REY DE LOS DEMONIOS

¡Hola! Es bueno estar de vuelta con un nuevo cap y más después de tener una semana muy pesada.

- Guest: ¡Hola! Me alegra que la historia te esté gustando :3 ¡Gracias por leer y espero que te guste este nuevo cap! Nos vemos en una próxima actualización.

Tenía pensado publicar este capítulo el día de ayer, pero no sé por qué razón Fanfiction no me dejaba ingresar desde la compu, pero bueno ya estoy aquí así que ¡Espero lo disfruten!

¡Este capítulo tiene algunas sorpresas! ;D

Nos vemos dentro de una semana, pero si tengo tiempo más antes prometo actualizar :)

Atte. XideVill


Disclaimer: Los personajes de esta historia son de Rumiko Takahashi.


CAPÍTULO 12.

KAGOME

–Se pondrá bien – dijo el doctor cuando salió de la habitación de Inuyasha.

–¿Puedo verlo?

Sesshomaru y su padre me miraron con asombro. El doctor pareció pedirles permiso con la mirada y cuando el Rey asintió lo vi soltar todo el aire que estaba conteniendo.

–Claro que sí majestad – afirmó el doctor mientras se hacía a un lado de la puerta para dejarme pasar.

–Gracias – respondí en un susurro y cerré la puerta.

Para mi sorpresa vi a un Inuyasha sentado sobre la cama.

–¿Qué haces? Todavía no estás bien – recriminé mientras me acercaba a él.

–Já, una insignificante herida como esta no me dejará en cama.

–Si fuera tan insignificante como dices entonces no te hubieras desmayado apenas me viste.

Sonreí victoriosa al ver que sus mejillas se teñían de un tenue pero visible color rojo.

–Tonterías.

–¿Así? – Me puse frente a él y lo miré desde mi altura.

Sentí los brazos de Inuyasha rodear mi cintura de inmediato, pegó su cabeza a mi estómago y se mantuvo en silencio por unos minutos.

–No dejaré que nadie te lastime – susurró.

Llevé mis manos a su cabeza. A Inuyasha pareció sorprenderle porque rápidamente sus ojos me miraron y desde su postura parecía un tierno cachorro.

No pude evitar regalarle una sonrisa.

–Sé que cumplirás esa promesa – respondí – Pero lo mejor será que te mantengas al margen de todo esto. Naraku me quiere a mí y si Lothar interviene temo que pase lo mismo que le pasó a mi Reino.

–De ninguna manera – increpó Inuyasha poniéndose de pie – No dejaré que ese maldito te ponga un dedo encima y si Lothar tiene que intervenir lo hará. Naraku acaba de declarar la guerra con ese ataque ya no hay vuelta atrás.

–Pero…

–Kagome nada de lo que me digas me hará cambiar de decisión.

Solté un suspiro, frustrada al verme derrotada.

–Sé que no lo harás – le dije convencida – Pero a mí tampoco me gustaría que salgas lastimado.

–Eso no pasará – aseguró atrayéndome hacia él – Después de todo soy más que un simple humano.

Sonreí entre su pecho. Se apartó un poco solo para mirarme a los ojos, podía escuchar el ensordecedor ladito de mi corazón a medida que lo sentía acercarse, mis ojos trazaron las líneas de sus labios mientras que mis mejillas sentían su cálido aliento hacer estragos con mi cordura. Mis ojos me pedían ser cerrados y estuve a punto de entregarles la voluntad hasta que unos golpes en la puerta hicieron que nos separemos.

–Adelante – dijo Inuyasha claramente fastidiado.

–Majestad – saludó la mujer – Me mandó a llamar.

–Así es – Inuyasha se acercó hasta donde estaba Kikyo y me miró desde ahí – Quiero que desde ahora te conviertas en la dama de mi prometida.

–¿Qué? – solté sorprendida – Yo ya tengo una dama y es Sango.

–Eso lo sé – advirtió Inuyasha – Pero Sango es muy buena guerrera y quiero que forme parte de mi gente de confianza junto con Miroku. Y por tanto creo que no hay nadie mejor preparada que Kikyo para ser tu dama.

–Sí, pero no puedes decidir algo de esa magnitud sin tenerme en cuenta.

–Claro que puedo.

–Princesa, prometo esforzarme – murmuró Kikyo.

Ambos me sonrieron y por alguna razón odié ver esa escena.

–Si ya dejó en claro su posición Majestad – anuncié con una falsa reverencia – Me retiro.

–Kagome.

