Aguas tranquilas, pero una mente llena de preguntas.
Siento unas manos acariciando mi pelo, son delicadas y temblorosas, son tiernas pero llenas de inseguridad, mi cabeza está recostada encima de algo de tal manera que mi cuello arde por un punzante dolor, la posición es sencillamente la peor imaginable pero estoy demasiada cansada como para moverme... El cuerpo me tiembla de lo agotada que estoy, el corazón debería de retumbarme por todo el movimiento que seguramente he hecho pero en verdad palpita muy lentamente, a penas lo suficiente como para no detenerse por completo, no sé por qué, pero por más que podría jurar que tengo los párpados abiertos, no puedo ver nada.
Es entonces que escucho una voz sollozando, es entonces siento como otros pares de manos se aferran a mí, como unos brazos temblorosos, extremadamente delgados y fríos se aferran a mí. No entiendo qué es lo que me motiva, pero respondo desesperada al abrazo, no sé por qué, pero yo también lo necesito.
–¿Qué has hecho? –cuestiona la voz que sobre mí solloza, quiero alzar al menos una mano hacia ella pero ni siquiera soy capaz de apretar más al abrazo–. ¿Qué has hecho? ¿¡Qué has hecho!? ¿¡QUÉ HAS HECHO!?
–¡Silencio, mujer! –brama otra voz, una masculina, una llena de furia–. ¡No me has dejado otra opción! ¿¡Crees que yo quería llegar a esto!?
–¡Eres un monstruo! ¡UN MONSTRUO!
Resuena un golpe por toda la instancia, aquello en lo que reposo mi cabeza de mueve bruscamente. Doy por hecho que todo este tiempo he estado recostada sobre el regazo de esa mujer y que ahora aquel hombre la ha golpeado de tal manera que la ha empujado lejos de mí. La otra figura me apretuja con un poco más de fuerza al abrazo, quiero levantarme y ayudarla, pero una parte en mí, una parte que no reconozco como mía en lo absoluto, está demasiado espantada como para hacer otra cosa que no fuera llorar y temblar.
–¿¡Cómo pudiste!? –la mujer seguía gritando–. ¡Son nuestros hijos! ¡Nuestros niños! ¡Eres un monstruo! ¡Un monstruo!
Largos brazos nos rodean a la otra persona y a mí, pronto todo un cuerpo nos cubre, como si aquella mujer se lamentara de nuestro destino o quisiera evitar que nos hiciera algo mal. Escucho al hombre chasquear la lengua.
–Los dioses no accedieron a mi petición de apartaros de mí, he tomado el control de la situación yo mismo
–Te maldigo –gruñe la mujer entre hipos y sollozos–, te maldigo, hijo de Poseidón, ¡te maldigo! ¡y te maldice mi familia entera! ¡Que tu trono solo sufra desgracias! ¡Que tu cuerpo sufra lo que le hiciste a tu propia sangre!
Una risa despiadada inunda toda la sala. –Las maldiciones no existen, mujer estúpida, si quieres causar daño, hazlo por ti misma –vuelve a carcajear–. Claro... si algún día logras salir de aquí.
Me despierto sudando a mares, aguantándome un grito y con el corazón yendo tan rápido que me duelo el pecho y siento que mis órganos no caben dentro de mis costillas. Ayer me desperté gritando con tanta fuerza que desperté a Hiccup a las cuatro de la madrugada y el pobre, muerto de miedo, entro espada en mano, esta vez, a pesar de todo el terror y la confusión que me ahogaban, he sido capaz de contenerme. Me tiro el pelo para atrás mientras me recuerdo porque estoy sola en una habitación diferente.
Estoy en medio de una misión para buscar a un hermanastro, estoy en una de las tres habitaciones de la parte de abajo –Hiccup dice que tiene un nombre específico pero no me acuerdo cuál es– del barco que el Campamento nos dio para llegar al océano Pacífico, esta misión hará que consiga el perdón del Olimpo por los crímenes que yo no cometí.
Las pesadillas empezaron ayer. El dolor y cansancio brutal, el olor a azufre, el calor asfixiante de la noche anterior, los dedos destrozados por aferrarme a barrotes de madera como si la vida me fuera en ello, el peso añadido a mis piernas por las personas que se aferraban a ellas. Hiccup se quedo lo que quedaba de madrugada a dormir conmigo, me propuso quedarse conmigo esta noche, yo negué asegurando que seguramente era solo el estrés relacionado con lo que había comentado el oráculo.
–No dejo de ver esto una y otra vez –me había dicho ese día–, unas manos, una jaula de madera, no sé qué más hay, pero sé que va de ti, hija de Quíone, tiene que ver contigo, con tu misión.
Me ardían los ojos, supe de inmediato que me costaría demasiado recobrar el sueño.
