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Edward

—¿A qué hora vamos a jugar? —Seth pregunta al aire, llevando enormes cucharadas de pastel a su boca.

Nadie le responde.

—¿De qué hablas? Yo estoy aquí por la comida. ¿Ya viste estos? —Paul alcanza un bollo con su mano libre mientras intenta hablar con la boca llena de ensalada—. ¡Tienen tocino adentro!

—¿Ya terminaron de comer? —interrumpe Bella lanzando una pelota de goma de arriba abajo—. Es hora del Santa Secreto.

—¿Santa Secreto? Nadie me dijo nada de eso—Seth dice, limpiándose la boca con una servilleta—. ¿Tenía que traer un regalo? —me lanza una mirada y me encojo de hombros, llenando mi boca de más ensalada de manzana y nueces.

—No. Los regalos están en la sala, sólo no se quejen de ellos—guiña Bella, alcanzando un bastón de caramelo y saliendo de la cocina.

—Qué buena fiesta, eh—Paul me codea—. Mira toda esta comida. Dios, pásame otra rebanada de pastel.

Seth se la alcanza y él come un bocado sin importar que su boca esté llena de pollo.

—¡Edward! —Bella grita.

—Andando—pego un brinco del taburete y Paul y Seth me siguen, llevando sus platos consigo. Antes de salir de la cocina, Paul regresa y toma otro bollo.

Fuimos cordialmente invitados a la fiesta navideña de Bella y sus amigas. Emmett está también aquí, comiendo más discretamente que nosotros sólo porque Rose le lanza miradas. Pobre idiota.

Le dije a Bella que Seth y Paul no podrían asistir, noche de bar y todo eso, pero ella no mostró inquietud.

—Bueno, siempre pueden venir a comer—ofreció.

Ellas incluso alteraron su itinerario para incluirlos en el Santa Secreto.

—De acuerdo. Todos recibiremos al menos un regalo—Rosalie instruye, agitando un tarro lleno de papeles—. Son regalos de la tienda de dólar, así que no se quejen.

—Creí que estas personas eran ricas—masculla Seth bajo su aliento, ganándose una mirada de Rosalie.

—¿Tenemos que estarnos moviendo alrededor? —Paul alza la mano—. Estoy comiendo aquí.

—No, no tenemos que movernos—Rose masculla, deteniendo su trabajo con el tarro.

Ella comienza a explicar las reglas del juego, diciendo que los números dictarán el orden, luego podremos escoger un regalo de la pila y entonces el jugador siguiente podrá elegir un obsequio del montón o robar el nuestro.

Seth la interrumpe.

—¿Y qué pasa si no quiero dar mi regalo?

—¡Tienes que darlo! —Rose chilla.

—Eh, tienes que darlo, Seth—la interrumpe Bella, jalando el brazo de Rosalie, moviéndola hacia atrás—. Perdón, ella ha estado bajo mucho estrés últimamente.

Rose gruñe algo y luego le ordena a Seth sacar un papel del tarro.

—¿Eso quiere decir que soy el primero?

—¿Tienes el número 1?

—No.

—Entonces no—Rosalie le da una sonrisa come mierda y continúa repartiendo turnos.

Emmett obtiene el número 1 y pasa un buen rato tratando de elegir un regalo. Obviamente, se queda con el más grande. Paul lo roba y Emmett hace un gran alboroto, lanzando puños al aire y agitando la caja.

—Sé lo que esto contiene—advierte—. Y las cosas siempre regresan a su dueño.

—Cierra la boca y pásalo—le ordena Jessica.

Mantengo mi mirada sobre Jessica y Ángela. Bella mencionó que ellas estuvieron encargadas de comprar y envolver los regalos y sus expresiones podrían delatar un buen regalo… Tan bueno como podría ser un regalo de dólar.

El juego da dos rondas cuando una pequeña caja comienza a llamar la atención.

—¿Es ese un anillo? —pregunta Seth, perspicaz—. Parece una caja de joyas.

—No puedes comprar joyería a 1 dólar—lo aplaca Jessica, regresando a su lugar en el piso luego de haber tomado su regalo.

—¡Claro que sí! —intercede Paul—. Eso fue lo que costó el anillo de compromiso de mi tía.

¿Qué? —exclama Emmett, golpeando los reposabrazos del sillón extra en el que está sentado—. ¿Por qué nadie me dijo eso antes?

Y Rosalie está a punto de arañarlo.

—¡Como sea! —Ángela chilla—. Regresemos al juego.

El enorme regalo pasa por todos nosotros y Emmett intenta robarlo en varias ocasiones, sólo para que sea tomado antes por alguien más. Está ansioso por obtenerlo, incluso intenta hacer un trueque prohibido con Ángela por él.