Lo ignoré por completo y salí de ahí como si se tratara del tercer infierno. Pasé por uno de los pasillos y para mi gran sorpresa me encontré con el mismo Rey de Lothar.

–¿Kagome?

–Majestad – saludé tratando de disimular mi mal humor.

Nos sentamos frente a una pequeña mesa de madera tallada que había en esa habitación. Cuando le di mi primer sorbo a la taza de té que tenía enfrente él empezó a hablar.

–Desde que Inuyasha nació siempre me he preguntado el porqué de su maldición. Cuando él nació Izayoi, su madre, fue la persona más feliz del mundo. Recuerdo que ella solía llamarlo "Koinu" – dijo con nostalgia – Fue una madre cariñosa tanto para Inuyasha como para Sesshomaru, aunque este último no sea su hijo de sangre – Me miró al instante – Pero esa historia ya todos la conocen.

Asentí.

–Recuerdo que mi abuelo lo mencionó hace mucho tiempo – comenté.

–Su sueño siempre fue ver a nuestros hijos crecer, hacerse fuertes y ser buenos hombres – Sonrió mientras tomaba su té – Supongo que cuando Izayoi se fue pasó a convertirse en mi propio sueño.

–Creo que es el sueño de todo padre.

–Claro que sí – dijo él – Ahora más que nunca sé que Lothar necesita de un nuevo Rey, alguien que sea capaz de cuidarlo tanto o mejor de lo que yo lo hice.

–Por favor no digas eso Majestad.

–Está bien, está bien. Pero la vejez es inevitable, solo lamentaré no a mis hijos con sus propios hijos.

Sentí las mejillas calientes y ya no pude seguir manteniendo su mirada.

–Sé que aceptaste el compromiso – comentó.

–Aún puedo arrepentirme – bromeé y lo escuché soltar una risa por lo bajo.

–Sé que sí, pero también sé que no lo harás.

–¿Por qué está tan seguro?

–Porque en tus ojos puedo ver la bondad y tu alma es tan transparente como el agua.

–¿Qué quiere decir?

–Lo que trato de decir pequeña es que veo amor cada vez que tus ojos ven a mi hijo.

Bajé la cabeza tratando de ocultar mi rostro.

–Pero no tienes por qué avergonzarte. Estoy seguro de que Inuyasha siente lo mismo, solo que es demasiado obstinado como para aceptarlo.

–Con mucho respeto Majestad, pero solo lo dice porque es su hijo.

Toda la habitación se vio inundada de la risa de Toga y para mí fue como si estuviera en familia.

–¿Cuándo será la boda? – preguntó de pronto.

–Yo… No lo sé.

–Pues deberían de conversarlo de una vez y acordar una fecha, ya quiero ver niños corriendo por todo el palacio.

–¿Niños? – dije confundida.

–Quiero nietos pequeños.

–Padre.

Ambos miramos hacia la puerta en donde Inuyasha descansaba apoyado en la puerta.

–Hijo, qué buenos que estés aquí – dijo Toga mientras se acercaba a su hijo – ¿Cómo van tus heridas?

–Ya casi están curadas – respondió pasando de él y caminando hacia mí – ¿Podemos hablar?

Desvié la mirada de la suya cuando este me tomó de las manos.

–Sí háganlo – dijo el Rey – Los dejaré solos para que acuerden la fecha de la boda.

–Gracias padre.

Cuando el Rey salió, rápidamente quité mis manos de las suyas.

–No creo que a su Majestad el Príncipe le interese tomar en cuenta mi opinión – dije arisca.

–Kagome… – musitó.

–Por favor ya no hables – interrumpí mientras me ponía de pie – Porque cada vez que lo haces no sé si saldrán cosas buenas o simplemente saldrán estacas puntiagudas.

–Está bien, sé que fui un idiota y no debí de tomar esa decisión sin considerar tu opinión, pero...

–Lo hiciste, y no es eso lo que me molesta – dije empezando a caminar hacia la salida – Me molesta que me hayas hecho quedar como una estúpida frente a los ojos de esa mujer.

–¿Kikyo?

–Sí, seguro debe de pensar que solo soy una Princesa caprichosa y sin cerebro.

Abrí la puerta.

–No, ella no es así – la defendió y yo me detuve en seco.

–¿Y cómo lo sabes? – me giré para verlo a los ojos – ¿Acaso tú…?

Sentí sus labios aprisionar los míos con desesperación. Llevé una mano a su pecho para tratar de separarlo, pero rápidamente sus manos me envolvieron por la cintura haciendo imposible mi huida.