Chasqueo la lengua con desagrado al ver que todo el piso está congelado, golpeo la cama luego de comprobar, luego de miles de intentos, que tenía tan alterada la cabeza que podía descongelarlo. Suspiro pesadamente mientras tomaba ropa nueva, me dirijo hacia el baña comunal, es la sección más currada de todo el barco, tiene ducha y bañera, hay suficiente espacio entre el retrete, el tocador y la ducha, incluso hay un enorme armario lleno de toallas y con una linda sesta para la ropa sucia.
Me desvisto y tiro todo hacia la susodicha sesta, abro el grifo sin importarme si estoy dejando escapar el agua caliente o fría, solo quitarme el sudor de encima, no sentir la temperatura es sencillamente una enorme ventaja para el día a día. No tengo ganas que tener que lidiar con el cabello mojado así que rápidamente lo ato en un moño bastante caótico. El agua me ayuda a tranquilizarme, me pregunto está fría o caliente, es un pequeño juego que siempre he tenido para despejar la mente. No me fijo si hay vaho, solo cierro los ojos e intento adivinar.
Seguramente está fría.
Miro por primera vez en la noche el símbolo del grifo que indica que lado es calor y que lado es frío.
He acertado.
Me pregunto cuantas veces habré acertado teniendo la cantidad de veces que he jugado a esta tontería. Debería empezar a anotarlas, para sentirme bien conmigo misma y eso.
Cuando finalmente me siento lo suficientemente limpia cierro el grifo, me sacudo un poco el agua de encima antes se salir de la ducha. Me seco con desgana y sonrío al acordarme de que hay una buena reserva de compresas en el mismo armario de las toallas. Las hay de todo tipo, en especial de la marca que suelo usar, y aquello es un alivio pues desde el primer día que lo empezamos de maravilla con una notificación de que en algún día de la siguiente semana me llegaría mi período me he estado angustiando de si sería suficiente con las que había traído.
Me pongo la ropa nueva y me niego a mirarme en el espejo porque no encendí la luz y los espejos siempre me ponen de los nervios en la oscuridad. Solo dejo la toalla en una de las barras que hay y salgo restregándome el rostro con las manos.
Voy a mi habitación solo para asegurarme de que ya puedo descongelar el suelo, luego de poder respirar con tranquilidad voy a la habitación de mi novio. Entro sin llamar, porque si no quería que invadiera su privacidad no haber empezado a salir conmigo, así de simple... es broma, respeto la privacidad de Hiccup, pero ayer en la tarde me dijo que si tenía otra pesadilla podía entrar.
Está dormido bocarriba, nuevamente solo con esos cutres pantalones naranjas que le quedan tan inexplicablemente bien. Me pregunto si realmente el clima es propio para dormir solo con eso o es que pasarse gran parte de la historia de la humanidad congelado por Quíone lo ha dejado insensibilizado al frío... o tal vez son sus genes vikingos, ¿yo qué sé?
Le muevo un poco el hombro cuando finalmente estoy en el borde de la cama. Se remueve un poco y parpadea lentamente antes de mirarme. –He tenido una pesadilla –le digo cuando finalmente coloca sus ojos verdes sobre mí–, ¿puedo dormir...?
No termino de hablar para cuando él ya se ha hecho a un lado y levantado su manta para que me meta, lo hago rápidamente, recostándome en su pecho, sintiendo un gustoso escalofrío cuando él me abraza para taparme con la manta y me apretuja lo máximo posible contra su cuerpo.
Me da un tierno beso en los labios antes de dejarme ocultar el rostro en su cuello. Siento sus manos acariciando mi espalda y eso solo consigue que me sienta como en el paraíso.
–Te amo tanto –le susurro, como si fuera una especie de secreto, como si alguien más pudiera oírnos.
–Y yo a ti, copito.
Despierto sintiendo los besos de Hiccup en mi frente. Suelto una risilla mientras intento escapar, pero una de sus manos toma mi rostro para darme un largo beso en los labios.
–Buenos días, copito –me dice cuando finalmente nos separamos, tiene una sonrisa preciosa en el rostro, no puedo evitar imitarle el gesto y sonrojarme por completo–. ¿Cómo has dormido ahora? –me pregunta dejando un beso mi cabeza porque he recurrido a esconder el rostro en su cuello.
–Mucho mejor –respondo con un suspiro aliviado. No soñé con absolutamente nada, eso era algo bueno cuando eres un semidiós–, realmente necesitaba esto –le digo aferrándome lo máximo posible a él.
Finalmente me suelta un poco para sentarse en la cama y estirarse un poco. –Sí, creo que deberíamos sencillamente dormir juntos –propone con una sonrisa en el rostro, apoyando una de sus mejillas en su mano derecha, mirándome fijamente con todo el cariño del mundo.
