Un destino incierto y un ojo que me persigue. Todo muy normal.
Hiccup insistió en estar sentados en la cubierta mientras me lo explicaba todo, por lo serio que estaba, sencillamente accedí por completo a seguirlo. No entendía del todo porque un tema que mayormente él lo acompañaba con bromas y sonrisas juguetonas de momento a otro era tan delicado, pero supongo que lo entenderé todo mejor una vez comencemos a hablar.
Mientras me siento el recordatorio de que ese bendito ojo verde jamás se convirtió en polvo dorado me persigue con unos toquecitos de culpabilidad, como si fuera mi obligación contarle lo ocurrido a Hiccup, como si todas esas emociones ajenas que me consumieron por completo en ese momento era un terrible secreto que estaba manteniendo lejos de él. Me convenzo de que aquello no era así, que se lo contaría una vez termináramos de hablar de lo que él necesitase hablar, que no era un secreto, es solo que tenía planeado sacar el ojo de momento a otro y empezar a hablarle de él solo porque sí.
–Entonces... –comienzo a hablar alargando la palabra mientras jugueteo con mis dedos–, ¿por qué es tan importante para ti el tema del matrimonio? Quiero decir, en estos tiempos todo ese tema ya no es tan importante como antes.
Hiccup me sonríe un poco antes de otorgarme mi merecida explicación. –No sé a dónde iré cuando muera, Elsa –me suelta sin palabras bonitas ni nada, sin intentar suavizarlo, sin tomarse unos segundos para que sepa como asimilarlo, sencillamente me lo dice, con toda la calma del mundo, sin ser consciente en lo absoluto lo mucho que llega a afectarme cuando él habla con tanta sencillez del hecho de que piensa morir lo más pronto posible una vez termine mi misión. Eso podría tomar mucho tiempo, lo sé, pero ser constantemente consciente de eso es complicado de digerir.
Intento disimular aquella presión en mi pecho con una tonta broma. –Oh, venga, eres el campeón de una de las primeras diosas, tu padre es uno de los Tres Grandes, básicamente tienes un ticket directo a los Campos Elíseos sin escalas.
Él suelta una risilla mientras rueda los ojos. –Eso lo sé, pero desde lo que me dijo el oráculo mis dudas no han hecho más que aumentar –supongo que la confusión se me nota perfectamente en el rostro, porque Hiccup de inmediato suelta un leve suspiro antes de continuar hablando–. ¿Recuerdas lo que dijo? Que las Moiras y las Nornas se disputan por mi destino.
–Sí, tiendes a llamar mucho la atención, no sé si es por tu maravillosa personalidad y tendencia a intentar matar a todo lo que se cruza tu camino o porque tu papi es el señorito especial del mar –intento seguir bromeando, a lo que él me responde tomándome de momento de la cintura para acercarme a él. Sus manos viajan rápidamente para hacerme cosquillas, arrancando risas de mi garganta y haciendo que patalee para quitármelo de encima–. ¡No, no, no! ¡Para ya!
–¿Puedes tomarte en serio lo que te estoy contando? –es todo lo que me dice mientras sigue haciéndome cosquillas, de verdad que intento librarme pero Hiccup sencillamente no va a soltarme, por lo que, en medio de risas, asiento repetidas veces para que luego de unos segundos él finalmente me deje en paz.
Él me sigue sujetando mientras yo sigo soltando una que otra risa e intento recuperar el aliento, cuando logro calmarme él insiste en que le mire fijamente a los ojos.
–De acuerdo, de acuerdo –digo en un intento de defenderme–, estoy completamente atenta y seria –le aseguro con una firmeza algo falsa a lo que él me alza las cejas con incredulidad, me acuna el rostro por unos segundos para luego apretujarme las mejillas.
–Compórtate –me ordena con un tono de voz que combina a la perfección la seriedad y la broma.
Yo entrecierro los ojos. –Mira quien lo dice, la vaca se olvida que fue ternera.
–No tengo ni idea de que significa eso –admite a la par que alzaba una ceja–, pero daré por hecho de que ya vas a escucharme.
Yo me defiendo de inmediato. –Te estoy escuchando, pero es un tema tan serio que necesito defenderme mediante bromas, no es nada personal.
Hiccup solo hace una mueca y no necesita decirme nada para saber que tengo que relajarme y escucharle correctamente, por lo que tomo aire lentamente para luego tomar sus manos e indicarle que puede continuar, finalmente me sonríe y comienza a explicarme.
