A/N: Hola, espero que estéis bien :) Yo ya estoy totalmente recuperada del Covid, pero os agradezco los mensajes que me habéis enviado. Como os comenté, esta actualización ha sido más rápida de lo habitual, y todavía tengo otro capítulo más que está casi completado, así que no debería tardar mucho en subirlo. Pero bueno, primero éste de aquí. Espero que os guste :)
Harry se dio la vuelta, todavía sentado en su silla, con el corazón latiendo con fuerza.
"¿Harry?" Ginny se había dado cuenta de su reacción. "¿Qué ha pasado? ¿Estás bien?"
"¿Qué demonios está haciendo aquí?" Murmuró el chico, obligándose a no girarse de nuevo. "¿Cómo se atreve a interrumpir un momento cómo este? ¿Después de todo lo que dijo ayer?"
"Harry." Insistió Ginny en voz baja, tomándole de la mano. "¿Quién está aquí? ¿Qué ha pasado?"
El contacto despertó a Harry de su trance. Apoyando la espalda contra el respaldo, intentó mantener la compostura y evitar llamar la atención de los invitados que se habían acercado para despedirse de Remus y Tonks.
"Snape." Murmuró, de modo que sólo Ginny, y ahora también Ron y Hermione, que se habían dado cuenta de que algo iba mal, pudieran oírle. "Está detrás, en la última fila. Con McGonagall."
Los tres intentaron girarse disimuladamente para comprobarlo, pero Harry supo al instante que no habían hecho un gran trabajo y que Snape se había percatado de sus miradas. Aquello hizo que su rostro enrojeciese a causa de la vergüenza; no quería darle el gusto de demostrarle que le importaba su presencia.
"Le he visto." Susurró Ron, frunciendo el ceño. "Pero ¿qué está haciendo aquí?"
Harry se estaba haciendo exactamente la misma pregunta.
"No lo sé." Respondió, mientras algunos de los invitados se alejaban del montículo de tierra y se despedían de Andrómeda con abrazos, besos y palmaditas de apoyo. "Pero ayer me dejó claro que no iba a venir."
Hermione alzó una ceja, pensativa.
"¿Creéis que quizás la profesora McGonagall le ha obligado?"
Ron bufó.
"¿Cuántas veces has visto alguien obligando a Snape a hacer algo que él no quiera hacer?" El muchacho negó con la cabeza. "No. Aquí hay gato encerrado. El murciélago debe tener sus propios motivos por los que venir. No me gusta..."
Salvar al maestro de Pociones de la Casa de los Gritos y, lo que era más importante, saber que el hombre siempre había estado de su parte, había contribuido a mejorar la opinión que Ron tenía de él. Pero, la última discusión entre Harry y Snape, aunque no conocía todos los detalles, había sido suficiente como para volver a incluirlo en su lista negra.
"Tal vez quiera disculparse." Propuso Ginny, con más esperanza que convicción.
Ron bufó, acallando la chispa de emoción que había aparecido en el pecho de Harry.
"¿Snape? ¿Disculparse? Por favor, Ginny. Puede que sea de los nuestros, pero sigue siendo Snape."
"¿Quién sabe?" Dijo Hermione, al ver la expresión en el rostro de Harry, dándole un toque nada sutil a Ron con el pie. "Cosas más improbables han sucedido."
El muchacho apreciaba el esfuerzo de sus amigas, pero le estaban haciendo sentir todavía peor. Era ridículo que necesitase ser reconfortado por haber discutido con Snape.
"¿Qué me he perdido?"
La voz de George les sobresaltó. Tanto alboroto debía de haber llamado su atención. Estaba inclinado hacia ellos, desde su silla a la derecha de Ginny y, aunque tenía lágrimas secas en el rostro, había un brillo de interés y curiosidad en sus ojos.
Harry suspiró.
"Snape y McGonagall están detrás, en la última fila."
George se dio la vuelta de una manera que era todo menos discreta.
"Pero no te gires tanto, hombre." Murmuró Ron, cómo si él no hubiera hecho lo mismo momentos antes. Al oírlo, a Harry le entraron ganas de soltar una carcajada ahí mismo, en medio del funeral. A algunos podría parecerle una falta de respeto, pero sabía que Remus y Tonks habrían apreciado un poco de humor en un día como aquel. Ese pensamiento, en vez de animarle, le entristeció y la sonrisa que había comenzado a formarse se congeló en su rostro. Quizás era el agotamiento acumulado durante el día, unido a la incertidumbre y los nervios por la presencia de Snape, así como el enfado hacia sí mismo por dejar que le importase siquiera, pero Harry sintió de pronto una gran tristeza en su pecho y la necesidad de hablar con Remus y con Tonks, de verles y abrazarles, se hizo tan intensa que le dolió.
"Pensaba que no iba a venir." Dijo George, ignorando a su hermano e interrumpiendo los pensamientos de Harry. "¿No dijiste eso ayer?"
El chico asintió, pero no añadió nada más. Ron, en cambio, tenía mucho que decir.
"Por eso tenemos que descubrir qué demonios está haciendo aquí. Debe tener algún motivo. Quizás ha venido a hablar con Kingsley. Sobre su juicio y todo eso. Ya oísteis a los Aurores."
"¿Que Aurores?" George arqueó una ceja y, por un momento, pareció el muchacho de siempre, antes de la Guerra, de la Batalla y de haber perdido a Fred.
Mientras Ron comenzaba a explicarle en voz baja la conversación que habían escuchado antes, Harry no pudo evitar pensar en lo fácil que estaba siendo acostumbrarse a cosas a las que nadie debería. A la muerte, a la ausencia de los que se habían ido, a los propios funerales. Hacía una semana, solo de pensar en ir a uno le había aterrorizado, a él y a sus amigos. Ahora, estaban sentados justo delante del lugar donde habían enterrado a Remus y a Tonks y hablaban entre ellos como si se encontrasen en el Gran Comedor, bromeando e intentando descifrar las últimas acciones de Snape. No era culpa de nadie, lo sabía, pero le impactaba como el ser humano podía habituarse a cosas como esa.
