Regreso al Campamento Mestizo con guardaespaldas, a Quirón no le gusta la idea.


Quirón nos esperaba a la entrada del Campamento mestizo, con los brazos tras la espalda, el cuerpo enteramente tenso y observando de vez en cuando a Peleo, que parecía muy indignado por la constante lluvia que estaba causando Zeus. Mamá se mantenía terriblemente seria y bastante enojada incluso mientras salíamos del auto, como si estuviera completamente lista y dispuesta a volver a comenzar su discusión de ayer.

–Bienvenida otra vez, Elsa –me saluda algo intranquilo, realmente mirando a mi madre en todo momento, pero se disimulaba teniendo en cuenta que yo caminaba detrás de ella–. Me alegro de volver a verte –antes de que pudiera responderle que a mí realmente no me llenaba de emoción esa idea, Quirón volteó hacia Hiccup–. Así que es cierto, has vuelto a la vida, Hipo Haddock.

–Hiccup –le corrijo yo sin pensar–. Su nombre es Hiccup, y no ha vuelto a la vida, solo lo he descongelado. Como Capitán América.

Hiccup se voltea a mi dirección. –¿Capitán América? ¿Quién es Capitán América?

Yo le resto importancia al asunto, sacudiendo una mano de lado a lado. –Luego te lo explico, ahora quiero entrar de una vez para acabar con esta maldita lluvia –un trueno repentino hace que tiemble de pieza a cabeza–. Vale, vale, perdón –digo sin pensarlo mientras traspaso apresuradamente el campo de fuerza que nos protegía de monstruos. No hay lluvia en el Campamento Mestizo, por lo que cierro el paraguas y lo sacudo un poco antes de atarlo para regresarlo a su funda. Hiccup, luego de dedicarle una larga y extraña mirada a Quirón, pasa lentamente. La lluvia concluye en ese preciso momento, tal y como me lo imaginaba, no es como haber apagado el interruptor de esos nubarrones, para cada vez las gotas que caen son menos y su intensidad es enormemente reducida, Zeus está un poco más tranquilo con respecto a Hiccup ahora que el señor D y Quirón lo estarán vigilando–. Bueno, nos vemos en unas semanas, mamá.

Ella me sonríe tiernamente mientras cierra con calma su paraguas.

–Cuidaros los dos, ¿de acuerdo? –nos pide con delicadeza, ignorando a Quirón y logrando tranquilizarse un poco por eso mismo. Ambos le respondemos que lo haremos, yo añado que la llamare si llega a pasar algo, luego de asentir a nuestras palabras, voltea bruscamente hacia Quirón–. Cuídamelos, ¿de acuerdo?

No puedo evitar soltar una risilla al ver al centauro tan incómodo. –Haré todo lo que esté a mi alcance, Iduna.

Mamá asiente también a sus palabras, pero sé a la perfección que no está convencida en lo absoluto de las palabras del centauro, todos estos años en Campamento Mestizo me dicen que hace bien en dudar de las maneras de Quirón.

Luego de unos segundos de profundo silencio incomodísimo, Quirón suspiró pesadamente y nos hace una seña para que empecemos a caminar a su lado.

–Así que todo este tiempo has estado atrapado en el hielo de Quíone, campeón de Deméter –comenzó a hablar con una falsa calma, Hiccup se limita a asentir sin interés, fijándose más en el paisaje–. Deméter sufrió mucho al creerte muerto, muchacho, tu padre... está feliz de que estés nuevamente entre nosotros en tiempos de calma y paz. Si hubieras vuelto en años pasados no hubiera sido tan fácil para ti.

–Vaya –es todo lo que suelta–, me pregunto que podría ser peor que ser esclavo.

–Niños han muerto en guerras, Hiccup.

–Siempre somos los más jóvenes los que más morimos, eran niños los que intentaban matarme en los coliseos, eran niños los que yo mataba para sobrevivir. La única diferencia que veo es que os sentís un poco peor por ello que antes.

Quirón se detiene por completo en ese momento, mira fijamente a Hiccup, con el ceño levemente fruncido y definitivamente aguantándose millones de suspiros pesados, podía reconocer esa expresión de cuando le cuestionaba y exigía ponerle al menos un par de límites a los que más se les iba la olla para hacerme la vida imposible.

Finalmente mi queridísimo hombre-caballo, dirige su mirada en mi dirección.

–¿Por qué no le muestras el lugar antes de ir a su cabaña? Las arpías todavía están arreglando su cabaña.

Parece que Hiccup quiere exigirle más preguntas, más explicaciones de por qué el mundo semidivino no ha cambiado nada a pesar de todos los siglos que estuvo congelado, quiere conocer más de la nueva forma de los dioses, pero Quirón se niega a responder nada más, insiste con que le enseñe el lugar y decidí hacerle caso para que Hiccup no se enojara más.


