Eyes blue like the Atlantic and I'm going down like the titanic.


Desperté antes que Hiccup, tiene el cabello algo revuelto de tal manera que algunos mechones más que de costumbre están sobre su rostro, uno de sus brazos está sobre mi cintura, apretujándome contra su cuerpo, haciendo que sea imposible no ver las marcas que yo misma he dejado en su cuello. Se ve tan tierno y delicado mientras duerme, creo que es solo cuando descansa que puede pasar por completo como un adolescente común y corriente con absolutamente nada que pudiera dar a entender que lo mejor sería esperar algo extraño de él. Mientras acaricio un poco su cabello no puedo evitar volver a preguntarme lo de siempre, ¿y si Hiccup no hubiera quedado atrapado durante todos estos siglos en el hielo de Quíone? ¿y si hubiera nacido como un muchacho completamente normal, un simple adolescente de esta época? ¿o si solo fuera un semidiós de esta generación de cualquier otro olímpico o de algún dios menor? Si tan solo su vida fuera más sencilla, sin tan solo no hubiera pasado por todas es desgracias y problemas.

Si Hiccup fuera un simple muchacho de hoy en día, un simple mortal... sencillamente no sería el Hiccup que conozco, seguramente ni siquiera llegaría a conocerlo y si llegara a hacerlo por todas las casualidades que las Moiras pudieran presentar, seguramente en ningún momento miraría más allá de la apariencia que Afrodita me dio, vería solo una chica atractiva más y ya está, jamás sería capaz de comprenderme por completo, porque sencillamente yo jamás sería capaz de contarle acerca del mundo oculto que el panteón griego ha construido en Estados Unidos.

Si Hiccup fuera un semidiós de esta generación, ya sea hijo o legado de un dios menor o de algún otro olímpico... seguramente me odiaría, me odiaría como el resto del Campamento Mestizo me odia. No tendría motivos para intentar saber absolutamente nada más de mí, no tendría motivo alguno para preguntarse si el trato de los demás hacia mí es justo o no. Tal vez no me odiaría, tal vez solo le daría igual mi existencia, tal vez solo me miraría alguna vez por el rabillo del ojo, se hundiría en hombros y se diría a sí mismo que no tenía motivo alguno para meterse en problemas con sus hermanos o con el resto del Campamento solo para intentar descubrir si todo lo horrible que decían de mí era cierto o no. Si Hiccup fuera un simple semidiós de esta generación no se hubiera apuntado a esta misión incluso si el oráculo le hubiera señalado directamente a él como la otra parte de la profecía, porque sencillamente nadie se metería en tantos problemas por la hija de Quíone.

Tal vez el hecho de que su vida haya sido de esa manera era el motivo por el cual había acabado a mi lado, tal vez solo lo hubiera tenido como mi compañero y pareja por todo lo que tuvo que pasar...

Cuando Percy Jackson salvo al Olimpo por primera vez, cuando finalmente derrotó a Cronos y su horrible ejército, Zeus mismo le concedió un deseo. Entiendo a la perfección que aquello fue un premio, una forma de agradecer su gran labor y el liderazgo que tomó sobre todos los campistas de aquella generación, sé que no tengo derecho a pedir absolutamente nada. Pero si pudiera... si pudiera recibir cualquier petición de parte del Olimpo...

Desearía que Hiccup hubiera llegado sano y salvo a su isla, desearía que Valka se hubiera mantenido sana y hubiera escapado lejos de la esclavitud hasta su tierra natal, desearía que Estoico no hubiera muerto y que Hiccup realmente llevara su sangre.

Desearía que Hiccup hubiera tenido una vida tranquila, en su tiempo.

Desearía que los dioses alterasen la historia ya escrita para que él pueda ser feliz, incluso si eso significaba que yo jamás lo hubiera conocido, incluso si eso significaba que tendría que pasar por todo este infierno yo sola.

Me parece correcto anteponer su seguridad y felicidad a nuestra relación.

–¿Cuánto llevas despierta? –la voz ronca de Hiccup me saca bruscamente de mis pensamientos, cuando levanto la mirada para verlo noto que ni siquiera puede mantener por mucho tiempo los ojos abiertos. Su brazo me apretuja un poco más y él se remueve perezosamente para dejar su rostro en mi cuello y meter sus manos bajo la camisa que le robe anoche para no dormir completamente desnuda.

