La gran aventura de despertar a un hijo de Poseidón no da resultado.


Era un poco incómodo ver a un chaval que llevaba más de veintiún siglos sin dar bocado alguno comiendo no solo una hamburguesa del McDonald's, sino la primera hamburguesa que probaba toda su vida. Comprendía que el pobre no se daba cuenta de la baja calidad que le entregaba aquella cadena de comida rápida pero aún así no podía dejar de pensar que tal vez estaba exagerando un poco. He de admitir que lo que me estaba costando aguantar era la forma desesperada en la que comía, no era un bruto al tragar, no metía puñados y puñados de patatas en su boca mientras seguía masticando la hamburguesa, no era eso en lo absoluto. En verdad Hiccup parecía estar a punto de romperse a llorar con cada lento bocado que daba, con cada trozo de patata frita que se atrevía a masticar, parecía que estuviera comiendo el mejor manjar de los dioses y a cada que tenía la boca vacía nos agradecía por haberle entregado algo tan bueno. No tuvimos el corazón para explicarle que le parecía tan bueno solo por el hambre que tenía.

Y a pesar de que él se moría de hambre y tenía toda la pinta de querer seguir comiendo, cuando llegó a la mitad de la hamburguesa y quedaron la mitad de las patas, nos preguntó si nosotras también queríamos, asegurando que toda esa comida era demasiado buena como para no ser compartida. Le insistimos que podía comer sin preocuparse por nosotras, pero no estuvo del todo convencido hasta que nos dios unas cuantas patatas a cada una.

En algún punto, mientras le mostrábamos por encima algunas de las miles de tiendas del centro comercial y le explicábamos lo mejor posible cómo funcionaba la electricidad que se utilizaba por todos lados, me atreví a preguntarle si sentía realmente cómodo con esas prendas, si le gustaba cómo se veía o prefería que le consiguiéramos algo diferente. Con una sonrisa tierna que me derritió el corazón me repitió que le encantaba lo que habíamos elegido para él.

Mamá, que no estaba del todo cómoda con nuestro "flirteo" en otro idioma, insiste en concluir con el leve e improvisado turisteo para irnos de una buena vez a descansar.

Nos disculpamos por no tener más opción que dormir los tres juntos en el coche, él insistió que no había problema alguno y, en cuanto se recostó en los asientos de atrás, cayó profundamente dormido en cuestión de, literalmente, un segundo. Ese me dio algo de risa y mamá solo rodó los ojos con una sonrisa mientras se encaminaba hasta el asiento del conductor. Habíamos aparcado el coche en un lugar algo distanciado del resto de coches, por si alguien venía a tocar las narices por estar durmiendo en un vehículo, esperaba que el espartano que pasó desapercibido a pesar de sus ropas de gladiador también hubiera puesto unas cuantas capas de niebla sobre nuestra única forma de transporte.

Cuando estuvimos en completo silencio, apenas escuchando la tranquila respiración de Hiccup, mamá me tomó de la mano de momento a otro. Pegué un leve respingo antes de voltear a su dirección, la encontré mirando fijamente a través de la ventana, con la mirada centrada en una simple pared de ladrillos. La vi derramando un par de lágrimas silenciosas, por un momento parecía querer romperse a sollozar, pero me apretó con más fuerza la mano y censuró los llantos de su roto corazón con la otra mano. El corazón me latía con tanta fuerza que el palpitar me retumbaba en las orejas, mis propios ojos ardían por las lágrimas que se generaban por el dolor de mi madre. No tenía ni idea de qué la había dejado de esa manera, y no saber cómo consolarla de inmediato es la parte que más me duele.

La primera idea que se me pasa por la cabeza es que en verdad sí que hubiera estado observando las figuras de hielo en el jardín de Quíone, que la idea de tantas otras mujeres como trofeos en la historia de mi madre divina la hubiera deprimido o la posibilidad de haber acabado de la misma forma la tuviera aterrada hasta ahora. Intenté hacerle una pregunta para poder consolarla, pero en cuanto abrí la boca ella me tiró levemente de la mano que había tomado para atraparme en un abrazo algo asfixiante. La posición era sumamente incómoda, mi total equilibrio dependía del agarre de mi madre, a penas y podía revolverle el gesto por la rara posición de mis brazos y mis pies se movían con algo de desesperación para no resbalarme. Y a pesar de todo ello, aquel abrazo fue uno de los más hermosos y emotivos que alguna vez hubiéramos tenido.

–Casi te pierdo –la escuchó sollozar contra uno de mis oídos, el corazón se me rompe por la forma en la que mi madre tiembla–, realmente pensé que te perdería... cuando te atraparon esos espíritus... cuando ocurrió la explosión... Dioses, realmente creía que te perdería.

Aun sollozando y habiéndome contagiado por completo su desgarrador llanto, mamá disolvió el abrazo para acunarme el rostro entre sus manos, limpiándome las lágrimas con los pulgares.

