Había una razón por la cual un niño como Lucci se unió al Cipher Pol, y no era precisamente por ser un mocoso huérfano sin idea del mundo ni aspiraciones en la vida. Era todo lo contrario, de hecho.
Nacido de una de las muchas islas del Grand Line, vio de primera mano lo que el mundo tenía para ofrecer. Vio piratas y marines por igual atracando y zarpando de la isla y nubes de desesperación o respeto dejadas a su paso como única huella de que alguna vez pisaron tierra. Bandidos entrando a bares, tiendas y hogares con armas en manos para salir minutos después con sus cuerpos soportando el peso de lo arrebatado a otros.
No le importaba. No eran sus pertenencias.
Era tan normal para Lucci ver todas estas fechorías como lo era ver las peleas a puñetazos que terminaban con uno u otro muerto.
Y seguía sin importarle. No era él el asesinado.
Lucci vivía para sí mismo. Sin recuerdos de una familia no se le pasó por la cabeza desear una para sí mismo. Ni siquiera cuando vio varias de esas en la plaza del pueblo, o caminando por las arenas del mar en un paseo tranquilo con risas viajando con el viento.
No le importaba. Él tenía un Hattori.
Luchaba para sí mismo, y siempre ganaba. Era fuerte y utilizaba esa fuerza para ganar dinero o comidas. Alimentaba a su pequeño amigo emplumado y lo perdió con él para tener compañía en este mundo que no tenía nada que lo animara lo suficiente como para esforzarse.
Entonces, cuando por accidente asesinó a un bandido tratando de robarle…
Sí le importó.
Pero no por miedo, o arrepentimiento.
Lucci era fuerte.
Y se dio cuenta que contenerse para no dañar al idiota por ser más débil que él, no era justo.
Lucci era fuerte. Y decidió usar esa fuerza para sí mismo.
La satisfacción de matar era la satisfacción que solo el más fuerte podía tener.
Y Lucci era fuerte, así que siguió su camino sin detenerse más en meditar si estaba bien o no. Ya no.
Pensó que encontró un trabajo digno de él en el Cipher Pol. No solo le permitieron ser cada vez más fuerte sin bastardos que trataran de detener su avance, sino que también le dieron órdenes de asesinato respaldados por el poder del gobierno mundial, el poder que reinaba el mundo desde los cuatro Blues al Gran Line. Le entregaron el poder de hacer y deshacer vidas sin repercusiones. Le dieron el poder que solo los fuertes pueden tener.
No era el único, claro. Habían muchos más como él a quienes les otorgaron el honor del poder diferente a la fuerza. Entrenó con otros niños mayores y menores que él tanto en edad como en fuerza, pero no se detuvo, Lucci siguió logrando superar a todos y cada uno de ellos. Hubo algunos que se acercaron a su fuerza con el paso del tiempo, pero nunca fue lo suficiente para alcanzarlo, nunca fueron suficientes para superarlo.
Entonces cuando llegó el momento de formar el equipo perfecto para uno de los Códigos del Cipher Pol, no fue sorpresa para nadie cuando fue elegido como el más fuerte para el Código más fuerte. Seis de sus compañeros de entrenamiento se unieron a él, los que tenían mayores posibilidades de no quedarse atrás tanto en fuerza como en inteligencia.
No le importaba. Mientras hicieran su trabajo y no lo obstaculizaran no tenía por qué importarle.
Trabajar bajo las órdenes de un debilucho como Spandam fue un reto. Sus instintos gruñendo por destrozar al tipo que solo se intensificaron al comer la fruta del diablo que le dio un impulso satisfactorio a su fuerza ya monstruosa. Pero lo contuvo. Porque no le importaba mientras tuviera la única satisfacción que el mundo tenía para darle. El poder de matar sin obstaculos.
No podía decir que los próximos años fueron los mejores, con compañeros tan fuera de lugar como ese perro callejero, pero tampoco fueron los peores. Asi era su vida. Le daban misiones, nombres, y Lucci los hacia desaparecer como era lo que se esperaba de el. La caza siempre fue la parte mas divertida. Era una alegre monotonía de acción, sangre y matanzas.