—Seguramente esa cosa es una cuchara—Seth apunta—. Todo esto por nada.

—Qué cucharota—comenta Bella.

—¿Todos tenemos al menos un regalo ahora? —pregunta Rose, mirando alrededor.

—¡No! —Seth exclama, alzando sus brazos al cielo—. ¡La gente me sigue robando!

—De acuerdo, otra vez—ella ordena y todos gemimos.

Emmett está reacio a dejar que su gran regalo quede en manos de alguien más y habla con el árbitro, Bella, pidiendo que juguemos una vez más. Terminamos otras tres rondas hasta que él grita triunfante.

—Más vale que sea bueno—Rose lo señala.

Es hora de abrir los regalos, uno por uno, iniciando con Seth. Él obtiene un juguete anti estrés y un cepillo.

—Oh, perfecto para mi tipo de cabello—alardea, cepillándose.

Es mi turno y obtengo unos lentes de sol y un anillo de fantasía.

—¡Ja! ¿Lo ven? Puedes conseguir joyería con un dólar—defiende Paul.

Es un anillo con banda dorada, que seguramente se despintará, y un corazón rojo. Juego con él en mi dedo meñique, aunque apenas y logra entrar hasta mi primer nudillo.

Calcetas, espejos, broches y ¡sorpresa! Una cuchara, pero no es el gran regalo.

Nuestros ojos se posan en Emmett, que está abriendo su obsequio con demasiada emoción. Son unos pantalones de pijama de franela a cuadros y los exhibe orgullosamente.

—Imposible que esos costaran 1 dólar—Bella pelea—. ¡Y ni siquiera te quedan, Emmett!

—Se harán grandes—presume.

Los pantalones se romperán antes de que él pueda agrandarlos, pero el juego termina y Bella despide a Seth y a Paul con sobras.

—¿Tendrán una noche navideña en el bar? —les pregunta.

—Por favor, lo único navideño ahí será el vómito rojo de alguien que ordene un Bloody Mary—masculla Seth—. Ah, y los bastones de caramelo en la compra de una bebida.

—Guárdame un poco de eso—Bella suspira—. Hablo de los bastones, no del vómito—aclara.

Seth asiente y le da un gran abrazo.

—Eh, deberías venir con nosotros—Paul me dice, entrecerrando sus ojos.

—Lo siente, jefe, empiezo mañana—cierro la puerta en su cara y ellos se van.

—Creí que harían un gran alboroto por Navidad en el bar—comenta Bella, rodeando mi cintura con su brazo.

—Paul es amargado—resuelvo—. Aunque Seth se ha esforzado en mantener el espíritu arriba. Como sea, tengo un regalo para ti.

—Oh, ¿enserio?

Coloco a Bella frente a mí y le muestro el anillo. Me mira mal.

—¿Qué? ¿Qué se supone que tengo que hacer con él? —me defiendo.

—Ponerle una cadena y usarlo como collar—le da un toquecito a mi pecho.

—Ay, vamos. Dame tu mano.

Ella se ríe, estirando su mano izquierda.

—Oh, la izquierda. ¿Es esa una indirecta o qué significa? —le meneo las cejas.

—Significa que deberías de comprarme un anillo de verdad.

—Sí, sí—la corto.

Lo deslizo en su dedo medio y ella lo ajusta a su medida.

—Vamos. Tenemos una piñata que romper—anuncia, enredando su mano con la mía—. Y tú tendrás que bloquearle el paso a Emmett para que nosotras podamos quedarnos con, al menos, un dulce.

Bella

Tan pronto como entro a la casa de Eleazar y Carmen me escabullo a la sala y coloco mis regalos debajo del árbol, tratando de encontrarles un lugar entre todo el montón que ya está ahí.

Hago mi camino hacia la cocina, en donde se escucha un gran alboroto, aumentado por las risas histéricas de Emmett. Rosalie está de pie junto a él, cubriendo su boca y con rostro enrojecido.

—¡Maldición, Emmett! ¡Mira lo que me hiciste hacer! —grita Carmen desde el otro lado de la encimera y desde algún lugar en el piso.

—¡Vamos, madre! ¡No fui yo! —él se defiende, colocando ambas manos sobre la superficie, sosteniéndose.

—Bueno, un postre menos—refunfuña Carmen.

—¿Qué ocurre?

—¡Bella! —saluda Emmett—. Mírate, nada más. ¿Asaltaste el armario de Cruella?

—Gracias, Emmett. Yo también estoy feliz de verte.

