Capítulo VI

Aunque sus ciudades prosperaron, Roma se había exigido hasta los límites de sus recursos y sus modos de gobierno, ya que se exponía a la amenaza de enfrentarse a más problemas de los que podía resolver a la vez. Germania y Dacia habían sido pacificadas durante algún tiempo, pero quedaban tribus rebeldes que existían fuera de las confederaciones a las que Roma había impuesto tratados.

Las legiones dacias, actualmente bajo el mando de Tarrutenius Paternus, requirieron un esfuerzo constante para mantener la paz. Mientras tanto, en el norte de Britannia, resurgió una vieja amenaza: los pictos habían invadido el Vallum Antoninum (Muro Antonino) prácticamente abandonado y estaban ejerciendo presión sobre el Vallum Hadrianum (Muro Adriano) más al sur. Los informes de sus incursiones en ciudades británicas alarmaron incluso a los senadores en Roma, quienes miraron hacia el Imperator en busca de una respuesta.

Como comandante en jefe, Perseo transfirió cohortes auxiliares de los Alpes Cottiae a Bretaña, a su vez que fusionaba las provincias de Alpes Cottiae y Alpes Poeninae, creando una más grande llamada Alpes Ulterior, con el fin de manter la presencia militar en los Alpes, distribuyendo las cohortes británicas existentes a lo largo del propio muro. Por último, el destacado general Avidio Casio, un renombrado disciplinador, héroe de guerra y ex gobernador de Siria, fue nombrado legatus augustus pro praetore sobre Britannia.

Desde su posición como gobernador, Casio asaltó los puertos a lo largo de la costa este de Caledonia (Escocia), para luego sofocar efectivamente a las bandas errantes de Caledonii que hostigaban los asentamientos británicos. Al liderar las legiones locales, su modo disciplinado de mando se vio reforzado por su reputación. A través de sus decididos esfuerzos, los Caledonii se mantuvieron a raya, lo que permitió que las ciudades del norte de Gran Bretaña descansaran tranquilamente, y la lealtad de las legiones británicas solo se fortaleció.

Unos años después, el propio emperador usaría tres legiones y un legado con conocimiento local para proporcionar una solución permanente a esta frontera hostil.

Su estrategia fue tan despiadada como efectiva. Perseo seleccionó varios pueblos aislados no muy lejos al norte del muro y los rodeó sistemáticamente mientras masacraban a toda su población. Se enviaron mensajeros a otras aldeas de Caledonia advirtiendo de la destrucción de estas aldeas por las "mismas tribus que habían saqueado las ciudades romanas" y ofreciendo la ayuda de Roma contra sus vecinos saqueadores. Los rumores polarizaron a la gente del sur de Caledonia hacia Roma; aquellos que optaron por ignorar esta apariencia de ayuda romana se armaron para un conflicto más organizado. Como resultado, los enemigos locales del dominio romano pasaron a primer plano y se aceleró la asimilación de Caledonia.

La lucha continuó en Gran Bretaña hasta que llegó una carta al Senado declarando la conquista de la tierra hasta los principales ríos de Caledonia. Las tácticas guerrilleras de los enemigos caledonios de Roma habían prolongado la guerra, ya que Perseo eligió una estrategia lenta y cautelosa en lugar de permitir que las guerrillas dictaran cuándo y dónde se librarían las batallas. A medida que se formaron tratados con las tribus no beligerantes y las tácticas de tierra arrasada de los combatientes dieron crédito a la historia oficial, la conquista se desarrolló gradualmente a favor de Roma. Caledonia fue declarada un nuevo provincium augustum separado de Britannia por el Muro de Adriano y los ejércitos aclamaron a Perseo como Britannicus, habiéndolo aclamado recientemente como Nubicus, después de la conquista de Nubia.

Durante la guerra, las flotas del Oceanus Britannicus se habían ampliado considerablemente y se había fomentado el comercio entre la Galia y Gran Bretaña, como medio para mantener alimentadas a las legiones ante la escasez de suministros locales. Este crecimiento en el número de barcos en la región tuvo un alto costo para la tesorería, especialmente porque la campaña ofreció pocas fuentes de ingresos, pero fue sostenida por la riqueza proveniente de las minas nubias.

Tras la conquista de Escocia, Perseo dedicó una gran cantidad de tiempo y energía a la asimilación y mejora de Britannia. Un foco de obras públicas en la isla fue la ciudad de Londinium. La curia de Londonium recibió asistencia en la construcción de una galenaria (hospital), trayendo la medicina romana a la isla, y templos para Divus Claudius (Divino Claudio), Divus Hadrianus (Divino Adriano), Divus Antoninus (Divino Antonino), Divus Marcus (Divino Marco) y otras divinidades romanas.

