¿Poseidón y Niké alguna vez se enfrentaron? No tengo un chiste para este título.
El temita de que Hiccup se enfrentaría a Astrid se volvió mucho más importante de lo que esperaba que se convirtiera, incluso había mucho más campistas presenciando la pelea de los que hubo participando en el Captura la Bandera de ayer, tenías a las hijas de Afrodita comentando lo que creían que pasaría junto a uno que otro hijo de Ares. Los hijos de Hermes, que no fueron muchos en el juego de ayer teniendo en cuenta la gran cantidad de chavales que eran, estaban paseándose encantados con puestitos de comida, haciendo apuestas sobre quién ganaría, sobre cuánto duraría la pelea entre otras cosas. Un hijo de Hermes, un chaval llamado Lance Strongbow, se me acercó con una sonrisa de oreja, me rodeó los hombros y me insistió por al menos quince minutos enteros sobre todas las ganancias que yo, alguien que conocía muy bien a ambos participantes de esta tontería, podría obtener. Puso una sonrisa rara y una voz coqueta mientras hablaba de lo bien que seguramente debía conocer a Hiccup.
No, por supuesto que el hielo en sus pantalones no fue mi culpa, es solo el calentamiento global.
Los hijos de Hefesto hicieron que el combate se retrasará media hora por lo insistentes que fueron para que alguno de esos dos usarán las armas que ellos habían forjado, Hiccup, por la insistencia de un pequeño chaval –bueno, pequeño, el muchacho tendría tres años menos que yo pero era enorme– llamado Kristoff, accedió a por lo menos probar una espada y un escudo. Descartó la espada, no sé por qué, pero terminó aceptando el escudo. Astrid probó lanzas, espadas, incluso hachas, pero se quedó con su arma y su escudo de toda la vida, esas que siguen frías por la vez que me pegó un susto en un Captura la Bandera de hace años y terminé congelándolas, ya no tienen nada de hielo, pero siguen frías.
Los hijos de Apolo y Dionisio están disfrutando del sol, algunos de este último grupo bromean de que quieren tener el bronceado de su padre, otros le están tocando las narices a Naveen por la paliza que Hiccup le dio. Se lo merece, por cerdo.
Entre el grupo de Apolo puedo ver a Rapunzel, con dos hermanas suyas trenzando su largo –exageradamente largo– cabello dorado. Nuestras miradas se cruzan, ella me sonríe y me saluda con una mano. Antes de que pueda devolverle el gesto, una de sus hermanos mayores se voltea bruscamente en dirección y empieza a regañarla. Se me remueve el corazón cuando veo su carita triste y temerosa. En algún punto vuelve a mirarme, más disimuladamente ahora y yo le dedicó un lo siento mudo.
Vuelvo a desviar la mirada cuando ella me sonríe con tristeza.
Heather está con sus hermanos y con Megara, visiblemente angustiada porque su novia es una tonta que le encanta ponerse en peligro. Sus palabras resuenan en mi cabeza una y otra vez, haciendo que cada vez me sienta más culpable.
En cuanto llegué al Campo de Entrenamientos me acerqué a Heather para disculparme por toda la situación, ella me dijo que no me culpaba a mí sino a la idiota de su novia –cabe mencionar que Astrid estaba presente en ese momento– y que no me angustiara. Cuando esos dos se dirigieron al centro del campo, le comenté a Heather que intenté hacer prometer a Hiccup que no se le fuera la mano, pero ella me interrumpió con lo siguiente.
–Incluso si lo hubieras convencido, que lo dudo –añadió eso último con un poco más de calma y gracia–, eso no evitará que lo dé todo, ¿no sabes los poderes de Niké que tiene Astrid?
–¿Qué poderes?
–Ya sabes, el ánimo, al igual que los hijos de Belona, los hijos de Niké siempre motivan a sus compañeros, antes era con compañeros de guerra, pero ahora estos descerebrados lo usan para que los enemigos nunca los subestimen. Para ellos no les valdría ganar sino es contra todo el poder de su enemigo.
–Vamos, que esto no durará mucho.
–¿La pelea? No ¿La furia de Astrid? Eso sí que será eterno.
