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Orihime caminaba por aquel lugar poblado en el centro de las hadas, estaba lleno de vida, la pequeña hada no acostumbraba a ir a la ciudad por lo que todo le parecía curioso, aun así trató de no demorarse en llegar a la tienda de su amiga. .
Nelliel era una hada huérfana que tenía una chispa como comerciante y había logrado abrir una tienda de antigüedades, al haber vivido con los de bajo rango había hecho buenas relaciones con mercenarios y ladrones de tumbas, conseguía cada cierto tiempo algo fuera de lo común que a las hadas de alto rango les encantaba comprar, así había hecho un pequeño negocio en plena capital.
Al entrar, Orihime se dio cuenta de lo atareada qué estaba la joven comerciante, muchas personas entraban y salían de la tienda.
Esperó que la multitud se fuera mientras curioseaba el lugar. Había muchas telas qué parecía sumamente costosas, joyas, cofres, armas y muchas cosas más que no sabía que eran.
—¿Orihime? —llamó Nelliel en cuanto se vio libre de clientes, la joven hada la había notado en cuanto llegó pero no había podido atenderla.
La pequeña hada de cabellos naranjas salió de uno de los pasillos llenos de cosas, Nelliel sonrió. Le tenía un gran cariño, la había conocido cuando su maestra la traía hace muchos años atrás para comprar algún licor extraño qué ella le conseguía.
—Tenías mucho sin venir, Orihime —casia le saltó encima abrazándola.
Nelliel era un hada alta de exóticos y largos cabellos verdosos combinados con unos grandes ojos marrones, era muy linda aunque de modales algo bruscos debido a su origen.
—Nell, no puedo respirar —dijo riéndose Orihime.
—¿Qué te trae por aquí? ¿Conseguiste las piedras espirituales qué te faltaban?
Orihime hizo un puchero haciendo reír a Nell:
—Neeell, no puedo pagar eso.
—Mi pequeña Hime, pero es lo mínimo que te la puedo dejar, es un descuento del veinte por cierto por ser mi amiga, son solo mil piedras espirituales, es una ganga.
—Neell…
—No hay trato, Hime. Negocio es negocio. Tu eres mi única y bella amiga pero no puedo dejártela en menos, es una pócima muy extraña y me costó conseguirla.
La hada pelirroja suspiró, sabía que su amiga no cedería. Un puchero empezó a formarse en sus labios mientras jugaba con una tela de la colección de Nell.
—La prueba es en unas semanas, como voy a dejar de ser una Hada sin rango, si tengo mi raíz espiritual rota.
La voz lastimosa de la pequeña hada por poco hace qué Nell ceda pero se recordó así misma que por muy amiga que fuera de Orihime, negocio era negocio. Tenía que ser fuerte, así eran sus bases para el negocio.
—Es mi negocio, lo siento pero no puedo hacer excepciones, además ¿para qué demonios quieres un rango? , ¿para servirle algún señor de la corte celestial y que en cualquier momento te puede echar y dejarte sin nada?, bah, es una pérdida de tiempo. Mejor es ganar dinero con tu propio negocio, sin depender de nadie. Tu tienes talento, sabes de plantas medicinales y de paso tu maestra te dejó el árbol de la vida, puedes vender las hojas como negocio si la persona está realmente curiosa por el destino pagarán los que les pidas.
—Nell, eso no funciona así y lo sabes. Nadie tiene permitido conocer su destino y solo los líderes de la corte celestial tienen derecho a leer una hoja de vida, aun así es algo muuuuy peligroso. Además, yo solo quiero servir a Ichigo.
Nelliel suspiró, a ella también le agradaba ese cultivador aunque tal vez no de la misma manera que Orihime. Ichigo Kurosaki era un cultivador inmortal de la secta más reconocida de la corte celestial, la primera vez que supo de él se imaginó a alguien arrogante pero su sorpresa fue grande al descubrir lo amable qué era, más de una vez la había sacado de problemas, pero tenía un punto muy negativo, aquel hombre era ciego ante los sentimientos.
