Llovía. Las gotas del cielo desarmándose contra la grava al caer. Estaba tan cerca que no era difícil distinguir cada gota rellenando las abolladuras diminutas del pavimento. Gotas que se mezclaban con un lindo y aterrador rojo.
Oía mi respiración contra mis oídos taponados. Ya no sentía mi mejilla magullada contra el suelo del callejón en el que acabé. El agua y el rojo seguían mezclándose.
Gotas de cielo y rojo de sangre.
Ese era mi enfoque. Mi ancla. Si dejaba de pensar en las gotas de cielo y en el rojo de sangre perdería la conciencia. No podía permitirme eso. Tenía que regresar-
¿Regresar a dónde?
…
..
.
Cierto.
Había conseguido un trabajo.
Regresar al jefe.
Entregar el paquete.
…
Una gota de cielo salpicó mi ojo ya entrecerrado sellándolo por completo.
…
Negro.
¿Dónde estaban las gotas de cielo y el rojo de sangre?
Me obligué a abrir los ojos. Mis párpados pesaban y mis ojos se irritaban con la poca luz de sol que atravesaban las nubes.
Una mancha negra- No. Botas negras interrumpieron las gotas de cielo y pisaron el rojo de sangre.
"Aquí estás."
Conocía esa voz.
Pero no recordaba quién era.
"¿Dónde- el paquete, -?"
Manos recorrían las pocas prendas que llevaba encima. Pasaron por mi cuello, espalda, rodearon mi pecho y torso. Bajó a la línea de mis pantalones sueltos. Se detuvo. Levantó la camisa.
"Aquí está." Masculló sacando con brusquedad un paquete marrón encintado. "Buen trabajo, -. Si sigues viva- paliza- vuelve al …" palmeó mi mejilla insensibilizada y se marchó.
…
Ah. Cierto. Robé un paquete. Me topé con unos matones. Protegí el paquete. Hice un buen trabajo. Se me permitía regresar con el jefe.
Pero…
Estaba herida.
Estaba sola.
Tenía que sobrevivir por mí misma.
Y dolía. Tenía tanto dolor.
…
..
Odio el dolor.
Quizás fue porque ya estaba cansada, con la mente agotada. Inestable. Tal vez fue la extraña sensación de ser curada por personas desconocidas. O posiblemente mi mente me estaba jugando una mala pasada simplemente porque sí. Pero el recuerdo de esa pesadilla destelló en mi memoria en el momento menos oportuno.
Law ya casi acababa de reacomodar mis huesos. Luego de mis manos había pasado a mi pierna sin siquiera preguntar. Hace apenas unos minutos atrás había logrado normalizar mi expresión. Rostro en blanco.
Esta vida era extraña al parecer. O fue la anterior la que estaba mal.
¿Pero por qué los desconocidos estaban tan decididos a curar heridas ajenas? ¿Qué los impulsaba a hacerlo?
Kenta fue igual.
Me bastó estrellarme en su clínica para que me atendiera. Sin salario ni pago. Ni mucho menos intimidación en el estado deplorable en el que estaba.
Me recogió. Me cargó a esta misma sala. Me lavó. Me curó. Me dejó descansar.
Se supone que era un médico de los barrios bajos. Viví en los barrios bajos en mi anterior vida, si descifraba correctamente las pesadillas. Los médicos de estos lugares no ayudaban sin un pago de por medio. Y Kenta me curó. Y ahora Law hacía lo mismo.
¿Es idiota? No lo parecía cuando lo veía detrás de una pantalla.
¿Por qué me estaba mostrando sus habilidades de fruta del diablo? ¿Era tan idiota como para pensar que una chiquilla de trece años no lo delataría o iría de boca suelta por la isla?
…
Extraño a Emma. Era mucho más fácil con ella. Ella era mi madre. Tenía una razón para preocuparse por mí, ella misma me lo enseñó. Las madres no abandonan a sus hijos. Las madres se preocupan por sus hijos. Las madres amaban a sus hijos.
Y yo era su hija.
¿Pero ellos? ¿Cómo se supone que debo reaccionar?
Ella era mi mamá.
¿Se puede confiar en ellos? ¿En un médico salido de la nada y un capitán pirata?
Pero mamá estaba muerta.
No puedo confiar en nadie, porque la única persona en la que podía confiar ciegamente ya no estaba.
Estaba muerta.
…
..-
"Oi. ¿Estás bien?"
¡ENFÓCATE!
Lo miré. Su ceño fruncido. "Estoy bien." Mi voz plana. Su ceño más intenso.