Creo que en cierto punto Astrid sabía esto también, por lo que nada más colocarse en medio del todo, dejó en claro que cualquier tipo de poder estaba prohibido. Así que nada de agua control para el bueno de Hiccup y ella no usaría la habilidad de su madre para llenar de fuerza al resto de las personas. A Hiccup parecía gustarle la idea, por lo que juró incluso por el río Estigio de que seguiría las normas, Astrid, como siempre con ganas de competir, hizo lo mismo. Lo bueno es que ambos fueron lo suficientemente inteligentes para dejar muy claro durante cuanto tiempo juraban no usar sus poderes.
Te preguntarás lector por qué estoy tan preocupada. Es porque, para tu sorpresa, quiero que gane Hofferson, ¿por qué? Te preguntarás.
Porque como no gané esto seguirá y seguirá sin parar hasta el fin de nuestro días.
Suspiro pesadamente mientras escuchó a un hermano de Astrid anunciando finalmente el inicio de la pelea.
No me he dado cuenta hasta ahora, pero estoy más sola que la una. Hay que ver lo raro que se siente eso luego de unos días teniendo a Hiccup todo el tiempo conmigo.
Bueno, las viejas costumbre siempre vuel...
¿Por qué huele a rosas?
–Buenas tardes, Snow.
Pego un brinco al ver a Isabela sentándose a mí lado con una sonrisa ladina. Tiene un refresco en la mano y lleva puesta ese modelo de la camiseta del campamento que varios campistas latinos empezaron a hacer en cantidades casi industriales hace unos años por cierto comentario que alguna vez soltó un semidiós de la cabaña de Eris solo porque, según sus palabras, quería ver el mundo arder. Era una camiseta que habían cortado malamente para que fuera un crop top sin mangas, habían pintado el centro para tapar el logo del campamento y encima habían escrito en negro "Cállate, gringo".
–Ah, hola Isabela, ¿qué te trae por aquí?
Ella alza una ceja, sin borrar la sonrisa. Con la pajita de su refresco, que es de metal porque #ecofriendly y porque los hijos de Deméter no usan cosas que deriven de plantas, apunta en dirección a la batalla.
–A ver la pelea, por supuesto.
–Me refería más al sitio junto a mí que has elegido, porque, sino te has dado cuenta, aún quedan muchísimos asientos que no te obligan a estar justo a mi lado, además que tus hermanos están –empiezo a buscar con la cabeza el grupo de hijos de Deméter.
Isabela interrumpe mi búsqueda. –Están haciendo crecer uvas en la Casa Grande para tocarle las narices al señor D. No somos de peleas, en verdad, pero yo tenía ganas de ver cómo se las lidiaba el niño de Poseidón sin sus poderes de hijo de los Tres Grandes.
–Tú lo que quieres es que Astrid al menos le dé unas buenas hostias.
Ella, riéndose alza las manos. –Culpable –admite, antes de dar un sorbo a su bebida. Alzo una ceja al verla haciendo una mueca y tragando con dificultad–. Maldita sea, el idiota de Lance me ha vendido una bebida caliente con este maldito calor.
–Realmente es un poco tu culpa por confiar en Lance –le digo, aunque no sé realmente si quiere que hable con ella. De todas formas decido ayudarla, que no me cuesta nada. Tocó con un solo dedo su refresco y ella abre los ojos por completo al ver como se forman hielos–. De nada –le digo, un poco presumida para ser honestos.
Por un momento me siento incomoda al sentir su mirada seria contra mí.
–Oye, yo venía a disculparme...
–Pensé que querías ver cómo le daban de hostias a Hiccup –interrumpo por la necesidad de no ponernos muy serias. Ella rueda los ojos.
–También, pero principalmente para disculparme contigo. Me dejé llevar por lo que todo el mundo dice en el campamento de ti y jamás se me ocurrió conocerte de verdad. Eres una tía maja y a la gente se le va mucho la olla contigo. Perdona por como he sido contigo hasta ahora.