En medio de sus pensamientos, pudo sentir todavía los ojos de Snape perforándole la nuca. Molesto, intentando no mostrar su incomodidad, tragó saliva y clavó su mirada en la madera oscura de la silla. Aquello trajo un recuerdo a la superficie de su mente y, buscando una distracción, viendo que Ron ya había terminado de explicar lo ocurrido, dijo:
"Oye, George, perdona que te pregunte…"
El chico se giró dándole su atención y Harry continuó, antes de poder replantearse si hablar sobre ello era una buena idea.
"Si no quieres decírmelo lo entiendo, ¿eh? Pero vi que pusiste una cosa en el… En el ataúd de Fred. Antes de enterrarle. Parecía un trozo de madera."
Un destelló de dolor cruzó el rostro del muchacho.
"Ah, eso." George desvió la mirada. "No solo lo parecía. Era un trozo de madera."
Por el rabillo del ojo, Harry pudo ver como Ron, Ginny y Hermione les miraban, pendientes de la conversación, aparcando por el momento la curiosidad sobre los motivos de Snape.
"Era un pedazo de la escoba que solía usar él de pequeño." Explicó George, la melancolía presente en sus facciones. "Como sabes las escobas se fabrican con madera de diferentes árboles…"
Harry asintió, arrepintiéndose de pronto de haberle preguntado. No había querido llenar de tristeza los ojos del muchacho.
"Bien, pues, existe un hechizo que puede revertir el proceso. Que puede hacer que, de ese trozo de madera, se forme una semilla y, con el tiempo, vuelva a crecer un árbol de ella. Mamá me lo enseñó. Así que cogí ese pedazo de escoba, conjuré el hechizo y… Y lo puse ahí." George tragó saliva, emocionado. "La idea es que, al final, además de un montículo de arena y una lápida de piedra, haya también un gran árbol. El árbol de Fred, le llamaré. Y de ese modo… formará parte de la Madriguera. Para siempre."
Harry respiró hondo, emocionado y, en aquel momento, la presencia de Snape no importó en absoluto.
"Me parece una gran idea." Dijo con sinceridad. "Seguro que le hubiera gustado."
"En realidad creo que me hubiera tomado el pelo por ello." Repuso George, con una pequeña sonrisa triste. "Demasiado sensiblero y todo eso… Pero sé que en el fondo lo apreciaría."
Harry asintió, con un nudo en la garganta. Luego se dio cuenta de que, mientras él y sus amigos habían estado hablando, la mayoría de los asientos se habían vaciado. Una parte de él pensó con envidia que, en aquel momento, muchos de los invitados estaban volviendo a sus respectivos hogares. Donde la muerte no había golpeado con fuerza. Donde no había una cama vacía o sobraba un sitio en la mesa. Donde no había un árbol en vez de una hija, un hermano o un amigo. Una vocecilla interior le recordó que Fred, Remus y Tonks no habían sido los únicos que habían fallecido. No solo durante la Batalla de Hogwarts, sino también durante el resto de la Guerra. Aquello le hizo sentirse culpable y mezquino de pronto. Probablemente, la mayoría de las personas que habían estado hoy ahí habían perdido a algún ser querido también.
Sumido en aquellos pensamientos, fue vagamente consciente de como Andrómeda se levantaba de su asiento, con Teddy apoyado entre sus brazos. La mujer se giró en dirección a los pocos invitados que quedaban, su figura recortada contra la luz anaranjada del cielo, por donde el Sol había comenzado a desaparecer.
"Gracias a todos por venir." Dijo. "Os lo agradezco de veras. Y sé que, si Remus y mi Dora estuvieran aquí, ellos harían lo mismo." Inclinó la cabeza, provocando que una cascada de claros cabellos le ocultase el rostro por unos segundos. Luego se enderezó y añadió: "Sé que muchos de vosotros tenéis responsabilidades que atender. Pero, si no os importa permanecer algunos minutos más, me gustaría invitaros a una copa. Es tradición en mi familia brindar por aquellos que ya no están."
Ninguno de los presentes se movió y Andrómeda sonrió levemente. Después de un día como ese, era evidente que muchos necesitaban aquella bebida que ella les estaba ofreciendo.
"Bien." Continuó la mujer. "Si sois tan amables de acompañarme hacia la casa… Voy a poner a Teddy en su cuna y vuelvo enseguida."
Andrómeda comenzó a caminar y Harry, al igual que el resto de los invitados, la siguió. Al llegar, la mujer desapareció por la puerta, llevándose al bebé con ella, repitiendo una vez más que no tardaría en regresar. Habían pasado solo unos segundos, cuando un ruido de sorpresa, acompañado de un bufido de indignación, sonaron en medio del jardín y una voz delante de Harry dijo:
"¿Es que no tiene ningún tipo de vergüenza?"
El sonido provenía de un grupo de personas que se encontraban de pie, vestidas con las elegantes túnicas de los Aurores. Harry las observó con detenimiento y reconoció al hombre que había estado hablando con el Auror de la prótesis. Tenía un rostro común, con cabello y ojos oscuros, y era de complexión delgada y altura media. No había nada en él que llamase la atención, excepto su voz que, Harry había decidido, era irritante como pocas.
"Que cara más dura que tiene, viniendo hasta aquí." Continuó el hombre, mirando a un punto del jardín. Harry quiso girarse, pero hacerlo hubiera indicado que estaba escuchando su conversación, así que permaneció donde estaba, rodeado por los Weasley y Hermione. "Deberíamos detenerle y llevarle a Azkaban con nosotros. ¿Cómo se atreve a venir en un día como hoy?"
Había alzado aún más la voz al decir esa última frase y aquello llamó la atención del resto de invitados, que se giraron con curiosidad.
"¿Qué está pasando?" Preguntó Molly en un susurro.
