Como las más sabias siempre dicen: Taylor Swift tiene una canción para esto.


Poneros The Man de fondo para este capítulo, que para algo está ahí la broma xd


Me estiro un poco mientras salgo de mi cabaña, con una sonrisa queriendo tirar de la comisura de mis labios por los recuerdos de la tarde de ayer que insistían en rondar por mi cabeza. Abro la puerta esperando ver a Hiccup allí como en estos últimos días, pero no es eso lo que ocurre.

–¡REUNIÓN SÁFICA!

–¡Ah! –suelto un grito al tener a Heather gritándome en la cara. Doy unos pasos atrás y me agarro con fuerza al marco de mi puerta para no caerme, rápidamente descongelo las partes que he cubierto por accidente con escarcha, no quiero un charco a la entrada de mi cabaña.

–Vaya, eso sí que ha sido homo-fobia –Heather sonríe encantada por su chiste de mierda–. ¿Lo pillas? Porque yo he gritado reunión sáfica y tú te has asustado.

Sigue muy pegada a mi cara, sin dejarme enderezarme para por lo menos aparentar ser una persona normal. –Heather, sal mi cara, por favor.

–Oh, vamos, ¿acaso insinúas que es malo tenerme así de cerca?

–¡Astrid! –la llamo a pesar de no haberla visto, pero como toda persona con dos dedos de frente en el Campamento Mestizo, sé a la perfección que dónde está Heather siempre está Astrid, veo una mano tomando el cuello de la camisa naranja de Heather y pronto su cuerpo se aleja del mío. Una vez logro una mejor postura veo que en mi porche no está Hiccup, sino que están ahí la parejita insufrible junto con Isabela–. Si esto es una reunión sáfica nos falta mucha peña –me fijo en Isabela, ignorando su expresión seria e intentando olvidar el cruce de miradas de ayer–. ¿Dolores no era lesbiana?

Astrid es quien me responde. –Qué va, la muy desgraciada es hetero, tiene un novio en el Campamento Júpiter y todo, un tal Mariano o algo así, no sé.

–¿Qué dices de hetero? –pregunto honestamente asombrada y confundida–. ¿No se había liado con una hija de Atenea? –Astrid y Heather me niegan con la cabeza–. Vamos a ver, ¿quién en este campamento de homosexuales hijos de dioses griegos es hetero?

–Tu chico no se ve muy interesado en tíos o no binarios, Snow –finalmente Isabela me habla–. Por lo de ayer parece que ya me podrías responder si estás soltera o no.

No logro identificar si su tono es burlón o serio, sobre todo porque me distraigo con la emoción de Heather.

–¡Has follado! –grita emocionada, no lo pregunta, lo asegura, dando palmaditas emocionadas y brincando un poco. Intento alejarme de ella sabiendo lo que se venía, pero no logro escapar de juguetona nalgada–. ¡Bien hecho, tía!

–¡Au! ¡No he follado, pedazo pervertida! –me volteo sumamente ofendida hacia Astrid, quien se está riendo con ganas de toda esta escena–. ¿Puedes decirle a tu novia que deje en paz mi trasero?

Astrid suelta una carcajada aún más fuerte. –No consigo que deje en paz el mío, ¿tú crees que podre hacer algo por ti?

–¿Por qué siquiera estáis aquí?

Astrid asiente. –Buena pregunta –responde señalándome, logrando que me confunda aún más, entonces la rubia hija de Niké me da la espalda para fijarse en Isabela–. ¿Por qué estamos aquí, Madrigal?

Parpadeo confundida. –Espera, ¿Isabela os trajo aquí? ¿por qué?

Heather se hunde en hombro. –Nos buscó temprano en la mañana, nos dijo que teníamos que hablar contigo y yo estuve bromeando que era una reunión de sáficas. Y tiene gracia porque lo tenemos todo, ¿eh? Pansexual –me señala–, bisexual –se señala a sí misma–, y dos lesbianas –ahora señala rápidamente a Isabela y a Astrid–, es una maravilla. Aunque tú pierdes puntos ahora por estar de novia con el tío más hetero que he visto en la vida.

–Salir con un tío no me hace menos pansexual, Heather.

