No hagas enojar al centauro, que ya tiene muchos años.


Fíjate que estaba en una parte bastante alta del lugar, más o menos por el medio, por lo que llegar hasta la arena significaba cruzar al menos unos cuantos metros de asientos que terminaban siempre llenos de pegotes por bebidas derramadas y migajas de comida, bajar, en mi caso, unos tres pisos y luego pasar el bendito laberinto que eran los pasillos para llegar a la zona de entrenamiento, y a pesar de todo el paseíto que me di, Quirón no estaba ni cerca de terminar su discursito.

–¿Y me podéis explicar en que momento se os ocurrió que poneros a pelear como si fuerais un espectáculo con patas os pareció algo además de una soberana barbaridad? –era lo que estaba diciendo para cuando llegué, su mirada rápidamente se posó en mí y yo me pegué un respingo–. ¿¡A ti te parece esto normal!?

–Normal para estos dos, sí. Pero es que son un poco tontos y muy infantiles, así que yo me empezaría a mentalizar para más de estas cosas si fuera tú –le respondo con simpleza, ignorando la mirada indignada de Astrid y el puchero que Hiccup me dedicaba, prefería centrarme en la expresión de "estás haciendo que envejezca 100 años de golpe" de Quirón.

–¿No se te ocurrió la maravillosa idea de detenerlos? –me cuestiona con las venas saltándole de una forma seguramente muy insana.

Asiento con toda la calma del mundo. –Pues sí, no soy tonta, Quirón.

–Aunque pueda parecerlo por sus compañías –la voz de Heather llega al mismo tiempo que su brazo rodeando mi cuello de forma amistosa, de momento a otro la tengo colgando de mis hombros y cuello, siento su mentón clavándose en mi hombro al mismo tiempo que la mirada algo molesta de Hiccup–, la niña de hielo no es nada tonta. Estos dos de aquí –señala con un dedo a Hiccup y a Astrid y por el rabillo del ojo puedo ver como rápidamente cambia la expresión para disimular–, son los tontos.

Quirón no ve más remedió que suspirar pesadamente, pellizca el puente de su nariz y por un momento parece que le sale humo por las orejas. –Que no vuelva a pasar esto, ¿me habéis entendido los dos?

Los dos tontos asienten sin mucha importancia, como si realmente la cosa no fuera en lo absoluto con ellos. Quirón asiente cansado, a Heather y a mí nos da una rápida mirada que parecía el grito de ayuda más trágico de toda la historia y se da media vuelta para irse, farfullando algo con respecto a que nunca antes había tenido que aguantar algo como esto, que incluso los Stolls –sabrán los dioses quienes son esos tíos– sabían comportarse mejor que nosotros.

–¿No me das ni un beso por no haber muerto? –pregunta Astrid con voz socarrona mirando fijamente a Heather, quien rápidamente me usa de escudo humano, siento que aprieta demasiado los hombros, ¿por qué siempre termino en medio de estas dos locas?

La escucho chasquear la lengua. –Sí claro ¿un beso y qué más por la tontería en la que te has metido? –su voz parece intentar llenarse de rabia e indiferencia, pero está cargadísima de preocupación, Astrid bufa pesadamente–. Primero siquiera date una ducha, estás sudada y puedo olerte desde aquí.

–Tampoco estamos a tanta distancia.

–Date una ducha, Hofferson –repite, con mucha más firmeza y finalmente soltándome un poco los hombros–. Y por el bien de esta pobre –me quejo de inmediato en cuanto comienza a desordenarme el pelo–, tú también date una ducha, sirenito.

–Estaría bien que dejaras de llamarme así.

–No, no lo estaría –dice sonriente–, ahora iros a bañar, par de idiotas.

Hiccup me dirige una rápida mirada, puedo saber de inmediato que espera que lo defienda.

–¿Qué? –le cuestiono, intentando disimular la gracia que me da toda la situación–, tú ya sabías que no tendrías mi apoyo en lo absoluto.

Él me dedica una mueca que, por tan solo unos segundos, se ve realmente seria. Estaría bien preguntarle qué le ocurre, pero creo que eso es mejor que sea problema para la Elsa del futuro.


Para cuando Hiccup sale de los baños Astrid y Heather ya se habían ido hace bastante hacia sabrán los dioses dónde, tienen su propio lugar secreto que, por el bien de los más jóvenes del campamento y el suyo propio, espero que realmente sea secreto y que no hagan... cosas ahí. El sirenito idiota sale estirándose un poco y con una toalla sobre la cabeza a pesar de que puede secar su cabello con sus poderes.

