La revancha de la hija de Niké, Astrid Hofferson y su necesidad de ganar siempre.


Simulando que nada raro estaba ocurriendo entre nosotros, Hiccup y yo caminamos con leves sonrisillas en el rostro hacia el Pabellón Comedor, la hora designada para comer había llegado hace tiempo, pero siempre me tardaba un poco para almorzar para evitarme a la mayor cantidad de campistas posibles, alguien que está tranquilamente comiendo siempre es un buen objetivo para ataques sorpresas, lo aprendí malamente en la primera semana que pasé en el Campamento Mestizo.

Confío mucho en mis estrategias para evitarme a la gente, no participar en Captura la Bandera, entrenar con figuras de hielo que yo creo, evitar en todo momento el Muro de Escalada porque sé que alguien aprovecharía para tirarme al suelo y dejar que la lava me cayera encima, ocultarme en mi cabaña todo el tiempo posible, quedarme pegada a las pocas personas, Heather y Astrid, que me no me despreciaban. No es que quiera evitar a la gente, de verdad que no, pero estar cerca de ellos es un peligro constante y no me apetece, por eso, por ejemplo, jamás me he metido en la cabaña de Afrodita por mucho derecho que tuviera como legado, sé que quedarme expuesta a cualquier cosa alrededor de ellos era sencillamente una horrible idea.

Confiaba tanto en mis estrategias que no me pensé en todas las variantes que la presencia de Hiccup causaba en las actividades normales del Campamento.

El comedor estaba lleno a pesar de que faltaba media hora para que terminara la hora de comer. Me detengo de golpe y me recorre un terrible escalofrío cuando veo a todos los campistas que participaron en Captura de la Bandera sentados en sus respectivas mesas, empapados de pieza a cabeza, con la furia haciendo que parecía que estuviera saliendo humo de sus orejas. Miles de ojos rabiosos, por primera vez en toda mi vida, no estuvieron firmemente clavados en mi persona, sino en Hiccup.

Quise tomarle de la mano para darle algo de ánimos y sacarlo de allí para evitarnos problemas, pero antes de que me diera cuenta él estaba encaminándose para pillar su comida.

Las miradas lo seguían en todo momento, podía incluso jurar que peleaban contra sus necesidades para no parpadear. A pesar de que estoy justo a su lado, o en algunos momentos un paso por detrás de él, nadie parece fijarse en mí, nadie parecía cuestionarse porqué no terminé en el lago justo como todos ellos. Tal vez ya saben la respuesta y prefieren seguir fijándose en Hiccup, tal vez su rabia ni siquiera les ha dado tiempo para cuestionarse mi existencia.

Por un momento me siento invisible por completo ante todo el Campamento Mestizo, pensarás que eso es triste, querido lector, pero jamás me había sentido más segura y aliviada hasta ahora. Invisible, dioses del Olimpo, que bien se sentía. Invisible, nadie me miraba a mí, nadie le daba ninguna importancia a mi persona. Invisible... por completo, nada de rabia, burla ni odio dirigidos hacia mí... nada.

Sé qué es llamar la atención de todas las maneras posibles. En el Campamento soy el chivo expiatorio, en primaria era la rara que hacía que te preguntaras si tenías que llamar a servicios sociales, y llevo un par de año sintiendo miradas lascivas sobre mí dentro de mi instituto. Llevo demasiado tiempo siendo el centro de atención en todos los lugares a los que voy, años sintiendo tantos pares de ojos clavándose en mi cuerpo e intentando destrozar toda barrera que pudieran encontrar. Ahora no había absolutamente nadie fijándose en mí, y aquello se sintió con el mayor y más hermoso soplo de aire fresco.

Y podría disfrutarlo por completo si no fuera porque ahora el centro es Hiccup. A él no parece importarle, incluso puedo llegar a pensar que con el tiempo ha aprendido a reírse del desprecio que los otros le profesan. No se inmuta, no le molesta en lo absoluto, incluso parece un poco satisfecho.

De momento a otro se detiene para dedicarme una honesta sonrisa. –¿Todo bien? –me pregunta con delicadeza.

No puedo evitar soltar una risilla. –Todo el mundo te está viendo ahora mismo, Hiccup Haddock.

–No los culpo –me responde hundiéndose en hombros–. Saben que no pueden hacer más que eso, no de forma segura al menos. Quieren atacarme y maldecirme, lo sé a la perfección, pero no me queda más que reírme hasta que alguno de estos enclenques tenga el coraje suficiente para atacarme.

