"…ua …uuaa~ "

Podía escuchar una voz cerca. Era cantarina y dulce. Una voz tan tranquila que a pesar de estar estimulando mi despertar, también provocaba más sueños suaves para ir a dormir. Tuve el vago deseo de seguir oyendo la voz susurrada.

"…Yua~ "

"Mgh…" volteé hacía ella y me acurruqué en un intento de alcanzar ese nivel de sueño plácido en el que me encontraba antes.

Obtuve una risa de campanilla como respuesta.

"Yua, vamos, despierta."

"…¿Mamá?"

"Al fin." Resopló a mi lado, sentada con las rodillas en la hierba baja del recién llegado verano. "¿Estás haciendo la fotosíntesis?" sacó hojas perdidas de mi cabello enmarañado por la siesta bajo el manzano en el jardín de nuestra casa.

"Es tan agradable aquí." Tarareé en respuesta mientras ahogaba un bostezo y me sentaba. "Deberías intentarlo."

"No, gracias. Prefiero no terminar con manzanas caídas en la cabeza." Siguió divertida.

La miré con los ojos entrecerrados por los restos del sueño. Intenté frotar uno de mis ojos para quitar las lagañas pero Emma se adelantó. Con uno de sus pañuelos suaves que siempre lleva en los bolsillos de su vestido, frotó dócilmente despegando efectivamente mis párpados.

Me sentí como un gato. Un gato perezoso.

"Aún no es temporada de manzanas, así que no te caerán encima, mamá. Lo sabes. Aún están amarillas" apunté a la copa del árbol.

En realidad sí era temporada de manzanas, pero no caerían hasta que estuvieran completamente rojas, que es cuando las cortábamos. Emma y yo nos negábamos a sacarlas antes de tiempo. Después de todo, nuestras manzanas siempre se vendían en la primera oportunidad al restaurante y pastelería de la aldea o en pocas cantidades a viajeros para una merienda inmediata. Eran nuestros vecinos los que vendían las frutas aún no maduradas para transportes a otras islas o navegantes.

"Mm… Entonces, ¿debería intentarlo?" la sonrisa mientras guardaba su pañuelo era traviesa.

Asentí. Aún adormilada.

"Vine a buscarte para que fuéramos a cortar duraznos donde Haruko-san" suspiró. "Pero si estás tan cómoda, no puedo hacer nada."

Sonriendo con satisfacción me dejé caer de espaldas en la hierba verde y esponjosa. No pasó mucho para que sintiera el suave toque de Emma contra mi costado y su calor maternal. En menos de lo que pude pensar una oración completa, estaba dormida.


North Blue – Isla Micqueot

Desperté después de un plácido sueño despegando los párpados con lentitud tratando de asimilar el contraste entre las sombras debajo de mis pestañas y los pocos rayos de sol filtrándose entre las hojas del gran árbol contra el que estaba tomando una siesta.

Una siesta inesperada pero que ahora que estaba consciente… era inevitable.

No importa cuánto tiempo pase. Siempre acababa tomando la siesta debajo de un árbol.

Levanté mi brazo perezoso para frotarlos contra mis ojos legañosos, sin hacer otro movimiento para levantarme. Descansé la mano contra mi vientre nuevamente y observé el vaivén de las hojas con el viento. El baile tranquilo y aplausos animados entre ellos.

Era otoño acá. Recién terminado el verano. Lo que no hacía extraño que aún hubiera días en los que persistía el calor. Como hoy.

Mi cabeza ya había dejado de doler, al menos lo suficiente. La punzada había desaparecido tras el descanso de la siesta. El recorrido apresurado a las afueras de la ciudad, donde los robles la separaban por kilómetros antes de que se avecinara el primer campo de viñedo, estaba reproduciéndose como una película en cámara lenta en mi memoria.

Suspiré.

Había pasado por tiendas cuyos empleados me conocían e incluso topado con ciudadanos de la alta alcurnia con los que alguna vez hube entablado conversación. Nada comprometedor obviamente, nada más que charlas ligeras, pero que como sabuesos olían la sangre de un 'noble rico' siempre deteniéndome cuando pasaba.

