Reflejos o espejismos
Capítulo 8. Orgullosa

Nota del autor: Un capítulo más largo en esta ocasión. Como otras veces, ciertas líneas de diálogo se han extraído literalmente del episodio, ya que algunas escenas son versiones extendidas de las emitidas, y por lo tanto, no son mías.

Quiero hacer especial mención a los comentarios que "gem" ha dejado en muchas de mis historias. Han supuesto una gratísima sorpresa y han significado muchísimo para mí. Me habría gustado poder contestar personalmente, pero no tengo otro modo de contactar. En cualquier caso, gracias de corazón. Y sí, planeo escribir escenas perdidas de la temporada 5 también :)


=Tras FBI S04E10 "Fostered"=

—Ey. ¿Cómo está Rina?
—El médico dice que... está aguantando.

Las letras bailaron desmañadamente ante los ojos de Isobel, el cansancio haciendo mella en su cuerpo y su mente tras aquel largo día. Quitándose las gafas, Isobel se frotó la frente en un intento de ahuyentar el dolor de cabeza que la acechaba.

Se había zambullido en el papeleo después de que se llevaran a Jamal Carter al centro de detección, intentando olvidar que odiaba vivir en un mundo donde un chico de sólo dieciséis años pudiera arruinarse la vida por ser leal. Leal con las personas equivocadas, porque eran la única familia que había conocido. Era simplemente descorazonador.

Decidió que sería mejor marcharse a casa. Estaba dejando la mesa de su despacho recogida, como siempre hacía antes de irse, cuando su móvil cobro vida mostrando un rostro amigo en la pantalla.

—Hola, Jess. Me alegro de oírte —saludó entusiasta, intentando animarse. Había pasado Nochevieja en su casa con su familia, así que se habían visto hacía sólo unos días, pero siempre era agradable hablar con él—. ¿Cómo estás? ¿Y Sara y Tali?

—Hola, Isobel... Yo estoy bien. También Sara y Tali. Pero... —Jess vaciló—. Acabo de hablar con Jubal —sonó muy sombrío.

Isobel se puso de pie, en alerta de inmediato.

—¿Está todo bien?

Jess no le dio ningún suspense.

—No. Desgraciadamente, no. La familia de Rina ha decidido que va a desconectarla del soporte vital. Lo harán dentro de unos días.

—Dios Santo —jadeó Isobel.

Se volvió a sentar lentamente, abrumada por el aplastante peso de las implicaciones.

¿Eso iba a ser todo? ¿Así acabaría la vida de Rina? ¿Silenciosa, anónimamente en una habitación de hospital? Isobel no se había llevado bien con ella, Rina había sido siempre irritante con ella, y tampoco habían tenido una buena opinión la una de la otra... Pero Isobel nunca había pensado que Rina se mereciera un destino como aquél. Qué injusto y desgarrador.

—Eso no es todo —continuó Jess—. Jubal se ha enterado por el médico. La familia ni siquiera ha hablado directamente con él.

—¿Qué? —preguntó Isobel llevándose la mano a la garganta, incrédula y horrorizada a la vez.

Tras ambos toques de atención de Isobel y de Jess, Jubal había logrado recomponerse. Recuperó sus rutinas y dejó de castigarse privando su cuerpo de alimento y descanso. Pero permaneció junto a Rina cuanto pudo o le permitieron, lo que hizo que hubieran sido unas fiestas navideñas muy duras aquel año.

Jubal le había llegado a admitir a Isobel haber pasado Nochebuena en el hospital. Y, aunque hizo el esfuerzo de mostrar espíritu festivo con sus hijos en Navidad, en Nochevieja rechazó cualquier invitación que le hicieron. Isobel estaba bastante segura de dónde había pasado las doce campanadas del cambio de año.

Después de Año Nuevo, sin embargo, Jubal parecía haber vuelto casi a ser el que era. Mientras resolvían el caso de aquel día, Isobel lo había vigilado de cerca, permaneciendo en el JOC a lo largo de toda la investigación. Había podido detectar en él aún la misma tensión subyacente, pero se había alegrado de verlo mucho más centrado, de incluso escucharle el chiste sobre "Ruff Rider", la referencia a 'Oliver Twist". Se preguntó si Jubal ya lo sabía cuando ella le había preguntado esa misma mañana, si había preferido mentir y mantener el tipo todo el día antes que contárselo.