Y justo en ese momento la punta de una larga lanza se apretujó contra el centro de su cuello.

Te juro por los dioses, querido lector, que si siguen atacándolo de momento a otro me va a dar algo.

–Tú eres un tramposo –gruñe Astrid mientras Hiccup sencillamente la miraba con aburrimiento.

Quiero meterle una colleja cuando se ríe burlonamente. –Oh, ¿vas a llorar por eso?

La respuesta de Astrid es apretujar más la punta de la lanza.

–Astrid, venga, es solo un juego de Captura la Bandera...

–¡Tú te callas! –me brama intentando llevar la lanza a mi dirección pero Hiccup la sujeta antes de que pueda moverla.

Ah, genial, ahora él también está enojado.

Lo veo apretujando con fuerza la madera de la lanza, lo veo tensando todo su cuerpo y poco a poco inclinándose hacia Astrid.

–Vuelve a apuntar tu arma hacia ella y te romperé las piernas, hija de Niké.

–Me gustaría ver que lo intentaras sin los poderes que te da tu papi, hijo de Poseidón –le responde con algo más de confianza y calma–. Tú y yo. Mañana a las 3:30 de la tarde. En el Campo de Entrenamientos. Voy a darte una ayudita con eso de volver a ver a tu madre.

Hiccup no hace más que alzar una ceja. –¿Una pelea a muerte entonces?

–¡No! –me meto antes de que Astrid si quiera pueda abrir la boca–. Nada de asesinatos, Hiccup, ya lo dejamos claro antes.

–Dijiste que eso de no asesinatos era para cuando alguien te ofendía a ti, pero ahora mismo alguien me está ofreciendo una pelea, son otros términos.

Volteo bruscamente en dirección a Astrid, en busca de la más mínima prueba de que ella piensa actuar como una persona razonable y dar un paso atrás para cancelar esta locura. Hiccup acababa de barrer como si nada contra casi el campamento entero, entiendo que como hija de Niké, sobre todo siendo la jefa de cabaña y la única de entre los hijos de dioses menores con todas las recomendaciones necesarias para la universidad de Nueva Roma, a Astrid no le cae muy bien eso de perder de forma tan absoluta, de ella no podía esperar nada de lógica. Volteo entonces hacia la mesa de Ápate para buscar a Heather con la mirada, al encontrarla no sé hacer otra cosa que rogarle mudamente de que intervenga. Ella solo niega con expresión rendida y gesticulando algo muy claro que es raro que no se me haya ocurrido hasta ahora. Ya lo ha intentando.

Antes de que me dé cuenta esos dos ya se han dado un apretón de mano para dejar como sellado su trato. Maldigo por lo bajo mientras veo como Astrid regresa a su mesa, sus hermanos la reciben con vítores y halagos y yo no puedo evitar pensar que son todos una panda de idiotas suicidas.

–Ni se te ocurra matarla –le mascullo a Hiccup con el ceño fruncido.

Y él solo sonríe como un encantador idiota, que ganas de ahorcarlo.

゜・。。・゜❆ ゜・。。・゜

Me tumbo en mi cama bruscamente muchas horas después de lo ocurrido en la comida, luego de aguantar por toda la tarde la rabia de otros campistas contra Hiccup y una cena que no me supo a nada. No puedo evitar sonoramente y maldecir absolutamente todo lo que veo desde mi cama, excepto las fotos de mi madre, esas son más sagradas que el bendito manto de la Virgen María...

¿La Virgen María en verdad era virgen? Es decir, supuestamente Jesús también existe, al menos he escuchado que Thor un día lo retó a un combate pero jamás se presentó al lugar. Por lo que, asumiendo que Jesús existe, ella también debería existir. Cuando lo piensas bien, Jesús es un semidiós.

He oído a uno que otro decir que eso de quedarte embarazada por el Espíritu Santo en forma de paloma suena mucho a "mujer mortal se mete con Zeus transformado en paloma y termina creando una religión por accidente", pero honestamente no tiene sentido. En todo caso, Jesús sería hijo de Baco, pues vivía en dominios romanos y eso de que tu primer "milagro" sea convertir el agua en vino suena muchísimo a, has adivinado, hijo del dios del vino.

¿Yo por qué me puse a pensar en Jesús y su evidente correlación con Baco? Ah sí, las fotos sagradas de mi madre, el enojo con Hiccup y su tendencia a meterse en peleas solo porque sí, y las ganas de querer maldecir todo en esta cabaña.

