Estaba en el muelle mirando el horizonte. Sin embargo, esta vez no estaba esperando a Shanks, sino a los marines.
Después de confirmar con mi Haki de Observación que nadie había sobrevivido, ni aldeanos ni piratas, encontré el Den Den Mushi de un marine que se había estado quedando en nuestra villa y al parecer fue uno de los primeros en morir.
Emma también estaba muerta.
Llamé a la base marina de la siguiente isla.
No continué llorando, porque el único sentimiento con el que estaba luchando ahora, era la furia ardiente. Así que cuando al fin llegaron los marines, después de 10 minutos de espera, al verme se sintieron incómodos.
A penas vieron el panorama supe que querían consolarme, pero nada más ver mi rostro en blanco con ojos chapados en ira los detuvo como si estuvieran tratando con una bomba a punto de estallar.
El estadillo del arma que apuntó a Emma.
Que mató a Emma.
Decidieron no hacerme preguntas aún. Me subieron al barco y me arroparon con una manta simple mientras ellos se encargaban del desastre. Una marine agradable me ayudó a lavarme - Era su sangre, de Emma. Tenía que ser su sangre. Era mucha sangre. - y me dio ropa nueva que era unas tallas más grandes que la mía, pero que al fin y al cabo cumplía con su función.
Luego me acerqué a la barandilla con vistas a la isla donde ya había algunas tumbas listas. No quise ver la sepultura de Emma. - Emma estaba siendo enterrada bajo tierra. - De entre todas las cruces erigidas en el campo, temía reconocer la de mi madre muerta, como si hacerlo fuera el interruptor entre la furia y la desesperación. Prefería estar enojada, mantenerme así.
Esto estaba mal. Estaba tan rota.
Permanecí observando desde lejos, inmóvil y por horas hasta que hubieron terminado.
No hablaba, y eso tenía deprimidos a los marines más sensibles que pensaron que quizás había sufrido algún tipo de trauma de por vida. - Emma estaba muerta. - No podían estar más equivocados. Porque sólo estaba resentida con el mundo y conmigo misma por no tener la fuerza para proteger a Emma. -Soy tan débil. - El silencio solo era una medida autoimpuesta para no despotricar contra lo que tuviera enfrente. - para gritar en llantos - Ya estaba perdiendo mi cordura, no quería perder también lo que me quedaba de orgullo gritando las injusticias del universo.
Iba a enloquecer.
No obstante, cuando ya no había nada más que hacer en la isla, llegó el momento en que la atención de cada marine, incluyendo el de mayor rango en el barco, fue puesta en mí.
"Hola pequeña ¿Cuál es tu nombre?"
"…"
"Sé que no te sientes bien" El marine hablaba suavemente, como temiendo el momento en que se quebrase mi postura indiferente y actuara como una niña llorona y traumatizada. - Emma está...- "Necesito que nos cuentes qué fue lo que sucedió exactamente" No iba a pasar.
"…"
"¿Crees que puedas decirnos el nombre de tus padres?" -¡Emma! ¡Emma! - Pero el hombre tenía que traer de vuelta lo que más dolía.
¡EmMa!
Por instinto mis puños se cerraron con fuerza provocando que mi cuerpo temblara, y aun así no emití sonido alguno. No ahora. No cuando puedo caer en la desesperación de perder a la única familia que realmente amé en esta vida y en la otra.
"… "
Seguí en silencio.
Emma estaba en silencio.
No sé cómo ni cuándo me dormí, pero desperté en una habitación rodeada de blanco. No había mucho ruido salvo la fricción de un lápiz contra la hoja de papel.
Rápidamente los recuerdos de hace unas horas volvieron a mi mente, pero ya sea porque mi cuerpo descansó mientras dormía o mi cerebro estaba sufriendo un reinicio forzado, no me fue tan difícil por fin digerir adecuadamente los sucesos. - que Emma estaba muerta, la mataron. Una bala atravesando su abdomen. Una sonrisa diluida mancha de sAnGRe- Aunque era incómodo despertar en un lugar diferente al que había caído inconsciente. Y aún sentía ese burbujeo de la ira en mi pecho.