¿En qué estaba pensando el idiota? Su haki ondeaba preocupado. ¿Era tan arrogante para bajar la guardia conmigo? Puedo matarlo antes que se diera cuenta. Él no sería lo suficientemente fuerte y rápido si confiaba en el nivel de mis habilidades. Su poder por sí solo no sería suficiente para escapar antes de que le atraviese la garganta con el cuchillo en los pliegues de mi vestido.
¡¿Pero por qué maldita sea estaba tan preocupado?!
"¿Por qué?" dije. No pude detener las palabras antes de que salieran. El recuerdo de pesadilla había terminado por dejarme en la niebla.
Era un mal día. ¡Un maldito mal día! No pensé que mis emociones salieran a borbotones en la primera oportunidad que tenía de abandonar la máscara y ser yo. No pensé que Law sería un gatillante. No pensé que mis emociones contradictorias de una vida pasada y esta fueran tan inestables como para hacerme romper.
Pensando lógicamente… Este momento iba a venir sin importar qué.
Antes tuve a mamá para sobrellevarlo, al menos un poco. No pude decirle la verdad, pero al menos me calmaba en las noches de pesadillas y me consentía en las mañanas siguientes. Luego de llorarla por unas pocas horas la enterré en mi conciencia para hervir a fuego lento mi odio a Akagami. Extrañándola y añorándola, pero siempre con una meta a la que mirar una vez me decidí seguir a Ryu.
Unirme al Cipher Pol fue otro grillete a las emociones. Días y noches de entrenamiento. Pocas horas de sueño en las que no alcanzaban a llegar las pesadillas. Mi cerebro llenándose con enseñanzas nuevas, información, planes a futuro. Mi cuerpo agotado y cansado, siempre al límite para volverme fuerte más rápido.
Mi primera misión con Lucci enfocada en completarla y darle una buena impresión. Probando las técnicas en humanos reales y no en maniquíes de entrenamiento. Desquitándome al fin y satisfactoriamente con los piratas que tanto aprendí a odiar. Dejando que la olla a presión que era mi rencor hacia Akagami comenzara por soltar sus primeros vapores.
Para ahora estaba a solo un pelo de romper.
"No te ves bien."
¡ENFOCATE!
"Pues, tenía los huesos casi destrozados como pudiste darte cuenta."
"No me refiero a las heridas…"
¡ES SOFOCANTE! ¡¿Por qué diablos su haki se siente tan preocupado?!
"Si ya terminaste de jugar con mis huesos, sería bien recibido que me soltaras, ahora-"
"Respira"
¿Qué?
¡¿Qué mierda está hablando este imbécil?!
"Debes respirar."
"¿Eres idiota? Estoy respirando." El veneno salió por sí solo.
Debería matarlo. Simplemente hacerlo ahora antes que comience a causar caos en el mar. ES un PirATa. Yo ODIO a los piratas. ¡Enfócate!
"Detente. Para ahora o será peor."
Me ericé. Amenaza. Me está amenazando. MÁTALO.
Mi mano se movió justo a donde estaba escondido mi cuchillo. Sin cambios en su haki. No lo notó. Iba a matarlo.
"Estas teniendo un ataque de pánico." Me detuve. ¿qué? "Debes respirar."
Mierda, no. Nunca tuve uno. ¿Qué mierda está pasando?
"¿Qué te hace creer que tengo uno?" sonreí burlona. Porque podía. Podía sonreír, podía hablar adecuadamente, podía moverme como quería. YO NO TENÍA UN ATAQUE DE PÁNICO.
"Puedo decirlo."
"¡Oh vaya! ¿Un psíquico?" reí sardónica.
"¿Y si lo fuera?" ¿de qué está hablando? Obviamente él no lo era. Lo sabría. Ni siquiera ha despertado haki.
"¿Estás jugando conmigo? Seré una niña, pero no me gusta que se burlen de mí."
"Puedo notar eso."
…
Ah. Ya veo. Que vergonzoso.
"Cállate." Exigí. Levantó una ceja en respuesta. "Sé lo que estás haciendo." Me estaba distrayendo.
Sonrió con burla. "Es bueno que hayas comenzado a calmarte entonces."
"Cállate." Gruñí. "Ninguna palabra de esto."
Resopló. "Como quieras. Ahora, ¿dónde está esa crema de la que estaba hablando el médico?"
Mierda.
Soy tan imbécil.
"¡KENTA-JIJI!" Grité provocando un estremecimiento en Law por el repentino cambio de volumen. Necesito una distracción.
"Mocosa ruidosa" apareció mascullando como un viejo gruñón. "¡No necesitas gritar tan fuerte! ¿Qué quie-" Se detuvo mirando sospechosamente a Law. El idiota ojeroso ni siquiera le dirigió una mirada mientras buscaba más vendas. "¿Qué están haciendo?"