Estúpido cerebro con TDAH, deja de dormirte en los laureles.

Aunque dormir un rato no me vendría mal, ha sido un día cansado. He tenido que aguantar los comentarios de porquería de Naveen, aparentemente Isabela ahora quiere ser maja conmigo –vete tú a saber por qué–, he tenido que pelear por unos segundos contra Hiccup –lo cual salió sorprendentemente mejor de lo que me esperaba a pesar de haber perdido–, también estuvo todo el tema de su voz y el susto horrible que me dejó, y luego...

Ah, luego estuvo eso.

El beso.

El bendito beso.

Besé a Hiccup.

En los labios.

Besé a Hiccup en los labios.

Lo voy a repetir una vez más, solo para que quede claro para todos los presentes: Yo, Elsa Snow, hija de Quíone, llegué a la conclusión de que era una esplendida idea besar en los labios a Hiccup Haddock, hijo de Poseidón y antigua decoración en el jardín de mi madre divina.

Me tiro bocabajo en la cama para tapar mis chillidos en las almohadas mientras doy patadas y puñetazos en el colchón.

–Idiota, idiota, idiota, idiota, idiota, idiota, idiota, idiota, ¡IDIOTA!

Me levanto bruscamente para quitarme el pelo de la cara e intentar relajar mi respiración alterada.

–Es que soy idiota, dioses del Olimpo, soy idiota –me sigo repitiendo porque sencillamente no sé qué más hacer con vida–. ¿Por qué hice eso justo en ese momento? ¿Cómo se me ocurre hacer eso en ese momento? ¿¡Y luego salir corriendo como una cría tonta!? ¿¡De qué voy!?

Quiero llorar y pegarme un rato, por idiota.

–¿Debería hablar con él? ¿Y qué le digo? ¿Que me arrepiento de besarle? Pero eso no es de todo cierto porque él me gusta –me detengo de golpe en ese momento, tirando todo mi pelo hacia atrás mientras repito lentamente lo que acabo de decir–. Él... me gusta... Hiccup Haddock me gusta... le quiero... le quiero y mucho... quiero que sea mi novio –aprieto con fuerza las sábanas de mi cama–. Quería besarle... quiero besarle.

Llego a sentir un horrible calor por lo sonrojadas que están mis mejillas, fíjate, ahora soy un maldito volcán.

Tomo mi móvil para ver la hora. Todavía no es el toque de queda.

Soy idiota. Muy idiota. Pero no pienso admitirlo frente a nadie. Si te preguntan, culparemos a Afrodita y a Eros.

Salgo de mi cabaña preguntándome exactamente por qué estoy haciendo esto... bueno, en verdad una parte de mí me cuestiona por qué estoy haciendo esto y la otra parte calla a la primera y me motiva como si fuera mi animadora personal. Sé que me tiembla todo el cuerpo, sé a la perfección que el corazón me retumba con tanta fuerza que noto las orejas tapadas por la presión, sé que tengo la cara tan roja que parezco semáforo... un semáforo que está a punto de tomar una decisión muy arriesgada.

Disfrutando nuevamente la invisibilidad que el Campamento ha decidido darme por hoy, me encamino a base de zancadas hacia la cabaña 3, la cabaña de Poseidón.

Eh, que cabrones, las primeras tres cabañas están mucho más curradas que las de los demás dioses, pero muchísimo más.

Elsa, por los dioses, concéntrate, que tú ya sabes eso.

Me detengo de golpe frente a la entrada de aquella inmensa, y seguramente tristemente solitaria, cabaña de grandes paredes, deseando que todavía Hiccup no esté dormido. Toco a la puerta y en cuanto termino de hacerlo se me viene a la cabeza la pregunta de qué se supone que voy a decirle.

Oye, que lo estaba pensando y como que me muero de ganas de besarte, ¿qué te parece?

No, dioses, eso ni de broma.

Hola, venía a pedir tu consentimiento para comerte la boca.

Dioses, no, venga, que lo de ser legado de Afrodita debe servir para algo.

Quiero besarte, ¿puedo?

Me sujeto la cabeza con ambas manos, ¿por dónde diantres se han escapado todas mis neuronas?

–¿Elsa?

Pego un respingo al oír la voz de Hiccup. Mi corazón empieza a cantar el temita de "Bésala" y mis piernas gritan que salga corriendo de ahí. El traidor de mi cerebro ha dejado un cartelito donde dice que volverá en cinco minutos. Cobarde.