Y de la nada siendo, informado que su misión principal era cuidar de una mocosa sin nombre en vez de la limpieza habitual que pasó a segundo plano, lo primero que sintió fue angustia. Después de años trabajando bajo el mando del CP-9 vio ir y venir muchos advenedizos con aires de grandezas cuyo nivel de arrogancia no alcanzaba el deficiente nivel de fuerza e intelecto. Muchos de ellos desaparecieron por la simple razón de irritarlo. No había forma que dejara que las cucarachas se pararan a su mismo nivel.
Y, sin embargo, aquí estaba su ilustre líder ordenándole que cuide de otra basura insignificante.
"…siempre mantenga un ojo en ella. Quiero saberlo todo, fuerza, personalidad, actitud, aspiraciones, lealtad. ¡Sobre toda lealtad! Mídela desde tu punto más alto, no quiero nada fuera."
Se pudo frustrar el ceño en una flagrante demostración de descontento.
"Estás poniendo más esfuerzo de lo normal en este… nuevo recluta ." Módulo con cuidado.
Spandam desvió su mirada enfocándola en los documentos bajo el peso de sus manos. "No sé qué pensar de la nueva. Los informes dicen que es fuerte, bastante fuerte, lo suficiente para que todos los CP se estén peleando por ella. ¡Por eso la pedí también!" Spandam guardó silencio ojeando un informe en particular antes de volver a hablar, "Pero también hay reportes de ella asesinando a uno de los instructores en el primer año."
Eso le ganó una ceja alzada de Lucci.
No era poco común que un recluta intentara asesinar a los instructores, generalmente sucedía en los primeros años cuando descubren que el entrenamiento es mucho más que solo correr vueltas y golpear el aire. Sin embargo, de intentarlo a lograrlo, y sin mayores consecuencias por lo que pudo ver, eran dos casos muy diferentes.
"Te preocupa que quiera morder tu mano." Declara un hecho.
"Es un peligro." Está de acuerdo Spandam. "Y aún así, mientras más leo y leo su expediente, más la quiero bajo mi mando." Levanta la vista mirándolo fijamente como muy pocas veces se atrevió. "Es un genio al mismo nivel que tú, Rob Lucci."
Eso es un poco interesante. Una mocosa que ha sido catalogada al mismo nivel que él. Alguien fuerte.
"Es por eso que te estoy dando esta misión a ti. Si son realmente ciertos todos estos informes, entonces es necesario que seas tú quien se ocupe de evaluarla. Kalifa podría hacer el trabajo, pero esta vez seré cauteloso y te pondré a ti en el trabajo." Spandam le tiende los papeles que no soltó durante toda la reunión. Lucci los tomó en sus manos con leve curiosidad. "Quiero que no solo evalúes su desempeño, sino también que averigües dónde están sus lealtades."
Pero a los segundos después de tomar las hojas de su carga, sus ojos se detuvieron en el epíteto.
' Reinbofokkusu'
Era imposible que no hubiera oído mencionar ese nombre en los últimos años en Enies Lobby donde los agentes sin número pasaban sus días de ocio chismoseando sobre los reclutas en entrenamiento. Una afición decadente en opinión de Lucci.
Por sus agudos sentidos mejorados con su fruta del diablo, más de una ocasión tuvo que aguantar las historias que se contaban sobre una niña de la que poco se sabía, salvo su edad. A la edad de nueve llegó a la isla de entrenamiento del Cipher Pol apadrinada por un agente del CP-3. No hubo nombre ni mucho menos apellido. Y sus características principales eran una máscara de zorro blanca de la que había obtenido autorización para no quitarsela a menos que ella quisiera y el cambio constante al color de su cabello.
Leyendo la primera plana correspondiente a su hoja de registro, puedo ver de dónde vino tanto interés. Efectivamente, además de su fotografía, edad, NN como nombre y su número de reclutas timbradas en rojo, todas las demás casillas estaban en blanco o tachadas. Sin isla de origen, sin parentescos, sin fecha de nacimiento, sin otra información más que la firma del agente que la trajo. Frunció el ceño. Si era un agente del CP-3 entonces la niña debería de venir del South Blue. Pero eso era todo lo que podía rescatar de la escasa información en sus manos. Fue lo primero que notó extraño. ¿Cómo existió una niña sin pasado que contar, y cómo el gobierno decidió no indagar más en ella?