Me hacía preguntarme sobre los orígenes de Emma, ya que fue ella quien me heredó esta aura de aristócrata. Definitivamente no parecía una aldeana común. Sino fuera por su amabilidad y fácil accesibilidad detrás de su habitual cara estoica que siempre usaba con todos menos conmigo, hubiera sido fácilmente aislada.

…En todo caso, no es como si importara.

Emma estaba muerta. Y yo era Reinbofokkusu, agente del gobierno con un objetivo al que llegar.

Pero estoy divagando. Otra vez.

Suspiré, esta vez con más cansancio.

El caso es, que prácticamente tuve que salir corriendo despidiendo a quienes me 'conocían' alegando un dolor de cabeza por las heridas pasadas. Que era completamente cierto.

Law y su grupito de piratas lo habían provocado. Había entrado en un ligero pánico debido a mi vulnerabilidad actual haciéndome pensar en idea tras idea para contrarrestar todas las posibilidades de interactuar con él. Mi cerebro ya débil se había sobrecalentado.

Me vi obligada a escapar a un lugar seguro. Pero como no estaba pensando correctamente en ese momento después del casi corte circuito, mi inconsciente se hizo cargo y trajo mi cuerpo al lugar que más parecido tenía con la destruida Villa Hare. Un lugar donde inconscientemente me sentía más segura. Bajo la sombra de un árbol y sobre hierba verde.

Seguí observando las hojas con una mirada anhelante. Sin embargo, antes de que pudiera volver a entrar en recuerdos y reflexiones de lo que pudo haber sido, me senté enderezando la espalda y buscando entre los bolsillos de mi vestido marrón miel el tan preciado cuadernillo.

Anteriormente había comprado hojas en blanco y tinta para comenzar a escribir el informe, pero con la presencia de los Piratas del Corazón los olvidé completamente en la mesa del café. Así que incluso si lo leía ahora, no había mucho con lo que tendría que trabajar, y a pesar de que era sólo transcribir, unas vacaciones completas no estaban mal.

Lo escribiría cuando estuviera devuelta en el buque… ¿Debería llamar a esos imbéciles para que no me den por muerta? No tenían idea de mi misión fuera del reino Granate y les dije que no tenía tiempo de duración por lo que podría tomarme un tiempo. No tendrían razón para regresar al Grand Line y dejarme aquí. ¿Cierto?

Mm… No importa. No creo que sean tan estúpidos. Y si lo hacen. Bueno, más tiempo de vacaciones para mí. Y un buen castigo para ellos.

Tarareé olvidando el cuaderno en mi bolsillo nuevamente. Me puse de pie, y caminé por entre los árboles para volver al camino de tierra que daba a las puertas traseras de la ciudad.

Caminé con las manos entrelazadas a mi espalda y el rostro inclinado al cielo.

Se sentía bien. Estar entre tanta naturaleza se sentía tan bien. Pero demasiado confortable para mi yo actual.

Era mejor evitarlo.

No era saludable anhelar lo perdido.

Volviendo la mirada a las puertas en la distancia, deseché todos esos pensamientos de antaño. Incluso si no estaba tras la máscara de Reinbofokkusu, seguía siendo ella y contenía información importante en mis manos y cabeza. No se me permitía bajar la guardia.

Ya nunca más.


"Entonces, setenta cajas de guantes de caucho natural y mascarillas de tela no tejida; cincuenta juegos de succión; cincuenta catéteres de drenaje torácico y treinta catéteres de trocar torácico. También, cincuenta Kit de drenaje abdominal."

El médico de la pequeña clínica a la que Law y los otros fueron conducidos para comprar las grandes cantidades de implementos médicos que necesitaban, les dio una mirada completa.

"¿Las cantidades son un problema?" Law preguntó algo irritado.

"Nah, las cantidades están bien." El hombre lo despidió como si nada. "Mientras tengan como pagarlos…"

Law sacó un fajo de belly y lo dejó caer en el mostrador.

