Aquí sigo, en vista de que no espanté a muchos con el anterior cap xD
Advertencias: Este capítulo empieza con un flashback. Mención de muerte.
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Naruto, en todo sentido, había sido una imagen de contrariedades: si bien la espada que había colgado de su cinturón aún parecía entonces demasiado grande para su cuerpo todavía en crecimiento, de los dos el rubio siempre había sido el más valiente —ya fuese por estupidez o por convicción propia.
Naruto también había sido una especie de criatura solitaria —queriendo a sus ocho años siempre ir tras las saltarinas ranas aún cuando eso había implicado alejarse de los vigilantes ojos de un guardia, o tiempo después, a sus catorce años, entrenado muy temprano con su espada contra algún enorme tronco de un viejo árbol—. Así, sin mucha objeción a pasar momentos solo, a la vez frecuentemente había estado rodeado de otras personas y en vida le había encantado ser el foco de atención de éstas.
Se había escapado más de una vez fuera de los terrenos del Emperador, su padre, y las personas del común aún podían recordar cómo le había gustado juntarse con plebeyos por días y días incluso cuando hacerlo entonces sólo había significado semanas de castigos encerrado en su dormitorio. No obstante pasearse por el mercado o incluso pisar la suciedad del barro o probar de lo mismo que algún abuelo estaba fermentando en recipientes de cerámica fueron todas unas maravillas para Naruto y para ese entonces no le importaba que seguidamente viniesen los castigos o las duras palabras de su tutor.
Había sido tímido con las chicas pero exageradamente conversador con los varones de su edad.
De cierta forma Sasuke siempre había estado encandilado por el rubio y en esos años le había sido imposible no dejarse contagiar por las fantasías de éste, de cómo los imaginaba a ambos en un futuro peleando lado a lado y derrotando cualquiera que fuese la maldad que amenazara al Imperio. Sasuke había estado más que feliz por ser un futuro caballero a su lado, incluso de pensarse como la mano derecha del rubio (Sasuke había sido, de todas formas y a pesar de la corta edad de ambos, la persona que mejor debió conocerlo).
No obstante esa especial personalidad del rubio los había llevado por un camino que poco a poco Sasuke empezó entonces a reconocer, dejándose casi que engatusar desde el día anterior ante la promesa de Naruto de ver algo nunca antes visto.
Fue hasta llegar a una zona despejada rodeada de frondosos árboles que por fin Sasuke exteriorizó sus preocupaciones, pero Naruto siguió caminando sin respuesta alguna sabiendo que aún seguiría siendo perseguido por el azabache.
Sólo fue hasta un tercer reclamo que Naruto por fin había dado muestras de reconocerlo.
—¡No podemos regresar ahora! —había dicho el rubio mirando hacia atrás para cerciorarse que su amigo no huyera—. ¡Estamos cerca, en serio!
Y ciertamente lo habían estado, Sasuke lo supo cuando sus pies parecieron congelarse en el suelo y esa vez no pudo seguir más al rubio. Lo nunca antes visto había sido una imagen perturbadora y Sasuke sólo pudo pensar en brujas como su más lógica explicación. Él mismo no tenía una espada a su disposición, habiendo sido la que tenía el rubio una «que había sido tomada prestada».
—¿Naruto?
—He leído sobre esto —comentó en ese entonces el rubio mientras se acercaba a la pequeña pila de huesos y cráneos sobre el suelo.
Habiendo sido Naruto hijo del Emperador claramente tuvo acceso a diversos libros y pergaminos de distinta índole, y aunque Sasuke nunca pudo estar seguro de que su amigo realmente los había entendido todos —probablemente su tutor Iruka debió hacerle un resumen de cada uno—, Naruto incluso, aunque le estuvo prohibido, sólo le bastaba entonces un día para idearse un plan que le permitiera escabullirse y llevar a su habitación pesados libros con imágenes aún no aptas para él y secretos. Quizá no había sido la mente más brillante, pero entre los 8 y la edad en la que había fallecido, tal y como había pasado con todos los hombres que le precedieron, a Naruto le había sido enseñado idiomas, geografía, matemáticas, equitación, historia, etiqueta, el arte de la guerra, diplomacia y oratoria. Había sido el príncipe heredero de todas formas y eso era lo que todo príncipe con derecho a tener la corona sobre su cabeza debía aprender.