Dolía tanto. El corazón dolía tanto.
Eso no cambiaría. Estaba segura. Los piratas, todos ellos, hacen lo que quieren y somos los civiles quienes tenemos que pagar por sus atrocidades.
Emma podría seguir viva si no fuera por ellos.
A pesar de que no me gustaba, antes podía entender en un mínimo grado que Shanks anhelara con tanto esmero la libertad en su forma más básica de ir y hacer lo que quisiera. El pensamiento era fascinante y emocionante. El deseo rebelde de no seguir reglas ni estereotipos, de vivir egoístamente y sin arrepentimientos. Pero ¿realmente no se daba cuenta que sus acciones dejaron a su familia - a Emma - desprotegida ante el mundo? ¿Qué sus acciones avivan el deseo de más bastardos a ir contra la ley sólo por diversión, arruinando vidas y más vidas tras ellos?
Sí. Seguro que lo hacía. Pero su egoísmo le permitía mirar en otra dirección mientras todo lo malo ocurría.
Mientras asesinaban a Emma.
Porque ser piratas significaba egoísmo.
¿Luffy no lo había dicho él mismo? Los piratas prefieren quedarse con todo a compartirlo. No con esas palabras, pero al menos eso entendí yo con su estúpida metáfora de la carne.
"Ah… " Maldita sea.
Sacudiendo esos pensamientos que no hacían más que seguir envenenándome, me senté en la cama y busqué con éxito el portapapeles que debería tener mi expediente.
Ignorando los pasos, el correr de las cortinas que me aislaban del resto, y la voz de la enfermera, seguí leyendo.
Hematomas en varias partes del cuerpo y pequeños cortes. - Bala atravesando su abdomen - Nada era grave, - estaba muerta - lo peor eran las heridas de mis muñecas y tobillos, pero al parecer, con un poco de medicina y un par de semanas, ya no existirían.
Emma ya no exis-
Con mi mente despejada, no me fue difícil esquivar con mi Haki la mano de la enfermera intentando arrebatarme el portapapeles.
Viendo que las observaciones no eran nada del otro mundo, subí a los datos personales.
Ni mi nombre, ni mi fecha de nacimiento estaban escritas.
El nombre que Emma me dio.
Pensándolo bien, creo recordar haber escuchado que la oficina del alcalde, donde se hallaban todos los registros de la villa, se había incendiado.
Tomando el lápiz del portapapeles, mientras seguía evitando a la mujer, escribí mi fecha de nacimiento: 2 de marzo de 1503, y taché todo el recuadro vacío de mi nombre.
¡Era mi nombre!
Dudaba que hubiera registros en la base marina de mi aldea. En los nueve años que llevaba en este mundo ya no me sorprendía la incompetencia de los marines. No fue un problema darme cuenta del porqué aún no podían identificarme aún si era la única niña con la descripción de pelirroja en las hojas de vida de los aldeanos.
No tenía claro qué hacer desde ahora, pero no quería dar mi preciado nombre, lo único verdadero que me quedaba, a cualquiera.
Suspirando devolví el expediente a la enfermera inquieta, mientras ponía mi espalda recta para observarla con detención.
Alta, las típicas curvas de este mundo, rubia, teñida... podría cambiar el color de mi cabello, el rojo me está enfermando, siempre recordándome al bastardo del que no quiero volver a divagar.
Su sangre era tan roja.
Vuelvo a suspirar. Y vuelvo a observar.
Frunce su ceño al ver, lo que supongo yo, es la casilla del nombre tachado. Me da una mirada y continúa leyendo. Asiente haciendo el cálculo mental de mi edad. No es muy rápida de mente si tuvo que tardar casi un minuto en pensarlo.