–Mis padres no eran vikingos cualquiera, eran importantes allá en su isla –su mirada se desvía a un punto cualquiera mientras habla, yo aprieto con fuerza sus manos, acaricio con mis pulgares el dorso de sus manos y él regresa su mirada a mí para sonreírme antes de continuar–. Estoico el Vasto y Valka, los jefes de una isla vikinga. Mi padre murió peleando contra invasores griegos, mi madre murió batallando contra una enfermedad, en ambos casos sus muertes los hicieron dignos del Valhala.
Aprieto los labios antes de preguntarle. –¿Tienes miedo de no encontrarlos en los Campos de Elíseos? –le pregunto con delicadeza.
Él suspira pesadamente. –Tengo miedo de acabar en el Valhala, tengo miedo que después de todo esto no nos podamos volver a ver en el más allá –susurra mirándome fijamente a los ojos, es entonces que es él quien toma con más fuerza mis manos para alzarlas y dejar un beso en cada una de ellas–. Si muero peleando, como hijo de jefes, las valkirias podrían considerarme como digno del Valhala a pesar de ser un semidiós gracias a Poseidón.
–No quisiera tocar un tema demasiado delicado –empiezo a disculparme incluso antes de decir todo mi comentario–, pero, ¿no tendrían más en cuenta que tu padre es un dios griego?
Hiccup me sonríe con algo de incomodidad antes de negar con la cabeza. –Los vikingos consideramos más importante de que mujer desciendes, se puede dudar de quién es el padre de un niño, pero jamás podrás dudar quién es su madre. No soy el hijo de Poseidón, soy el hijo de Valka Haddock y ella era la jefa de una isla vikinga, la esposa de un jefe vikingo, incluso si tuvo que criar a su hijo en Esparta, incluso si se acomodó a sus costumbres, incluso si el final de sus días los vivió en Esparta, ella era un digna vikinga respetada por lo que es posible que esté en el Valhala, y no en los campos de Elíseos.
Ladeo levemente la cabeza. –Pero todo esto... ¿qué tiene que ver con casarnos?
Hiccup se remueve un poco para acercarse un poco más a mí.
–Si ser hijo de Valka y morir en batalla me hace digno del Valhala –razona jugueteando con mis manos–, espero que el hecho de que seas mi esposa te haga igual de digna del Valhala.
No puedo evitar volver a recurrir a las bromas cuando recuerdo cómo funcionaba el más allá según la mitología nórdica. –¿Tú quieres seguir entrenando y peleando incluso después de muerto? –le cuestiono con una ceja alzada y sonrisa ladina.
Hiccup me mira con una leve mueca y los ojos entrecerrados. –Para estar juntos en el más allá –me dice con obviedad, apretujándome nuevamente la cintura, como para advertirme que volverá a hacerme cosquillas como me siga pasando de la raya con mis bromitas.
–Para luego volver a ponernos de soldados con el Ragnarök.
–¿No quieres que nos reencontremos en el más allá?
–Preferiría no ir a un más allá que involucre pelear en el fin del mundo a sabiendas que voy a terminar muriendo una vez más y definitivamente, pensaba que teníamos planeado saltarnos la posibilidad de reencarnar justo por evitarnos más problemas con los dioses y sus necesidades.
Hiccup rueda los ojos y me sonríe con sorna. –Cobardica –me dice y yo me pongo de inmediato una mano en el pecho con fingida indignación.
–¿Cómo te atreves decirme algo como eso? ¡Que descarado!
Hiccup, que me crítica por responder con bromas a la seriedad, el muy hipócrita, su respuesta ante mi falsa indignación fue tirar de mí para dejar un corto beso en mis labios.
–Necesito asegurarme de que estaremos juntos en el más allá, copito.
O podríamos simplemente aprovechar todo el tiempo posible juntos en vida.
Aprieto los labios con fuerza. No, eso no es justo, eso no es lo que él quiere, Hiccup tiene derecho a rechazar lo que le queda de vida, ha pasado por demasiado y luego de haber tenido que lidiar con Idylla y con mi madre, lo último que necesitaba o merecía era tenerme a mí intentando retenerlo en una vida que no quería.
Tomo su rostro entre mis manos para dejar un beso lento en sus labios, le prometo pensarme seriamente el tema del matrimonio, le prometo hacer todo lo posible para reencontrarnos sin importar qué, aprieto contra mi pecho las ganas de mantenerlo en mi vida, porque sencillamente no me siento con derecho a exigirle nada. Él me abraza con todo el cariño al mundo y me asegura que se mantendrá a mi lado sin importar cuál sea nuestro final.