Harry tenía una ligera idea.
"Creo que ha visto a Snape."
La señora Weasley abrió los ojos con sorpresa.
"¿Severus está aquí?"
Antes de que el chico pudiera responder, el Auror continuó con su discurso, alzando todavía más la voz. Tenía el ceño fruncido y apuntaba con el dedo hacia el jardín, la ira evidente en sus facciones.
"Ya es lo que nos faltaba. La mano derecha de Voldemort viniendo regodearse de sus víctimas. Es despreciable. Se está burlando de nosotros y de aquellos a los que hemos perdido. Y aquí nadie hace nada…"
"Nadie se está burlando de nadie, Robards."
La voz profunda de Kingsley sonó en medio del silencio, sobresaltando a Harry.
"Severus Snape es un hombre libre. Un mago que ha dedicado su vida a la lucha contra las fuerzas Oscuras." Continuó Kingsley. "Se celebrará un juicio para acabar de esclarecer su situación, pero, hasta entonces, puede ir y venir a donde le plazca. Y eso incluye el funeral de dos de sus compañeros, como fueron Remus Lupin y Nymphadora Tonks."
El tal Robards no parecía demasiado contento por haber sido reprochado delante de todos. Pero la autoridad de Kingsley, o tal vez su presencia intimidante, fue suficiente como para acallar cualquier réplica que el Auror tuviera en mente. Todavía con el ceño fruncido, asintió con la cabeza y no dijo nada más, pero su mirada seguía llena de rabia y no se apartó del lugar en el que Snape se encontraba.
Tras unos segundos de incómodo silencio, las conversaciones se reanudaron de nuevo, aunque tocando temas menos espinosos. La señora Weasley hizo un comentario sobre lo adorable que era Teddy y lo mucho que le gustaría ser abuela, sonriendo a Bill y Fleur, que compartieron una mirada de pánico.
Al mismo tiempo, Harry se preguntó si Snape se había percatado de lo que su presencia había causado. Se giró levemente para poder observar al maestro de Pociones, pero, al pasar la mirada por la última fila, se dio cuenta de que estaba vacía. Por un instante, su corazón se aceleró, alarmado, y sus ojos recorrieron el jardín, hasta que, finalmente, encontró a las dos figuras que estaba buscando.
La profesora McGonagall estaba delante del montículo de tierra donde habían enterrado a Remus y a Tonks, sonándose la nariz con un pañuelo blanco. Tras ella, sentado en una de las sillas más cercanas, se encontraba Snape. Desde aquella distancia era difícil leer su rostro, pero parecía tan impenetrable como siempre. Aquello provocó un destello de ira en Harry. No había esperado que llorase delante de todo el mundo, pero ¿tan difícil era mostrar un mínimo de tristeza en el funeral de dos personas que había conocido durante tantos años? Le hubiera gustado acercarse a él y zarandearle para conseguir una reacción del hombre, pero se limitó a mirarle desde lejos, mientras la ira dejaba paso a la pena. No entendía al Maestro de Pociones. En algún momento de las ultimas semanas pensaba que lo había hecho, pero su discusión del día anterior había cambiado su opinión. Tenía algunas teorías, algunas ideas de porque había hecho una cosa u la otra, de porque había reaccionado así. Pero con Snape nunca había nada claro. Harry suspiró y aquella desesperada necesidad de hablar con Remus regresó con fuerza. El hombre-lobo siempre le había dado buenos consejos y era de las pocas personas que podrían ayudarle a comprender el comportamiento del Maestro de Pociones. Pero Remus yacía bajo la tierra, frente a su antiguo enemigo, y nunca más podría ayudarle a descifrar aquel enigma que era Severus Snape.
"Ya estoy aquí." La voz de Andrómeda Tonks despertó a Harry de sus pensamientos.
Al darse la vuelta, vio a la mujer delante de la mesa, colocando una botella de líquido anaranjado en ella. A su alrededor, flotaban decenas de vasos de cristal.
"¿Quién quiere ir primero? Venga, que hay whisky de fuego para todos…"
Poco a poco, los invitados formaron una fila delante suyo y, a medida que ésta avanzaba, se fueron llenando las manos y también las copas. Apartándose para dejar pasar a Ginny, que se encontraba detrás, Harry se sorprendió al ver que Molly no había intervenido ni se había quejado por ello. Suponía que, en ocasiones como aquella, ser menor de edad no importaba.
El chico permaneció de pie, mientras Ron, Ginny y el resto de sus amigos se colocaban a su lado, formando, junto a los otros invitados, un semicírculo alrededor de la mesa. De repente, un ruido proveniente detrás suyo llamó su atención y Minerva McGonagall pasó junto a él. La profesora saludó a Andrómeda y, tras un breve intercambio de palabras, se inclinó para recoger también su propio vaso.
Harry era consciente de que faltaba solo una persona; podía sentir su presencia tras de él. Las miradas de los Aurores, algunas curiosas y otras llenas de rabia, le indicaron el punto exacto en el que Snape se encontraba. Harry se obligó a no reaccionar y clavó sus ojos en el vaso que sostenía entre las manos, en aquel liquido anaranjado que se arremolinaba y reflejaba los últimos rayos de Sol.
Finalmente, Snape dio un paso hacia delante y luego cruzó la distancia que le separaba de Andrómeda.
"Lamento su pérdida". Dijo, una vez estuvo frente a ella, y a Harry le pareció oír una chispa de tristeza en su voz grave.
"Te lo agradezco." Respondió la mujer, colocando entre los largos dedos del Maestro de Pociones un último vaso.
Snape asintió, a modo de agradecimiento, y luego se separó para situarse al lado de la profesora McGonagall, completando el semicírculo.
En aquel momento, Andrómeda levantó su copa, alzándola hacia el cielo, cada vez más oscuro.