Para ayudar a mantener Caledonia, se construyó una carretera de 540 km desde Londinium a Eboracum, continuando más allá del Muro de Adriano hacia la Caledonia romana. Una vez finalizada la vía, se inició la rehabilitación del Vallum Antoninum, separando el territorio conquistado de las tierras altas no conquistadas de Escocia, que actuaban como un foederati (Reino Cliente). Los ejércitos podrían moverse sin esfuerzo hacia el norte y el sur a través de la isla utilizando la nueva carretera, lo que permitiría un despliegue más flexible de tropas en esta tierra salvaje.

Por último, se fundó la ciudad de Perseopolis (Ciudad de Perseo) por Septimio Severo, en honor del emperador en una confluencia del Fluvius Clota (río Clyde) [dónde está Glasgow]. Como primera colonia de Caledonia, Perseopolis fue colonizada lentamente por ciudadanos romanos de Galia e Italia. La inmigración a la nueva ciudad se vio alentada por el bajo costo de la tierra y los impuestos más bajos que en otras provincias. Durante el próximo siglo, Perseopolis crecería rápidamente y recibiría gran parte de la infraestructura esperada de una colonia romana (galenariae, templa, statuae , etc.). Además de un templo a los dioses romanos, los colonos erigieron templos a Marco Aurelio, Adriano y sería el lugar donde erigirian el primer templo al Divus Perseus (Divino Perseo).

Lemon

–De verdad magnifico– dijo Piper.

La belleza helena veía una hermosísima estatua crisoelefantina de Venus que formaba parte de una fuente en el altar central del nuevo Templo de Venus en Londinium. La diosa estaba sobre una concha marina gigante, dónde mandaba el agua a la fuente más grande a un nivel inferior.

–A Annabeth le alegrará contar con la aprobación de la Suma Sacerdotisa de Venus– dijo Perseo –Aunque ¿no es un tanto... indecente?–

La diosa no solo estaba desnuda, sino que estaba de arrodillada en la concha con las piernas lo más abiertas posible. La diosa sostenía sus pechos, realmente enormes, desde los bordes, simulando que los estaba apretando. Además, el agua no solo surgía del interior de la concha marina, sino que manaba desde los pezones de la estatua.

La chica solo se rió.

–Mjumjmj, nuestra matrona ES indecente– dijo está mientras se acercaba al emperador, meneando sensualmente sus caderas –Lo que me recuerda, que debemos rendirle tributo a Venus para "santificar" este nuevo templo–

Piper puso sus manos sobre sus hombros y lo atrajo hacia ella. Su cuerpo se estremeció cuando él la tomo por su trasero.

–Después del Templo de Venus Genetrix no esperaría algo diferente– dijo él, con una pequeña sonrisa.

Caliente, esa era la mejor manera de describir el beso que ambos compartieron. Piper se inclinó y mordisqueó el labio inferior de Perseo cuando él la atrajo hacia él. Los dos se inclinaron. La ropa cayó al suelo, y ella dejó escapar otro grito cuando el metió sus dedos dentro de ella. Su coño mojado engulló los dedos de Perseo, deslizándolos profundamente dentro de ella. Piper dejó escapar otro grito, cuando Perseo la cargo y dejo su cuerpo al borde de la fuente de mármol y conchas marinas.

–Tan enérgico como siempre, mi dominus– jadeó ella, haciendo que sus tetas morenas y turgentes rebotaran ligeramente.

Perseo rápidamente atrapó sus pezones y los apretó, haciendo gritar a la chica. Esas manos se hundieron contra su piel tierna y oscura, volviéndola loca. Ella se inclinó y siguió besándose con él, con el calor solo aumentando con los dos disfrutando el uno del otro durante un largo minuto.

–Mnnn, ¿es tu espada eso que presiona mi vientre?– ella preguntó, fingiendo inocencia, mientras levantaba su túnica y revelaba su miembro –¡Ooh! ¿es para mi?–

Antes de siquiera pensar una respuesta los hermosos labios de Piper se habían deslizado alrededor de la verga del César. Perseo gimió cuando ella le lamió la verga y lo empujó más adentro de su garganta. Ella se inclinó completamente hacia él y prodigó cada centímetro de su miembro con sus cálidos labios para hacer que se adentrara más en su boca. Perseo tomó su cabello castaño antes de conducir su verga en su boca en un fuerte va y ven, que la experta hetera supo resistir con maestría. Cada embestida hizo que sus bolas se golpearan su barbilla, haciéndola hacer gárgaras mientras su verga se metía en su esófago.