"El agente que la presentó-"
"Clasificado." Interrumpió Spandam molesto. "También traté de obtener información de ese bastardo, pero todas mis solicitudes fueron denegadas de inmediato. ¡Ni siquiera se sabe quién fue!" Se dejó caer en su asiento irritado.
Clasificado.
Tanto misterio por esta niña.
Cambió de hoja, una mucho más completa en comparación a la primera. Los datos médicos habituales como altura, peso, tipo de sangre, lesiones pasadas y sin enfermedades. Continuo. Hojas firmadas por el director del campo de entrenamiento. Permisos eran, para el uso de la máscara, para recibir tintes de cabello, uso de un campo de entrenamiento y sala de estudio personal e incluso una habitación con baño y armarios incluidos solo para ella.
No sabía si la mocosa se había ganado el favoritismo del director, si fue por su destacada fuerza o por su poderoso respaldo etiquetado como dentro Clasificado del Cipher Pol, pero si el periodo de entrenamiento era la peor pesadilla para todos los reclutas, para ella no fue mas que un paseo en un campo de flores.
Prosiguió. Y lo que encontró a continuación fue la razón de la codicia de Spandam.
Las habilidades que había adoptado eran numerosas, haciéndola prácticamente una todo terreno como él y Kaku. Combate, inteligencia, subterfugio, tortura e interrogatorio, un poco deficiente en la infiltración en mayor grado debido a su máscara… Pero todo lo demás, no eran aptitudes que pudieran ser desmedidas.
Se encontró al instante en que las capacidades de la leyó sus del Rokushiki. Los seis estilos aprendidos y dominados, solo faltaba perfeccionar con la experiencia. Pero sintió aún más curiosidad al leer su especialidad: 'informante'. No luchadora ni asesina, pero sí informante.
Si, a pesar de haber comprendido los seis estilos, era considerada sólo una informante, debía ser una que superaba con creces la media. Su nivel de observación y deducción tenía que ir más allá de lo que los informantes profesionales con los que ya contábamos eran capaces de hacer.
A medida que leía, podía sentir su propio interés creciendo. Estar solo 4 años y un par de meses dentro y ya calificada para ingresar directamente al CP-9. La única ocasión en que algo así ocurrió fue con él mismo hace 9 años atrás. Incluso los demás tuvieron que esperar más tiempo y ganar experiencia en otros equipos antes de que se unieran completamente a él.
…
Sin embargo, no esperaba encontrarme con una chiquilla infantil, alegre y carismática.
Saludó a Spandam con alegría y sonreía como un alma ingenua. Si no hubiera leído de lo que era capaz, fácilmente hubiera pensado que no duraría mucho en el trabajo. A pesar de su fuerza y el potencial, su carácter era demasiado inocente y por defecto debe ser inútil a la hora de trabajar. Era muy fácil olvidarse que ya había asesinado a un instructor cuando la niña chirriaba, sonreía y hablaba con una vivacidad infantil. Incluso Spandam, que había estado minutos antes ansioso por la posible amenaza que había dejado caer su guardia. Pero sus instintos siempre fueron fieles a la verdad, y durante toda la conversación que tuvo con Spandam, lo predijeron tenso y listo para abalanzarse al nuevo depredador en la habitación.
Si la chiquilla lo notó o no, no pudo saberlo. Era ilegible. Y eso no era precisamente lo ideal con la misión que se le había encomendado. Sentado en uno de los sofás viendo como lanzaba a Fukurou como un muñeco con la suficiente gracia, escuchar su Doriki… era suficiente para saber que sería una fuerza para tomar en cuenta mientras más creciera y viera la realidad del mundo. Cuando aprendiera que la fuerza no era solo para guardarla como una vez Lucci creyó cuando niño.