Uñas limpias y cuidadosamente arregladas. Pulcra. Vestido blanco inmaculado, con líneas azul en todos sus bordes. Obviamente, uniforme de enferma de la marina. No apto para luchadoras. Ni para abordar un barco. Debe estar estacionada en la base marina de esta isla y quizás también haya nacido aquí. Sus músculos no muestran que haya estado bajo un régimen de entrenamiento físico intenso, y su contextura y piel no parecen ser de alguien que haya viajado mar adentro.
Supongo que, mundo pequeño, mente pequeña.
Su cofia tiene una línea horizontal y una diagonal a cada lado. Quizás no enfermera jefe, pero sí jefa de piso, lo que me sorprende. Pero a juzgar por como toma el lápiz para escribir más observaciones, parece ser de manos hábiles. No tiene la mente pero sí la técnica. Dicen que la experiencia hace al maestro y la mujer enfrente mío debe tener alrededor de los 35 años, tal vez con más de la mitad de su edad entregada a la medicina.
Puede que me haya equivocado con su mente lenta y solo sea mala en matemáticas.
"Entonces… 9 años." Asiento, sin definir cómo actuar aún. "Tu nombre, ¿por qué lo tachaste?" Pregunta notablemente curiosa, sin siquiera ocultar sus intenciones.
No. No me equivoqué. Mente lenta, buena técnica en medicina y poca sutileza.
Hecho.
Emma era perfecta.
Negué con la cabeza, dejé que mi ceño se frunciera y mis pestañas se humedecieran. Apreté mis manos en puños arrugando las sábanas que cubrían la parte inferior de mi cuerpo e hice el esfuerzo de fingir temblar mientras miraba el piso de baldosas blancas.
Me quedaría muda.
Emma estaba muda.
No para siempre, pero sí hasta que encontrara un lugar al que pertenecer. Por ahora, creo que quedarme con los marines sería una buena idea, sobre todo por la seguridad. Los piratas evitan las bases marinas, lo normal.
Entonces, aquí estaba. A penas un par de semanas y ganarse el corazón de los marines era pan comido desde que decidí actuar como la niña más indefensa y tierna que pude evocar.
A Emma no le gustaba que fingiera.
En un principio no llamaba mucho la atención en la base marina. Aún si era una niña entre tantos adultos los huérfanos no eran anormales. Pensé en mantenerlo así por un tiempo, pero tenía que hacer algo para encontrar mi camino, y unirse a la marina no era un mal paso.
Di varios exámenes escritos asegurándome de obtener resultados perfectos. Hacer que mis logros fueran reconocidos ni siquiera requirió esfuerzos después de que el evaluador imitara a una cacatúa por los pasillos de la base. Hablaba con todo el mundo sobre la joven genio. Comencé a ser un poco conocida. Y fue ahí que saqué la carta de niña dulce. No había marine que no me adorara al menos un poco.
Emma me amaba.
También hablé. No más de tres palabras, pero las que dije se ganaron los corazones de muchos.
Estaban a punto de llevarme a vivir a la casa de una anciana que estaba dispuesta a cuidar de mí. Obviamente, eso no estaba dentro de mi plan. Tuve que fingir llorar tan lamentablemente que los duros marines se sintieron incomodados por la culpa. Y para rematarlo, confesé: "Quiero ser marine". Ninguno pudo oponerse. No a una pequeña infeliz con el sueño de convertirse en marine desde tan temprana edad. Menos después de lo que había pasado. Ilusamente pensaron que los consideraba mis héroes.
Lo cual hubiera hecho si hubieran salvado a Emma.
Pero Emma estaba-
No hubo más problema después. Las marines y enfermeras no se opusieron a acogerme. Siempre había una de ellas cuidándome, o vigilándome como realmente me parecía. Todo el tiempo tenían sus ojos de halcón acechando cada mínima acción que hacía, desde leer libros, los bocados que comía, hasta los estiramientos matutinos de los que no quise desprenderme sea donde sea que estuviera.
Pero del mismo modo, fueron una gran ayuda cuando tomé la decisión de teñir mi cabello. - ella amaba mi cabello - Inicialmente se negaron, como era de esperar, pero luego de unas cuantas caras de cachorro y otras pocas palabras de que los niños en el mercado me molestaban por mi pelo rojo – lo que era verdad. Malditos mocosos. – accedieron a un tono más sutil.