Y de pronto le aterró lo que aquello podría significar para él.

Jess se lo aclaró enseguida.

—Jubal me ha llamado porque... —se hizo un ominoso silencio—. Ha estado a punto de recaer, Isobel. Afortunadamente, ha tenido el buen juicio de llamarme antes.

El corazón de Isobel sufrió de pronto con el de Jubal, las palabras exiliadas de su garganta.

—¿Dó-.? ¿Dónde está ahora? —preguntó al fin, levantándose y cogiendo su bolso, dispuesta a ir en su busca de inmediato.

—Lo he convencido para que vaya a una reunión de AA. Pero no le digas que te lo he contado, por favor. Él no quería... No quería que tú lo supieras, Isobel.

Ella volvió a sentarse, lentamente, desolada por aquella otra muestra más de desconfianza. En lugar de entender que Jubal se avergonzaba de sí mismo –de su momento de debilidad–, Isobel creyó que no la quería inmiscuyéndose en sus asuntos.

Consumida por un torbellino de impotencia, preocupación y culpa, tras despedirse y colgar la llamada, apagó la única luz que había encendida en su despacho y permaneció en la oscuridad hasta que logró encontrar las fuerzas para irse a casa.

·~·~·

=Durante FBI S04E11 "Grief"=

Jubal presionó al JOC, exprimiendo cualquier posible pista que les condujera a la chica que había sido secuestrada la noche anterior.

—¡Manos a la obra, gente! —los animó, aunque con un plomizo matiz en su tono.

Isobel lo miró de reojo. Había estado esperando que él hiciera una pausa. Tomó aire con dificultad, reuniendo coraje, tratando de mantener su fachada profesional. Lo que debía decir era terrible pero no ayudaría en nada hacerlo de manera indigna.

—Una cosa más —dijo alzando la voz para todos los presentes.

Los rostros se giraron hacia ella. Scola y Tiffany, que ya se iban, se detuvieron para escucharla. Por un brevísimo instante, Isobel flaqueó.

—Aah... Como muchos de vosotros podéis o no... haberos enterado... —necesitó otra bocanada de aire—... Rina Trenholm falleció anoche —la desolación se filtró en su tono—. Era de la familia —y no pudo evitar que la voz le temblara levemente—. Así que haremos un homenaje. Daré más detalles más tarde.

Nadie dijo nada. No pareció una sorpresa para ninguno –Rina había pasado ya casi dos meses en coma, sin ni un signo de mejoría– pero no lo hizo menos una mala noticia. La pesadumbre ensombreció las miradas centradas sobre Isobel. Pudo ver a Ian cerrar brevemente los ojos con fatalidad, a Kelly decir una breve y silenciosa oración. Elise se llevó al pecho el móvil por el que estaba hablando, mirando apenada hacia Jubal. La boca de Tiff se convirtió en una fina línea durante un segundo antes de volverse impasible. Los hombros de Stuart se hundieron con pesar.

—Mientras tanto —añadió Isobel—, honraremos su memoria de la manera que ella querría. Hagamos nuestro trabajo —concluyó.

Detrás de ella, Jubal sentía sus palabras hundírsele en el pecho como fríos cuchillos. Cortando los últimos irracionales cabos a los que la parte de él que se negaba a admitir la muerte de Rina aún seguía aferrada.

Isobel se giró y vio que Jubal les daba la espalda, los brazos en jarras, mirando al vacío.

Podía notar la desesperación irradiando de él.

Por supuesto, para Jubal no era nuevo. Había sido él quien la había informado, hacía tan sólo unos minutos; la mirada perdida como ahora, sus palabras, aunque escuetas, resistiéndose a salir de sus labios.

A Isobel se le escapó un breve suspiro. Se acercó a él, pero manteniendo las distancias, para no incomodarlo.

—¿Estás bien? —se atrevió por fin a preguntarle, con cuidado.

Jubal salió de su trance.

—Sí, estoy bien. Gracias —respondió.

Salvo por cómo tragó saliva después de hablar, la naturalidad en su tono y su pose –incluido el breve, familiar toque en el codo– fue impresionante. Pero no la engañó ni por un instante.