"Al parecer, el señor pirata acá es un doctor con una habilidad bastante interesante y fue lo suficientemente amable para reparar mis huesos." Respondí con burla detrás de mis palabras. Kenta no lo notó, pero Law claramente lo hizo si notaba la molestia irradiando de su haki.
Entrecerró los ojos. "¿Es así?"
"Sí." Respondí inmediatamente ignorando con todo lo que pude la sensación de su haki. No caería en esa espiral de nuevo. Es un no, no. "Mencionaste una crema. ¿Dónde está para aplicarla."
"Te la aplicaré luego de terminar acá-"
"Puedo hacerlo. Ya inicié su recuperación de huesos, bien podría terminar con las quemaduras."
Sí. Law también había quitado los vendajes de mis brazos en mi previo momento de debilidad.
"No es necesario. Yo soy su doc-"
"Kenta-jiji." Suspiré sonriéndole con aprecio, entrecerrando mis ojos lo suficiente para que él no notara la clara falta de sinceridad en ellos. "No te preocupes. Es solo crema." Lo tranquilicé ignorando otra vez la razón por la que tuve que tranquilizarlo primero que nada.
"Yua…" comenzó a decir pero de todos modos cedió con un suspiro resignado. "Primer cajón del escritorio. Frasco verde menta." Sonreí. "Será mejor que quede bien y no pases tus manos por lugares que no debes ¿entendiste, pirata?"
Bufé.
Law giró su cabeza mirándolo con cara de confusión, y claramente ofendido. Abrió la boca para decir lo que sea, antes de simplemente cerrarla, suspirar, negar con la cabeza lo idiota que podían ser los seres humanos y volver a lo que hacía.
"Sí, sí." Respondió con indiferencia mientras sacaba el frasco mencionado. Siguió sin dignar una mirada a Kenta, así que este simplemente le lanzó otra mirada antes de irse con los pies casi arrastrándose por el piso.
Con guantes puestos aplicó la crema con extrema suavidad sobre las quemaduras de segundo grado en mi antebrazo. Según Kenta esas quemaduras ya se estaban curando más rápido de lo normal a pesar la infección que se había provocado por el tiempo que lo dejé estar sin tratamiento profesional.
La pregunta ahora era si quedarían cicatrices. No me molestaba especialmente tenerlas, pero sería molesto que quedaran si tuviera que encontrarme con Law siendo Reinbofokkusu. Realmente no sé en qué estaba pensando cuando lo invité indirectamente a que curara mis heridas. Era más inteligente que esto.
Contuve el suspiro. Law trabajaba en silencio y con dedicación. Le gustaba la medicina. Eso era seguro. También, agradecí que su haki hubiera sido controlado después de la breve charla con Kenta. Hecho inconscientemente o no, fue un alivio-
Entonces me paralicé. Law lo notó, otra vez. Me miró. No lo miré de vuelta. Me enfoqué en su haki con la mirada perdida.
"Tú-" comenzó a decir pero lo detuve con la mano frente a él en señal para que me dejara pensar un momento.
La misión. El estrés que puse sobre mi cerebro, a los límites al que lo presioné me había afectado más que simples dolores de cabeza y mareos. Me había dado cuenta de eso hoy y confirmado con mi… 'crisis de pánico'.
Pero no pensé que pudiera estar en tan mal estado como para no darme cuenta. Diablos. No estaba pensando con claridad, eso era seguro. Era mi primera misión y creí que había ido perfecto. Ahora veo que no fue así. Me presioné más de lo que debía. Me obligué a hacer más allá de lo que debería. Fui arrogante. Estúpida. Incapaz de cuidarme a mí misma.
¿En qué estaba pensado?
Ni siquiera me había dado cuenta de que mi haki de Observación se había vuelto tan sensible de repente. ¿El dolor de cabeza? Era mi cerebro trabajando horas extras decodificando la avalancha de información repentina que provocó la evolución de mi sentido de percepción, es decir, haki.
Hace un mes tenía que trabajar, concentrarme en las emociones. Podía sentir sus auras de haki y diferenciarlos, podía sentir sus pensamientos centrales hasta cierto punto, un atisbo más bien de lo que 'podrían' estar pensando. Sin embargo, esto, no era un mero atisbo. Las emociones ajenas fluían a mí con facilidad. Como si siempre hubiera podido interpretar las 'ondas' del haki. ¡Y maldita sea! ¡ONDAS! ¿Cuándo he podido yo, ver, sentir las ondas?
"Maldita sea. Mi cabeza me está matando." Murmuré plantando mi mano derecha sobre mis ojos, sintiendo a su vez, cómo mi percepción de haki aumentaba considerablemente.
"¿Fue un golpe? ¿Contusión?"
"No, no. Nada de eso." Respiré hondo y lo solté pesadamente mirándolo de frente. "Está bien." Dije con convicción. "Estaré bien. No es algo que puedas reparar ahora."