Así, por supuesto que Sasuke debió creerle que había leído sobre algo tan impresionante como un cúmulo de huesos que no eran de animales, y todo lo que el rubio le había dicho a Sasuke había sido tomado como total verdad por éste, no una extraña jugarreta.
—¿Qué es?
—Se llama «fosa común» —había dicho entonces orgulloso Naruto, consciente de que Sasuke no podía saberlo y caminando alrededor de los despojos—. Usualmente se usan como método para disponer de los cadáveres durante una guerra. O por castigo de los dioses, según algunos cuentos que Iruka me hizo leer. No estamos en guerra y no hay muertes o enfermedades que los sacerdotes hayan comentado aún, así que creo que no son de personas de aquí. No estoy seguro si hay más bajo la tierra o si fueron desenterrados por animales o lluvias. No ha llovido fuertemente este mes, así qu-
Abruptamente Naruto se calló esa vez y su cuerpo se desplomó sobre el suelo cayendo sobre su trasero. Consecutivamente gritó.
Previamente, mientras había hablado y rodeado su descubrimiento, Naruto había golpeado con su pie un cranéo humano y eso había hecho que algunos cuantos más se derrumbaran. Sasuke quiso llegar a él de inmediato pero la pequeña mano descolorida, putrefacta y sin vida en la que Naruto fijó enonces sus ojos, que se asoma cerca de donde había caído, siguió obligándolo a mantenerse de pie en su lugar, a varios metros del adolescente rubio.
Agitado, Naruto había echado su cuerpo hacía atrás, había forzado a sus talones a empujar contra la hojarasca y a sus manos agarrar y arrastrarse por el suelo hasta que pudo sentirse de nuevo a una distancia más a salvo.
Claramente lo que le había asustado no habían huesos, tampoco la extremidad de los restos de un animal.
Ninguno de los dos se movió esa vez, observando atentos a la figura oculta de un cuerpo que cada vez más se reveló frente a ellos: bajo algo de suciedad, otros huesos y hojas, había estado las carnes que le pertenecieron a un niño mucho menor que ellos, sus ropas habían sido típicas de un plebeyo —y por tanto no se trató nunca de un extranjero si ellos pudieron reconocer su vestuario—, y para el momento en que Naruto y Sasuke lo encontraron aún no habían llegado moscas sobre él. Lo más desgarrador, sin embargo, fue cuando Sasuke trató de enfocarse en su rostro para reconocerlo pero con perturbación encontró un espacio vacío donde debió haber reposado la cabeza.
Sasuke empezó a respirar más rápido, podía muy bien recordarlo, impedido de moverse aunque fuera un milímetro de su posición. Una sensación de ahogo había comenzado entonces a crepitar por su cuerpo y supo que Naruto había dicho algo pero no pudo entenderle. (Y ahora de grande Sasuke se preguntaba si las cosas hubiesen sido diferentes si sólo le hubiese escuchado).
Ese día, en ese justo momento, Sasuke había sentido real miedo, podía admitirlo. Había observado hacia varios puntos alrededor de él, sintiéndose desarmado y tratando de pensar qué haría Itachi en su lugar.
Claro, arrastrar a su amigo de nuevo a la ciudad, sobre todo cuando podía jurar que se sintió siendo observado.
—Voy a regresar, Naruto —había dicho él con firmeza, quizá no la misma de siempre pero su voz siendo lo suficientemente clara para que Naruto le pusiera atención. En ese pequeño momento tantos años atrás, había estado seguro que si daba medio giro Naruto no tenía de otra sino hacer lo mismo.
Naruto sin embargo había vuelto a fijarse en lo tuvo frente a él, sus azules ojos tan iguales a la joya que colgaba de su cuello, observaron también el espacio vacío donde debió haber estado una cabeza; lo que encontraron había sido un pequeño cuerpo sin ella.
Lastimosamente el príncipe no se había dado cuenta de su falta de respuesta como algo preocupante, no cuando impredecible como había sido él volvió a arrimarse al cuerpo sin importarle que sus rodillas se ensuciaran con el suelo, más atento a aquellos restos como un médico observando a la distancia un paciente moribundo de peste. Luego había rebuscado en los fríos bolsillos de su pantalón y prenda superior, decepcionado cuando no encontró nada en ellos.