—Escucha, sé... lo muy unidos que estabais —dijo con voz suave, mostrándole su empatía, su apoyo, mientras trataba de ignorar lo mucho que le costaba mencionar aquello—. Si necesitas algo de tiempo-

—No. No —Jubal la interrumpió—, estoy bien. Tenemos que... tenemos que encontrar a esta chica. —La tensión en su voz, la determinación en el gesto de sus cejas no dieron opción a Isobel a replicar. Se alejó azuzando al JOC—. ¡Vamos gente! ¡Necesitamos pistas ya! ¡Moveos!

Isobel sólo negó levemente con la cabeza, abatida.

Jubal sabía lo que ella intentaba hacer. Isobel era la primera persona que reconocía su duelo. Nadie más lo había hecho, incluido él. Pero no podía permitirse a sí mismo sentir algo, ni siquiera verdadero agradecimiento por su interés. Si se detenía a hacerlo, simplemente se desmoronaría.

·~·~·

En contra de la opinión de Isobel, Jubal se había hecho cargo de tratar con Philip Drabeck, el padre de la otra chica. La que habían llegado demasiado tarde para salvar. Otro caso de adolescente desaparecida que la policía local no se tomaba suficientemente en serio.

Isobel sabía que la pérdida los unía de algún modo a los dos, pero era evidente que, al entrevistarse con él, Jubal se estaba forzando emocionalmente demasiado. Podía vérselo en los ojos, en la tensión de sus hombros...

No mucho después de la segunda entrevista, Jubal atendió una llamada breve y al colgar, Isobel se percató de que a él se le había cambiado la cara. Se acercó con disimulo.

—¿Está todo bien?

La manera evidente en la que él vaciló antes de contestar, la llenó de preocupación.

—La madre de Rina está aquí —dijo Jubal por lo bajo, descorazonadoramente sombrío y sin mirarla a la cara—. Ha venido a por las cosas de Rina. Voy a...

Lo que nos faltaba.

—¿Quieres que me ocupe yo?

Él la miró como si se lo estuviera pensando. La madre de Rina no había querido ni siquiera hablar con Jubal durante todo aquel tiempo. Él exhaló brevemente.

—No. No. Prefiero-

—Por supuesto —se adelantó ella para no obligarlo a tener que explicarse.

Lo observó preocupada salir del JOC con los hombros hundidos.

Pero aquello dejó a Isobel cavilando. Al poco rato, decidió ir a ver cómo le estaba yendo. Los encontró ya en el vestíbulo, a punto de salir del edificio. Una mujer mayor vestida con un elegante traje sastre azul pálido caminaba altiva delante de Jubal, que cargaba una caja como si no fuera más que su sirviente.

La mirada vacía de él constriñó dolorosamente el pecho de Isobel.

Se acercó a ellos con paso decidido.

—Señora Trenholm —dijo cuando ya se encontraba a unos pocos metros.

La mujer se detuvo y se giro con un ademán displicente que recordó llamativamente a Rina. Isobel se presentó pero Nicole Trenholm no aceptó la mano de Isobel. Era obvio de dónde había venido la arrogancia de la ADIC.

—Oh, mi hija me habló de... usted —miró de reojo a Jubal, como si Isobel fuera algo de lo que él debería avergonzarse.

Su ASAC parpadeó saliendo de su trance de sumisión, y frunció el ceño ante aquella falta de respeto.

—Siento mucho su pérdida —dijo entonces Isobel solemne y formal.

—Sí, seguro —masculló Nicole Trenholm.

Isobel ni se inmutó pero pudo ver llamas de ira ascender en los ojos de Jubal, y supo que, de algún modo, aquello había sido la proverbial paja que quiebra la espalda del camello.

Él abrió la boca, sin duda para decir algo desabrido de lo que después se arrepentiría.

Isobel se anticipó.

—Jubal, te necesitan en el JOC. Yo a acompañaré a su coche a la señora Trenholm —declaró, cogiéndole la caja de las manos.

Eso sin duda los cogió a ambos por sorpresa. Jubal necesitó unos segundos para dominarse.

—Sí, señora —acató sin discutir—. Señora Trenholm —saludó con una leve y seca inclinación de cabeza, pero se marchó sin esperar respuesta.