"Por Tonks. La mejor hija que una madre podría pedir. La persona más dulce, amable y generosa que he conocido nunca. Y a su marido, Remus, que era valiente, sabio y bueno, y que la quería más que a nada en el mundo. Tanto que luchó contra el miedo, la vergüenza y los prejuicios, para estar con ella. Murieron para hacer de este mundo un lugar mejor. Para su amado hijo y para todos nosotros.
Ojalá encuentren la felicidad juntos dondequiera que estén. Y ojalá que nosotros les recordemos. El amor que sentimos por ellos y ellos por nosotros, así como todos los momentos compartidos durante tantos años. Que les llevemos siempre en el corazón y vivamos una vida de la que se habrían sentido orgullosos."
Los demás levantaron sus vasos y Harry les imitó, con el corazón en la garganta.
"Por Remus y Tonks." Dijo Andrómeda con solemnidad.
"Por Remus y Tonks." Repitieron todos. Luego bajaron las copas y tomaron un trago de ellas.
Harry sintió que el licor le quemaba por dentro, pero, al mismo tiempo, le ayudó a deshacer el nudo que tenía en la garganta.
Entonces vio un movimiento delante de él. Snape había bajado la copa y se había vuelto para mirarle desde el lado izquierdo del semicírculo. El chico sostuvo su mirada durante una fracción de segundo, pero luego se volvió inmediatamente, como si le hubieran quemado. Hermione se dio cuenta de su reacción y se acercó a él, con preocupación en los ojos.
"¿Estás bien?" Susurró.
"Sí... es sólo que... Snape está justo ahí y me está poniendo nervioso."
Hermione se giró ligeramente, comprobando la situación y luego asintió. Caminó unos pasos hasta llegar a donde estaban todos los Aurores y les sonrió cuando se giraron hacia ella, antes de decir en voz alta:
"Ustedes eran colegas de Tonks, ¿no es cierto?"
Uno de ellos, una mujer alta con el pelo castaño que le llegaba hasta la barbilla, asintió, devolviéndole la sonrisa.
"Sí, lo éramos".
"¿Hay alguna historia que pueda contarnos sobre ella? ¿Alguna anécdota divertida? Seguro que alguien como Tonks vivió muchas aventuras y momentos interesantes."
La sonrisa de la mujer se ensanchó, y aunque había algo de tristeza en sus ojos, éstos brillaron a causa de los recuerdos.
"Oh, tengo miles de historias que contaros." Dijo. "Algunas no son apropiadas para una situación como ésta... Pero se me ocurren unas cuantas que os harán reír hasta que os duela la barriga".
Pronto, la Auror se vio rodeada por los invitados que quedaban, deseosos de no perderse ni una sola palabra, y Harry compartió una mirada de agradecimiento con Hermione. Era más fácil y agradable escuchar las aventuras de Tonks que tener que sentir los ojos oscuros de Snape sobre él.
La Auror no había mentido, Tonks había vivido momentos realmente curiosos y divertidos a lo largo de su carrera en el ministerio. Además de los habituales gajes del oficio, su torpeza no le había puesto las cosas fáciles. Desde dejar caer accidentalmente la varita delante de un potencial mago tenebroso durante sus primeros meses como auror, hasta tropezar dentro de un charco de mocos de troll y tener que aparecerse en el despacho de su supervisor, goteando el asqueroso líquido pegajoso sobre la alfombra del hombre. Los minutos pasaron, mientras el Sol abandonaba el cielo y la luna y las estrellas salían, cambiando los colores del jardín y refrescando el aire de la noche. Y, con cada nueva historia, las copas se rellenaban una y otra vez y tanto risas como lágrimas aparecían en los rostros de los invitados.
Al cabo de unos minutos, u horas, Harry no estaba seguro, algunos empezaron a despedirse, abrazando a Andrómeda y saludando a los demás, antes de Aparecerse con un sonoro chasquido. Poco a poco, el jardín se fue vaciando hasta que sólo quedaron Harry, los Weasley y Hermione, así como McGonagall y Snape.
Entonces, Andrómeda les hizo sentarse en la mesa y, para desgracia de Harry, ya no fue tan fácil ignorar al Maestro de Pociones teniéndolo a pocos metros de él, aunque el chico lo intentó, evitando mirarle a la cara con terquedad. Llegados a aquel punto, el alcohol había hecho de las suyas, y Arthur y Bill hablaban sonrientes en un tono demasiado elevado, explicando la enésima anécdota sobre Remus y Tonks. Junto a ellos, la Profesora McGonagall alzaba su copa, sus mejillas más rojas de lo habitual y parecía no darse cuenta de la expresión agria en el rostro de Snape. El exmortífago no había participado en las conversaciones, y no había reaccionado a ninguna de las historias. Se había limitado a asentir y a levantar su vaso cuando hacía falta, pero nada más. Y a Harry le estaba poniendo de los nervios. Finalmente, no pudo aguantarlo más y, recogiendo su vaso con la mano derecha, se levantó de la silla.
"Perdón." Dijo. "Pero creo que he bebido demasiado. Voy a tomar un poco el aire."
Ron empezó a decir algo sobre que ya estaban afuera y que allí ya había aire, pero Ginny le hizo callar con un pellizco en el brazo, y Andrómeda le sonrió amablemente, obviando el hecho de que se estaba llevando la copa con él.
"Por supuesto." Dijo. "Debería estar más fresco al otro lado de la casa, frente al campo. Durante la noche corre una brisa muy agradable por allí."
Harry asintió, agradecido, y empezó a alejarse de la mesa.
"Avísanos si necesitas algo o quieres compañía." Le dijo Hermione.
"Lo haré. Gracias."