"Oh, bien entonces. ¿Algo más?" Tomó el dinero contándolos con una eficiente infame y guardándolo de inmediato continuó con la lista.

"Llave de tres vías. Cien de ellas. También I.V Cánula. Setenta con puerto de inyección, sin puerto y de seguridad. Y cien líneas de control de presión."

"Mm" Tarareó el médico terminando de escribir. "Bien. Comenzaré a separar las cajas mientras acercan su barco al muelle oeste." Con eso se perdió tras la puerta trasera de la clínica.

Law terminó de dar las órdenes a Shachi, Pengüin e Ikkaku y se quedó afuera de las puertas de la clínica esperando con Bepo.

Les había tomado un tiempo encontrar los barrios bajos, principalmente porque no podían ir por ahí preguntando en la ciudad repleta de ricos y nobles. Tuvieron que recorrer todo el lugar hasta que dieron con un camino de tierra angosto y desierto que en trecientos metros terminó en un callejón sucio y oscuro. Al cruzarlo se abrió al fin a los barrios bajos que tanto estaba buscando.

En cuanto dieron el primer paso fuera de las sucias paredes fueron abordados por ladrones y bandidos. Nada que no fuera más que una molestia. Pero al menos le lograron sacar indicaciones para lo que buscaban. Acabaron en esta clínica lo suficientemente pequeña para igualar una cajetilla de fósforos. Que tuvieran grandes existencias ocultas detrás era una sorpresa bienvenida.

Se sorprendió que el barrio tuviera su propio muelle. Aunque debió de ser algo normal si se tiene en cuenta que para gente como ellos y los que compran en este lugar no se les permitiría cruzar de buena gana la ciudad. Incluso Law llamó demasiado la atención. Fue una suerte que no aparecieran los guardias armando escándalo para sacarlos de la isla. Pero eso sólo confirmaba la sospecha de que sabían quién era y llamaron a los marines para que se hicieran cargo.

Los marines llegarían pronto. Tendrían que zarpar el mismo día.


Tal como pensé, devuelta en la ciudad, 'mis conocidos' preguntaron por mi bienestar. Saludé adecuadamente esta vez y les informé que con un breve descanso pude superar el malestar sin problemas, que no era necesario preocuparse. Sin embargo, entre charlas y conversaciones me enteré de algo bastante entretenido.

Los marines vendrían a la isla.

Isla Micqueot no tenía una base de la marina establecida, principalmente porque los mismos ricos se jactaban de su alta seguridad con los forasteros. No obstante, los guardias de seguridad no eran más que niños crecidos en la isla mimados en lujo, y sólo se enfocaban en corretear a los pobres y vagabundos lo suficientemente débiles que salían de los barrios bajos y entraban a la gran ciudad. Los ladrones por otra parte, siempre se les escapaban por debajo de las narices.

Claramente no podrían con piratas.

Tenía entendido que los Piratas del Corazón aún no era un grupo notable en los mares, pero el solo hecho de ser piratas hacía temblar las canillas de esos idiotas cobardes.

De hecho, la única razón por la que aún mantenían su trabajo y no era reemplazados por los marines, fue porque sus 'lindas' y brillantes armaduras eran lo suficientemente hermosas y lujosas como para tenerlos desfilando por las calles. Eso, y que los delincuentes y personajes de la baja clase tenían su propio rincón de la isla. Justo en el lado suroeste de la ciudad.

Caminando ligeramente me perdí entre la multitud y usando sigilo entré al camino de los barrios bajos. Kenta estaría esperándome para revisar y curar mis heridas. Actualmente, sólo estaba yendo una vez cada dos días, ya que lo peor estaba sanado en su mayoría. O eso dijo el viejo médico. Que en realidad no es viejo, pero es divertido molestar al cascarrabias.

Con la sonrisa amable abandonada apenas hube pisado el callejón, mantuve mis pasos mientras ignoraba a los idiotas que me saludaban como si fuera su hermana pequeña. Efectos secundarios de mi actitud y por mostrar mis habilidades como carteristas.