Dejo en una caja de hielo opaco aquel ojo que parece seguirme a donde sea que vaya. No se lo he comentado a Hiccup, cuando intenté hacerlo, luego de la cena, a penas hace unos minutos, sentí nuevamente esa ira ajena, ese rencor que no reconocía como mío y que jamás vincularía con Hiccup me ahogo por completo, un dolor tan horrible que jamás había experimentado me envenenó de arriba abajo mientras las palabras de aquel sueño, la maldición hacia ese hijo de Poseidón de una mujer desesperada, resonaba de tal manera que me enmudecía cada vez que intentaba contarle lo ocurrido, cada vez que intentaba explicarle qué era la nueva cosa extraña que estaba pasando por mi cabeza. Intenté convencerme de que tampoco necesitaba saberlo, que el hecho de tener el ojo verde de un espíritu de la tormenta guardado en una caja de hielo no era absolutamente importante, que si no se lo comentaba era solo porque no era digno de comentarlo.
Las voces son sencillamente algo que incluso yo misma quiero ignorar, el haber recordado aquella mujer llena de rabia también era un hecho que pensaba guardar en algún agujero oculto de mi mente. Sabía que tenía que comprender qué habían significado esos dos sueños, pero intentar descubrir porque aquella maldición había resonado en mi cabeza cuando intenté hablar con Hiccup era una parte a la que no planeaba darle absolutamente nada de importancia.
El ojo no se movía en lo absoluto, estaba completamente inerte, pero cada vez que iba de un lado a otro en mi propia habitación juraba que estaba completamente pegado a la ruta que trazaba con mi andar. Aquel tono verde me recodaba a los retratos que había llegado a ver de Percy Jackson, a las pinturas que algunos inspirados hijos de Apolo había llevado a cabo en sus mejores días para lograr mostrarnos el rostro del antiguo héroe Teseo, a lo que describían del mismo dios de los mares... me recordaba un poco a Hiccup.
Pero si me preguntaras a quien, de todas esas personas que había llegado a ver relacionadas a al mar, me recordaba más, te diría que me recordaba sobre todo a Hiccup, el mismo tono, el mismo brillo, pero había algo más, algo que no podía explicar, algo que cuando me lo cuestionaba no sabía darme una respuesta lógica alguna.
Me recordaba a mamá. Ahora que lo pienso más detenidamente, a ambas en verdad, de alguna forma que no entendía en lo más mínimo, en alguna forma bizarra que hacía que todo me diera vueltas a pesar de lo tranquilo que era navegar por ríos. Me recordaba a mis madres, a pesar de lo mucho que me he esforzado en diferenciarlas, a pesar de todos los aspectos antagónicos que me esmeré en encontrar entre ellas para poder mantener una buena relación con mi madre mortal y volcar toda mi ira y dolor en la otra, aquel ojo me recordaba a ellas y no tengo ni idea de por qué.
Me siento en el borde de la cama, mirando fijamente al ojo, intentando comprenderlo, intentando comprender las voces, intentando comprender la forma tan extraña que me hacía pensar en tantas personas tan diferentes. Quiero tirarlo por la borda, quiero resguardarlo de todo, incluso de Hiccup, quiero que alguien más se lo quede y al mismo tiempo quiero mantenerlo como mi más oscuro secreto. Siento que es un objeto robado, siento que es mi derecho innegable tenerlo. Me da asco y le tengo cariño enorme al mismo tiempo, no sé qué ocurre conmigo y con este ojo que parece querer seguirme.
Como tirada hacia el suelo por el peso inexplicable del ojo, empiezo a deslizarme lentamente hasta quedar de rodillas en el suelo con la caja en el regazo. Paso el pulgar por la superficie una y otra vez, sin parar en lo absoluto, en algún punto incluso me parece que directamente estoy acariciando la caja que yo misma he hecho. Mis acciones hacen que el hielo cambie, que ya no sea opaco sino que completamente transparente.
Y aunque había formado una pequeña deformación en la caja para que el ojo en sí no se moviera y estuviera siempre mirando al lado derecho –que eso sería mirar a la pared vacía si lo hubiera dejado en su sitio en vez de tomarlo– cuando el hielo se hace completamente transparente el ojo se ha girado tal forma que me mira fijamente.
Y no me espanto.
Y no me asusto.
No pego un brinco ni nada por el estilo.
Sino que empiezo a sollozar.
