Mi novio será un sádico buscapleitos, pero eso no le quita lo tierno.
Sigo sin entender por qué Hiccup insiste en ponerse una toalla en la cabeza luego de bañarse cuando tiene poderes que le permiten evitarse todo eso, pero no entenderle no significa que no puedo apreciar lo tierno que se ve cuando hace eso, el cabello se le pega un poco a la cara y parece que la toalla solo está ahí porque le parece suave, lo cual, querido lector, tienes que admitir que es sumamente encantador.
–¿Te duele en el costado? –le pregunto con delicadeza mientras intento llevar mi mano a la parte de su torso donde Astrid le brindó una buena hostia.
Él alza una ceja mientras sonríe con sorna. –Oh, ¿con qué ahora te preocupas? Hace unas horas tus bolas de nieve causaron esto –me regaña con los brazos cruzados.
No puedo evitar soltar una risilla. –Venga, ya te dije que lo siento –le digo con una voz infantil mientras intento abrazarle el torso–. ¿Qué tengo que hacer para que me perdones?
Él se pasa una mano por el mentón mientras finge pensárselo muy seriamente, mientras tiene la mente en eso, con su brazo libre me rodea los hombros para comenzar a caminar.
Yo, por reírme un poco, le digo en broma lo siguiente. –Si te lo piensas mucho daré por hecho que no quieres nada.
Hiccup suelta una risilla mientras niega con la cabeza. –Eso es injusto.
–El mundo es injusto, homo homini lupus.
–¿Qué? –Hiccup se detiene un poco al oírme–. ¿Qué es eso?
–Latín, el idioma de los romanos. Significa el hombre es un lobo para el hombre. Ósea que todos somos unos desgraciados que venderíamos a nuestras madres por una hamburguesa con queso y que la vida es una injusticia constante.
Le escucho resoplar algo molesto. –Supongo que les puedo conceder esa victoria a los romanos, pero no me obligues a volver a concordar con ellos –cuando termina de hablar omito descaradamente el hecho de que ningún romano se pensó eso, que había sido un inglés que se sentía especialmente autoritario. Es más divertido hacer que diga algo bueno de los romanos que explicarle lo mucho que ciertos grupitos euroasiáticos usaron eso para explicar porque tenían que eliminar la libertad individual.
–¿Sigues enojado por lo de la Atenea Pártenos? –le cuestiono con sorna–. Eres muy rencoroso, cielo.
–Y es por eso que deberías de cumplir mis peticiones sin rechistar para que no siga enojado –me dice guiñándome un ojo–. Ya sé que es lo que quiero.
Ruedo los ojos. –¿El qué?
–Permiso para darle una paliza a alguien –me sonríe de oreja a oreja como un sádico, uno muy mono tristemente para mis intenciones de negarme–. Esta mañana esos idiotas no dejaban de decir asquerosidades acerca de ti, sé que quieres lidiar tú con esto, pero por favor, al menos déjame golpear un poco a alguno de ellos.
No tengo más opción que suspirar pesadamente. –Está bien, está bien. Solo uno –dejo en claro.
–Por supuesto –me responde emocionado.
–Elige bien, porque de verdad que solo vas a poder ponerle la mano encima a solo uno, ¿entendido?
Él deja un corto beso en mis labios. –Entendido, copito.
–Siento que me voy a arrepentir de esto –confieso luchando contra la sonrisa tonta que se me quería formar en el rostro– ¿me puedes prometer que no se te irá mucho la olla?
–Intentaré contenerme, lo prometo.
–Bien, confío en ti.
No debí de haber confiado en ese pedazo de sádico. Amo a Hiccup, de verdad que sí, pero a veces me gustaría sacudirle lo suficiente la cabeza para que sus neuronas empiecen a trabajar. Le doy la mano y el muy desgraciado se pilla todo el brazo y no deja ni los huesos. Yo pensaba que podía tener un resto del día tranquilito, sin muchos más subnormales diciendo tonterías con respecto a mí o a mi relación con Hiccup, pero no, algún idiota en la cena tenía que gritarme una asquerosidad y mi estúpido novio tenía que saltar a lo gilipollas.