A Sasuke le había tomado unos largos minutos hasta que estuvo seguro de que su voz no iba a salir extraña al volver a hablar. Además, probablemente sugestionado, Sasuke realmente había sentido como si algo estuviera mirándolo.
—¿Qué estás haciendo? ¡Para!
—¡Lo conozco, Sasuke! —había exclamado Naruto impaciente y había sido por eso que rebuscó en sus bolsillos. El niño había sido el hijo de un comerciante de Konoha quién más de una vez le había regalado a Naruto pequeños accesorios cuando escapaba del Palacio—. ¿Crees que ha sido una bruja? ¿Un zorro?
—Los zorros habrían comido primero sus intestinos antes de ir por otra parte del cuerpo —sugirió entonces Sasuke quien aún se mantuvo en su lugar. En ese momento pensó, podía recordarlo ahora, que si complacía a Naruto acercándose también al terrible escenario, sólo habría empeorado la impulsividad del rubio.
Naruto esa vez se cercioró de tener su espada bien sujeta y dirigió su mirada hacia más adelante de los frondosos árboles, donde la hojarasca durante esos años se acumulaba más junto al barro y borraba todo tipo de rastro o trampas. Ahora, cualquiera que se arrimara por ese mismo lugar, ya no vería hojas caídas ni pasto como esa vez, sólo vería un ennegrecido suelo con árboles con muy poco verde y bastante retorcidos entre sí.
Y como ahora, justo más allá hacía donde los azules ojos de Naruto se fijaron, donde no habían alcanzado a ver, también había estado el llamado Bosque Oscuro. El hermano de Sasuke les había contado más de un tenebroso relato sobre ese lugar, y Sasuke podía recordar todavía como le había alegrado internamente que todavía hubiese sido entonces de día. A sus catorce años de edad Sasuke había jurado nunca poner un pie allí, y si hubiese sido un deber para el Imperio, primero habría quemado todo el lugar antes de entrar en él.
Naruto sin embargo había tenido otro plan.
—Si no quieres seguirme más está bien —había dicho ofreciéndole a Sasuke una leve sonrisa.
—¡Naruto! —Sasuke sólo le había devuelto una mirada de incrédulidad—. ¿A qué te refieres? ¿Perdiste la cabeza, idiota?
—Buscaré su cabeza, eso es lo que voy a hacer —había dicho entonces el rubio seguro de sí mismo, calmado ante la mirada sorprendida de Sasuke—. Tú puedes ir por ayuda, por alguien que venga a llevar el cuerpo. Sólo… sólo necesita de su cabeza, no puede ser enterrado sin ella.
—Déjalo.
—Quizá algunas crías de zorro estén jugando con ella. La traeré devuelta.
—No.
En ese momento el tono autoritario de Sasuke pareció haber hecho fruncir el ceño a Naruto.
—¿Quién es el cobarde ahora? —casi había espetado el rubio y el otro había chasqueado la lengua con enojo.
—¡Bien! Haz lo que quieras, esto es estúpido. —Fue en ese momento en que Sasuke había dado media vuelta.
Dicha decisión, por supuesto, repercutió en los siguientes años de su vida. Aún se reprochaba no haberlo seguido; en ese entonces debió haber gritado con todos sus pulmones hasta que alguna real bestia los encontrara y tuviesen que regresar corriendo a la salvación de un transitado camino; debió haber convencido a Naruto de volver con él. Quizá simplemente debió haberse arrimado al lado de su amigo y juntos encontrar una respuestas ahí mismo, un detalle que no hubiese dejado que Naruto siguiera más adelante.
Naruto había sido el hijo del Emperador, destinado a gobernar y con una larga vida por delante, pero a pesar de ello ese fue el día en que Sasuke lo había dejado morir.
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—Me pregunto qué tipo de recuerdos puedo obtener de ti —dijo la voz con el mismo tono de Kankurō—. Aparte, sabrás, de lo que ya sé de ti. Pobre tú, mujer, a pesar de tus propósitos lo único que lograste hacer fue darme todo un festín durante estos días.
Temari no halló voz para preguntarle qué era. Un dios, había dicho la figura de sombras, sin embargo no podía ser más que un bestia. Un peligroso ente que estaba jugando con ella.
—¿Cómo sabe acerca de mí? —preguntó ella al fin por sólo instinto, por buscar pistas en un escenario totalmente fuera de su control.
—Por los humanos que me trajiste, mujer. Inútiles y patéticos seres.