Sus manos pasan unos segundos por mi espalda, no puedo evitar apretar con fuerza los labios para no dejarme llevar por la rabia de saber que ese gesto tan suyo ya no solo es una caricia común y corriente, ya no es sencillamente algo a lo que ambos estamos acostumbrados, ahora es algo que él siente que debe de hacer para comprobar que ninguna de esas malditas heridas se han abierto de momento a otro o están a punto de hacerlo, ahora es solo una forma de verificar que me estoy desmantelando poco a poco como una maldita taza rota que han pegado malamente. Tomo con algo de brusquedad sus muñecas para llevar sus manos a otro sitio, algo que me agrade más, algo que no me recuerde como sencillamente alguna fuerza que no comprendo ha decidido cambiar para siempre mi cuerpo de la manera que le apetecía.

Hiccup empieza a besar mi cuello, con mucha más delicadeza que la de anoche, no sé si es por el sueño que tiene o porque sencillamente quiere ser delicado ahora mismo.

–¿Entonces? –dice de momento a otro solo deteniendo sus besos por unos segundos.

–¿Entonces qué? –le pregunto, intentando contener todo lo posible cada gemido y suspiro que se me quieren escapar.

Él suelta una risilla mientras detiene sus toques y sus besos por unos segundos para mirarme directamente a los ojos. –¿Cuánto llevas despierta, copito? –me pregunta con una sonrisilla ladina, sacando sus manos de debajo de la camisa para sencillamente abrazarme ahora.

–Oh... no mucho en verdad –le digo, sin estar realmente segura de cuánto tiempo me había quedado nublada por todos mis pensamientos, últimamente no tengo buena noción del tiempo–. ¿Ya no me vas a mimar? –le pregunto algo juguetona con una voz dulzona y rebosante de falsa inocencia, intentando volver llevar al menos una de sus manos de regreso a donde estaban antes.

Sin embargo, Hiccup suelta una risilla mientras niega con la cabeza. –Ya estamos en mar abierto, copito, tengo que hablar algunas cosas con las ninfas para llegar lo antes posible con Eumolpo, además, por mucho que me encante la idea, no podemos sencillamente quedarnos en la cama todo el día.

No puedo evitar hacer una mueca. –¿No podemos?

Él se vuelve a reír levemente, ahora sentándose en la cama pero manteniendo al menos una de sus manos sobre mi cintura. –Lo siento, copito, pero no podemos.

Me da un rápido beso en los labios antes de levantarse por completo e insistirme por unos largos minutos de que también tenía que dejar la comodidad de la cama. Estuvimos jugando con respecto a eso por unos segundos, bromeando ambos con respecto a la seriedad del asunto. Pero he de admitir que tuve que rendirme por completo cuando él, con una sonrisa burlona pero fingiendo estar cansado con la conversación, me tomó de la cintura y me levantó con la misma facilidad de siempre, incluso estuvo cargándome en su hombro por unos largos mientras tomaba nuestras toallas para obligarme a darme una ducha con él. No es que me moleste bañarnos juntos, solo que no quería salir de la cama.

Durante el baño, para mi molestia, las heridas se abren un poco, sin aviso alguno, simplemente mi espalda empezó a sangrar mientras me quitaba el gel de baño del cuerpo. Hiccup me colocó vendas nuevas y me lleno de besos cuando se dio cuenta que lloraba de la frustración de tener que lidiar con todo aquello.

Desayunamos algo tarde por lo cansada que me dejaba la perdida de sangre y porque él sencillamente no se sentía tranquilo sin preguntarme cada dos segundos si me sentía bien y si quería que él se encargara del desayuno ese día.


¿Te he comentado que odio con todas mis fuerzas a las malditas harpías? Ya sabes, esos pajarracos con cara de mujeres, las odio, las odio con todo mi corazón, con toda mi mente y con todas mi malditas fuerzas. Las odio tanto, quisiera acabar con todas ellas y dejarlas para siempre enterradas en el Tártaro, quisiera acabar con absolutamente todas y cada una de ellas, no soporto el hecho de que existan, sencillamente no lo soporto.

No...

No, eso no es cierto, nada de eso es cierto. No sé ni por qué te he dicho todo eso.