Harry se dio la vuelta y empezó a caminar, sintiéndose algo más torpe de lo habitual. Al cabo de unos minutos, llegó hasta uno de los bancos de madera y se sentó en él. Apoyando la cabeza contra el respaldo, el muchacho respiró hondo, observando el cielo oscuro y las estrellas que brillaban en él. Delante suyo, la luz de la luna bañaba de colores plateados las colinas que se vislumbraban en la lejanía, así como el amplio prado que se extendía desde ellas hasta llegar al borde de la terraza. Una brisa mecía la hierba suavemente y Harry inspiró hondo, sintiendo el viento en el rostro y el frescor en su piel, provocando que el olor a tierra, flores y vegetación llenase sus pulmones, calmando su agitado corazón.
Pasados unos minutos, sintió unos pasos acercarse y, sin tener que darse la vuelta, supo inmediatamente de quien se trataba. Snape caminó los pocos metros que los separaban y luego se sentó en el banco, junto a él. Harry decidió ignorarle y continuó mirando hacia delante, bebiendo un sorbo de su copa y provocando que el licor le quemase por dentro por enésima vez.
Durante unos segundos que se le hicieron eternos esperó a que Snape diera el primer paso.
"Tenías razón." Dijo finalmente el Maestro de Pociones, cuando Harry ya creía que no iba a soltar palabra. "Sobre venir aquí. Me ha ayudado."
Era una pequeña victoria, pero, después de todo lo que había sucedido, no era suficiente.
"Bien por usted." Replicó el muchacho.
Snape se le quedó mirando, sorprendido por su brusquedad.
"Pensaba que te alegraría saberlo. He venido al funeral como tú querías que hiciera y-"
"Sigue sin entenderlo." Murmuró Harry. "¿De verdad creía que presentarse así, sin avisar y en medio de la ceremonia, iba a cambiar algo?" Sacudió la cabeza con incredulidad. "¿Qué por decir un par de frases iba a perdonarle automáticamente? 'Tenías razón. Me ha ayudado.'" Repitió con enfado. "¿Es esa su idea de una disculpa?"
El rostro de Snape se endureció.
"No." Dijo con firmeza. "No me estaba disculpando. Era simplemente un hecho."
No añadió nada más y, de pronto, Harry se cansó de esperar a que lo hiciera. Si Snape no había venido para pedirle perdón ni para darle explicaciones, entonces él no iba a seguir ahí, escuchándole. Con un gruñido de frustración, se levantó del banco y comenzó a caminar, alejándose del hombre.
Al pasar junto a él, sin embargo, Snape le agarró del brazo.
"Espera, Potter."
Aquel contacto físico, extraño en el Maestro de Pociones, le sorprendió. Harry titubeó durante un instante.
"No me he expresado bien. Espera." Repitió. "Siéntate de nuevo."
"¿Para qué?" Dijo el muchacho, todavía evitando su mirada. En su lugar, clavó los ojos en el vaso que seguía sosteniendo con la mano derecha, en aquel líquido anaranjado que quemaba menos que la rabia que sentía hacia Snape.
"Siéntate." Insistió el profesor. "Necesito hablar contigo."
"¿Hablar conmigo?" Harry sacudió el brazo para librarse del agarre, provocando que el vaso se agitase peligrosamente. Unas gotas de licor se derramaron por el suelo, pero al chico no le importó. "¿Qué pasa? ¿Se le han ocurrido más cosas crueles y horribles que decirme? Olvídelo. No quiero escuchar nada de lo que tenga que decir." Y, para dejarle claro que lo decía en serio, le miró directamente a la cara por primera vez.
El cabello negro y lacio de Snape, así como su nariz ganchuda, eran los mismos de siempre, pero los ojos negros brillaban con algo que Harry no podía identificar y, debajo de ellos, unas marcadas ojeras, todavía más pronunciadas que la última vez que le había visto, destacaban contra el blanco de la piel. La imagen le hizo dudar durante un segundo y, en aquel instante, Snape habló de nuevo.
"Siéntate, Potter." Dijo, con un tono de súplica que Harry nunca había oído en el hombre. "Por favor."
La boca de Snape se había movido, pero aquellas dos palabras eran tan poco características en él que Harry tardó unos segundos en asimilarlas.
"Por favor". Repitió, y la desesperación contenida en su voz hizo desaparecer la rabia que Harry había sentido segundos antes.
Los ojos verdes se encontraron con los negros, y el tiempo pareció ralentizarse. El corazón del chico empezó a latir con fuerza, mientras meditaba que hacer a continuación. Era consciente de que debía tomar una decisión, pero ¿cuál? ¿Merecía la pena sentarse de nuevo, arriesgarse a escuchar lo que Snape quería decirle? ¿O debería seguir su camino, alejarse del hombre y del daño que éste le había causado? Harry tragó saliva, mientras el profesor permanecía sentado en el banco, girado en su dirección y con el brazo todavía alzado hacia él. Le estaba observando, esperando su próximo gesto, pero Harry sabía que, si continuaba caminando, no intervendría esta vez. Algo en su interior se agitó y la realidad de que era ahora o nunca, de que escogiera lo que escogiera sería definitivo, le mareó. El chico cerró los ojos y respiró hondo, considerando sus opciones. Si seguía caminando, si se alejaba del banco, le estaría cerrando la puerta a Snape y a una posible reconciliación. En cambio, si volvía, si se sentaba junto a él, al menos habría una posibilidad de solucionar las cosas. La primera opción parecía la más obvia y sencilla. Había vivido toda su vida sin tener al profesor en ella y no le había ido tan mal. Además, quizás esta vez Snape había ido demasiado lejos. Las heridas provocadas por él eran profundas y seguían sangrando, tal vez nunca podrían cerrarse del todo. Quizás la tristeza y la rabia que Harry sentía eran más fuertes que su capacidad de perdonar, que la amistad, a falta de un término más adecuado, que había formado con Snape durante las últimas semanas. Por un instante lo creyó y, sin pararse a pensar, se giró y le dio la espalda al hombre. Luego abrió los ojos y tomó un tentativo paso hacia delante, alejándose de Snape.
