TW: Esta capítulo contiene leves referencias a violencia sexual.
Aquí un sabio consejo, no dejes que te lleve la Furia.
Tuve que crear un enorme montículo de nieve para que el coche no se convirtiera en chatarra cuando la primera de las Furias intentó estamparse contra nuestro vehículo. Fue un milagro que no recibiéramos daño alguno, incluso Hiccup seguía dormido a pesar de que el repentino freno hizo que rodara hacia el suelo del coche. Me hubiera reído por un buen rato si no fuera porque una de esas cosas se acercaba volando a una velocidad vertiginosa hacia nosotros.
–¡Regresa al Inframundo, hijo de Poseidón! –bramó aquella Furia que estaba a punto de destrozar mi costado del coche. La vi anteponiendo sus piernas que concluían en enorme garras que definitivamente podrían destrozar incluso la piel de una quimera.
Hiccup seguía dormido y mi madre estaba tan espantada por el choque contra la nieve y por las tres Furias que se acercaban a nosotros que no podía reaccionar en lo absoluto. Por lo que yo decidí aprovechar ese truquito que había decidido imitarle a Quíone. Una finísima capa de hielo rodeándolo todo, tan fina que sencillamente no podrías verla aunque estuvieras a un milímetro de ella. Pero créeme lector, podrías sentirla a la perfección, ¿y sabes qué es lo mejor? Que yo sería capaz de sentirte en cuanto la tocarás.
Me repetí una y otra vez en la cabeza Expándete, me concentré muchísimo en el hielo que cubría por completo todo el vehículo, intentando mantener la calma mientras observaba fijamente a la Furia que estaba a punto a clavar sus uñas en el auto de mi madre.
Expándete le dije al hielo. Y vaya que se expandió, pero no como solía hacerlo.
Mis trozos de hielo, sobre todo mis púas, eran fuertes como el acero, firmes, filosos, al menos tanto como el metal que se usaba para las espadas pensadas para matar monstruos mitológicos, mis púas eran mi mejor forma de defensa y ataque, mi hielo hasta ahora solo lo había visto destrozado por los puñetazos llenos de electricidad de una hija de Zeus y por uno que otro furioso hijo de Ares que le dio un buen espadazo a un trozo en particular. Mi hielo es poderoso, querido lector... pero esta vez no lo fue.
Se derritió en cuanto se extendió, se volvieron pedacitos aquellas pocas partes que tan siquiera llegaron a ser tocadas por las fuertes garras de la Furia.
Sus garras perforaron por completo la puerta del copiloto, me aparté lo mejor que pude, sus piernas tiraron y aquella parte sencillamente salió volando tan lejos que llegó al otro lado de la carretera. Mi cabeza me daba tantísimas vueltas, mi cuerpo se debatía de la peor manera posible entre el frío y el calor, las ganas de vomitar se me acumularon en la garganta y el terror tensa todo mi cuerpo.
¿Por qué no ha funcionado? ¿Qué ha pasado con mi hielo?
Escucho a la perfección como mi madre suelta un agradecimiento nervioso detrás de mí, lo siguiente que veo es una flecha clavándose en el rostro de la Furia, convirtiéndola de inmediato en puro polvo dorado con el que fui cubierta por completo.
Vuelvo a respirar un poco mejor, pero sigo demasiado confundida y aterrada. Recuerdo a la perfección que antes de entrar al jardín de mi madre le había entregado el arco de Apolo a mi madre, recuerdo que no lo usó en lo absoluto, demasiada preocupada en defenderme en lugar de intentar pelear contra seres que podían volverse, literalmente, intocables. Había olvidado por completo que mamá aún lo tenía, había olvidado por completo que aquello podría salvarme de la misma forma que me olvidé de la espada y del escudo.
No tenía ni idea de que pasaba conmigo, intentaba seguir conjurado púas de hielo para protegernos de el resto de Furias que se nos acercaban, pero sencillamente no ocurrió nada. Fue entonces que por el rabillo del ojo me di cuenta de algo.
El montículo de nieve se estaba derritiendo.
Las lágrimas me hacían arder los ojos.
¿Qué me estaba pasando? ¿A caso era el castigo que mi madre me otorgaba por haberla insultado, por haberle robado su "estatua" más preciada?
Mamá nos sacó a las dos del coche desde mi lado, el que tenía la puerta arrancada, literalmente a rastras, al inicio no la comprendí pero cuando me di cuenta que una Furia intentaba atraparnos desde su lado todo tuvo más sentido. Mis piernas estaban tan débiles que terminé en el suelo de forma patética en cuanto salí, mamá casi se tropieza conmigo.