–No, pero salir con un tío tan hetero sí –me dice con obviedad, aunque puedo notar que solo bromea–, ¿si quiera podríamos decir que es aliado? Quiero decir, viene de la antigua Esparta.

–Le estoy enseñando sobre la comunidad y el feminismo –le defiendo de inmediato–, algo es algo. Pero, insisto, compañeras mías, ¿qué hacéis acosándome tan temprano?

–Faltan dos horas para el mediodía –me dice Astrid con los brazos cruzados.

–Pues eso, tan temprano, dejad de desviaros y decidme qué pasa y qué habéis hecho para que Hiccup no esté aquí ahora.

Heather sonríe con malicia. –Le dije que si se quedaba solo iba a conseguir que tú te enojaras mucho con él, lo suficiente como para odiarlo.

–¡Heather!

Ella se ríe con ganas. –Debiste ver su cara, parecía un cachorrito regañado, fue genial.

–Heather –mi tono se vuelve más agresivo.

–Guárdate la rabia para otros, Snow –me dice Isabela con calma–, creo que te acuerdas de que ayer mis hermanos y yo te vimos siendo arrastrada por Haddock a su cabaña.

Heather voltea bruscamente en mi dirección. –¿Y no follaron?

–Cariño, creo que ya lo dejo en claro –finalmente Astrid intercede por mí.

–Vale, sí, recuerdo eso, déjame adivinar –le digo con una sonrisa, recargándome en el marco de mi puerta–, a tus hermanos les ha parecido una idea fabulosa empezar a decir por ahí un montón de subnormalidades con respecto a mi persona.

Isabela asiente. –No sé si eres lista o esto ya te ha pasado.

–Ambas –respondo hundiéndome de hombros–, agradezco que te preocuparas, Isabela, pero puedo lidiar yo solita con todo este tema, gracias.

–Además no hubiera sido mejor, no sé, ¿callarle la boca tus hermanos? –propone Astrid con obviedad, cruzándose de brazos.

Isabela tiene algo que siempre me da mucha gracia, expresa muchísimo con tan solo su mirada y unos simples movimientos de ceja, tiene un control increíble en todo lo que es capaz de decir sin una sola palabra. Ahora mismo la tres tenemos muy en claro que Isabela está maldiciendo cada uno de los muertos de Astrid y preguntándole si es que acaso cree que ella es tonta.

Empieza a hablar, muy rápido, con el ceño muy fruncido, en español creo que llego a entender un bruta, pero no me apostaría nada. Heather y yo nos quedamos ahí, completamente quietas y muda, sin muchas ganas que digamos de ser el siguiente objetivo de la rabia colombiana de Isabela mientras que Astrid se removía nerviosa y miraba a todos lados como si buscara alguna forma de salir lo antes posible de esa situación.

Había muchos campistas latinos, de Perú, de Chile, de Paraguay, de Honduras, Nicaragua, unos pocos de Uruguay, sobre todo de Brasil por algún motivo, Afrodita en especial tenía muchos hijos de la Guayana Francesa, mientras que por razones que todavía no descubríamos Hermes tenía unos cuantos de Venezuela y en Panamá. Todos ellos se solían meter los unos contra los otros todo el tiempo, algunas veces captura la bandera se basaba más en los países que en las cabañas. Había tantos campistas latinos que pronto todos aprendimos los mapas de Centroamérica y Sudamérica porque forzar nuestros cerebros con TDAH a memorizar tantos nombres que no sabíamos pronunciar era mucho mejor que tener a un campista latino gritándote por media hora por haber preguntado de qué parte de México era. Los que eran puramente de Estados Unidos se habían grabado a rojo vivo en la cabeza a jamás llamarse a sí mismos americanos, sino que aprendieron a decir estadounidense en español para librarse de la furia latina del resto de campistas. Los que somos europeos en algún punto también intentamos enseñar nuestro mapa, pero digamos que todos estaban demasiados cansados como para entender que no podía simplemente llamar La bota a Italia, que no podían llamar Dickenstein a Liechtenstein solo porque lo vieron en un audio de TikTok, que Andorra existía o que Bielorrusa no era parte de Rusia.

