Tierra trágame y escúpeme directamente en el Inframundo, ya no quiero vivir.
Hiccup sujeta firmemente mi cintura con ambas manos. Muriendo de nervios, intento acercarme aún más a sus labios, pero pronto me doy cuenta que me está sujetando para que no pueda moverme mucho. Bajo la cabeza de golpe cuando me doy cuenta de lo que está pasando, intento escapar de la vergüenza que está carcomiendo junto con la pena y las ganas de que me tragara la tierra para siempre.
–Deberías ir a descansar, Elsa –me dice con toda la delicadeza del mundo, haciendo que extrañara como loca su costumbre de acariciar mi espalda–. Tú realmente no quieres hacer esto.
Espera, ¿qué?
Él deja un beso en mi mejilla antes de que pueda preguntarle nada. Parece que quiere despedirse de mí, pero logro preguntar tan rápido que por un momento siento que no me dejo entender correctamente.
–¿A qué te refieres con eso? –le pregunto con algo de terquedad, con un tono mucho más mordaz del que en verdad quería usar. No me había dado cuenta en que momento me había puesto llorar de la frustración y de la vergüenza, en que momento había dejado que la rabia de ser rechazada de una forma tan absoluta y brusca me consumiera con fuerza. Me sentía como una idiota, Hiccup no tenía obligación alguna de corresponderme de esa manera si así no lo quería, no me debía nada, no merecía que me pusiera de esa forma por algo tan legítimo como rechazar un beso–. ¿Cómo sabes lo que quiero o no?
Es entonces que Hiccup toma mis brazos para marcar un poco de distancia, en realidad no mucha, pero la cosa es que nos miramos cara a cara sin problema alguno y realmente siento que él y yo somos todo lo que existe en ese preciso momento. Es también entonces que me doy cuenta de que está apretando los labios con fuerza y su mirada está teñida por toques de vergüenza y arrepentimiento.
¿Por qué siempre tiene que ser tan malditamente misterioso? ¿por qué no puedo comprenderlo mejor? A veces es como si siguiera hablándome en griego antiguo yo necesitara unos segundos para saber qué ha dicho y qué decirle.
–Hiccup –lo llamo limpiando bruscamente mis lágrimas–, ¿tú, después de todas las veces que te mostrado que me gustas, de verdad te crees que no quiero hacer esto?
–Creo que en verdad querrías tomarte tu tiempo, como ya has hecho antes –me responde apresuradamente, sin mirarme a la cara.
No puedo evitar resoplar molesta. –¿Se te ha ocurrido que tal vez ya no quiero esperar? –le pregunto con algo de brusquedad, soltándome finalmente de su agarre pero dando algunos pasos hacia él, pasos que él retrocede. Me detengo de golpe pero gestionar rápidamente mis emociones y dejar de parecer una maldita lunática–. Oye, no pasa nada porque me rechaces, estás en todo tu derecho, no me debes absolutamente nada, pero no te atrevas a decirme cómo me siento cuando no tienes ni idea.
–Solo digo que es sospechoso que hoy te creas que ya no quieres esperar –noto en su tono de voz que él también se está desesperado, pero de su parte parece más asustado y triste que frustrado. No estoy entiendo absolutamente nada, espero que tú sí, querido lector–. Y estoy preocupado, no quiero aprovecharme de ti –me dice con la voz algo rota–, me niego a hacerlo y convertirme en mi padre y en mis asquerosos hermanos.
–¿Puedes hablar claramente por una vez en tu vida? –le exijo tirándome todo el pelo para atrás, frustrada de no entender qué demonios está dando por hecho en está conversación.
Por un momento él también se muestra agobiado y estresado, se pasa una mano por el rostro para luego desordenar aún más su cabello, yo sigo esperando por una respuesta con un mínimo de sentido.