Isobel caminó en silencio junto a Nicole Trenholm, sin permitir que se quedara atrás o la adelantara.

Una vez en la calle, le tendió con dignidad la caja al chófer de Nicole.

—Es obvio, señora Trenholm —dijo Isobel mientras la otra mujer se subía al coche—, que usted no aprobaba la relación de su hija con Jubal —Una sola cosa en la que podían estar de acuerdo—, pero es simplemente absurdo negar que Rina le importaba de verdad. Debería reconocer esto, al menos.

El frío semblante de Nicole Trenholm se llenó de arrogancia.

—¿Cómo se atreve? —dijo mirando a Isobel de arriba a abajo—. No sé dónde se crió usted, pero aquí ese comentario es una grosería —escupió, haciendo a Isobel levantar una ceja con indignación ante aquel inequívoco "aquí" que no habría tenido que escuchar si Jubal hubiera estado presente—. Ese... hombre desbarató la vida de mi hija —afirmó, como si aquel disparate exonerara a Rina de sus propias decisiones y fuera además una verdad incontestable.

Su mezquina expresión de obstinación y resentimiento, lamentablemente, no sorprendió en absoluto a Isobel, que negó con desagrado la cabeza. No hay más ciego que el que no quiere ver, ni más sordo que el que no escucha. Sin nada más que añadir, Isobel simplemente se dio la vuelta sin despedirse, y volvió al 26 Fed.

·~·~·

—¿Sabes? No le pregunté a Philip Drabeck sobre Beth —dijo Jubal, hablando de la principal cómplice del sospechoso.

Las tres entrevistas que había mantenido con el padre de la chica muerta habían sido progresivamente más difíciles, más duras, y habían dejado a Jubal cada vez más atormentado. Ya en la última, a Jubal le había costado muchísimo hacerlo colaborar. Se había sentido fatal por haber tenido que presionar tanto a aquel padre afligido. Sin embargo, a pesar de todo, de cada una de aquellas entrevistas había logrado obtener algún nuevo dato, sin los cuales no habrían podido avanzar en la investigación. Solamente eso ya lo habría empujado a seguir adelante.

Jubal sabía que era agarrarse a un clavo ardiendo, pero tenía que intentarlo una vez más.

Fue obvio que Isobel no estaba de acuerdo. La vio suspirar, cambiar de postura en la silla tras su escritorio y apoyar una mano en su muslo con un gesto exasperado.

Jubal ignoró todo lo que decía su lenguaje corporal. Isobel llevaba todo el día siguiendo el caso de cerca, pero él tenía la sensación de que más bien había estado siguiéndolo él.

—Quizás la vio —continuó, la tensión aumentándole dentro como la goma que antes solía utilizar para descargar estrés; estaba a punto de chasquear.—. Quizás pueda aportar algo. Lo que sea. Voy- voy a...

Se dirigió hacia la puerta, decidido a marcharse antes de que ella pudiera ordenarle que no lo hiciera. No se podía permitir perder la inercia.

—Jubal —lo llamó Isobel, en su voz una pizca de advertencia que logró detenerlo—. Philip Drabeck... —y entonces su tono se suavizó—. Dale un respiro. Acaba de enterarse de que su única hija ha muerto.

Por supuesto, a Isobel no se le había pasado por alto cómo Jubal había vuelto sobre Drabeck una y otra vez.

—Sí, bueno, pero tenemos otra chica desaparecida, así que... —se justificó él, sin necesidad.

—Lo sé —replicó Isobel llanamente—. Pero se está tambaleando. Y tú también.

A pesar de la abierta conmiseración en su tono, lo preciso de su agudeza frenó de golpe el impulso de Jubal. Lo cogió tan a contrapié que ni siquiera pudo agradecer su consideración. Simplemente sintió como si resbalara pendiente abajo.

—OK, OK —dijo sin admitirlo de verdad.

Y se fue antes de que la sensación de vértigo lo paralizara por completo.

No llegó a ver la desazón en el rostro de Isobel, mientras lo observaba alejarse.

·~·~·

En cuanto la avisaron de que Jubal había llegado al hospital, Isobel se dirigió al JOC de inmediato.