—¿Aún estás enamorada del idiota de Ichigo? No te voy a ayudar a arruinar tu vida
—Nell…
—Orihime, está comprometido. Todo el mundo sabe que el idiota que tiene como hermano lo comprometió con la heredera del clan Kuchiki, aunque no lo han formalizado, tienen décadas…
Un estruendo hizo qué Nell detuviera sus palabras, los hombres que trabajaban con la hada comerciante entraron de inmediato, era normal que algún cliente insatisfecho volviera y causara problemas pero no de esa magnitud.
—Señora…—dijo uno de sus trabajadores inclinándose en señal de respeto—. Los miembros de la secta Quincy están aquí, exigen qué se dirija de inmediato a la secta.
—¿Quincy? Ese maldito Ishida no se cansa, ya le he dicho un millón de veces que yo no soy su sirvienta como para que la llamen como un perro, qué su padre me haya salvado la vida no le da derecho a tratarme como una cosa.
—Señora, es por el pedido de la otra vez.
El rostro de Nell se transformó y Orihime pudo ver lo asustada qué estaba su amiga.
—Maldición. Orihime debo ir a verlo. Es mejor que me esperes aquí.
La pequeña hada negó, no le gustaba como Nell parecía nerviosa, así que tomó la decisión de ir con ella. No la dejaría sola.
—Yo te acompaño.
—El heredero de ese clan es un dolor en el culo —suspiró la chica, pero luego pareció tener una mejor idea, después de todo nadie podía resistirse al dulce encanto de su amiga—. ¿Sabes que? , mejor vamos a hacer un negocio, si consigues qué ese maldito me deje en paz, yo te regalo la pócima qué tanto quieres.
—¿En serio?
—No te emociones, ese hombre es lo más arrogante qué hay en el mundo.
Aun así Orihime parecía querer saltar en un solo pie, se enganchó al brazo de Nelliel y ambas iban a ir a ver a ese temido heredero.
. "*". "*". "*".
Ulquiorra llegó hasta la ciudad "Las noches" , la capital de los demonios. No se extrañó de conseguirla en plena guerra, los del sur y los del norte se estaban enfrentando. Nadie pareció notar su presencia, así que él pudo estudiar el panorama.
Tsukisima, un cultivador demoníaco de su antigua corte lideraba al norte mientras Ginjo, un espíritu del fuego lideraba al sur. Había un tercer ejército y por sus armaduras reconoció a las oficiales de la tribu "Las Noches", los lideraba Muramasa, el hermano menor de Ulquiorra.
Así que quien supuestamente tenía el control de la ciudad había sido su hermano menor. Eso no le extrañó, su padre se había encargado qué los dos recibieran el mismo entrenamiento para heredar la tribu "Las Noches" , aunque Baraggan sabía que el hijo que poseía el poder para derrocar a la corte celestial era Ulquiorra, había nacido con la marca del HellFire en sus pómulos.
—¿Qué vas a hacer con Muramasa? Parece que no es capaz de evitar que el norte y el sur se maten —dijo Grimmjow.
Pero Ulquiorra no le respondió, simplemente liberó una parte de su poder, llamas verdes salieron disparadas en todas las direcciones derribando todo lo que encontró a su paso pero sin llegar a quemarlo o matarlo, simplemente quería demostrar su presencia.
Los tres líderes lograron mantenerse de pie clavando sus espadas en el piso y aferrándose a ellas. Alzaron la mirada encontrándose a Ulquiorra caminando en su dirección siendo seguido por el famoso general demonio, el dragón azul, Grimmjow.
—Su majestad —gritaron los dos líderes y sus pequeños ejércitos al reconocerlo, cayeron al suelo haciendo una reverencia.
—¿Hermano? —dijo Muramasa sorprendido.
Ulquiorra lo ignoró y se dirigió a los otros dos hombres:
—¿Ochocientos años atrapado en una torre por la maldita corte celestial y ustedes tienen todo ese tiempo disputándose mi puesto?