No tengo absolutamente nada en contra de las harpías, algunas de ellas vigilaban el Campamento Mestizo durante el año escolar, siempre podías verlas el último día de verano insistiéndote en irte de una buena vez o darles tu permiso escrito para quedarte el resto del año. Jamás he sentido nada en contra de ellas, ni siquiera les tengo miedo o me parece incomoda su apariencia. Sencillamente son criaturas que existen, a veces no soy capaz de llamarlas monstruos por lo bien que de vez en cuando nos tratan a los campistas del Campamento Mestizo.

Son las voces, específicamente esas que son más o menos jóvenes y masculinas, quienes chillan, berrean y maldicen en su contra, son las voces quienes, cuando un par de harpías aparecieron de momento a otro antes del almuerzo, empezaron a resonar con mucha más fuerza que las demás para repetirme una y otra vez que tenía que acabar con todas ellas yo misma por un bien mayor que no querían compartir.

Fui totalmente imprudente cuando aquella con unos ojos azules tan claros como el hielo mismo se me puso delante de mí, fui totalmente imprudente cuando a penas contuve el grito de rabia que las voces jóvenes y masculinas querían sacar desde mi garganta. Fui imprudente cuando levanté muros irregulares de hielo para ir precisamente hacia ella, casi persiguiéndola en lugar de intentar ahuyentarla como habíamos intentado hacer Hiccup y yo cuando se nos aparecieron esos espíritus de la tormenta. Fui totalmente imprudente en todo momento, pero de algún modo logre que no todo saliera realmente mal.

He cierto que casi recibo un picotazo en el ojo, es cierto que casi me entierra las garras en el antebrazo izquierdo, es cierto que, al igual que aquel espíritu de la tormenta, aquello harpía pudo alzarme bastante metros sobre el nivel del agua. Todo eso es cierto, pero el hecho de que absolutamente ninguna parte de mía estuviera sangrando era todo un logro.

Quería crear algún plan, el que fuera, quería detenerme los segundos necesarios para idear una forma de acabar rápidamente con aquella molestia con alas y molesto rostro. Pero en vez de mis pensamientos todo lo que escuchaba eran los gritos furiosos de esas voces masculina, solo podía oírlos, con las voces rotas e incontenibles, maldiciendo sin parar aquella harpía que me sostenía e instándome una y otra vez que tomara ambos ojos.

No sé cómo pude, no sé ni cómo fue que me moví, pero la tome del cuello, como intentando ahórcala y empecé a congelarla sin parar, dejando que pasara toda esa rabia ajena a partir de mi magia. Les daba el control, les daba permiso, les permitía expresarse a pesar de que me había jurado que jamás lo haría.

Creo que fue porque no había pensando en ningún momento y porque me corría mucha más adrenalina que la vez pasada, pero la cosa es que en esta ocasión lidie muchísimo mejor con la caída. Tomé ambos ojos azules de inmediato, cayeron con tanta facilidad sobre mis manos que sentía que alguien me los había pasado delicadamente, los metí congelados en el bolsillo de mi sudadera ancha para que se quedaran pegados a la tela y así no se cayeran, antes de causarle otro infarto a mi pobre novio extendí los brazos hacía abajo y pronto un tobogán filoso de hielo se formó desde mi posición hasta el suelo.

Cuando ya no hace falta el hielo y toco finalmente la madera del barco me resbalo un poco por la rapidez con la que me deslizaba por el tobogán, pero lo importante es que estoy bien, que no me sangra la espalda, que he conseguido esos malditos ojos y que incluso tengo energías suficientes para sacar el arco de Apolo y cargarme sin problemas a la harpía que quedaba, dejando absolutamente todo lleno de polvo dorado.

–Vaya –la voz de Hiccup hace que me voltee hacia él, tiene parte de la camisa hecha jirones y parte del cuerpo lleno de polvo dorado–, eso ha sido genial.

Finalmente logro ignorar la rabia de las voces, ahora que las viejas, las más jóvenes y las femeninas de todo tipo se unen, me estoy acostumbrando a ignorarlas cuando se trata de Hiccup. Le sonrío orgullosa mientras regreso el arco y la flecha a su forma de llavero.

–Sí... no sé cómo he hecho eso. Bueno –señaló el tobogán de hielo–. Eso sí que lo sé, aprendí la lección de la última vez.

Cuando regreso mi mirada a él puedo verlo sonreír de la forma más bella posible. Se me acerca apresurado para darme un rápido beso en los labios. –Estoy tan contento de que estés bien –me dice, yo le devuelvo la sonrisa, aliviada haber sido capaz de quitarle algo de peso de encima.