Araño la tierra bajo mis manos cuando me doy cuenta de algo horrible.
–No puedo moverme –es todo lo que puede susurrarle a mi madre mientras ella me observa tendida en el suelo, con el ceño fruncido por la confusión, intento levantarme apoyándome en mis brazos, logro sostenerme unos segundos antes de estamparme la cara contra la tierra. Siento las manos de mi madre intentando levantarme, pero en cuanto me sujeta me tiene que volver a soltar para disparar una flecha en contra de la siguiente Furia.
Desde mi posición, todo lo que puedo ver es la última furia arrancando otra puerta del coche de mi madre.
–¡HICCUP! –es todo lo que puedo decir, viendo como las garras de la Furia se abalanzan en contra de las piernas del hijo de Poseidón.
Las garras de la Furia se hicieron trizas en cuanto parecieron haber agarrado su carne. El monstruo retrocedió varios metros lejos de Hiccup mientras mamá volvía a intentar levantarme, pero sencillamente mis piernas no responden en lo absoluto y mis brazos también han empezado a fallarme. Algunas lagrimillas corren por mis mejillas, no entiendo que está pasando, no entiendo que me está pasando.
Cuando finalmente puedo apoyarme en mi madre, dejando todo mi peso sobre ella, lo primero que veo es a Hiccup finalmente levantándose del suelo del coche, con su espada en mano y una mueca de asco y rabia en el rostro que da muchísimo miedo. La Furia ruge entre furiosa y atemorizada, talvez incluso adolorida por la pérdida de sus garras.
Cuando está totalmente levantado, ya fuera del coche, se limita a juguetear con su espada mientras comienza su caminar hacia la Furia. Su expresión de asco se diluye lentamente en una sonrisa tremendamente cruel y burlona, es entonces que noto que en lugar de amenazante y furiosa, la Furia parece tremendamente asustada.
–Me pasé años matando a tantas como tú –el tono de su voz me hace temblar de arriba abajo–. Dime, sierva de Hades, ¿este poco tiempo ha servido para que os olvidéis de mí?
–Tienes que regresar al Hades, hijo de Poseidón –repitió la Furia, con mucha menos seguridad que antes.
Hiccup ladeó la cabeza. –¿Cómo se puede volver a un lugar en el que nunca se ha estado?
Me pareció que la Furia quería seguir retrocediendo, pero de momento a otro se detuvo y se estampó contra el suelo, mamá y yo no podemos evitar soltar un siseo de dolor bastante empático tomando en cuenta de que ha estado a punto de matarnos y ha terminado de destrozar nuestra querida carrocería. A pesar de que pude sentir a la perfección que mamá también se sentía levemente incómoda por finalmente ver batallar al espartano hijo de Poseidón, ninguna de nosotros hizo nada para detenerlo. Ni siquiera cuando, de una manera que no fui capaz de entender, la retuvo tan solo con su brazo extendido. Ni siquiera cuando con una sola mano sujetó ambas alas de cuero y con una pierna en su espalda la mantuvo presionada contra el suelo. Ni siquiera cuando con tan poco esfuerzo logró arrancarles las alas. Ni siquiera cuando el pobre monstruo chilló de la forma más horrible posible.
Temblamos de arriba abajo cuando finalmente la convirtió en polvo clavándole la espada sin problemas ni sentimiento alguno para luego girarse a vernos.
Guardando su espada, se encamina arrastrando detrás de él las alas arrancadas de la Furia que acababa de matar. Se detiene solo cuando está a tres pasos nuestros.
–¿Qué te ha pasado? –me pregunta con tal ternura que hace que me parezca complicado creer lo que acababa de ver.
Yo balbuceo. –Estoy débil... confundida, mis poderes de hielo fallaron.
Él alza una ceja con algo de gracia. –¿Esos poderes que has agotado al alterar algo tan potente como el hielo de tu madre?
Me sonrojo al darme cuenta lo evidente que era lo que me había pasado. No me mires así, no suelo tener la necesidad de esforzarme tanto, no suelo estar en circunstancias como estas, jamás me había pasado algo remotamente similar, nunca había vivido aquel cansancio normal de semidioses que usan demasiado sus poderes, nunca me había fallado mis poderes de esa manera, me siento delicadísima, completamente agotada.
Siento la mirada de mi madre sobre mí.
–He usado demasiado mis poderes –le explicó mientras le doy unas palmaditas en el antebrazo y apunto al coche para indicarle que necesito recostarme un rato, al menos sentarme en el suelo para recostarme allí un rato–, estoy agotada, demasiado en muy poco tiempo, mi parte mortal no ha aguantado.