Phillip Drabeck había tomado como rehén a una chica allí. Exigía que, ahora que estaba bajo custodia, le entregaran a Doyle Buckler, el asesino de su hija. Obviamente, eso no era algo que pudieran darle.

Las cosas no habían ido nada bien cuando Jubal estuvo haciéndole preguntas aquella última vez. Drabeck prácticamente lo había echado de su casa. Cuando por fin Jubal le había informado de que habían logrado atrapar al culpable, fue aun peor. Isobel se lo había visto después en la cara; no sabía qué había pasado entre ellos, pero había dejado a Jubal destrozado.

Ahora, por supuesto, él se sentía responsable de lo que estaba ocurriendo. La hizo dudar de si era prudente enviarlo al hospital a lidiar con aquella situación, pero Jubal no sólo era la persona que más vínculo tenía con Drabeck, era su mejor negociador. Si había alguien que podría hacer entrar en razón a ese hombre, era Jubal. Isobel sólo esperaba que, dadas sus circunstancias, no estuviera exigiendo tanto de él como para llegar a quebrarlo.

—Phillip, soy el agente Valentine —se oyó su inconfundible voz en los altavoces del JOC—. Voy a entrar para hablar, sólo nosotros dos. Sin trucos.

El corazón de Isobel ya estaba acelerado, pero redobló cuando Maggie la informó de que Jubal había entrado en la habitación donde Drabeck retenía a su rehén, y que había dejado el arma fuera. Apoyó ambas manos sobre la mesa de Jubal, buscando estabilidad, mientras se concentraba en qué sucedería a continuación.

Jubal comenzó siendo totalmente honesto. No iban a entregar Buckler. Todos los que estaban escuchando pudieron sentir cómo aumentaba la tensión en aquella habitación aunque no estaban allí. Pero Jubal hizo un buen trabajo, haciendo a la chica decir su nombre, poniendo de manifiesto su total inocencia. Y entonces deslizó una amenaza, abierta pero contenida, sólo para que Drabeck tomara consciencia de la seriedad de la situación. Isobel, una vez más, se sintió impresionada. Dios. Qué bueno es.

—Lo entiendo —dijo Jubal a continuación—. Mira, lo entiendo. De verdad. Entiendo por lo que estás pasando.

—¡Qué demonios vas a entender! —jadeó Drabeck amargamente.

En el JOC, todos se sobresaltaron. Isobel se irguió y se apretó un puño contra el pecho.

—Alguien muy cercana a mí fue asesinada —explicó Jubal con sencillez. Un cruel nudo le estrujó las entrañas a Isobel—. Y yo también pienso en la venganza. Pienso en ello... todo el tiempo, pero... —se oyó a Jubal suspirar, como si le faltara el aire.

Ella había dejado de poder respirar por la angustia de escucharlo decir eso. Miró a su alrededor; vio expresiones alarmadas por todas partes. Elise se tapaba la boca, consternada. Isobel no pudo reprimir una mueca por cómo estaba exponiéndose ante todo el mundo.

—Pero no creo que la venganza vaya a llenar el vacío dentro de mí —continuó Jubal—. De hecho, creo que lo hará aún más grande.

El aire entró bruscamente en los pulmones de Isobel, inflamando su pecho de un alivio tan grande que no pudo evitar que sus ojos se anegaran de repente.

—¿Sabes qué impide que ese vacío... me trague? Saber que ella querría que la hiciera sentir orgullosa.

Por supuesto... Porque la quería de verdad. Las palabras de Jubal se amalgamaron en una cortante hoja, forjada en un confuso fuego de dolor y culpa, afilada con un despecho que nunca se atrevería a reconocer. Laceró el pecho de Isobel de un modo desgarrador. Y a la vez, la hicieron sentir una enorme admiración por él –por su integridad, por su increíble entereza–, aún mayor de la que ya sentía.

En la radio, Jubal le decía a Drabeck que debía preguntarse si aquello haría a su hija sentirse orgullosa.

—Porque ella está aquí ahora mismo. Está mirándote. ¿Es esto lo que quieres que vea?

La chica salió de la habitación, sana y salva. Drabeck no tardó en entregarse sin resistencia.

En otras circunstancias, el JOC habría estallado en vítores, pero esta vez sólo se miraron sobrecogidos.