Law me quedó mirando un tiempo antes de proceder con lo que estaba haciendo.
En serio. Un día de revelaciones.
Casi solté una risa seca por eso.
Tuve que agradecer que Law no indagara más allá a pesar de la innegable curiosidad e interés que se desbordaban de su haki. Su naturaleza retraída era gratamente bien recibida.
Puso los apósitos sobre las quemaduras tratadas, y luego las vendó a lo largo de mi antebrazo. Tan habilidoso que mis movimientos no se vieron obstaculizados. Supuse que era la costumbre de curar a su equipo. No podrían pelear si no pudieran moverse. Y en un barco pirata, no importa qué, mientras no sea grave, siempre deben estar preparados para una lucha intensa.
La crema ya estaba haciendo su efecto calmante y refrescante. Eso era bueno. Kenta había encontrado una buena pomada para mis quemaduras. Tendría que darle una retribución extra por su esfuerzo.
Por otra parte… Me vi tentada a pedirle que continuara con las heridas en el costado de mi torso. Pero ya estando alerta a la pérdida de control de mis acciones, detuve mi lengua antes de que quisiera moverse y modular palabras sin autorización.
Era suficiente. Prácticamente trató todas mis heridas. Esa era la última que quedaba. No iba a seguir perdiendo la dignidad, por muy poca que me quede. Más tarde, una vez se fueran de la isla, volvería a molestar a Kenta para que acabara de tratarme.
"¿Eso es todo?" pregunté una vez terminó con el vendaje.
"Supongo. ¿No hay más heridas?"
"No."
Law dudó. No su expresión, esa seguía siendo ilegible. Su haki en cambio, ondeaba en reprobación. Sabía que estaba mintiendo. "…ya veo."
Salté de la cama cayendo a un costado de Law y a un paso de la puerta. Probé los huesos de mi pierna y pie derecho ya dentro de mi sandalia. La incomodidad estaba, pero el dolor casi se había ido. El reacomodo correcto de los huesos debió de evitar que las astillas de esta misma dejaran de raspar mis heridas internas. O creo que así funcionaba.
"Deberías estar bien siempre y cuando no fuerces demasiado la pierna ni tus manos. Ya uní tus huesos, pero las heridas internas aún no terminan de recuperarse. No son muchas ni graves, estarán bien curándose por su cuenta."
"¿Puedes curar heridas internas también?" estaba francamente curiosa por saber hasta dónde llegaban sus habilidades en este periodo de tiempo.
Se encogió de hombros ya de pie y con su nodachi apoyada en su hombro. "¿Cómo te hiciste esas heridas?"
Levanté una ceja poco impresionada. "¿Esto es un dar y dar?"
"Más bien un dar para recibir."
Rodee mis ojos y salí de la sala de curación a la principal, o vestíbulo, o como se llame la habitación del mostrador. Law siguiéndome los talones.
Había interés ahí. Un interés cuidadosamente oculto. Casi un destello detrás de su frialdad quirúrgica. Eso era peligroso. ¿Tanta información pudo sacar al ver mis heridas como para caer en tal nivel de interés? ¿O fue simplemente mi pequeño lapsus de pánico ahí dentro lo que llamó su atención?
Fuera lo que fuera, no había nada que hacer ahora más que actuar con naturalidad y tomar en cuenta las acciones para una revisión posterior.
Me paré frente al mostrador de Kenta mientras podía seguir su firma aún dentro de la bodega. Law saliendo y uniéndose a Bepo. Al fin, con mis dos metros cuadrados sola y paredes sacándome de la vista de ajenos, dejé escapar un suspiro cansado. Más una exhalación verdaderamente intensa.
Me apoyé en el mostrador cruzada de brazos esperando a Kenta. Los otros dos, Shachi y Pengüin se unieron una vez más a Bepo y su capitán. Estaban de ida y vuelta llevándose las cajas con los suministros médicos. En serio ¿cuánto podrían herirse esos chicos como para necesitar tantas de esas cajas? Kenta se estaba volviendo rico gracias a ellos.
Bueno, yo no soy una para hablar. Casi termino muerta en mi primera misión en solitario. Por fiebre por infección nada más. Tendría que asegurarme de nunca mencionar esto, o mi reputación en crecimiento se vería torcida por la vergüenza.
Esperé otros minutos más antes de que Kenta saliera de la habitación. Dio un vistazo a la sala médica antes de fruncir el ceño y relajarlo cuando me vio de pie esperándolo ya fuera.
"¿Hizo un buen trabajo?"
Asentí. "Me gusta la crema. Se siente bien."
"Tch, eso espero. La conseguí especialmente para ti después de todo."
"Aw, anciano. Eres tan amable."