–Pero eso fue ayer... hace ya varias horas –intenta comprender mi madre, frunciendo levemente el entrecejo mientras recuesto mi espalda contra la parte metálica que aun quedaba del costado derecho del destrozado coche de mi madre.
Me paso una mano por el cabello. –Aún así... era el hielo de mamá, de Quíone... demasiado para ser solo mitad divina –digo con un suspiro cansado, aguantándome las ganas de llorar de la frustración por no haberme dado cuenta antes de que mis poderes estaban debilitándose, por haber cometido la tontería de usar el móvil teniendo a un poderoso hijo de uno de los Tres Grandes a unos centímetros de mí, por no haber logrado mantener protegido el coche que mi madre consiguió después de tanto esfuerzo. La única manera de sacar todos esos pensamientos deprimentes y negativos de mi mente es fijándome en el hijo de Poseidón que sigue cargando con esas malditas alas–. Te intentó enterrar las garras, pero se rompieron, ¿cómo?
Hiccup soltó las alas, cogió del suelo un trozo del cristal de la luna de una de las puertas arrancadas. Causándonos un pequeño infarto a las dos, Hiccup se apuñala el brazo derecho con el trozo de cristal.
Se parte en trocitos pequeñísimos aquel trozo de cristal.
Balbuceé antes de susurrar. –La maldición de Aquiles...
Sus ojos verdes intensos se clavan en mí de una manera asfixiante.
–¿Le habéis puesto ese nombre? –asiento–. Yo tan solo la conocí como la Prueba de Tetis.
Asiento ni tan siquiera pensarlo. –Vale, guay, entonces no solo eres el hijo de uno de los Tres Grandes, sino también tienes una maldición/bendición en el cuerpo que impide que te hagan daño a excepción de una zona pequeñísima en el cuerpo.
–Le has atinado, niña de las nieves.
–Elsa, solo llámame Elsa –le digo con mucha más seriedad de la que esperaba utilizar–. ¿Es por eso que es imposible despertarte?
Hiccup me mira por unos largos segundos con el ceño levemente fruncido. –¿Os ha costado levantarme?
–Varias horas, sí.
Me siento sumamente ofendida en cuanto Hiccup deja soltar unas risillas, pero me tranquilizo cuando me fijo mejor y me doy cuenta de que en verdad tienen un tono algo nervioso y tímido.
–He notado que me llamas por la pronunciación barbárica de mi nombre –dice de momento a otro, confundiéndome un poco–. Reacciono mejor con la forma en la que me llamaban los espartanos, tan solo mi madre me llamaba Hiccup, cuando necesites que me despierte de golpe, llámame Hipo, será inmediato, te lo prometo.
La sonrisa que me dedica es tremendamente encantadora, pero aún así no puedo evitar fijarme en un detalle que de golpe y porrazo me ha dado mucho de qué pensar.
–Hiccup... ¿por qué tienes un nombre no espartano? –pregunto con toda la delicadeza del mundo, temiendo tocar un tema sensible.
–Porque no soy espartano, Elsa –me dice con simpleza, incluso con un atisbo de sonrisa–. Mis padres eran vikingos, Estoico y Valka, mi padre, el verdadero, el que siempre añoré y amé, fue asesinado por Poseidón, mi madre, quien me guío hasta el rio Estigio y allí me bañó cuando tan solo tenía seis años, fue apresada por los espartanos y convertida en esclava... –su voz empieza a fallarle, sus ojos se cristalizan, se pasa una mano por el rostro y continúa, mamá está sumamente confundida al no poder entenderle, yo tengo el corazón apretujado en el pecho por la pena–. Fue violada por Poseidón... nací pequeño, prematuro, oculto entre sábanas durante meses para que los espartanos no me desecharan, mi madre intentó protegerme toda su vida, en su lecho de muerte me dio el más hermoso regalo... un mapa para que al menos yo pudiera volver a nuestra verdadera patria.