El primer punto de presentación del Campamento fue aquello que mejor se veía desde cualquier punto, la mayor muestra de paz entre los semidioses romanos y griegos, aquello que ayudó a marcar el final de una –aparentemente– eterna guerra, también fue un pequeño error, la verdad, pero realmente no me esperaba que lo fuera.

–¿Cómo que se perdió?

–Sep.

–¿Me estás vacilando?

–Nop.

Hiccup parpadea en completo silencio, mirándome a mí, luego a la estatua. –Me estás vacilando –repite, ahora como afirmación, volviendo a mirarme.

–Que no, no te estoy vacilando.

Regresa a ver la estatua. –Putos romanos.

–Oye, al final la devolvieron.

Hiccup se gira bruscamente a mi dirección. –¡Vaya, pues que amables! ¡Muchas gracias romanos por robarnos una de las estatuas más importantes de nuestra historia y, luego de varios siglos, devolverla! ¡Buah, que amables que son los romanos!

Le doy unas palmaditas en el hombro. –Venga... dejemos el temita de la Atenea Pártenos.

–Nos la robaron, no me lo creo, nos la robaron.

–Pero ya está aquí, venga, déjalo ya.

–¿Y dices que nadie quiere comenzar una guerra?

–Hiccup, llevamos solo dieciséis años de paz, cállate un rato.

Pero él sigue negando con la cabeza. –¿De verdad que no puedo empezar una guerra?

–Eres un hijo del dios de los mares, ¿qué te importa a ti el Atenea Pártenos?

–¡Cuestión de empatía!

–¡Que empatía ni que nada, deja ya de chillar!

Logre calmarlo con el resto de partes del Campamento Mestizo, el anfiteatro, los campos de entrenamiento y la armería fueron ubicaciones con las que pudo sentirse un poco más en casa, de las pocas cosas que pudo reconocer como una mención directa a lo que era la vida que él conocía, estuvo honestamente interesado por el Muro de Escalada que de paso te tiraba lava, se mostró preocupantemente decepcionado cuando le expliqué que evidentemente la lava nunca había matado a nadie, porque quemaba ropa y no la piel de pobres semidioses. Le intenté llevar a los establos, pero me explicó que jamás se había llevado muy bien con esa extraña parte de su familia, me comentó que eran muy mal hablados y pensaban con la cabeza de más abajo, no pedí más explicaciones –no quería arruinarme la imagen que tenía de esos animales– y tan solo seguimos caminando hasta el Pabellón de Comedor, donde las dríadas se le quedaron viendo por un largo tiempo y no dejaron de saludar hasta que él les dedicó un leve asentimiento.

–Las tienes encandiladas, ¿eh? –bromeé, ignorando mis tontos celos.

Hiccup, para mi alivio, se hundió en hombros. –Siempre di por hecho que era un tema de respeto, antes no lo dejaban tan claro, por todo el tema de ser un esclavo... me sorprende que no les parezca extraño verme nuevamente.

–Seguramente ya ha corrido la voz, me pregunto a quién más se lo habrá contado Dylan.

En verdad me preguntaba dónde estaba y qué había sido de aquel espíritu de la tormenta que mi madre había encargado de protegerme, llegó hasta Poseidón, eso ya lo sé, pero me pregunto si, sabiendo que seguía atendiendo a las ordenes de mi madre, el dios de los mares lo dejó irse así como si nada.

Fijándome rápidamente en la hora en la pantalla de mi móvil, me doy cuenta que a penas faltan un par de horas para la hora de la cena, por lo que supongo que la cabaña de Poseidón ya estaría preparada para la llegada de Hiccup. Le pido que me siga, y él asiente con una sencilla sonrisa.


Fue una mala idea.

Sé que mamá le pidió que me protegiera, pero a Hiccup se le va la olla.

Nada más encaminarnos por las zonas de las cabañas del Campamento Mestizo las miradas se lanzaron en nuestra dirección, se me había olvidado que era una de esas horas libres en las que la gente aprovechaba para sentarse en el porche de sus cabañas a charlar y pasar el rato hasta que llegara la hora de la cena, alguna gente estaba en los baños, quitándose la suciedad y el sudor de un día lleno de actividades diversas, pero la cantidad de semidioses en aquel lugar era considerable, lo suficiente como para que el simple hecho de caminar resultara incomodo.

Pasó bastante rápido, un hijo de Deméter se dio cuenta de mi presencia, a pesar de que mantuve la cabeza agachada y un tanto oculta tras Hiccup, y decidió informar a todo el mundo de aquella gloriosa información.

–¡Eh, la rata ha vuelto! –anunció con las manos rodeando su boca como megáfono, rápidamente sujeté a Hiccup en cuanto él hizo el más leve movimiento, no creo que sea buena idea dejarle meterse en una pelea innecesaria.

Escucho rápidamente varias risas e insultos dirigidos en mi contra, escucho también mi nombre en las voces confundidas de Astrid y Heather, cuando puedo encontrarlas con la miradas las veo paradas delante de la cabaña de Niké, con expresiones que dejaba muy en claro que estaban dudando en acercarse o no y que querían saber inmediatamente quién era el sujeto que me acompañaba.