"Te veías tan lamentable que no pude evitar compadecerme de una pobre infeliz."
"Ow. Eso fue duro." Hice un gesto de dolor en el corazón como lo haría una doncella. "No soy una pobre infeliz, ya sabes."
"En el estado en que llegaste aquí… me cuesta mucho no cuestionar esa declaración."
"Eso fue… un 'pequeño' error de cálculo." Mentira. Fue el peor error de cálculo que pude haber hecho.
Viendo su expresión para nada impresionado supe que él lo sabía. ¡Estúpidos ojos!
"¿Sabes que eres una mala mentirosa, no?"
Law entró.
"No tienes que frotarlo." Chasqueé molesta.
Negó con la cabeza suspirando como si no supiera qué hacer conmigo. Su haki se mantenía entre divertido, curioso y preocupado. Bastante preocupado. En este punto ya parecía algo normal en él. En vano esperaba que fuera una característica innata de su personalidad y no ser yo quien hubiera desatado esos instintos de protección que estaba levantando últimamente.
"¿Esas son las últimas cajas?" Law había escuchado parte de la conversación, si no toda. Después de todo las paredes en este lugar eran demasiado delgadas para personas como nosotros que siempre se mantienen alerta. Su haki seguía reaccionando a mis palabras, acciones, o a mí en general.
"Lo son. Revísalas y con eso terminaríamos."
"¿El pago fue suficiente?" Law comenzó a contar las existencias dentro de la caja marrón.
"Más que suficiente." Luego me lanzó una mirada antes de hablar en voz baja, que fue apropósito escuchada por los dos en la habitación a parte de él. "Ojalá las mocosas malagradecidas fueran tan buenas pagando como tú."
En eso entraron los tres nakamas de Law. Con la boca abierta a punto de llamar a su capitán tuvieron que comerse sus palabras.
"¿Qué quieres decir con mocosa malagradecida, anciano?" Repliqué claramente ofendida, con el ceño fruncido y espalda recta. "Te dije que te pagaría la próxima vez que viniera."
"¿Ah, sí? Porque esta es 'la próxima vez que vienes' y no veo ningún belli tuyo en mis manos."
"Eso es porque estabas ocupado, anciano austero."
"Así es como me mantengo en esta empobrecida vida y tú vienes aquí a vaciar mis existencias y luego te marchas como si nada. ¿Olvidas las noches que pasé sin dormir evitando que mueras? Oh, dios, tan malagradecida…"
Estuve francamente sorprendida por sus habilidades de actuación tan penosas. Continuó con su melodrama de victima así. Fue cuando sentí la mezcla de estupor-diversión de los otros ahí mismo que me di cuenta de que Kenta estaba parloteando más de lo que debía.
"Bien. ¿Ya te dije que te iba a pagar no? Detente." ordené ya exhausta. "Por eso estuve esperándote aquí, Kenta-jiji."
Sin más preámbulos comencé a sacar joyas, bolsas aterciopeladas con montones de monedas y billeteras de cuero bellamente cosidas repletos con fajos de billetes dentro.
Todo estaba en silencio mientras sacaba y sacaba dinero por montones. Bajo mi vestido, en los pliegues de mi blusa, incluso algunas joyas enhebradas entre mis cabellos ondulados. Los únicos sonidos escuchados era el repiqueteo de mis tesoros robados contra el mostrador frente a Kenta.
No obstante, sus haki estaban estupefactos, incrédulos con lo que veían. Me reí por dentro. Incluso Law no se escapaba de reaccionar. Más confusión que los demás sin embargo. Seguramente pensando en minutos atrás, cuando tuve que levantar un poco mi falda para que viera las heridas o cuando me moví sin que ningún ruido sonara en mí y delatara lo que llevaba encima. Él nunca los notó.
"Eso es todo." Hablé sobresaltándolo después de tener sus ojos fijos en todo lo que dejé encima. No lo culpo, era bastante.
Kenta levantó una de las joyas: un collar de diamantes. "Esto-"
"¡¿QUÉ?! ¿¡Es una ladrona?!" Saltaron los dos casi pegados a las puertas de entrada por el poco espacio dentro.
"¡Lo siento!"
"¡Pero qué? ¿No eras una dama de Micqueot?"
"¿Una noble?"
"¿La hija de uno de los viñedos?"
"¿Alguien importante en la sociedad noble?"
No pude evitar el ceño desdeñoso. "No soy una noble, ni hija de un vinicultor." Volteé para mirarlos directamente y sonreírles con arrogancia. "Soy una carterista." Terminé con calma.
"¡¿Ca-Car-Carterista?!"