Hiccup sisea mientras intenta retirar la mano, pero sujeto su muñeca con fuerza. Tiene los nudillos casi abiertos por completo, llenos de mugre y lo único bueno es que no están sangrando a borbotones.
–Eso arde –se queja con los dientes apretados.
–Pues te jodes –le gruño con una mueca en el rostro. Intento no distraerme por todo el nerviosismo que inunda toda la enfermería, pero eso me está costando lo mío. Por supuesto ha terminado siendo el idiota de Gastón víctima de la furia de Hiccup, soltó una guarrada mientras intentaba lanzar una ofrenda a los dioses a la fogata y antes de que pudiera darme cuenta Hiccup se le había abalanzado encima y le había dado la paliza de su vida. Sabrán los dioses cómo, pero le ha dislocado los dos hombros, le ha roto la nariz, y creo que también le ha roto alguna de las piernas, los hijos de Apolo tienen muchísimo trabajo ahora mismo–. ¿Qué parte de "que no se te vaya la olla" no entendiste Hiccup?
Él desvía la mirada. –Se lo merecía.
–Hiccup.
–Míralo de esta manera, así mando un mensaje, seguramente ya no te dirán nada.
Presiono con más fuerza de la necesaria el algodón con agua oxigenada contra su herida, él vuelve a intentar quitar la mano pero vuelvo a retenerlo. –Quieto –le ordeno y él aprieta con fuerza los labios.
Me sorprendo al ver como Rapunzel se nos acerca algo tímida. –Ah, ¿Elsa?
–Oh, hola Rapunzel –le digo con toda la normalidad posible, como si no estuviera torturando a mi pobre novio que, no necesito mirarle para saberlo, está rogando por ayuda en silencio–, dime ¿qué pasa? ¿cómo es que te dejan caminar en mi dirección?
Ella suelta una risilla mientras se acerca un poco más. –Tanta sangre me ha puesto nerviosa, al punto que mis poderes no estaban funcionando, así que me han dicho que venga a ayudar por aquí –me sonríe de tal manera que puedo notar que ese nerviosismo seguramente había sido exagerado–. ¿No bastaría con algo de Ambrosía? –me pregunta señalando con la cabeza las heridas de Hiccup.
–¿Un poco de qué? –cuestiona Hiccup, mirándome ofendido.
–Oh, claro que bastaría –respondo sonriente pasando finalmente a la otra mano–, el tema es que no se la merece, por idiota.
–Me lastimas de todas las maneras posibles –masculla Hiccup.
Hiccup parece exigir mi atención, pero no puedo evitar fijarme en la forma en la que Rapunzel se remueve incomoda. –Oye... ¿puedes hablarle así? –me pregunta con un hilillo de voz. La pobre está muerta de miedo por Hiccup–. Mis hermanos dicen que ningún hijo de un dios menor debería de hablarle como un igual a los hijos de los Olímpicos, mucho menos a uno de los Tres Grandes.
Ruedo los ojos y volteo hacia Hiccup porque puedo adivinar que lo está flipando ahora mismo. –¿Ves con lo que suelo lidiar? –le pregunto con algo de sorna antes de regresar con Rapunzel–. Rapunzel, cielo, yo le hablo a mi novio como me venga en gana. Suelo ser más amable, te lo aseguro, pero cuando es gilipollas lo correcto es tratarle de gilipollas.
–Sigo aquí.
–Ah, ¿ósea de que es cierto lo que me han contado? –pregunta asombrada.
–¿Qué has escuchado, cielo?
Es tan solo ahora que la miro fijamente que ella parece darse cuenta que seguramente no debió de haber comentado el tema de los rumores delante de mí. –Que... que tú y él... pues que los dos... el otro día...
Ruedo los ojos. –¿Quién va por ahí contándole a una cría de catorce años quien folla con quien?
–Pues –veo como juguetea nerviosa con sus dedos–... ¿todo el mundo? –no puedo evitar bufar molesta–. Lo siento, no debí de comentarlo.