Ha ocurrido otra vez, nuevamente estoy en el suelo de mi habitación, esa a la que ya no entraba para nada desde que moví todas mis cosas a la habitación de Hiccup. La espalda la tengo contra la cama, me siento aliviada de que hasta ahora no sangre en lo absoluto, en las manos tengo una nueva caja, una más larga, una que guarda esos dos ojos uno al lado del otro. Me duele la cabeza por haber llorado tanto, me arden los ojos por todas las lágrimas que he soltado, el cuerpo me tiembla y sencillamente hay algo con respecto a esos ojos azules que me destroza el corazón como nunca nada lo ha hecho.

Y las voces están en un silencio extraño, porque se que están ahí, como fantasmas, pero incapaces de decirme nada. Junto conmigo lloraron, repitieron la maldición de la madre, esta vez estaban un poco más dolidas, esta vez aquello fue acompañado con la pregunta que escuché en aquel sueño que me dejó, literalmente, tan marcada. La pregunta del menor, la pregunta de Plexipo.

–Mamá –solloza Plexipo, destrozándome por completo el corazón–, Pandión, ¿dónde está mamá?

Es solo cuando yo misma lo pienso que las voces empiezan a repetirlo:

¿Por qué le hicieron eso? Era solo un niño.

¿Por qué le hicieron eso?

¿Por qué?

Él no había hecho nada malo.

Él era inocente.

Era solo un niño.

Era solo un niño, un niño pequeño y vulnerable.

–Era solo un niño –sollozo nuevamente, con las voces haciendo eco para mí–. No se lo merecía, no se lo merecía era solo un niño. Era un niño pequeño, no se lo merecía, él solo quería seguir en la vida de su padre, él solo quería que su padre siguiera amándolo.

No puedo parar, no puedo parar de llorar mientras abrazo con fuerza la caja, mientras las voces me dicen algo de la verdad.

Esos ojitos son de Plexipo, esa miradita azul tan clara e inocente es suya y solo suya, esa miradita fue robada y yo estaba haciendo lo correcto al reclamarla.

Las voces me dicen, también, que aquel ojo verde que lleva guardado por tantos días dentro de una caja de hielo pertenece a Pandión, y que me falta encontrar el otro.


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Hay una frase en este capítulo que en el futuro marcará la relación de Elsa, Quíone y de alguien más UwU más o menos en unos tres capítulos veréis a quien me refiero.

Antes de que me diese cuenta, ya estamos cerca del final, no es que falten pocos capítulos, es que este arco ya se termina y pues después de esto solo queda el arco final. Que ganas de que veáis el final de esta parte porque es muy intensa.

Para recalcar aún más, aún quedan bastantes capítulos, pero estamos entrando a la fase final.

En fin, me ha gustado mucho la forma en la que he metido a Plexipo y Pandión en este capítulo, su historia en verdad es desgarradora y el hecho de que en la propia mitología se sepa tan poco de ellos cada día me rompe más el corazón.

También que cierta parte de los desvaríos de Elsa son un guiño a lo que será uno de los dos "¿Y si...?" Que haré para la primera parte de esta saga porque realmente creo que llegaré a al final de esta saga sabiendo que cada parte necesita su propio "¿Y si..?" porque, a diferencia de Huyendo del Destino, esta saga [que por el momento llamaré la saga Sangre porque no se me ocurre algo mejor] evidentemente cuenta una sola historia pero las vidas de sus protagonistas no están tan unidas entre sí, digamos que cada uno pudo haber tenido una mejor vida de otra manera xd

Como no es spoiler de ningún tipo, os voy a decir de una vez como serían los primeros dos "¿Y sí...?" que son básicamente los de la historia de Hiccup y Elsa: El primero sería ¿y si Hiccup fuera un semidiós de esta generación normal y corriente? Spoiler alert, no sería en lo absoluto como Elsa se lo imagina en este capítulo. El segundo sería ¿y si Elsa hubiera vivido en la antigua Esparta con Hiccup?

Me gusta resumir al primero como ¿y si los niños tuvieran un poco menos de traumas? y al segundo como ¿y si los niños no tuvieran casi nada de trauma?

Por el último, el título es una referencia a básicamente toda la letra de una canción que realmente quedaba muy bien con la parte de los ojos de Plexipo.