Asentí imperturbable por sus reacciones exageradas. Miré a Bepo quien me devolvió la mirada y se disculpó después. Sonreí mientras llevada una de mis manos debajo del hombro de mi blusa y sacaba un fino pañuelo verde esmeralda con bordados dorados. Era muy posible que ese fuera hilo de oro.
No tuve que dar mucho más de un paso corto para llegar a él. Se sobresaltó, pero sin verme afectada levanté su pata izquierda y anudé el pañuelo en lo que sería su muñeca con un lindo moño.
Di un paso atrás y sonreí al verlo todo sonrojado y sorprendido.
Podía sentir la incredulidad desbordándose de las auras de todos. El interés de Law cobró un nuevo pico en su gráfica. Lo ignoré. Mi atención en Bepo.
¡Era tan lindo! ¡Y esponjoso! Lo hubiera puesto en su cuello, o quizás en una de sus orejas. Pero creí que si lo hubiera hecho, se ofendería pensando que lo estaba tratando como una mascota. Tuve que contenerme y conformarme con su patita. ¡Una patita tan suave por cierto!
"Yo-yo. Lo siento. ¡Gracias! No, digo ¡Lo siento!" Se dobló por la mitad y reí. Realmente reí. Bepo era demasiado divertido para evitarlo.
"¿Yua… de verdad?"
"¿Mh?" Miré por encima del hombro a Kenta. "Ah, sí. Dije que iba a pagar, ¿no? A penas estuve lo suficientemente recuperada para mover mis dedos, salí a buscar tesoros." Mencioné esto último irónicamente volviendo mi rostro al esponjoso ser de blanco.
"Pero con esto… ¡Las joyas! ¡Yua, con todo esto puedo volverme rico!" gritó con incredulidad.
Me encogí de hombros despidiéndolo con la mano. "Date la buena vida entonces."
Caminé sin más hacia la puerta de entrada. Los tres piratas se hicieron a un lado con dificultad mientras caminaba. "Siempre pago mis deudas, anciano. Y sinceramente espero que no nos volvamos a ver." Porque si lo hacemos, será como Reinbofokkusu y eso significaría que tendría que matarlo.
Di un paso a la calle. Cerré la puerta detrás de mí con decisión.
"¡Yua, espera!"
Sin afecto. Sin relaciones. Sin lazos. No puedo estar atada a un misero médico del North Blue por una simple deuda. Me fui con Soru antes de que me alcanzara.
A unas cuantas cuadras probé mi pierna. Perfecta. Ningún efecto por usar Soru al fin. Supongo que tendría que dar mis agradecimientos por eso también entonces. Antes de que regresara.
"¡Sumergir!"
"Aye Aye, Capitán"
Una que vez que tanto las provisiones como los suministros fueron cargados al submarino, la tripulación de los Piratas del Corazón estaba lista para partir a su nuevo destino.
Sin embargo, cuatro de ellos aún tenían en mente a la extraña niña que conocieron en la isla. Entre ellos, Bepo y Law fueron los más interesados, aunque uno lo demostrara mucho más que el otro. El capitán siempre estoico no dejaba ver nada en su cara que delatara la extrañeza e interés que sentía. Por otro lado, el navegante apenas se contenía de mirar el delicado lazo en su pata izquierda mientras fijaba el rumbo del Polar Tang.
Law lo había notado sonrojándose cada vez que miraba el pañuelo atado. Esa fue la principal rareza que notó en la niña. Había visto a la mayoría, si no a todas las personas con las que se encontraron mirar a Bepo con horror, miedo, fascinación, y tratarlo como un animal que debía ser cazado, vendido e incluso esclavizado. Podía contar con los dedos de una mano los que trataron a Bepo de una manera benigna y sin malicia, pero en esos pocos casos lo confundieron con una mascota, nada más que un simple animal, e incluso como un hombre disfrazado de oso polar.
Esa niña en cambio – Yua, era su nombre, recordó – lo miraba casi con fascinación, y se atrevería a decir que admiración. Y su trato… fue como a un igual. No había visto a ningún otro tratar como a un igual a Bepo. Pero sobre todo, lo que más llamó su atención, fue la falta de sorpresa que hubo al mirarlo.
Law se enorgullecía de ser detallista y observador. Entonces, en cuanto Yua llamó la atención de su tripulación, incluso si no quería estudiarla ni estaba interesado en ella, no escapó de sus ojos analíticos la falta de respuesta habitual. Los miró a todos, sobre todo a Bepo como si lo conociera. O más bien, como si supiera de los Minks.
Bepo le había hablado de su antiguo hogar en un momento. Le contó lo que recordaba de Zou, de un elefante tan grande como la Red Line. Un elefante que recorría el Grand Line sin detenerse.
El Grand Line. El mar más peligroso de todos. El mar que no era para débiles de mente ni de corazón. El mar en el que navegaba Doflamingo.