–No lo sé –bromeo, también sentándome en la cama–. Tú no tienes control sobre tu pequeño amiguito y yo le rechacé los condones a Heather.
–Primero, sigo sin saber qué es un condón –empieza mientras yo me levanto, no me estiro porque me acabo de acordar que la camisa que pille es ancha pero no lo suficiente como para que no se me vea todo si me estiro–. Segundo, yo no lo llamaría pequeño.
–Yo no necesitaba saber eso, cielo –le bromeo tomando una almohada para tirársela, lo cual no sirve para nada porque la atrapa sin problemas y la deja en su sitio.
Él finalmente se levanta, con una sonrisa presumida y yo me tengo que recordar varias veces que darle una miradita a todo su cuerpo en ese momento sería una mala idea. Mientras camina hacia la puerta me da un beso en la mejilla para luego decirme. –No me gustaría que te llevaras un susto en nuestra noche de bodas.
Me pongo roja hasta las orejas mientras él sencillamente me mira con una sonrisa de oreja a oreja.
–Pervertido –es todo lo que logro decirle mientras empieza a irse.
–Vas a casarte con este pervertido –me asegura con toda la seguridad del mundo, escapando lo suficientemente rápido como para esquivar la bola de nieve. Tengo que taparme la boca para no dejar escapar toda esa risa tonta que se me acumula en el sistema cuando Hiccup actúa así de tonto.
Debería de estar pensando en esos sueños pero por el momento tengo la mente nublada por Hiccup, así que supongo que eso tendrá que esperar para más tarde... Intento seguir pensando en todo lo que había pasado en aquel sueño, recordaba la mayor parte de toda esa conversación entre figuras que no era capaz de ver, recordaba sobre todo, con algo de rabia, que ninguno tuvo la decencia de llamarse por sus nombres para facilitarme reconocerlos de alguna manera, que mala educación de parte de la gente de mis sueños. Todo lo que tengo es que uno de ellos era hijo de Poseidón, podría contarle todo lo que vi, tal vez él podría tener una idea de quien era ese sujeto, tal vez así podríamos dar un paso más hacia entender qué diantres significan todo estos malditos sueños.
Quiero creer que han empezado porque estamos en terreno de Poseidón, que hay alguna relación entre estar en una jaula de madera y escuchar a una pareja de marido y mujer maldiciéndose entre ellos. Él al final dijo que ella no podría escapar, ¿era eso lo que había ocurrido antes de estar en la jaula? ¿estaba viendo una historia desde su final hasta su inicio?
¿Esto tenía que ver con Cleóbula? ¿Era la mujer que gritaba Cleóbula?
¿Por qué esa tal Cleóbula es tan importante? ¿Qué relación habría entre ella y yo? ¿Por qué tendría que evitar su destino? Hombre, sí, es un destino horrible, pero a lo que voy es cómo eso podría terminar siendo también mi destino.
¿Tenía que ver con que Hiccup también era hijo de Poseidón? No, no lo creo en lo absoluto, Hiccup no es como el resto de sus hermanos, no es como su padre, no tienen comparación alguna. Tal vez no se trate de Cleóbula la mujer de mis sueños, tal vez es solo la esposa del algún hijo de Poseidón y el dios de los mares solo quiere crear dudas en mi cabeza, sí... solo es eso.
.
.
.
Estoy buscando todas las formas posibles de que el viaje en sí pueda fluir lo menos aburrido posible porque, después de todo, por unos cuantos capítulos solo tendremos a estos dos navegando y limitando las interacciones solo a ellos, incluir estos sueños creo que es una forma bastante efectiva de hacerlo.
No sé si buscando por Intenert lo habéis logrado, pero por lo que a mí respecta os voy a dejar sin saber mucho de quién es Cleóbula o si siquiera los sueños y la visión del Oráculo tiene que ver con ella, después de todo nuestra querida muchacha es el centro de la trama del siguiente libro, así que no quiero dejar ver demasiado. Me he asegurado de que es complicado encontrarla, es más, incluso le pedí a una amiga que lo buscara en Google a ver que le salía y así es como me enteré de la existencia de Cleóbulo, por eso lo mencioné xd
Algo que no suelo comentar es que yo suelo escribir capítulos muy adelantados (digamos que si vamos ahora por el 33, ahora mismo tengo el capítulo 59) porque usualmente tengo muy claro el final de las novelas pero termino cambiando algunos detalles por cosas que he decidido por el camino. La cosa es que un capítulo que por el momento tengo claro que no cambiará en el futuro es el capítulo final, el cual ya está terminado y termina de una forma que uff os va a romper el corazón.
Si os dolió el final de Huyendo del Destino preparaos para lo que se viene.