Perseo le folló la cara a Piper y ella le agarró sus bolas. Las apretó dulcemente, mientras gemía sensualmente alrededor de su miembro. La deslumbrante mujer corintia sintió como sus enormes bolas se hinchaban y lo alentó para que las drenará en su garganta. Con un gruñido, él disparó su gloriosa semilla en la boca de Piper, mientras ella estaba usando sus labios para ordeñar su simiente.

Perseo gimió y derramó hasta la última gota de su corrida por la garganta de Piper. Cuando ella terminó de tragar la impresionante carga, liberó su miembro de sus labios y se aseguró de limpiar el semen que rezumaba de su virilidad, lamiéndolo vigorosamente.

–Mnnn, tan delicioso como la última vez– gimió Piper –Pero, mis otros labios deben ser alimentados–

Perseo se acercó a ella, le abrió las piernas y tras ver su raja chorreante, se estrello contra ella. La única razón por la que la guardia Pretoriana no ingreso por un grito estridente, es porque él ya había atrapado sus labios en un besó. Su coño lo agarró agresivamente, mientras le apretaba las tetas. Piper se corrió duro en su enorme verga, liberando sus jugos de amor, y sus labios inferiores continuaron ordeñando su miembro en el proceso.

–¡Oooh, sí, este tributo le agradará a mama!– gritó ella con los ojos en blanco.

–Puede ser– dijo él elevándola, tomándola por sorpresa, haciéndola sujetarse con brazos y piernas de él.

El la sujeto por sus firmes nalgas y la llevo dentro de la fuente. Piper estaba muy ocupada gimiendo por los golpes involuntarios de su verga contra su cérvix, para notar que Perseo camino sobre el agua hasta el altar de Venus.

–Apóyate en el altar– él ordenó.

Piper se dio cuenta de que la estatua estaba detrás de ella. Hizo lo que le pidió Perseo y apoyo las manos sobre el altar, aún estando de España a el, mientras sus piernas seguían firmemente abrazadas a la cintura del emperador. Ella se aseguró de mantener su verga profundamente dentro de ella, haciéndola explotar de placer cuando esté reanudó sus envestidas.

–Sigue ¡Ah! adelante– gimió Piper más fuerte –¡Oooh, sí! ¡dámelo papi! ¡tan duro como gustes!–

Perseo estrelló su verga contra el coño de Piper y ella se aseguró de que su raja lo apretara con fuerza y liberara sus jugos sobre él, mientras sentia sus bolas aplaudiendo sobre su culo. Entonces, él apretó los pezones de Piper y ella volvió a correrse duro para él.

–¡Ooooh! A mama le gusta eso!– dijo una vos cantarina –Ahora ¿porque no crías el vientre fértil de Piper, para terminar?–

Perseo miró alrededor, confirmando que no había nadie más, luego miro a Piper a los ojos. La mirada perdida de lujuria en su rostro le confirmaron que no había sido ella... y que estaba ansiosa de ser criada por él. Encogiendo sus hombros, Perseo volvió a coger a la puta sacerdotiza. Sus bolas golpearon contra sus nalgas cuando empujó su longitud dentro de ella.

–¡Ooooh! ¿Me vas a dar otro bebé? ¡Bien, mi pequeña Silvia quiere un hermanito!– gimió Piper –¡Preñame, papi!–

Su voz se hizo ronca con el deseo y por lo seca que estaba su garganta de tanto gritar. Perseo sujeto su cuello y la llevo a los pezones de la estatua-fuente, obligándola a beber. Por un momento, Perseo juro que era leche lo que resumaba de los pechos de la estatua. Mientras calmaba su ses, Perseo continuaba latiendo profundamente contra las gruesas caderas de Piper, perfectas para la cría.

Cuando Perseo se sintió cerca, él se inclinó, chupando los pezones de Piper, y siguió empujando profundamente dentro de ella. El César dio el tributo final y bañó los huevos fértiles de Piper con su semen. La hermosa mujer se apretó y permitió que la semilla para bebés del emperador la llenara.

El templo brilló de rosas parecía que las rosas florecieron a su alrededor. Piper se derrumbó en sus brazos.

–Uf... una golfa... como ninguna– murmuró Piper.


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