Capitulo dos: tinta
El demonio siseó al escuchar la invocación. Ese tipo de expresiones para un demonio eran casi como recibir una bofetada. Y eso que se había puesto una toalla en la cintura, para evitar que el ángel saliera huyendo y volviera a Londres corriendo por encima de las aguas si le veía completamente desnudo.
Vamos, angelito, que no es para tanto. Necesito que me des crema en la espalda. Yo no llego y la noto demasiado tirante…
Sin embargo, Aziraphale no parecía dispuesto a moverse. Sus ojos iban desde la blanca espalda sobre la que contrastaba el cabello pelirrojo, mojado y liso sobre la nuca, hasta las espigadas piernas, pasando por la toalla blanca de hotel que , francamente, no era demasiado grande. Había enmudecido, y solo tenía los ojos muy abiertos.
No voy a creerme que nunca hayas visto a alguien sin ropa. Para empezar, tu propio cuerpo terrenal es similar al mío…- comenzó el demonio, girándose hacia el ángel-
Oh, Señor! Pero… y además de exhibirte con este descaro…tienes…tienes esos dibujos de tinta bajo la piel… esos… tatuajes!
El demonio levantó una ceja, incrédulo.
Noticias frescas… llevas seis mil años viendo el de la cara…¿pensabas que no tenía ninguno más?
El demonio se giró del todo, quedando de frente al ángel. Con lo que los de la parte frontal quedaron también a la vista. Dos serpientes entrelazadas en negro y rojo formaban un brazalete en su bíceps izquierdo, enmarcadas por líneas sinuosas. El hombro del mismo brazo ostentaba una hidra con una de las cabezas , coronada, extendida hacia el pectoral.
No vas a hacerme el favor? Porque si va a ser un gran esfuerzo, no es necesario que…
Sin dejarle terminar, Aziraphale agarró el frasco de crema de sus manos. Su rostro estaba enrojecido, pero su mirada era de determinación.
Pues vuélvete entonces. ¿De que modo pretendes que lleve a cabo lo que me has pedido si no colaboras?
Oh, de acuerdo… -algo sorprendido por la reacción de su amigo, Crowley se dio la vuelta, ofreciéndole la espalda- hale, al lio. Y sé generoso.
Había tenido buen cuidado de guardar las alas antes de llamarle, pues no quería que viese las quemaduras, y de disimular con un hechizo las demás cicatrices que tenía en el cuerpo, sobre todo en la espalda. Lo que no le importaba en absoluto que viese era el uróboros del omóplato, ni tampoco la cabecita de la serpiente chibi sacando la lengua que asomaba un poco por debajo de la toalla. Crowley le oyó murmurar un "oh, Señor!" y se rió entre dientes. Solía encantarle a todo el mundo, y esa exclamación le daba a entender que también había sorprendido al ángel. Notó las manos cálidas y anchas de su amigo sobre su espalda y reprimió un estremecimiento. No era la primera vez que sentía las manos de alguien en su espalda con fines no agresivos, pues alguna vez había disfrutado de masajes o caricias en ciertas misiones, pero o no se había fijado bien en la sensación o el hecho de que Aziraphale fuese un ángel lo cambiaba todo.
Eran aún más relajantes que el agua caliente deslizándose espalda abajo en la ducha. Aportaban un calor muy agradable, tenían un tacto suave, y eran firmes donde se necesitaba y livianas en zonas más sensibles. Por la cabeza del demonio cruzó la idea blasfema de las sensaciones que podían provocar en otras partes… oh, oh!... si seguía pensando así, iba a tener problemas…
Eh, gracias, ángel, me has sido de gran ayuda. – sin girarse del todo, tomó el frasco de crema de las manos de Aziraphale, que parecía haberle cogido el gusto a aquello, y recogiendo su ropa y sus cosas, dijo- ya termino fuera, te dejo el baño libre para que te puedas asear tú…
Aziraphale se quedó algo perplejo con el súbito cambio de actitud de su amigo, que casi había salido huyendo del baño. Desde luego, no había quien entendiera a ese hombre…
Que singular… primero me pide que permanezca aquí aunque se ha despojado de sus ropas y que le aplique afeites… y cuando lo hago, se marcha como si hubiera dejado la tetera al fuego. Debe de ser la inconstancia de los demonios…
Aunque no necesitara ducharse, Aziraphale pensó que un poco de aseo no le vendría mal, y ya que estaba en la habitación correcta para ello, decidió aprovechar. Con parsimonia, se quitó la chaqueta que colgó cuidadosamente en el mismo gancho en el que Crowley había tirado su ropa. Después, se remangó meticulosamente su camisa azul celeste y se acercó al lavabo para lavarse las manos y la cara. Al hacerlo, una vaharada de olor a sándalo, incienso y especias, llegó hasta la nariz del ángel con intensidad. Buscó el origen del olor, y descubrió un pequeño frasco negro semioculto tras el grifo. Con curiosidad, lo tomó y lo acercó a su rostro para oler.