Al menos eso pensó hasta que su idea preconcebida de ella se tambaleara el mismo día, quizás un par de horas después de salir de la oficina de Spandam, cuando con esa misma sonrisa inocente y voz suave usó Shigan directamente en el muslo del Comodoro dándose la bienvenido a si mismo en el barco. Y como si no fuera suficiente, semanas después terminará torturando en medio de la cubierta a un pirata sin fama con una sonrisa desmedida distinta a la habitual traviesa y divertida.
Fueron esas ocasiones las que le mostraron más de lo que pudo haber deducido de las semanas de viaje a su alrededor. Definitivamente era la Reinbofokkusu de la que leyó en el informe y de la que tanto hablaron en Enies Lobby... y más. Sus ojos pueden estar cubiertos, pero su risa, pequeña como una campanilla, resonó en el alma de todos los que la vieron. Aún recordaba a su implacable Hattori estremecerse en su hombro.
Ella era fuerte. Y lo sabia. Y no le importaba.
Reinbofokkusu podía ser una niña por fuera, quisquillosa, caprichosa, pero esa máscara de media cara escondía más de lo que uno esperaría encontrar. Era un auténtico zorro demonizado. Y no tuvo dudas de ello, absolutamente ninguna, hasta que su compresión de ella volvió a flaquear. Y esta vez, ni siquiera él se había dado cuenta hasta que las fichas ya habían sido arrojadas.
Estaban a punto de zarpar del Reino Granate. Reinbofokkusu había dicho que tenía algo que ir a buscar y Lucci estaba abordando el barco cuando el Comodoro que se había vuelto prácticamente una mascota para la autodenominada Ene, comenzó a actuar extraño a su alrededor. Ya a punto de acabar con los preparativos del embarque, se dedicó a hablarle.
"¿Lucci-san?"
"…" Lucci no respondió pero lo miró para hacerle saber que estaba atendiendo.
"Lucci-san ¿Ene-san no vino con usted?" Hasta el mismo comodoro se sorprendió escuchando su voz sin titubeos ni temblores. Casi como si ya se hubiera acostumbrado a caminar hacia el peligro cuando se acercara a una 'Ene-san' de mal humor.
Pero lo que llamó la atención de Lucci no fue la repentina valentía, sino el contenido de la pregunta en sí. Se le pasó por la mente varias razones, entre ellas, que el comodoro se encontró aliviado de no ver a ese zorro endemoniado con forma de niña, o si planeaba hacer algo en su contra mientras no estaba presente.
Sorprendentemente, no fue ninguna de esas opciones la correcta. "Siempre acostumbra a estar a su alrededor, por lo que me pareció extraño no haberla visto llegar con usted. ¿Le ha sucedido algo? ¿A caso falló la misión? ¿Ella está bien?"
"…¿What?" El ceño de Lucci se frunció casi automáticamente al escucharlo. El marino nervioso guardó silencio. "¿Por qué te preocupas por ella?" Soltó, realmente esperando una respuesta.
"No-No es que esté preocupado por Ene-san…" Lucci encontró cada vez más curioso la forma en que se dirigía a la niña incluso cuando no estaba cerca. "sigue siendo una niña, es… es inquieta y algo molesta así que no sería raro que haya cometido un error. Por-Por eso preguntaba. ¡No estoy para nada preocupado!"
"Sí recuerdas que fue ella quien dejó tu pierna en ese estado ¿no?" El comodoro se puso tenso de arrepentimiento, su mano rozando la cercanía de su muslo donde sin dudas quedaría una cicatriz. Sin embargo, Lucci no tenía ganas de detenerse. "Y que también fue ella quien torturó a un pirata en esta misma cubierta." Señalo en un vago gesto con la cabeza las manchas oscuras en la cubierta. Siempre era un dolor limpiar la sangre de las superficies.
En ese entonces, Lucci todavía no sabía qué pensar de Reinbofokkusu. Era una niña extraña, fuerte e inteligente. La noche de la misión sólo supo que estuvo dando vueltas por los alrededores del palacio gracias al rastro de su aroma en el lugar exacto donde encontró las presas que había dejado escapar. Si no fuera por su fruta del diablo, nunca se hubiera enterado.