–Tengo que admitirlo –me empieza a decir mientras sacude su pelo con la toalla, consiguiendo mojarme un poco con las gotas de agua que salpica–, esa hija de Niké puede llegar a dar algo de miedo, me estaba empezando a preocupar en cuánto más iba a durar el enfrentamiento.

–Hiccup –le llamó con algo de delicadeza ahora que puedo hablar de esto libremente, él asiente en mi dirección para que hable–, dime la verdad, ¿te contuviste con Astrid?

Él se baja la toalla al cuello en cuanto termino de hablar, su cabello está seco por completo porque, como ya te he dicho, en verdad solo necesita sus poderes de sirenito para eso, ladea un poco la cabeza mientras la expresión de su rostro deja muy en claro que se está pensando su respuesta. Dibuja una mueca en su rostro para luego decir. –Más o menos.

Me cruzo de brazos. –¿Más o menos?

–Hombre, te he escuchado y evidentemente he intentado no matarla.

Una risilla se me escapa por el tono que Hiccup utiliza para decir aquello, como si nos estuviera haciendo un innecesario y gigantesco favor a Astrid y a mí. –Qué amable de tu parte.

Me sonríe ladinamente. –Demasiado, en fin, no he ido a matar, y realmente he querido darle una digna batalla, creo que se la merecía, pero si tú preguntas si fui con todo teniendo en cuenta que evidentemente no tenía que matarla... pues no sé.

Finalmente se me escapa una buena carcajada en cuanto termina de hablar.

–Eres incorregible.

–Pensaba que ya habíamos dejado eso en claro –bromea caminando hasta ahí y tomando de momento a otro mi cintura para comenzar a caminar, no te negaré que me gusta cuando hace eso, pero caminar en esta posición es complicado–. ¿Puedo preguntarte yo algo a ti ahora?

Sus dedos me apretujan bastante, de tal forma en la que no me equivocaría si te la describiera como posesiva, como si quisiera dejar una marca de sus dedos por presionar tanto sobre mi piel ¿qué está pasando?

–Vale –es todo lo que logró responderle luego de acordarme que sencillamente no puedo quedarme pensando en su mano sosteniéndome firmemente toda la tarde–. ¿De qué se trata? –pregunto mientras mis comisuras se alzan en una sonrisa nerviosa.

Su mirada se torna un poco oscura en ese preciso momento y no puedo evitar temblar de pieza a cabeza, también se vuelve un poco complicado respirar con normalidad.

Maldito sirenito.

–¿Qué quería de ti Madrigal? –pregunta con tal tono amenazante que estoy segura de que preferiría preguntarle lo mismo a Isabela, pero con una espada contra su cuello y muchas ganas de tirarla por un barranco. Sus dedos me aprietan incluso más y nuestros rostros están peligrosamente cerca–. ¿Y bien? ¿qué era lo que quería? –vuelve a cuestionarme, permitiendo que me dé cuenta de que llevo mucho tiempo en completo silencio. Tengo que dejar de hacer eso.

–¿Qué pasa si te digo que no sé de qué hablas? –no sé por qué le respondo eso, podría decirle perfectamente que ella solo trataba de disculparse conmigo por como se comportó todos estos años y sería verdad... parte de verdad, sí, pero verdad de todas formas. Hiccup entonces se detiene de golpe, sin importarle donde estamos –la verdad es que yo tampoco me he fijado– me toma de la cintura ahora con ambas manos y me apega a su cuerpo con solo un tirón.

–¿Qué quería de ti? –vuelve a preguntar, con un tono brusco y algo ronco, el cuerpo entero me tiembla y realmente quiero darle de una buena vez la respuesta más sencilla, pero mi cabeza no deja de preguntarse si es que piensa que Isabela ha estado tocándome las narices o es que está celoso.

Mi boca, que es tonta como ella sola, deja escapar la pregunta que el cerebro ha intentado retener con todas sus fuerzas. –¿Acaso estás celoso, Hiccup?

Para mi sorpresa, sus dedos se clavan en mi piel posesivamente mientras él agacha la cabeza para susurrarme en el oído.

–¿Tú que crees? –me pregunta sin vergüenza alguna, provocándome un escalofrío por la manera en la que su aliento choca contra mi piel–. ¿Qué quería de ti?

Una de sus manos nuevamente está completamente interesada en divertirse por mi espalda, creo que es un poco evidente decirte que eso no me ayuda nada en pensar adecuadamente.

No sé si es que Atenea veía todo esto por Hefesto TV y todo el temita de romance adolescente basado en el "¿lo harán o no lo harán?" la tenía hasta los santos ovarios olímpicos y por eso decidió brindarme unas cuantas neuronas, pero la cosa es que finalmente logro actuar como una maldita persona normal para alejarme un poco de Hiccup para poder hablar como gente civilizada.