"Así que éste es el perfume que usa… pues en su piel huele diferente… casi pensaba que era su propio aroma…"- pensó distraídamente Aziraphale, hasta que cayó en la cuenta de que estaba meditando acerca del olor de su amigo, y automáticamente le llegó el recuerdo de lo que una vez le dijo este, acerca de que conocía de sobra su olor-"Seguramente sea porque es una serpiente y ellas tienen el olfato muy desarrollado. Tengo que terminarme ese libro de herpetología que he traído, tiene cosas muy interesantes…"
Tras su somero aseo, utilizó el peine de cortesía para repasar un poco sus dorados rizos. No es que se despeinase en el sentido estricto de la palabra, pero le parecía muy conveniente colocarse un poco el pelo con el peine humedecido de vez en cuando.
Tras arreglarse de nuevo la camisa y colocarse la pajarita, volvió a ponerse la chaqueta ya que no le parecía correcto estar en mangas de camisa dado que no estaba solo en la habitación y salió del baño.
Las macizas puertas del hotel de cinco estrellas eran lo bastante gruesas para silenciar lo que ocurría en la habitación, por lo que cuando abrió, llegó hasta los oídos del ángel la música que Crowley había traído consigo con un pequeño altavoz portátil. Por un momento, se quedó escuchando las estrofas desconocidas, ya que la única música que le había visto poner era Queen, de un modo u otro, en el Bentley. La voz profunda y de bajos raspados del cantante le hace pensar que de alguna manera, la letra hablaba de su amigo.
Ya no puedo darte el corazón
Iré donde quieran mis botas
Y si quieres que te diga qué hay que hacer
Te diré que apuestes por mi derrota
Quítate la ropa, así está bien
No dejes nada por hacer, yeh
Si has venido a comprarme, lárgate
Si vas a venir conmigo, agárrate
El demonio estaba sentado en la cama sobre las sábanas blancas, con la espalda apoyada en el cabecero y una pierna encogida y la otra estirada. Aún tenía el pelo húmedo por la ducha. Vestía unos pantalones negros de yoga y una camiseta negra bastante ceñida. Estaba leyendo el periódico y giró la cabeza al verle salir.
– Ya? Pero de verdad te has duchado? Me parece imposible que alguien pueda hacerlo tan rápido…
-Sabes bien que no lo necesitamos… en realidad, es un desperdicio de agua, que es un bien escaso…- El ángel intentó no prestar atención a lo magnético que parecía el demonio con esa actitud tan tranquila y relajada- así que no me he excedido.
Larguémonos, chica hacia el mar
No hay amanecer en esta ciudad
Y no sé si nací para correr
Pero quizás sí que nací para apostar
Sé que ya nada va a ocurrir
Pero ahora estoy contra las cuerdas
Y no veo ni una forma de salir
Pero voy a apostar fuerte mientras pueda
Al darse cuenta de que el ángel estaba escuchando la canción, Crowley le dirigió una atenta mirada.
Eh… te molesta que ponga algo de música? No he traído nada demasiado…
Ah, no, no… me sorprende que estés escuchando música en otro idioma, eso es todo…- comentó el ángel con cierta sorpresa- Además, como sueles oír a Queen…
A la fuerza. Pero eso solo pasa en el Bentley… en fin, ¿quieres que te haga sitio en la cama? Es gigantesca, puedes acomodarte en ella y dormir toda la noche, y aunque esté yo aquí, ni siquiera nos rozaremos.
Ah… eh… no, no. Voy a volver al escritorio, tengo trabajo por hacer. Pero me parece una buena idea que tú la aproveches… mañana tendrás que conducir bastantes kilómetros hasta el siguiente destino y te vendrá bien descansar y mantener las piernas estiradas.
Inconscientemente, el demonio se frotó una rodilla, que no tenía muy católica desde una trifulca con un demonio borracho con pezuñas de toro, y que le había acabado de fastidiar el duro embrague del coche de alquiler. El gesto no le pasó desapercibido al ángel.
¿Necesitas alguna cosa, querido? ¿Todo bien?
Que? Ah, si, sin problema…pues nada, ya que rechazas mi amable oferta, voy a echar una cabezada. Eh, por cierto, cuando paremos a comer mañana, tengo que ver a… un amigo, así que la parada del medio día será más larga, si no tienes inconveniente.
Oh, bueno, no importa, porque así tendré tiempo de tratar de localizar unas domus de janas con restos de pintura que se supone están por esa zona…
El demonio suspiró. Era una buena noticia; al menos el ángel estaría entretenido mientras él trabajaba y con suerte, tendría éxito quitando de la circulación a un humano que ya había eludido al infierno durante demasiado tiempo. Dobló el periódico y echó un vistazo a Aziraphale, sentado en el butacón que estaba frente al sólido escritorio y enfrascado en sus libros. Reprimió un bostezo, dejando el periodico a un lado. Sí que estaba cansado… e iba a aprovechar la presencia del ángel en la habitación ya que cuando estaba cerca, Crowley no tenía pesadillas.
Te veo mañana entonces, ángel. Creo que te encantará el desayuno de este hotel…
Buenas noches, querido – dijo, mirándole de soslayo tras las gafas de cerca, con una leve sonrisa en los labios- Descansa.