–No pienso perderte, Elsa, me niego a perder a ningún otro ser querido –me dice con la voz un poco más firme, pero todavía con obvios rastros de sus sollozos–, vamos a estar bien, ¿de acuerdo?

No puedo evitar sonreírle en ese preciso momento, le doy un corto beso en la palma de mano para luego asentir. –Vamos a estar bien, mamá, no te preocupes más –le digo lo último a la par que, como puedo, le acarició levemente una de las manos que me sujeta el rostro–. Venga, vamos a dormir de una buena vez que ya nos hace falta.

Vuelvo a acomodarme en mi asiento mientras la veo asentir y limpiarse las lágrimas. No puedo evitar mirar de reojo los asientos detrás, confirmando, para mi sorpresa, que Hiccup sigue profundamente dormido y que nuestro momento madre e hija no le ha alterado en lo más mínimo.

–¿Hubieras dejado que te convirtiera en una estatua de hielo? –pregunto sin pensármelo en lo absoluto, sin considerar ni el momento ni el efecto que podría tener mi cuestión en las emociones de mi madre. La veo levemente confundida, no puedo evitar continuar–. Muchas de las mujeres parecían estar de acuerdo con su destino, posando para ella cuando fueron congeladas... ¿qué hay de ti? Si te hubiera dicho que esa sería la única manera para estar eternamente juntas, ¿lo hubieras hecho?

Mamá parpadea aun confundida, luego suelta una risilla mientras niega.

–Esas no eran amantes, cielo.

–¿Qué? ¿Cómo podrías saber eso?

La escucho soltar un suspiro. –Me lo explicó hace mucho, mujeres que le exigían a los dioses ser eternamente bellas y jóvenes, cuando una insistía mucho y comenzaban a tocarle las narices a los dioses enviaban a tu madre para que ella les cumpliera el deseo... me ha dicho que la mayor parte de esas figuras eran irrespetuosos mortales que merecían un castigo... Nunca había visto el jardín antes, si es lo que te estás preguntando –bromea, leyendo por completo mi mente–. Hace muchos años, cuando todavía no sabía que estaba embarazada de ti, una vez llegó furiosa, se recostó en mi regazo y lloró porque "los idiotas" de sus hermanos casi habían destrozado su figura favorita. Estuvo berreando todo el día, insultándolos de miles de maneras, diciendo que estaba harta de ellos...

Noto como su cabeza parece querer voltear en dirección a Hiccup, pero ella misma se detiene.

–¿Crees que se refería a él? –le pregunto con delicadeza.

Vuelve a suspirar pesadamente. –No quiero pensar en ello.

–¿Sabes quién es la mujer con los niños sin ojos? –le pregunto porque me acabo de acordar de aquella duda y por ganas de querer cambiar el tema–. Vi una estatua de una mujer sentada sobre sus piernas, con dos niños sin ojos y llorando acostados en su regazo... ¿sabes algo de ello?

Ella frunce levemente el ceño. –No tengo ni idea, cielo... ¿por qué te llamó la atención esa en particular?

Me hundo levemente en hombros. –Era diferente... muy diferente a todos los demás... no sabría cómo explicártelo –es todo lo que digo, lidiando con el sin sentido que tantas preguntas aglomeradas generaban en mi cabeza.


Intenté levantarlo varias veces, pero Hiccup sencillamente parecía necesitar unos cuantos siglos de sueño profundo para recuperarse de todo por lo que tuvo que pasar. Estaba cerca de ser las once de la mañana, mamá y yo habíamos desayunado algo ligero y habíamos caminado un poco al rededor del coche para estirar las piernas porque realmente lo necesitábamos, incluso nos habíamos tomado la molestia de comprar algo decente para desayunar además del pequeño picoteo que habíamos llevado para el viaje, pero a pesar del ruido que hicimos, Hiccup no se despertó en lo absoluto ni siquiera cambió de posición. Como te he dicho, intenté levantarlo, llamándole en voz baja para no espantarle, zarandearle delicadamente por el hombro, en algún momento se me desvío la mano y terminé acariciando su rostro y su castaña melena, eso bastó para que mi madre me llamara la atención y me ordenara que lo dejara ya.

–¿Se puede saber que te pasa con ese muchacho? –pregunta mientras enciende el coche. Yo balbuceo que obviamente no me pasa absolutamente nada–. ¿Hay algo de ese sueño que no me has contado? ¿Algo de vuestra conversación de ayer que debería saber?

Mis mejillas se sonrojan cada vez más y más. –No, no hay nada –murmuro como puedo a través de la vergüenza.

–Elsa... –me llama con un tono acusatorio que me pone más de los nervios.

Resoplo frustrada. –Mamá, ¿qué quieres que te diga? Es solo un muchacho muy lindo y atractivo, ¿no puedo reaccionar como una chica normal tan solo por un segundo?

La veo apretujando el volante entre sus manos con tanta fuerza que sus nudillos se ponen blancos.

–No sé si me siento cómoda contigo babeando...

–¡Mamá!