De alguna forma tenía que mantenerme sin dar problemas. Una vez cuando intentaron tomarme bajo sus alas y hacerme trabajar para ellos me vi en la obligación de demostrarles que podía valerme por mí misma sin tener que recurrir a mostrar habilidades que una simple niña de trece años no debería poseer.

…Tuve que agradecer el haber tenido la vida que viví antes de esta, pues el ambiente aquí no era tan diferente a la antigua vida que alguna vez tuve. Una vida llena de delincuencia, solitaria y haciendo lo que sea por dinero.

No tengo recuerdos de una familia ni amigos, de una casa o una cama caliente. ¿Escuela, entrenamiento? No, nada de eso. ¡Diablos! Ni siquiera recuerdo mi rostro anterior, o cómo terminé muerta. Si puedo recordar detalles finos sobre One Piece es porque – estoy segura – 'el bastardo que todo lo ve', así lo quiere. Pero antes, cuando era niña y vivía con Emma, tenía pesadillas. Comenzaron desde que era un bebé luego de darme cuenta de que renací en One Piece. Pesadillas de peleas callejeras, de correr sin mirar atrás, de hambre y golpes sin fin.

No entendía la razón más que saber que eran recuerdos y no pesadillas. Mostrándome y proyectando los sentimientos de abandono, desesperación y dolor. Detallando mucho el dolor. Mientras más pesadillas, más evidente se hizo mi necesidad de amor. La necesidad de apego y anhelo por Emma. La mujer que más me amó, la única que me valoró tanto como yo a ella. No me pueden culpar por anhelar lo único bueno que alguna vez pude tener.

Despertar en este mundo. Colores vivos, vecinos amigables, una madre amorosa. Daban las sensaciones más contrastantes de lo que una vez viví. No pude no volverme adicta a eso, a la calidez. No pude no enloquecer al verlo destruirse justo frente a mis ojos…

No pude no volverme vengativa cuando sabía que la tragedia podía haberse evitado si tan sólo el padre que tuve en esta vida decidiera darnos a Emma, a la villa y a mí, su protección.

El South Blue no era el Nuevo Mundo, no era el territorio de los Yonkous, pero no necesitábamos su bandera ondeando en la casa más alta de la villa, no lo necesitábamos todos los malditos años viviendo en la isla. No. Lo que necesitaba era su conocimiento, su poder, ¡su entrenamiento!

Y quizás… así, pude haber hecho algo antes que esa bala le atravesara el abdomen a mamá…

Hubiera bastado un año. Ese año que pasó visitando frecuentemente a Luffy pudo haberlo pasado con mamá y conmigo. Pudo haberme entrenado lo suficiente para tener una base sólida con la que comenzar y fortalecerme sola a partir de ahí. Ya había matado en mi primera vida. En la segunda, en esta, sólo me faltaba saber cómo hacerlo adecuadamente. Cómo enfrentarme a los más grandes y fuertes que yo. No sobrevivir como lo hice antes. NO. Quería saber pelear por mi vida, saber cómo proteger lo que nunca antes se me permitió.

Pero eso no sucedió…

Estrujé mis puños y mi mandíbula se tensó cuando apreté también los dientes. De alguna forma tenía que aguantar estos sentimientos de querer romperle la cara al bastardo. Porque algún día lo haría. Encontraría la manera de destruirlo lentamente primero. Su vida libre y salvaje tenía que ser proporcional a lo que sufriría. Y cuando esté en el fondo. Lo golpearía.

Por mi mano, Akagami desaparecería de este mundo.

Exhalé profundamente en un intento de retomar el control de los sentimientos desbordantes cada vez que pensaba demasiado en Akagami. No estaba en un ambiente en el que pudiera perder el control y golpear con todo cada cosa que vea. Ahora era una carterista. Una joven pero talentosa carterista.

Doblé la última esquina antes de casi detener mis pasos cuando lo que vi me tomó por sorpresa.