La figura de su hermano entonces desapareció, sólo quedaron sombras que ella ya no podía realmente ver. El terror sin embargo continuó:
—He visto de todo en este mundo pero tú caso resalta un poco. Una princesa que por voluntad propia renuncia a las riquezas que tiene por derecho propio. ¿Por qué? ¿Es acaso por superioridad moral o por qué te daba miedo ir a dormir sabiendo que ya no todos querían una monarquía que les consumía su trabajo y sus tierras? Sólo habría bastado una noche y tu castillo podría haberse envuelto en llamas, tus hermanos con los ojos opacos y un arma atravesada en sus pechos, y tú con sangre bajando por entre tus piernas. ¿Podría ser tan sacrificante acto en realidad algo tan mundano, simplemente miedo?
—¿Mundano? Incluso… aunque lo esté simplificando, hacer cosas por amor nunca es algo-
—Así como te viste obligada a dejar los suaves vestidos y las joyas de tus abuelas y las madres de éstas, no tendrás que temerme si haces lo que te pido —le interrumpió la voz y pareció estar susurrándole ahora al oído—. ¿No crees en lo soy? Soy una diosa, claramente. No creo que tengas otra opción que obedecerme si quieres vivir, si quieres seguir teniendo tu cabeza atada a tu cuerpo. ¿Realmente crees que un mortal podría hacer lo que yo hago; yo, que puedo hacerte sufrir con sólo el chasquido de mis dedos?
Esta vez Temari se desplomó. Recordó a los que había perdido a lo largo de las 20 noches que llevaba ahí, atrapada porque así había sido la decisión del Ente que ahora la atormentaba.
Soltó su daga y con ambas manos agarró con fuerza la esmeralda que colgaba de su cuello. Temari cerró los ojos.
—¿Cómo una diosa puede hablar con tanto desprecio?
—¡Petulante! Pareces ser reticente al nuevo escenario en el que estás, ignorante de la misericordia que te he concedido —dijo aún la voz de Kankurō, la falsa voz de él, sólo una copia de lo que Temari recordaba había sido su voz, alejándose y volviendo a ella como haría un animal con garras jugando con su presa.
—¿Q-qué le hiciste? —Habían lágrimas ahora agolpándose en sus ojos y su voz salió acorde a eso.
—¿Quieres decir a tu hermano? ¿O a alguno de los que vinieron contigo? —Por un momento se hizo el silencio luego de las dos preguntas, sólo otro pequeño momento más para considerar cuán perdida realmente estaba la rubia mujer, para considerar el error que había cometido ingresando allí. Los viejos cuentos para asustar a los niños eran reales, lo que las bocas de los aldeanos habían antes murmurado y los rumores que se compartían de ruidos y gruñidos era todo cierto.
El peligro que ahora simplemente estaba consignado en libros y del cual tantos ciclos lunares antes era suficiente para que los campesinos no atravesaran aquellos límites, estaba con ella tan real como sentía la verde y resplandeciente joya en sus manos.
—Engullo, simplemente —dijo con orgullo la voz tiempo después—. Sé de ti por tu hermano; sé de tu amado por la gente cercana a ti que trajiste; sé también por ellos que acabo de atrapar lo que he esperado por años; una desolada princesa, nada menos, lo mejor que ha pisado mi bosque por tanto tiempo. Inútiles, sí, los humanos, pero debes saber, princesa, que son el mejor alimento. Un día me alimenté de un impertinente niño y fue lo suficiente para que días después hiciera un trato con un hombre a cambio de las memorias de ese niño. Cosas como en dónde su padre guardaba documentos u oro; o por dónde una persona podía escabullirse sin ser detectada en ese inmenso Palacio.
»Así, ¿te preguntas qué tipo de trato puedo hacer contigo? No tienes que ser más que mi mensajera, haz lo que quiero y aquello por lo que realmente has venido, el cuerpo de ese hombre de Suna, te lo cambiaré por otro cuerpo —dijo la voz ahora con un diferente tono; era de mujer pero no menos dura—. Sin embargo tendrás que esperar más lunas para eso, esperemos a que tu país le pregunte a ese inservible emperador dónde te han dejado, veamos cómo se desenvuelve el pequeño lío que has dejado atrás. Si sobrevives justo antes de caer la primera nevada del año, entonces te dejaré ir.