Intento sacar alguna palabra a la fuerza de mi boca mientras levanto la cabeza pero todo se convierte en nervios y balbuceos que me doy cuenta que está sin ninguna otra ropa además de unos pantalones holgados y naranjas con el logo del Campamento. Mira que llevo años diciendo que esos pantalones se ven horribles y son la cosa más ortera y cutre el mundo entero, pero a él le quedan condenadamente bien.

–Ahh...

–¿Todo bien?

No mires su torso, Elsa, no hace falta ver su torso. Elsa... ¡malditas hormonas!

El mundo entero se me remueve con toda la locura existente en cuanto él se me acerca para sujetar una de mis manos y acunar también una de mis mejillas.

–¿Estás bien? ¿has vuelto a tener una pesadilla? –me pregunta con toda la delicadeza del mundo, una delicadeza que hace que mi cabeza dé vueltas y vueltas sin parar y que mi cuerpo entero tiemble. Logro murmura torpemente que estoy bien, que no he tenido ninguna pesadilla. Hiccup solo frunce el ceño con preocupación mientras silenciosa y torpemente sigo pensando en qué demonios decirle para que quede claro que quiero besarlo.

Porque eso de robar besos es muy de los 50 y yo solo imito a ese época con la ropa que llevo a la iglesia.

Pero oye, nadie ha dicho nada contra el consentimiento no verbal.

Abrazo su cuello de la manera más firme que puedo fingir, mi cuerpo sigue temblando pero el hecho de que Hiccup me devuelva el abrazo hace que me calme un poco. Me siento un poco tonta al hacerlo pero todo lo que se me ocurre es mirarlo fijamente a los ojos por un largo rato para luego fijarme en sus labios y tirar un poco de su cuello hacia mí, porque el maldito es muy alto y sencillamente no llego.

Hiccup aún se ve un poco confundido, pero accede a seguir el movimiento que indican mis manos. Llega un punto en el que nuestras frentes están pegadas y nuestras respiraciones se entremezclan.

Solo por si acaso, me atrevo a murmurar lo que quiero hacer.

–Realmente me gustaría besarte en este momento –susurro muerta de la vergüenza, mirándolo a los ojos y rezando para que no se aparte de mí.

Él me mira asombrado, con sus manos apretando fuertemente mi cintura.

Dioses, realmente quiero besarlo.


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Y pues eso, hasta el próximo domingo ;)

Soy un ser cruel, lo sé, pero no es como si no me conocierais bien a estas alturas, yo advertí que se venían cliffhangers, así es la vida, corazoncitos.

Algo que me va a dar mucha gracia es que Hiccup y Astrid para este fanfic no sé conocen en lo absoluto cuando a mí en verdad me gusta muchísimo la amistad y complicidad que tienen, algo que ya visteis en Huyendo del Destino. Es más, a inicios de este fanfic tenía planeado que Astrid también fuera esclava de Idylla y fuera la única amiga de Hiccup en aquel entonces y el motivo por muchos ataques de ira de nuestra horrible princesa espartana.

Pero bueno, nos podemos permitir tenerlos a ellos discutiendo por tonterías.

El tema de este enfrentamiento no sé cómo lo llevaré a cabo, solo sé que lo quiero para juguetear un poco con las ideas que yo tengo de cómo serían los poderes de una hija de Niké, también para ver un poco más de Hiccup sin sus poderes de semidiós.

Siento que esta historia va rápida de narices, pero la verdad es que estamos en el capítulo 22, aunque es cierto que los capítulos de este fanfic son mucho más cortos que otros que estoy usando de referencia –por ejemplo, en Huyendo del Destino el primer beso de Hiccup y Elsa fue en el capítulo 18, 19 si contamos el prólogo, mientras que en La cruzada de la última DunBroch su primer beso fue en el capítulo 8, pero también es cierto que los capítulos de estos fanfics son, al menos, el doble de largos que los de este–.

En fin, que no sé si todo esto yendo exageradamente rápido con estos dos y no sé si, dando por hecho que que está yendo muy rápido, eso os molesta a ustedes. Porque sé que hay gente que sencillamente detesta el insta-love de la misma forma que yo no aguanto el slow-burn, pero es que mi cerebro arromántico no entiende cómo diantres funciona el amor romántico, ya lo siento mucho os aseguro que intento arreglar ese detalle.

En cierto punto quiero hacer que estos dos ya sean novios y se dejen de tonterías, pero por otra parte creo que lo "normal" es hacer que se tomen las cosas más despacio.

Ay, no sé, no entiendo cómo funciona el romance.