No puedo evitarlo, no puedo detenerme a pesar de que absolutamente nada dentro de mi corazón o de mi cabeza me pida llorar, no es propio, nuevamente se trata de ese desgarro de emociones negativas ajenas a mí. Me encorvo sobre mí misma mientras abrazo la caja y lloro sin poder detenerme ni para tomar aire. No sé cómo estoy logrando hacerlo casi en completo en silencio o tan bajo que sería imposible escucharme desde afuera, porque siento que me han arrancado lo más preciado que tengo, lo único que tengo, y que todo lo que me queda es esa caja que guarda un ojo.
Y las voces llenas de ira, dolor y rencor llevan a cabo un orquesta de sollozos en mi cabeza, y las voces jóvenes, viejas, masculinas y femeninas repiten lo que dijo la mujer de mi pesadilla. Repiten todo con tan fuerza que por los llantos y sus alaridos la cabeza me martillea como alguna vez le martilleo al mismo Zeus.
Y suena y suena la misma maldición, y suenan y suenan los mismos insultos.
Te maldigo, te maldigo, hijo de Poseidón, ¡te maldigo! ¡y te maldice mi familia entera! ¡Que tu trono solo sufra desgracias! ¡Que tu cuerpo sufra lo que le hiciste a tu propia sangre!
Monstruo
Monstruo
Monstruo
¡MONSTRUO!
Sigo llorando mientras intento recuperar el aliento, mientras tiemblo de pieza a cabeza de tal manera que me arde el cuerpo por el dolor, mientras siento la cabeza en llamas y palpitando por el dolor que sollozar de esa manera me ha provocado. Todo me da tantas vueltas que no soy capaz siquiera de saber si las voces han parado o no, si el recuerdo de aquella pesadilla se ha detenido o sigue acosando mi mente.
Tiro la caja lejos de mí, no me atrevo a tirarla por la venta, ni siquiera me atrevo a lanzar con fuerza, solo la aparto de mí porque prefiero darme de hostias contra una pared de hormigón antes que volver a pasar por eso. Oculto la cara en la cama en cuanto la caja deja de rebotar, porque necesito tranquilizarme un poco y sé que cuando vuelva a verla el ojo estará mirándome fijamente.
Oculto los hipos, los sollozos y los pequeños gritos en el colchón, no quiero que Hiccup me escuche, no quiero que sepa que acaba de pasar. No quiero que vea el ojo, no puedo verlo, él no tiene derecho, no sé por qué, pero él no tiene derecho a verlo.
Es ese rencor ajeno quien me lo dice, que un hijo de Poseidón, que un hermano de aquel monstruo no tiene derecho alguno a saber del ojo. Me dice que solo tiene derecho a una cosa.
A que el desconocimiento lo deje a ciegas.
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Buah, la escenita me ha quedado intensa, ¿eh? Quería hacerla intensa, no nos confundamos, pero honestamente estoy gratamente sorprendida de cómo ha terminado.
Rápidamente comentamos lo de Hiccup por si quedan dudas. Digamos que tanto Valka como Hiccup tienen un 50/50 de terminar en el Inframundo griego o nórdico, tengo entendido que los nórdicos consideraban como morir batallando cuando luchas contra una enfermedad, por lo que Valka también sería digna del Valhala. Hiccup, por honrar a su cultura, quiere morir peleando en una misión, por lo que también tiene posibilidades de acabar en el Valhala y no en los Campos Elíseos.
Pero recordemos que, después de todo, es el hijo de un dios griego, eso importancia va a tener sí o sí. Como la cosa no está segura, Hiccup quiere tomarse todas las precauciones posibles y hacer de Elsa la esposa de un vikingo, además que recordemos que su familia se asentó por mucho tiempo en Noruega, es una precaución muy buena.
Ahora, lo del ojo y las voces, que ya dije que yo que sería un tema serio y espero no estar revelando demasiado de la trama principal.
Por si alguien tiene curiosidad, iré adelantando que este hijo de Poseidón del que se habla en la pesadilla es en verdad un personaje de la mitología que aparece en Percy Jackson.
Por cierto no os asustéis porque todo el temita de las voces y el ojo, por el momento lo tengo planeado así, no va a provocar peleas entre Hiccup y Elsa, ella es completamente consciente de que todo ese odio es completamente ajena a ella y que no tiene sentido alguno desconfiar de Hiccup por todo lo que está pasando. Ahora, ¿se lo va a contar? Pues... por el momento creo que no.
Me muero de ganas de comentarlo así lo voy soltando de una vez: van a haber más ojos, digamos que la pobre los irá recolectando sin darse cuenta.
