CAPÍTULO 25.

Me miró como si de pronto me hubieran salido dos cabeza más, y con cada segundo que pasaba y el silencio se extendía entre nosotros, el arrepentimiento iba erupcionando como un géiser en mi estómago.

—¡N-no es una o-obligación ni-ni nada!— me apresuré a decir cuando la situación se volvió insostenible (al menos para mí). Rápidamente me levanté y le di la espalda— Yo solo... solo... pensé que...

—Kagome.

Su voz me detuvo, pero no me giré. No quería mirarle a los ojos, o que él viera los míos.

—Tú... ¿de verdad...— lo escuché inspirar, como si le costara soltar las palabras— de verdad me estás pidiendo que vaya contigo?

Sonó... Oh, sonó confundido. Y eso aplacó un poco el volcán de mi estómago, aunque también me hizo sentir confundida.

—Claro que s-

—¿Por qué?

No pude contenerme y lo miré por encima de mi hombro. Y, doble oh, se lo veía realmente perdido, como si no estuviera seguro de haber escuchado bien mis palabras. Como si se estuviera obligando a creer que todo había sido un producción de su imaginación.

—¿Por qué no?— respondí en voz baja; sin saber cómo expresar en voz alta lo que realmente sentía:

Que conocerlo había sido y era una de las mejores cosas que me habían ocurrido. Que su voz se había convertido en un bálsamo de seguridad y tranquilidad. Que me sentía profundamente devastada ante la posibilidad de no volver a verlo nunca más. Que nunca me había sentido tan viva como cuando sus manos rozaban mi piel, independientemente de la situación oscura en la que nos encontráramos.

Que, maldita sea, era incapaz de borrarlo de mi mente y de mi tonto corazón humano.

A él. A un medio demonio. A un ser superior a mí que no debería conformarse conmigo... pero... con quien deseaba compartir los años que quedasen de vida.

—Eres libre— me dijo en tono neutro; y distinguí un "no sé si no lo sabes aún" en sus palabras.

Me quedé mirándolo fijamente porque su respuesta me había cogido por sorpresa. De todas sus réplicas, lo último que esperaba que me dijera es eso. Tuve el impulso de soltarle un "y tú", pero al final me decanté por otra verdad:

—Gracias a ti. Y a tus amigos.

Su ceño se frunció hasta convertir sus cejas en una fina línea.

—No lo entiendo.

—Sinceramente... yo tampoco— confesé en un susurro.

A ver si recapitulando daba un poco de luz a todo este embrollo: yo le había dicho dicho «InuYasha quiero volver a casa y quiero que vengas conmigo», y él, en respuesta, me había contestado: «eres libre».

Espera.

¿Significaba eso entonces que no quería venir conmigo pero no sabía como decirlo? ¿Que ese libre no es libre-de-la-celda, sino libre-de-mi-para-no-tener-que-cuidarte-más?

Mi corazón se estrujó y sangró un poquito ante mi línea de pensamientos, y aunque había ido a él sabiendo que esta podía ser una posibilidad... eso no quería decir que me dolería menos enfrentarme a ello. Cómo decía... ¿por qué iba a conformarse con una tonta humana que era incapaz de salvarse a sí misma?

—N-no im-importa. Creo...

—¿Por qué?

Lo miré, furiosa porque no me dejase marchar para lamer mis heridas en soledad, así como también completamente perdida con la pregunta.

—Es decir, ¿por qué yo?— sus ojos dorados me miraron por un par de segundos antes de dejar caer la mirada al suelo—¿Por qué buscarías... la compañía de un... de... mi?— sus manos se convirtieron en puño.

Oh.

Oh.

¿Y si...?

—¿Por qué no la querría?— dije intentando no dejarme llevar por el burbujeo de la esperanza que emergió en mi estómago— InuYasha, me salvaste.

—No me debes nada— siguió sin mirarme.

¿Deber?

—¿De verdad crees que estar contigo para mi es una imposición?— pregunté incrédula.

Me miró como si fuera yo la que estuviera diciendo tonterías. ¡Venga ya!

—InuYasha... Quiero que vengas conmigo. No te lo pediría si no fuera verdad.

¿Él realmente creía que yo no disfrutaba de su compañía, que no la anhelaba? ¿De verdad no se había dado cuenta de lo muchísimo que me había ayudado en la celda? ¿De cómo, cada vez que venía a la aldea, siempre me quedaba mirándolo como una tonta, aprovechaba cualquier descuido para ponerme a su lado o me aferraba con desesperación a cualquier palabra que me dirigiera?

¿Cómo puede estar tan ciego ahora, cuando en la oscuridad ha podido verme tan bien? Es absurdo.

—InuYasha, me siento profundamente honrada de que me hubieras salvad-

Un atisbo de irritación cruzó su expresión.

—Te dije, maldita sea, que no-

—Calla, sí. No me refería a eso. Déjame terminar— me enfrenté a su mirada y di un paso en su dirección— Cuando estaba allí abajo, sola... hubo un momento en el que pensé que jamás saldría de allí. Que no volvería a ver la luz del sol. Empecé a aceptar que nunca tendría a nadie a parte de mí misma y yo es que tampoco valiera mucho.

—Kagome...

—Pero entonces llegaste tú— seguí diciendo como si no lo hubiera escuchado; di otro paso más hacia él— Y sin ni siquiera conocerme, me diste conversación, me alentaste, me apoyaste... me protegiste incluso por encima de tu propia seguridad o cordura. En esos pocos días que pasamos juntos me diste más de lo que cualquiera me había dado en el mundo de fuera. ¿Y tú de verdad me estás preguntando si quiero que vengas conmigo? InuYasha, cuando me sostuviste en tus brazos, me sentí a salvo, en casa.

Di otro paso, firme, decidida, mientras él se quedaba paralizado en el sitio escuchándome. Acuné su rostro con mis manos.

—Lo único que vería ahora mismo como locura en mi vida, InuYasha, sería alejarme de tu lado—susurré.

Decidí jugar mi última baza:

Poniéndome de puntillas, le besé.

·

·

Palabras: 988


No hay peor ciego que el que no quiere ver xD