No había manera en el infierno en que la niña fuera alguien normal. Incluso si logró engañar a Shachi, Pengüin y Bepo, y a toda esa isla, Law no era una persona promedio, no era un pirata cualquiera. Vivió y luego vio el mundo arder. Lloró, conoció la desesperación y perdió la inocencia infantil a una edad temprana. Convivió con piratas mayores, curtidos y desalmados cuyo capitán fue capaz de matar a su propio hermano. Sobrevivió, escapó y ahora trataba de obtener su venganza.
Law ya había experimentado y visto demasiado en sus dieciocho años como para afirmar con seguridad que Yua era mucho más de lo que aparentaba. Que vivió más que otros niños de su edad. Que conocía y entendía lo que era la desesperación… y que tenía experiencia en ocultarlo.
Lo que vio en la pequeña sala médica no fueron gritos, llantos ni temblores. No notó un acto físico que pudiera asociar con un ataque de pánico. Él lo sabría. Los tuvo durante mucho tiempo y aún trataba con ellos en ocasiones distantes. Y sí, los síntomas de un ataque variaban con la persona, pero eso no fue lo que él vio.
Sólo fue un pequeño estremecimiento que tensó su cuerpo por ¿cuánto? ¿un segundo? Casi lo deja pasar como la reacción al dolor por las heridas externas. La palabra clave fue 'casi'. Porque lo sintió. Sintió una fluctuación en el aire. Una pequeña presión que hizo que la sala se enfriara. No fue mucho, pero sí lo suficiente para que las alarmas en su inconsciente se encendieran.
Había levantado la vista por pura reacción instintiva sin haber llegado a una respuesta lógica al cambio.
Y lo vio.
No era palidez. Tampoco lágrimas silenciosas o labios apretados, tensos, tratando de contener lo que sea que estaba reprimiendo. No. No fue nada de eso. Su rostro se mantenía sin cambios. Expresión en blanco. Color de piel normal y respiración estable. Hubiera aplaudido su compostura y capacidad de control sobre su cuerpo. Claro, si no fuera por sus ojos.
El verde esmeralda brillante que había visto antes estaba oscurecido, nublado. Sus ojos contenían una neblina espesa y arremolinada. Arremolinada en desesperación. Podía oír los gritos en su propia mente simplemente con ver esos ojos.
Se preocupó. Fue instintivo. ¿Quién no lo hubiera hecho al ver tanto enojo, tristeza, odio y llanto en remolinos borrosos sobre ojos verdes? Ojos que pertenecían a una niña.
Law no era desalmado a pesar de que le gustaría serlo. Le gustaba mostrar frialdad y ser ilegible. Había aprendido a aparentar y guardar sus emociones dentro de sí mismo. Al igual que la niña. Y si lo pensaba mejor, la única razón por la que aprendió la habilidad de aparentar fue porque lo había perdido todo. Porque en un momento se quedó solo y con todo el mundo en contra. Porque por varios años, estuvo muriendo de a poco y se cansó de mostrar debilidad.
Entonces… ¿qué fue lo que vivió ella? ¿qué tan cercanas fueron sus historias? ¿qué tan profundo había caído ella?
Eran preguntas que se hacía mientras caminaba a su habitación. Obviamente sabía que era poco probable que la volviera a ver. Que en realidad era nada más que un desgaste mental que no lo llevaría a nada, no lo acercaría a su objetivo, y por tanto debería desecharlo.
Así, en su habitación buscó el último libro que estuvo leyendo antes de detenerse en isla Micqueot en un claro intento de cambiar el rumbo de sus pensamientos a algo más lógico. Un intento que se vio frustrado al momento que sus ojos se desviaron y terminaran posados en una caja de regalo azul marino con una cinta de satín de un azul más eléctrico.
Levantó sus cejas.
¿Un regalo de Shachi y Pengüin tal vez? ¿De Ikkaku? Fueron los único en bajar del Polar Tang además de Bepo y él.
Se acercó y abrió la caja, curioso por saber de qué se trataba.
Era una botella de vino. Y no cualquiera. Resultó ser el vino por el que los chicos tanto lloraron al no poder comprarlo. O al menos pensó que no pudieron comprar y estuvieron fingiendo todo este tiempo. Fingiendo muy bien por cierto. Porque claramente, no había forma de que alguien que no fuera alguno de ellos dejara esto aquí.
Sacó la botella sintiendo que había algo extraño en esto. Revisó la botella con cuidado en busca de cualquier anomalía o truco detrás. Pero era una botella autentica sin rastro de manipulación.
No obstante, al mirar devuelta la caja, encontró en el fondo una tarjeta de azul oscuro con letras plateadas escritas en él. Una letra que no reconoció. Redonda y en cursiva perfecta. Elegante. Frunció el ceño. Dejó la botella a un lado y tomó la tarjeta.