Conservando la expresión en blanco seguí caminando haciendo que mis pasos silenciosos se escuchen contra la grava. Me vi forzada a hacerme un chequeo propio cuando me di cuenta de que había levantado todas mis barreras defensivas aprendidas en el Cipher Pol debido a… pensamientos innecesarios.

Relajé los músculos tensos listos para saltar, alejé las manos de mis armas ocultas – que casi no uso cuando tengo el Rokushiki – retomé la postura despreocupada y finalmente, con mucho esfuerzo, relajé la expresión de mi rostro. Un rostro cansado a pesar de haber dormido perfectamente casi una hora antes.

"…quedan otras diez cajas ahí dentro."

"Capitán, estas están completas."

"Dáselas a Shachi y Pengüin cuando regresen por ellas."

"Aye Aye"

Bepo revisaba cajas con, lo que veía, productos médicos dentro. Kenta estaba conversando con Law y guiándolo dentro.

Suspiré para mí misma.

Por supuesto. Law tenía que venir a la clínica a comprar sus suministros médicos. En mala hora se me ocurrió estrellarme medio inconsciente en esa clínica cuando llegué a la isla. Aunque debo agradecer que llegué directamente a este lado de la isla y no a la ciudad bulliciosa. De lo contrario, una niña sola en un bote, ensangrentada y con los dedos destrozados hubiera sido una bengala para el maldito Germa 66.

Bendito Kenta que se apiadó de una mocosa extraña y forastera para curar las heridas y cuidarme de la fiebre intensa que vino de la mano con la infección. Tendría cicatrices en mis manos, de eso no había duda. Mi mano izquierda sería la peor desde que la utilicé como escudo instintivo ante los rayos de Niji. La derecha por otra parte obtendría algunas más enfocadas en los dedos por el Shigan. Más cicatrices a la colección. Nada nuevo.

A unos dos metros de distancia, al pasar junto a Bepo dándoles un último vistazo a las cajas, el oso me notó.

"¡Ah!"

Me miró como si hubiera visto un fantasma para enseguida lanzar miradas alteradas a nuestro entorno con la boca abierta dejándome ver claramente los colmillos blanco brillante de sus dientes.

Instintivamente y por pura curiosidad me acerqué más a él. ¿Qué? ¡Nunca había visto un Mink! Esta era la primera oportunidad que tenía para observar uno. No lo desaprovecharía.

"¡No deberías estar acá!" medio susurró medio gritó. "¡Lo siento!" para disculparse al segundo siguiente encogiéndose en sí mismo.

"Mm… ¿Cuál es tu nombre?"

"¿Eh?" Se sorprendió.

"¿Cuál es tu nombre? Porque tienes un nombre ¿cierto?" insistí acercándome otro paso sutilmente. No se dio cuenta.

"B-B-Bepo"

"Es un-"

"¡Lo siento!" Me interrumpió esta vez gritando tomándome por sorpresa.

"Em… no. Quise decir que es un gusto conocerte, Bepo." Dije con sinceridad. Su pelaje era tan brillante y se veía tan esponjoso.

Traté de seguir enfocándome en Bepo y en la maravilla que era ese sonrojo traspasando incluso su grueso pelaje, pero la presencia angustiada y sobreprotectora de Law saltó en mi radar al instante en que Bepo se disculpó con fuerza.

Bepo seguía disculpándose entre balbuceos avergonzados cuando Law apareció con brusquedad en la puerta de la clínica de Kenta. Sonreí divertida. Era casi tierno la forma en que actuaban los dos. Bepo llevándose el premio mayor. No pensé que pudiera adoptar una adoración por los osos polares, generalmente soy más de animales pequeños y astutos que grandes y fortachones, pero aquí me tienen. Bepo se convirtió rápidamente en la excepción.

"Bepo." Law cruzó la puerta interponiéndose entre Bepo y yo, a un costado de ambos. Sus ojos observaban cada detalle de nuestra interacción y logre ver un atisbo de sorpresa al notar que era la misma niña que se encontró más temprano en la ciudad.

"Buenas tardes para ti también. Sobreprotector-san."

