Haciendo compras y hablando de cosas complicadas.


A Hiccup le quedaba bien todo. Era un hecho objetivo, una afirmación indiscutible. A Hiccup le quedaba bien todo y hacía que me preguntara si, además de ser hijo de Poseidón y el campeón de Deméter, tenía algo que ver con Afrodita o con alguno de sus hijos divinos, porque, definitivamente, no era normal y eso nos llamaba muchísimo la atención. A mamá le gustaba disimular su parte de Afrodita, le gusta fingir que es una humana completamente común y corriente, es algo que nos mantiene lejos de las sospechas de que algo raro pasa en nuestra casa, además de que tantas generaciones de ser descendiente del descendiente han hecho que ella hubiera perdido muchas de las habilidades propias de un hijo de Afrodita, pero había partes que sencillamente no podía disimular por mucho que quisiera. Al igual que cualquiera que estuviera en la cabaña 10, mamá es atractiva y tiene ese don del habla que los niños de la diosa del amor tienen incluso si no es específicamente el embrujahabla, pero no es como si fuera una supermodelo –no creo que ninguna de las dos lo seamos, tal vez los abuelos sí, por lo poco que recuerdo, eran bastante atractivos–, tampoco es capaz de encandilar a cualquiera, mamá era normal si obviábamos la gran facilidad que tiene para aprender francés y el gustillo culposo e incontenible que tiene por la moda. Porque era precisamente esa cosilla que, cuando la juntabas con la gente adecuada, dejaba en claro que no era precisamente mortal, su increíble obsesión por la moda reforzada por el leve TDAH que tenía.

Mamá estaba obsesionada con la moda, era su forma favorita de arte, no apoyaba en lo absoluto la industria del modelaje, le parecía horrible los cuerpos modificados por Photoshop y le llenaba de frustración la anorexia que se reproducía como una plaga, pero adoraba la moda, veía todas las pasarelas que podía, trataba la Met Gala con más importancia que su propio cumpleaños, también me había contado encantada miles de veces como Quíone le había llevado a diferentes pasarelas de marcas muy importantes en la semana de su cumpleaños. Por lo que dedicarse todo el día a comprarle ropa a Hiccup fue como cumplir levemente su sueño de ser estilista. A mí me gustaba estar comprándole ropa a Hiccup porque se veía tan contento probándose todos esos conjuntos, mamá sencillamente parecía como una artista a la que le han entregado el modelo perfecto.

Fue interesante lo mucho que le gustaron los conjuntos con tonos más oscuros y como parecía querer insistir en auto-decorarse con anillos y collares, llegó a probarse algunas tonterías que recordaba a una versión muy pastel los 50 solo porque mamá quería probar, se veía bien, pero se le notaba que no le gustaba en lo absoluto. Terminó inclinándose por un estilo más grunge, algo que, por comentarios de Reyna y la visita a aquel mural del Campamento Júpiter, me había recordado a la apariencia con la que solían describir al hijo de Hades, Nico Di Angelo. Tenía gracia pensar que el hijo de un sujeto que todo su estilo de moda era playa terminara escogiendo algo como esto.

Mientras le ayudaba a buscar algún paraguas para la lluvia que no había parado en lo absoluto desde que llegamos a Estados Unidos, una magnífica prueba de a que Zeus no le gustaba ni un pelo que Hiccup estuviera vivito y coleando, Hiccup accede a hablarme un poco más del sueño que tuvo con respecto a su padre.

–Está muy diferente –empieza con eso su relato–. Antes tenía una barba más larga, el cabello más ondulado, la piel más bronceada... también su personalidad ha cambiado por completo, habla con calma, incluso con pereza te diría, él... él me sonrió –murmura lo último, con el ceño fruncido y una expresión que dejaba muy en claro que aquello nunca antes había ocurrido, y descubrir eso realmente no me sorprendía–. Me ha dicho que puede enviar a alguien a ayudarme, a llevarme a su reino, le he dicho que se lo ahorre a menos que quiera hacerse cargo de todo el daño que me ha causado.