Niego con la cabeza. –No te angusties, cielo, no hace falta que te disculpes –suelto la mano de Hiccup y me levanto para tirar el algodón usado–. ¿Le das un poco de Ambrosía al niño para que deje de lloriquear? Creo que ya ha aprendido la lección.
–Eres cruel –me suelta Hiccup mientras veo como Rapunzel va en búsqueda de la comida mágica. Cuando la hija de Apolo le tiende un trozo pequeño de Ambrosía a Hiccup él asiente en forma de agradecimiento pero se queda mirando el cubito por un rato–. Nunca había visto esto en mi vida, ¿qué es exactamente? Lo habéis llamado Ambrosía, pero ¿qué es la Ambrosía?
–La comida de los dioses, por supuesto –es Rapunzel quien le responde, con el ceño algo fruncido para la confusión–. Sirve para sanar heridas, no se puede consumir demasiada porque tu cuerpo no está diseñado para ella, es muy buena para cortes profundos o puñaladas, porque solamente tiene que acelerar el proceso de regeneración que ya haría tu cuerpo por su cuenta, pero en cuestión de huesos rotos o cosas fuera de su sitio puede incluso empeorar la situación.
–¿Cómo es que no sabías que es la Ambrosía? –le pregunto ladeando la cabeza.
Hiccup se limita a hundirse de hombros. –Antes recibíamos heridas y nos la aguantábamos –presume dándole un solo bocado a la Ambrosía.
Rapunzel se ríe con ganas. –Sonaste como un anciano con eso –señala entre risillas.
–Eh, que yo nací antes de que siquiera fundaran este país –le dice divertido revolviendo su cabello aprovechando que ya no tiene ninguna herida abierta–. Un poco de respeto, jovencita –le dice simulando una divertida voz de anciano que hace que yo también me ría un poco–. Gracias por evitar que mi cruel novia siguiera torturándome, lo tendré en cuenta, si alguien te toca las narices, yo le rompo las piernas, ¿te parece bien?
–Si le rompes las piernas a alguien tendría que sanarlas yo –responde riéndose Rapunzel, al menos ella mantenía algo de cordura.
Hiccup asiente comprensivo. –¿Tendrías que encargarte si le arranco la cabeza a alguien?
–¡Hiccup! –le regaño, él rápidamente se aparta un poco de Rapunzel para fingir que no le estaba proponiendo nada violento–. No perturbes la mente de la niña con tu sed de sangre.
Rapunzel solo logra reírse de nuestras tonterías, hace demasiado tiempo que no hablo tanto con ella, no desde la primera semana que pasó en su primer año en el campamento. La pobre había pasado todo el año escolar con psiquiatras de Nueva Roma, rehaciendo su vida ahora con su verdadera madre y su padrastro mortal, llegó al Campamento en una situación mental mucho mejor de la que tenía cuando la conocí, pero antes de que pudiera explicarle quién era yo y cómo era mi vida en el Campamento Mestizo, sus hermanos mayores se aseguraron de no permitir que su pobre hermanita que había pasado por tanto se juntara con la hija de Quíone.
Sé que todos los que están lidiando con las heridas de Gastón saben que estoy hablando con ella ahora mismo, en el fondo saben que Rapunzel siempre ha buscado formas de al menos dedicarme una sonrisilla cuando nos cruzamos en el Campamento. Normalmente la apartarían y la regañarían por eso.
Pero Hiccup tenía razón, haberle hecho eso mandaba un mensaje muy claro y extremadamente violento: No va a dejar que nadie se meta conmigo.
Guardaespaldas, sicario, novio, jamás pensé que esas palabras me parecieran sinónimos.
Algo que tengo que reconocer del Campamento Mestizo es que tiene una política de tolerancia cero con respecto a comportamientos homofóbicos, machistas o racistas. Había una regla muy clara que todos los que la rompían terminaban aprendiendo por las malas: si eres lo suficiente idiota como para soltar una barbaridad de ese estilo frente a muchos testigos o frente a Quirón y/o Dioniso, pues aparte de tu debido castigo tendrías que aceptar las lógicas consecuencias, comprendiendo lógicas consecuencias como que alguien te dé la paliza de tu vida.