"Mencioné que siempre pago mis deudas.
Me hiciste un favor así que debo pagar por ello.
Es un vino bastante caro ¿sabes?
Bébelo. Sin embargo, bébelo cuando al fin te sientas libres.
Guárdalo hasta entonces, Law.
Para celebrar la caída del pájaro que cree ser dios."
Se estremeció. Un escalofrío recorriéndole la espalda. Bastó la primera línea para saber quién escribía. Pero incluso si tomaba en cuenta el hecho de que se coló en el Polar sin que nadie se diera cuenta, no hubiera sido suficiente para causar esa reacción en él.
No. Lo que lo hizo sentirse mal, fue la familiaridad. Como si lo conociera. Como si supiera lo que buscaba. Leerlo lo hizo sentirse expuesto y con ganas de vomitar. ¡Porque nadie debería saberlo!
'… el pájaro que cree ser dios.'
Doflamingo.
Sopesé las probabilidades de que fuera descubierta antes de siquiera comenzar a hacerme un nombre fuera del Cipher Pol y los hombres importantes de la marina. Que en el momento en que el seudónimo de Reinbofokkusu llegara a sus oídos, mi rostro, mis heridas… mis ojos, lo hicieran conectarme con el agente del Cipher Pol.
Normalmente no me preocuparía por los piratas. El Cipher Pol era la unidad secreta del gobierno. No había forma que los advenedizos supieran siquiera de mi existencia. Pero Law, en su camino de venganza contra Doflamingo lo haría propenso a escuchar todo tipo de información. Entre ellos yo. Después de todo deseaba que mi nombre como Reinbofokkusu cruzara los mares para llegar a los más grandes, a los Yonkous. A Akagami.
Sin embargo, incluso si en ese momento llegara a juntar los puntos y pistas, que él supiera mi nombre no haría ningún cambio. Todo lo que sabía era mi nombre. No existía persona alguna que pudiera conectar mi nombre con Akagami. Es posible que ni él mismo lo supiera. Abandonando a mamá antes de que yo naciera, era seguro que ni mi nombre sabía. Mucho menos recordar mi existencia.
Así, no vi falta en jugar con él.
Mi sonrisa era amplia mientras el viento con sabor a sal golpeaba mi rostro en la proa del bote.
Sabía que se había interesado en mí y que mis singularidades – las que solo él notó – mantendrían su cerebro dando vuelta con preguntas sin respuestas. Entonces, ¿por qué no darle más pistas? Mi idea fue brillante.
Darle respuestas que conducirían a más preguntas.
Respuestas que lo inquietarían.
Preguntas que no lo dejarían dormir.
Me gusta la idea de ser inolvidable. Ese es otro de mis objetivos para Reinbofokkusu. ¿Así que, por qué no comenzar desde ya? ¿Con los futuros grandes ganadores? Dejar una marca lo suficientemente fuerte para hacerlos sentir inquietos, para que comiencen a temerme, para que comiencen a sentirse paranoicos e intenten moverse con más cuidado.
Law no era la mejor opción sabiendo que era un asocial y no conviviría con otros piratas como lo haría… Luffy. Pero llegaría el momento en que esos dos se encontrarían. Y es a ese momento al que apunto.
Pero eso es mucho más adelante. Solo espero que la tarjeta haya dado la suficiente impresión para que no me olvide tan rápido y me mantenga en mente.
"Puru puru puru~ … katcha… Aquí comodoro Pine-"
"¡Voy de regreso~!" Interrumpí casi cantando con la mirada en el extenso mar.
"¡Ene-san!"
"Me dirijo al punto de encuentro. ¡Nos vemos ahí!" corté.
Suspiré.
Levanté la máscara, y con una sonrisa poco divertida la puse sobre mi rostro.
Era momento de volver. De retomar mi papel como Reinbofokkusu. Fue liberador pero incómodo ser solo Yua nuevamente, y no se volvería a repetir. Cometí muchos errores en esta misión y después de ella. Bajé demasiado la guardia.
Había mucho que corregir. Mucho en lo que trabajar.
Sabía que mi fuerza aún no era suficiente, pero al menos creí que estaba lista para tomar por completo mi papel como Reinbofokkusu. Aún no estoy lista. Necesitaba nada más que la perfección para enfrentarme a Akagami.
Tal como estaba… No era suficiente.
Pero lo sería. En unos cuantos años más, estaría lista.
Tomaré y beberé cada experiencia que viva para fortalecerme en cuerpo y en mente. Mientras, iré allanando el camino, preparándolo para lo que se vendría más adelante. Para cuando llegara el momento de por fin acabar con ese bastardo.
Reí. Reí como las campanillas en el viento de mamá.