La sombra se alejó y Temari sintió que por fin pudo volver a respirar mejor, incluso aunque su futuro no era nada brillante: entre el último mes del verano y la primera nevada del año, quedaban muchos días y noches por esperar.
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Un día antes de que la luna estuviese completamente oscura, Sasuke no había podido dejar de pensar en Hinata, en lo arrepentido que estaba por no haber hablado más. Podría haberle asegurado que cualquier cosa que ella pidiese se la daría, prometerle que podía esperar por ella.
Le había dicho que muchas de sus cosas eran de ella por ser su esposa, pero no había sido de una forma en que ella lo creyera, tan apático que no podría haber sonado como una promesa.
Luego él no había dicho mucho.
Podría haberle susurrado más cosas medio de sus omóplatos, cuando había besado su piel, mordisqueado su cuello y prestado atención a cada uno de los gemidos que ella le había dado. Lo ásperos jadeos que él había soltado en la oreja de su esposa podrían haber ido acompañados de elogios no sólo para su cuerpo sino para la buena mujer que era. Más dulces y caballerosos.
Por ahora sus propios sentidos le reclamaban por tenerla de nuevo a su lado, de verla con su cabellos desordenado, ambos en una misma cama mientras besaba los suaves labios de ella sacándola de su momentanéa confusión al despertar. Días antes Sasuke habría pensado que ese tipo de anhelo eran una debilidad. Haber endurecido su visión de la vida y no querer nunca más volver parecer un cobarde o inseguro de las cosas, lo habían ciertamente alejado de cómo se sentía la calidez de alguien; y ahora que tan bien sabía, que recordaba lo que no era sentirse solo, cualquiera que lo viese entendería que era un hombre ansioso porque el próximo día llegara. En tan poco tiempo Hinata misma se había convertido en un anhelo, uno que quizá representaba todo lo que había perdido y que ahora que había estado a su alcance no podía dejar ir.
Ya no era un asustadizo niño, ya no era alguien que le daba la espalda a las cosas que más quería, y Sasuke la quería a ella. A sus rasgos finos, la claridad de sus ojos, la inocencia que su voz desprendía y el contraste que hacía con su desnudo cuerpo que podía incitar hasta al más ápatico hombre. ¿Qué otra cosa podría ser cuando le había hecho ese compromiso de seguir viéndola? Prácticamente un juramento que transgredía con otros aspectos de su vida.
Aún así, ya no se arrepentía de haberla conocido y salvado en sus establos; ya no quería regresar el tiempo y dejar que Hinata siguiera siendo tan ignorante de lo que pasaba en Konoha, sólo esperando a ser cortejada por otro heredero mejor que él, una ingenua y frágil mujer que sólo debía esperar por una propuesta de matrimonio.
Ella, sin embargo, ya no era una ingenua. No lo había rechazado las veces en que Sasuke la había ayudado a acomodar sobre su regazo, envueltos en un placentero abrazo mientras él entraba en su cuerpo; y ahora, quizá en una misma posición, se encontraba con otro hombre.
Sin poder evitarlo sintió un estremecimiento en su pecho, a su corazón sintiéndose traicionado. Era un cruel sentimiento, adorar a una mujer que él mismo había entregado a sus enemigos.
Pero esas eran las circunstancias, quizás el ingenuo había sido él porque no había caído en cuenta cuando estuvo a solas con ella que más adelante habría un mundo de dolor esperando por él. Uno sin ella, arrebatada por el lugar que alguna vez había apreciado, incluso aspirado a proteger y trabajar porque sus cimientos continuaran por mucho más tiempo sólo porque había sido el hogar de un muy preciado amigo.
Mañana volvería a ese lugar luego de mucho tiempo.
Entraría sin violencia, como no había imaginado que sería al volver a poner un pie allí. Entraría sin la violencia que lo había caracterizado por largo tiempo en su vida, la misma que lo mantenía lejos de ser de nuevo el primero en salir herido, la misma violencia que hacía que lograra hacer las cosas que necesitaba o la misma que simplemente se había convertido en su deber. Sasuke entraría como un caballero buscando rescatar a su amada; o no, sólo sería un hombre escabulléndose por pasillos probablemente ahora olvidados, como un ladrón con un mapa mental hecho de recuerdos y originado porque cuando era un simple niño Naruto le había mostrado cada recoveco, esquina a girar y entradas o salidas de aquella jaula de oro.