Me acerco un poco a él mientras le explico. –Los dioses han cambiado mucho a la par que los tiempos, el sistema y la moral... más o menos. Ya no van por ahí forzando a la primera que les parece guapa, se conocen, se enamoran, hay consentimiento de por medio... aunque solo ha sido Apolo quien ha admitido todo el daño que cometió en el pasado. Mamá siempre dice que los dioses no han cambiado de verdad, porque si fuera así no intentarían ignorar todos sus crímenes pasados.

–¿Confías en el Olimpo?

–No creo que pueda responderte eso honestamente sin ser chamuscada por un rayo, Hiccup –le bromeo con un poco más de pesadumbre que debí utilizar–. Realmente no importa si yo confío en ellos, todo lo que hago es para exactamente lo contrario. Mi madre, Quíone, traicionó al Olimpo, tengo que demostrarles que no soy como ella, tengo que demostrarles que pueden confiar en mí.

Siento a Hiccup tomar una de mis manos con delicadeza, incluso tirando levemente de mí para acercarme a su cuerpo. No me abraza, pero necesito solo sentir su calor corporal contra mi frío cuerpo para sentirme protegida y apreciada. Me atrevo a reposar la cabeza en su hombro, tal y como hice ayer en el sofá, me atrevo a disfrutar un poco de su aroma, de aquel vestigio tímido de la brisa marina, tan delicado y poco notorio que consigue no alarmarme. Hiccup, al igual que su familia de parte divina, es peligroso y poderoso, es imponente, es incontenible, y él es perfectamente consciente de ello, sabe a la perfección la fuerza que tiene, lo intimidante que es, el miedo que puede causar, y por ello mantiene encerradas muchas cosas.

Lo he notado, por como se acerca, como me habla, como se inclina hacia mí, por como me conforta, por la manera en la que su mirada parece siempre pedir permiso por algo de cercanía. No tengo ni idea de si es debido a que prefiere evitarse la posibilidad de incomodar o asustar a alguien, o era una costumbre que había tomado de su vida como esclavo, obligado a no mostrarse demasiado intimidante sobre aquellos que se creían que debían mantenerlo abajo.

–¿Qué hizo exactamente? –me pregunta con delicadeza, acariciando con su pulgar mi mano.

Suspiro pesadamente. –Hubo una guerra entre semidioses e inmortales hace unos diecisiete años, en verdad hubo dos, pero la primera no tiene relación alguna conmigo. Contra titanes y luego contra gigantes. Las segundas Titanomaquia y Gigantomaquia, mi madre solo participó en una, en el bando de los gigantes. Ya te imaginas que apostó al caballo perdedor. Es una larga historia, pero, en resumidas cuentas, mamá intentó cargarse a los semidioses elegidos por las Moiras para liderar la guerra, estuvo de lado de Gea y es considerada una traidora por lo que... también soy una traidora.

Luego de quitar mi cabeza de su hombro y voltearme a mirarlo, puedo apreciar como tiene el ceño fruncido.

–Deja que me aclare –dice de momento a otro, inclinándose en mi dirección–. Tú no has hecho nada.

–Nop.

–Es más, todo eso paso antes de que nacieras.

–Para ser exactos, nací un par de meses después de la guerra de la segunda Gigantomaquia. ¿Quieres adivinar cuando? –le digo lo último en broma, dándole un empujoncito juguetón la cadera. Él finalmente relaja su ceño fruncido y me regresa la sonrisa divertida.

–¿Solsticio de invierno? –propone, con una risa, asiento–. Pues claro que sí, la hija de la diosa de las nieves nace a inicios de invierno. Bueno, a lo que quería ir es que te están juzgando por cosas que no hiciste y que ni siquiera hicieron por ti. Quiero decir, tendría un poco más de lógica si me dijeras que Quíone se unió al bando de los gigantes por ti, pero no fue así, por lo que... ¿por qué te consideran a ti también una traidora?