Me quedo en silencio por unos segundos muy largos, escuchando de fondo los vítores del público y el choque de armas, debería de estar fijándome en la pelea, lo sé, pero no puedo evitar seguir mirando a Isabela completamente impactada. Suelto una toz falsa mientras me tiro el cabello para atrás e intento sacar palabras de mi boca.
–Yo... ah, no sé qué decirte –se me escapa una risa nerviosa–. Creo que es la primera vez que alguien de aquí me suelta algo como esto –me cuesta un poco volver a mirarla, pero lo logro de la misma forma que logro sonreírle–. Gracias.
Ella me regresa la sonrisa para luego sacudir su bebida. –Gracias a ti también –me dice, refiriéndose a la bebida ahora fresca. Lleva su mirada a la pelea, yo hago lo mismo. No sé cuánto tiempo ha pasado, pero es evidente que ha sido bastante para Astrid.
Tal vez es la distancia, pero Hiccup a penas parece respirar con dificultad, seguramente no es nada para él. Pero Astrid se está sosteniendo con ayuda de su lanza, el escudo parece que está a punto de caérsele de las manos y tiene el cabello y la ropa hecha un desastre.
Se dicen algo, pero a saber de qué se trata, están demasiado lejos. La veo sonreír, y por lo menos a mí me parece un gesto completamente genuino, aunque seguramente solo está perdiendo la cabeza. No puedo evitar volver a desviarme, mirar a Heather. Está mordiéndose las uñas mientras mira fijamente la pelea y sus hermanos y hermanas intentan tranquilizarla.
¿Era así cómo se vivía en la época de gladiadores? ¿Era así cómo veían las antiguas parejas, amistades y familiares a sus seres queridos cuándo se enfrentaban a Hiccup?
¿Idylla se sentía como yo me siento ahora cuándo veía pelear a Hiccup?
–Exactamente –la voz de Isabela me saca de mi trance–, ¿qué es lo que hay entre tú y el sirenito?
Me pongo roja de pieza a cabeza.
–Ah... ahora mismo un par de kilómetros –respondo a lo tonto.
–¿Kilómetros? –ella alza una ceja–, ¿desde cuando los gringos usáis los kilómetros?
–¡No soy una gringa! Mi familia es de Noruega, no he visitado mucho el lugar, pero mi madre es muy europea, créeme.
–Ah, una guiri, genial –rueda los ojos y yo decido pretender que entiendo qué significa eso, creo que lo más seguro en este momento es suponer que está insultando–. Pero ya en serio, ¿qué sois?
–Esa es una estupenda pregunta, Madrigal, coméntame cuando tengas la respuesta.
–Dicen por ahí que ayer os vieron besándoos –me comenta con un tono juguetón.
Mierda.
–No recuerdo tal cosa –comento, evitando todo lo posible su mirada, intentando centrarme en la pelea pero fallando estrepitosamente en mis intentos–. No pasó eso –dejo completamente en claro–. No nos besamos, y no diría que somos pareja.
–¿Amigos con derecho?
–Es más complicado que cualquier cosa que se te ocurra.
Siento que me mira fijamente por unos segundos terriblemente largos e incómodos para mí, volteo levemente tan solo para notar que tiene los ojos entrecerrados, como intentando adivinar.
–¿Tan siquiera sois exclusivos el uno del otro?
–Pues... ¿tal vez? No lo sé, es complicado ¿de acuerdo? No sabría qué más decirte a parte de eso.
El aroma a flores incrementa, de momento a otro se me acerca muchísimo con una sonrisa de oreja a oreja.
–Entonces, ¿eso significa que estás soltera?
–¿Cómo dices?
–¿Sí o no?
–Ah... ¿supongo que sí?
Su sonrisa se extiende aún más. –Perfecto.
Y entonces se va, tomando de su refresco, contoneándose un poco y dejándome completamente muda por unos largos segundos.
¿Qué acaba de pasar?
¿Qué narices acaba de pasar?
¿Isabela Madrigal acaba de ligar conmigo?
No... ¿o sí?
¿Qué soy? ¿Un imán de semidioses nietos de Cronos?