No sé qué tiene de sutil un rosa chicle entre toda esta gente de cabellos oscuros o simplemente rubio, -rizos negros brillantes volando al viento - pero el caso es que mi cabello rojo ya no existía así que lo conté como un logro. Ya me había rendido ante la lógica de este mundo. Para empezar, ¿por qué mierda les importaba tanto el cabello rojo cuando había cientos de otros colores en este mundo, desde blancos a verdes y de verdes a azul? ¡El pelirrojo natural aquí ni siquiera era mi rojo fuego, sino naranja!
Debo parar. Pensar en estas estupideces sólo me da un desgaste mental.
En cualquier caso, estaba realizando mis estiramientos matutinos cuando caí en cuenta que mi vigilante ya no estaba vigilando. Con mi Haki pude saber que fue al baño. Deseando mentalmente que tardara, que le diera retorcijones o algo, cualquier cosa servía, mantuve mi Haki activo intentando expandir mi rango una vez más.
No lograba sentir a Emma.
En mi isla, había terminado por expandirlo con facilidad por toda la villa y un par de metros más. Ahora quería expandirlo hasta más allá de esta gran ciudad, como sea que se llame.
Estuve un tiempo en esa posición, quieta, olvidándome incluso del desayuno, cuando siento un peso en mi hombro que me hizo sobresaltar del susto. Frente a mí, un hombre vestido elegantemente de negro estaba mirándome con intensidad. Tragué saliva. ¿Qué fue eso? ¡Ni siquiera lo sentí con mi Haki! Y su aura era completamente diferente a la de los marines que ya eran fuertes comparado a los simples civiles.
"Tú…" Comenzó, y no pude evitar tragar saliva otra vez. El hombre me ponía nerviosa. "¿Eres hija de algún marine?" Negué con mi cabeza tratando de ahuyentar mi nerviosismo y llamar a la calma. Debía observar y sacar información antes de cualquier decisión, pero su aura me inquietaba hasta tal punto de hacerme sudar frío. ¿¡Qué rayos!?
"R-Ry-¡Ryu-san!" Un marine se acercó rápidamente a nosotros, junto a él estaba Clare, mi marine vigilante de turno. Corrían con impaciencia como si no se atrevieran a correr y a lucir tan desesperados ante este tal Ryu-san, lo que me alivió, no era la única que sentía esta opresiva aura. Sin embargo, no eran ellos los que estaban bajo la intensa mirada del bastardo. ¡Era yo, maldita sea!
"Ryu-san." Llamó otra vez, ahora con más calma. Clare rápidamente se acercó a mi lado y se inclinó respetuosamente saludando.
"Esta niña es una huérfana que nosotros los marines acogimos". Alabé su tono decidido. Por un momento pensé que saldría temblorosa como el de… Bern creo que era su nombre.
"¿Con los marines?" Preguntó con cuidado, como evaluando lo que Clare acaba de decir. "¿Por qué?"
"Quiere ser marine" Bueno, sé que alabé su tono decidido, pero ahora mismo parecía una máquina sacando respuestas. Tan monótona.
"Ya veo"
Quitando por fin su mirada de mi diminuto cuerpo de niña, giró y se marchó con Bern pisándole los talones.
"Watame, ¿te encuentras bien?"
Oh... olvidé eso.
Sí.
Watame.
Desde que me teñí el cabello rosa y continué negándome a dar mi nombre, todos me llamaban Watame, que significa algodón de azúcar. No diré más.
"Mh" Respondí afirmativamente y ladeé mi cabeza haciéndole llegar mi pregunta de ¡¿Quién demonios era ese tipo?! Menos agresiva y más conejo adorable, pero lo importante es que llega al punto.
"No sé quién era. Pero vi al capitán en el pasillo mientras le ordenaba a Bern que lo encontrara rápidamente. Parece ser alguien importante del gobierno"
Ya veo… del gobierno.