—Emmett asustó a Carmen y la hizo tirar el pay. Bella, que linda te ves—. Rose dice, acercándose y abrazándome por los hombros.

—¡Bella! ¿Cómo estás, cielo? —Carmen besa mis mejillas—. Wow, estás radiante.

Juego distraídamente con el peluche de mi abrigo y ella se aleja para comenzar a limpiar el desastre del postre en el piso.

—¿Dónde está mi tío? —pregunto.

—Estuvo tirado todo el día viendo la televisión—explica ella—. Y decidió que sería buena idea vestirse a la hora de la cena.

—De acuerdo, ¿puedo tomar estos y llevarlos a la mesa? —Emmett pregunta, tomando la charola de canapés.

—Qué listo—Carmen aleja su mano de un golpe—. Se servirán cuando todos estemos en la mesa. Así evitamos que los comas todos.

—No tenemos por qué evitar eso—él se defiende.

—Iré a apurar a Eleazar.

Carmen se quita el mandil y sale de la cocina con pasos apresurados. Sus tacones haciendo eco en su gran casa. Me siento en un taburete y miro alrededor. La cocina está impecable, luciendo como si nada se hubiera cocinado. Colocamos la comida en el horno tan pronto como terminamos con ella y, al parecer, Carmen se encargó de terminar de limpiar la cocina mientras yo regresaba a casa.

Edward también estuvo ocupado todo el día, yendo a casa de sus padres a ayudar con la cena de navidad. Apenas y pude verlo por la mañana.

Desafortunadamente, el día ha dejado de ser ocupado y mi mente ya no puede distraerse, así que me encuentro pensando en lo que no me permití pensar durante todo el día: Esta es mi primer Navidad en la vida sin papá.

Él no se sentará a mi lado ni me deseará Feliz Navidad, no me abrazará ni tendrá un regalo adelantado para mí, al finalizar la noche. No dormiré en su casa ni me despertaré con él sacándome de la cama, diciendo que Santa llegó, a pesar de que dejé de creer en él a los siete años.

Juego con el anillo que me regaló en la última Navidad y evoco su rostro en mi mente, su bigote moviéndose cada vez que sonreía, sus ojos rodando ante mis bromas que "no eran para nada graciosas."

—Tierra llamando a Bella—Rose lanza una uva en mi dirección y la miro—. ¿Estás bien?

—Si, claro—entonces noto que Emmett ya no está por ahí—. Oye, tú y Emmett se ven muy felices, ¿se lo dijiste? Te dije que no tenías nada de qué preocuparte, sabía que él se lo tomaría bien—Rose baja la mirada y hace un mohín—. A menos que todavía no se lo digas.

—¡Lo haré! ¡Se lo diré! —medio susurra, medio grita. Sus ojos abriéndose, asustados—. Sólo que después de las fiestas, no quiero arruinar el momento. Sabes que ama todo esto—ella se estira para alcanzar mi mano, le da un apretón—. Se lo diré en enero. Incluso me estoy tomando un descanso con lo de la boda… esperando a que Emmett decida no querer pasar el resto de su vida conmigo—suspira teatralmente, lanzando la cabeza hacia atrás.

—Te estás yendo a los extremos—le doy un manotazo al tiempo que el timbre suena.

—Oh, esos deben ser mis padres—dice ella, saltando del taburete y yendo a su encuentro.

Por mi parte, me quedo ahí. Ansiando el pasado y deseando que el futuro sea mejor, de alguna manera.

xxx

Trato de tener mi mejor actitud durante la cena, pero en momentos me es difícil, en especial cuando Eleazar le dedica un par de palabras a Charlie antes de comenzar a comer.

—Carmen y yo estamos muy agradecidos por que hayan decidido pasar la noche con nosotros. Estamos agradecidos también por la salud, por el amor y por la abundancia que continúa rodeando a nuestra familia. Fue un año lleno de grandes acontecimientos, buenos y malos. Uno podría pensar que, porque he perdido a ambos de mis padres, tengo cierto conocimiento de lo que puede llegar a sentirse, pero concluí que cada vez será diferente y que tendré que volver a caminar sobre mis propios pasos, a seguir el camino que ya recorrí. Mi hermano…—se detiene para suspirar—. No conocía una vida sin él, pero he tenido que sobrellevarlo por todos estos meses. Charlie concluyó su viaje, mucho antes de lo que planeábamos y tenía tantos planes y cosas por hacer.

Eleazar vuelve a interrumpirse para aclararse la garganta y no tengo el valor suficiente para alzar el rostro y verlo. Me trago las lágrimas y el nudo en mi garganta mientras entierro mis uñas en las palmas de mis manos.