"¡Ah, Capitán! ¡Lo siento! Yo-"

"Bepo, no te disculpes." Frunció el ceño sin quitarme la mirada de encima.

"Aye Capitán." Bepo dio un paso atrás. Sin embargo, dejando a un lado la timidez, ya no trataba de ocultarse tras el cuerpo de Law ni me miraba con temor. Más bien seguía lanzándome miradas con un pobre intento de sutileza y el brillo en sus ojos no era tan aprensivo como antes.

"Niña."

Ah. Cierto. No mires mucho al oso, Yua. Acomodando un mechón de cabello detrás de mi oreja incliné mi rostro a Law.

"¿Sí?"

"¿Qué necesitas?"

"¿Por qué te importa?"

"Estás molestando a mi navegante." Levanté una ceja en reacción a su acusación.

"Estoy conversando con tu navegante." Enfaticé dándole una sonrisa para nada impresionada. "Y es de mala educación intervenir en conversaciones ajenas ¿sabes?"

Law frunció más el ceño.

Lo juro. Ya podía ver que sus cejas terminarían saliendo de su frente con tanta presión que ejercía sobre ellas. ¡Las estaba exprimiendo! "Se te van a salir las cejas si sigues frunciendo el ceño así." Mencioné sin poder evitarlo con la cara estoica y una seriedad detrás de mis palabras. Ahí se fue mi filtro.

Lo desconcertó. No supo cómo responder después de eso. Por dentro sonreí con arrogancia. Era genial molestar a Law.

"¡Capitán!" Llamaron el par inseparable corriendo a nosotros desde los muelles. Vienen a buscar las cajas por lo que escuché para llevarlas al submarino. ¿Tienen un submarino desde el principio, cierto? Sí, creo que sí.

"¡Oh, hola! Nos volvemos a ver." Asiento apenas en su dirección antes de volver a Bepo con una sonrisa más cálida.

"Fue un gusto conocerte Bepo. Te dejo ahora." Con eso ignoré al resto y la mirada inquisitiva de Law perforando un agujero en mi nuca.

"¡Ah, sí! Yo- ¡Lo siento!"

Lo escuché a mis espaldas y tuve que reprimir la risita por su nuevamente repentina disculpa. Con mis dedos presionando un poco mi boca entré a la clínica encontrándome con un Kenta repasando una lista y mirando dentro de una caja.

"Ya volviste. Ven a revisar estas últimas-" se detuvo en cuanto me vio al mismo tiempo que la campanilla de la clínica volvía a sonar. Law estaba dentro también. "Yua, estás aquí." Dijo abandonando su tono de negocios.

"Hey, anciano. Regresé." Saludé con los diez dedos vendados en movimientos divertidos y sonriendo con indulgencia. El hombre me salvó de una difícil. No podía ser demasiado grosera.

"Para de llamarme anciano, mocosa fastidiosa." Respondió con el ceño fruncido. "Ve a esperarme dentro. Conseguí una nueva crema perfecta para esas heridas de-"

"Bien. Eso es genial." Lo detuve lanzándole una mirada a lo que respondió rodando los ojos. "Termina con lo que estabas haciendo entonces."

Pasé a su lado entrando por la puerta detrás del mostrador – la única puerta que había dentro de la sala principal de la clínica – e inmediatamente giré a la izquierda a otra habitación donde se encontraba la enfermería y donde pasé más de una semana descansando. Dejé la puerta medio abierta.

"Mocosa paranoica."

"¡Escuché eso, anciano!"

"¡Que bien, porque lo dije para que escucharas!"

Resoplé tomando asiento en la camilla. Inmediatamente escucho las voces de Kenta y Law haciendo un recuento de los productos que el capitán pirata estaba comprando.

Kenta no sólo era médico, sino también un traficante de productos médicos. Ese era su principal fuente de ingresos, constantemente vendiéndolos a piratas que atracaban en la isla y no podían comprar en la gran ciudad por razones obvias. La habitación a la derecha, justo frente a la que estaba era en realidad mucho más grande que esta y donde almacenaba todos los implementos y medicamentos.