Me hundo en hombros ante sus palabras. –¿Qué te puedo decir? Así funcionan ellos.

–Ellos no te agradan –por un momento quiero creer que esas palabras son una pregunta, pero en verdad es una afirmación, una para nada equivocada–. Tu vida es terriblemente complicada no solo por ellos, sino por tener que ir al Campamento donde se supone que deberían protegerte pero no lo hacen.

–¿A dónde quieres llegar? –le pregunto con algo de brusquedad.

Su mirada verde se clava en mí de tal manera que siento que estoy siendo regañada. –¿Por qué sigues intentándolo?

Le alzó una ceja. –Te diría que me gusta el hecho de estar viva, pero es más que nada que no quiero terminar en el Tártaro... y, bueno... no quiero que mamá tenga que lidiar con el hecho de que pasé por una muerte dolorosa solo porque ella se enamoró...

Nos quedamos por unos segundos en completo silencio hasta que él añade algo más.

–¿Por qué no van a por tu madre? Digo, tiene más sentido.

Le doy un codazo en las costillas. –No les ideas, genio.

Esperaba alguna queja, realmente aplique un poquillo más de fuerza que de costumbre, pero Hiccup tan solo se quedó viendo por un rato la zona que golpee con una expresión de verdadera confusión e incredulidad.

–Dime, por favor, que ese no fue un golpe fuerte –murmura mientras su mirada vuelve a mí, quisiera evitarlo, pero mis mejillas se sonrojan de la vergüenza–. Dioses... sé que te llame delicada cuando nos conocimos, pero no pensaba que lo fueras tanto.

–Cállate, Hiccup.

–Ha sido como una caricia, ¿de verdad que le has puesto esfuerzo?

Con el ceño levemente fruncido, me inclino levemente hacia él mientras cruzo los brazos. –Puedo ponerle esfuerzo a una púa de hielo, ¿qué te parece eso?

–Me parece que no te serviría de nada porque, primero, te desmayarías luego de hacerla, segundo, sabes que soy indestructible, e incluso si no lo fuera, controlo el agua.

–¡No me desmayaría luego de hacerla!

–Casi te mueres por derretir hielo –contraargumenta con una sonrisa ladina–. Literalmente, estuviste tan débil que si no hubiera sido por la rápida reacción de tu madre ahora estarías muerta.

–Hiccup –lo llamo con falsa delicadeza–, cállate.

A pesar de que intento mostrarme seria y firme ante él, todo lo que hace es reírse un poco mientras alza sus manos a modo de rendición. –Es solo crítica constructiva.

Estoy a punto de responderle algo que ni siquiera me detengo a pensar para cuando mamá vuelve con nosotros de haber estado mirando en otros pasillos. Sé que me está preguntando con la mirada si hemos avanzando en algo o sencillamente hemos estado perdiendo el tiempo, creo que es capaz de comprender mi respuesta en cuanto desvío la mirada.

–¿No habéis elegido paraguas aún, verdad? –nos pregunta con las cejas alzadas y una expresión cansada, Hiccup tarda poco en imitar mi expresión incómoda. Luego de unos segundos en completo silencio en los que mamá solo nos juzga con la mirada, sencillamente pilla un paraguas cualquiera y se lo da a Hiccup. Tiene suerte de que ha sido uno puramente negro y no ese tan pequeño de una serie infantil que estaba bastante cerca del que terminó eligiendo–. Venga, al mostrador a pagar las cosas y luego volvemos a casa, tenemos que ir preparando vuestras cosas para el Campamento.


Hiccup frunce levemente el ceño. –¿Cómo que no voy a poder sentarme contigo?

Su tono suena un poco raro mientras me hace esa pregunta, con una pizca de pena y bastante indignación, parece que está a punto de querer hablar con algún mánager o algo. Me lo imagino rápidamente con los brazos cruzados y tremendamente ofendido con Quirón, exigiendo que, en las comidas, nos dejaran sentarnos juntos.