–¿Es que tampoco sabéis nada de las sirenas ahora? –me pregunta algo irritado. Antes de que pudiera volver unos segundos a todo lo que había llegado a leer de las sirenas (no mucho, la verdad, tampoco es que me preocuparan mucho tomando en cuenta que jamás me planteé hacer una escapada al mar abierto porque, ya sabéis, dios de los mares al que no le agrado y todo eso), Hiccup ya había vuelto a comenzar a hablar, explicando lo que yo intentaba recordar–. Los marineros se tiraban desde sus barcos porque, después de todo, el canto de sirenas siempre ha sido hipnotizante y terriblemente tentador, tentador de todas las maneras posibles ¿comprendes lo que te digo? No solo era la necesidad de aliviar un falso calor o una falsa sed.
Aprieto un poco los labios y frunzo el ceño. –¿Estás diciendo lo que creo que estás diciendo? –pregunto algo incómoda.
–No soy solo el hijo de Poseidón, o el aprendiz de mortales melodías, definitivamente no soy solo la espada idílica, ¿verdad que no? –su tono tiene cierta rabia que me preocupa un poco, hace tiempo que no escucho a nadie refiriéndose a él como la posesión de Idylla, lo más cercano fue cuando el señor D insinuó que él ahora era mi posesión–. Soy la calamidad y la lujuria, como todo hijo de mi padre.
–¿Qué? –suelto, sintiéndome tonta de inmediato–. ¿Qué tendrá que ver tu padre con la lujuria? Que yo sepa el señor D es de los pocos dioses varones de la fertilidad.
Hiccup suspira pesadamente y niega con la cabeza. –No te hablo de fertilidad –de momento a otro, vuelve a sujetarme de la cintura, con algo más de brusquedad, intimidándome un poco más y alocando todo mi cuerpo por completo–, te hablo de la lujuria, de no saber controlar tus instintos, de ser un estúpido animal que se guía con su entrepierna, no me creo que os hayáis olvidado de la fuerte conexión ente la lujuria y mi padre. Yo no puedo controlar por completo estas habilidades, no puedo estar seguro si te ha afectado de esta forma o no mi canto, así que, por favor, ve a descansar, Elsa.
Quiero decirle que yo estoy completamente segura de lo que siento y de lo que quiero hacer, pero estar nuevamente tan cerca me está dejando un poco tonta, dame unos segundos, querido lector.
Vuelve a besar mi mejilla, cuando creo que se va a alejar decide mantenerse pegado a mi oreja. –Por favor, no creas que esto significa que no te quiero.
La forma en la que sus manos apretujan mi cintura mientras su aliento choca contra mi piel hace que el corazón se enloquezca de tal manera que incluso llega a ser doloroso.
–Elsa, ahora mismo tienes dos opciones –su voz cada vez es más ronca y mis piernas cada vez son más débiles–, puedo besarte, meterte en mi cabaña y perder por completo todo mi autocontrol.
Oh, dioses benditos, como que hace mucho calor otra vez, lo suficiente como para que no se me ocurra decirle que el consentimiento no funciona exactamente así, luego le puedo dar esa charla.
–O puedes irte a tu cabaña a descansar y los dos hacemos como que nada de esto ha pasado.
Yo, por intentar algo, empiezo a juguetear con su cabello.
–¿Y no podemos solo besarnos y luego me voy a descansar?
Sus brazos me rodean para apretujarme contra su cuerpo, intento ignorar el hecho de que él está completamente desnudo de cintura para arriba.
–No.
No puedo evitar apretar los labios, este es el rechazo más raro al que me he enfrentando jamás... aunque en verdad no me he enfrentado a muchos que digamos. –Eso no es justo.
–Ve a descansar.
Me muevo para mirarlo fijamente a los ojos. –Si mañana te lo pido, ¿me besarás?
Veo cómo se sonroja por completo, tomaré eso como un punto a mi favor.
–No lo dices en serio.
–¿Mañana creerás que voy en serio? –insisto en preguntar, porque otra cosa no pero terca puedo ser un rato, y porque, cuando lo piensas bien, prácticamente no me está rechazando, solo está preocupado por mí, lo cual es tremendamente tierno pero también tremendamente frustrante.