–Solo se me acercó para disculparse por como me trataba antes –intento apartarme un poco más, pero él sigue apretujándome, no sé por qué, pero ruedo los ojos–. Nada más ni nada menos.

–¿Y eso fue todo? –insiste en cuestionarme.

–No tienes por qué estar celoso.

Él alza una ceja mientras me mira incrédulo. –Oh, ¿no tengo motivos para estar celoso? –de pronto la mano que antes acariciaba mi espalda sube lentamente para luego moverse hacia mi mentón, sus movimientos me guían para mirarlo fijamente a los ojos y no puedo evitarme preguntarme qué se le está pasando en estos momentos por la cabeza–. ¿Estás segura de eso?

No tengo del todo claro cómo es que lo logro, pero sujeto su muñeca y me aparto un poco de él. –Sí, completamente –respondo con una seguridad que me sorprende incluso hasta a mí, pero eso lo sé disimular mejor que Hiccup–, porque no ha pasado nada e incluso si hubiera pasado algo, hubiera estado a punto de pasar algo o hubiera la posibilidad de pasar algo –le enlisto todas las posibilidades con una sonrisa en el rostro–, tú –presiono su pecho con dedo, logrando así algo más de distancia– no tendrías por qué estar celoso.

Frunce el ceño de una manera que hasta ahora jamás me había dedicado a mí.

–¿No? –es todo lo que me dice, pero el tono de su voz deja entrever mil cosas más.

–No –respondo con toda la firmeza que puedo, empezando a caminar unos cuantos pasos por delante de él, solo para seguir marcando distancia–, porque, después de todo, no es como si fuéramos algo oficial y exclusivo, tampoco es como si me hubieras dejado en claro ya qué diantres somos, y tampoco es como que, yo qué sé, siquiera me hubieras dado un beso en los labios para al menos darme un pista de qué está sucediendo entre nosotros.

No tengo ni idea de por qué le suelto todo esto, tal vez porque realmente estoy siendo infantil con respecto al tema de que me bese, tal vez porque las preguntas de Isabela con respecto a Hiccup han hecho que yo misma me empiece a preguntar qué realmente está pasando entre nosotros, tal vez porque saber que todo el campamento simplemente ha asumido que hay algo, mayoritariamente sexual –gajes de estar relacionada con Afrodita–, entre los dos ha hecho que me sienta muy consciente de cómo el resto del mundo nos ve. No sé por qué le digo todo eso, pero sencillamente lo necesitaba sacar de mi sistema antes de estallar.

Él está mirándome fijamente, con las manos en los bolsillos, sin moverse en lo absoluto, a penas parpadeando, como si estuviera retándome a continuar con mis afirmaciones.

Termina suspirando pesadamente antes de sacar las manos de los bolsillos, caminar hasta a mí, sujetar con fuerza el cinturón de mis shorts y empecer a tirar de mí hacia la dirección contraria de a dónde yo había estado dirigiéndome. Doy pasos torpes intentando no caerme, su ritmo es acelerado y me cuesta seguirlo, su mano aprieta tanto mi cinturón que puedo ver que se le ponen blanco los nudillos y se le remarcan las venas del brazo. No tengo ni idea de a dónde está llevándome, estoy un tanto ocupada intentando no comerme el pasto del Campamento Mestizo como para darle una miradita a mí alrededor

Antes de que me dé cuenta ya estoy caminando sobre los pequeños escalones que abren paso para la cabaña de Poseidón.

¿Qué?

–Ah... ¿Hiccup? –logro llamarlo cuando finalmente deja de caminar y se detiene a hacer algo, alzo la cabeza finalmente para ver como abre la puerta de su cabaña.

¿Qué?

Vuelve a tirar de mí, tengo que sujetarme desesperadamente a su brazo para no caerme.

Escucho risas detrás de mí, mientras Hiccup tira de mí para meterme en su cabaña, logro voltear rápidamente en dirección del sonido. La cabaña de Deméter se alza desastrosa y tan verde que es molesto para la vista, hay varios campistas en el porche de la cabaña cuatro, riéndose y dándose codazos entre ellos. No veo al chaval que recibió un botellazo en el primer día de Hiccup, pero veo a Isabela apoyada en el marco de la puerta, con una mueca enojada y el ceño fruncido.

No veo mucho más porque rápidamente Hiccup termina metiéndome con algo de brusquedad en su cabaña.


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He decidido que desde ahora Astrid e Hiccup son el nuevo dúo caótico del campamento, la van liar como no os imagináis, Quirón estará a dos pasos de pedir la jubilación.

Es un capítulo corto así que no tengo nada más que comentar que un día de estos a la pobre de Heather le va a dar algo.