Yo solo me hundo de hombros. –Son las reglas del Campamento, creo que Reyna me comentó algo de que un amigo suyo solía saltarse las normas pero solo cuando era invierno y el Campamento se quedaba solo con tres o cuatro personas. Pero la regla es que no puedes sentarte en otra mesa.

Hiccup sigue enfurruñado con la vida. –Eso ya lo veremos –le escucho murmurar, no puedo evitar reírme por lo que dice, más que nada porque quiero creer que le tocara las narices al seño Quirón hasta que lo dejen sentarse dónde él quiera en lugar de conseguir lo que quiere a partir de fuerza bruta.

Hablando de fuerza bruta, mamá llevaba ya bastante tiempo hablando con Quirón. En cuanto teníamos las mochilas preparadas para pasar lo que quedaba del verano en el Campamento Mestizo, en espera de recibir mi siguiente misión, que estaba empezando a temer que se demoraría demasiado en llegar, mamá decidió darle una llamadita por Mensaje Iris a Quirón, más que nada para explicarle la situación, pero tiene pinta de que la situación se había complicado muchísimo más.

Había escuchado uno que otro "¡No me responda!", unos cuantos "¡Venga, respóndame!" de vez cuando se escuchaban algún "Por favor, comprenda..." pero sobre todo resaltaban los "¡No me da la gana de comprender nada!"

Mamá daba miedo cuando quería, incluso la incomodidad que Hiccup mostraba de vez en cuando me lo dejaba muy en claro.

Fue un alivio que no se nos ocurrió tontear en ningún momento, porque sencillamente se hubiera puesto todo muy incomodo si, después de esa llamada, mamá terminara enojándose con nosotros. Tenía pinta de querer enojarse con alguien más, la forma en la que salió de su habitación luego de la charla con Quirón lo dejaba bastante claro.

Cuando notó que no estábamos haciendo absolutamente nada, se limitó a suspirar pesadamente.

Mamá entonces miró con algo de preocupación a Hiccup. –¿Eres consciente de que Elsa nunca ha sido bien recibida en el Campamento, verdad?

Él me mira con algo de confusión por unos segundos, yo me hundo de hombros, no tengo ni idea de a dónde quiere llegar mi madre.

–Ah, sí, algo me ha comentado –es todo lo que sabe responderle.

–¿Me prometes que vas a evitar que le hagan daño? –pide entonces con delicadeza, quiero meterme para decir que me puedo defender sola (que es una mentira como una casa, pero algo de dignidad quiero), pero Hiccup responde antes que yo.

–Por supuesto, no dejaré que nadie le haga daño jamás.


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No lo sabéis porque no suelo escribir muchos Modern Au, mucho menos me molesto en describir la ropa en estas pocas ocasiones, pero realmente creo que Hiccup tiene un estilo muy grunge, incluso en algunas ocasiones punk, el niño es un malote ;)

Me ha encantado escribir las partes de Iduna hablando por teléfono y cantándole las cuarentas a Quirón, sencillamente era algo que necesitaba hacer.

Solo para aclarar, como podéis adivinar por el resto de mis historias, considero que los poderes de hielo de Elsa son increíblemente insuperables y arrasadores, pero en esta historia los limito un poquitillo porque creo que ella misma suele contenerse y para resaltar que es una semidiosa, hija de una diosa menor.

Por cierto, os voy a hacer un maratón hoy día porque tengo los exámenes de la universidad a la vuelta de la esquina y seguramente se me olvide actualizar, es decir no es que no tenga contenido es que tengo miedo de que literalmente me olvide de actualizar, también intentare terminar el siguiente capítulo de "La cruzada de la última DunBroch" y, si se puede, terminar de una buena vez con el siguiente capítulo de "El juego del Rey" para publicarlos hoy o el lunes.

Eso sería todo, disfrutad el maratón.