Él finalmente me suelta, lentamente, como si en cierto punto no quisiera hacerlo, incluso al final se queda sujetando mis manos con toda la delicadeza del mundo. –Hasta mañana. –intenta despedirse.
–Tomaré eso como un sí –me apresuro a decir y darle un beso en la mejilla antes de irme lo más rápido posible.
–¡Deja de besarme para luego salir corriendo! –le escucho gritar.
Vale, tengo a un sirenito volviéndome loca con sus sonrisitas a unas cuantas cabañas de distancia, en la mayoría de ocasiones a muchísima menos distancia, eso es normal, por supuesto que es normal ¿a quién no le parecía todo esto normal? Las cosas son completamente normales para los parámetros del Campamento Mestizo, nada que ver por aquí, espectadores.
¿Percy Jackson tendría una habilidad especial? ¿El canto de sirena funciona como el resto de sus poderes? Quiero decir, ¿sencillamente nacen con la capacidad de hacer eso o solo se puede aprender? Porque a Hiccup lo conocen como el aprendiz, ¿se fue en búsqueda de sirenas para que le enseñarán a cantar como ellas? ¿con qué propósito? Dylan dijo que Hiccup solo era el líder de los guardas de Idylla, ¿la muchacha sencillamente se paseaba lo suficiente por los mares y tan lejos como para que fuera necesario que Hiccup aprendiera de las sirenas? ¿Acaso él iba a guerras que lo forzaron a aprender a cantar como sirenas?
¿Por qué diantres Hiccup había aprendido a cantar como las sirenas? ¿Por qué era conocimiento general y al mismo tiempo no esa habilidad? El señor D había dicho que su esposa quería saber de qué iba todo eso de "aprendiz de las mortales melodías" eso significa que aquel apodo se difundió pero no lo que significaba en verdad.
Hiccup también ha dicho que no sabe manejarlo por completo, que no sabe cuándo su voz tan solo incita a la gente a zambullirse al cuerpo de agua más cercano o les incita a cosas... indecorosas. Hubiera tenido gracia que durante captura la bandera hubiera sido la segunda opción y se hubiera armado tremendo jaleo digno de una bestial bacanal.
Cuando lo piensas en profundidad, su voz seguramente serviría para incitar a orgías...
–Eso es –murmuro luego de haber estado todo este largo rato caminando por mi habitación luego de todo lo que pasó a las puertas de la cabaña de Poseidón–. No... no puede ser, no, es una tontería –intento convencerme en medio de risas nerviosas–. Tendría sentido teniendo en cuenta que Idylla es una soberana hija de la...
Respira, Elsa, respira, que como suelte algo de eso termino con Afrodita dándole porrazos a mi puerta para decirme de todo menos guapa.
Tengo que preguntarle todo esto a Hiccup mañana mismo, todo esto es un completo lío que no logro comprender en lo absoluto.
.
.
.
.
*Inserte aquí risa malvada*
Os dije que aún habían aspectos de su canto de sirena que no conocíais.
X: ¿Me estás diciendo que disfrutas haciendo sufrir a tus lectores?
Yo: Sí, claro, y estoy cansada de fingir que no.
Nah, mentira, os quiero mucho, pero es que estás cosas son muy divertidas de hacer.
En fin, un capítulo cortito para que me odiéis a mí y odiéis un poquillo más a Idylla, que lo último nunca viene de más.
La verdad es que lo iba a terminar antes, pero tenía muy pocas palabras por lo que decidí añadirle esa escena de Elsa cuestionándoselo todo.
Si os preguntáis si realmente Elsa estaba afectada por el canto de Hiccup y todo eso... lo sabréis este miércoles. Porque desde ahora las actualizaciones de está novela se harán dos veces por semana, miércoles y domingo. No sé si podré hacer lo mismo con otras plataformas como AO3 o Wattpad, para aquí el horario se queda así.
En fin, creo que esto sería todo, no me matéis por favor, juro que os lo voy a recompensar de alguna forma.