Me he desviado otra vez, déjame volver a la parte de que todos le tenemos más miedo a un campista latino enojado que a una posible maldición de Zeus, por lo que cuando terminas siendo uno de esos pobres desgraciados a los que gritan, pues todo lo que puedes hacer es rezar para que no te tiren de las patillas, te den con un zapato o te peguen una colleja que seguramente eliminará alguna neurona.

–¿Lo siento? –es todo lo que logra decir, totalmente insegura, Astrid una vez que Isabela termina.

Isabela solo entrecierra los ojos para luego quitarle el hierro el asunto con un gesto de mano, se da vuelta bruscamente su característico movimiento de darte una buena hostia en la cara con su cabello, Astrid, como toda buena hija de un dios de la guerra, logra esquivarlo por los pelos.

Heather finge estar a punto de llorar. –Pensaba que te iba a perder.

–Sí... por un momento pensé lo mismo –masculla Astrid, aún removiéndose incómoda–. Creo que deberías ir a revisar que tu chico esté bien, a Heather se le fue un poco la mano con él.

Nuevamente volteo molesta en dirección de Heather, ella solo se hunde en brazos con una sonrisa nerviosa.


En el Campamento Mestizo los rumores, sobre todo los que me tiene a mí de protagonista, se difunden extremadamente rápido. Mientras caminaba podía sentir la mirada de todos, podía oír a la perfección cada risilla y comentario asqueroso. Solo suelto un suspiro pesado y sigo caminando, no valen la pena.

Cuando ya estoy a unos pocos metros del Comedor del campamento me encuentro finalmente con Hiccup, rodeado por Gastón, Lefou y alguno que otro idiota. Le están dando palmaditas en la espalda, ríen como subnormales a los comentarios que alguno suelta, insisten en sacarle tema de conversación a pesar de su evidente incomodidad. No necesito escucharlos para saber de qué le están hablando.

Ni siquiera estoy sorprendida.

Puedo ver, a pesar de todos los cerdos a su alrededor, que Hiccup aprieta con fuerza sus puños. En algún punto él se da cuenta que yo estoy caminando hacia él y de inmediato sus ojos me ruegan por permiso para darles una paliza, negando con la cabeza le dejo en claro que no puede hacerlo.

Conjuro unos finos muro de hielo que uso para alejar a esos cerdos de mi pobre novio estresado.

Me gusta como suena eso, mi novio.

Todo el grupito de asquerosos me mira con las cejas alzadas luego de haber tenido que agarrarse con fuerza al hielo para no resbalarse, algunos están indignados porque ¿cómo me atrevo yo, la hija de la traidora, interrumpir su asquerosa conversación? Algunos tienen la decencia de fingir estar avergonzados, esos doble-caras son los que más hacen que me hierva la sangre, si van a hacer gilipollas que tengan las agallas de ser gilipollas mientras me miran a la cara.

–¿Os importaría quitar vuestras asquerosas pezuñas de mi novio, panda de cerdos? –pregunto con una mueca en el rostro y el ceño fruncido.

Gastón chasquea la lengua mientras gruñe en mi dirección. –¿Qué nos has lla...?

–Cerdos –respondo interrumpiéndolo, con un solo movimiento de mano el hielo se mueve en forma de punta hasta su cuello–. ¿Te lo repito una vez más, idiota?

Puedo ver como intenta disimular su miedo, tan solo vuelve a chasquear la lengua para luego balbucear una orden a Lefou antes de irse rabiando, no tengo que lidiar con los otros, Gastón era el más fuerte físicamente, si él se pira los demás no tienen mucho más que hacer.

Luego de deshacer el hielo me fijo en Hiccup. –Gracias por dejar que yo me encargué, por cierto, lo que Heather te dijo... ¿qué? –alzo una ceja al encontrarme con su sonrisa tonta.

–Te ves muy linda cuando amenazas a la gente –me dice con una voz tonta, acercándose para dejar un corto beso en mis labios y rodearme la cintura con un brazo–. Muy linda.

–Tienes una sed de sangre irremediable, cariño –bromeo rodando los ojos–, venga, solo vamos a comer que tengo hambre.