Entonces me cayó como un balde de agua fría, con el balde incluido. Traje negro, aura opresiva y claramente fuerte. Con una posición importante en el gobierno pero desconocida para la mayoría de los marines excepto a los de altos mandos.
Cipher Pol.
El resto del día fue la rutina normal. Era como si la presencia de un integrante del CP no estuviera rondando por las instalaciones de la base marine. Así era como parecía para todos los marines de bajo rango, que eran prácticamente todos. No obstante, yo lo sabía, lo intuía. Él todavía estaba en la base.
No podía sentirlo con mi Haki y eso era lo que más me frustraba, tanto que no pude evitar dejar salir mi mal humor con Clare cuando intentó meterse con mi comida. Me congelé e iba a inclinarme rápidamente en gesto de disculpas por golpearle la mano con la cuchara. Aunque claro, contrario a lo que pensaba de que mi máscara se caería, todos arrullaban a mi pequeña yo enfurruñada, encontrándome tierna.
Tengo que hacer arreglos en mi capacidad de reacción a situaciones imprevistas, pero sobre todo a controlar mis emociones. Diablos… muchas cosas que mejorar para sobrevivir en este travieso y sin sentido mundo.
Anocheció y no pude seguir durmiendo. No cuando ahora podía sentir claramente su aura en medio del campo de entrenamiento más cercano a las habitaciones, donde nos encontramos por la mañana. Parecía estar llamándome.
No pude evitarlo. Mi naturaleza curiosa hizo que calzara mis zapatos y saliera en pijamas a encontrarlo. Estaba oscuro y caluroso. Ya era mediados de verano.
"Tardaste" Fue lo primero que dijo al verme detenerme a unos pasos de distancia suya. Podrá trabajar en el Cipher Pol, pero eso era exactamente peor que los marines corruptos. Asentí para hacerle saber que lo escuchaba. Solo para asegurar. "¿Cómo es que una niña de 9 años ya conoce y maneja el Haki a ese nivel?"
Maldición… Debí haberlo sabido mejor. Mordí mi labio inferior tratando de buscar una salida, ¿qué si por mi cabello rojo y mi talento con el Haki une cabos y reconoce mi parentesco con Shanks? Estoy acabada. Claro, ya teñí mi cabello, pero este era el Cipher Pol del que estamos hablando, encontrar información sobre mí es una hazaña digna de un bebé. Tampoco sé sobre el pasado de Emma, si alguna vez la identificaron como una de las amantes del pelirrojo.
"Dicen que quedaste huérfana hace algunas semanas y que te estás adaptando de a poco al ambiente de este lugar. Que tampoco hablas." Asentí débilmente. "Que eres muy inteligente, con notas sobresaliente en todos los exámenes que te han hecho hacer. Una niña dulce, tranquila y amable." No respondí con ningún gesto esta vez, sólo miré la tierra bajo mis zapatos. "Pero que quedaste traumatizada después del ataque de los piratas a tu aldea…" ¡Maldición, tenía que recordarme eso! Instintivamente tensé los músculos. "El capitán cree que hubo alguien en esa isla que asesinó a todos los piratas y te asustó tanto que te dejó muda. Cada una de esas escorias piratas tenía perforado el corazón… como si alguien hubiera tomado una espada en venganza y querido matarlos antes de que despertaran… ¿pero quién los dejó inconscientes en primer lugar? ¿qué tipo de hombre fue ese?"
Cada que avanzaba más en sus divagaciones daba un paso hacia mí. Por supuesto, tenía que estar hablando de esto porque ya se imaginaba lo que pasó en realidad. Ya sabía sobre mi Haki, qué más le da sobre el Haki del Conquistador cuando tiene todas las pruebas para creer en ello. Incluso si solo uno en millones de personas lo tienen, para alguien del Grand Line y del CP, no sería raro que un niño lo despertara en una situación de desesperación.
"Sabes… creo que no hubo ningún hombre misterioso" Ya estaba justo frente a mí. Tomando mi barbilla con brusquedad me obligó a mirarlo. "Creo que fuiste tú"