"¿Tienes morfina y tramadol?"

"Fentanilo y oxicodona también. ¿Te especializas en cirugías?"

"…tienes adrenalina entonces."

"Tengo todo lo que necesitas, chico. Habla."

"Adrenalina, diazepam, dopamina, nitroprusiato, nitroglicerina y fenitoína."

Con las voces de fondo comencé a quitar las vendas una por una lentamente, concentrándome en no raspar mucho de la carne tierna y delicada que se estaba formando de a poco. Lancé la venda usada al tarro de basura a un costado y continué con la siguiente.

Kenta entró directo a la puerta de la derecha y Law lo siguió manteniéndose en el umbral de la puerta detrás del mostrador. De reojo pude ver su cuerpo largo inclinándose en ella y con mi Haki sentí su curiosidad e interés tratando de traspasar el espacio entreabierto de la habitación de la enfermería.

Su Haki no estaba bien formado, lo que significaba que aún no lo desarrollaba. Perfecto. Una ventaja para mí entonces. También era frío, tanto su sensación como su color, un azul pálido acerado. No significaba que fuera incómodo tenerlo cerca, era… anestésico se podría decir. Si cerraba mis ojos podía ver que el brillo de su Haki era más amplio de lo que había visto en cualquiera hasta este momento, desordenado y moviéndose como olas ligeras alrededor de su punto central. Tenía una fuerte voluntad.

Sonriendo para mis adentros dejé escapar pequeños quejidos de dolor y entorpecí a propósito los movimientos de mis dedos mientras quitaba las vendas delgadas. Llegué a rozar dolorosamente mi dedo índice – el más destrozado de todos -.

Maldita sea. Ese siseo ni siquiera fue fingido.

No tardó mucho en caer en la tentación. Entró como Pedro por su casa, con esa capa de confianza inseparable con el que lo conocía desde antes de ser Yua.

"Detente. Lo estás haciendo mal." Su voz profunda ya no era tan brusca como las veces anteriores. Un buen cambio.

Levanté una de mis cejas. Desafiándolo con la mirada.

Tomó asiento en la silla del doctor dejando su nodachi a un lado, acercándose y tomando mi mano mientras quitaba las vendas él mismo. Con una increíble habilidad debo destacar.

¿Quién iba a pensar que uno podía ser tan habilidoso quitando vendas? Pues yo no.

"Room."

Eso me sorprendió. Mis ojos se abrieron en cuanto lo escuché decir esa inconfundible palabra y una burbuja pequeña apareció alrededor de mi mano. "¿Q-Qué?"

Law dio una mirada fugaz antes de volver a lo suyo. Pero incluso si fue a penas un destello incomprensible en sus ojos, mi Haki saltaba en alarma por su diversión. El bastardo se estaba riendo de mi reacción. ¡La que estaba perfectamente justificada. No pensé que usaría sus habilidades de fruta del diablo frente a una desconocida!

"Escáner." Una línea brillante siguiendo el bolígrafo sacado de su chaqueta recorrió el largo de mi mano haciéndome sobresaltar.

¡Esto seguía siendo nuevo para mí, disculpa si sobre reacciono! Algún día me acostumbraré. Una cosa era saber de la existencia de estas habilidades y otra era que la estuvieran utilizando sobre uno. De repente me sentía tan incómoda. No me gustaba estar tan expuesta a una persona que podría simplemente cortarme la mano y llevársela como souvenir.

Tragué. Eso sería tan asqueroso. Hice una mueca.

"¿Intentaste atravesar una puerta de hierro con tus dedos o qué?" Me tensé con los ojos muy abiertos y los labios en una línea apretada. Law lo notó. Me miró como obligándome a negarlo.

¿Realmente podía decirlo sólo con mirar mis manos? Bueno, le hizo un escáner. ¡Pero el caso es que solo miró! Demonios. La medicina era un campo tan misterioso. O sólo era Law, ya que Kenta no pudo saber qué había provocado estas heridas.