Ella ignora mi queja. –Con un hijo de Po... del dios de los mares –se corrige apresuradamente–, no he leído tantos mitos como tú, cielo, pero sé que sus hermanos –noto como lo observa por el espejo retrovisor por a penas unos segundos– no son precisamente príncipes azules o tan siquiera gente decente. Además, ¿no te acuerdas como lo llamó Afrodita? La lujuria y la calamidad, ¿cómo quieres que me sienta cómoda con eso?

–No es como si quiera pudiera llegar a pasar nada, mamá.

Ella me alza una ceja. –¿Por qué no? Tú estás atontada con él, y no parece que el muchacho se sienta incómodo por toda la atención que le das.

El recuerdo de Hiccup partiendo lejos de Idylla se repite una y otra vez, su mirada entristecida, la manera en la que parecía rogarle que no llegara a odiarlo... también me regresa de golpe como Idylla estaba tan desesperada por tenerlo para siempre entre sus garras, mantenerlo eternamente con ella. En una forma retorcida, tanto a la ama como al esclavo les rompió el corazón alejarse... Una versión espartana y mucho más problemática de la Bella y la Bestia supongo.

–Es solo que... creo que está enamorado de alguien más –logro responderle por lo bajo luego de unos segundos en silencio, no he logrado despertarle de ninguna manera antes, pero por algún motivo susurro para que no escuche lo que estoy diciendo. No volteo hacia mi madre, pero sé que me está viendo con las cejas alzadas–. Cuando soñé con Idylla y con él... Hiccup la quería, tal vez la sigue queriendo, en una forma enfermiza y definitivamente destructiva en cada aspecto posible –no puedo evitar soltar un suspiro pesado–. La cara que puso cuando le dije que Idylla había mandado a Quíone a que le hiciera eso... ese era el rostro de un corazón roto.

La risilla burlona de mamá me ofende un poco, por lo que finalmente giro la cabeza para encararla.

–¿Y cómo sabe la señorita cómo es que luce el rostro de un corazón roto?

Lo veo en ti cada noche de invierno.

Responderle eso me hubiera conseguido el peor castigo de la historia, por lo que me hundí de brazos y farfulle alguna excusa que tuviera que ver con las leves capacidades que uno podría tener por ser legado de Afrodita.

Aún así, nada me detiene a hacer un chiste malo.

–¿En verdad te preocupa él, o sencillamente no te gusta porque Quíone se lío con su padre?

La mueca que se le dibuja de inmediato en el rostro es tan divertida que tengo que taparme la boca con las manos para disimular un poco mis carcajadas. Por supuesto que le tocaba las narices todo el tema referente al pasado entre el dios de los mares y Quíone, era ese temita del que nos habíamos enterado por casualidad y que sencillamente no podíamos borrar en lo absoluto de nuestra memoria. Tengo entendido que de aquel encuentro tan extraño entre estos dioses tuvo un resultado que llamaron Eumolpo y que mi madre arrojó al mar. Supongo que tiene una mala manía de deshacerse de los hijos que llega a tener, aunque agradezco no haber sido tan desafortunada como Eumolpo. Sabía que había muerto en un guerra contra un rey de Atenas, pero no tengo ni idea si ahora mismo descansa amenamente en los Campos Elíseos o lo convirtieron en una pequeña deidad, pero tenía bastante claro que me gustaría conocerlo algún día, tal vez podríamos despotricar de mamá juntos, aunque si él intentara decir algo de su padre no creo que pudiera unirme a esa marcha.

Vuelvo a poner música para rellenar de alguna forma el vacío absoluto, supongo que estarás pensando, querido lector, que es una enorme imprudencia de mi parte usar un aparato móvil cerca de algo tan llamativo para los monstruos como un hijo de Poseidón que además está profundamente dormido o desmayado... la cosa es que soy tonta y no pensé en eso antes, solo sabía que tenía muchas ganas de escuchar alguna canción de Conan Gray y realmente no pensé del todo bien las consecuencias que tendrían mis actos.

Y sí, si te lo preguntas, esas cosas que de momento a otro empezaron a perseguir el coche de mi madre y que vi por primera vez por el espejo retrovisor de mi costado eran nada más y nada menos que tres Furias.

Venga, no pasa nada, dame la colleja que la tengo bien merecida. Me la daría yo misma pero es que eso ya sería raro de narices.


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Honestamente, me iba inventar una excusa de por qué Elsa pensó de que podría poner música ahí, pero me gustaba más la idea de que ya estaba tan acostumbrada a que no le afectara que se le fuera por completo que ahora compartía coche con el hijo de Poseidón.

Quíone tiene muy pocos mitos, por lo menos me ha pasado mucho tiempo intentando buscar algo referente a ella y lo primero que encuentras es esto, el hecho de que se lo montó con Poseidón y sencillamente creo que Elsa empezará a molestarla un poco con ese tema.

Por cierto, que Hiccup tiene el sueño pesado, me pregunto si ya sabéis por qué puede ser.