Quizá no había analogía alguna compatible con lo que iba a hacer, sólo entrando para ocuparse de una cosa: su corazón.
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Una hora después Shikamaru estaba visitándolo, probablemente porque de nuevo tenían que esperar y ya no era tan obvio lo problemático que resultaba que dos amigos del joven Nara, anteriormente unos totales desconocidos, estaban ahora emparentados a la fuerza.
Ahora bien, no obstante, era imperativo para el joven Nara no mantenerse alejado de Sasuke.
Quizá no era evidente para los demás, sin embargo Shikamaru había entendido rápidamente el tipo de cercanía que se estaba originando entre Sasuke y Hinata, incluso en el poco tiempo en que había sido testigo de ello. Aunado a un contacto claramente sexual, quizás habían llegado a un punto en donde respirar el aliento del otro era como el oxígeno.
Aparte siendo una de las cualidades que Shikamaru tenía poder leer a las personas, incluso predecir algunas de las cosas que pensaban o tenían intención de hacer, le fue fácil concluir que aquello que había pensado y que había esperado que no ocurriese, debió suceder: Sasuke quizá no le había hecho mención a Hinata de meterse por pasadizos secretos, aún así estaba seguro que si confrontaba al Uchiha podría obtener de él qué tipo de promesa le había hecho a ella.
—¿Qué haces aquí? —dijo entonces Sasuke a manera de recibimiento.
Estaban solos, nada de Madara o de vigilantes ojos a la vista, aún así Shikamaru simplemente se encogió de hombros, en segundos había optado por seguir manteniendo algo de distancia; por muy anhelante que el corazón de su amigo estuviera, no creía que hiciera algo que pusiera en peligro a alguno de ellos, mucho menos a Hinata. Sasuke había perdido a personas importantes para él, dudaba que quisiera que eso se repitiera.
Así, ya sabía qué otra cosa podía decirle a Sasuke.
—Mi padre quiso esperar a contar esto pero considero que, sea algo realmente excepcional o sólo una nimiedad, no hay razón para no detallarlo desde ahora a los demás: parece que cierta cantidad de personas de Suna montaron un centro operativo en un viejo hotel. —Sasuke levantó sus cejas ante la sorpresa que esas palabras le resultaban—. No creo, sin embargo, que tenga relación alguna con el Palacio. Al menos no una directa ni un asunto urgente que tratar...
Shikamaru dejó de hablar; había sido poco lo que Shikaku Nara había encontrado en aquel desocupado hotel, no obstante sí habían quedado rastros de haber sido usado como una temporal acomodación por días, no por pocas personas.
Sasuke por su parte tomó la noticia —especialmente la conclusión a la que llegaba Shikamaru— con más calma de la esperada.
Otra actividad evidentemente clandestina podría prender las alarmas de lo que ellos mismos pretendían hacer, no obstante las palabras de Shikamaru en referencia a no estar conectado directamente con el Palacio descartaba una posible desconocida invasión o inminente peligro para sus residentes.
La intención de Shikamaru, sin embargo, quedaba más que claro: no era tiempo para que alguien como Sasuke dejara de preocuparse por factores que pudiesen afectarlos a todos, ni disminuir su atención hacia sus compañeros; a la vez no había necesidad de preocuparse altamente por el bienestar de Hinata en el Palacio, al menos no a causa de algo externo y desconocido para ellos.
—Entiendo —afirmó entonces el azabache.
—También te traje algo, considérame un buen amigo —continuó Shikamaru, una sonrisa de derrota en sus rostro. Así, le entregó a Sasuke un relicario, en su interior un espacio lo suficientemente grande para que un pequeño mensaje pudiese ser puesto allí; era igual de fino y hecho en oro como sólo una noble podría tener—. Una copia exacta a la de Hinata y Kakashi.
Shikamaru giró entonces sobre sus talones, callando lo que sea que Sasuke iba a decir. Quizá otra más de sus promesas, o quizá su incredulidad ante el genio de su amigo adivinando que tendría contacto con Hinata.
La joya, por supuesto, podría ser útil. No mañana en la noche pero eventualmente.
—Su dormitorio está en el salón cerca a los jardines de jazmines… Sólo trata de no perderte —fue lo último que pronunció Shikamaru antes de dejar a Sasuke solo.
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Encuentro SasuHina en el siguiente capítulo, y ya me conocen cómo puede ser.