Él ladea la cabeza mientras hace un puchero. –¿De verdad que no puedo darle una paliza a nadie?

–No, no puedes, deja que yo me encargue.

Hiccup suspira pesadamente. –Está bien, está bien. Oye, ¿por qué no querías que te esperara en tu cabaña? –me pregunta mientras me mostraba esa expresión que seguramente Heather definiría como cachorrito regañado.

Suelto una risilla y le doy un beso en la mejilla. –No, yo nunca accedí a nada de eso, era solo Heather tocándote las narices.

Él se para de golpe, sumamente ofendido. –¡Me dijo que no querías verme en todo el día!

–¿Qué esperabas de la hija de la diosa de los engaños? –le pregunto con una sonrisa burlona, Hiccup aprieta los labios y los puños de una forma muy infantil, yo ruedo los ojos antes de acunar sus mejillas y tirar un poco de él para que se acerque–. Mi pobre Hiccup, ¿Heather ha sido muy mala contigo?

–No hace falta que me trates como niño –masculla a pesar de que seguía con su puchero.

Alzo una ceja. –¿Eso significa que no quieres mimos?

–No pongas esas sucias palabras en mi boca –me dice tremendamente ofendido–. Claro que quiero mimos.


Incluso si ya han pasado varias horas desde la última vez que he tenido que lidiar con algún idiota que quería dedicarme su maravillosa opinión con respecto a lo que yo hago o dejo de hacer con mi novio, Hiccup sigue enfurruñado con la vida, mascullando por lo bajo y con ganas de darle espadazos a algo. No me esperaba que al final resultara en algo bueno, pero que Astrid hubiera tenido esa pelea con Hiccup significa que ahora él tenía con quién desquitarse con un enfrentamiento, por lo que en cierto punto Astrid y Heather me estaban ayudando a calmarlo.

No había gente hoy día en el Campo de Entrenamientos, así que esos dos ya no tenían a gente gritando como fans locos a su alrededor y están mucho más tranquilos que la vez anterior. No tengo ni la más remota idea de cómo lo logramos, pero Heather y yo conseguimos que esos dos entrenaran con armas puramente de madera para evitarnos visitas a la enfermería. Eso sí, se seguían dando buenas hostias con solo madera.

Heather y yo estamos sentadas en unos taburetes largos que había en la arena, bueno, yo estaba sentada en el taburete y Heather en el suelo, llevaba unos cuantos minutos haciendo trenzas complicadas con su oscuro cabello.

–Esto es aburrido –murmuro mientras pillo una pequeña horquilla de pelo para dejar la trenza que he terminado donde quería.

No la veo, pero sé que Heather rueda los ojos. –Deberías apreciar más los entrenamientos de otros, es una buena forma de aprender nuevas técnicas sin tener que lastimarte, algún día leer todos esos libros ya no te funcionará.

–Por ahora estoy bien, muchas gracias.

–¿A quién más te llevarás a la misión esa que te falta? –me cambia el tema de momento a otro, antes de poder responderle ella se pone muy recta, casi fastidiándome una trenza–, a mí me falta solo una recomendación, ¿sabes? No me vendría nada mal tener la de Afrodita para Nueva Roma.

Parpadeo lentamente, incluso detengo mis manos, no había pensado en eso. –No... no me había detenido a pensar en eso.

Ella voltea bruscamente. –¿¡Cómo que no te habías puesto a pensar en eso!? –me regaña, Heather no se suele poner seria, solo con respecto a las misiones, sé que alguna vez fue a una ella sola, sin Astrid, y no fue tan fácil como ella había esperado. Las misiones son tema serio para ella, creo que es de las pocas de esta generación que ha tenido que ver lo cruda que en verdad puede ser una misión–. Las misiones son de tres personas, ¿es que se te ha olvidado eso?

–Oye, ir buscarlo a él contó como una misión, solo éramos mi madre y yo, y salió bien, además...

De momento a otro Hiccup se mete en la conversación. –¡Casi te mueres!

–¡Tú a lo tuyo! –le respondo, tirándole una bola de nieve a la cara, desconcentrándolo lo suficiente para que Astrid le da una buena hostia en un costado, Heather y yo hacemos una mueca por el sonido que hace el impacto–. ¡Perdona!