Un chasquido particularmente fuerte logra que mi atención vuelva al enfrentamiento entre Astrid e Hiccup, la hija de la victoria y el hijo de los mares. Ambos han perdido el escudo, no sé si porque el otro se ha deshecho de la protección de su rival o porque el peso ya era demasiado para ambos. No sé cuánto tiempo ha pasado, pero definitivamente está tomando mucho más tiempo de lo que Hiccup se tomó para vencer a todos los campistas que participaron en el Captura a la Bandera.
¿Será que Hiccup se está conteniendo o que Astrid ya conoce sus métodos?
Esa es una habilidad que sí la conozco de los hijos de Niké, un regalo de su madre y de su más leal aliada, Atenea. Los hijos de Niké, junto con el resto de hijos de dioses de la guerra, aprender terroríficamente rápido los métodos de sus rivales, una memoria muscular y una capacidad de observación de la hostia, a la que se añade el hecho de esos desgraciados no solo saben leerte con un libro abierto, sino de que, de paso, les enseñas. No son poderes como tal, ¿sabes? Es cómo la velocidad y fuerza de las cazadoras, la inteligencia de los hijos de Atenea, y la exagerada hiperactividad de los hijos de Hefesto, pedirles que no usen esas habilidades es pedirles que dejen de bombear sangre, o que dejen de digerir la comida. No pueden. Eso es un hijo de Niké normal, ¿pero Astrid? Si se ha demorado tanto aprendiendo de Hiccup seguramente es porque se ha frenado por considerar que era una especie de trampa, o tal vez porque Hiccup combina la suficiente cantidad de estilos y secuencias que le tomado tiempo poder verlo todo.
No sé cómo ha estado yendo antes, pero la facilidad y la agilidad con la que Astrid puede esquivar a Hiccup es sencillamente monstruosa. Ambos están agotados, han llegado a un bucle que no acabará jamás. Astrid puede esquivar los ataques de Hiccup, pero Hiccup puede resistir sin problema los pocos ataque que llega a soltar Astrid.
No necesito ni fijarme en ellos para saber que los hijos de Atenea y Ares consideran todo este evento algo orgásmico, pero para desgraciados sin comprensión del "noble arte de la guerra" como la mayoría de nosotros, esto se está volviendo algo repetitivo y aburrido.
Vale que la chiquilla quería irse dejándome confundida, pero ahora que Isabela se ha ido y yo estoy nuevamente sola, esto es más aburrido que ver la pintura secar.
Debí de haber intentado acercarme a Heather en un inicio, al menos estaría ocupada intentando que se tranquilizará o que no me matara.
Ah, mira tú por dónde, nuestro hombre-caballo, dispuesto a traer algo de diversión.
–¿¡Se puede saber qué hacéis vosotros dos!?
O bueno, todo lo contrario.
Veo como ambos voltean algo confundidos hacia Quirón, no puedo evitar volver a buscar a Heather con la mirada y cuando en la encuentro noto, tal y como me esperaba, que suspiraba aliviada.
Nadie ha ganado, nadie ha perdido, supongo que la hija de Niké podrá aceptar eso.
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En mi mente como que todo el mundo en el campamento acepta que Elsa está de muy buen ver pero como la odian realmente nadie le ha coqueteado... hasta ahora.
Isabela por el momento le tiene ganas)? porque, seamos honestos, ¿quién no le tiene ganas a esa diosa?
Voy a dejar un cosa en clara que pensaba dejarlo claro más tarde pero que por el bien de la secuela lo haré ahora: Hans es menor que Elsa. No lo había dejado claro antes porque como que no hacía falta, pero siento que las cosas serán muy raras en el futuro si no queda claro esto ahora. Hans es menor que Elsa, tiene ahora mismo la edad de Kristoff y cuando la segunda parte de esta trilogía salga comprenderéis porque quiero dejar esto en claro.
¿Por qué estoy pensando ya en la secuela? Mis amores, llevo pensando en la secuela desde el quinto capítulo, incluso cuando no tenía muy claro cuál sería el final del fanfic (que ya está decidido pero no escrito).
Pues no creo que haya mucho que comentar además de que no sé cómo narrar peleas así que aquí tenemos a Elsa pasando olímpicamente de ellas :D