El alivio que esperaba sentir no llegó y, en cambio, la presión en su pecho fue en aumento. Podía notar la mirada del Maestro de Pociones en su espalda y algo en él se rebeló ante la idea de expulsarle de su vida de aquel modo. ¿De verdad quería hacerlo? ¿Acabar así las cosas? ¿No volver a ver a Snape nunca más? ¿Hacer desaparecer todo aquello que habían construido? El corazón volvió a latirle con fuerza ante esas preguntas. Antes de poder contestarlas, sin embargo, decenas de recuerdos explotaron en su mente. Snape, pálido y lleno de vendajes, recuperándose en su camilla, creando, sin saberlo, un espacio seguro a su alrededor. Snape, escuchándole pacientemente, aconsejándole. Snape, conjurando a la cierva, calmándole, ayudándole a lidiar con sus miedos. Snape, con algo parecido al orgullo en sus facciones, con una pequeña sonrisa en el rostro. Snape, viniendo al funeral, incluso después de haber discutido, suplicándole que se sentase junto a él, que le escuchase.
Durante unos instantes no sucedió nada. Harry permaneció así, de pie, sin moverse. Podía sentir el cristal frío del vaso entre sus manos, las voces apagadas de sus amigos que llegaban desde la parte delantera de la casa, el sonido de las cigarras entre la hierba… pero, sobre todo, podía sentir la presencia de Snape detrás suyo. Respiró hondo y, finalmente, se giró de nuevo, en dirección al profesor. Sus ojos se encontraron una vez más con los de Snape. La desesperación en ellos había disminuido, pero seguía presente.
Harry tragó saliva mientras tomaba una decisión. Una vez lo hizo, comenzó a caminar. En dirección al banco, a la incertidumbre, a la posibilidad de ser herido de nuevo. Pero también hacia aquel lugar seguro que le había mantenido cuerdo después de la Batalla. Siguió andando, recorriendo los pocos metros que les separaban, hasta que llegó junto a Snape, que le observaba con intensidad.
"No pensaba que fueras a volver."
"Todavía estoy decidiendo." Replicó Harry, aunque volvió a sentarse en el banco.
"Entiendo…"
El silencio cayó entre los dos, una vez más. Harry jugueteó con el vaso que seguía sosteniendo y, finalmente, decidió dejarlo apoyado en el suelo. Las manos le sudaban y no quería arriesgarse a romperlo. Además, todavía quedaba algo de licor en él y, teniendo en cuenta su historial con Snape, no sería inteligente malgastarlo. Probablemente necesitaría tomar un trago en breves.
"¿Y bien?" Dijo, al ver que el profesor no decía nada, tratando de ocultar el nerviosismo que sentía con brusquedad. "Ha dicho que tenía que hablar conmigo. Estoy aquí. Así que hable."
Aquellas palabras hicieron reaccionar a Snape. El hombre, que había estado observándole en silencio, desvió la mirada. Luego se aclaró la garganta, intentando mantener su rostro impasible.
"Tienes razón." Dijo finalmente. "Quería decirte que… Te mereces una disculpa. Ayer yo… Dije algunas cosas que no tendría que haber dicho. Y… lo siento." Por el modo en el que pronunció aquellas palabras, a Harry le dio la sensación de que las había practicado varias veces. El chico suspiró. Aunque apreciaba el gesto, no era suficiente.
"Agradezco que se haya disculpado." Le dijo con sinceridad. "Soy consciente de que en otros tiempos no lo hubiera hecho. Pero, aun así, lo que hizo ayer no desaparece sin más."
Snape suspiró.
"Lo sé, Potter."
"¿Eso es todo? ¿No va a intentar convencerme? ¿No va a darme ninguna explicación?
Snape se pasó una mano por el rostro con cansancio.
"Es.… Es complejo."
Aquello irritó a Harry. A Snape no le había supuesto ningún problema encontrar las palabras justas para herirle, pero, ahora que tenía que explicarse, de repente las cosas no eran tan sencillas.
"Esto no es fácil para mí, Potter." Continuó el profesor en voz baja. "No es que no quiera... Es solo que…" Parecía perdido, más de lo que Harry lo había visto nunca. "Hay varios motivos. Algunos ni siquiera yo entiendo realmente. Y otros que… Que no puedo…" No terminó la frase, pero el chico comprendió. Incluso después de todo lo que había sucedido, Snape todavía no era capaz de hablar sobre ciertos temas. "Pero hay algo que quiero que sepas. La mayoría de las cosas que dije… No las pienso realmente."
Harry alzó una ceja. Se había imaginado algo así. Especialmente el día anterior, cuando Snape había empezado a ponerse a la defensiva. En aquel momento parecía que estaba diciendo esas cosas para manipularle y que Harry lo dejara en paz. Pero luego las palabras del profesor se habían vuelto aún más crueles y aquella certeza había desaparecido.
"¿Entonces por qué las dijo?" Preguntó. Necesitaba saberlo, si alguna vez iba a perdonar a Snape.
El profesor desvió la mirada y no dijo nada durante unos segundos. Quizás, si hubiera tenido más paciencia, Snape hubiera acabado respondiendo a su pregunta, pero Harry se había cansado de aquel juego, de esperar. Sintiendo una ráfaga de valentía, tal vez causada por el licor corriendo por sus venas, soltó:
"Tengo una teoría. Creo que le asustó que intentase ayudarle. Le dio miedo la posibilidad de abrirse, de ser vulnerable." Podría haberse mordido la lengua, pero quería demostrarle a Snape que él no era ningún idiota. Y, además, ya estaba harto de no decir las cosas claras. "De modo que intentó herirme para que le dejara en paz, sin importarle las consecuencias que sus palabras podían causar. ¿Estoy en lo cierto?"
Snape le observó durante unos segundos en silencio, sorprendido. Después desvió la mirada, confirmando que había dado en el clavo.