"…acero en realidad." Murmuré mirando en otra dirección.

¿Contaba no? Niji era tan duro como el acero. O eso creo. No era tan idiota como para andar por ahí golpeando los distintos tipos de metales para saber cuál me destrozaba más los dedos como lo hizo el cuerpo de ese 'niño cyborg'.

Hubo silencio. Fruncí mi entrecejo por la falta de respuesta hablada y la incredulidad brotando de su Haki. Lo miré.

"¿Qué carajo?" Law tenía una expresión tan memorable que no pude evitar molestarlo.

"Tsk Tsk. No se deben decir malas palabras frente a los niños." Lo regañé con paciencia. "Sin embargo," proseguí con tono de voz plano antes de que quisiera seguir preguntando. "la razón es un secreto."

Law suspiró.

Entrecerró sus ojos hacia mí antes de volver a trabajar. La esfera seguía ahí. Abrió uno de los cajones de metal. Abrió otro. Parece que encontró lo que estaba buscando: una bandeja también de metal, sellada con papel marrón…

Sacó un bisturí…

…Acercó el bisturí a mi mano-

"¡Espera! ¡¿Qué demonios?! ¡¿Qué vas a hacer?!"

¡Lo sabía! ¡El bastardo quiere cortar mi mano para llevárselo como recuerdo! ¡Loco enfermo!

Quise sacar mi mano de su agarre mientras sentía como la sangre escapaba de mi rostro. Mis mejillas comenzaron a sentirse mucho más frías. ¡Oh, esto era demasiada vulnerabilidad por un día! ¡Debí estar loca por incentivarlo a entrar aquí! ¡Soy tan tonta!

"Cálmate, Yua-ya." Su voz era suave y firme, perfectamente clínica, profesional. Pero era imposible esconderse de mí. Casi podía escuchar sus risas maniacas en mi oído con lo tan divertidas que se sentían esas olas de Haki a su alrededor.

Respiré hondo sin quitarlo de mi vista. Ni a él ni a ese bisturí extrañamente brillante. ¿De pronto se volvió más grande y afilado también? ¿no? Estoy volviéndome loca aquí. ¡Lucci-senpai! ¡¿Dónde estás cuando te necesito?!

Respira Yua. Respira.

"¿Qué vas a hacer?" Volví a preguntar con la voz ahogada. ¿Debería simplemente golpearle la cabeza y salir corriendo? Noquear a Law contaría como una buena experiencia para contarle a mis futuros nietos. Sí, eso sería agradable-

"Reacomodaré los huesos apropiadamente. Las técnicas médicas normales serían suficiente, pero los huesos más pequeños nunca terminan en su posición correcta. Con esto," señaló la burbuja con el bisturí "y esto," levantó el bisturí mismo "puedo acomodar todo como debe ser y volverás a tener una mano perfecta nuevamente."

Tragué saliva. Conscientemente sabía que tenía razón. No nos enseñaron medicina en el Cipher Pol, pero sí entregaron conocimiento básico disperso cuando se trataba de heridas durante el campo o enseñaban la mejor manera de asesinar a alguien.

Debería dejarlo hacerlo. Era Trafalgar Law. Salvó a Luffy. Era un excelente médico. Quizás no con la experiencia del canon, pero seguía siendo un genio en medicina.

Cerré mis ojos. No lo miré. Me enfoqué en su Haki. Si iba a atacar lo sentiría. La diversión había disminuido y en cambio las olas esperaban pacientemente, fluyendo en calma.

Abrí mis ojos y lo miré fijamente. En una amenaza silenciosa. "Bien." Acepté.

Se dibujó la famosa media sonrisa en sus labios justo cuando dio el primer gran corte de mi mano. Observé horrorizada. De horrorizada a incrédula. Y de incrédula a fascinada.

¿Eso me volvía morbosa? Quizás sí. Ahora que recuerdo. Hace menos de dos meses había aplastado el cráneo de un pirata sacándole los sesos…

Sí.

Lo era.

Completamente morbosa.