy pesadas de como pudo derrotar a su madre con palabras bonitas y poco más, mientras que Thalia y Leo sí que estarían un poco más resentidos más que nada por el tema de Jason, que sí, que Quíone no lo mató ni nada, pero creo que era evidente que el principal enfrentamiento de Quíone contra el grupo de semidioses estaba enfocado en el trio de "El Héroe Perdido". Vamos que el encuentro entre ellos y Elsa abriría en algunos un par de heridas pero no sería algo realmente grave. Debo dejar en claro que esta es la idea principal y que perfectamente, si llegan a encontrarse, esto podría cambiar por completo.
Otro punto, Calisto y Artemisa tenían lo de amigas lo que yo tengo de amante del Jelsa, es decir, nada. Es lo que os comenté en el capítulo anterior, no me gusta del todo como Rick representa algunas partes de la mitología así que, sin salir de su canon, he decidido darles una explicación sensata. Creo que este ejemplo termina muy bien.
Si he mencionado antes de que Poseidón recibirá bastante slander es porque me voy centrar específicamente en él (cada dios recibirá lo suyo), una de mis mayores metas con este fanfic es que odiéis a Poseidón con todo vuestro corazón.
Me estoy obsesionando tanto con la historia de amor de Quíone e Iduna que me estoy pensando en darles algún one-shot o algo así.
Estoy intentando hacer una playlist para esta historia en Spotify, por el momento se compone más que nada en canciones de Epic The Musical de Jorge Rivera-Herrans y una que otra de J. Maya, lo comento por si os apetece escuchar la lista o si queréis recomendar alguna. La podéis encontrar simplemente buscando La Traición del Invierno.