La voz de Ulquiorra era plana pero causaba escalofríos a los dos líderes en el suelo.
El silencio surcó el ambiente, nadie parecía ser capaz de decir algo. Muramasa aún estaba de pie, algo aturdido veía al hombre frente a ellos, él nunca esperó volver a verlo con vida.
—Su alteza el príncipe, no piensa mostrar respeto a su majestad —dijo burlón Grimmjow al ver que Muramasa no se había postrado como era la costumbre.
Grimmjow tampoco lo había hecho cuando Ulquiorra lo liberó, pero él nunca había seguido los protocolos, él ni siquiera era de sangre real. Solo era un simple espíritu dragón qué había escogido seguir al desalmado rey de los demonios para algo de diversión.
Muramasa a regañadientes soltó su espada y se inclinó ante Ulquiorra.
Ulquiorra recorrió aquel lugar, los soldados habían logrado recobrarse de la impresión y todos se mantenían postrados esperando indicaciones de su rey.
El silencio reinó mientras Ulquiorra y Grimmjow terminaban de acortar la distancia en ese campo de batalla.
—¿Muramasa, no pudiste contener a tus hombres? ¿Qué clase de heredero eres?
El hermano del rey dio un respingo y cerró los ojos inclinándose más, no había esperado que las primeras palabras de su hermano fueran un regaño. Él esperaba una explicación o algo de remordimiento, porque la persona a la que todos llamaban rey y él llamaba hermano, había sido capaz de matar a su propio padre y a sangre fría, solo por obtener el liderazgo de toda la tribu.
—En realidad no esperaba mucho de ninguno de ustedes, pero pensaba que tu, Muramasa, serías capaz de mantener el orden y seguir los pasos de nuestros antepasados.
—Su majestad, no fue…
Ulquiorra levantó la mano liberando su poder y haciendo que todos se encogieran, bajaron la cabeza. Todos sabían que el rey demonio podía llegar a ser desalmado, en ese momento estaba siendo indulgente con ellos.
Grimmjow sonreía, podía oler el miedo en el aire, pero algo llamó su atención. Era el único de pie, estaba junto a Ulquiorra por lo que pudo escuchar perfectamente un suave quejido de parte de la persona junto a él.
Vio el rostro inexpresivo de Ulquiorra, para su sorpresa se encontró con que el rey de los demonios tenía una pequeña herida sangrante en su pálido rostro, como si un objeto filoso lo hubiera lastimado y para asombrarse más, los siniestros ojos verdes de Ulquiorra estaba enrojecidos como si estuviera por llorar.
Nunca en todo su tiempo junto a él rey había presenciado un acontecimiento como aquel.
—Ulquiorra… —Grimmjow parecía no poder en su asombro y estuvo por acercarse pero se detuvo al ver como la expresión del rey cambiaba.
El rey de los demonios se descubrió un poco su brazo al sentir algo doloroso en su muñeca, unas marcas aparecieron en ellas, parecían ser de una mano que lo hubiera agarrado con demasiada fuerza dejándole moretones.
Ulquiorra sacudió sus mangas para cubrir de nuevo sus brazos, ignoró a Grimmjow y al resto de personas postradas ante él y comenzó a caminar.
—Levántense, su ineptitud debe ser castigada pero los perdonaré, en quince días los espero en el palacio de "Las Noches" con planes para el ataque contra la corte celestial y espero que para ese tiempo todos estén organizados.
Todos levantaron la mirada, observando solo la espalda de Ulquiorra, él demonio se alejaba, su capa negra era agitada por el viento y un sutil fuego verde parecía rodearlo.
—Ven conmigo, Grimmjow —ordenó, mientras de la nada desaparecía dejando a todos con un escalofrío qué llegaba a los huesos.
El espíritu dragón lo siguió con la incertidumbre marcada en su rostros, Grimmjow no sabía si había presenciado aquella bizarra escena de ver a Ulquiorra llorar y ser lastimado o tuvo una breve alucinación.
De todas maneras salió de su asombro, tomó su forma espiritual y siguió al rey de los demonios.