"No es así de simple." Dijo. "Pero tienes parte de razón, Potter." Levantó un vaso que sostenía entre las manos, uno en el que Harry no se había fijado antes, y dio un largo trago. Contenía el mismo Whisky de fuego que Snape había estado bebiendo toda la tarde. Y, ahora que se paraba a pensarlo, la cara de la señora Pomfrey apareció en algún rincón de su mente, con una expresión de desaprobación. Sabía que la sanadora no estaría contenta al ver a su paciente tomando alcohol cuando todavía se estaba recuperando. Pero, por el modo en el que Snape apuró la copa, estaba claro que necesitaba todo el valor que aquel licor pudiera aportarle.
Mientras Harry esperaba pacientemente, el Maestro de Pociones se inclinó para colocar el vaso ya vacío en el suelo, al lado del banco. Luego apoyó la espalda contra el respaldo y levantó la mirada hacia cielo. La luna brilló en sus ojos oscuros a medida que los segundos pasaban.
"Tienes razón en que… hay situaciones que me resultan difíciles de gestionar." Dijo Snape, todavía sin mirarle, y no hacía falta ser un genio para darse cuenta de lo difícil que estaba siendo para él abrirse, aunque solo fuera un poco. Una parte de Harry, la que aún estaba enfadada, se alegraba de verle tan incómodo y perdido. La otra, sin embargo, era consciente de que, a pesar de ello, Snape seguía allí, intentando encontrar las palabras justas para explicarse y que él pudiera perdonarle. Aquello le hizo sentirse extraño, triste y reconfortado al mismo tiempo.
"Me resultan difíciles de gestionar." Repitió Snape, con la mirada calvada en aquel cielo plagado de estrellas. "Y, para evitar sentirme así, yo… Reacciono en modos que no debería reaccionar. Me… Me apoyo en las peores partes de mí mismo. Y las uso para protegerme, para defenderme." Tras decir aquella frase, la mandíbula de Snape se apretó con fuerza, provocando que Harry entrecerrase los ojos. Reconocía aquella expresión. La había visto antes.
"Ha vuelto a suceder, ¿verdad?"
Snape le miró por fin, frunciendo el ceño.
"¿Qué quieres decir?"
"Sus defensas. Han vuelto a formarse. Estaba siendo demasiado para usted, ¿no es cierto? ¿Abrirse de este modo?"
La expresión en el rostro de Snape fue todo lo que Harry necesitó para confirmar sus sospechas.
"Potter…"
"Por Merlín..." Murmuró Harry con exasperación. "Han sido cuatro frases. Cuatro frases sobre algo que cualquiera con dos dedos de frente ya se habría imaginado. Pero aun así ha sido demasiado."
"Sí." Dijo Snape con rabia, aunque estaba claro que era hacia sí mismo, y no hacia Harry. "¿Qué quieres que te diga, Potter? Soy así. Por desgracia soy así. He venido hasta aquí, con la intención de disculparme, de darte una explicación. Y a pesar de ello…" Sacudió la cabeza con frustración. "A pesar de ello no soy capaz de hacerlo. Incluso ahora, que sé que he cometido un error, no soy capaz de acallar esta parte de mí. Y…" Añadió, desviando la mirada una vez más. "No sabes la cantidad de comentarios, cada uno más cruel que el anterior, que hay ahora mismo en mi mente."
Harry era consciente de que debería sentirse frustrado e irritado, pero ver a Snape de aquel modo, con el autodesprecio reflejado en sus facciones y el abatimiento que mostraban sus hombros caídos, provocó algo en el muchacho. La compasión latió con fuerza en su interior, y la necesidad de ayudar a Snape a superar esa parte de sí mismo, a ser mejor, llenó su mente, aparcando el enfado que, hasta hacía meros segundos, había sentido hacia el hombre.
"Pero no siempre es así, ¿no es cierto?" Dijo, escogiendo sus palabras. "Estos días, en la enfermería… Hemos hablado de muchas cosas, algunas bastante profundas y sentimentales, pero no parecía que fuera tan horrible para usted."
La rabia abandonó el rostro del Maestro de Pociones, al menos durante unos segundos. El chico tenía razón. Inclinó la cabeza, reflexionando sobre aquellas palabras.
"Es diferente cuando eres tú quien muestra vulnerabilidad." Dijo despacio. "Mantenerte con vida… es algo a lo que me he acostumbrado durante estos años. Así que ayudarte a lidiar con un peligro, aunque sea mental, se me hace más natural. Por no mencionar…" Snape se calló de repente.
"¿Por no mencionar qué?" Preguntó Harry con interés.
"Nada." Murmuró Snape. "Simplemente que, ahora que ya no te detesto, entablar una conversación contigo es más llevadero que antes."
Harry no pudo evitarlo y, a pesar de la situación, soltó una carcajada.
"Puede decir que le gusta hablar conmigo, ¿sabe? No va a sucederle nada."
El rostro de Snape no mostraba ni un ápice de humor.
"Potter. Sigues sin entenderlo. Tú crees que puedo cambiar. Pero no es así."
"Claro que puede." Respondió Harry, testarudo.
"No es tan sencillo." Replicó Snape. "Nunca fui una persona sentimental, Potter, ni siquiera de pequeño."
"Pero-"
"Y llevo casi dos décadas encerrado en mí mismo." Le cortó Snape. "Creo que es demasiado tarde para cambiar."
"No estoy de acuerdo. No será fácil, pero lo conseguirá." Harry estaba seguro de ello. "Ahora mismo está hablando conmigo, intentando explicarse. Y, aunque le está costando, lo está haciendo. Está luchando contra esa parte de usted."
"No lo entiendes, Potter." Replicó Snape con intensidad en la mirada, alzando la voz. "Todos estos años alejando a la gente de mí… Tú dirás que era necesario, que formaba parte del plan, que no podía dejar ninguna grieta que pusiera en peligro la misión. Pero no era solo ese el motivo. No se trataba solo de mantener mi coartada. La realidad es que... me gustaba."
Aquella confesión sorprendió al muchacho. Buscó la mirada de Snape con la suya para indicarle que no le juzgaba, pero él volvió a esquivar sus ojos, centrándose en el paisaje frente a ellos.