"¡Eso fue mi culpa!" Es lo que había comenzado a decir el comodoro. "No creí en la fuerza que Ene-san poseía y la menosprecié. La trata a la ligera cuando en realidad tiene habilidades fuertes. YY lo de los piratas… Los piratas nos atacaron y tomaron las vidas de dos de nuestros soldados. ¡Gracias a Ene-san nadie más salió herido!".
Aún recuerda cómo lucía el comodoro mientras dejaba salir esas palabras de su boca. Lleno de confianza y casi exaltado con su cara rojiza por el esfuerzo de dejar sus temores a un lado. Lucci había continuado mirándolo, analizando. Su conclusión no había cambiado mucho, pero sí hacía una diferencia enorme. Lo había notado con Spandam anteriormente, pero luego de una breve reflexión no había vuelto a pensar en ello.
Reinbofokkusu seguía siendo un zorro demoniaco, pero poseía un carisma innato que hacía cambiar las perspectivas que las personas tenían de ella.
Quiso cerrar sus ojos y darse cuenta de un golpe. Porque si no fuera por esa mascota marina de la niña, ni siquiera se habría dado cuenta de lo que estaba pasando mismo.
Si la mocosa sabía de esta capacidad o no, era cuestionable. Pero no dejes de ser peligroso.
"Pero Lucci-san ¿ella está realmente bien? Si usted está tranquilo entonces no debería haber ocurrido nada extraño."
"¿Qué tengo yo que ver con eso?"
"Ah, bueno. A Lucci-san le agrada también ¿cierto? Después de todo ya no se mantiene alejado de Ene-san como los primeros días, ¡y hasta mantener conversaciones! El otro día lo vi hacer una mueca cuando Ene-san estaba emocionada por las burbujas, y cuando ella jugó con usted mostrándole sus manos ensangrentadas. ¡También le aplastó las mejillas en las góndolas! Pero cuando está solo siempre tiene una expresión en blanco. Incluso ahora, Lucci-san no acostumbra a mostrar expresiones, pero ahora puedo ver claramente su confusión-"
Lucci tuvo que detener a ese hombre parlanchín antes de que siguiera botando idioteces de su boca. No obstante, sus palabras siguieron escuchándose como ecos durante todo su trayecto a Enies Lobby. Y ahora, frente a su jefe Spandam, con una Reinbofokkusu emocionada sacando un montón de documentos y frutas del diablo de esa bolsa que había ido a buscar durante su conversación con el comodoro, lo único que podía pensar era en cuan aterradora era esa chiquilla.
Ella era fuerte en más niveles de los que Lucci podía pensar en un principio.
"Ja-ja-jajajajaajaja!" Miré mientras Spandam se reía como desquiciado. Solté risitas de vez en cuando para acompañar al pobre hombre en su felicidad. Felicidad que era completamente válida, pues no sólo adquirirá las frutas del diablo de la secta, sino también documentos bastante importantes de la oficina del rey. Aunque no todos eran ilegales como me hubiera gustado.
Cualquiera pensaría que los documentos de compra y venta de esclavos, que es por lo demás ilegal a menos que sea en la subasta de Sabaody, estarían ocultos bajo siete llaves y siete candados. Probablemente, fueron guardados en una caja fuerte en el lugar más esperado de todos, detrás de una pintura. Fue un juego de niños abrirla y volver a cerrarla como si nada pasara.
También estaban las cifras de esclavos que compraron el reino disfrazados como ingresos y gastos contables. Resulta que los esclavos eran los que trabajaban en las minas de granate. Sin embargo, no habían comenzado con la compra de esclavos hasta que hicieron un trato con el reino de Germa 66, a quienes deberían entregarle una cantidad considerable de mineral a cambio de alguna fruta del diablo.