Intento tirar de Hiccup en dirección a su cabaña, pero él se mantiene firme, retando a aquel chaval de Deméter con la mirada.

Maldigo por lo bajo cuando me doy cuenta que una hermana de aquel sujeto tiene una botella de agua, maldigo aún más cuando Hiccup se da cuenta de lo mismo.

–¡HICCUP HADDOCK! –brama angustiado Quirón, apareciendo de la nada, avanzando preocupado hacia el hijo de Deméter que chilla y llora luego de que la botella de agua saliera volando contra su ojo derecho.

A pesar de que esperaba que al menos fingiera sentirlo un poco, o que estuviera dispuesto a explicar qué había pasado y por qué había hecho lo que había hecho, Hiccup se metió las manos en los bolsillos, alzó el mentón y pronunció una simple pregunta.

–¿Qué? –escupe indiferente, mirando aburrido como Quirón se inclinaba hacia el otro semidiós, quien de pronto golpea la tierra para que las plantas se alzaran en contra de Hiccup.

Imagino que fue deprimente para el pobre chaval que desde ahora usaría un parche en el ojo el hecho de que, en cuanto le rozaron, las plantas se secaron por completo hasta volverse polvo. El agua arrebatada danza torpe y amorfamente delante de Hiccup por unos segundos hasta caer en el suelo, formando un charco diminuto que se secaría muy pronto. El lugar se quedó en completo silencio, seguramente la gente a nuestro alrededor intentaba comprender qué acababa de pasar, seguramente estaban intentando convencerse de que lo que creían que explicaba todo lo ocurrido no fuera posible.

–Solo estás vivo –empieza a decir, mirando fijamente a aquel semidiós– porque respeto mucho a tu madre, pero si vuelves a pronunciar palabra alguna en su contra te enviaré al Tártaro yo mismo, ¿me has entendido?

El silencio es sepulcral y todo lo que deseo es escapar de allí.

–¿Me has entendido? –repite molesto, dando un solo paso hacia él, alzando la voz.

El chaval solo sabe asentir espantado, huyendo del agarre preocupado de Quirón, ocultándose en su cabaña, siendo rápidamente seguido por una hija de Apolo, supongo yo que es buena curandera porque Quirón la envía para sanarle correctamente el ojo.

El sonido de una lata abriéndose hace que pegue un respingo.

La aparición de un chaval de unos veintitantos años, de piel levemente bronceada y de una larga melena ondulada y castaña hace que todos los presentes nos confundamos, exceptuando Hiccup, quien en verdad se sonroja levemente y aparta rápidamente la mirada, provocando que solo pueda confundirme aún más. ¿Quién narices era de sujeto, de dónde había salido y por qué Hiccup lo conocía?

–Así que eres tú el que me está afectando la apariencia, ¿eh? –es todo lo que dice el sujeto antes de darle un largo sorbo a su Coca Cola Light.

No fastidies.

–¿Señor D? –escucho cuestionar a una semidiosa a la que no le veo el rostro ni distingo su voz, al menos sé que es alguien que ha podido expresar lo que los demás no podíamos ni soltar.

El sujeto tan solo rueda los ojos, ofendido y aburrido. –Reunión de jefes de cabaña, ahora.


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No, jamás le perdonaré al Tío Rick que nos haya robado el derecho a simpear por Dioniso, ¡jamás!

Es que Dioniso se supone que es un chaval atractivo y son los romanos quienes lo cambian a un señor calvo y desagradable a la vista (imagino yo que ese cambio viene más que nada de las bacanales y de la manía que tenían de comer hasta vomitar, literalmente, para luego volver a tragar como locos). Buscad imágenes de Dioniso en Google, mirad la versión del videojuego Hades, Dioniso suele ser representado como un sujeto atractivo.

Vale, que yo entiendo que el director de un campamento para adolescentes ni de coña debería ser un adolescente que esté más bueno que el pan, pero no sé, píllate otro dios, yo qué sé, o por lo menos ponme en alguna parte la coña de que Dioniso es atractivo mientras que Baco es algo así como Gabe.

Buah, no me hagáis mucho caso, es solo que desde que supe de su historia con Ariadna yo adoro mucho a este sujeto, solo eso.

Vamos con otro tema: Hiccup. Haddock. Es. Un. Sádico. Y pienso recordároslo todo el tiempo para después tenerlo como un cachorrito con Elsa. Así funciona este ship para mí, ya lo siento si no os gusta.

Me ha dado gracia poner lo del Atenea Pártenos, pero también esta tonta escena fue cuestión de pánico porque cuando ya lo tenía todo escrito se me vino la pregunta: Oye, ¿Hiccup hubiera estado vivo para sabes de la estatua? Y felizmente sí, si que lo hubiera estado.

Bueno, segunda parte del maratón, vamos a por la siguiente.