Pero Hiccup no responde, solo se mueve lo suficientemente rápido para regresar el dolor mediante una fuerte patada.

–Entonces –Heather hace que volvamos a esa conversación–, ¿a quién más piensas llevar?

No puedo hacer más que hundirme de hombros. –Esperaré a que Afrodita mande la profecía para mi misión, depende de lo que diga el oráculo.

–El bendito oráculo de Delfos –la escucho mascullar, mirando en dirección de la cueva de aquella mujer a pesar de que ahora mismo solo se pueden ver las tribunas–. Esa maldita ricachona jamás sale de su cueva si no es para regresar a su trabajo o para decirnos como nos vamos a morir. Ni siquiera habla con Quirón.

–Es por ella que el campamento ha mejorado en tan poco tiempo –la defiendo sin saber muy bien por qué–, sus donaciones nos mantienen a flote, sobre todo las becas que obligó a Nueva Roma a instaurar.

–Ya, pero no estaría mal que viniera de vez en cuando a darnos más consejo que unas deprimentes profecías –de momento a otro, Heather se voltea a mí con una sonrisa burlona–. Tal vez no quiere verte la cara a ti, hija de Quíone.

–¿Y qué le ha hecho mi madre a una mortal sin hermanos semidioses? –mascullo irritada.

Heather se hunde hombros. –Tal vez quiere fingir que no existes, porque si tuviera que admitirlo ¿no crees que sus amiguitos los Siete de la Profecía se preguntarían por qué no contó nada? ¿Cómo reaccionarían todos ellos sabiendo de ti?

Aprieto los labios, intentando no darle demasiada importancia a las palabras de Heather. –Pues tal vez como lo hizo Thalia Grace –intento convencerme–, o como lo hizo Reyna.

Heather niega. –Ninguna de ellas peleó directamente con tu madre –su sonrisa se ensancha a pesar de que le estoy dejando muy en claro con mi gesto que sus chistes no me hacían gracia–, ya me dirás qué pasa si te llegas a encontrar con esa hija de Afrodita, esa a la que ni tu madre pudo vencer.

–De verdad, que manía más horrible la tuya de querer desanimar a la gente, terminarás como el siguiente oráculo si sigues así, solo que con mucho menos dinero.

Ella se hunde hombros. –Me viene de familia, ya lo siento, cualquier queja se la pasas a mi madre.

–¿La que nunca visita? –pregunto con sorna, pero también con algo de mi propia rabia acumulada.

–El único que visita es Apolo –me responde con una mueca–, ya me gustaría ser su hija, la vida sería mucho más fácil si fuera algo más que una honoraria.

–¿Me lo dices o me lo cuentas? –le digo rodando los ojos–. A mí me valdría que mi madre fuera cualquiera, literalmente cualquiera, pero me salió el premio gordo.


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Okey, me he puesto a contar cuántos capítulos tiene cada "arco" de este fanfic, y creo que ya viene siendo hora de introducir a nuestra bella Rachel Dare, para pasar finalmente al tema de la misión. Todo poco a poco, queridos lectores, todo poco a poco.

Me da mucha gracia juguetear un poco con las cosas que la Heather de este fanfic hace porque literalmente es un caos andante que disfruta de tomarle el pelo a la gente, sobre todo a su novia y a Elsa. Astrid la pobre tiene que aguantas las locuras de su novia pero en el fondo ella también se divierte mucho con todas esas locuras. Ahora Heather tiene un nuevo objetivo muy sencillo de alterar que es Hiccup y el pobre ya no va a saber en qué confiar.

Toda la escenita con Isabela es que hace tiempo se me ocurrió la broma de sáficas y tenía que añadirlo de una forma u otra xd

Ahora, sobre el elefante en la habitación, ¿por qué os estoy publicando ahora?

Pues el cumpleaños de mi hermano es precisamente el miércoles y el martes llegan unos familiares a casa para celebrar así que, evidentemente, no tendré oportunidad de publicar nada y como me rompería el corazón haceros esperar demasiado he decidido sencillamente publicarlo de una vez, además tenía ganas de que leyeráis ya está capítulo porque me parece muy divertido.