Eso explicaba la presencia de tantas de esas frutas en el reino. Después de todo, se podría decir que únicamente en la Grand Line es normal encontrar consumidores, no en los Blues. Y supongo que Germa necesita el granate para algunos de sus experimentos en humanos, o quien sabe. Sinceramente no quería entrometerme en Germa aún. Estaba casi rezándole a los santos para que a Spandam no se le ocurriera meter sus narices ahí, pero luego recordé que los santos muy probablemente me lanzarían sus aureolas por mis malas decisiones de vida y crueles acciones y terminaran incitando a mi estúpido jefe a enviarme allí . demonios
En fin, el reino entregó las frutas a sus guardias y soldados más confiables, preparándose para una guerra con el país vecino que tenía sus propias minas de granate y hábiles artesanos, convirtiéndolos en un reino especialista en joyas. Al tonto rey no se le ocurrió nada más entretenido que iniciar una guerra para tomar las minas y esclavizar a los artesanos y joyeros. Plan que falló antes de llevarse a cabo cuando aparecieron los otros locos de la secta anti-frutas del diablo.
Supongo que los Blues no estaban preparados para que el concepto de normalidad explotara con varios usuarios de frutas del diablo deambulando en las calles haciendo amago de sus poderes sobrehumanos.
"¡Esto es fantástico!" Exclamó de repente sin detenerse a tomar aire después de su evidente acto de felicidad. Miré a Lucci y este tenía fijada su mirada en los objetos sacados de mi bolsa. "Si lograste todo esto en una noche, tus habilidades de informante no son un juego. Jejeje. E incluso Germa 66 está asociado con ese insignificante reino." Oh mierda. "¿Qué están haciendo con esas piedras insignificantes?" murmuró para sí mismo.
"Ejem" Fingí toser para sacarlo de sus cavilaciones que ponían en peligro mi seguridad. "¿Entonces? ¿Estoy dentro?" una sonrisa de dientes brillantes surcaba mi rostro, esperando ansiosa a que me diera la respuesta ya.
"Ah. Sí, claro." Se tomó su tiempo para entonar su voz seria. "La decisión final se tomará luego de conocer la evaluación de Lucci en una reunión con los altos mandos del Cipher Pol. Ahora puedes retirarte. El marino afuera te mostrará tu habitación por el momento."
"¡Mm está bien!" Me despedí y salí de ahí dando una última mirada a Lucci que todavía estaba embelesado mirando encima del escritorio de Spandam. Entonces miré a Hattori y despidiéndome con la mano obtuve la misma respuesta con su ala. Que paloma mas simpática. Contrario a lo que se me pasó por la mente en un principio, ya no veo la necesidad de desplumarla ni ahora ni en el futuro previsible. Una paloma muy agradable. Asentí para mis adentros.
Luego de que la niña saliera de la habitación, con solo Spandam y Lucci en ella, Lucci volvió a tomar asiento cavilando en sus pensamientos.
"Esa chiquilla será una pieza fundamental para todas nuestras misiones futuras. No conozco ningún informe que sea capaz de recolectar toda esta información y estas frutas del diablo en nada más que una noche. Sin contar que también es fuerte. ¿What? ¿Estará al nivel de Jabra?"
"50 Doriki por debajo" respondió Lucci por reflejo.
"JA. Eso no es nada. Y bien ¿cómo la evaluarías?"
"…"
"¿Y, qué dados? ¿Se puede confiar en ella?"
"E..."
"¿What? ¿Es qué?"
"…No tengo ninguna objeción en dejarla entrar al CP-9."
"¡…!"
"Pienso que hará un buen trabajo sea el que sea." Declaró con una máscara de desinterés.
Mientras obtuviera lo que quería de la organización, ella estaría bien. Esa era la conclusión a la que había llegado Lucci después de pensar con detenimiento. No había forma en que se equivocara después de haber visto esa sonrisa cubierta de sed de sangre. De haber escuchado esa risa como campanas.
La satisfacción de matar era la satisfacción que solo el más fuerte podía tener.
Ella era como Lucci.
Era fuerte.
Y era aterradora en un sentido muy distinto a la fuerza.
Ese pensamiento envió una sonrisa casi invisible al rostro pétreo de Lucci. Era emocionante encontrar a alguien con las capacidades necesarias para volverse su igual.