Traté de resistir lo más que pude, pero cuando una de sus manos acarició mi mejilla me rendí por completo. Disfruté de aquella caricia como si se tratara de algo prohibido, pero a la vez bendito, disfruté la calidez de sus manos, la extraña sensación en el estómago y, sobre todo, disfrute de su aroma.

–Lo siento — murmuró tratando de recuperar el aliento.

Pegó su frente contra la mía mientras tratábamos de controlar nuestros latidos.

–Está bien – respondí de la misma forma – Pero no lo vuelvas a hacer.

Lo vi sonreír antes de volver a besar mis labios.

–¿O si no qué? – dijo jocoso.

Apunté su pecho con un dedo sin dejar de mirar el dorado de sus ojos.

–Clavaré una de mis flechas en este lugar.

–No creo que haga falta – señaló – Allí ya no hay nada.

–No esté tan seguro Majestad.

–¿Quieres comprobarlo?

Envolvió mi mano con la suya y me sonrió cómplice. Sonrisa que me desconcertó de inmediato.

–Dentro de poco será luna nueva – continuó – Y cuando eso pasa desaparezco por un día.

–Entonces ¿Te irás?

Asintió.

–¿Quieres venir conmigo?

–¿Yo?

–Sí, bueno, también quiero hablar con alguien.

–¿Con quién? – dije curiosa.

–Lo sabrás solo si aceptas.


Subimos por unas escaleras que daban hacia la cima de una montaña. No sentí calor, al contrario, mientras más subíamos, más frío hacía.

–¿Falta mucho?

–Solo un par de kilómetros.

Solté un suspiro de alivio.

–¿Te sientes bien?

–Estoy bien – respondí – Solo dame un minuto.

–De eso nada, te congelarás si te dejas de mover.

–Pero…

–Ven aquí – dijo mientras me ofrecía su espalda.

–Claro que no, estás loco.

–Sube – demandó.

–Inu…

Y sin pensarlo me cargó sobre su espalda. Pasé mis brazos alrededor de su cuello y él me sujetó de las piernas.

–Listo, ahora vámonos.

No dije nada, estaba tan avergonzada que lo único que podía hacer era esconder mi rostro en su hombro.

Cuando se detuvo lo único que pude ver frente a nosotros era una enorme puerta que se perdía entre tanta niebla.

–¿Qué es este lugar? – pregunté asombrada.

–Este es el Templo de las Nubes.

–¿Qué hacemos aquí?

–Lo sabrás cuando entremos.

El lugar no era para nada amigable. De hecho, los tonos grises y oscuros pasadizos no hacían más que incrementar mi ansiedad.

–¿Qué los trae hasta aquí? – dijo un hombre bastante mayor al aparecer tras las cortinas.

–Vengo a hablar con Myoga – respondió Inuyasha.

–¿Por qué quiere hablar con él Majestad?

Ambos nos miramos.

–¿Sabe quién soy?

–También supe que vendrías – aclaró el hombre – Y veo que no vino solo – me miró – ¿Será que estoy viendo a la futura Reina de Lothar?

–¿Cómo dijo? – exclamé y él negó.

–Veo que aún no, pero paciencia Princesa veo que su destino está cada vez más cerca.

–¿Destino?

–Acaso ¿Usted es Myoga? – intervino Inuyasha.

–Sígame – dijo el anciano.

Ambos lo seguimos hasta lo que pude ver era una especie de cuarto sin ventanas. Las cortinas polvorientas me indicaban que hace mucho no venían visitantes.

Nos sentamos sobre unos cojines y esperamos en silencio hasta que Myoga hablara.

–Tuvieron que pasar veinticinco años para volverlo a ver Majestad, sin embargo, su aspecto es igual al de un humano – comentó Myoga.

–Eso es porque lo soy.

El ansioso negó.

–Podrá engañar a todos si así lo quiere Majestad, pero estos ojos conocieron a un Inu Yokai cuando nació.

Inuyasha guardó silencio y dejó que el anciano continuara.

–Y a usted también Princesa, vi el enorme poder que se le otorgó cuando nació.

–¿Poder? – dije perpleja.

–Así es, puede que le hayan negado sus orígenes, pero mis ojos dicen que estoy frente a una Sacerdotisa. Es curioso como las historias se repiten – comentó con una sonrisa.

–¿Historias? ¿De qué historias estás hablando anciano?

–De las que un Demonio y una Sacerdotisa. Existen muchas versiones, me temo que cada quien lo cuenta a su conveniencia, a nadie le gusta ser el malo de la historia ¿O sí? – negó con la cabeza – Pero yo sé cuál es la única verdad ¿Quieren escucharla?

Continuará...