Y era por eso que Hiccup no había recibido castigo alguno por casi haber matado al desgraciado de Gastón y podíamos estar tranquilos en mi cabaña.
–¿Mi copito de nieve va a estar enfurruñada conmigo todo el día? –me pregunta por enésima vez mientras me apretuja la cintura con sus brazos. Estamos sentados en mi cama, él tiene la espalda recargada contra la pared mientras yo estoy recostada en su torso, negándome a voltear en su dirección.
Pego un leve brinco cuando deja un beso en mi cuello. Y yo pensando como tonta que si no podía acariciarme la espalda estaría a salvo de sus manipulaciones tan cariñosas. Pronto deja de ser un solo beso para ser varios que se mantienen en mi cuello pero en diferentes zonas, sus brazos siguen apretujándome contra su cuerpo y yo solo soy capaz de apretar con fuerza los labios para contener en absoluto silencio todo sonido que intentase escaparse por mis labios.
–Vale, vale, para ya –le digo repetidas veces, intentando alejarme un poco, él no me suelta, pero sí se detiene–. A eso por aquí lo llamamos jugar sucio.
–Yo soy culpable de todo lo que tú quieras acusarme –me dice con una simpleza asombrosa–, ¿ya no estás enojada?
Ruedo los ojos. –Tú ganas, ya no te ignoraré más –me vuelvo a recostar en su pecho nada más terminar de hablar–. Más que nada porque quería proponerte algo.
–¿Matrimonio?
–Calma, velocista –le bromeo dándole unas palmaditas en el brazo–. He estado pensando en una posibilidad que puede que antes no haya tenido en cuenta, sobre la siguiente misión de Afrodita.
Él se reacomoda antes de hacer gesto con la mano para que continúe.
–Tal vez no debería de estar esperando su mensaje, tal vez debería de buscarlo yo misma, con el oráculo.
Él pega un brinco de momento a otro, yo, entendiendo rápidamente que quiere que haga, me volteo para verlo. –¿Aún tenéis el oráculo de Delfos?
–Tengo que empezar a explicarte más cosas –le digo mientras asiento–. Una mujer que era amiga de tu hermano, se llama Rachel Dare, está en una cueva aquí en el Campamento Mestizo, una forma sencilla de pedir una profecía.
Tomo su mano en cuanto noto su mirada angustiada y perdida en algún punto de la habitación. Él responde apretujando más el agarre que le ofrecí.
–Debí de haber buscado el oráculo cuando dejé el palacio de Esparta –masculla aún sin mirarme–, pudo haberme dicho qué pasaría conmigo... pude haberlo evitado... pero creí –cierra los ojos y toma aire–... creí que jamás vería el futuro de un esclavo.
No digo nada, tengo el corazón tan apretado por la tristeza que solo entrelazo nuestros dedos y dejo un beso en su mejilla.
–Mañana mismo iremos con el oráculo, a primera hora, verás como estará dispuesta a contarte todo lo que necesitas.
Finalmente me mira a los ojos, con una linda sonrisa en el rostro, trasmitiendo mucha más calma que antes. –Gracias, necesitaba escuchar eso –dice justo antes de dejar un beso en mi mano.
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Recordad, lectores, ninguna figura de autoridad debería de castigaros por romperle la cara a racistas, machistas o homófobos, esa gente merece palo ;D
Quería minimizar lo máximo posible las interacciones entre Hiccup, Elsa y Rapunzel, porque quiero expandirme muchísimo con Rapunzel para la secuela, pero me pareció correcto tener alguna semillita plantada para la segunda parte.
Un capítulo cortito porque quería un enlace para lo ocurrido en el cap anterior con lo que pasará en el siguiente, la calma antes de la tormenta.
El próximo capítulo saldrá nuestra hermosa Rachel Dare y estoy emocionada.