"Me gustaba estar solo." Murmuró. "Me gustaba el poder, la responsabilidad. No tener que fingir que me importaban los demás, no tener que ser simpático o entablar conversación con ellos..." El odio hacia sí mismo estaba más presente que nunca en los ojos de Snape. "Y ahora… No sé si quiero cambiar. No sé ni si merece la pena intentarlo. Estas semanas, ayudándote… Siempre tuve la intención de que esto fuera algo unidireccional. Nunca me planteé que tú quisieras hacer lo mismo conmigo. Y cuando ayer me ofreciste usar la Piedra y me invitaste al funeral… No me lo esperaba. Y… me asustó."
La voz de Snape se apagó y el silencio les rodeó. Harry, que había estado escuchando con atención, bebiendo de aquellas palabras, intentando recordar cada detalle de aquel atisbo en su mente que el hombre le estaba ofreciendo, respiró hondo varias veces, calmando los latidos de su corazón.
"Quizás presioné más de lo que debería…" Reconoció el muchacho, finalmente. "Pero es solo porque no quiero que siga así para siempre. Veo que puede cambiar y mejorar, y que quiere hacerlo: el hecho de que esté aquí lo demuestra. Será difícil. Pero puede conseguirlo. Y yo le ayudaré." Prometió, muy serio. "Y no lo digo porque le considere mi 'proyecto de caridad'." Añadió, recordándole a Snape las palabras que él había usado el día anterior.
El Maestro de Pociones sacudió la cabeza.
"Yo no estoy tan seguro como tú, Potter. Y esto que has dicho me recuerda… Nos estamos desviando del tema. Mi capacidad para 'mejorar', como tú dices, es irrelevante ahora mismo. Pero hay otros motivos por los que reaccioné como lo hice que debemos discutir. No he acabado de explicarme." Dijo, para sorpresa del chico. "Verás… Mi reacción de ayer… No fue solo a causa de… De esto…" Hizo un gesto vago, señalándose a sí mismo, pero no añadió nada más.
El silencio cayó sobre jardín y Harry miró a Snape expectante, esperando a que éste continuase hablando.
"¿Señor?"
El hombre respiró hondo y abrió la boca. Cuando ningún sonido salió de ella, la volvió a cerrar y soltó un gruñido de frustración.
"Por Merlín." Suspiró, enterrando la cara entre sus manos.
A Harry le bastó una mirada para comprender que Snape no iba a ser capaz de seguir hablando. Debía de ser la primera vez que el Maestro de Pociones intentaba abrirse así y, con cada nueva confesión y muestra de vulnerabilidad, el chico sabía que sólo le resultaría más difícil continuar. Pensando en qué hacer, en cómo ponerle las cosas más fáciles a Snape, Harry miró a su alrededor. Observó el vaivén de la hierba, el prado bañado por la luz de la luna, teñido de tonos plateados… Y de pronto, una idea le vino a la mente.
"Señor." Dijo con suavidad. "¿Recuerda cuando tuve que explicarle lo ocurrido en la cabaña de Hagrid? ¿El motivo por el que el funeral de Fred me asustaba tanto?"
Snape levantó la cabeza, sus ojos oscuros brillando en la oscuridad.
"Sí, lo recuerdo."
Harry tragó saliva.
"Fue muy difícil para mí, pero usted me ayudó. Tuvo paciencia conmigo. Me dijo que las palabras eran solo eso, que no podían herirme si yo no las dejaba."
Snape siguió observándole sin decir nada.
"Y luego," Continuó Harry, "cuando ni siquiera eso fue suficiente… Consiguió calmarme con su Patronus." Sacó su varita del bolsillo de su túnica negra y miró a Snape interrogante.
"¿Puedo?"
El Maestro de Pociones no dijo nada y sus ojos permanecieron en el rostro del muchacho, mientras el hombre, inescrutable, con esa máscara de impasibilidad que le caracterizaba, decidía qué hacer. Los segundos pasaron y Harry comenzó a ponerse nervioso. Cuando ya creía que no podría aguantarlo más, Snape respiró hondo. Luego, se llevó una mano al puente de su nariz, masajeándolo varias veces. Finalmente, para sorpresa y alivio de Harry, asintió.
Con el corazón latiendo con fuerza, todavía sin poder creerse que Snape hubiera aceptado, el chico alzó la varita. Luego cerró los ojos, intentando recuperar un recuerdo feliz. No había vuelto a conjurar un Patronus desde la Batalla y, por un instante, le preocupó no ser capaz de hacerlo. Pero Snape estaba ahí, hablando con él, explicándose. Y, sorprendentemente, confiaba lo suficiente en él como para creer que la presencia de su ciervo podría calmarle. Harry sintió el afecto hacia el hombre, la conexión entre ambos latiendo en su interior. A pesar de todo lo ocurrido, esos sentimientos hicieron que las esquinas de sus labios se curvaran y que una pequeña sonrisa se extendiera por su rostro. Concentrándose en aquellas emociones, Harry agitó la varita y dijo en voz alta y clara:
"Expecto Patronum."
A/N: Y hasta aquí el capítulo de hoy. ¿Qué os ha parecido? ¿Os ha gustado la conversación entre Harry y Snape? Espero que sí... Por cierto, el Auror de la voz irritante es un personaje real de los libros, lo mencionan una sola vez en el Prínpie Mestizo. Os dejo aquí el fragmento extraído de la Wiki por si os interesa.
«Y mientras estuvieras allí, tendrías oportunidad de hablar con Gawain Robards, mi sucesor como jefe de la Oficina de Aurores. Dolores Umbridge me dijo que ambicionas ser Auror. Pues bien, eso tiene fácil arreglo...»—Rufus Scrimgeour intentado convencer a Harry de colaborar con el Ministerio.
En fin, espero que os haya gustado el capítulo. ¡Hasta pronto! :)