Aprieto con pena las mangas de mi ropa, no sé cómo reaccionar, no sé qué decirle, no sé cómo consolarle, no sé cómo manejar todo lo que esas cuantas palabras en verdad significan y representan. Sé de los mitos de Poseidón, de sus hijos, incluso de lo que algunos romanos empezaron a relatar de Neptuno. Mamá me preparó para este mundo en cuanto pudo, sin importar mi edad, se negaba completamente a ser como esas madres mortales que mandaban a sus hijos sin conocimiento alguno sobre a qué se enfrentaban, se negaba completamente que me tragara esa porquería de que los dioses habían cambiado, que comprendían que sus acciones pasadas habían sido asquerosas, los dioses solo habían ocultado sus antiguos crímenes bajo el tapete, suavizando sus historias para adaptarse a los nuevos tiempos, creo que el único que había profesado verdaderas disculpas había sido Apolo cuando, al ser convertido en un adolescente de este siglo, había podido pensar en profundidad todo lo que había hecho. Sé perfectamente lo que los Tres Grandes le hicieron a Deméter, todo el dolor que le causaron a su propia hermana, sé lo que Zeus le hizo a su hija, Perséfone; sé del engaño, la humillación y el maltrato hacia Hera; sé a la perfección la historia de Afrodita, la de Calisto, lo que Hefesto intentó hacerle a Atenea.
Hasta ahora había enfocado esta parte denigrante y asquerosa del panteón olímpico desde el punto de vista las víctimas, desde la persona que podía llegar a ser si lo peor llegaba a pesar, desde la empatía femenina de saberte en un mundo de hombres crueles con demasiado poder... jamás... jamás me había planteado esto, el punto de vista de un hijo no solo de una mujer lastimada, sino también del agresor. ¿Qué sentirían los hijos de Hefesto si Quirón dejara de contar que lo que se convino para formar a Erecto fueron los llantos y la tela? ¿Y si los hijos de Ares o Marte supieran que la historia de Roma inicia con su padre violando a una muchacha? ¿Y si Percy Jackson supiera todo lo que hizo su padre, lo que hizo su hermano Halirrotio contra una hija de Ares?
No sé qué decirle, no sé cómo ayudarle, ni siquiera sé si quiera que hablemos de ese tema en especial.
Solo sé continuar con aquello que dejó en el aire al final.
–Mi madre te congeló por siglos –es todo lo que logró decir, tomando entre mis manos una de las suyas–... no pudiste volver a casa...
Tan solo me doy cuenta que había empezado a llorar cuando se limpió bruscamente las lágrimas de las mejillas.
–Perdona... realmente lo siento.
Él me corta. –Estoy bien, Elsa, estoy bien –me dice con una honesta sonrisa–. E incluso si no estuviera bien, Elsa, ¿para qué querría tus disculpas? No tienes la culpa de absolutamente nada, tú no hiciste nada, así que ¿por qué exactamente te estás disculpando tú?
¿Qué tan triste es que él sea el primer semidiós en decirme algo remotamente parecido? Me han dicho toda la vida que soy una traidora por ser hija de Quíone, me han dicho que es injusto que yo esté viva porque otros más nobles perdieron hace mucho la vida, me han dicho que, en cierto punto, yo también tenía culpa. Ni tan siquiera Quirón había tenido la amabilidad de decir lo obvio, que yo no tenía nada que ver con la muerte de tantos inocentes héroes en formación. Reyna tan solo se había hundido en hombros y me había dicho que todo semidiós tenía algo con lo que lidiar, una falsa culpa, un estigma del que salir, que tenía que vivir con ello de las misma manera que algún hijo de Hermes tuvo que haber lidiado con el estigma que había dejado Luke Castellan, de la misma forma que lo hacían los que descendían de Hades o Pluto, o de los niños de Neptuno. Hiccup me lo acababa de decir tan sencillo y tan claro que incluso sentí que me estaba engañando, que estaba siendo sarcástico o algo parecido.
Pero también me hizo darme cuenta de algo que incluso podría doler bastante.
Como yo no tenía nada que ver con todo ese daño, ¿qué podría hacer para aliviarlo?
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Os estaréis preguntando, ¿no está Hiccup muy overpower? Sí, sí que lo está y lo estará aún más porque ¿cómo podría ser una historia mía sin personajes que pueden ganar una pelea fácilmente?
Como os he mencionado, en esta historia vamos a tener a personajes secundarios víctimas de SA porque, como ya hemos dejado claro, esto es mitología griega y este fanfic es rate M, así que es algo que se va a mencionar, con delicadeza, pero se va a mencionar bastante.
Me había preguntado bastante lo de mantener a Valka y Estoico como vikingos, pero no quería quitarle el hecho a Hiccup de que había nacido prematuro y pequeñito, porque de ahí viene su nombre, y entonces recordé que los espartanos tiraban por acantilados a los bebés que se veían más débiles por lo que tenía sentido mantener a sus padres como vikingos.
Aún quedan misterios de Hiccup que quedan por resolver, me encantaría leer que es lo que os experáis.