Elise estudió a Isobel, quien se retiró apresuradamente una fugitiva lágrima de la cara, y tuvo que hacer un terrible esfuerzo para que su voz no temblara al decir:

—Estaré en mi despacho.

·~·~·

Pasado el anochecer, y tras un grave conflicto consigo misma, Isobel se decidió a ir en busca de Jubal. En el JOC, su bolsa de mensajero seguía sobre su mesa, pero él no estaba allí. Tampoco en la sala de reuniones, en la de descanso, ni el la de observación de interrogatorios.

No lograba encontrarlo por ninguna parte.

Al final, una extraña intuición fue la que la llevó al despacho de Rina. Le costó vislumbrarlo allí, sentado en la penumbra.

—¿Jubal? —Él se pasó las manos por la cara, pero no contestó—. ¿Estás bien? —preguntó ella, consternada.

Se aproximó sin saber qué más decir. El silencio era desolador.

—Yo no- —murmuró al fin Jubal con voz ronca—. No sabía que iban a interrumpir su soporte vital cuando lo hicieron. Su doctor dijo que tal vez ocurriría a finales de semana pero... Su familia- Nadie me avisó. No he podido siquiera... —farfulló hasta que simplemente se quedó sin aire.

Isobel lo miró horrorizada; sintió que una confusa furia se apoderaba de ella. Qué mujer más cruel debía ser Nicole Trenholm para haberle impedido incluso la ocasión de despedirse.

Pudo oírlo soltar un tembloroso suspiro.

—Su madre se ha llevado todo excepto esto —añadió Jubal levantando brevemente el macizo cartel triangular de madera que rezaba "RINA TRENHOLM - ADIC"—. Dice que... que Rina aceptó este trabajo por mí, que era feliz en Newark, pero quería estar cerca de mí. Tampoco... —tragó un particularmente difícil nudo en su garganta y su mirada se volvió vacía—... tampoco sabía eso.

Afortunadamente, no vio a Isobel parpadear con incredulidad, porque ella simplemente no pudo evitarlo. ¿Cerca? ¿Era una broma? Newark estaba a una media hora en coche de la casa de Jubal. Si quería estar cerca de él, Rina podría haberlo hecho hace mucho sin el traslado ni el ascenso. Por supuesto, convertirse en una de las contadas mujeres que habían logrado ser ADIC del FBI seguro que no habría tenido nada que ver. Isobel se temía que para Rina, Jubal no hubiese sido más que un beneficio que venía con el puesto, como su plaza asignada de aparcamiento.

No es que aquello fuera cambiar en lo más mínimo lo que él sentía. Rina no habría muerto si hubiera continuado siendo la SAC de la oficina de Newark. Probablemente, diciéndole aquello la señora Trenholm sólo había pretendido atormentarlo aún más... Isobel decidió no decirle nada de aquello. Oírlo no le habría aliviado en nada.

Además, tal vez estaba totalmente equivocada... Había una cosa que sí creía cierta.

—Ella... —intentó—. Ella habría estado orgullosa hoy, Jubal. Has salvado la vida de muchas personas. Rina habría estado orgullosa de ti— Yo lo estoy.

Vio el gesto de él contraerse de dolor.

—Déjame, por favor —pidió con la garganta agarrotada, tapándose la cara con la mano.

Isobel no se movió. Le estaba partiendo el corazón verlo así.

—No.

—¿Qué?

Los ojos de Jubal se alzaron, húmedos y llenos de incomprensión. Isobel se acercó, posó afectuosamente la mano sobre su hombro.

—No voy a dejarte solo —declaró llanamente. No otra vez.

Jubal se quedó inmóvil y en silencio durante unos espesos segundos. Isobel se temía que no se lo permitiría. Desgraciadamente, estaría en su derecho; en última instancia, ella era la causante de su sufrimiento.

Pero entonces él dejó caer la cabeza hacia adelante. Tímidamente, ella lo atrajo hacia sí. Jubal apoyó el rostro en el vientre de Isobel como si se sintiera simplemente agotado, silenciosos sollozos agitando su cuerpo. Ella le acarició la cabeza suavemente, intentando tragarse sus propias lágrimas. No lo logró del todo. Dos de ellas escaparon, resbalando lentamente por sus mejillas. Mientras, Jubal se dejó llevar al fin por su desgarradora pena.

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