—Pero estoy seguro de que está tranquilo y bien ahora, porque sabe que lo más importante que alguna vez tuvo sigue aquí y nos tiene nosotros. Bella…—me llama, así que tengo que mirarlo—. Entiendo tu dolor, perder a un padre es algo terrible. En especial si es un padre como Charlie—asiento en silencio y regreso mi vista a mi regazo—. Esta noche, él nos hace falta y lo hará por siempre, pero soy optimista y sé que el próximo año será mejor que este. Después de todo, más personas se unirán a nuestra familia. Señor y señora Hale, gracias por estar aquí esta noche y gracias por traer al mundo a una persona tan especial como Rosalie. Rosalie, gracias por elegir a mi hijo y unirte a nosotros. Tal vez ambos puedan añadir a un miembro más a esta familia—Rosalie traga y asiente, intercambiando una mirada con sus padres mientras Emmett alcanza su mano y sonríe, ajeno a todo.

—Demasiada charla—Eleazar lanza una risa—. Muchas gracias y Feliz Navidad.

—¡Feliz Navidad! —responden al unísono. Yo sólo puedo alcanzar mi copa.

Carmen lidera el Padrenuestro y luego la comida comienza a repartirse.

—Espero que les guste—dice—. La receta es de la abuela.

—La sacaste de internet, mamá—expone Emmett, alcanzando tres canapés.

Mientras corto mi pavo, Carmen llama mi atención.

—¿Y Edward? ¿Cómo está?

—Él está bien—murmuro—. Está con su familia ahora.

—¿Ya conociste a su familia?

Echo una ojeada a mi alrededor, incómoda con toda la atención, pero descubro que Emmett tiene a los padres de Rose muy entretenidos y ellos ni siquiera están escuchando mientras comparten risas.

—No, pero él me llevará a casa de sus padres mañana. Quiere presentármelos.

—Uuhh—Rose interviene y pica mis costillas—. Esto va enserio.

Le ruedo los ojos y alejo su mano de un golpe.

—Te ves feliz, Bella—menciona Eleazar, lo que me resulta extraño porque estoy a unas copas de vino de tener un ataque de tristeza por mi padre muerto.

—¿Enserio? Que bien—respondo.

Él sólo palmea mi mano y se estira para tomar el gravy.

Al terminar la cena, llevamos los postres hacia la sala, envolviéndonos con las luces navideñas del enorme pino y con el aroma de las velas.

Encuentro un lugar cómodo y lo más alejado posible de la pila de demostraciones públicas de afecto de Rosalie y Emmett. Se me está revolviendo el estómago de tan sólo mirarlos.

—De acuerdo, ¿quién comienza? —Carmen aplaude junto a sus orejas, obligándolos a romper el beso.

—Yo lo haré—Eleazar se acerca al pino y le pasa el primer regalo a Carmen.

Ella le da un regalo a Emmett y entonces él me da uno, así que me pongo de pie y le tiendo su regalo a Rosalie.

Pasamos el rato así, alternando los turnos y abriendo nuestros obsequios tan pronto son puestos en nuestras manos.

Al finalizar, Carmen reparte botas llenas de dulces y Eleazar se encarga de rellenar nuestras copas para el brindis.

Mi ataque de tristeza se ha mantenido a raya hasta ahora, pero todo cambia de un momento a otro.

Carmen desea una Feliz Navidad y alzamos nuestro vino. Luego del trago, los abrazos comienzan a repartirse y hay un par de segundos en los que soy la espectadora de las demostraciones de afecto.

Eleazar y Carmen están compartiendo un abrazo, al igual que los padres de Rosalie, ella y Emmett se están besando y luego estoy yo, con ambas manos sosteniendo una copa.

Sola. Sin nadie a quién abrazar.

Mi teléfono suena anunciando un mensaje y lo saco de mi bolsillo al mismo tiempo que el pecho de Emmett se estampa en mi cara. Me alza, sacudiéndome, haciendo que casi derrame mi vin

—¡Emmett! —gruño, golpeando su espalda.

—Calla, Bells—dice—. ¡Feliz Navidad!

—Feliz Navidad, Emmett—me río contra su cuello.

Cuando me deja ir, le echo un vistazo a mi teléfono.

Edward: Todo está bien aquí y todo eso, pero justo ahora estoy extrañándote. Feliz Navidad, cielo.

Edward, tan oportuno.


¡Hola! Casi olvido postear hoy jaja.

Espero que les haya gustado, en el siguiente Bella conoce finalmente a los Cullen.

Muchas gracias y nos seguimos leyendo.