MUGEN

Alegría

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Hay unas cuántas cosas que me dan alegría y calma. Despertar con la luz del día, la brisa fresca de una tarde de verano y la sonrisa que veo en ti y en Moroha al jugar. Hoy en particular tengo al menos dos de esas cosas. La mañana ha comenzado tranquila y la luz del sol, entrando por la ventana de nuestra cabaña, ha sido la que me ha despertado. Si a eso sumo la risa clara de Moroha mientras juega contigo a pocos metros de la cabaña, la alegría es completa.

La escena que ambos protagonizan es de aquellas que me gusta observar sin perder detalle y que así se plasme en mi memoria.

Moroha chapotea por las pozas de agua que se han generado después de la tormenta que ha caído esta madrugada. Tú la sigues, intentando cubrirla con una enorme hoja, del agua que comienza a caer nuevamente. Nuestra hija está absorta en su juego, saltando de un charco a otro con la agilidad que le da la sangre youkai que le has heredado.

Me acerco al borde del descansillo que hay en la entrada de casa y te hablo.

—InuYasha, no te esfuerces, terminará empapada de todos modos —intento. No obstante, tú pareces empeñarte más, como si esa labor que has emprendido fuese más importante que cualquier consideración lógica.

—No me importa, prefiero que no se moje demasiado —dices.

Bebo un poco más del té que me he preparado y que aporta su bienestar a la calma que siento. Decido que lo práctico en ocasiones no es necesario y que el esfuerzo que haces, en realidad, va destinado a mostrar tu amor a Moroha. Creo que ella lo comprende, porque te mira y te sonríe con la maravillosa expresión que le dan sus dos años y medio de vida. Luego extiende su mano hacia ti y te invita a chapotear con ella en un pequeño charco que tú llenarías sólo con un pie.

Entonces la enlazas con uno de tus brazos y la acomodas hacia tu costado, sin dejar de cubrirte, y a ella, con la enorme hoja. Moroha se sostiene de uno de los mechones de tu pelo, en tanto saltas varias veces por sobre la pequeña poza de agua que se vacía en el proceso. Veo que le sonríes y le haces una pregunta:

—¿Más?

Moroha sonríe e indica con su pequeño dedo a otro charco.

—¡Más!

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N/A

Espero que les gustase este pequeño pedacito de vida.

Les dejo un beso y gracias por estar.

Anyara